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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Asmodeo Dom Ago 02, 2015 6:53 pm

Me veía buscando a Nicolás en los más recónditos lugares, la soledad hermosa me acariciaba a puñaladas, pero ya no era eso lo que quería, necesitaba volver con aquel precioso niño que con sus labios me daba el mismo dolor que merecía. Su infelicidad, su melancolía, tan pura, tan verdadera. Hundida en una cueva de la que nunca podría salir. Sus gritos como los de un ángel siendo asesinado por demonios. ¿No era una utopía hecha realidad? El deseo de obtener su sangre así como darle la mía era de niveles obsesivos. ¡Nicolás! ¡Nicolás! ¿Dónde estás mi hermoso amante? Los pasos se hacían más agudos a medida que me caía en el calvario de haber perdido esa alma. Había desaparecido, ¿cómo? ¿Por qué? Ni en vida ni en muerte, ni los más viejos de los hechiceros eran capaces de hallar a aquel ser del pesar. Aquella alma hermosa, ¡aquel que con su llanto podía hacer que mi corazón vuelva a renacer! Era imposible, ¡no! Jamás sería imposible encontrar al destino, eso es lo que era la gema de cabellos largos que me pertenecía, la que era para el mundo de las sombras. Los gritos de mi alma se agitaban cuando el abandono se hacía más prominente. Nadie podía contrarrestar la necesidad de aflicción que yo anhelaba. No era suficiente esto, tan solo una prueba de lo que era la verdadera libertad es lo que yo le quería dar. ¿Acaso había ahogado sus penas en una muerte mentirosa?

Mis ojos deambulaban por los cuartos de Paris, por los bosques que no daban sonata de nada, no se escuchaba la epifanía de su aroma, me era imposible encontrarlo y al final, luego de que años pasaron y me dejaron con un corazón vanamente destruido. Mi mente cabalgó por los teatros parisenses, buscando una pista, una señal que me dijera por donde tenía que empezar para poder descubrirlo una vez más. Fue la muerte mi hermosa y trivial compañera, mientras que un vástago que disfrutaba herir me rondaba como un satélite. “Demonio escarlata que bebió de mis penas y ahora huye por el temor a volver a enamorarse, ¿Dónde estás dulce condena?” Parafraseaba mientras le proliferaba la muerte a un perfume hecho mujer de la calle. Ella lloraba mientras el descenso se hacía uno con ella y la arrastraba a las profundidades del infierno donde podría vivir en la tristeza para siempre. ¿Acaso no estaba haciendo yo un bien por esa persona? ¿No era un portador de la verdadera perfección de la vida? Sí, eso es lo que me consideraba y era correcto.
Seguí caminando en mi viaje pesado, por las calles de la ciudad donde todo parecía demasiado iluminado, donde ninguna tristeza era reluciente, todos la cubrían, querían maquillar sus pesadumbres con polvos rosados y blancos, con pelucas bochornosas y despampanantes, mas yo podía ver a través de ellos el horror del día a día. ¡Estaban pidiéndome que les ayude! Todos querían dejar de existir y yo no tenía a Nicolás. Y sin él dejaba que los demás abusen de mis placeres. Y se los entregaba a brazos abiertos, como un demonio vestido de gala. “Cuando me veas caerás a mi lado, Alma mía” El problema es que… si no me ves, no podrás volver a tu nido, a donde realmente perteneces, al mundo de la oscuridad. Al lado de tu amo, aquel que pensaste que te había traicionado y que solo quería darte un regalo, uno de los tantos que con amor tú siempre aceptaste.

Con un traje negro, simple y acomodado, miré un teatro, ah, un teatro de vampiros. Y era real, inmortales iban y venían por los alrededores. Al parecer era un escondite, un lugar de suburbios para neófitos y viejos aburridos. Cerré mis orbes y me adentré, el arte podía darse de muchas maneras, ¿y por qué no disfrutarlas cuando así me era posible? Me metí con sorna, con curiosidad, pero con un apego muy ameno, como si quisiera salirme de la rutina del dolor para hallar una nueva frustración. Es que mi mente se veía atosigada por su ausencia, las estacas estaban hundiéndose. ¡Qué hermoso regalo por parte de él! Que preciosa era la amargura que quien amaba me hacía sentir. Y me senté en el taburete más alejado, me reposé con la mirada brillante enfocándolo todo, tan nuevo, tan especial, no era como antes, nada parecía ser igual y aun así, mi curiosidad se veía atosigada con las nuevas formas que tenían de hacerse sufrir, el amor propio y ajeno, estaba más arriba que nunca y me lo demostraban las obras de teatro que estaban emergiendo, gritando y chillando. ¿Por qué lo hacían? ¿Era un llamado al suicido lo que mi alrededor estaba insistiéndome?
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Dom Ago 09, 2015 10:20 pm

Un viaje sin retorno al interior del miedo...

Se anuncia una presentación ante el diablo. El mundo dejó de ser bello ante la burla del violinista. ¡Si supieran que sus notas les están maldiciendo! No hay cuidado, deben temer a las melodías. Se ha descubierto que aquel que las intente interpretar acaba muerto. Lucifer se ha enojado con el violinista. Lo estaban castigando por no haber tocado una sola vez su violín durante un tiempo. —el tiempo donde olvidó tocar por querer ir a las riendas de un enfermizo amor— se olvidó de él por completo. Pero hace poco regreso entre gritos y deseos. ¡Quiere tocar! Toca, pero no es suficiente, y es que al diablo aunque le entregara ese vacío. Le pidió, le oró, suplico; «He probado cualquier deseo, todos y cada uno son vacíos. Yo solo quiero un último, lo conoces mi adorador, sabes que es lo que tanto anhelo probar. Entrégamelo, y a cambio seré un esclavo quien tocara eternamente en vuestro infierno» era su ruego, su plegaria para llenar ese abismo. «Me entregaré por completo a ti, pero quiero probar mi verdadera muerte»

Este era su más maravilloso deseo, probar su auténtica muerte. Así es, suicidio, quiere conocer la muerte verdadera. No una infame que se burla de la verdadera, no quiere la eternidad llena de majestuosos caprichos. Ni una donde obtiene todo con facilidad. Es aburrido, le pudre el pensar de seguir mofándose de las tinieblas si aún sigue existiendo como un ángel hipócrita. Ya no basta con asesinar, ni jugar con los estúpidos humanos. ¡Dolor, llanto, agonía! Ya dejaron de ser su pasión, ya no es excitante. El mismo reflejo de lo pútrido era todo. Se retorció con cada maldita puta, no putas que abren las piernas, sino, putas en cuanto a lo demás. Cada evocación que anhelaba la obtuvo con facilidad. Y ahí lo demostró con la farsante existencia.

