Passiflora [privado]

por **Jean-Dominique Hubert** Vie Dic 05, 2014 2:09 am

Poco conoce de París, nunca ha estado lo suficiente para explorarla, ni le interesa conocer esa ciudad por completo, porque ese lugar le recuerda lo que se le fue negado desde que era un niño, mientras él y su madre vivieron en condiciones que no podrían considerarse deplorables pero si en un ambiente muy pobre, su padre se hacía rico en París y su otra familia dormían calientes frente a una chimenea.

¿le afecta lo material? Claro que no, Jean-Do no es un chico que necesite lujos ni riquezas para poder ser feliz, le afecta aquel cariño que le fue negado, aquella mentira con la que su infancia se vio marcada, ahora no tiene nada que le espere en el lugar que consideraba su hogar, su madre había fallecido, su padre también y hace poco se había enterado que su viuda había sido enterrada por su hijo Aldous.

Y era por ese ultimo que se había presentado en París, ¿Por qué mancharía el recuerdo que tenía de sus padres? Porque él también merecia la verdad, Jean-Do simplemente deseaba ser reconocido como un hijo de su padre.

Ese día se dirigía en busca de una florería que había oído necesitaba alguien que le ayudara, ¿Quién mejor que él para ese trabajo? No importa en que ciudad fuera, su habilidad con las flores no desaparecería y aunque se sentía extraño, estaba ahí y no daría medía vuelta, recorrería cada rincón de esa ciudad hasta encontrar la dirección.

No sabe hacía donde se dirige pero deja que sus pasos lo guíen por el camino, sin percatarse el cielo ha oscurecido y la lluvia cae torrencialmente empapando los ropajes que porta, mira a la gente queriendo refugiarse de la tormenta, corriendo de un lado a otro, pero él no cesa su caminar hacia el frente.

Recorrió medio Paris antes de hallar su destino, el viento rompe contra el cuerpo fornido del licántropo cuando se percata de que el lugar se encuentra cerrado, debería esperar era lo más sensato, pero no fue lo que hizo, tira de la puerta que no tenía llave, solo se encontraba cerrada, es como una invitación a entrar… y la toma.

Sus pasos continúan hacia el frente mojando la alfombra a causa de la empapada ropa, no la había sentido tan estorbosa y mojada hasta que la lluvia no lo alcanzaba en aquel lugar, se queda parado en medio de la sala principal sin saber que seguir o hacia donde andar. - ¿Perdone? – se aclara la garganta – La puerta se encontraba abierta –

por **Constance A. Zaïre** Dom Dic 28, 2014 8:08 pm

Cual ratón al queso los niños corren por las calles seguidos de una monja que los amonesta por su comportamientos todos dirigiéndose a un lugar, allá en la esquina de la calle antes de doblarla una pequeña y muy modesta florería un lugar donde el aroma de la calle pierde el sentido, donde solo se respira las fragancias de las flores desde las más comunes hasta las más exóticas de todas, siempre con un toque mágico y un canto que abandona los labios de su dueña que las atiende como si niñas se trataran, la baja melodía de un piano acompañado de un violín o flautín reciben a todos, es como viajar a otro mundo donde las personas se olvidan de sus problemas para dejarse enredar de aquella fragancia jovial.

Los escaparates con arreglos de flores, una pequeñas mesas de té en aquel lugar que parece más un invernadero para tomar el té de la tarde, mujeres entran a relajarse y la joven las atiende con café o tés y todas se llevan siempre un bucket de flores, la castaña se mueve cual bailarina experta con una gracia y delicadeza como si de un ángel se tratara, quizás por esa apariencia tranquila pero en tras esa sonrisa también está una mujer, una mujer que siente y observa a los caballeros.

