Una cita diferente [Privado]

por **Terry Ludlow** Miér Nov 26, 2014 9:44 pm

No precisamente todos los que ingresaban a aquel sitio denominado manicomio era porque necesariamente estuvieran locos. Clyde lo sabía desde que era joven, su padre siempre fue claro y comprensivo con cada uno de sus pacientes y eso era lo que él mismo estaba tratando de hacer, seguir los pasos de su padre por más complicado que fuera, considerando que su propia esposa no era la mujer más cuerda del mundo, pero si la única a quien amaba profundamente.

Su trabajo como psiquiatra era bastante claro, medicar y mantener el control de las personas internadas en aquella institución, además de que de vez en cuando usaba sus poderes para tranquilizar mucho más a un paciente o para buscar la manera de regresarlos a la funcionalidad. En la mente de Dunne, no existía ninguna "locura" que no pudiera curarse, solo era necesario encontrar el punto de intervención justo y entonces todo estaría bien.

Esa mañana estaba demasiado tranquila, menos gritos de los habituales y menos alertas por intento de fugas o peleas en los internos. De hecho, no se encontraba andando entre los pasillos para asegurarse de que sus pacientes estuviesen bien, todo porque ese día atendería a un nuevo paciente. Recibió el expediente con un montón de letras diferentes, muestra de todos los que antes tuvieron la dicha de tratar con ese paciente antes. Los ojos de Clyde pasaron por todas las anotaciones hechas por sus colegas, pero mientras más leía, más recordaba las palabras de su padre “No juzgar hasta conocer” En eso siempre había tenido razón, no podía decir que aquel hombre era tal o cual cosa cuando nunca lo vio directamente., así que esperaría hasta tenerlo en su consultorio y ver entonces que era lo que sucedía.

Con algo de desgano dejo el expediente sobre el escritorio y se recargo en la silla sobre la que estaba. Un suspiro salió de sus labios mientras que aguardaba la llegada del hombre, nada era mejor que un momento de paz entes de que la verdadera locura comenzara.

Tres toques en la puerta le hicieron volver al momento y al lugar en el que se hallaba, su voz se alzó entonces.
– Adelante – la manija no tardo en girar y apareció uno de los guardias, que no eran más que hombres que podían contener a los pacientes más trastornados.
– Ya esta aquí la cita especial – le dedico una sonrisa al brujo, como si sospechara que quien iba a la cita terminaría estando en aquel lugar para siempre.
– Pues que esperas, hazle pasar – le devolvió la sonrisa mientras que le veía desaparecer de nuevo y al consultorio entraba el nuevo reto, que probablemente solo fuera una persona que necesitara hablar.

por **Cosette Legard** Mar Dic 16, 2014 4:26 pm

Aquella tarde la herboristería estuvo cerrada, algo inusual, pues si por algo se caracterizaba la tienda era por su puntualidad en las horas de apertura y cierre. Después de tantos meses sin apenas hablarse, monsieur Legard había convencido a Cosette para salir a la calle juntos. Desde que ocurriera la mayor desgracia de esa familia el matrimonio no había vuelto a hacer acto de presencia en público, y a pesar de que a Cosette no le importaba demasiado, no le ocurría lo mismo a su esposo.

Sujeta del brazo de su marido caminaron durante alrededor de una hora en completo silencio. Él intentaba entablar una conversación con ella, pero apenas recibía unas tímidas respuestas.

-Éste está siendo un verano seco, ¿no crees? Las cosechas de grano serán fantásticas -comentaba monsieur Legard mientras pasaban junto a los campos de trigo amarillos.

-Sí, supongo -fue lo único que dijo Cosette.

Después de dos intentos infructuosos de entablar una conversación fluida, se dio por vencido y continuaron el camino en silencio. Los cantos de los pájaros eran lo único que impedía que aquella situación fuera más incomoda de lo que ya era.

Finalmente, llegaron a su destino. La cara de Cosette se descompuso al ver el edificio al que había sido guiada. De pronto por su mente pasaron escenas no hacía mucho vividas, cuando todavía estaba postrada en la cama. Voces masculinas hablaban con ella, la llamaban, le hacían preguntas, pero apenas las escuchaba. Tal y como aparecieron dejaron de venir, y cuando parecía que todo aquello había sido olvidado se encontraba delante del sanatorio mental de París.

