Que inicie el show [Privado]

por **Karen Nygard** Mar Dic 02, 2014 11:16 am

Cumplir los caprichos de un fantasma no era tan complicado, mucho menos considerando que ese fantasma pertenecía a tu familia, específicamente a tu hermano mayor y si la persona que planeaba cumplirse sus deseos era su hermana, las cosas se volvían mucho más sencillas. Nunca antes Yuri había pedido algo especifico y por eso fue que Vanya no tuvo el corazón para negarse cuando dijo que deseaba una fiesta de cumpleaños. Lo bueno de todo el asunto es que ella podía mentir a sus amigos en París y decir que le había organizado a un primo de Rusia, aquel cumpleaños mientras que en la realidad, sería para su hermano, quien juraba estar el mayor tiempo posible en forma corpórea para disfrutar de la celebración.

Dispuesta a no defraudar la confianza que Yuri le brindaba, fue que Vanya se embarco en la búsqueda de todo aquello que era lo que el joven fantasma le pedía. Alimentos al por mayor, bebidas, música y para finalizar, un espectáculo. Claro que Yuri no deseaba cualquier espectáculo pues los rumores habían hecho circular la idea de que en la cuidad de París se encontraba Viktóriya von Habsburg, una mujer que resultaba ya conocida en su natal Rusia por el talento que cargaba en las venas, así, que ahí fue donde comenzó el capricho más intenso por parte del fantasma. Él deseaba que Viktóriya fuera a toda costa a presentar un espectáculo en su fiesta y tras mucho rondar por las calles parisinas, Vanya encontró lo que buscaban.

La actriz, demostraba tener muchas otras ocupaciones que atender pero eso no impidió a la bruja insistir en que daría tanto como ella pidiera porque asistiera al evento que estaba coordinando, le dijo que tendría total libertad de hacer tanto como quisiera y que su paga sería excepcional. Los esfuerzos de la rusa, parecieron surtir efecto y aunque la actriz acepto el trato, Vanya no estaba del todo segura que asistiera el día estipulado a la presentación y ese era el motivo, porque la noche del espectáculo, estuviese andando de un lado a otro de manera desesperada.
– Estoy seguro que vendrá, deberías dejar de preocuparte tanto hermana – dijo el fantasma, quien haciendo uso de su fuerza, se encontraba de manera corpórea. Había saludado a los invitados, presentandose como primo de la bruja y al mismo tiempo, disfrutando de todo aquello que su hermana lograra para él.
– Yuri, siempre piensas demasiado positivo de todo y ya sabemos como terminan tus pensamientos positivos – suspiro. Pese a que el fantasma se mostrara desconfiado cuando de ella se trataba, cuando las cosas le incluían a él, era lo más despreocupado posible. Esa misma despreocupación, fue la que le llevara a su temprana muerte.
– Solo digo, que si no viene… no vendrá, pero igual ella ha dicho que sí y es seguro que aparecerá en cualquier instante – la sonrisa ilumino el rostro infantil de Yuri, haciendo que la bruja no tuviera más opciones que aguardar a que todo fuera bien. El escenario estaba dispuesto para la llegada de la actriz, solo hacía falta la presencia de ella.

por **Viktóriya P. von Habsburg** Lun Ene 12, 2015 9:58 am

Mil veces se había prometido a sí misma -y a su representante- que no haría espectáculos privados en directo. Mil veces había avisado que ella únicamente actuaba en el teatro principal de las ciudades que visitaba, cuando la obra que se representaba era una de aquellas en las que se consideraba experta, y solamente cuando las obligaciones maritales le dejaran espacio para hacerlo. Y cómo no, mil veces había fallado en aquella promesa, no por avaricia o porque necesitara más dinero que el que conseguía de esa forma, sino porque cuando alguien como la señorita Corman le decía que la representación era para un inocente niño, simplemente no podía resistirse. La maternidad siempre había sido una asignatura pendiente para Viktóriya, en parte porque la temprana muerte de su primer marido la había sumido en un pozo de oscuridad del que hacía poco había logrado salir. Y por otra parte, su carrera estaba en pleno auge. Sabía que un embarazo podría lograr que su nombre desapareciese de la lista de actrices y cantantes más buscadas del panorama mundial, y no podía permitírselo. Amaba su profesión, y aunque siempre había querido tener un hijo, no le quedaba más remedio que posponerlo. Estos hechos, inevitablemente provocaban que sintiera especial simpatía por los más pequeños, "degradándose" -como diría su representante- a actuar en festejos privados, casi siempre cumpleaños.

