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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Vie Dic 19, 2014 7:57 pm

“La desgracia del príncipe enfermizo”


La balanza que siempre había querido perfecta por fin estaba comenzando a alzarse, Nicolás con su típica y maniática personalidad había terminado encarcelado en mis brazos, su dulce mirar de cielo me encandilaba por el día, cuando nos acurrucábamos y escondíamos del sol. Y en la noche aún más, cuando su cruel sentido de la inmortalidad despertaba y se dirigía a mí una vez más. Así es como había sido, ambos seguíamos teniendo las responsabilidades habituales, la clase alta no nos permitía vivir todo el tiempo de la nada. Y el dilema de trabajar en el teatro de los vampiros se incrementaba. La situación en Paris estaba empeorando poco a poco y los inquisidores parecían estar en cada esquina. Pero la tranquilidad me invadía al saber que todos estaban preparados para luchar, aún en el más débil de los momentos. Incluso cuando nuestros cuerpos se unían, parte de nuestra mente estaba en el hecho de que no nos volvieran a tomar con la guardia baja. Sin duda eso no era para nada relajante, pero había decidido que sería mejor vivir así, existir de ese modo, al menos por el momento. Solo recordar su piel nívea, el perfil de su rostro cuando sonríe y las lágrimas que son capaces de caer por su rostro. Conocerlo en tantos momentos, mi pecho se sentía vivo aunque estuviese cada vez más muerto.

Ahora estábamos con el verano casi llegando a su fin. Podía sentir el sabor del otoño y las hojas marchitándose lentamente por mi ventana. Sin duda era la estación que más me gustaba, aunque la primavera estaba llena de colores, el ruido de las hojas secas al ser pisadas era una de las cosas más dulces que había experimentado. — Oh, tocaron el timbre Mon ciel, ¿Esperas a alguien? — El ruido suave de una campaña se escuchaba desde la habitación principal. Mis ojos se abrían con curiosidad y al mismo tiempo se dirigían al cuervo negro. ¿Quién podía ser? Había introducido nuestra dirección a algunas de las personas que más añoraba, pero había avisado también que no vinieran sin una anticipada carta, por lo que estaba seguro de que no era para mí. Aun así me encargué de ir hacía la puerta, cuidadosamente y sin hacer ruido olisqueé el ambiente. En principio, el perfume seco y áspero de una mujer me asaltó, luego fue el olor a muerte el que sacudió el recinto. Una inmortal que no era ninguna de mis conocidas estaba parada frente a la puerta. Pensé en la posibilidad de que fuese una inquisidora, pero pude notar que su aura estaba nueva, una semi neófita como yo. No podía ser de la iglesia, estaría cometiendo un suicidio de ser así.

Busqué entonces la mirada de Nicolás en los alrededores, pestañeando como un gato acorralado, mordiendo mi labio inferior mientras acomodaba la bata de entrecasa que tenía puesta. De un color bordó oscuro y un calzado a juego. Mi cabello brillante y oscuro estaba tirado hacía atrás, recogido en un pequeño gancho. Hacía no demasiado tiempo había terminado de bañarme, por lo que el perfume a jazmín y vainilla emanaba de mí espesamente. Me supuse que sería quizá de mala educación recibir a una persona de esa manera en mi hogar. Pero no encontraba vestirme lo suficientemente rápido y de todos modos era un invitado no deseado. Fruncí entonces el entrecejo y cruzando los brazos me dirigí hacía la puerta. Eran esos momentos en los que odiaba haber desistido de tener un mayordomo. Mis dedos se agarraron del picaporte y con cuidado y mucha precaución fui abriendo el paso a quien nos visitaba esa noche. Fue entonces cuando mis ovalados y grandes ojos negros se encontraron con unos entre verde y grises, desteñidos y sin alma. Su rostro pequeño y sinfónico, daba una presciencia inocente y su cabello era extremadamente largo y rubio. Sin duda se trataba de la albina que muchos años atrás había vivido al lado de mi residencia, en otro continente, muy lejos de allí. Era una familia extremadamente rica que al ser su hija ciega se había mudado para protegerla.

Sentí entonces un pequeño comezón en mi interior y moviendo la cabeza de un lado al otro recorrí su estructura, esperando que su rostro sea solo una ilusión, pero tal parecía que no y la vergüenza en mí, hizo presencia, obligándome a dar un paso atrás y al costado. — Q-que sorpresa más extraña… Bueno, debo dudar en realidad, me habían dicho que habías fallecido. Entra, ¿qué puedo hacer por ti? — En realidad, mi voz estaba temblorosa y titubeante. No solo estaba frente a una persona que había conocido muchos años atrás, sino que ella era también con quien había compartido mis primeros besos y un romance que no había podido concluirse jamás. Claro que no me arrepentía, gracias a eso me había ido y había conocido a Nicolás. Pero, ¿cómo podía reaccionar? ¿Cómo reaccionaría él? Sentí miedo y por un momento, deseé salir corriendo de esa habitación.


“No me desnudes por mi imprudencia” 


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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Vie Dic 26, 2014 5:20 pm

Ilusión efímera, pétalos dispersos hieren la luna
en el parpadeo de la oscuridad del cielo,
perdió la magia
desarrollada por el olor de un viejo amor…


El manjar del cuervo cada vez era gozado con una extrema lascivia, cada deseo, el anhelo era cumplido, se había tornado en un aura de pólvora, en el paraje donde estuviesen era el campo de batalla, ¡Ya no caería tan solo una vez más en manos de la inquisición! ¡Protegería lo único a lo que se está aferrando! Al amante que no deja de provocarlo, ese ladrón que le estaba arrebatando hasta la soledad de la iris, ya la demencia de ese querer dominaba al cuervo, ya solo necesitaba de él para existir, era egoísta porque hasta su música se está yendo de sus manos, sin saberlo se está olvidando del violín, ya desconocía la soledad pero en cambio de ello se consume en las evocaciones más tenebrosas; el odio, los celos, venganza, traición, muerte, posesión… ¡Estaba perdido, completamente ido por la rabia de batalla por él! Ya era el borde de alerta, a pesar de conyugar, disfrutar de su compañía pero la alarma siempre estaba presente. Peor, ya siendo una bestia cuando se alimenta su única pupila se teñía en un color demoniaco; el color de la sangre.

Aquel que vislumbro como una muñequilla se estaba convirtiendo en el único dueño de este títere inanimado, eso era lo que parecía ese cuervo, ya extinguiéndose el vampiro tétrico, aquel que maldito aún permanece  y no se da cuenta de lo que está a punto de cometer.

Predicho lo que en su pasado se escondía, estaba auto-suicidando su esencia, ya muy pronto está dejando de ser esa ave. ¡Qué horror! ¡Ya ni su música podrá despertarlo! ¡Ni aquella muñequilla que lo lleva a la perdición! La nieve pronto se seca, la blancura se dejara en el ayer, la peor estación está a punto de renacer, y él una vez se está divirtiendo con su amado en la cama,  la jauría de un hambriento era ese templo, siendo un súcubo por la carne, su interior y devorar todo de él.  Ya que ¡No le sirvió aquella ducha, mas fue su ejecución para que una vez más lo ensuciara! Así atacaba cuando el jazmín le embriagaba.

¡Maldita sea ese sonido! Resonando un gruñido, bramando por la presencia que se acerca, anhelaba que no fuese el sendero esa mansión que tomara, pero fue así, aquella presencia se acercaba cada vez más, ya estaba interrumpiendo el manjar y en cuanto el coro del timbre resonó en un espiral quejoso, negó, ¿Cómo podría decir que esperaba a alguien? Si ese lugar no era ni del cuervo, incitando en besos a que no se detuviera pero obteniendo lo contrario, se aparta, enojado por la ansiedad, el deseo envolvente en la garganta le quemaba,  podía percibir la fragancia de la femineidad, lo pútrido y repugnancia ante la sangre que escondía en su templo. 