Para cuando volvió a la realidad estaban en el hall del edificio esperando para pasar. Un hombretón que parecía tener fuerza la acompaño hasta una puerta, seguida de cerca por su marido. Una voz de hombre sonó desde el interior de la habitación y Cosette dejó que la empujaran suavemente hacia el interior. Sola, en medio de aquella habitación, se quedó completamente muda. No sabía que le esperaba dentro, ni siquiera sabía qué hacía en aquel lugar.

Sólo quería salir de allí. Y rápido.

por **Terry Ludlow** Sáb Ene 10, 2015 3:22 pm

La puerta se abrió y dentro fue enviada una mujer de rubios cabellos y expresión confundida. Regularmente todos llegaban con esa expresión pero pocos eran los que llegaban compartiendo sus habilidades y el aura de aquella mujer le indicaba que era mucho más especial que cualquiera de sus pacientes regulares. Con las manos sobre el escritorio y los ojos fijos en ella le sonrío antes de pararse de su lugar.
– Bienvenida. Toma asiento por favor – y señalando la silla que quedaba frente a él aguardo para ver que era lo que la mujer se disponía a hacer – ¿Cuál es tu nombre? – pregunto aunque ya lo sabía por lo leído en el expediente sobre su escritorio, aún así, Clyde nunca se conformaba con lo que se decía en las hojas, para él siempre había más de una persona.

Podía detectar el nerviosismo de ella, las ansias por buscar una salida de aquel lugar donde seguro que no deseaba estar. Ver mujeres como ella siempre le hacía pensar en su esposa, siempre le provocaban además ganas de ayudar a que sus vidas fueran mejores que salieran del mal en que se encontraban sumergidas, como si de alguna manera extraña ayudar a otras pudiera hacer que su Beth regresara a él.

Ella permanencia aún sin moverse y Clyde suspiro antes de volverse a sentar, para ver si de esa manera ella veía que no le haría daño. El psiquiatra únicamente quería ayudarla y hacerlo de verdad tal cual su padre antes de él ayudara a tantos que necesitaron del apoyo de alguien.
– ¿Sabes por qué estas aquí? – enarco la ceja – Te ves demasiado sorprendida ¿Siquiera sabias que vendrías? – Llegar de manera improvisa, sin que el “enfermo” supiera que irían podía ser un gran shock así que no le extrañaría que hubiese ocurrido justo de esa manera. El primer encuentro con un paciente era siempre el más complicado y esa cita, apenas y estaba comenzando.

por **Cosette Legard** Lun Ene 12, 2015 3:00 pm

Miraba a su alrededor sin apenas mover el cuerpo. La cabeza y los ojos eran lo único que demostraba al dirección en la que miraba. La puerta se había cerrado tras ella y, en frente, había un hombre joven de cara amable. Cuando revisó el despacho entero finalmente miró al médico, que le ofrecía asiento. Cosette se quedó quieta, esperando alguna reacción. Pero no llegó ninguna. Notó un nudo en la garganta que le ardía, le dolía tanto que tuvo que toser para intentar deshacerlo, pero no podía. A pesar de eso, las lágrimas, las únicas que podían suavizar ese dolor, no salían.

El doctor se sentó en su silla, y el gesto le dejó claro a Cosette que no iba a sentarla por la fuerza. Se dio cuenta de que, en realidad, podía salir de allí cuando quisiera. ¿Quién iba a impedir que se quedara allí dentro sufriendo? ¿El hombretón que la había llevado hasta allí? No. Nadie podía impedirle quedarse allí. Darse cuenta de eso hizo que se tranquilizara y que la magia empezara a fluir dentro de ella. Sintió la tranquilidad que sentía aquel hombre, y se sintió reconfortada. Respiró hondo y notó como el nudo desaparecía.