Los pequeños llegan abrazándose todos a las faldas de la jovencita en pequeños grititos que a todos los visitantes alertan de su llegada, en un salto la toman desprevenida en risitas –Cony Cony cuéntanos un cuento, anda vamos a la plaza y cuéntanos un cuento cerca de la fuente, antes de la fiesta, por favor- todo los pequeños le pedían cuentos para poder estar tranquilos en la fiesta de aquella noche, con las sonrisas y las señas de silencio que ejecuta la castaña los pequeños corren a sentarse en el jardín del establecimiento.

Luego de horas de contar cuentos los niños abandonan el lugar con el augurio de lluvias torrenciales que cuando los pequeños salen el agua azota la ciudad a cantaros, con truenos que hacían creer que el cielo se caería, la pequeña castaña a solas se queda en su lugar por lo tanto lo cierra pero olvida echar llave quedando arreglando por dentro unas entregas, una a una va tejiendo las flores y moldes hasta que el sonido de una voz que rompe el silencio la asusta saltando de miedo dejando caer uno de los floreros con rosas rosas quebrándose en el suelo en miles de pedazos.

Mira a al puerta oculta entre un par de grandes arreglos para la iglesia de colores blancos con angelitos y florecitas, mira al joven que ha ingresado respirando aliviada, sale riéndose sintiéndose un poco tonta –No se preocupe Monsieur – un francés mal pronunciado invitándole a pasar, quizás no debió echar llave a la puerta ahora que estaba un joven con ella en soledad, al cruzar a su lado sintió la humedad de sus telas y como buena samaritana que ayuda sin importar nada enseguida corrió hacia adentro atravesando aquella cortina por unas toallas pasándolas por el cuerpo del joven, no le miraba los ojos hasta que los cruzó con él justo con su mano pasándola por donde el corazón se albergaba –Yo..yo lo siento joven… - enseguida le deja las toallas dándole la espalda toda sonroja –Hombre de bien, no debe estar así todo mojado, por favor séquese y buscaré algo de ropa limpia para usted…me dice en que le pu…pue…puedo ayudarle– se aclara la garganta nerviosa caminando a prisa a limpiar los cristales cubierta por aquel escaparate que la ocultaba de su vergüenza con sus manos temblando hasta cortarse un poco por estar viendo al joven y no percatarse de lo que estaba haciendo…

por **Jean-Dominique Hubert** Lun Ene 26, 2015 8:13 pm

El ruido del florero rompiéndose en mil pedazos lo puso alerta, giro levemente su cuerpo en dirección al sonido dispuesto a atacar de ser necesario, pero no encontró peligro alguno, solo el delicado caminar de una joven castaña que corría de un lugar a otro, primero para ocultarse entre las flores, como una ninfa que ha visto algo tan impuro como él, no puede evitar sentir ternura, es algo que nunca antes ha presenciado, ver danzar a un hada.

La joven corre de nuevo, hasta un pequeño armario para traer toallas para el licántropo, estuvo a punto de dar un paso hacia atrás al sentir su espacio personal invadido pero no lo hizo, no le parecía molesto en realidad, no fue hasta que se encontró con aquellos ojos tan claros y bellos, lo deslumbraron desde el primer momento, su corazón latió con tanta fuerza que no creyó que fuera posible, esto debía ser una jodida broma.

Al alejarse aquella morocha del licántropo este aclaró su garganta para que también asi sus pensamientos se borraran, había quedado completamente hechizado de la belleza de la joven aquella tan hermosa como los jazmines y tan delicada como un cisne, una chica tan bella como ella debía ser una mentira.

– Perdone mi atrevimiento, la puerta se encontraba abierta y yo vine a buscarla – carraspeo un poco moviendo la cabeza ligeramente de un lado a otro – Me han dicho que necesita ayuda en este lugar, el cuidado de las flores es mi especialidad, señorita – estiro la mano hacia el frente algo torpe para entregarle la carta de recomendación que su antigua patrona le había dado, tan mojada que apenas se distinguía la tinta y el trozo de papel se iba desintegrando en su propia mano, parecía un completo tonto.