Y hacia uno iba en aquellos momentos. Tras haberse enfundado en un coqueto y divertido vestido de color blanco y naranja, le pidió al cochero que la llevara hasta la residencia en que tendría lugar la fiesta. Se lo había pensado mucho, poniendo excusas varias, pero finalmente no pudo más que aceptar. Y aunque la mujer le había prometido una cuantiosa suma, realmente eso no era lo que le importaba. Si hubiese insistido lo mismo sin ofrecer nada, Viktóriya hubiera aceptado de igual forma. Le gustaban los niños, demasiado, quizá, y si realmente el joven era tan admirador suyo, ¿cómo iba a poder decir que no? Su marido se había enfurecido por marcharse sin haberle avisado con tiempo, pero ni siquiera eso pareció hacerle cambiar de idea. El deber es el deber, y ella era actriz, entre otras cosas, porque le gustaba. Pero primero y principal era actriz para entretener a los demás, para ayudar, con sus obras o canciones, que la vida diaria, para muchos tremendamente dura, fuese más llevadera. Probablemente otros no la entenderían, pero a ella no le importaba. Era una mujer hecha y derecha, así como sus convicciones. Le daría al joven Yuri un fantástico espectáculo... Ahora la pregunta era, cuál, o de qué tipo.

No habían sido en absoluto específicos con el encargo, y eso la ponía bastante nerviosa. El temor a decepcionar a sus seguidores siempre había sido muy grande, pero si a eso le sumamos que el espectador en cuestión era un niño, una criatura inocente, éste se incrementaba considerablemente. No podía romper la ilusión de un niño, eso le resultaría imperdonable. Así que había preparado antes de salir varias obras y canciones, a fin de preguntar antes de dar por comenzado el espectáculo a la joven Corman, cuál era el que deseaba que viera su primo. O incluso a él mismo, por si le apetecía participar. Siempre era más divertido formar parte de una obra que limitarse a verla, y más cuando se es un niño. Ella misma recordaba que ir al teatro cuando era niña le resultaba insufrible. Sillones incómodos. Horas sentada. Era mucho más divertido -y satisfactorio- formar parte de ella. Por eso, también, era actriz. Observó el pequeño reloj de bolsillo que yacía a un lado del sillón. Pese a haber salido de casa con tiempo, se le estaba haciendo tarde. El cochero se había perdido dos veces en el centro, y hubo de dar la vuelta. Hora y cuarto después de salir de la mansión, y quince minutos tarde, estaba golpeando la puerta de la casa, con las mejillas sonrojadas por la vergüenza. Ella siempre era puntual.

Una doncella abrió las puertas para recibirla con una inmensa sonrisa, y los ojos brillando de la emoción. Al parecer, el joven de la fiesta no era el único en conocerla. El orgullo salió a relucir en sus ojos, le alegraba que su trabajo fuera reconocido, aunque la humildad, característica siempre destacada de la joven, la hacía saber que no era la mejor, y que estaba muy lejos de serlo. La suerte era lo que la había puesto donde estaba. Suerte y trabajo duro, por supuesto. La doncella la guió hasta una hermosa sala donde debía aguardar a que la señorita Corman apareciera. Viktóriya se sentó en el sillón pacientemente, con la espalda recta, y tratando de repasar mentalmente las obras que había revisado antes de salir. La flauta mágica, Les deux journées, Romeo y Julieta y Don Giovanni. Esperaba que alguna le hiciera ilusión al niño, o que le diera alguna idea él. De otro modo, no sabría qué hacer. Y eso no le gustaba.

por **Karen Nygard** Miér Ene 28, 2015 4:59 pm

Su nerviosismo iba en aumento a pesar de las palabras de consuelo que le brindaba el fantasma de su hermano. Yuri de verdad estaba gozando la fiesta y al parecer la disfrutaría incluso si es que Vicktóriya no aparecía; él estaba dispuesto a disfrutar de todo lo que sucediera, contrario a su hermana, quien no deseaba que todos los preparativos fueran desperdiciados aunque más que eso, n quería decepcionar a Yuri. Su hermano pedía tan poco siempre, incluso aunque ella trataba de hacerle ver que podía pedir cualquier cosa que le ocurriera y él solo parecía ser feliz de poder estar con ella. Existían momentos en los que Vanya hasta pensaba que su hermano no quería volver a ser humano, que estaba bien como estaba y la que se aferraba a una mortalidad era ella misma. ¿Cómo no hacerlo? Ella siempre se sintió culpable en parte porque su hermano dejara el mundo mortal.