-No, no sabía que iba a venir -contestó con voz tranquila. Se acercó despacio hasta la mesa y se quedó de pie junto a una de las sillas. -Pero sí creo que sé por qué estoy aquí. -En su cara se mostró un atisbo de sonrisa que apenas duró un segundo. Cosette tragó saliva y miró al suelo. Cerró los ojos unos segundos para captar cualquier cambio en el ambiente. Después miró al médico. Cuando más se acercaba más notaba la tranquilidad que emanaba, una tranquilidad que se entremezclaba con otra sensación negativa que no era capaz de descifrar. Dentro de esas paredes se sintió segura, y, algo raro en la bruja, confiada. Puso la mano en el respaldo de una de las sillas y la alejó un poco de la mesa para después sentarse.

-Me llamo Cosette, Cosette Legard -se presentó, aunque un vistazo rápido le permitió ver su nombre en unos papeles encima del escritorio del médico. -Ha sido mi esposo quién me ha traído, lleva tiempo intentando que hable con alguien como usted -Con las manos en el regazo levantó la mirada desde los papeles hasta cruzar la mirada con la del psiquiatra. 'Sé que me has traído para hablar de Henri, pero no puedo. No puedo.' Pensar en el cuerpo inerte de su hijo, pálido entre sus brazos, le revolvía el estómago y hacía que perdiera las fuerzas. El nudo de la garganta volvió a atosigarla, así que intentó concentrarse de nuevo en esa tranquilidad que había encontrado en el médico.

por **Terry Ludlow** Mar Feb 03, 2015 11:15 pm

Tranquilidad era lo que buscaba trasmitir a la mujer, que supiera que aquel era un espacio seguro donde nada podría dañarla. Él no permitiría que nada le dañara mientras estuviese en ese lugar. Le dejaba el espació necesario para que pensará como proceder a continuación; incluso si es que ella pensaba que lo mejor era salir de aquel lugar, Clyde no le detendría. Su difunto padre, aquel hombre de quien tanto aprendiera siempre decía que llegaban a consulta aquellos pacientes que estaban listos para dar un paso adelante, aquellos que no podían llegar más al fondo de algo. E incluso entre esos pacientes que llegaban se podía diferenciar a la perfección entre los que no tenían voluntad alguna y permanecían atados al tratamiento para volverse funcionales; y también llegaban personas como ella, pacientes con voluntad y libertad, que podían salir por la puerta donde antes entraran y a quien el psiquiatra no detendría, total, tarde o temprano regresarían.

La voz femenina rompió el silencio en que se mantuvieran unos instantes y confirmo lo que Clyde pensó inicialmente. Aquella mujer no tenía ni la más remota idea de que irían a aquel lugar.
– Eso de que la mayoría siempre llegue sin idea de que vendrán – le sonrió – eso no ayuda a que me vean de buena manera. Sería más agradable que dijeran que viene a verme ¿No crees? Así no estarían tan desprevenidos todos – hablaba de aquello que parecía ser carente de sentido, pero que se orientaba a tranquilizarle más, mientras que Clyde seguía sin moverse, simplemente la miraba. Ni siquiera dejo de mirarla cuando finalmente ella se decidió a sentarse frente a él – ¿Lo sabes? – pregunto – ¿Quizás puedas decirme lo que crees que haces aquí?

– Cosette – repitió él después de la presentación mientras cerraba y apartaba aquel expediente de donde antes se encontraba. Aquellas hojas no servían ya de nada a él.– Un gusto conocerte, yo soy Clyde Dunne – Noto como la mirada femenina se desviaba nuevamente hasta sus ojos y escucho lo que ella tenía para decir, que en realidad no era mucho y eso, estaba bien – Tu esposo quiere que hables, y tú… ¿Quieres hablar? Porque si no lo deseas puedo comprenderlo, podemos pasarnos una hora aquí dentro en silencio, analizando nuestros interiores – le sonrió – o podemos hablar de algo que te agrade – Claro que no iba a entrar directamente a presionar la llaga de la mujer aquella, ella hablaría de lo que realmente la llevaba ahí cuando estuviese lista. Mientras tanto, él sería su compañero en el viaje.

por **Cosette Legard** Miér Feb 11, 2015 3:23 pm

Después de todo, aquella reunión quizá no era tan agresiva como Cosette había imaginado. El chico que tenía delante, cuyo nombre era Clyde, era todo lo contrario de los otros médicos que habían visitado a la bruja en su domicilio. Sí, claro que podía salir, pero, ¿quería hacerlo realmente? Empezaba a dudarlo. Había llegado por obligación, pero después de entrar en aquella habitación por fin había sentido que tenia control sobre sí misma y sobre su entorno. El subconsciente de la bruja le decía que aquel hombre era especial, pero no sabía de que manera.