—No vayas — La mirada no se despegaba de su muñequilla, estaba enfurecido y la advertencia de que no esperaría por atacarla si no se marchaba, sabía aquel compañero que desdeñaba que estuviera en otras compañías. Sin despegar la mirada de él, le sigue, va a recibir tal inquilina y por ello se levanta, tomando su batín de colores oscurecidos, resaltando unos bordes con el vino, con los pies descalzos va hacia aquel quien debería estar jugueteando, descendiendo de las escaleras, recorriendo el sendero hacia la puerta que se detiene, escuchando las palabras ajenas, la manera en la que actuaba el pequeño no le pareció, descaradamente se va acercando a ellos, deleita a la mujer que tal belleza angelical maldijo, adentrándose a la mente de ella que al desnudar sus pensamientos una conocida sensación de excitación le palpito, ese interior le recordó a un pianista el cual le hizo apretar los puños, ¡De nuevo la oscuridad tiene que presenciar!Estaba en mal situación pero algo retorcido le acaricio una duda, los celos en cuanto aquello que estaba olvidando y por lo que se estaba hundiendo, fue que pensó,¿Por qué no jugar con ellos un rato? — ¿Quién es?  — interpelo con el sonido indiferente, frívolo se dirige a su amante. ¿Sera que su querubín le diría tal identidad? ¡Vaya blasfemia!Ya ese pequeño había olvidado que mientras permaneciera con él, no quería otra presencia más, sin recalcárselo dejo que continuara, la invitaba a adentrarse a la mansión y solo observa la finura de la vampira, yendo a un lado de ese que quebranto la esencial regla y se puso detrás de él, aquella  susurrándole a su oído —  Córrela o te atiendes a las consecuencias… —Amenazo, de alguna manera debía engendrar el enfado al desquitarse con él primeramente, pero a ninguno dejaría en tranquilidad, ya destruyeron su momento de placer, ya era demasiado tarde, cuando la jovencilla entro de un portazo cerro la perta y se recargo en esta con los brazos cruzados… —Y bien, ¿A que ha venido a este lugar? Ha interrumpido mi cena y estoy esperando que me digas quien es ella… —Las palabras enfocadas a su pareja aunque la mirada se apodera con la de la ajena, el mismo deseo le brindo, absurda presentación a la ciega que está siendo insolente al igual que el otro, quizás no ha olvidado ese malcriado de que podía leer las mentes y no se le escapaba nada cuando algo le era de su interés. ¿Que era lo que esperaba esa muñequilla? ¿Por que no dice tan solo la verdad?
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Mensaje por Invitado Dom Ene 04, 2015 6:56 pm

“Que no te invada el pudor, cuando sabes que soy la alegría en ti”


Mis dedos se balanceaban en la nívea piel del inmortal a mi lado, paseando con las yemas por todo su torso que tan dulcemente me embriagaba. Cada día cuando el sol se decidía a salir nos envolvíamos en sabanas suculentas y entre sonrisas y agrados podía dejarme guiar por un placer escondido, combinado con un punzante dolor que luego perduraba por varias horas en mi cuerpo. Pero era él quien me satisfacía tan solo con sus miradas lascivas. Muchas veces me preguntaba dónde estaba escondido el violinista que había conocido. Tan solo yo era el que seguía con la música, cantando en altos y bajos cada momento de libertad que me era entregado. Danzando con mis dedos en el piano que no sabía tocar tan profesionalmente, tan solo una viveza que causaba placer en mi cabeza. Pero Nicolás, Nicolás, ¿qué le pasaba? ¿Quizá había una historia detrás de todo ese sonar? ¿Quizá era aquel sonido el causante de su soledad? No lo sabía, quizá nunca me atrevería a preguntarlo, porque todo el tiempo tenía miedo de él. De sus respuestas, de sus enojos, de que alguna noche me dejara por siempre. Había sufrido para obtenerlo y ahora me amenazaba mi propia mente con su partida. Pero no lo dejaba notar, más siempre parecía flameante de esperanza y felicidad. Negando a sus órdenes cuando así me parecía que debía ser. Entretenerlo aunque con ello me ganase su enojo. Tenía que tirar su cuerda para jamás aburrirlo, desesperarlo hasta saber que realmente podía tener su corazón en mis manos. Y esa vez podría obedecer a todo lo que me pidiese.

Pero aún no era ese momento y mientras nos revoloteábamos con cariños tuve que salir. Me di cuenta por su rostro poco sorprendido que ya antes había notado la presencia de alguien llegando al lugar. Le miré frunciendo el entrecejo, ¿cómo sabía que no era un inquisidor dispuesto a matarnos? Bufé y sin decir nada al respecto, siquiera una respuesta ante su ayuntamiento, me terminé dirigiendo muy sigilosamente a la puerta. Pero Nicolás parecía condenadamente seguro de lo que hacía. Hablaba sin miedo y con el aura equilibrada que emanaba de su interior. Sorpresa fue la mía cuando la situación me bateó para lugares que no quería pisar. Mis mejillas se sentían brotadas y antes de escuchar el portazo ya me había sacudido dos veces hacía arriba. — Nicolás… Umgh, ella se llam- — Me vi detenido de seguir hablando, pues cuando ella terminó de adentrarse, sus brazos se cruzaron inocentemente contra su pecho y en un avivido chasquido me hizo callar. — Me llamo Skye, pero él preguntó quién era y no cómo me llamaba, Hero. Era la vecina ciega cuando éramos más jóvenes. En la ciudad natal de él. Me entristecí cuando no me dejaron seguir hablando contigo y me fui. Terminé convirtiéndome en una inmortal y obviamente tenía que venir a buscarte. Ahora dime, ¿quién es él? — Como si tuviese algún derecho para reclamar, el dedo de la rubia se dirigió justo detrás de mí, donde Nicolás aguardaba furioso por mis respuestas. Mis piernas delgadas y largas comenzaron a temblar. No era mi culpa, no tenía derecho. ¿Por qué me hacían eso?

Pensé que indudablemente terminaría llorando a cántaros, pero las palabras del cuervo me habían helado de tal manera que siquiera eso pude hacer libremente. Me quedé mirando a la muchacha que lentamente se sentaba en un sillón, palpándolo con ambas manos, procurando no sentarse en el lugar erróneo. Me quedé mirando, perplejo y atónico. — O-oh, él es mi pareja, lo conocí cuando me mudé a Paris. Se llama Nicolás. — Con un hilo de voz tan fino que parecía romperse mi cuerpo se apoyó en el ajeno, intentaba aferrarme a él. Era como un condenado demonio que resurgía de mi mente. La belleza de la muchacha no podía compararse con ninguna, era un óleo que te hacía sentir demasiadas cosas. Pero, ¿qué es lo que venía a hacer? ¿Qué quería de mí, exactamente? No podía leerle los pensamientos, no tenía esa clase de don y estaba entrando en gran desesperación al no saber qué es lo que estaba ocurriendo. Y fue para peor cuando el sonido dulce de su voz se hizo presente. — Pues no huelo la presencia de ningún humano Monsieur Nicolás, no sé que clase de cena será entonces. Pero pensé que este hogar era solo de mi viejo conocido. Estoy en apuros… Hace poco los inquisidores me encontraron, están por todos lados así que no supe a qué otro lugar correr. Ayúdame Hero, por favor. — El sonido melancólico de su voz se quebraba en sollozos de sangre que bajaban por su rostro. Probablemente ella no sabía lo que estaba ocurriendo en la ciudad, ¿cómo podía dejarla sola? Aún si habían pasado años, tenía que buscar una manera de acomodarla. Mordí mi labio y antes de decir nada dejé escapar mi sentido del olfato. Podía rastrear fácilmente cuando me lo proponía, aunque tenía que concentrarme, algo que difícilmente sucedía sin pensarlo antes.

No había aromas peligrosos cerca, me giré y me acerqué al cuervo con el rostro hacía el suelo, como aquel gato que ha arañado las cortinas y suavemente tomé con los dedos la bata que caía por su brazo. — N-no podemos dejarla ir así, aparte, mira si terminan agarrándola y le sacan nuestra información. Sería nuestro fin. Que se quede por hoy, buscaremos a Hoyt y Glenna, podría quedarse con ellos. — Subí el rostro para ver sus ojos, asustado y demasiado atemorizado para lo que vendría me preparé para un golpe. Temblando como si estuviese a punto de desfallecer. Ella seguía en el sillón acurrucada, sin decir nada y no podía decir que supiera sus pensamientos. No tenía idea de lo que pasaba por su cabeza.


“Pero no puedo hacer otra cosa más que intentar proteger.” 
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Lun Ene 05, 2015 11:58 pm

Confieso que los celos son cuchilladas que atormentan el crimen de mentiras; naciente furia tirana.