– Lo siento, al parecer no ha sido el mejor día para traer en mano tal documento, pero mi señora.. si me permite demostrarle mis habilidades no se arrepentirá – fue cuando cayó en la cuenta del nombre de la carta, su verdadero nombre, agradeció tanto en ese momento a las gotas de lluvia por continuar con su plan, no debían saber quién era, debía mantenerse lejos de todo rastro de su pasado, hasta que el futuro estuviera asegurado, lamento mentirle a tan bello ángel pero estaba seguro de que el mismo Dios se lo perdonaría.

por **Constance A. Zaïre** Miér Ene 28, 2015 9:29 pm

Con ropas en mano regresa la jovencita con aquella sonrisa de gratificación al brindar su ayuda a alguien que lo necesita como aquel joven. La pequeña voz del muchacho al que la castaña deja unos instantes para que se cambie, revelan el motivo de aquellos sustos, con una tranquilidad única regresa a su cometido primordial, recoger los pedazos de cristal, en su rostro esa sonrisa no se borra es más permanece en ella, incluso con los papeles de referencia de aquella pobre alma.

Sus mirada divisa al caballero con una negación de su cabeza –No hace falta buen hombre, confío en su palabra, si dice que es un experto con estas bellezas de creación divina, le creeré, pero debe decirme su nombre si va a trabajar conmigo, Me llamo Constance pero me dicen Cony, por favor no me llames ni mi señora, ni señora, solo dime Cony me lo promete? – una pequeña risilla armoniosa abandona aquellos labios que medio se entreabren.

Uno a Uno va retomando los pedazos con la melodía en su garganta en tarareos de dulces y suaves tonos, una canción para dormir o atraer a pequeños hasta su regazo y entretenerlos –No hay que dejar, los niños se pueden lastimar – susurra tirando los resto al cesto – Por favor enséñame lo que sabes hacer con tus manos, estos arreglos deben ir a la iglesia así que será tu primera misión, encantarme con ello si lo haces el trabajo es tuyo – dándole la espalda la joven coloca un lirio en medio del oasis en cada uno de los arreglos dejándolos para el joven. Sube sobre un banquillo para alcanzar uno de los jarrones de la estantería, sin dejar de tararear, al bajar sigue de espalda al joven centrándose en otros arreglos para parejas, con rosas en tonos rojos y uno que otro toque blanco de la pureza de las almas, un listo de aquel jarrón toma, envolviendo el bucket –algunas veces algunos arreglos necesitan un toque de magia como un listón, un poco de perfume, una cinta, un adorno pequeño pero significativo o el aroma de otras flores sobre las rosas para engañar al olfato y la vista – susurra dejando el bucket en un jarrón dando los últimos toques con una pequeña tarjeta con palabras que ella crea –sabe no debería haberle dejado pasar, una dama a esta hora y un caballero no dan mucho que decir pero necesitaba ayuda y sé que no me hará algún mal porque si lo hubiera querido ya lo hubiera hecho, por ello tiene mi confianza a ojos cerrados – gira el rostro sonriéndole.

Pobre caperuza que juega con un lobo el cual le puede morder y del cual podría gustarle.

por **Jean-Dominique Hubert** Jue Feb 19, 2015 10:00 pm

Sintió tanta pena al darse cuenta de que tendrá que mentirle a aquella bella dama, pero no debe pensar en eso ahora ya tendrá tiempo para hacerlo, por ahora es de gran importancia que consiga aquel trabajo, sin el no podría permanecer mucho tiempo en Paris, sus ahorros no le permiten darse el lujo si quiera de hacer más de una comida al día, no es momento para pensar en cosas tan absurdas como esas, al menos no por ahora.