-No, no ayuda. -Sonrió a su vez. Ella lo sabía bien. -Cuando alguien hace algo por obligación las cosas no suelen salir bien -contestó. Hablar de otras cosas no la molestaba, al contrario, hacía que su mente vagara pensando en cualquier cosa que no fuera ese vacío profundo en el pecho que funcionaba como un agujero negro, consumiendo todo lo que encontraba al rededor. -Es un placer, monsieur Dunne -Hizo una ligera reverencia con la cabeza.

El momento de hablar, ese momento que Cosette retrasaba todo lo que podía y más. Pero , nuevamente, el doctor Dunne la sorprendió.

-Hablar... -comenzó a decir Cosette -¿de lo que yo quiera? -Esperaba haber oído bien, aunque tampoco estaba segura de que podía decirle. ¿Qué le gustaba pasear por el bosque? ¿Qué le gustaban las plantas medicinales? ¿Qué le gustaba leer libros de hechizos para aprender más cosas de las que ya sabía? ¿Qué no soportaba volver a casa y ver la habitación de su difunto hijo vacía? Había cosas que quizá eran de alguna manera habituales entre los habitantes de París, pero la magia no estaba entre ellas. Y la magia era a lo que dedicaba más tiempo, si no todo el que tenía.

-Me gusta leer -dijo finalmente después de unos segundos. -Tengo muchos libros de mi familia, suelo pasar horas leyendo. -Calló por unos segundos antes de seguir. -Eso cuando no preparo remedios naturales para curar distintos males -Era irónico que, de todos los males, el suyo era el único que no había sido capaz de aliviar. -Creo que eso es lo único que he hecho durante mucho tiempo. Es a lo que me dedico, al fin y al cabo -añadió después, como si su comentario necesitara explicación alguna.

-Creo que nuestros empleos no son tan distintos al fin y al cabo. -Se dio cuenta de pronto, como si un espíritu se lo hubiera susurrado al oído. -¿Os gusta vuestro trabajo, monsieur? -preguntó.

por **Terry Ludlow** Lun Mar 16, 2015 8:01 pm

– Por eso es que quiero que veas esto no como una obligación. La puerta estaba abierta siempre para el momento en que desees salir de aquí. No voy a insistir en que te quedes si no te encuentras a gusto en este sitio, tienes completa libertad de actuar de la manera en que más conveniente lo creas – Dijo aquello como parte de un proceso que necesita que ella comprendiera. Ahí, dentro de su consultorio solo se trabajaría lo que ella estuviera dispuesta, no lo que el esposo deseaba – El placer es todo mío, Cosette – respondió con amabilidad y dio paso entonces a la charla.

Hablar tampoco era algo que requería ser forzado. La mujer necesitaba tenerle confianza, aprender a hablar de las cosas más vanas y carentes de sentido antes de pasar a las cosas más profundas que albergaba en su alma y que Clyde estaría dispuesto a escuchar cuando llegara el momento de ello.
– Por supuesto – asintió y sonrió nuevamente – estamos aquí por ti, así que puedes hablar de lo que quieras. Contarme tus gustos, tus disgustos, que te gusta comer y que no. Cualquier cosa – ¿Para qué obligar a entrar a una mujer en detalles que lentamente saldrían a la luz? Aquello no tenía sentido y como veía a la mujer, era seguro que todos los que le atendieron antes trataron de sentirse los grandes psiquiatras y sacaron el tema antes de que ella estuviese lista para eso. Dunne era diferente, él podía esperar tanto tiempo como un paciente lo necesitara, todo porque hasta los avances más pequeños, servían para una recuperación.