¡Que se haga una mascarada en este preciso instante! Cada quien portaba la suya como así el cuervo se transformó en un enfermo celoso, dejando que las evocaciones sean mascaras pintarrajeadas de viveza. ¡Que no le provoquen, porque se terminaría el espectáculo tan pronto!  ¡Ah! La verdad que se ha desquebrajado, ahora, truena y empieza a desmoronarse, exponiendo todo en esta noche calenturienta, ¡La convicción sí que manejaba bien! Un baile de antifaces, ellos se mueven y el cuervo hace su ejecución.

Le estaba abrazando ante el iris del cuervo, se reflejaba en la pupila ese encuentro y rechazo las palabras de la ciega, emergiendo la maravilla de destrozarla lentamente, desfigurarla en un arranque de desdén. ¡Peor! Que aquel insolente querubín ni se quejaba, ni hacia intento de detenerle que siguió la lentitud de ese dedo en la espalda de su compañero y solo el cuervo se tragó su sentir, como un cambio de nota indiferente respondió. —Exactamente, así que guárdate el nombre que aquí no importa…— Desde esa habladuría no dirigió la mirada a aquel querube, esperaba que él fuera quien hablara, al menos esperaba la verdad de tan solo la estúpida palabra “novios”.  

¡Ja! Su dureza en la mirada era de molestia, un enfado por ver como se posaba en el sofá sin ser invitada, era descarada, utilizar la faceta de ciega y salirse con la suya, pero solo el ingenuo caía a tal bajeza. Permanecía de pie en donde no había lugar para los tres, pero, tras sentir el peso de ese, alzo los brazos y le detuvo, marcando la distancia que como movimiento de un baile, cambio de pareja, así que quedo a un lado de este…— ¿Por qué le das explicaciones?  Detente, para ser solo una conocida te habla con suma confianza, al igual que tú…— Ya era demasiado escucharle, y sobre todo presenciar ese espectáculo. — Dile que clase de cena ya que tanto te gusta hablar…—era duro con aquel, pero ya no le interesaba, había faltado y más a la supuesta confianza que tenían. Se ganó que descartara llamarle por su nombre Y cuando libero su tormento, aquellas lagrimas no le conmovieron, ni mucho menos notaba la sinceridad en su suplica, lo que más desprecio fue que su amante se girara y abriera esa boca— Yo no la quiero, no es bienvenida, es su problema, así que se vaya, no tengo tiempo para estar aguantando...—Vio aquel rostro y negó, se calló por un momento que aquella sabía bien que podía interpretar las mentes y le arrojaba los pensamientos del pasado.

Realmente estaba contenta con este juego, estaba ya perdido todo por las caretas; «Las ideas de irme desaparece de tu mente, no pienso largarme» Solo podía responder en la mente, aunque no le escuchara, parecía entablar una supuesta conversación en la cual solo el cuervo respondía ante esas malditas palabras. «No importa lo mucho que lo intentes, jugare a tu juego, ¿eso quieres? Que inicie, pero a él no lo tocas…»—Haz lo que quieras, solo recuerda bien este momento, no vaya a ser que yo quiera dormir un dia contigo y con mi amante a la vez…—Fue lo único que sentencio, subiendo la mano al hombro ajeno y le presiono, descendiendo este que emprendió paso hacia el estudio, pasando frente a la vampira.— Aguardare solo esta noche, ni una más…—miro de lado— Si habla que lo haga, pero no pasare otra de ti.— tomo la postura para proseguir el andar, desapareciendo de la vista de ellos, más las intenciones le fastidiaban porque aun resonaban en coro que por más que deseaba un silencio aun esa voz se presentaba.

Sin más  al llegar al recinto, se adentró, yendo a preparar su pipa, había comprado una mezcla natural de un afrodisiaco y era momento de probarle, así que elevo el fuego que al olfatear la primera hierba cala de este y se recuesta en el diván, recargándose del codo izquierdo con la mano en la cabeza y la rodilla subida, dejando que el humo calmara su cólera. Preguntándose: « ¿El por qué esa muñequilla callo? ¿En verdad quería recuperarle? ¿Cuál era su verdadera intención?» Demasiadas incógnitas, la angustia tan solo saboreaba, era el mismo sentir de aquella vez; en aquel viaje era exactamente igual; intranquilo, la incertidumbre de algo que se avecinaba y no quería seguir de esa manera.

Se pasó el tiempo, la mezcla ya iba un poco más de la mitad y aquel ni tan si quiera le intereso acudir a dar explicaciones, quizás hasta entretenido este con ella, había bloqueado la mente, no escuchaba nada más que el humo desplegarse de su boca, y fue que al susodicho hizo acto de presencia. — ¿Le has dado el beso de las buenas noches? O es que, ¿Piensas dormir con ella?—con cierta burla interpelo, levantándose a poner más de la mezcla a su pipa.— ¿A que ha venido en realidad? ¿Quién es realmente ella? —En lo que encendía de nueva cuenta ese artefacto, le miró fijamente…—¿Te ha dicho que te sigue amando? Ve con ella, te necesita más que yo—termino que elevo la pipa a los labios, sentándose en el escritorio, sin prestarle atención que toma un libro y lo hojea, ya no pretendía saber que opto por dedicarse a la lectura invitándole a que se retirara sin necesidad de decirlo.
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Mensaje por Invitado Miér Ene 14, 2015 9:31 am

“Proteger aquello que me clava astillas de madera en el corazón”


Resignadamente me vi obligado a callar cuando aquel que de forma altanera se paraba frente a mí. ¿Por qué parecía mi culpa aquel altercado? Mi corazón muerto se sentía palpitar dentro, atormentado por los años y las historias que pasaban por mi cabeza como un terremoto, estaba sosegado por los recuerdos y el miedo de que las imágenes pudiesen ser vistas por aquellas personas que estaban a mí alrededor me hacían sentir aún más miserable. Pero intentaba evitarlo, ¿cómo? Recordando a Nicolás cada segundo que pasaba, lo sentía en mi piel aunque él me despreciara vilmente en aquel momento. “Ya se le pasaría” Eso pensaba con el alma triste y los pies que arrastrándose débilmente se acercaban al borde de un sillón. Sabía que iba a ganar aquella pequeña batalla, pero al final sería un puñal clavado en mí mismo. Era mi culpa, yo siempre amaba u odiaba a las personas cuando apenas las conocía. Solo ella me había provocado las dos emociones al mismo tiempo. Y ahora tan solo me podía quedar con la que me hacía más desdichado. Y sin duda alguna tenía que acunarla entre los brazos. ¡Maldito resentimiento! Me estaba obligando a hacer algo que no deseaba, no quería, aún si todas las personas que adoraba estuviesen juntas en un costado y el cuervo en otro. Ambos a punto de prenderse fuego, iría corriendo a él sin pensarlo. Me abalanzaría como si fuese mi último adiós. Pero ahora que no se trataba de vida o muerte, que se podía malear; no podía contenerme, no podía negarme a una mirada vacía. — Uhhg… No seas grosero. Éramos muy íntimos antes, yo no te conocía tampoco, siquiera vivía en Francia en ese entonces. Y como ambos estábamos siempre encerrados nos hablábamos por el balcón. Era divertido, ¿o no? —

Pregunté con una sonrisa dulce, intentando calmar el ambiente, aunque seguro aquello haría que la tormenta que estaba desatando en el violinista creciera. Su posesividad, sus barrotes que siempre querían aprisionarme estaban queriéndose levantar y yo intentaba escaparme de ellos con tanto miedo que me veía corriendo por un laberinto sin salidas. — Sí, fueron bellos momentos, pero todo eso está en el pasado, solo te he buscado porque mi creador me abandonó. Estoy sola en esta ciudad y te he buscado mucho, eras mi única salvación y ahora veo que te estoy molestando… — Mordiéndose su labio podía ver la impaciencia en ella. Pero había algo extraño que en aquel momento no pude notar y tampoco lo hice luego de mucho tiempo. Pues, ¿cómo había sobrevivido ella hasta el momento? Sin un sire que la haya amaestrado en el arte de la inmortalidad y ser ciega sin duda no era algo a favor. Había algo que claramente olía mal en aquella conversación, pero mi cabeza y mis sentimientos sumamente inocentes por sobre ella no me dejaban pensar. Fue en esos momentos cuando me giré y busqué la mirada de aquel amante que tan exasperadamente estaba molestándose. Susurrándome al oído algo que ella probablemente sería capaz de escuchar. Enojándose para luego de minutos de silencio lo aceptara de una vez. Mis ojos se agrandaron sorprendidos y pestañeándole siquiera pude sonreír. Una noche… Pero, ¿de qué se trataba aquella otra frase malvada? Mis ojos se tiñeron levemente en rosa pálido y no me atreví a decir una palabra, tan siquiera reprochar el dolor en mi hombro cuando sus manos me apretujaban. Tan solo lo vi partir, como aquella ave que era y se encerraba en su jaula con el candado por dentro.

