Shelter me [Libre]

por **Sirenia Vídgîr** Sáb Nov 08, 2014 8:26 pm

¿Cuántas veces había deseado la gitana ser de alguien pues su cuerpo puro y virginal aún está intacto? ¿Quién se atrevería a divertirse con ella entre algún regocijo? ¿O a llorar con ella en alguna pena? El frio esa noche era cruel y despiadado a pesar de ser verano. Parecía un cruel invierno que no sabía cómo parar. Sus ropas estaban ocultas pero solo portaba la ropa de siempre. La noche estaba resultando ser un poco dura. Sin duda el invierno se convertía por una vez en verano. Sentía la ausencia de Mathyas y le echaba en falta pero quien sabe si se acordaría de ella. Lo que le llevo a pensar que la rescato y la llevo a su tienda. Eso fue heroico. Eso fue de gente noble. Le gustaría volver a verle de nuevo pues el rio puede dividirse y alcanzar objetivos inalcanzables.

Por ejemplo, ella podría sin embargo sentir que su vida pudiera ir por un diferente camino esta vez. Sintiéndose atada a alguien por una vez, oh si, como le gustaría que aquello fuera verdad. Por fin alguien para ella, pero no debería de mostrarse tan efusiva. Suspira confundida la bella gitana y sirena de los mares. La luna apenas es visible pues la dichosa se esconde tras espesas nubes negras de alquitrán o detrás de las alas del cuervo de la muerte. Escalofríos es lo que sintió estando en el exterior de su tienda, se arropo un poco más con una gruesa manta de lana que la tenía sobre sus hombros y volvía a suspirar. Uno o dos gitanos pasaron delante de ella cogidos de la mano.

Los conocía.

Él era Carlos Aguilar, un rico que había dejado todo para poder estar con su compañera gitana y pensó, menuda prueba de amor, pero seguramente no acabaría ahí la lucha. Podría haber ganado una batalla o a lo mejor ni siquiera competía con nadie más que con el caprichoso destino. De nuevo otra pareja paso por delante suya, y esta vez eran de su calaña, lo que le sorprendió es que fuera Gilbert, el Mayor, el patriarca, el que gobernaba el campamento lo veía con una hermosa moza de bellos ojos claros y cabello azabache. Parecían muy, pero que muy unidos y Sirenia, sin poder evitarlo sintió una envidia a la última pareja, aparto la mirada y volvía a meterse en su tienda lista para poder ocultarse bajo las pesadas mantas de algodón y lana que habían fabricado para algunos del campamento.

Al día siguiente, si dios lo quería, seguirían y terminarían las mantas que quedaban por terminar. Podría ser verano, pero el invierno acontecía muy efímero por las noches, dejándote no más opción a estar cubierta por mantas –no muy gruesas- pero si bajo un par de mantas. La sirena que dejó el mar, derramaba lágrimas saladas en las que había un montón de soledad. Se sentía sola como el mar la mayoría de las veces pues esta era ancha y extensa. Sirenia templo sus ganas de seguir llorando y acabo por quedarse mirando a un punto vacío en la nada, se quedó mirando, sin más, no tenía ganas de nada de nada y justo cuando pensó que la noche no podría ir peor, Gilbert comenzó a gritar de que apresaran a los intrusos. Sirenia por muerta la habían dado si no hubiera escuchado los gritos del líder del campamento y rápidamente salía de la cama para ponerse algo más cálido, algo que la hiciera entrar en calor y salió para ver.

Habían atrapado a un par de personas, a dos. Un hombre y a una mujer.

Sirenia se preguntó qué haría Gilbert con ellos.

por **Hans Ortolani** Miér Dic 10, 2014 2:44 pm

Los gitanos son los que controlan los bajos fondos de la ciudad, daba igual que ciudad visitaras o lo cultos que se creyeran los habitantes de la ciudad, al final resulta que eran estas gentes los que controlaban los secretos hilos de la ciudad, da igual quienes sean los parlamentarios y quienes son los policías.

No hace tanto que estoy en la ciudad y realmente tarde más de lo que esperaba en encontrar el emplazamiento, estos sitios suelen ser bastante característicos y cualquier persona a la que preguntes te lleva rápido al lugar. Decidí no ir solo, era lógico que no me recibirían con los brazos abiertos, por eso traje a una joven amiga, la conocí en las calles mendigando. La pobre joven había sobrevivido al ataque de un licántropo, no muchos lograban esto sin quedarse con secuelas bajo la luna, su caso no era uno de esos afortunados.