Y sin esperarlo, ella comenzó a hablarle. No parecía temer a lo que decía y aunque eran cosas que podían tomarse como simples gustos, era bueno que Clyde supiera respecto a aquello que la ponía de un mejor humor, aquello que le disgustaba o agradaba a los pacientes era muchas veces de donde se podían sacar tratamientos inesperados.
– Yo suelo leer bastante también, ¿Qué clase de libros son los que tienes de tu familia? – pregunto con curiosidad y después le dejo continuar comentándole sobre las cosas a las que se dedicaba. Por algún motivo parecía ser que curar a otros le agradaba aunque no lo expresara de una manera muy enérgica, así que simplemente le sonrío – No, yo tampoco creo que nuestros trabajos sean muy diferentes – admito cuando ella hablaba sobre ambos trabajos. Finalmente la base de ambos era curar a aquellos que se encontraban mal. Guardo silencio unos momentos, observo fijamente a aquella mujer y asintió con seguridad – Mi trabajo no me gusta, me encanta – aseguro con firmeza en su palabras, porque ese trabajo lo había amado desde siempre, aún cuando era un chiquillo que no sabía que era lo que su padre hacía, incluso en esos momentos había amado aquella profesión – ¿A ti te gusta el tuyo? o tienes algo más que preferirías hacer.

por **Cosette Legard** Dom Mar 29, 2015 11:10 am

Hablar con Clyde le estaba resultando más fácil de lo que había imaginado. Eran cosas cotidianas las que contaba, pero parecía que a él no le importaba eso. La escuchaba con atención y mantenía la conversación, preguntando cosas a su vez y comentando las palabras de la bruja. Había comenzado hablando sobre los libros de su familia, algunos prohibidos por la sociedad que no podían salir a la luz tan ligeramente. Otros, en cambio, eran simples libros de herbología que se podían encontrar en la biblioteca.

-Libros de plantas, en su mayoría. Hablan de las propiedades que tienen y cómo trabajar con ellas. Nada interesante si no te dedicas a ello -comentó.

Omitió el otro tipo de libros que guardaba en los rincones más inesperados de su tienda y su casa. Debajo de tablones, en los falsos fondos de los cajones o baúles estaban aquellos dedicados a pociones que requerían conocimientos de magia, además de plantas. Otros eran simplemente recopilatorios de hechizos para sanar a gente. Tenía incluso algún libro que contenía hechizos de magia negra que pertenecieron a dios sabe qué antepasado de Cosette. Esos apenas los abría, no quería conocer los secretos que contenían. Apoyó la espalda en el respaldo de la silla y relajó su postura.

-Si, me gusta -contestó. -Nunca he pensado en hacer otra cosa, he aprendido ese oficio desde que era una niña. -Se encogió de hombros.

Nunca se había planteado cambiar su herboristería por otra cosa. Había conocido eso desde la cuna, había crecido entre hierbas, hechizos y pociones, todas ellas para curar enfermedades y aliviar las penas. Pensó en Henri, en la enfermedad que se lo había llevado de una manera despiadada y cruel. Ni Albert ni ella habían conseguido curarle y eso era algo que la mataba en cada segundo que pasaba. No hacía más que pensar en que hubiera pasado si sus poderes fueran más fuertes, si hubiera tenido unos conocimientos mayores sobre magia curativa. Podría ayudar a más gente, personas como ella que tenían a sus seres queridos enfermos con un pie fuera de este mundo.

Miró a su alrededor inspeccionando el despacho del médico. Las paredes tenían estanterías con libros de cubiertas oscuras, intercalados con pequeñas figuras que completaban los huecos libres en cada balda. Por las ventanas entraba la luz de media mañana, cálida y clara.

-¿Viene mucha gente a este despacho? -preguntó con curiosidad.

por **Terry Ludlow** Lun Abr 13, 2015 9:46 pm

– Lo mismo podría decir de los libros que yo leo. No son nada interesantes si no te dedicas a ello – sonrío entonces a su paciente – aunque he de admitir que algunas veces incluso aunque me dedique a ello, me parecen tremendamente aburridos y no encuentro nada de utilidad. ¿Suele pasarle eso a usted? – aquella parecía la conversación más común y corriente que cualquiera pudiera estar llevando a cabo, pero el bienestar de aquella mujer no radicaba en que Clyde le hiciera hablar o no, sino en el hecho de que no fuera forzada a hacerlo. Si su marido quería que ella hablara sobre el dolor de su perdida, no era una manera correcta de hacerlo el forzarla a visitarlo, todo con la esperanza de que Clyde pudiera sacar aquella información que en realidad por el momento, él no estaba necesitado de obtener.