Justo pensaba en lo feliz que parecía estar, incluso sin probar comida alguna, cuando una de las sirvientas se acerco hasta ella y le indicio que la mujer del espectáculo llegaba por fin, pero que igual necesitaban hablar con ella. El peso que inundara su cuerpo momentos antes se desvaneció y la idea de que todo saldría bien se volvió una realidad.
– Yuri – llamo al niño que se divertía entre mesa y mesa – Ven, necesitamos ver ciertos detalles del espectáculo – y con aquellas palabras observo como el rostro infantil se iluminaba con una enorme sonrisa y antes de que pudiera contar hasta tres, su hermano ya se encontraba a un lado suyo.
– ¿Vicktóriya llegó? – preguntó el niño en un susurro, como si aquello e tratara de un secreto de estado.
– Así es Yuri, ya ha llegado. Por eso pensé que te encantaría estar presente cuando la vea y hablemos sobre el espectáculo, después de todo, esta fiesta es tuya. ¿No es así? – el fantasma asintió enérgicamente a sus palabras y comenzó a seguir a la bruja al interior de la casa.

No era necesario que escuchara palabra alguna salir de los labios de Yuri, con su simple manera de andar era más que obvio que realmente había esperado ese momento. Podía haberse dispuesto a disfrutar la fiesta lo más posible si es que Vicktóriya no llegaba, pero ella era punto clave en la celebración de aquel infante fantasmal.
– ¿Dónde se encuentra? – pregunto la bruja en el preciso instante en que entraba a la mansión y una vez que la doncella le indico que en la sala, los pies tanto de ella como de Yuri se dirigieron hasta aquel lugar. Apenas entraban en el territorio de la sala cuando su hermano se aparto de su lado para ir con mayor velocidad a donde se encontraba la actriz – Yuri, aguarda un poco – dijo en tono audible, solo para encontrarse con la figura inmóvil del fantasma que observaba en dirección a uno de los sillones. La mirada de Vanya la siguió y fue cuando la mirada de ambas mujeres se topo, provocando una sonrisa inmediata en la rusa.
– Vanya… – los ojos de la bruja fueron hasta Yuri – de verdad es ella – el fantasma no parecía estar comprendiendo del todo que aquello realmente estaba sucediendo así que ella se acerco a él y le empujo suavemente en dirección a la actriz.
– Lo lamento, él realmente es un fiel admirador de su trabajo como actriz y nos alegra mucho que realmente fuera capaz de asistir a la fiesta. Sé que fue todo demasiado repentino – sus ojos se enfocaron en los ajenos – pero no tiene idea de lo importante que es todo esto – dicho eso sintió como el fantasma se alejaba de ella y se acercaba más a Vicktóriya.
– Yo soy Yuri Corman – hizo una ligera reverencia a modo de saludo – muchas gracias por tu presencia. ¿Quisieras comer algo? o… – miro a su hermana – Podemos darte cualquier cosa que quieras o necesites y si me esta permitido preguntar – se encogió de hombros – ¿Con que acto nos deleitaras? – algunas veces, Yuri de verdad que se comportaba como todo un adulto pero aún así, jamás perdía esa aura infantil y por eso Vanya, lo amaba tanto.

por **Viktóriya P. von Habsburg** Lun Feb 23, 2015 11:51 am

El débil pero constante sonido del tictac del reloj de bolsillo que descansaba dentro de su bolso estaba consiguiendo sacarle la poca calma que aún le restaba. Apenas habían pasado, ¿qué? ¿veinte minutos? Pues sentía que el corazón iba a salírsele del pecho a primeras de cambio. Sólo se había sentido tan nerviosa una sola vez en su vida, la primera vez que hubo de subirse a un escenario para hacer la prueba que la convertiría en la joven promesa del musical ruso, en Persephónē, la estrella que hipnotizaba a todos con su voz, con la gracilidad de sus movimientos... Nunca olvidaría esa noche. Lo angustiada que se encontraba mientras se situaba tras el telón, esperando a que le dieran la señal que indicaría el inicio de su actuación. Le sudaban las manos, le temblaban las piernas, y tenía la terrible sensación de que la boca se le secaba más a cada momento. Que en cuanto abriese la boca para decir la primera estrofa de la escena a representar, le saldría un gallo terrible que significaría el fracaso total de su carrera, cuando aún no había empezado. Que sus sueños se desvanecerían. Que nunca podría convertirse en esa artista que siempre había ansiado ser. Porque amaba el arte, amaba la actuación, pero aquel escenario era demasiado grande, y el teatro lo era aún más... ¿Cómo iba a llenar únicamente con su presencia todo aquel espacio?

