Immersion || Libre

por **Ankhiara Arsenics** Jue Dic 11, 2014 8:17 pm

Fúnebre y ambicioso, de eso se trata el plan que se teje en las desoladas calles de su mente. Ha indagado, ha estado más que consciente de los hechos que evolucionaron el mundo a su alrededor; las cosas ya no suelen ser lo mismo tras varios siglos de pesadez y cambios, sin embargo, aunque su volátil comportamiento ha sido alcanzado por el paso del tiempo, es su rostro el que permanece intacto, cual monolito de piedra tallado para el deleite de los dioses. Pero someterse al ideal de una conquista, de un imperio, no es fácil considerando la historia que se ha forjado desde los inicios del tiempo. Todo perece, sin importar que la eternidad haya ataviado sus cuerpos, pues esta también desgasta y aunque pareciera imposible, el periodo de tiempo que abarca es, en ocasiones, sólo un segundo.

Sus dedos se retuercen al contacto con los rayos del sol. La danza del humo ascendiendo por encima de su mirada, es deleitable y pretenciosa, pues ha de incitarle a permanecer bajo la amarillenta luz hasta el momento en que su cuerpo se reduzca a cenizas. No obstante, el amargo sonido de lo que parecen ser llantos, obstruye sus pensamientos y vuelve a traerle de regreso, con la muerte descrita en sus cuencas, con los labios resecos, con esa mirada perdida y con el anhelo de su muerte ya abandonado en el olvido.

Sus orbes se clavan fijamente en el par de cráneos, verdosos por el moho acumulado de la humedad, y grisáceos en contraste con el polvo que guardaban en sus cavidades. Toma uno de ellos, admirando la belleza que posee, sintiendo la necesidad de sumirse en el llanto y no volver jamás, pero en su interior no existe nada, y las lágrimas que pretende hacer aparecer, nunca llegarán. Besa con apasionada vehemencia el cráneo entre sus manos y lo acaricia con pericia, como si aquel huesudo objeto fuese la cuna de su devoción, como si esa maléfica cosa, fuese su única razón de ser. Los dueños de ese par de calaveras ya no existen ni siquiera en el limbo o el paraíso, hace tanto tiempo que dejaron de pertenecer a este mundo, que ya nada queda. Y las almas encerradas en ese par de extraños objetos, no son más que el vil despojo de su propia ira.

Abatida, mengua sus posibilidades, escondiéndose detrás del sol y esperando a que terminarse de ocultarse entre las sombras, sólo para salir y correr libre una vez más, creyendo que esa noche encontrará el aliciente perfecto para volver a su monótona partida un juego interesante, con un perturbador enemigo. Conoce el comportamiento de los hombres y la ambición de las masas, y está segura de que afuera, la noche apesta igual que siempre, más los matices, siempre eran variantes, fracasadas, pero al final de todo, un cambio significativo en la monótona existencia. Su necesidad de localizar su nuevo rumbo, le arrastraba constantemente a la desesperación, pues en ocasiones llegaba a creer que no existía en el mismo plano dimensional, algo que le hiciera continuar con su presencia, con su ‘vida’. Y el suicidio no es una opción, pues para ella, esas almas atrapadas en los cráneos de sus hijos, aún no sufren lo suficiente, aún no padecen el mínimo dolor que ella soportó al verlos morir ante sus ojos. No, ese par de desquebrajados e inútiles fantasmas aún le deben la mitad de su tormento, no importa si para saldar la deuda, ella debe vagar por la tierra sin hacer nada durante más de mil lunas.

»Deséenme suerte, quiero encontrar esa razón por la cual soportar mi agonía«. Inmersa en la frase que musitó antes de salir, ignora que el perfume del cementerio no es exactamente igual que todas las noches. No hay ningún espíritu rondando por sus pasillos y fosas. ¿De quién huyen?...

por **Cid** Vie Dic 12, 2014 1:54 pm

Lejano pero reciente era el ocaso que celebraba la inauguración inevitable del manto de estrellas que se extendían por toda la ciudad de París.
Suave fue mi despertar del sueño letárgico, lento y siniestro, acompañado por los primeros insectos y el aroma inconfundible de la bruma hace lo propio con las criaturas de la noche, dejando en evidencia sus movimientos, el latido de sus corazones, su respiración entrecortada por la dicotomía aun latente de su estado de ensueño. Recorrí la cripta con parsimonia, ¿Por que me encontraba allí...?. Una respuesta bastante simple en realidad, mi voraz apetito me llevaba a alejarme demasiado de mi estancia no era costumbre pero si frecuente, que restara mi descanso durante el día junto a los muertos, los verdaderos muertos.
Permanecí sentado dentro del ataúd de piedra, mi silencioso acompañante de un siglo perdido en el recuerdo yacía a mi lado, silencioso y frió en los huesos. Recorrí con mis suaves manos del color del alabastro el contorno de su cráneo antes de alzarlo junto a mi rostro y susurrarle las buenas noches, como un par de amantes en lo ilícito.
Mi cuerpo así como mis ropas conservaban el exquisito perfume de la noche anterior, que pronto volvió a inundar la sala, impregnándola con mi presencia, el gelido toque de mi sensualidad.
Entorne los ojos un momento ladeando el rostro en distintas direcciones y alzando el mentón de tanto en tanto para aumentar mi percepción. Buscaba presas, amenazas o compañías cercanas. La noche era una excelente anfitriona, extendía su invitación a cualquiera dispuesto a transitar sus peligros, como buena confidente siempre se hallaba promiscua a entregar o recibir. Una presencia atrajo mi impertinente atención, no se encontraba muy lejos pero era imponente, aunque se exponía a si misma como un quejido, una suplica solitaria. Mi curiosidad solo era equiparable a mi voraz apetito el cual era una característica intrínseca de la raza bastarda a la que pertenecía.
Perseguí ese susurro que disparaba imágenes como flashes dentro de mi mente. Unos labios entreabiertos musitantes, sensuales, provocativos que hacían conjunto con una mirada cautivante, una invitación a asechar la estancia mas allá del velo que separa el mundo material de incorpóreo.
Esta presencia delineaba un matiz entre realidades, la comprensión vasta entre la permanencia, el deseo y el anhelo por el eterno descanso.
Me dispuse a salir de la cripta acariciando con mis cuidadas palmas el cortono del umbral, antes de tomar de la entrada una rosa de color rojo intenso casi tanto como su perfume. Era tal su perfección con la que se ostentaba a si misma que solo podía ser fruto de los campos elíseos, sin duda alguna era digna de ser portada por mi existencia.
Transite un poco mas allá de mi reciente morada, oteando el terreno a un lado y luego al otro en la busqueda incipiente de esta diosa anónima.
Silencioso y certeros fueron mis pasos a destino sin duda ya debía haberse percatado de mi presencia, ¿Quién podría ignorarme? irradiaba magnetismo por cada poro, así que me detuve sin mas y aguarde ... ella ha de venir a mi.