Un suspiro profundo salió de mis labios y con una tristeza que gritaba en mi piel me arrojé al sillón frente a ella. Su hermosura y sus ojos celestes y gigantes me hipnotizaron un momento más. — No te entristezcas Hero, hiciste lo correcto, después de todo me conoces antes que a él. Pasamos muchos buenos momentos juntos, siempre nos quisimos… ¿Tan mal está ayudarme? ¿Dime, quien es Glenna? A Hoyt lo conozco, seguro me ayudará a encontrar un buen escondite mientras empiezo las transacciones para el banco de Paris. — Su dulce voz se acercaba un poco más a mí. Tenía los ojos cerrados, con la nuca apoyada en el respaldar como quien quiere dormirse de una vez por todas. Pero su meticulosa vocecita perforaba mis tímpanos. Entreabrí aquellos estirados ojos negros y con reproche le negué. — Sí, pero a él terminé amándolo más. Sabes como soy, no puedo mentir. Pero tampoco puedo dejarte sola con toda la Iglesia afuera. Ven, te mostraré tu habitación. Es en este piso, mejor que no estés en el segundo, así él no te huele demasiado. ¿Por qué viniste a buscarme? Quizá estaba muerto. — Tomando su mano con la suavidad que se merecía busqué levantarla para caminar hacia el lugar, pero al parecer mi brazo había tirado de más, pues sus pies tropezaron rozándose así, ella con mi pecho. Y cuidando de no hacerla caer, me cercioré de acomodarla correctamente frente a mí, riendo como en aquellas épocas lo hacía. — No te rías de mí, malvado héroe. Te busqué porque eres en el único que siempre he pensado. Incluso si estabas muerto, iba a buscar tu tumba y acurrucarme al lado. Yo nunca he dejado de sentir cosas por ti, ¿tú sí? Recuérdame más.  —

Aquella respuesta suya me invadió en las neuronas tan toscamente que no supe siquiera que decir, la risa se apagó y se convirtió en prudencia. El silencio prefirió inundarme y entre charlas desviadas y poco específicas que me arraigué en pronunciar, terminé dejándola en una habitación de huéspedes, bastante amplia pero apartada de las demás. Y como una pequeña mosca en busca de miel salí de allí, trotando al estudio del cuervo negro, pensé que tendría que forzar la puerta o quedarme esperándolo como un perro en la entrada. Pero se notaba que no tenía llave y con el sigilo más preciado me propuse avanzar, siquiera alcé la mirada. Solo podía someterme a sus pies, buscar abrazarlo con una intensidad tal, que era obvio que no la aceptaría y que mantendría la distancia con mi piel. — No… no; no sé. Y t,te dije ya. Tsss, nos queríamos, nunca fue más que eso, mi vida y la suya eran muy miserables cuando éramos pequeños. Ufgh, si me dice eso no importará, yo solo te amo a ti. ¿Por qué eres así conmigo? — Acercándome a él, verlo ojeando un libro como si realmente le interesara me sacaba de mis casillas. El antiguo Hero quería golpearme para ir y prenderle fuego toda aquella biblioteca que tenía. Pero el grado de emociones que tenía se calmó. Y solo me acerqué apoyando mi rostro sobre las páginas, hundiendo mi cabeza allí que con fuerzas buscaba agarrarme de él. — ¡Mañana los buscaré! La dejaré con ellos hasta que ella termine de acomodarse y luego no la veremos nunca más. — Alzando la mano quería acariciar su mejilla. Me temblaban los dedos y la frase de la muchacha resonó en mi cabeza como si poco a poco se fuese impregnando más en mí. Me sentía extrañamente conmocionado y lo único que estaba en mi cabeza para ese entonces era salir corriendo de todos lados y aferrarme a un sentimiento del pasado. 


“No puedo luchar contra aquello que no puedo ver ni oír ” 
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Lun Feb 16, 2015 3:08 pm

Una conspiración de silencio habla más fuerte que las palabras…

La carga era pesada, un amor entre barrotes de huesos se asemejaba ese rencuentro, sin desenvainar vanamente el caos de su estado, más el vampiro callado se mostró, y había desatado la cuerda que le estaba ahorcando, ya lo dicho estaba y no tenía que permanecer más en esa instancia. Yéndose, anulando cualquier costura de un disfraz, ya que el mismísimo Nicolás presencio una mirada que en tiempos remotos significaba un eterno querer al paso de los años.

Fue que aislándose ante la amenaza de “intimidad”, maldiciendo la dote de interpretar mentes, orando porque muriera alguna insignia de ello y ejecutarse en un anheloso silencio perpetuo. ¡Que le cosan esos labios que no identifican cuando deben de tragarse las palabras!  Soez muñequilla que no se detiene aun cuando la ceniza de lava puede quemarle.  No había pasado alguno que no volviera a adueñarse en un futuro incierto. ¡Nicolás a la perfección lo sabía! ¡Imbécil aquel tifón! ¿Qué más se podía hacer cuando ya no hay nada que ver? Así como la sombra bajo, así se desplego, yendo a los brazos de la contra parte de su enojo. Transformado en un mezquino odio, la blasfemia iba coronada con la indiferencia ante el culpable, apuñalándole con la mirada  que no duro cuando se apoderaron las pupilas ante palabras que iniciaba a leer…

Palabras que no se habían dicho, despuntadas de las dudas, esperando los giros de la solemne noche, de un sentir sepultado, uno que está a punto de colapsar por la mentira absurda y estúpida del corazón putrefacto, de la escaramuza que invadirá de insultos y golpes si le habla. Emergiendo habladurías que no tienen un vacío donde morir, desaparecer del deseo de aniquilarlo... ¿Acaso a esto se le denomina, celos psicópatas? Que va, está furioso maniobrando para desfallecer la mente que le está torturando con posibilidades de una, quizás, inexistente infidelidad hacia el voto solemne del amor.

Prefiriendo que la puerta hubiese permaneciendo cerrada,  ignorando ya los caprichos venideros, estar solo, alejar las molestias era la más grande necesidad.  — No mencionaste tal cosa hasta que lo deduje—Hallándose linfa en cada sonido desprendido de sus labios, la boca quiere sellarse, ser el ataúd de su agonía, padeciendo por no actuar con indiferencia. Quiere irse del lecho, buscar como en ambiguas noches una obra para su diversión. Pero, era inútil, solo pensaba en él, exclusivamente en él.

Desconfiando de los instintos propios,  el humo de la pipa le mostraba una preocupación que radica en una utopía, condenado ya a la guillotina, sentenciado por los sentires a pesar de que su miserable mente encadena sonido alguno, ni la funeraria de los pensamientos se compraba con el silencio para derrotarlo.
Y estaba esa silueta frente a frente, el anhelo de cerrar el libro de un golpazo en ese rostro cundo se inclinaba, resaltando el hielo ante su agarre, hasta que le descaro sin querer ese muñequillo la verdad que siempre vio ante esa inmortal. —No hables más, no prometas algo que claramente no cumplirás… —Deslizo el libro sobre la pulida madera del escritorio, despojando cualquier artefacto, apoderándose de lo que ya era suyo…