Lo hizo. Lo consiguió... ¡Y de qué manera! Recordaba que en cuanto comenzó aquel solo de piano, su voz pareció salir de su garganta directamente, sin ningún tipo de obstáculo, como si hubiese estado todo aquel tiempo esperando para finalmente dejarse ver, dejarse expresar. Nunca se había sentido tan feliz como al ver en la mirada del director, aquel que luego se convertiría en su esposo, el brillo de la ilusión. Como si finalmente hubiera encontrado lo que andaba buscando, después de mucho tiempo. Como si hubiera descubierto una especie de estrella en el interior de aquella chica tímida y torpe que siempre había sido. Que aún seguía siendo... Muchos años habían pasado desde ese primer momento. Muchas actuaciones, muchos teatros, y muchos desconocidos que habían alabado su capacidad de transmitir, y otros muchos críticos que habían querido destruirla. Pero nunca había perdido ese miedo, ese nerviosismo inicial, que surge siempre antes de avanzar y salir a escena. El miedo escénico. Un miedo que desde hacía un tiempo hasta entonces no había hecho más que acentuarse, en lugar de superarlo.

Muchos factores influían en ello, por supuesto. Por una parte, las sesiones privadas solían conllevar un grado de improvisación al que no estaba acostumbrada. No era lo mismo ensayar una obra durante meses, que hacer algo rápido y sencillo en una noche, aun cuando el público al que iba dirigido era mucho menos numeroso. Por otro lado, los planes de su nueva boda, y el saber que su corazón volvía a haberse quedado prendado de alguien la hacía sentir extremadamente insegura. No podría volver a soportar tanto dolor como el sentido al perder a su primer marido. Simplemente... No podría. Y luego había un último factor, uno que en aquellos momentos le parecía el más importante de todos ellos. Y era hacia quién iba dirigida la obra. ¡Nada menos que un niño! ¿Podría tolerar divisar en la mirada de un infante el brillo de la decepción? ¡Eso la hundiría! ¿Cómo no iba a estar nerviosa?

Tanto, tanto, que cuando el niño entró a la habitación como un pequeño terremoto, se llevó tal susto que se le cayó el bolso que hasta entonces había tenido aferrado contra su pecho, como si fuese un salvavidas... Pero al oírlo hablar, al apreciar la belleza de sus facciones, la inocencia con que se acercaba a ella, entre tímido y emocionado, la recordó tanto a ella misma con su edad, que no pudo evitar carcajearse, dando por finalizados aquellos minutos de nerviosismo iniciales. - ¡Vaya! Qué torpe que soy... -Comentó para luego agacharse a recoger las cosas que se habían desparramado por el suelo, aprovechando así para quedarse a la altura del niño. - Así que este pequeño caballero es el motivo que me ha traído hasta aquí... ¡Pues estoy encantada de conocerte! Quiero que sepas que tu hermana insistió mucho... Probablemente hubiera hecho cualquier cosa por hacerte feliz. ¡Cuídala mucho! ¿sí? -Por más que trató de recomponerse, no podía apartar esa enorme sonrisa de su rostro. - No hay nada por lo que tengáis que disculparos, señorita Corman. ¿Cómo iba a negarme? -Finalmente se levantó y se acercó a la joven, tendiéndole la mano en un gesto cordial. - Yo soy quien lamenta haberos hecho salir de la fiesta para recibirme... Pero creí conveniente que fuera este pequeño joven quien escogiera qué obra le apetecería representar. Si le apetece convertirse en mi compañero de escena por un día, por supuesto. -Despeinó ligeramente la cabellera del niño, para luego quedárselo mirando. No iba a defraudarlo. O por lo menos, lo intentaría.