Quiso dolor, y lo obtuvo, pidió llanto y se secó por tanto llorar, rogó por soledad que terminó asqueado. Vivió en un cosmo donde la oscuridad era primera, y después probó uno que se asemeja a la luz y no fue un orgasmo tenerlo. Todo se había tornado al revés, si odio era, amor salía, si llanto vómito, desataba risas. Un teatro barato era. Donde el protagonista era el jodido tuerto violinista. Realmente todo eso se fue desvaneciendo. ¿Por qué? Porque buscó tanto un mundo donde le hicieran sentir, ese que creyó que era merecedor el infierno. Pero hasta el fuego fue una jodida caricia. Tocó hacia el holocausto, la inmortalidad le entregaron, pero ni la locura predominó, ni lo efímero peleo. La música fue un escondite, ahí los peores temores tenía y nadie los supo descifrar. Al contrario aplaudían y gozaban, ¡Estúpidos eran todos! No era un vampiro como la mayoría osa de paladear. Y esa historia con las anteriores palabras contó con su violín:

Vengan, ¡Esto es el teatro de los vampiros!¿Tienen miedo? Deberían tenerlo, Porque, Dios no los protege. El no cuida de los que adoran mi música. ¡TEMAN INSECTOS! Yo que fui un vampiro, hasta que me ofrezca la muerte aquel único que logró conocerme -su amante- los mataré con elegancia. Nota tras nota, como mi existencia se está esfumando. Terminaré siendo un fantasma, un recuerdo inolvidable. Porque fui dejando en todo este tiempo un trozo de carne. Ahora, se quién soy. No soy Luthier; una cucaracha que debió ser aplastada. Ni Nicolás; cuyo espíritu es una farsa. Ese murió al sacarse su corazón. Aquel espíritu perdió identidad; nadie recordó su nombre y fue el primero en ser poseído… ¿Quién soy? Solo un espíritu que está perdiendo fuerza ante sus recuerdos. Porque un cuervo creyó amar tantas veces, pero era solo un juego, dañar era su propósito, alimentarse de las evocaciones ajenas: Se asqueo de la mentira oscura de un demonio escarlata, Asmodeo, de la agonía de ese espíritu, del dolor de su madre y la ira de su padre, de los secretos del mismísimo Lestat, de un recuerdo a su pasado que no olvidará, Asagi, y del sacrificio de Viola... ¡Hasta de Dios probó con su cordero! Elene. Así, de la misma tortura de Mikael, con quien jugaba a ser un amante además. Todo parecía ser un festín, donde el fuerte ingrediente era; ese odio y a su vez amor; Hero, ese que hará que me asesine.

Y con una mirada fija, desconocida ante la comprensión de una evocación, baja del escenario, se dirige hacia la audiencia. Este era un evento privado, aquellos que se fueron, eran los que corrían del peligro, y los que permanecieron, se quedaron a sufrir, Ya que sentenció a los presentes, pedían dolor, aclamaban algún otro misterio, y eso se les estaba dando, el cual, se pagaba con sangre y dispuestos estaban. Y así, las sombras surgieron del centro, apareciendo una hoguera, donde mostraban máscaras como rostros reales. ¡JAJAJA! Más no hay nada, son espíritus malignos en busca de sangre. De manera que inicio el verdadero espectáculo, ese donde nadie podrá contar.


Última edición por Nicolás D' Lenfent el Jue Oct 08, 2015 1:05 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Asmodeo Dom Ago 30, 2015 6:20 pm

Los rostros blancos, ensimismados con terror, que bailoteaban como aves miserables en la pasión de quien los controla. De quien locamente está moviendo su cuerpo tal cual si el mismísimo demonio lo estuviera poseyendo. Era tan perfecto, tan elocuente en cada paso que hacía, fomentaba el miedo de la muerte, pero la suavidad de ser una persona con amor al dolor y a ser maldecido por mil años más. No había luz alguna que pudiera contradecirme en mis pensamientos, en lo que gritaba todo mi ser ancestral y podrido. ¡Era Nicolás! -Y la descomposición iracunda de ser el que quiere mentirme y no puede, estaba dispuesta.- Perfectamente mentiroso destino, ¡mi hermoso luzbel estaba corrompido hasta en su rostro! ¡Magia impura que no era capaz de compensar todo lo que mis deseos así querían! La ira invadió mi ser y el placer corrompió mi mente. El daño se prolongaba en mi pecho al sentirlo distante, lleno de poder y de exactitud. ¿Acaso todos los años de esfuerzos habían sido destrozados por mi propio amante melancólico? ¿Acaso él había muerto de una forma atroz por no dejarme amarlo con verdadera razón? ¡No lo comprendía! La verdadera pasión y la adoración descontrolada que era la verdad de nuestro único mundo. Nos entrelazaba en las sombras, en la oscuridad latente que nos lamía con excitación hasta hacernos perder en la locura entre el dolor y el placer. Los adornos muertos a su alrededor eran esmeraldas en descomposición y las lágrimas de las que me había enamorado estaban perdidas en medio de la luz que empezaba a recorrer a mi adorado trofeo eterno. El humano que siempre había tenido entre mis brazos y el cual había liberado solo para darle un poco de paz… Me había engañado. Y ahora parecía haber recorrido un camino lleno de parsimonia. Gritaba maldad y eso me entusiasmaba. Quería hacer correr la muerte y yo estaba dispuesto a dársela como un regalo del diablo. Sin embargo, eran sus gritos lujuriosos los que me encomendaban en el silencio de la angustia.