Liberando un sigiloso movimiento con una media vuelta y postra sobre esa madera a su amante, tomándolo del cuello que al estamparlo le penetro  la mirada, descendiendo el rostro para besarlo. Sim embargo, se percató de unos provenientes pasos fuera del recinto, era ella, que de nueva cuenta interrumpió, tocando a la puerta…—No te atrevas a levantarte, no he dicho que te muevas…— Sentencio a su compañero, sujetándolo de los ante brazos, depositando un beso, el cual ni el goce sintió, ya que fue más una agresión que un cariño y por consiguiente fue empujado, manchándose de linfa por la retante mordida. —  ¿A esto has venido?  Eres un completo idiota, no te dejes engañar por su belleza, o por ese pasado… o es que, ¿Es mejor aquello a lo que estás viviendo? — ¡Mujerzuela! Tenía que adentrarse sin permiso alguno, la fulmino de inmediato. —  Ahora, ¿Qué es lo que quieres? —voz altiva, incontrolable seguía aferrando sus manos en esos brazos, iba a exterminarlo hasta que la ironía de una risa soltó y le libero. Ya que la ciega por joder se hacia la mártir, yendo a “rescatar” a su Héroe con la absurda petición de que tenía hombre. — Y, ¿Qué? ¡Ja! No me digas,  adivinemos, ¿Esperas a que ese imbécil te alimente? — De reojo le dirige la mirada— Por favor mi amor, no le hagas esperar más, que se está muriendo de hambre…—con el sarcasmo hasta destrozar, negando no estaba para juegos, mataría a esa y a él por ser un completo memo, aunque fuese controlado por aquella y que apenas lo descubriría Nicolás con el acto siguiente emprendió paso para retirarse, con la pipa en el punto máximo de placer caló, la linfa con el humo era un estupefaciente altivo para transmutar aún más las emociones y se percató de la amenaza que representaba esa inmortal con su mente, porque el aura de una presencia cambio en su total plenitud y era como si su amado no se encontrara entre ellos, y fue que al tocar la perilla de la puerta todo comenzó a revelarse.
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Mensaje por Invitado Miér Feb 25, 2015 3:25 pm

“Rebotan los silencios en el ataúd de los vivos”

Los colmillos que no tenía buscaban salir y mostrarse, mis ovalados orbes oscuros estaban penetrando su mirada, pues de alguna forma él acababa por tener la razón y yo me sentía furioso. Sí, no lo había dicho, no le había explicado que hacía más de diez años había besado los labios de aquella mujer. Pero, ¿qué sentido tenía eso? Él había estado con muchos y muchas aun cuando ya nos conocíamos. ¡¿Por qué siempre era yo aquel que tenía que pagar las consecuencias?! Quise abatirme a la ira y la desesperación, arrancarle los labios con los dientes y poseerlo para mí solo, aunque no me dignaba, su hermosa figura autoritaria estaba causando un caos irremediable. Y aún con sus expresiones completamente ególatras. No podía parar de pensar en las frases que ella había usado conmigo. De alguna manera, los recuerdos se agolpaban un poco más, incluso aquellas cosas que había pensado que mi padre me había borrado, estaban allí, vívidas en mi mente. Pero luego estaba Nicolás frente a mí y su manera de provocarme que me hacía retorcer a su antojo. — No es mi culpa, ¡no es mi culpa ni mi intención! — Derroché mi habla en lo que mis pies escapaban de la madera y  terminaba siendo arrojado en aquel escritorio que tantas veces había mirado. Estaba intimidado, su cercanía, la molestia que emanaba de su aura y el hecho de no poder huir a ningún rincón, solo provocaba que tirite desde los pies hasta los dedos. Apenas alcé los ojos para ver el ajeno, mordiendo mi labio inferior, escuchándole en silencio pues estaba lastimándome sin heridas.

— Te amo. N-no… No me levanto. — Negué, aceptando sus ofertas, sintiendo un beso seco y el agarre en el cuello quemaba por dentro. Me estaba llamando, ella, desde el otro lado de la puerta me insistía para que vaya. Mis dedos se atormentaban contra la madera, la cabeza empezaba a dolerme un poco, pero aun así no me atreví siquiera a pestañear, los empujes del cuervo contra mi cuerpo, aquella insaciable manera de sujetarme y el dolor que poco a poco me empezaba a enloquecer. Algo gritaba en mi cabeza, algo comenzaba a hacerme mover y no pasó un segundo más cuando me vi empujándole, caminando hacia la puerta, pero. ¿Ese era yo? Apenas podía notar mi piel, pero mis pasos estaban lejanos y la voz de aquel amante se encontraba más y más atormentada. — Estás equivocado, no, yo no pienso eso. Ah, mi cabeza, todo esto me está mareando. — Jamás, jamás en todos aquellos años en los que había residido en Paris había sentido ese dolor. En realidad, siquiera recordaba la última vez que me había dolido la cabeza. Tenía pequeños flashes de que me había sucedido, pero no estaba seguro de cómo, ni tampoco de por qué. Como fuese, intenté caminar a la puerta, pero las garras de él no me lo permitían, me retorcía en sus brazos y jadeando terminé por verme liberado, cuando aquella aura neófita se apareció en el umbral. Mis rodillas estaban a punto de ceder al suelo, pero a cambio de eso, di un paso al frente. Escuchando sus palabras. — Lo siento, escuché unos ruidos extraños. Y tengo hambre, ¿no podrían darme algún sirviente por favor? Oh no, jamás esperaría eso Monsieur Nicolás. — Sus dulces lenguajes abanicaron mi cabeza, provocándome una sonrisa de lado.

Pero pronto ésta se desvaneció y me quedé mirando al suelo de madera, no había sirvientes en la casa, no había quedado ni uno solo. Yo era quien hacía las labores de limpieza, no necesitábamos usar la cocina, y de los largos baños también podía encargarme con mis propias manos. Mordí entonces mi labio y tuve que negarle. — Disculpa, aquí no tenemos sirvientes… ¿No deberías saber cómo salir a cazar? Tuviste que alimentarte sola durante este tiempo. — Mi ser estaba dividiéndose en dos. Mis dedos se agarraban a la piel del ave, pero mi mente estaba viajando a algún lugar lejano, que no podía entender. La belleza de la mujer, su pequeño morro cuando agachó la cabeza, me moría por cortarme el cuello y dejarme succionar hasta la última gota. Pero si lo hacía, él no me perdonaría jamás. Nicolás, Nicolás, Nicolás. Gritaba su nombre en mi cabeza, mientras los dedos temblaban sin razón y mi horizonte se partía al medio. Sus labios se agolparon frente a mí. Y el pensamiento nublado del hombre alto se esfumó por un preciso instante. Cuando mi cabeza volvió a abrirse, me encontraba acariciando la mejilla lisa de la chica. Y el otro estaba lejos, abriendo la puerta para irse. Me hallé engañado, pero sus garras no me dejaban ir. “El poder que tienen es poderoso, pero tú serás mío por siempre” Ese era el verdadero pensamiento de Skye que con avaricia terminaba por alzar sus colmillos clavándolos suavemente en mi cuello. Aparentemente, había pasado unos segundos en blanco. Donde mi lengua había pronunciado palabras. — Bebe de mí entonces, no puedes morir de hambre. — Mis ojos habían perdido el brillo por ese entonces. Pero ahora tan solo estaba en un abismo donde no podía conectar todas mis neuronas. Pero palpaba felicidad dentro, una extraña emoción que me obligó a rodearla por la espalda aun cuando el cuervo negro estaba en nuestro radio. Temblequeé entero y me vi lejano una vez más. Como si yo no estuviera y alguien más usara mi cuerpo. –Sálvame- Quise murmurar pero apenas los labios se movieron volví a sentirme feliz y reír en sus brazos.
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Lun Mar 02, 2015 10:37 pm

La cascada sangrienta de un eclipse entre constelaciones internas…
Suspenso…
Furia…
Traición, teñida en linfa.

¡Truak, truak! Le han apuñalado la espalda con la pesadez de un filo aterrador, ¿Quién es? ¿Qué es lo que está haciendo?  Era lo que cuestionaba el templo en ese instante, al ser alejado de manera desconocida, sin haber conocido un rechazo de esa índole, enmarcando la pesadez de una mirada mezquina hacia él, esa acción fue tan extensa como la mentira del principio, como un cuchillo sin amor está solo motivando los instintos, presionando con suma fuerza la mano izquierda, formulando un puño, reservando el coraje emanado al  incrustarse las uñas cristalizadas por un fino filo en contra de la propia piel de la palma.

Fulminando la decadencia de esa existencia y se aferra al cuello de su insolente amado, apretujándole sin permitir que esta vez se distancie. Siguiendo con las huellas de una herida atrevida, hacia esos carnosos labios se dirige, emanando linfa de ellos como los propios, evidenciando la lengua húmeda al ser deslizada en un ademan de lamida única, dejando en claro que no era suya la lesión sino de ese.—Te dije que no acudieras a ella!— Voraces palabras entonadas de furia, alterado le sujetaba, forcejeando que fue obligado a liberarle.