por **Karen Nygard** Lun Mar 23, 2015 10:19 pm

No podía creer que ella estuviera realmente en aquel lugar. Porque Vanya había desconfiado de que lograra convencer a la actriz de hacer acto de presencia en una fiesta que aparentemente era infantil y aún así, ella había aparecido y nada de lo que pudiera ofrecerle sería suficiente a los ojos de Vanya. Yuri era aquello que ella más protegía, era su razón de ser y hacer; verlo feliz valía para la bruja más que cualquier otra cosa en el mundo porque ella no necesitaba nada, ni nadie que no fuera él para sentirse en paz. Juntos eran invencibles, siempre lo habían sido y siempre lo serían además de que de cierta manera el alma de Vanya se encontraba tranquila al saber que cuando ella muriera, su hermano no sería un fantasma vagando sin rumbo en aquel mundo. La rusa había investigado lo suficiente como para saber que la manera en que ligo el alma de su hermano al mundo terrenal, desaparecería el día que la magia de Vanya no existiera más; una vez muerta ella, su hermano finalmente descansaría en paz. Juntos siempre, esa era la promesa que se hicieron cuando la bruja era aún pequeña y apenas consciente de todo el poder que poseía en ella. En aquellos momentos cuando era apenas una niña vulnerable, Yuri siempre le protegió por eso ahora que ella era capaz de valerse por si misma, sentía la responsabilidad de hacer feliz a su hermano.

Notaba la felicidad de su hermano, esa manera en que le parecía increíble al igual que a ella misma, la presencia de la actriz en un lugar como su hogar. Él pequeño fantasma se inclino para ayudar a Viktóriya a recoger todo aquello que había caído al suelo y con la sonrisa más extensa que podía ofrecer le estiro las cosas a la mujer aquella. Vanya no hizo más que sonreír y expresar su gratitud, porque eso era lo único que creía poder hacer en esos momentos y tal vez no fuera necesario, esperaba que sus ojos demostraran ese agradecimiento genuino para con la actriz.
– No eres torpe, los accidentes pasan – se apresuro a decir Yuri de manera educada y de haber sido capaz de sonrojarse ante las palabras de Viktóriya, lo hubiese hecho, pero si limito a encogerse de hombros avergonzado de aquello que le decía y lanzo una mirada en dirección a donde se encontraba su hermana – Yo lo sé, ella es la mejor y siempre voy a cuidarle, así que descuide. Soy el hombre de esta casa y mantener a mi hermana a salvo es mi prioridad – aseguro regresando la mirada a la actriz, esa mirada que solía tener cuando de verdad se comportaba como el adulto que realmente era pero que su cuerpo de apariencia eternamente infantil no mostraría jamás.

Vanya asintió suavemente y respondió al cordial saludo de Viktóriya.
– Crea cuando le digo que esto significa mucho más de lo que usted piensa para nosotros – le aseguro mientras que Yuri llegaba al lado de ambas y se situaba justo al lado de su hermana – Y no se disculpe por la demora, sabemos que existen inconvenientes y lo importante, es que ha llegado – Desconocía el motivo de la demora, pero no importaba cuando de verdad se centraba en saber que ella estaba ahí.
– ¿De verdad? – Yuri se apresuro a preguntar, creyendo haber escuchado mal. Tenía la expresión más sorprendida que Vanya le viera jamás y notaba la alegría acrecentarse en él – Vanya, escuchaste… Ser parte de la puesta en escena junto con Viktóriya ¿Puedo? – pregunto abrazando a la bruja. No era que la rusa fuera a negarse, ¿Cómo podría? Una sonrisa asomo a sus labios.
–¿Crees que estarás bien? Si consideras que puedes hacerlo, sabes que no te negare nada – La pregunta no era que dudara de la capacidad de su hermano de salir a escena y actuar frente a todos, sino que la materialización le consumía demasiada energía y tarde o temprano, regresaría a su estado incorporeo, cosa que no era conveniente cuando estuviera en el escenario.
– Estoy bien, de verdad que si – aseguro y ella no pudo más que tirar suavemente de sus mejillas.
– Bien, pero no seas una molestia para Viktóriya.
– No lo seré… ahora la obra – observo con sus ojos curiosos a la actriz – La verdad es que no soy muy bueno actuando, así que si compartiremos escenario y ya que eres la experta ¿Que obra me recomiendas? No parece pero de verdad que tengo conocimiento sobre muchas de ellas – y ahí salía de nuevo a relucir, no por el hecho de que luciera como un niño, verdaderamente significaba que era uno.

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