Había elegido la noche con inteligencia. Luna llena. Aún no se había iniciado su transformación gracias a una poción, pero no tenía mucha duración, en una hora o así la joven volvería a ser una amenaza. Ciertamente también tenía preparados varios conjuros de defensa y parálisis, no era tan tonto como para venir sin nada preparado. Lo que habría que ver era lo preparados que estuvieran ellos para la contienda.

Entré en el campamento con la cara bien alta y ciertamente el jefe del campamento no tardó en apresarnos, esperaba que fuera rápido, a mi joven amiga no le quedaban ni veinte minutos, tal vez más, a favor de las nubes que llenaban el cielo hoy.

Podía haberme librado del hombre que me sujetaba muy fácil, solo necesitaba contacto físico para nublar la mente de ese hombre y librarme de su apresamiento, pero no debía pues por mucho que estos fueran gitanos, uno debe ocultar los conjuros de la vista de los no practicantes y no quería tener problemas. Lo mejor era hacerlo en privado.

-Supongo que tu eres el jefecillo de esta gente, ¿me equivoco?.- dije con una leve sonrisa, tal vez demasiado altanero y creído.- Creo que sería acertado que nos soltaras, por favor.- Nadie podría acusarme de utilizar buenas maneras, era obvio que no iban a soltarnos porque consideraban que estaban en la posición de poder en la negociación. Podía parecer que incluso necesitábamos ser salvados, que eramos unos inconcientes

por **Sirenia Vídgîr** Vie Mar 06, 2015 9:08 pm

Sirenia observaba con precaución la escena que se desarrollaba frente a sus ojos, miraba a la pareja que había sido apresada. El caballero del corte de pelo ridículo obstaculiza con palabras cautelosas el que puedan entenderle con claridad, pues parece que uno de los dos sufría, Sirenia podía sentirlo en el interior de su ser.

-Alguien siente agonía y dolor Gilbert….-Dijo para después terminar observando al mayor del campamento, aquel que los cuidaba – Aquellos que son como tú ahora están a nuestro alrededor Gilbert y sufriendo sus primeros pasos – Sirenia que cuando Gilbert sufrió su primera Luna, ella estaba allí con él, atada contra un poste simplemente para ponerle a prueba. Gilbert paso de una bestia salvaje a controlarse aunque fuera por unos instantes, no lo logro del todo, pero Sirenia había salido ilesa.

Aquellas cuerdas que ataban el cuerpo de los desconocidos, fue llevado hasta su desate, deshaciendo cualquier incomodidad que pudiera tensar a los desconocidos - ¿Qué necesitáis? Y Quizás, dentro de alguna posibilidad podremos ayudaros… ¡AAH! –Sirenia hablaba con paz y una suave melodía en su voz, pero que repentinamente adquirió las más altas notas vocales siendo sorprendida por aquel que era su jefe. Sirenia observaba conforme sus pies alejaban pasos de su jefe que este mismo estaba descontrolándose. Una mano puso Sirenia en el brazo de su Mayor, de su jefe y este inmediatamente podría estar volviendo a la “realidad” de verdad.

-Posiblemente, debamos hablar en el interior de la carpa principal, es decir la del mayor…-Sirenia se echaba los cabellos hacia atrás, seguía hacia el hombre desconocido y le sonrió con cierta timidez – me llaman Siry -Dijo- ¿Cómo os llamáis? – Sonreía con tranquilidad, sus labios se formaban en una hermosa boquita de piñón en la que se alargaba considerablemente hasta quedar de oreja a oreja. Sujetaba el brazo del desconocido y ella junto con otras mujeres le instaron mientras que Gilbert era observado por Sirenia y veía como agarraba de las muñecas a la acompañante de aquel que la trajo hasta aquí – Buen hombre, no os preocupéis, mi señor, mi mayor sabe lo que hace. Llevará a su amiga a una carpa en donde descansará plácidamente. Estará bien atendida. Debió ser difícil encontrar a su esposa en ese estado – Murmuraba con aquella pequeña y tímida voz que la personificaba a la perfección.

Cuando tenía atado a aquel hombre a una de las sillas arraigadas a la tierra, seguía sonreía.

– Quédese aquí. Ella estará bien.

Espero que me pueda disculpar Monsieur

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