– Samuel, mi nombre es Samuel – el primer nombre que se le ocurrió para empezar con su mentira, debía memorizarlo incluso él mismo si no quería que se dieran cuenta de aquel engaño – Constance… es un lindo nombre, Cony es tan bello como usted misma, pero me va a costar mucho trabajo tutearla, siento que es como estar faltando a algo sagrado – aseguró inclinando la cabeza hacia las flores, miró jarrones ahora vacios y los diferentes tipos de flores que tenía a su cuidado, sonrió un poco apenado al verlas cortadas, eso era lo peor, darle muerte a tan bello y delicado espécimen, sin embargo era parte de la vida, la muerte misma.

Aquellas pequeñas flores podrían dar tan bella alegría que tal vez era una forma poética y justa para morir, tomo las flores más blancas que encontró, jazmines, geranios para representar la paz pero justo en medio un par de rosas rojas para simbolizar el amor eterno, añadió un poco de follaje solo para darle un poco más de dimensión a su arreglo, cuando estuvo terminado giró para mirar el que ella se encontraba haciendo, era imposible no parecer un idiota cuando la veía así, tan espectacular y radiante una hermosa flor entre todas aquellas flores, ninguna le llegaba a los talones – también es importante usar una flor que sea significante no solo para quien se hace el arreglo sino para uno mismo, si tus sentimientos son tan puros una hermosa lila podría ser parte del adorno – tomó un pequeño tulipán de entre las flores y la olfateo por un par de segundos, su mente le llevaba a sus recuerdos de la infancia, cuando salía con su padre por los montes en busca de plantas medicinales.

– Los tulipanes me recuerdan un día fresco, un día soleado, podría ser que un joven le lleve a su prometida, tulipanes la noche que quiere recordar cuando juntos paseaban por las praderas – añadió poniendo de nuevo la flor sobre la mesa, cargando su primer arreglo para mostrárselo a su patrona - ¿Algo así para la iglesia? –

por **Constance A. Zaïre** Sáb Feb 28, 2015 7:42 pm

La castaña solo emitió una sonrisa al conocer el nombre de su compañero, de trabajo, por supuesto. Los halagos que el joven peli corto le hacía lograron su cometido, sonrojarla y apenarla, jamás lo había estada, quizás porque nadie la había halagado con frases tan poéticas como las del joven, Samuel, al que le dedicaba sonrisas cálidas mientras mira como sus manos trabajan con firmeza en los arreglos, sus movimientos tan gráciles que Constance olvidó el tiempo centrándose y siguiendo aquellos ligeros toques que daba a las bellas flores cortadas. Siguió tan de cerca los largos dedos del joven que cuando se percato estaba ya muy cerca de él. Un grave error dejó su taré por centrarse en la mirada del joven al que no paraba de sonreír, por nervios.

Un sonrojo aparece en el rostro de ella tratando de desviar la mirada con inocencia a otro lugar, temía que el joven pensará que se intimidaba ante la cercanía del caballero, y lo estaba, le resultaba extraño para ella más por el momento y como se habían dado las cosas. Le observo con detenimiento cada una de sus facciones, como elevaba la ceja al estar arreglando las flores, como movía sus dedos, incluso esa pequeña curva de sus labios. Tosió tratando de seguir para entretenerse en los arreglos florales pero ya era tarde, su respiración se agitó notablemente, su pecho subía y bajaba, la mente de la castaña solo rezaba una simple oración.

“Concéntrate, tranquilízate, no pienses en nada”

Pero volvía su rostro a él y ahí estaba esos labios moviéndose, esa sonrisa que le devolvía sonriéndole ella también. Negó para sí misma regañándose por ello. Pero fueron las palabras de él que hacen que sus propias palabras le traicionen. –Una hermosa rosa que profe lo que tu alma guarda, lo que deseas decir y no puedes con palabras– sus ojos se quedaron sobre el rostro de él por unos segundos para volver al arreglo, se sintió muy avergonzada porque de pronto pensó que le había profesado algo a él. Rozó los dedos de él sintiendo una corriente electrizarla, quizás sea por los rayos, pero eso le llevo a alejar sus manos de él.