Efímero, hundimiento…desesperación e impotencia, conocía todo eso a la perfección, saliendo disparado un estallido con la única pupila sentenciadora, a ella la miraba, era un réquiem en medio de esa batalla, crujiendo porque no iba a brindar un espectáculo, tragándose su enfado, renaciendo una malicia severa que crucifica heridas destiladas a una sacarificación. Avanzando, dirigiéndose hacia la puerta,  la ensangrentada mano tiñe la perilla al ser sujetada para girarla, siendo justamente frente a esa pupila un decaído mundo, justo frente a ese iris, asesina al querubín, ignorando las réplicas de la inmortal.

Demasiado trágico porque ejecutaría el crimen el cuervo y bañaría esa instancia de una inmunda linfa; ya que no se comparaba con el carmín de su pupila, asesinar, degollar decía su mirada. Insecto despreciable, desprecia la voz que resuena en el recinto, girando al fin la perilla que estaba a punto de empujarla cuando aquel nombramiento le detuvo, ¿Era acaso ayuda? El dolor era lo único reconocido  al girar el rostro, observando a ese mimo por la culpa enmascarada. —¡Jaejoong!— Gruñó, el atrevimiento a la burla por restregarle en la cara tan intimas palabras, la acción que fue la decepción lo que juzgaba.

Provocado cayó a destruir ese suceso, yendo con rapidez a separarles, engendrando un empujón hacia la ciega, ya que tal insuficiencia le importo poco. Quedando manchado el cuello de ese imbécil al exponer la abertura de un rasguño, liberando la congoja que elevo los dedos y pellizco la herida de esos putrefactos colmillos, seguido de una presión absoluta, detonando la tortura en él. —¡Lárgate de aquí!—Demandó con una autoridad suprema, ansiando desmembrarla, abrirle el hocico por el insulto. —¡Que te largues de aquí!— Fue el peor castigo obtenido, ver como la linfa se deslizaba por esos malditos labios, a nadie permitió que bebieran de él, a nadie, exclusivamente nadie podía quitarle ese privilegio, pero, llego una que desmorono todo.

Y tras mirar a la osamenta sujetada como la propiedad que era de su mando, fue que desconoció aquella mirada, el brillo de sus ojos se perdieron, no percibía la esencia que le atraía, y ahí el golpe fatal lo dio quien menos esperaba. Aquel le impacto el puño en el rostro, detallando las garras en la piel propia, siendo consecuencia de que su parche se destrozara y cayera al suelo, desnudando el hueco profundo de su ojo aunque el cabello cubriera una parte de este, haciendo trizas el semblante del cuervo.

—Espero que no estés lamentándote de lo sucedido, ¿Estas consiente de lo que estás haciendo? …¿Quién eres? Te desconozco…— Ideales hechos pedazos, el vacío de ese templo aún seguía, presintiendo una cercanía, una sombra asechadora la cual era ella, iba detrás de él que se lo impidió y sin más, la necesidad de devorarla pacto al azotarla contra la pared y clavarle los colmillos con una crueldad que jamás había mostrado ante los ojos de alguien.

Teniéndola acorralada,  despedazando ese cuello al cual la linfa la derramaba sin beber de esta, masacre poderoso, disecarla, desquitando ese padecer y hacer que pagara con creces, tanto ella como aquel que despertaría de su hechizo y todo se tornaría en su contra.  Así era la matanza del cuervo, picoteando consecutivamente, pellizcando con sus garras para dejar trizas a la peste y después, ¿Qué seguiría? ÉL, él sería el siguiente.
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Mensaje por Invitado Lun Mar 09, 2015 8:49 pm

“Desesperación iracunda por aquello que no encuentra razón”


Sus gritos plagados de furia tenían dos sensaciones en mi interior, como si literalmente me estuviesen partiendo al medio, sentía desprecio y desacuerdo total a sus palabras, forcejeando por dentro mientras mi alma se retorcía y se quebraba en pedazos, jadeando ante el solo sollozos que de mis ojos emanaba, apenas eran dos lágrimas rosadas las que caían por la abertura del asiático orbe. Me quería quedar allí, engatusado entre sus manos, mientras peleaba vilmente contra daños que no me permitían saber su proveniencia. Estaba actuando como aquellos años en donde mi cordura subía y bajaba frenéticamente. Aquel tiempo en donde podía ser una bella flor o un infinito demonio disfrazado de ángel. — Me haces daño, ¡suéltame! — Un grito cuarteado se abría paso mientras observaba aquel único ojo del cuervo que amaba. Furioso, casi lo podía notar de un rojo intenso. El dolor era impertinente en mi cuello, en mis labios, en aquella finura que aún tenía sabor a él. Apreté mi piel, mis hombros, rodeándolos con ambas garras y como un pequeño ovillo temblé los segundos necesarios hasta verlo llegar a la puerta. Quería hundirme en un pozo, poner tierra sobre mí hasta que no pudiese ver la luz nunca más. Pero allí estaba en medio de una encrucijada a la cual no le veía salida. Era el aura tibia de la inmortal me sosegaba, mareaba mis sentidos y quería abrazarla y acunarla en mis brazos, mantenerla así todo el tiempo que ella desease. Y fue tanto aquel anhelo que poco a poco me vi levantando mi cuerpo sin ánimos del suelo, las uñas se aferraban a la madera, ayudándome a incorporarme.

El acercamiento a ello fue como en otro mundo, con pasos lejanos, pero certeros. La tenía enfrente, ¡que belleza más sobrenatural! Parecía como si brillara con esa opacidad que siempre me había gustado, ese ir y venir entre el negro y el blanco y quise besarla, allí aún con Nicolás en frente. Pero su grito me despertó como si de mil golpes en mis mejillas se tratara. Subí los faroles que eran mi existir y me quedé pestañeando, sin saber realmente qué es lo que estaba pensando. ¿Mentira o verdad? No podía distinguirlo y mis labios se fruncieron, apretando con abismal enojo mi carne. Mis cejas se arrugaron en torno a mi rostro, el panorama de ella siendo expulsada hacía atrás y la rabia que de su aura emanaba me dio un miedo perturbador. De alguna forma y por un instante, pensé que ella era muy tonta por hacer las cosas tan abruptamente, pero luego cambió a que su inocencia y sus dulces facciones no eran más que infantiles sucesos que no tenían como fin hacernos daños. Él estaba equivocado. — No Nicolás, te equivocas ell- ¡Ahh! — El sollozo era un desmembramiento interno mientras la figura inmortal se iba hacía atrás, como un pequeño gato asustadizo pero feroz, retrocedía pues sabía que el cuervo podía destruirle el cuello en cuestión de segundos, ¿por qué no lo hacía? Esa pregunta rondaba y quería gritarla; pero mirar sus pequeños hoyuelos sin vida me hicieron negar sublimemente esa petición de mi inconsciente. Era alguien inocente, ¡no podía destruirla!

El abismo era realmente oscuro. Infinito y calmado. Como una capa de seda que cubre tus ojos y acaricia tu piel hasta que tu alma queda relajada en un cristal.

Lo supe pues hubo segundos donde allí estuve, el problema fue que luego de eso, nada tuvo sentido en mi paradero. Me encontré a mí mismo parado en el centro de la habitación, la sangre caía sigilosa en mi mano y podía saber que era de Nicolás, la conocía más que a mí mismo. Mi garganta se agitó en un jadeo cruel y mis pasos se fueron hacía la espalda, rápidamente. Las imágenes consecutivas de una familia que no conocía y el terrible tumulto de ansiedad en mi estómago hicieron que los deseos de vomitar aquella sangre que aún no absorbía mi cuerpo quisiera salir disparada hacía afuera. Y tan solo me dejé caer al piso de madera. Sin hacer ninguna acción en contra o a favor de lo que aquellos dos se disponían a originar. La clara imagen del hueco en el rostro de mi amante me golpeaba, apuñalándome. Necesitaba tenerlo, desesperadamente me puse a buscarlo, a gritarle su nombre con tal de que viniera conmigo. — ¡¿Dónde estás?! ¡Nicolás! ¡Nicolás! Oh, Nicolás, ¿qué es lo que pasa?, ¿qué es lo que estás haciendo? — Con pendiente alta, el tono comenzó a bajar hasta volverse un vil susurro. No podía decir que entendiera lo que estaba pasando, realmente no podía terminar de aceptar aquel descontrol que en apenas unas horas había sucedido. Los bramidos de Skye apenas se escucharon resonando en el horizonte. Y empecé a levantarme, a darme paso hasta la puerta. Quería irme, tirarme al sol si eso era necesario. Mi mano derecha se afianzaba a mi cabeza, estaban pasando cosas, tal como antiguamente. Era un sufrimiento que nunca terminaba de conocer. Como si quemaran mi cabeza una y otra vez, poniéndola en agua fría y caliente hasta que el desmayo llegaba por días entero.