“¿Quién eres? ¿Qué has hecho con mi Nicolás? ¿Por qué la muerte está tatuada en tu alma? ¡La eternidad no es algo que estaba dispuesto a darte de esta forma tan detestable! Ahora no puedo más que recurrir a una jaula, a una maldición en donde exclusivamente puedas verme a mí.” “Que sean los retazos de cólera que como una marchitada rosa te arañen con sus pinches de acero. Mi amante desmedido que como un poeta te has suicidado. Buscando dejarme vacío, ¿qué parafernalias son las estoy sintiendo en mi atorado corazón inmortal?” Los pensamientos en mi mente empezaban a demostrarse en ojos rojos e incandescentes, enojados y frustrados. No me estaba dejando alternativas. Y fue cuando se paseó por los costados, por el camino donde la gente no estaba, acercándose con el aura fuerte y sórdida. Me levanté de mi asiento y alcé la mano. Eran los sonidos como navajas que penetraban mi alma y aun así no había nada más que yo pudiese hacer por él. ¡Vuelve a mí, hermoso niño que alguna vez me amó y que volverá a amarme! ¡Vuelve porque soy el único que podrá darte el dolor que necesitas para siempre! Si de ser necesario desmembrarte para que me adores, lo haré. Todo sería cuestión de que te arrodilles, una vez más, tan solo una vez hasta acariciar tu cuerpo como un velo blanco eterno y adorado. Desarticularía sus extremidades, porque un ser inmortal es lo que tenía en frente y así como mi castillo había sido levantado, estaba siendo corrompido de un firme mazazo en la estructura. — Te he regalado el dolor más hermoso, que ha sido la soledad. La despreciaste con tus secas lágrimas y ahora no puedo escuchar los latidos de tu hermoso palpitar. ¿Qué has hecho que ahora un violinista enternecido es lo que está frente a mí y las llamas azules que intentan lamerme me dan un placer que angustia mi pasado? — Pregunté vibrante, con los dedos estirados hacía él. La sala estaba a la mitad, muchos se habían ido pues parecía que solo algunos sabían que luego de la “última” función se esperaba algo mucho más alucinante. Y la razón de que yo había esperado era tan sencilla como si el mismo destino me hubiese llamado a encontrar lo que desde siempre había sido mío. ¡Mío por siempre! Era mi musa, mi gran formador de poesías malditas que se transformarían en sangre en poco tiempo hasta romperse en delgadas hebras de materia gris que saldría de los cerebros humanos que no importaban a nuestro alrededor. Y eran ellos los que miraban, sin saber en absoluto qué estaba pasando. ¡No se daban cuenta de lo que estaban presenciando! Era un reencuentro clandestino de dos deidades destinadas a estar juntas para siempre. A no separarse jamás, más que por placer del mismo amor. ¿Acaso Nicolás había olvidado todo? ¡La locura estaba poseyéndome! — ¡¿No recuerdas mi amor, mi Nicolás, el amor que te prometí por siempre?! ¿Acaso pensaste que la eternidad sería un motivo para escapar del calvario de las sombras que nos une y que yo, Asmodeo, con el nombre del verdadero demonio, debe matarte para darte la felicidad eterna? — Conjunto al susurro de la melodía que daba su violín, aquel que estaba ultrajando parte de mi hermoso amante eterno, yo hablaba, hablaba intentando saciar el dolor de verlo convertido en un ser de piedra, de inmaculada eternidad que no podría ser corrompida más que por el sol y el calor. ¿Entonces debería yo darle llamas rojas a su ser para que así recuerde a quien le pertenece en realidad? ¡Romperle los huesos hasta que mi nombre sea dulcemente pronunciado con sus turgentes labios rosados que vibraban con una maldad que jamás había podido presenciar! Tantos cambios, tanta diferencia, mi corazón quería vivir y quería morir, quería ser lastimado hasta sangrar azul.
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Mar Oct 06, 2015 9:06 pm

La burla de la muerte…
Y el barquero espera junto al cruce donde las animas sin esperanza caen y observan desde el fondo, como la vida se les escapa, y como la muerte canta dulcemente una canción de cuna para ahuyentar el miedo, ese temor a desaparecer por siempre, y solo es calmado por el cántico de la fría desolación del espectro.


El espectro surge incontrolable ante el llamado interno del dolor, pues no hay hechizo ahora que pueda contenerlo. Entonces la melodía de la muerte acaricia a la soledad destructora. Pero es ajeno, todo lo es. Arrulla la aflicción ajena, ¡Burlándose de querer y no querer! …Quiere destruir esperanzas que ya deben morir. Ya no más redención ni súplicas vacías, ya no más misericordia ni piedad, pues su sed de agonía invade confundiendo la mente como a un lunático; la desesperación siente, reconoce que la audiencia teme, y el aniquila la posibilidad de salvarlos. Si supieran que prenderá fuego al teatrillo, que arderán después de este espectáculo. Ya que, el diablo vino a cobrar almas, si humanos habían ya sentenciados se hallaban, pero si muertos estaban, sus cuerpos serán envueltos por el fuego y aquel que logre escapar, maldito estará. 

…Mientras el fuego azul bailotea en la hoguera, el humo es el veneno que se esparce, las hierbas que habían sido depositadas eran el mal, los limitaba a la conciencia, el caos es y será siempre la magia oscura que los está hechizando. Y el dueño de este mismo caos, se mofa, sigue burlándose con el violín, escucha los pensamientos; Miedo, fascinación, dulzura, dolor, tristeza, felicidad. Toda una gama de sensaciones prescribe, está siendo un devorador de evocaciones. Y de ese modo, resuenan las carcajadas, gritando por humillar el temor de cada presente. Y uno en especial, hay una mente que conoce pero que juega con ella. Rememora sus palabras pero dirá que es desconocida y desgarra esa piel con el profundo padecer que merece, con el corazón hecho cenizas, torturar mientras la realidad se limita a enjaular sueños, enmascarando la real bestia; Esa que decide si oscuridad hay, la que se divierte hundiendo a todos a la angustia. « ¿Quién habla?, ¿Quién es?...Heme aquí: ¿Qué me quieres? ¿Por qué interrumpes mi pensamiento?... No soy, y soy, puedo decir que soy un espectro, pero todos me vigilan. Mira a tú alrededor, y después mírame. No confíes en la carne, porque soy como el fuego azul… ¡Cállate! No conoces nada, hablas de un amor pero las criaturas no se atan a nadie, ¡Somos bienaventurados! ¿Cómo es que conoces quién es Nicolás? ¿Acaso una mentira te ha traído hasta aquí? No soy de nadie, un ave fui; Volé y descanse con quien me acogió entre sus manos, me alimente desenfrenadamente y algunos creyeron que conquistaba su alma. »

Y ahí, una silueta, el violín parecía ser aquel cuerpo, quería tocarlo pero para destruirlo, sus manos se negaron a seguir tocando y a cambio de ello, callo el violín, pero siguió un eco, los brujos empezaron su acto, era momento de sangrar los tímpanos. Era tiempo de que desnudara la verdadera crueldad de un inmortal en su quimera. 