–Hermoso trabajo Samuel, digno para la iglesia ¿me acompañarás mañana a dejarlo? – susurra muy cerca de él admirando cada detalle, como ha unido el follaje con el resto de flores creando una perfecta conjunción y sobre todo armónica. –Algunos amantes prefieren la luna y el matiz del sol al atardecer, cuando en complicidad buscan un lugar para ellos con hermosas flores que le siempre le recuerden su gran amor, incluso la iglesia busca ello que con frescas y hermosas flores los amantes terminen su camino en ella para bendecirles y llevarles a otro nivel, el de la espiritualidad–

Contempla al joven algo intimidada, toma su manos entre las de ella sonriéndole como si fueran grandes amigos de infancia –Aunque no puedas tutearme inténtalo porque me harías sentir mejor y no tan vieja si me llamaras señora, prometo ayudarte con ello, un cuento para que te olvides que estas con tu jefa y me veas como una amiga– deja las manos de él volviéndose para dejar los arreglos. La pregunta era ¿se atrevería Cony a preguntarle más sobre la vida de él? –Samuel, tu madre y esposa deben estar preocupados por ti, deja el arreglo yo termino aquí, puedes ir a tu hogar a descansar y mañana en la mañana haremos más arreglos para alegrar a los corazones tristes de Paris. – aquellas primeras palabras lo manifestó con un deje de tristeza.

por **Jean-Dominique Hubert** Miér Mar 11, 2015 9:47 pm

Por ahora su plan estaba saliendo a la perfección había conseguido que la joven le diera el empleo, eso le aseguraba al menos unos meses para llevar a cabo su plan, había muchas cosas que agradecer en ese momento, una de ellas era haberla conocido en aquel lugar, no esperaba una joven tan bella como ella, le había dicho que la empleadora era una joven que la mayoría de las personas encontraba encantadora, de camino a la florería tuvo que pedir indicaciones varias veces, la gente reconocía a la bella dueña enseguida y hablaban maravillas de ella, el único “desperfecto” que las personas le encontraban era que aún fuera soltera, a Jean-Do no le interesaba su estado civil, al menos no en ese momento.

Ahora agradecía internamente que aquella hermosa hada aun estuviera disponible, ¿pero qué carajos estas pensando Jean-Do? se dijo así mismo intentando borrar ese pensamiento de su mente, él no era nada, no tenía nada que ofrecerle a tan majestuosa diosa, mucho menos se podía intentar ganarse su corazón si en primera instancia había mentido sobre su nombre, ya se recriminaría así mismo por ello.

Otra cosa que debía agradecer es que ahora podría ir a buscar un lugar donde hospedarse y conseguir una cena si no de primera clase, algo que no estuviera a caducado, no tendría porque matarse guardando sus pequeños ahorros, su sueldo le ayudaría muchísimo de ahora en adelante, se encogió de hombros cuando aquella joven alago su trabajo, Jean-Do se inclino levemente para agradecer tan bellas palabras de su ahora patrona.

– Por supuesto que la acompañaré a entregar los pedidos, no creo que sea correcto que cargue tanto, de ahora en más seré yo quien cargue todo arreglo, no queremos que se lastime, no podría perdonármelo – no pensó lo que decía, simplemente dijo lo que en verdad sentía y una de sus preocupaciones de ahora en más sería cuidarla, algo en su interior le decía que debía ser así.

– No señorita, digo Cony – corrigió con una suave carcajada, él no estaba casado ni mucho menos se había enamorado en el pasado, en el pasado su madre enferma era lo único que ocupaba su cabeza, había cientos de chicas guapas, campesinas como él de donde venía pero no le había realmente interesado ninguna antes, nunca les prestó más atención que un saludo y eso porque su madre le había educado como un caballero