Y entonces les observe. Fue un instante y me acerqué a tironear del cuerpo del vampiro de aura inflamada. Estirando sus ropas, entre llantos intenté apartarlo de ella. ¡¿Por qué estaba haciendo una cosa así?! Aquel enojo era imposible, pero así mismo la sangre que estaba desparramada en mis manos también lo era. — D-déjala, por favor. Me voy al sol si no se separan de una vez. ¡Se los juro! — Un deje de cólera se vio interrumpiendo mi habla, y me fui hacia atrás, mirando a la salida, sí, eso haría, correría tan lejos como fuese posible y así ninguno podría volver a encontrarme. Me hundiría en mi propia agonía de ser necesario.
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Dom Mar 22, 2015 9:48 pm

No hay salvación de tu sombra, todo es fin sin promesas...

Ni el cántico del más dulce arrepentimiento, ni la lágrima más pura iban a acudir para aplacar ese descabellada ave que atacaba hasta a su propia adoración, ¡Ya no cabían las sublimes evocaciones en esta atrocidad forjada!

Pronto se dispersa el sonido de quien colapsa, cayendo entre la evidencia de la linfa, la mancha de un llanto infernal es la carnada de traición. Naciendo desde una sensación aterradora al camino del suplicio, acompañado de una manipuladora belleza que está pisoteando la miseria del cuervo, sus ruinas se desmoronan con la presencia de un reino repleto de vigor. Sufriendo estas penas que le obligan a descender del imperio de un lejano serafín.


¡Exhausto!  Sin límites destruye el parásito que atraviesa las cuencas de esos que alguna vez fueron deslumbrantes ojos, nublado por el odio crea un festín para apuñalar. Precisamente, se descubre su real apariencia, esa aterradora porque le han robado su manjar, ¡Peligrosa! ¡Rabieta asesina! ¡Egoísta criatura indomable!   No debieron provocarle, no debían conocerle, el demonio se presenta al pudrirse en los malditos celos, yendo de una metamorfosis a una plegaria de desgracias. No hacía falta describirle,  ¡Tan solo mírenlo!   Esta descontrolado, le estrellaron lo que le mantenía en calma, lo mataron los pensamientos ajenos,   ¡Se ha muerto el trovador que tejía versos para su musa! ¡Desapareció Nicolás!   Ya no eran necesarias las heridas físicas, podrían degollarlo y no habría tormento alguno porque solo con una interna desfallecía... ¡Estúpido, mil noches eternas la inocencia se viste de estupidez!   


 ¡Sádico!  Deforma la yugular sin compasión, enloquecía su hocico al rasgar con los afilados colmillos la carnosidad disecada. Regocijándose a un placer despiadado, sepultando más que simplemente dolor en ella, acuchillarle el malestar ocasionado, exterminarla era lo único que la boca se aferraba. Siendo oídos sordos para quien le grita que le deje, por él es que continúa, no soporta como la defiende, como ora por ella y esta retrocede, intenta escapar pero el cuervo la tiene opresa con sus garras, la mantiene encarcelada al terror, de nueva cuenta vuelve a usurpar su piel, esta vez fue al extremo, le desgarro el pecho, quemarla en la agonía quiere, ofrecerle una fealdad para que sea ella misma quien se suicide por volverla una monstruosidad.


Sin embargo, hundiéndose en la amenaza de la distensión de defender su posesión, proclamar lo que es solamente suyo, resurgiendo los deseos de luchar al fin por él. 


Una vez bailando sobre el fuego se repela a un desfile en el cuál toda inmune linfa cae...

El pelaje del cuervo trasluce depredador, pero, ¿Que se hallaba en esa mirada? Decepción, acto que le orillaron a liberar el insecto de entre sus garras, incorporándose al percibir la ofensa de esas manos que dejo de reconocer su presencia, girando el templo y escupe frente a ese la linfa sobrante y menosprecio al que imploraba la rendición de aquella.

Cada hecho emergente le afectaba, quiso golpearle, arrancarle los ojos para que no cayera en ensueño y algo peor, estancarle contra siameses de dagas frente al sol naciente. Ser él quien le otorgue las llamas y fue que la inmortal corrió a detener a un completo suicida. ¿Y donde es que al cuervo le preocupe tal advertencia? Él solo observa con la apariencia destruida... -—Ve, no te detengas pero llévate a ella, y solo júrame que es a mí a quien amas... — Emprendió paso hacia él, avanzando sin tomar las consecuencias de sus actos, llegando que se posa ante él y extiende los brazos, envolviéndole entre estos olvidando por un instante a la ciega — Me has asesinado con tus palabras, ve con ella a los brazos de nuestro fulgor, descansa al fin en paz, amor mío.... — palabras susurradas al oído, aliento lastimero que se encarnó en un beso sobre su frente, siendo pronto que le da la espalda y se desvanece su silueta, se aleja de ellos porque en el interior terminaría en llanto por el perdón del otro ya exterminado por sus propias manos. 


¿Qué es lo que hará? ... Perdido se despliega al lecho donde yacía la esencia de quien lo desterró, acudiendo a las sabanas blancas tiñéndolas del carmín por las prendas decoradas de una matanza, así su piel ensucio lo blanquecino, plasmándose el templo con el rojizo de su decaída. Callado permanece, asfixiado por la inquietud de agujas en la mente, confundido por los desnudos secretos que percató de quien le olvida como amante, algo estaba ocurriendo aparte de desconocerle.

Por siempre, en la eterna parálisis del dolor.


¿Qué pasa, si acude al nombramiento de cenizas...
¿Qué será si termina por desaparecer?
 

Solitaria conciencia, flujo de pensamientos abismales, falsedad ante la despedida, ¿Por qué lo dejo ir? Si la inmensidad del sol era el único deseo que compartían juntos, morir uno junto al otro hasta permanecer juntos en la nada, ¿Entonces? Se pregunta si muerto estará, si fue a ella quien le ofreció su última esperanza. 


Y por último se libera una media sonrisa, melancólico y decaído después de una solemne ruptura de horas. Era él,  su voz seguía resonando en espiral en el recinto, asemejándose como a una lejana estrella muriente, que con su voz parece que le está llamando. Y sin pensarlo se levanta del lecho, dejando enmarcado el suspenso en un homicidio en la cama, caminando al aposento quien no oso en acudir a su encuentro, como si presintiera el mal asechándole, descubrir el motivo del porque esta vez no corrió a su búsqueda, pero hay una cosa que le está llevando inconsciente, es un sentimiento que se prolongaba al llegar y sujetar la perilla a la cual giro y de un empujón abrió la puerta. 


¿Que sucedió? ... TERMINO POR FUNDIRSE EN UN SILENCIO, QUE ÉL MISMO COMENZO A RECONOCER Y LLAMO CON LA MIRADA A LA ENTREGA DE ESE ARTEFACTO.

No quiso más, como llego es que se marcho, ¿Que es lo que vio? Se lo guarda y vuelve entre las sabanas, encerrado, queriendo hablar con la soledad y saber si es recibido de nuevo a ella, y que deberá hacer para cuando vuelva a caer la noche y tenga que soportar las jugadas que la ciega le está dando sin ser consiente su querido. Ya que lo único que tenía en mente era proteger lo que le estaban ya arrebatando. PERO, ¿Por qué la dejaba con vida? Porque entre este tormento halló el modo de averiguar lo que guarda la mente de su amado, por él es que intenta soportar esta tortura, intentando no fallar con el plan que apenas esta maniobrando ahora que la cordura encontró al no querer perder aquello que le mantiene existiendo.
Nicolás D' Lenfent
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Mensaje por Invitado Jue Abr 02, 2015 12:46 am

“El príncipe de la angustia volverá a aparecer”


Dicen que el rojo es el color de la pasión, pero solo terror y miedo fue lo que pude apreciar cuando la sangre se alborotaba por las paredes de caoba recientemente acomodadas. Pedazos de piel que no estaba seguro de quien eran caían en mis cercanías y mis manos temblaban, en realidad, todo mi cuerpo lo hacía, pero necesitaba cubrirme los labios y aquellas muñecas no me daban tregua alguna. Las lágrimas pequeñas y destellantes recorrían los bordes de mis ojos, el dolor en la cabeza persistía como una aguja clavada en la profundidad de mi cráneo. Conscientemente no tenía idea por qué estaba sucediendo aquello, qué razón era real como para que esa situación se haya desatado en tal magnitud. Pero muy dentro, en las profundidades donde miles de cosas estaban guardadas y escondidas, tenía la certeza de que uno de los dos o quizá alguien en el exterior, estaba jugando con mis pensamientos y movimientos. Era ridículo creer que con tan solo diez años de inmortalidad podía saber eso. Pero cuando la cotidianeidad en el acto se vuelve tradicional, uno comienza a recordar el dolor. Pero no podía ponerme a razonarlo ahora, la situación no estaba en el mejor de los momentos y pronto me di cuenta que había dejado salir un grito aterrado cuando el pecho de Sky se vio atravesado y desfigurado, su tersa y hermosa piel era despedazada por las garras del cuervo que estaba deseoso de clavar su pico en los ojos celestes brillantes ajenos. Pero no iba a permitirlo, por ninguna razón dejaría que aquella situación terminara con uno de los tres hecho cenizas.