por **Ankhiara Arsenics** Dom Ene 11, 2015 7:28 pm

Vaga solitaria y confundida, entre los pasillos de la muerte. Uno a uno adoquinado con suspiros lamentosos y quejidos del viento. Sumado a su andar, la desesperanza cubre cada recoveco del lugar, vertiendo sobre el cementerio una agonía silenciosa. Sus faldas se desgarran con las frías raíces de los árboles o con el simple desgaste de las criptas. Uno a uno sus pasos son conducidos hasta las profundidades, por esa extraña fragancia que ignora. Es como un imán, sin poder resistirse a la fuerza de gravedad que lo obliga a permanecer junto al metal. Sus pensamientos son variados, discrepan y se retuercen en su cabeza sin lograr discernir el verdadero meollo del asunto. No importa que tan lejos corriese o donde se esconda, su elocuente y mordaz memoria, siempre la encontrará. ¿Y qué hacer? ¿Cómo expiarse de eso? Durante décadas y siglos, la muerte ajena, la pena, el dolor y el hambre han resultado ser su catarsis; la degradación de la raza humana, en ocasiones también apesta. Aburre.

Sus labios fraguan una sonrisa al ver al hombre posando para una cita inesperada. La rosa en su mano le apetece cursi, rudimentaria y jodida, al igual que la vida misma. Sin duda alguna, ésta se marchitará al alba, pues al igual que todo, su belleza, es efímera. Detuvo su andar, como si reamente fuese aquel hombre lo que estaba buscando, como si el casual encuentro, haya sido planeado por el destino, mucho tiempo atrás. Observa a su compañero, su beldad sólo es equiparable al infierno, pero no tanta como la propia o tal vez es sólo que, yuxtapuesto, todo lo que le rodea es patético.

-Pensé que este sitio era sagrado y que el diablo no podría transitar sus pasillos; me equivoqué- Musita. El sonido de su voz apenas audible, pero desgarradoramente seductor, rompe el silencio como si se tratase de una caricia a un amante. –Monsieur- Hace una reverencia y sin proponérselo o si quiera advertirlo, roba de las manos de su portador aquella rosa. Tal pareciera ser un poema en medio del caos o una perfecta sinfonía entre el graznar de las aves de rapiña. Pero no son los pétalos carmín los que capturan la atención de Arsenics, ella está concentrada en el filo de las espinas que atavían el tallo de la flor. Es ahí donde todo comienza y también donde todo termina. Se pincha un dedo.–No debería ensuciarse con tal pueril objeto- Sus palabras son una burla, no se refería a las manos del hombre. Suspira. –Y, con la impertinencia que me es permitida, he de cuestionar ¿Quién nos acompaña esta noche?- Pudo haber pasado de largo, simplemente reconociendo la presencia ajena, pero ha estado tanto tiempo caminando sin rumbo fijo que quizás si se detiene un poco, aquello que espera, le abofetee una vez más. –O es que acaso, debo tentar al demonio.- Su sonrisa se expande por la comisura de sus labios. -¿Algo más sutil? ¿Presentarme primero? Ah, supongo que los nombres a estas alturas, es lo de menos- Y no se equivoca.

El destino juega con las personas, con la vida, con todo. Ankhiara ha presenciado cada uno de los giros que este le ha dado a la historia. Podría quizá ya nada sorprenderle, pero no duda en que, en lo completo de su eventualidad, siempre existe un encuentro esporádico que se vuelve una variante importante. ¿Era eso lo que estaba esperando? La sencillez del hombre le deja mucho que desear, y cierto es que el porte que posee, no se compara con cualquiera, pero ¿cuántos como él hay allá afuera? Creyendo que son únicos por impedir que las arrugas se acumulen en su rostro, y pensar que son veneno por lo ponzoñosa y adictiva que es su fragancia. ¡Hay miles! ¿Qué podría tener de especial alguien como él? ¿La rosa? ¿Una cripta? Habrá que darle una oportunidad.

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