— ¿Quién eres? —Interroga, con una mentira, bien su imagen la recordaba, más desdeña que la pupila le vea, ¡Quisiera arrancarse el único ojo! Cegarse ante la miseria. 
—Con esa agonía tan desmedida de querer aparentar fortaleza, hace que decaiga cada vez más la arrogancia que yacía postrada día a día sobre tus hombros. Sabía que un momento llegaría el inmortal creyéndose lucifer, pues no había momento en el que no se mostrase sin degenerada altanería un muerto. Más, no somos lucifer, eres tan insignificante, y lo peor de todo es que no hay momento en el que no te vea tan vulnerable. Acércate, camina hacia mí, dices ser mi creador pero no lo eres, porque desmembrado ya me encontraría. Como lo estoy siendo ahorita. — respondió a la que se creía puta de Lucifer. Jugaba con el instante, se blasfemaba en sus adentros como las cadenas que parecían decorar el lugar, ya que estas fueron soltadas, cayendo hacia la audiencia. Ellos eran las víctimas. El entretenimiento apenas comenzaba y no podían escapar, el humo del fuego los debilitó, plantas para adormecer el cuerpo.

—No me mencione en tus intentos de poesía. No es amor, ni es odio, no es nada y lo es todo, mi templo solo pide desquitar los morbos de mis pensamientos, torturar aclamo. Es incierto mi deseo, primero desmembrar quiero y en seguida ansió enloquecerlos con su propia agonía. Así soy, mientras arranco más sonrisas hilarantes del propio dolor, abriré más la herida para que salga toda esa sangre maldita infectada con las rosas de un supuesto amor. Ya que creen que es por amor cuando lo hago. Pero mirar a través de esta pupila, soy solo una orgánica corrupción, un contagio séptico, inmundo podrido, rastrero y abominable, esto es y será el insulsa espectro, y ustedes son el ganado que pende del sutil hilo sentimental, evoco ahora la muerte, consumó la vida y provoco esa pena dolorosa; si solo la perpetuidad mortuoria danzara sobre la escoria, la violeta y singular demencia cambiaría el rumbo de aquellos despreciables cuerpos. ¡Salir ahora de mi podrida mente!, liberar esa perfecta forma demencial...¡Escucha atentamente...! ¿Puedes oírlo? ahora nos está llamando, imberbe rastrero y maldito inmortal ¡Calla! Los milenios no son nada. ¡Escucha la música! Que solo suena en el silencio y en armonía con la risa hueca de un perdido en la falsa realidad. Estoy aquí creando mis propios mundos, destruyendo sueños y ofreciendo calamidades, los sentimentalistas caerán bajo el embrujo de la lírica irreverente de quien mueve los hilos en este mi mundo, en esta mi creación, en esta tu última noche de paz. Porque el fluir de la sangre es también mi dulce mentira candente, sublime y perfecta, llena de deseo de muerte y devastación, la sangre es y será mi camino hacia la inestabilidad mental que tanto adoro poseer, pues estoy aquí, frente a frente a este teatro intentando dibujar con la esencia de la muerte esas pesadillas, porque mi señor tiene hambre. Y tú serás el ultimo de esté montón con quien juegue.

Arrojó el violín al escenario, era un momento de distracción en lo que embrujan las cadenas, Y solo aquellos que conocían de la maldad mental del espectro, reconocían que esto no era un sueño, era la realidad jugando oníricamente. Y de tal índole, el hueco de su ojo derrama sangre, tenía que pagar a los demonios por ese espectáculo, la sangre era el precio y estaba dispuesto a entregarlo. De esa manera, continua, gritan, ruegan que retiren las cadenas porque uno por uno eran tomados, con cada uno era un retozar tortuoso, donde solo la sangre era ofrecida al fuego y los brujos lo esparcían como ofrenda a los muertos presentes.
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Mensaje por Asmodeo Jue Dic 10, 2015 7:53 am

Esporádicamente comencé a negar, suspirando, arrogantemente rechazaba toda esa parafernalia que tal hermoso luzbel estaba haciendo para mí. ¡Qué hermoso el regalo que él me quería dar! Sangre y dolor a borbones. Más yo no deseaba eso en aquel entonces. Quería sus labios, acariciarlo y amarlo con locura, hundirlo entre mi carne para que sienta los deseos que desde siempre engendró. “¿Qué estás haciendo espina mía? El clavo más dulce se puede abollar más profundo que la sal y puede doler con más angustia que la felicidad” Mis ojos claros estaban puestos sobre su figura, sobre sus dedos que temblorosos dejaban caer su instrumento. ¡Llora! ¡Quiero escucharte llorar Nicolás! No podía parar de pensarlo, de desearlo. Estaba inmaculado en mi lugar, observando, distante y rastrero, como los humanos iban cayendo uno a uno. ¡Era una ejecución masiva! ¡Una masacre! Y no podía disfrutarla al ver como ese amor me repelía. Pero me acerqué, mirando el fuego azul como si fuese una maravilla, sonriendo con los dientes enmarcados, mostrando unos colmillos deseosos por devorar, observando entonces el hueco que estaba en su ojo. Le habían maltratado, le habían matado y nada de eso había sido yo. “¡Te di la libertad que querías y ahora despotricaste todo, arruinaste tu cuerpo y tu alma, que son mías!” No podía contener el enojo, quería magullarlo hasta hacerlo jadear. Observaba la magia en los alrededores, la llamada del infierno en donde yo mismo podía renacer. Una excitación constante que hacía que el placer baje por mi cuerpo hasta terminar de avivarme entero. Y Nicolás caminaba en dirección opuesta a la mía. ¿Me estaba llamando acaso? ¿Quería entonces que forcejeé su mente hasta hacerlo caer a mis pies? Como en el viejo “entonces”, donde su cerebro era un festín de atrocidades.