– Mi madre falleció hace poco y no tengo esposa, no creo que ninguna mujer sea capaz de aguantar mi temperamento, creo que el día que encuentre una mujer que lo soporte deberé construirle un pedestal – intentó bromear, aunque la verdad era a medias, aun le costaba bastante trabajo controlar sus poderes de licántropo y le daba algo de miedo dañar a alguien en un impulso. – Soy de un pueblo a las afueras de Paris, como se imaginará estoy quedándome en un hostal, así que en cuanto terminemos me retiraré a descansar ahí – comenzó a recoger algunos floreros pesados con grandes ramilletes de flores buscándoles un lugar para que no estorbaran.

por **Constance A. Zaïre** Sáb Mar 28, 2015 4:18 pm

La voz del joven lograba sonrojarla a cada instante por todo el rato que pasaban juntos, no, no, ella negaba eso no pasaban juntos al contrario trabajaban juntos, la castaña comenzó a ponerse nerviosa y eso la confundía sobre todo el tono carmesí que sus mejillas tomaban cuando miraba al joven que trabajaba con ella, era cierto que era muy apuesto a la vista pero había algo en él que ha despertado aquella parte dormida de la joven hada cantarina. Su sonrisa no desaparecía y por segundos deseo ser como cualquier otra chica normal, pero no ella había sido educada para ser una seguidora de la iglesia no como monja pero si como un alma que va directo a ella.

Su respiración se agitaba y su pecho latía más fuerte cuando ambas miradas se cruzaban, aquellas manos le temblaban sin razón y sus piernas de igual manera que incluso dudo el poder estar más tiempo de pie, no sabía que le había ocurrido porque con varón alguno no había sentido aquello pero aquel que frente a ella se encontraba había logrado eso y más. Tomó asiento unos minutos con sus manos sobre su pecho, los ojos cerrados para calmar su respiración, estaba muy nerviosa. Su cálida voz calmó su inquieta alma por unos minutos volviendo al muchacho –Samuel– su mano se posó sobre la mejilla de él y sin aviso sus manos le rodearon hasta la espalda, una abrazo inesperado –Lo siento mucho por tu madre, sé que no es lo que queremos pero ahora está en la gloria de los cielos cuidándote y guiándote por el camino del bien y la bondad– alzo la vista a los ojos de él tiñéndose de rojo levemente sus mejillas, acercó sus labios a la mejilla de él dejando un beso tierno.

El calor que sintió abrazar su cuerpo al dejar ese beso la conmovió, sobre todo porque comenzó a sentir algo que crecía en su interior y se dirigía a él, negó soltando al joven con vergüenza pero trató de simularlo con un gesto de amabilidad, estaba mintiéndose al negar esos sentimientos pero hubo uno que no negó si no que al contrario lo abrazo cual esperanza, el que él no tenía esposa alguna. Negó mirándole a los ojos directo y su indicie sobre sus propios labios, para acallar las palabras de su empleado –Shh, no digas eso Samuel, algún día encontrarás aquella mujer que calme tu alma, aquella persona especial que no soporte si no que viva con tu temperamento y te haga ver las cosas que te ciegas a mirar, una dama que a tu corazón lo haga bailar, no te cierres o terminarás como yo, sola y con muchos niños rodeada cual querubín con flauta que encanta a los pequeños– sonríe tomando uno de los jarrones para acomodarlos en las estanterías, su tarareo junto a sus pasos que se mueven por el lugar recogiendo las cosas para dejarlas ordenada pues la hora de cerrar ya estaba cerca.

Su corazón latió a prisas cuando pensó en que debían marcharse, pero no quería que estuviera en lugar deplorable para él, sentía que algo debía hacer y aunque podrían dar a que hablar entre todos sus acciones se arriesgó además ella podía plantear que fue una obra de corazón y bondad –Samuel si no tienes a donde ir, ve a mi casa ahí hay dos habitaciones más podrás quedarte hasta que estés mejor, además con la lluvia la ropa se volverá a mojar y es mejor que tengas una muda caliente y un fuego que te abrigue además de comida casera “pero que estoy diciendo y por qué pienso en ello” , no soy la mejor cocinar pero en algo me defiendo “por qué mi corazón late muy fuerte y siento todo esto” lo siento creo que fue demasiado de mi parte, discúlpame, olvida lo que te dije luego daríamos de que hablar a las personas y eso no está bien– su labio temblaba por haber dicho esas palabras, pero no se arrepentía en su alma, es más susurró el nombre de él bien bajo solo para dejar que sus labios dejasen de tener ese temblor, lo que funcionó.