– Coincidimos en más cosas de las que pensaba entonces – sus manos se relajaron y al igual que ella, se acomodo mucho mejor en la silla donde se encontraba sentado – Yo tampoco pensé en hacer algo diferente a lo que hago y de hecho, aunque no puedo decir que lo aprendí desde niño, la verdad es que siempre supe más cosas de las que necesitaba saber. Mi padre era un afecto en enseñarme sobre psiquiatría, cosas que a la mayoría de niños les fastidiaría, pero a mi no – suspiro ante los recuerdos – ¿Supongo que a ti te pasaba lo mismo, no? Porque aunque lo hayas aprendido de desde niña, debe existir dentro de ti un amor por lo que haces que impida que cambies de profesión ¿o me equivoco? y también supongo que con lo que conoces has podido ayudar a mucha gente. Creo que incluso tu trabajo debe salvar más vidas que el mío – aquello lo dijo sin saber los pensamientos en la mente de la bruja, que para ese momento observaba todo el lugar con una curiosidad notoria. Clyde n tenía demasiadas cosas en su lugar de trabajo, o al menos a él no se lo parecía.

Observo todas las cosas que se encontraban en aquella habitación y asintió a las palabras de Cosette.
– Viene muchas más gente de la que me gustaría que viniera – hablaba de manera sincera, porque a él no le gustaba que la gente sufriera o se encontraba mal, él quería que todos fueran capaces de vivir sin males que aquejaran sus almas y sus mentes, pero contrario a eso, parecía ser que cada vez llegaban más y más personas – No me molesta atender personas, pero preferiría atender menos de esa manera sabría que el mundo es un lugar mejor ¿O qué piensa usted? – de nuevo le interrogaba, respondía a sus preguntas pero no paraba de buscar información de ella.

por **Cosette Legard** Dom Mayo 24, 2015 10:02 am

Casi había olvidado para qué había ido a la consulta. La conversación estaba siendo completamente trivial, como si fueran dos conocidos compartiendo una taza de té en uno de los muchos cafés de París. Meditó su respuesta antes de contestar.

-Lo cierto es que rara vez me ocurre. Casi siempre encuentro algo nuevo que había pasado por alto -dijo. -Y si no encuentro nada nuevo siempre se me ocurren otros usos de los que no aparecen en los libros. -Por primera vez desde que cruzó la puerta sonrió ampliamente y de manera sincera.

Las palabras de Clyde le trajeron a la memoria viejos recuerdos de su niñez. La educación que había recibido desde que tenía uso de razón siempre la había entusiasmado. Los primeros años simplemente jugaba con las propias plantas repitiendo lo que los adultos hacían. Empezó a memorizar hechizos casi antes de aprender a hablar y muchas de las veces cantaba aquellas extrañas palabras que para ella no tenían mayor sentido que eso, simples canciones. Con la edad aprendió a utilizarlas con cautela y de la manera correcta, mezclando las cantidades exactas de cada planta para que surtieran mayor efecto. ¿Amaba realmente lo que hacía? ¿O era simplemente que nunca se había planteado cambiarlo?

-Creo que nunca lo había planteado de esa manera, pero sí, hay algo que hace que siga haciendo lo que hago. No sé si es amor exactamente, yo diría que es una especie de satisfacción. -Calló unos segundos. -Siempre que el final sea feliz. -Añadió después.

Mientras observaba el despacho imaginó los problemas que llevarían a la gente hasta aquel lugar. Qué podría pasarle a un ser humano para acabar allí sentado frente a un doctor que tenía como misión curar esas heridas invisibles que tanto dolían. El trabajo de la bruja no siempre era fácil, había enfermedades y males que no se curaban rápidamente o que necesitaban más de un hechizo para poder mejorar, pero el trabajo del brujo le resultaba imposible. Una herida física podía verse y tocarse, se podía valorar si se curaba o si se infectaba. Una herida del alma no.

-Creo que a los dos nos gustaría tratar a menos personas de las que tratamos. Aunque por suerte, hay gente que sólo busca mejorar algo de su vida. No es que estén realmente enfermos, simplemente quieren algo mejor. Se sorprendería con las peticiones de algunas personas que se acercan a la tienda. -Se rió al recordar algunas de ellas.

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