— Ah, ¿jugaremos al juego del que no conoce? Puedo leerte, sé todo de ti, ¡¿Cómo puedes querer engañarme?! ¿Acaso no me amas como yo lo hago? Acércate, no te escondas, ¿me odias? Hazlo, ódiame tanto como desees. Shhh, pequeño cántico desalmado, nada puedes comprender. Estás triste, lo estás porque te abandoné. Pero he vuelto, estoy aquí para volver a tenerte entre mis brazos. ¿Devastación, plasma, muerte? Puedo darte todo lo que quieras. — Aclaraba con soltura, acercándome a él como si eso fuese lo más normal del mundo, pasando mis yemas por su hombro. Había volado, había usado los poderes inmortales para apegarme a su cuerpo tan rápido como el mismo aire a su alrededor. Y olía la postrimería. ¡Ese no era el que yo quería! ¡Estaba muerto! ¡El alma que yo amaba ya no podía sufrir! Y enojado y frustrado fue que me giré, cubriendo con mi palma la mitad del rostro. — ¡Qué tragedia! Mira ese llanto, mira tus lágrimas de sangre y sal. Así jamás podrás sentir la pena como tú la quieres. Aunque yo te amo, te amo tanto que te quiero así. Me perteneces, deja de decir insensateces. Sabes que la verdad solo está escondida en mí. ¿Éste es mi regalo de bienvenida? ¿Todo esto es para mí? — Pregunté, mirando a los costados, observando como el flujo dulcemente era esparcido por los costados. ¿Acaso me estaba invocando para poder hacer el amor? Le sonreía con demencia, moviendo el índice a ambos lados, refutando todos esos presentes, dejando salir un suspiro en tanto evadía en la totalidad lo que estaba a nuestro alrededor. Me impuse frente a él, esbelto, con esa mirada de tristeza, con la mitad del rostro ultrajado. — ¿Así que mi amado Nicolás quiere jugar conmigo? ¿Quién es el que tiene hambre? Ahh… Te ves tan fuerte; ¡como un rayo de luz solar que quiere atravesarme! ¡¡Como una pequeña ave en la mañana que me seduce para abrir las ventanas y marchitarme hasta volverme cenizas!! No, no, no Nicolás, tú no puedes hacer nada de eso. Ahora me dirás, me dirás quién fue aquel que abrió tu mente y te sanó todas esas heridas que estuvimos años construyendo. ¿Quién te hizo esto y te alejó de mí? — Casi supliqué, rebatiéndome entre la vida y la expiración, enloqueciendo que mis adentros estaban retorciéndose. Y no hice más que alzar la vista, resentido por todo el manjar echado a perder. Y busqué el ojo podrido que le quedaba y pasé el dolor por sus entrañas. Apreté los dientes hasta que estos rechinaron junto con las almas humanas que estaban terminando de morir. Infringí el tormento que como herencia había tenido en mi mirada, busqué hacerlo retorcer hasta que se calmara. ¡Sí! El suplicio era una anestesia para el ave que siempre me había amado. ¡Más y más! ¡Sufre hasta verte reducido al suelo para mí! ¡Eres mi esclavo, mi amante y mi otra mitad! ¡¿Por qué ya no me amas?! Gritaba con locura por dentro de mí. Encontrándome aislado de la realidad, sin importar que un fuego caluroso esté por acercarse a todo. Inhalaba el humo como mi propio néctar. ¿Acaso era venganza? ¿Por qué? ¿No le había dado acaso, todo lo que él más deseaba? Desconcertado, mis pasos se iban acercando más y más a él. Apoyando el índice sobre mi barbilla, frunciéndola con desmedido coraje. — ¡Mi amor! Explícame entonces qué está pasando. Cuéntame todo de ti, disfrutemos el reencuentro que será por siempre. ¿No te parece? —
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Dom Ene 03, 2016 10:33 am

Un iracundo, es lo que se presenta ante él, ante la audiencia, ante el fuego danzador. Renaciendo esa relación con el objeto de consumo, la adecuación con el entorno; es de placer, la sicalipsis finaliza cuando devoran. Mas no reconoce que ya es un animal el violinista, quizás varios y no se da cuenta o trata de disimularlo Asmodeo, el demonio escarlata que comenzó a pasearse por su mente, viniendo esas remembranzas de cuando era pequeño, de cuando fue tomado por él. ¿Por qué justo ahora vienen los pecados inexistentes? Debía de seguir ardiendo, eso era pasado. Todo desapareció cuando fue convertido. Ya no más carne candente, no más Luthier o Nicolás, todo eso eran recuerdos de un miserable humano. Y lo deshecho al envolverse la madera del violín por el fuego. Aunque, su mano, en su interior lo aclamaba, despertó su cuerpo, que de inmediato se deshizo de ese agarre, caminando al sendero de la bestia.

—Dime, ¿Quién soy? ¿Qué es lo que sabes de mí? Ay, menesteroso demonio escarlata, me causas burla; Claro que recuerdo tu rostro, tu voz, tu tacto, puedo decir con exactitud que se todo de ti, que por el nombre de tu amado Nicolás sigues existiendo. ¿Duele? Puedo sentir una congoja inmensa que surge desde tus entrañas, de eso me alimento, me satisface tu nefasto sentir, más mírame y dime, en verdad ¿Me conoces?, ¿Me abandonaste? … ¿Tristeza? Porque siempre he sabido una cosa, nunca fui tuyo a conciencia, más siempre huía de ti, trataba de escapar y peor, me enamore del arte en vez de ti. No me hables de alguien que ya feneció, tu Nicolás murió. Y te diré yo mismo las réplicas, veo que el encanto que represento no te permite salir del sopor.

Alzó la falange, dando la señal de que se alimentarán, cada sombra maldita fue hasta su cena y los devoraron, uno tras otro, mientras que unos poseen a los vampiros, guiándolos al fuego, siendo este una puerta secreta, una al limbo del miedo, ahí sufrían. Esto era lo que realmente pedían, un espectáculo inolvidable por el tormento de cada uno.

—Yo amé y amo la romántica muerte, porque, uno se puede suicidar de mil formas distintas, sin morirse en realidad. Siempre ha sido de esta manera, nunca experimente la libertad, más alguien me la presentó de una manera hermosa, con un amor autodestructivo me la obsequio, no eres tú el dueño de la libertad, y nunca has sido digno del festín que represente y que sigo siendo pero esta vez solo a la muerte. Mírame, percibe, ¿Escuchas acaso un corazón latiendo? Tú Nicolás, ese ser del que enamorado estas, ya no existe. Deja de engañarte por mi pasado. Te enamoraste de un llanto, más dime, ¿Puedes verlo, oírlo justo ahora? ...no, yo deje de llorar, había llorado tanto que ahora me he quedado sin alguna lágrima, me las han sido robadas y lo único que me quedó es el olvido de como llorar.

Asesinos los dos; Mirándose, malográndose, cicatrizándose mientras la agonía los enloquece para que se emprenda y concluya, concluya y emprenda sus pesados para el presente.

«Esto no es un espectáculo para ti, demonio escarlata, es para mi señor, para mi amante, para mi hermosa oscuridad, para mí mismo, para alabar al monstruo que representó. ¡No pretendas adueñarte del momento! Te dije que jugare contigo, oh, sí, te enseñaré cómo es que se debe de dar dolor para que te recuerden, aprende de mí, instrúyete de cómo se debe amar al placer, a la agonía, al dolor exquisito... Yo soy la cruda verdad, y lo sabes, estás aquí por mí, mas no estoy aquí por ti»

—Sí, amo a un Luzbell, lo amo con demencia, más de lo que tú llegas a amar. Estoy aquí presente, esperando que este amor me acabe, mi único deseo es disfrutar de la muerte verdadera, que ese amante mío, me regale el recuerdo de cómo se siente morir. Al igual que mi odio lo ha poseído, en realidad todo de mi…así que no hay sentimiento alguno que se asemeje a un amor para ti.