por **Jean-Dominique Hubert** Sáb Abr 04, 2015 11:03 pm

Y era verdad que el hostal que había encontrado cuando había llegado a Paris era uno de los más sucios que había visto en su vida, los ruidos a altas horas de la noche variaban constantemente entre mujerzuelas que fingían orgasmos al mejor postor o peleas callejeras que eran resultado de las altas cantidades de alcohol que muchos hombres habían consumido, la primera noche consiguió dormir a causa del largo y extenso viaje desde su pueblo hasta la capital francesa, pero las noches siguientes le fue muy difícil conciliar el sueño y solo caía rendido cuando no podía dormir más, era verdad que necesitaba buscar algo mejor pero no podía darse el lujo de desperdiciar sus ahorros con lujos tan tontos, cama tenía eso era lo que importaba ¿no?.

La vio alejarse varias veces acomodando las cosas a su alrededor, no quiso permanecer más tiempo de pie sin hacer nada después de todo ahora aquella tienda también era su responsabilidad, tomó algunas flores que descansaban sobre la mesa y las acomodó en algunos floreros con agua, movió algunas sillas de un lado a otro para que no estorbaran su camino, pero poco sabía lo que estaba haciendo, intentó memorizar todo lo que ella hacía, donde colocaba cada cosa para el día siguiente ser más de ayuda que esa misma noche.

– Cony… me ve con muy buenos ojos, poco a poco irá conociéndome e incluso tu me dirás que no exageraba con mi mal carácter – Que extraño era ser llamado por otro nombre muy diferente al que su madre había buscado, incluso se sentía mal por aquello como si estuviera faltando a su madre, pero también era por ella que estaba haciendo todo eso… intentó no pensar en ello, ya tendría oportunidad de enmendar sus propios errores.

- ¿Te soy sincero? No me interesa lo que las otras personas piensen de mi, eso no los hace conocerme si me dejara llevar por lo que en sus mentes pasa, mucha gente no hubiera hecho nada de su vida, puede que a los ojos de la gente no sea más que un vago, no me importa se lo que me he partido el lomo para conseguir todos los días vivir, lo que realmente me preocupa es que pienses tu de mi, porque vivir en tu casa el tiempo que me hospedes puede parecer que estoy abusando de ti ya bastante has hecho con recibirme en tu trabajo, tu florería que es espectacular – se acercó a ella y le tomó de las manos, a diferencia de las manos de una joven agricultura esas manos eran de seda, pero aun así no eran tan suaves como las manos de una mujer de sociedad, no porque ella no tuviera cuidado en ella, a los ojos de Jean Do era perfecta, eran las manos de una mujer trabajadora, de una mujer exitosa, eso valía miles de veces más de lo que valía la suavidad de su piel

– La verdad es que creo que tienes un enorme corazón, es por eso que los niños buscan tu regazo, se sienten en casa, protegidos y todos sabemos que no hay nada más dulce que el amor de una mujer – besó sus manos en un gesto de agradecimiento.

por **Constance A. Zaïre** Miér Abr 15, 2015 10:25 pm

El sonrojo que se produjo en el rostro de la castaña solo se equiparaba con el ocaso cuando en ciertas ocasiones se pintaba de un naranja hasta tomar el rojizo, o como las rosas rojas que aun colgaban en uno de los arreglos del pequeño escaparate, su rostro mostraba completamente el agrado que sintió ante la cercanía de aquel joven, estaba enamorándose de él así de la nada y sin más comenzó a tomarle un cariño especial, algo que no había ocurrido con otros caballeros ni señores que solían visitar su establecimiento, pero él era diferente tendría toda su confianza y apoyo.