Tironeaba de él, sujetaba sus ropas intentando apartarlo, tenía miedo, tenía tanto terror que la sola idea de sentir una mano de Nicolás golpeándome ya me estaba obligando a correr tan lejos como pudiese. Y eran los recuerdos de las maldades que me había hecho las que afloraban vívidamente. Sentí las esposas sobre mis muñecas cuando de la pared no me podía mover, mi sonrisa lo había enloquecido y me había guardado en una caja. Me habían escondido una vez más en un cuarto solitario. Mordí mis labios sollozando por el recuerdo y negué molesto, quería empujarlo con todas las fuerzas del mundo. Odiarlo de ser necesario, pero allí estaba su aura melancólica y triste mirándome. Se había detenido, me estaba observando y antes de que pudiese decir cualquier cosa, sus labios escupieron la sangre de la mujer sobre mis zapatos y pequeñas gotitas se habían acomodado por sobre mi rostro blanquecino. Mis labios se abrieron de sorpresa, al igual que los orbes que estaban desorbitados del pánico. Me preguntaba si alguna vez había temblado tanto en mi vida, parecía una hoja atestada por el viento y era peor a cada momento que él se acercaba. Quería dar un paso atrás, pero mi cabeza no respondía a mis deseos y un gritillo se plasmó cuando sus brazos comenzaron a rodearme. “Nicolás…” El susurro fue demasiado bajo para considerarlo habla alguna. Me sentía en una frontera, justo en la línea donde la vida y la muerte están separándonos.  Quería desmayarme en su aroma, pero a su vez la mente palpitaba porque me aleje. Y aun así era en vano siquiera intentarlo, sus brazos que me envolvían, parecían acero templado contra una rama de saúco.

“Yo no quise, no, no te vayas por favor” Mi mano se levantaba cuando él comenzaba a darme la espalda, mis ojos bajan al cuerpo a medio desangrar de la muchacha y me se quise cortar al medio, seguirlo y abrazarlo para que me perdonara por lo que fuese que había hecho. Y a su vez acurrucarme con la muchacha, regenerarla lo más rápido posible, pues parecía un saco de huesos con tintura roja arriba. No pude controlarme y fue cuando aquella ave oscura terminó de desaparecer de la escena que mis rodillas cayeron al suelo en un ruido seco y trivial. Me deslicé a ella meticulosamente, y despacio la tomé entre mis manos. La sangre empezaba a manchar cada parte de mi troco, miré al techo y maldije a los mil demonios, ángeles y todo lo que hubiese en la faz de la tierra que no fuese mi amor por aquel cuervo que estaba empezando a desmoronarse por una mujer que había sido caricias de mi pasado. Pero allí estaba, tan hermosa y dulce, con los luceros azules y celestes al mismo tiempo, derrochando un resplandor que era una crisis de solo verlos. Con las manchas del dolor tatuadas. — Haz sido… Muy imprudente Sky, ¿puedes oírme? Háblame por favor. — Supliqué mientras me levantaba con ella en brazos, lentamente iba recordando cómo le había ofrecido mi propia sangre y mis labios eran sellados con amargura. Cerré los parpados y negué desesperado; fue en ese momento cuando la acomodé sobre uno de los largos sillones del lugar. Si Nicolás volvía a aparecer justo en ese instante, ella terminaría muerta por completo, pero tenía que hacerlo, antes de que el sol estuviese en popa. Con la vestimenta ensangrentada y sin siquiera esperar un momento más, escapé rápidamente del hogar, jamás había sentido mis piernas tan desesperadas, ayudadas con la habilidad de levitar, cualquiera en mi camino podía distinguirme y aun así me encaramé en los callejones abandonados, estrujando el pescuezo más cercano para desmayar a una víctima que era inocente.

La última vez que había bebido de alguien hasta matarlo había sido un inquisidor, justo cuando volvía a Paris de haber sido torturado. Ahora me encontraba con el cuerpo de un adulto avejentado que nada se había resistido a mi agarre. No me fijé si alguien me veía, siquiera pensé en oler para que no me persiguieran. Todas las precauciones que había tenido hasta el momento eran destruidas en una noche. Y aun así, llegué a la casa. Sí, podría haberla sanado con mi propio elixir, pero mi mente estaba luchando fervientemente por no destruir aquello que con tanto esfuerzo había armado con aquel hombre. Por ello es que abrí el cuero del saco de sangre y dejé que aquella caiga sobre su garganta. Sky no reaccionaba tan siquiera abriendo los ojos. Pero no era cenizas, iba a revivir, solo necesitaba que aquel dure lo suficientemente para absorber hasta su última gota. —Estarás bien, lo juro. — Tiritaba de nervios en lo que la regeneración comenzaba a hacerse progresiva y la piel grisácea tomaba un color más real. Pero no había sido suficiente para dejarla como antes, los huecos de faltante no habían terminado de curarse y su rostro parecía haber sido golpeado hasta la muerte. Pero lentamente se encontraba con los faroles sin vida abiertos. — Lo siento, no pensé que reaccionaría de ese modo Hero. He sido una carga, ¿podrás perdonarme? — La miraba fijamente y la sonrisa dulce salía de mí. ¿Cuánto tiempo había pasado en lo que había hecho todo aquello? Revivir y sacar todas las gotas de aquel humano me habían terminado por dejar exhausto. Apoyé mis brazos en el borde del sillón, escondiendo mi rostro en lo que lentamente sentía la mano femenina pasearse por mis cabellos, acariciarlos como si fuesen de su propiedad. — Te puedo perdonar, pero, no sé qué es lo que haré contigo, tengo miedo. — Le respondí, dejando que sus dedos siguieran paseándose, el aroma de sus ropas y cabellos no se iban aún con los desgarros en la totalidad de su hermosa figura. Y entonces me levanté, dispuesto a retirarme de aquella habitación. — No lo hagas. Quédate conmigo, te lo imploro. — ¿Qué había sido eso? Tragué saliva y como un idiota me giré buscándola una vez más, dirigiéndome a sus encantos como si fuese un dios en la tierra. Pero el sonido desorbitante de unos pasos me despertó justo cuando estaba agachándome para quedarme a su lado. Me recompuse, poniendo la columna derecha, mirando entonces un ojo celeste que parecía estar pudriéndose lentamente.

Siquiera me tomé el trabajo de procesarlo, lo seguí, dejando aquella muchacha sola sobre los mullidos almohadones. Corriendo para agarrar aquel hombre que era invencible a mis ojos. Y cuando se metió entre las sabanas rojas no pude dar un paso más. “Él es mío, lo fue y lo será por siempre” Retumbaba lejos de mi cabeza. Y no pude decir ni una frase. Me desnudé y como aquellas tantas veces que lo había esperado, mis manos se agarraron a una manta dentro del placar. El silencio reinaba entre ambos, aunque era el sonido de mis dientes romos fruncirse unos contra otros los que destrozaban la incomodidad que había nacido. Mi cuerpo pasó a acurrucarse sobre el suelo, apoyado sobre el borde de la cama, mordiendo mis labios en lo que el llanto se purgaba en reserva. Que el tiempo pasara, que todo fuese una mentira. Eso es lo que gritaba mi alma, en lo que agarraba mi cabeza esperando no tener que combatir contra el grito del cuervo alzado en la comodidad del lecho. 
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