Cuando él se giró, el violinista se hinco, la linfa seguía recorriendo el ojo, ya que la magia negra lo carcome, se expandió esa sangre como a una sombra porque el conjuro se recita. Mientras sigue las habladurías de aquel. — No es un llanto, he hecho un contrato, intercambie mi sangre por placer. —murmuró, ardían sus orificios, ya que ambos ojos derramaban sangre, siguen esa línea y al final se va desprendiendo el hilo, hasta que termina de derramarlo y queda la mancha de ello. Alzó su rostro, mirándolo, eran verdades dichas más su cuerpo era todo lo contrario, ese maldito espectro reconocía el calor proveniente de él, quería ser alcanzado por el que intentaba controlarse. Su mirada, le dominaba, parecía ordenarle y su cuerpo se pone a su merced, ¡Maldito espectro! Si lo mantiene dormido, ahora era inútil, quería llamarlo.

—Estoy hambriento de tu suplicio, ansió beber de tus únicas lágrimas, quiero y hare que llores en mi boca, veo que este es el comienzo de una gran jarana….pero, ¿Por qué me preguntas? Si dices, ya saber todo de mí. —Sarcasmo, excitación, ansiedad producida y el momento llego. —Ven a mí...
Demandó, intentando levantarse, una sombra pasó a su lado, realizando un corte a su yugular, fue profunda, suficiente para que fuera bañado de su propia sangre. Tal y como fue acordado, comenzaba a pagar, más la sorpresa fue el dolor causado. Un inmenso dolor que le hizo volver a caer de rodillas, como un trueno feroz sepultándose bajo ese teatro.

Contemplando caricias siniestras en ese dolor gratificante, revolcándose ante la dotes de su huesudo templo al caer, arqueándose, presionando los dedos de los pies contra el suelo, el sentir lo traicionaba, su interior lo entregaba pero trata de resistirse, de no aclamar más de esa pasión forjada, encerrando los quejidos al morderse el labio, bañándose por completo de linfa, estaba pagando más de lo debido, y todo por un juego que nunca imagino que sería parte de su existencia.
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Mensaje por Asmodeo Dom Feb 28, 2016 10:32 pm

¡Me desgarraba! ¡Me estaba hundiendo en la zozobra de un terrible e idolatrado festín de maldad! Sus palabras revotaban como filosos vidrios recién cortados, me arañaban absolutamente entero, destruyendo mis órganos, queriendo que vomite sangre. ¡Pero estaba tan muerto que era imposible que algo así sucediera! Mi hermoso Nicolás se había vuelto de un corazón duro e incompleto. Nada latente y completamente seco. ¿Cómo podía mostrarle el dolor verdadero si toda esa efímera poesía que era él se deshacía en tinieblas confusas? No existía el llanto ni el goce, mi amado querubín había sido destruido, el compás del tiempo y ya no era tan exquisito como antes. Yo lo amaba igual, ¡podía aceptarlo aún con ese pedazo faltante! Simplemente tenía que agacharse ante mis pies, besarlos y necesitarme como siempre. Y no lo dejaría jamás, no volvería a abandonarlo en ese mundo de apestosa felicidad mundana. La creencia de que la libertad arreglaría sus lastimaduras para luego hacerlas peor no había sido más que una terrible confusión y mentira.

“Querrás llorar, querrás caer, mas el abismo como una rosa roja, pertenece al vacío que existe en tu alma”

¡Un alma que era mía! Estaba con fuego en mis ojos, negando, rotundamente, una y otra vez, desesperado por tratar de comprender qué pasaba, el teatro me había mostrado una hermosura destruida, él con el fuego, atravesándolo todo, tan hermosamente que, ¿no era hora de hacer el amor enfermamente? — Ah, doloroso pétalo, si entonces me recuerdas, ¿por qué tu rostro no está llorando por un perdón? ¿Por qué no gozas de éste dolor casi eterno que me estás haciendo sentir tal como todo lo que yo quería darte? Estás confundido, solo tienes vagas ideas del pasado, pero son una falsedad, están escritas con un mal pincel.— Alcé la mano y con una gracia superior fue que le sonreí, mostrando esos colmillos turbulentos, sentía en susurro de las personas, como una actuación inacabada, pero se iban, tenían miedo por el fuego que podíamos destilar, había temor en las miradas de los humanos y quise alcanzar uno, devorarlo entero, hasta los huesos. Sin embargo, el de apariencia joven y desperfecto me estaba observando con tanto odio, ¡tanto resentimiento, repugnancia y manía! Que sentí la presión elevándose en mi pantalón, jugoso por maltratar a quien osaba mirarme de tal manera. ¡Él se estaba confundiendo! Pues yo era el mismísimo demonio traído desde el infierno para mostrarle los más hermosos pecados, en miles de formas distintas. Demostrarle que con el dolor estaba el arte y con la poesía se podía encontrar la salvación verdadera. — Falacias. ¿Crees, mi hermosa y frágil empolladura de cuervo, que algo tal banal como la muerte podría separarnos? Acaso no te has dado cuenta, ¡que la muerte siempre estuvo uniéndonos y que lo ha terminado de hacer ahora! Éste era nuestro destino, puedo aceptarlo. — Me apresuré a cortarle el camino, siguiéndolo, tomándole entonces de la mano, acercándolo siniestramente a mí, escondiéndolo, como si fuese mi propia creación, entre mis alas tenebrosas. Y suspiré, olisqueé, nada era como yo quería que fuera. ¡Me habían tendido una trampa para la cual no estaba preparado! Odié y odié en ese instante, el flujo de la sangre me volvía un caníbal sin represalias, pero me sostuve intacto, apretándole entre los brazos de belcebú. ¿Un luzbel lo había enamorado? La historia de Gomorra podía ser así de verdadera, que daba miedo. Sostuve mi agarre, mis milenios estaban allí, demostrando el poder en un deseo escalofriante. Mis labios se pasearon por la piel de su mejilla y con un halo maldito me fregué en su carne. La maldita existencia de la brujería estaba tomando a mi Nicolás, al único querubín que terminó por enamorarme. Nada de lo que él decía tenía lógica, ¡era imposible que alguien pudiera amar más que yo! Con todo el desprecio, la aberración y la infinita pasión que podía darle. Y negué frívolamente, observando como el ensagramiento se hacía más y más. ¡¿Por qué perdiste en tu propio juego!? Me pregunté y con sorna me llegué a su rostro, observándole como si un plato suculento estuviese frente a mí. — ¿Quieres morir? Estabas esperando a verme para matarte tan hermosamente… Y no, no va a pasar mi precioso. ¿Llorar? ¡Quieres que llore por ti! ¿Por qué no me lo dijiste antes? Solo tienes que esforzarte un poco más y te aseguro que unas lágrimas como un fénix van a resbalarse. Pero por ahora, bebe. ¡Odia vivir un tiempo más, recién acabo de llegar! — Obligué entonces a que mi sangre cayera sobre el cuerpo ajeno, en los labios, la linfa caía haciéndome exhortar con ganas la pelvis y todas las zonas erógenas que aún palpitaban por dentro. ¡Terrible seducción! Corté más de mi muñeca, aplastándola contra la boca del otro, buscando con mi aura aquella de un brujo oscuro. La maldad estremecía el ambiente. Observé su ojo faltante, ¡todo de él era diferente! Estaba a medias, había poco para salvar y me preguntaba si estaba dispuesto a empezar a de cero. A volver al entrenamiento del suplicio otra vez. Y sonreí, claro que sí, claro que si era por él estaba dispuesto a buscar el dolor profundo en su corazón hasta que el Nicolás vivo volviera a resurgir. Aplasté entonces su cabeza, evitando que sus colmillos pudieran lastimar algo más que mi brazo. Y lamí su propia linfa, esa que caía en su rostro, en su cuello, en sus hombros. ¡La probé por completo! Era la misma que años atrás había amado. Y resurgió la llama en mi mirada, me reí siniestramente y me abracé a aquel cuerpo sin vida, chupando, lamiendo y recitando los poemas viejos que alguna vez había creado para él. — No pienses en esto como una venganza, recuérdalo como lo que es, la razón de tu existencia, soy yo. Nadie más. ¿Te enamoraste para poder sufrir la pérdida de un amor? Eres increíble. Lo disfrutaré, lo apreciaré más de lo que lo estoy haciendo ahora. — Pronto partiría, ya lo había visto, ya lo había saboreado y ahora nunca más podría escaparse de mí. Solo esperaba una respuesta, un temblor nuevo, pusilanimidad entera y perfecta para la próxima lección, para aprender como nunca antes habíamos podido.
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Jue Abr 07, 2016 1:19 pm