Un suspiró salió de sus labios a lo que inmediatamente tuvo que disimularlo con un suspiro de cansancio, alejó abruptamente las manos de las de él mordiéndose los labios para no decir palabras que evidencien el estado palpitante de su corazón, estaba echa un lio, un caos completo se formó en su interior, por momentos parecía que las piernas le temblaban y no podría mantenerse en pie pero fue algo que tuvo ella misma aliviar, todo producto de la cercanía con Samuel. Le daba la espalda tocándose aquellas manos que él había tocado, con esa sonrisa boba y dulce de que ha encontrado un alma igual al de ella, giró para verle y tomarle el mentón al joven, la barba incipiente que mostraba le raspaba la mano y le pareció una caricia más profunda en su corazón.

–Samuel, lo que yo creo de ti es que eres un joven trabajador, talentoso, apasionado, protector y con un alma tan noble como el arreglo que has elaborado, eres un joven digno para desposar a jovencita alguna, tu carácter no tiene nada que ver, te conoceré claro que sí pero solo si tú me permites ver que es lo que hay en tu corazón Samuel, solo si tú quieres que te conozcas te conoceré, pero hasta ahora solo veo la bondad y gentileza y por ello confío en ti tanto, tan ciegamente que sé que no eres capaz de mentirme o lastimarme por ello es que te invito a que pases conmigo las noches– negó nerviosa porque sus palabras la habían traicionado completamente, no podía creer lo que había dicho –Me…me refiero a que pases en mi casa, que vivas ahí hasta que estés mejor económicamente, si eso es lo que quise decir no lo otro, no podría, claro que no– sus nervios le llevaron a soltarle el mentó la joven sintiéndose tan tonta por el error cometido y más por escuchar sobre “al amor de una mujer” que sabía ella sobre eso, nada, solo sabía sobre el amor de los padres a sus hijos y de los hijos a estos, el amor entre dos personas que sienten el mismo fervor a servir a los demás, pero ¿de un hombre a una mujer o viceversa? No de eso no conocía.

–Los niños vienen porque sienten que los protejo como el amor de una madre, una que da todo por sus hijos y les lleva por la senda del bien para que sean hombres de bien en este mundo, es el amor de una madre no el de una mujer– enfatizó en ello porque no se veía ella como una mujer si no como una hermana, una madre, una amiga. Trató de concentrarse en lo que hacía pero no podía olvidar sus palabras y sus manos no dejaron de sudarle y temblarle, estaba muy nerviosa por la hora de irse a casa porque sería en compañía de aquel apuesto y cándido joven, y bajo la lluvia los dos obviamente llegarían empapados y eso provocaba que su corazón latiera más a prisa porque generalmente ella solía dejarse en el jardín a jugar unos minutos consigo misma, corría por los rosales danzando entre la lluvia hasta caer sobre la pasto y dejar que las gotas de agua la limpien un poco, con esa sonrisa y ahora tendría compañía que a lo mejor la vería como una loca demente por ese actuar.

La hora de cerrar estaba llegando y sabía lo que vendría después –Samuel, creo que verás que no soy perfecta también, creo que luego de que lleguemos a mi hogar verás que no hay mucho de lo que ves en este lugar que se apegue a la mujer que verás luego– la sonrisa de nervios y sonrojo que no paraba de mostrarse sobre sus mejillas hacían el complemento de toda esa noche, sobre todo porque cuando pronunciaba aquel nombre le provocaba una acelero completo de su pulso y ahora estaría él en su morada viendo sus costumbres y cerca de ella. Pero no, no podía pensar así, no era ella así se calmó y lo vio como uno de sus pequeños, aquellos niños que buscan a un hermana mayor que los cuide; si, así debía pensar y verlo, como un niño, grande de buen cuerpo que estaría muy cerca de ella.

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