Remembranzas de la calle {Étienne's Flashback}

Cuando yo era un pequeño y mi hermana llevaba dos años de fallecida, me colaba al ferrocarril con los demás delincuentes y marginados de la sociedad. Una cosa poca para ganarse unos francos en algún barco pesquero o, en su defecto y en el mejor de los casos, hacerme con un bonito reloj de bolsillo. En la mañana hacía una caminata de kilómetros hasta las líneas del tren.

Generalmente iba con el más viejo del callejón: Boniface, igual que mi segundo nombre. Cuando él iba de buen ánimo me decía que si no nos bajábamos en la última estación viajábamos en el tiempo, porque empezábamos un nuevo viaje hacia el otro lado y ni nos dábamos cuenta.

Yo nunca entendí lo del tiempo o lo del viaje al revés. Sólo me gustaba quedarnos en el tren mientras todos se bajaban, y sentir que estábamos solos, viajando hacia algo desconocido. Ahora que él se fue, o en realidad se lo llevaron por tonto o por ladrón, yo tomo el ferrocarril solo.

Con uno de mis mejores amigos, Pierre, a veces salimos temprano y le digo que tomemos el tren. A Pierre le da miedo porque dice que no se puede respirar, que es muy oscuro ese vagón de los polizones. Pero yo encuentro que es lo mejor que existe, porque va rápido, tiene olor a quemado y uno va calientito. Pero ya no salgo tanto con Pierre, porque prefiero a una linda chica que pasa, a veces, por Paris. Se llama Rosette. Ella es bella, huele bien, siempre tiene el pelo reluciente a pesar de su pobreza y sus piernas son tan blancas que me encantan; las vi una sola vez, cuando el viento levantó su vestido. Como yo apenas tuve a mi madre, a veces me imagino que mi mamá era como Rosette de pequeña, así de bonita. Pero yo soy tan feo, que no creo. Mi mamá debió haber sido fea y por eso me dejó solo junto a mi papá, y ahora, más solo todavía.

Hoy voy a invitar a Rosette a pasear en el vagón. Como no tengo dinero para comprarle una golosina, le diré que vamos a viajar por el tiempo y el espacio, aunque no sé bien qué signifique.

Rosette me dijo que sí. Vamos caminando por la calle y ella está tan callada. Yo ya no soy tan chico, entonces entiendo que las mujeres a veces son raras. Ella también es grande, ya tiene 12. No sé qué le pasa pero ya venimos en el vagón.

Primera estación. Se ve tan bonita sentada al lado mío. Yo le cuento que Pierre ya no me habla mucho. Ella cambia el tema y me pregunta por mi papá. Segunda Estación. Yo le digo que todavía lo guardo en mi corazón, pero que me las arreglo bien solo. Tercera estación. Ella se ríe como una madre. Hace calor en el vagón. Cuarta estación. Se sube más gente pero no le dejamos espacio a nadie. Quinta estación. Rosette es la más hermosa chica de todo el tren. Su pelo se mueve un poco con el viento que se cola, es casi perfecta. Sexta estación. Yo le pregunto que cómo le ha ido, que si le gustan las novedades de la capital. Séptima estación. Ella dice que bien y después se calla. Silencio. Otra estación, y otra.

Todo ese rato de silencio y a mí me empezó a dar pena. Le pregunto si se quiere bajar. Ella quiere seguir hasta el final, quiere que viajemos en el tiempo. Siguiente estación. Se baja tanta gente y se sube tanta más. Yo los miro como con miedo. Señoras, viejos, bebés. Le cuento un chiste a Rosette y ella se ríe. A lo mejor solo tiene sueño y no anda triste. Ella también me cuenta un chiste y me hace cariño en el pelo, como sacándome una pelusa. Otra estación. Parece que le gusto a Rosette. La gente empieza a cambiar. Se bajaron los feos. Ahora viene una estación con olor a girasoles. Aquí me bajaba con mi familia, cuando tenía una, le cuento a Rosette. Ella me vuelve a decir que les mande saludos al más allá. Siguiente estación. Ya no queda gente fea en el tren, solo yo, porque Rosette es linda. Le digo que no le puedo mandar saludos, que no veo a mi padre porque hace años que murió, pero que en algún momento dejaré de vivir. Vamos en la parada de los mineros. A Rosette le da pena y me abraza un poco, pese a las miradas. Después me suelta, rápido. No sé qué hora es, pero la gente observa como si estuviera apurada. Otra parada. Se bajan todos los que se parecían a mí, se bajan todos.