¡El banquete de la umbría! ¡El festín de los hechiceros! Al fin el diablo está contento, al fin Luzbel ha liberado por el momento a su violinista. Porque ha pagado con la sangre prometida, efectuó una vez más el tuerto para el diablo. Había pedido que tocara para él la más sublime melodía que lo represente, que sea su llamado, y ahora, quiso probar de su locura, quiso arrancarle su sangre en un acto siniestro. Pero está furioso, nunca deben hacer enojar al rey de las tinieblas, y menos después de alimentarse. ¿Por qué? Porque han de pagar el precio con ello, y de la peor manera.

Justamente, desquiciado, excitado, vehemente está Nicolás, ardía, le quemaba su abertura, el proceso de restauración se atrasó por la gran pérdida de sangre, pero necesitaba más. Y aquel maldito que le mira como dueño absoluto de él. Repudia, desdeña con un horror inimaginable, quería destruirlo. Si, desmembrarlo, jugar con él, pero era un sentimiento devastador, uno que quiso perseverar por temor a sentir placer. ¡Maldito seas Asmodeo, maldito seas! …

— ¡Ha! Vuelves reclamando mi presencia, vienes con un descaro imperdonable, ¿Quieres que te recuerde? ¿Quieres que te llore? ¿Qué más quieres?... ¿Perdón? ¡Cállate! ¡Cállate o te degollaré! Tantos años juntos, tantas cosas y aun, ¿no temes por mi demencia? Debiste seguir desaparecido, ¿A qué vienes? Has perdido, ¿Que se siente de nuevo saber que no soy tuyo? ¿Dolor? No, es muy poco, quiero más, mas hasta que no soportes.

Provocación, ira, odio y befa mezclados en su timbre de voz, alzándose de la manchada alfombra, y camina, derramando gotas de su yugular, escasas gotas sangrientas. — ¿Confundido? Asmodeo por favor, si estuve confundido fue porque así lo quisiste, o, ¿Por qué me negaste los recuerdos del pasado? ¿Por qué hiciste la atrocidad de hacerme a la imagen y semejanza de tu amado? Él está muerto, por tu culpa. Tú mismo lo has asesinado y vienes a mí diciéndome ¿Que estoy confundido? El maldito pasado, solo es eso. Y si sigues aferrándote a él, hazlo, pero no conmigo, no soy tu pasado, no soy nada. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me arrebataste mi destino? ¿Por qué?

Se agarró la cabeza con ambas manos, le lastimaba, era una presión que emanaba con pesadez. Estaba luchando por deshacerse del pasado, de ignorar las remembranzas que le golpearon su mente, se negaba a aceptarlo, a aceptar a Asmodeo de nuevo. Lucharía por liberarse, ¿Qué más daba? Si muerto ya estaba…Pero se negó a mirarlo, no quería ceder, su maldito vacío le gritaba dolor, daño, sangre, todo comenzaba a ser controvertido, él lucha por finalizar esa actuación, pero en su interior no lo comprendía, este quería seguirlo.

—La muerte siempre ha sido mi fiel amiga, mas, ¿no te enfurece saber que otro gozo de mi sangre, que me arrebató mis últimos latidos y me ofreció el beso eterno? ¿Qué se siente que solo le pertenezca a ese quien me dio la eternidad? No fue la muerte quien nos separó, fue él, él que me unió a su templo, me hizo parte de él, y solo con él estoy unido… Deja de hablarme como si te pidiera permanecer a mi lado. No eres tú ahora quien manda, ya no soy humano, si es que algún dia lo fui, ya no soy aquel a quien poseías, todo eso terminó. Ve a buscarte a otro. Ve por tu Nicolás a otro templo. Corre, y educa a otro niño inocente, hazlo tuyo y de mi olvídate. Sigue con la idea de que morí. Al fin, es fácil encontrar a otro.

Atacaba, no se queda callado, más el maldito sujeto su mano, su cuerpo sufrió una especie de escalofrío, como si lo debilitara, sus brazos intentaban esclavizarlos, y lo estaba logrando. Más un arranque de desesperación, se quiso zafar. Su cuerpo accedía, pero su mente se negaba. Su tacto, el abrazo le atrajo los recuerdos pasados cuando lo hacía suyo, cuando con su venenosa boca lo sosegaba, lo embriagaba con linfa, al igual que atrajo la repulsión de sus caricias. Y sus manos ascendieron por su espalda, presionando su ropaje y su ojo, de un carmín se pinta, no era llanto. Era furia.