De pronto Rosette me habla de Pierre. Yo no entiendo, si a mí ya me cae mal y no somos tan amigos. Le digo a Rosette que Pierre es tonto, que no sabe nada. Rosette se pone más triste y llora. Siguiente estación. ¿Qué le pasa a Rosette, por qué llora? Ella no para de sollozar y a mí también me da pena. Ya casi terminamos el recorrido. Rosette me cuenta que tiene un bebé, que está esperando un hijo. Yo no puedo entender, hago como que no escucho. Pasamos por otra estación y no me doy cuenta. Rosette me dice que Pierre es el papá del bebé, que van a ser padres los dos, que ella ya no volverá a París.

Final de la línea del tren. Todos los pasajeros deben descender. Le digo a Rosette que nos bajemos. Nos bajamos. La miro con rabia, con pena. Se empieza a poner más fea, sus piernas ya no son tan lindas, su pelo ya no está tan limpio. Odio a Pierre y me quiero ir solo. Viene el siguiente tren e ingreso, aunque todos se bajan. Dejé sola a Rosette, pero no me importa, total va a estar sola toda su vida. Todos bajan y yo solo, y comeinza el viaje en el tiempo. Tal vez pueda funcionar, que retroceda todo, que cambie la historia para mejor.

Aparece de nuevo al tren, pero al otro lado. Y yo soy el único que está adentro. Pensé por un rato que Rosette podía estar ahí al frente, esperándome, pero se fue.

Mi papá me mintió tanto, tantas veces. El viaje en el tiempo no existe, porque Rosette sigue esperando un bebé, porque Pierre sigue siendo el padre de su hijo y el amigo que me traicionó.

Y el tren ahora va hacia otro lado, y yo soy el único feo, el único bronceado y sucio, pobre y triste. Todos se suben y yo ahí, un punto asqueroso y solo. Sin mi papá, sin Pierre, sin Rosette.

Se ha ido mi hermana, el último vestigio de la familia que alguna vez tuve. estoy solo siendo un niño para el mundo, pero un adulto para la calle. Porque no importa tu edad, ahora lo sé. No importa tu edad; desde el momento que pones un pié por tu cuenta en una vereda desierta, desde ese momento eres un hombre. Tienes que serlo. O es eso o un hombre, pero muerto.

Pero eso no me hace feliz. Me siento estafado. Dijeron que el mundo estaba lleno de opciones, entonces... ¿cuáles son las mías? Soy tan pobre tan pobre, que no tengo ni madre.Soy tan pobre tan pobre, que no tengo a nadie. Que no tengo ni abrigo que llevarme a los hombros. No tengo ni belleza para alegrarle el día a las mujeres.No tengo ni labios que llevarme a la boca.

¿Alguien querrá brindarme una mirada de ternura? ¿A alguien le sobrará algo de vino en la copa? ¡Un poquito de pez, que tengo hambre..! Aunque sólo sea una mirada,
porque es tan poco lo que tengo, tan poco, que no tengo una sábana blanca... pero si no la tengo que no se vayan.

No tengo un hombro donde llorar a gusto. No tengo un hombre donde zurcir palabras.Unas manos, por caridad,para las mías largas, que tengo a mi corazón enfermo y no tengo que darle una cucharada.