Espinas parecían dañar su tersa piel, la mejilla al ser manoseada de aquella manera, una daga que de esos labios le lastimaban, solo dolor padecía, solo sufrimiento daba tenerlo cerca. Un escalofrío que le carcome, le persigue a todas partes su fragancia, tiemblan sus labios al ser callados. Traidor, despreciable, su cortada y el aroma de su sangre lo marearon, tanto que se sostenía de su cadavérico cuerpo, ya con la boca abierta, confundido a ese deseo, debilitado a la sangre ofrecida, y mordió con fuerzas, con el salvajismo que le caracteriza en su muñeca, quería mas, ansiaba ahogarse de esa sangre, la cual recorría su garganta, su vacío hirviendo por dentro, burbujeando por la temperatura alta, caliente, demasiado tórrido.

Gimiendo por la complacencia de una sobredosis, teniendo alucinaciones que siempre terminaban con sombras cegándolo, echando la cabeza hacia atrás que su cuerpo perdió las fuerzas a pesar de haber tomado de su sangre. Fue inoportuno que lo hiciera, pues la magia negra era celosa y ahí estaban las consecuencias, perjudicaba al violinista. Tan afectado que decayó, como el mismo trance que hace años estuvo, en la ausencia. Perdido en el abismo, como un sonámbulo. Despierto pero dormido. Y los poemas eran prolongados en una voz que iba en espiral, repitiéndose una y otra vez, como una demencia que se divide en varias partes. Soltando el posible aire que adquiere por la boca, a pesar de haber remojado sus labios con esa muñeca, este se hallaba más reseco, como si no hubiese probado nada durante años.

—Dame a beber tu tristeza, quiero tus malditas lágrimas, llora Asmodeo, llora o te arrancare esos malditos ojos… — Alzó el rostro con una lentitud, mirándole fijamente, manteniendo la boca abierta, en espera de tragarse el llanto ajeno. Y si no, ambas manos se alzaron contra esas pupilas, se los arrancaría. —Quiero matarte, solo eso quiero y nada más. —Enloqueció, acercaba su boca hacia la ajena, provocándolo, hacerlo enojar, que solo jugo con ese momento, ya que no dio acercamiento a sus labios, se deslizó hacia su cuello, clavando sus colmillos, sin probar su veneno, y va hacia su oreja. — Mi existencia ya no es tuya.

Se alejó, derramando la sangre de su boca, cayendo como un manantial que su mentón se decora hasta caer en su pecho.—No es venganza alguna, recuerda que no soy tuyo. Repite que soy de alguien más, no fui yo quien deseo amar, quizás por ello, es que me arrebato el amor. Estoy vacío, porque otro amor me espera….

Sonrió descaradamente, vislumbro una alegría inmensa, que venía el vómito, un gesto que le orilló a bajar la cabeza, arrojando la linfa tragada, la brujería y el pacto no admiten entrelazar esos templos, porque en la oscuridad solo hay un domador, y Asmodeo con su sangre no podía. No, hasta que destruya el trato. Sin embargo, no existe nada más horroroso que caer en la red de las pesadillas nuevamente, esos desconocido escenarios y Asmodeo, un grotesco que se alimentan de los temores y los más profundos secretos del tuerto; porque son más que el reflejo de su propia inestabilidad mental que pende de un hilo, encerrándose en una cavernosa fantasía donde se cegara, perderá la visión y vivirá solo de los recuerdos. Un verdugo de su propio y caótico desorden ilusorio. Donde el demonio escarlata no es bienvenido, esa era su cortesía personal, la realidad decadente que se rehúsa a perpetuar.

—hahahaha, mi amo no me deja beber de tu asquerosa linfa. Tan carente de valor que es un insulto.

Vesánico murmura, limpiándose con la manga del antebrazo la boca, y se abre la capa, exponiendo su templo desnudo. — Tomad y bebed sombras de mí, porque este es el cáliz de mi sangre, la sangre que os prometí. Terminar con este banquete, que será solo para ustedes.

Extendió los brazos, clavando la mirada a Asmodeo, mofándose con aquel acto, que ladeo la cabeza, esperando a que lo devoran las sombras que visten esos brujos. Exponiendo una última batalla, si aquel demonio lo quería, tendría que enfrentarse con quienes los rodeaban, y al final, su oponente será nada menos que Nicolás. —Y bien, ¿Piensas unirte a ellos, o iras en su contra?
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Mensaje por Asmodeo Dom Abr 24, 2016 10:47 pm

Y la sonrisa se blanqueaba cada vez más sobre mi rostro, inigualablemente flameante y desesperado del pesar, alcé mis brazos uno a cada lado, como si le estuviese dando la bienvenida al infierno, una vez más, solo una vez y Nicolás volvería a ser parte de mi hermoso cuarto, una figura de llanto y dolor que en realidad, ¡nunca tendría que haber desaparecido! Todo era mi culpa, había querido verlo unos siglos con la tristeza de no tenerme… Me había jugado en contra, ¡había errado tan hermosamente que podía reírme de mi propia pena y sufrimiento! Alcé mi mano y la apoyé contra un lado de mi rostro, cubriendo la mitad, hundiendo los dedos en tanto comenzaba a acercarme como si no hubiese un final, ¡aun cuando su rostro de dragón gritaba que quería matarme! Eso no podía pasar. — Shhh, mi dulce Nicolás. Todas tus palabras no son más que una incertidumbre, piénsalo. ¿No te das cuenta que lo dices así, tan fieramente, porque te lo estás intentando creer? ¡ACASO! ¿Realmente estás seguro de que alguien que no sea yo te dará lo que tú quieres? Sabes que no, siempre me amaste y me amas, aunque ahora estés enojado. Puedo entenderlo. Como las gotas del agua se entorpecen sobre las hojas de un árbol. No hay nada que no podamos hacer, lo remediaremos. — Hacía caso omiso a sus palabras, parecía que entraban por una de mis orejas y salían por la otra. Yo solo lo quería a él y por supuesto, no había nadie que pudiese negarme nada en éste mundo.

Había una risa en la sala. ¿De dónde salía? Ah, era mi propia voz que como un eco iba destruyendo todo aquello que quedaba en pie. Los ojos de un pecaminoso rojo intenso se figuraron frente al aparente violinista que me trataba casi de impostor. Pobre pequeño era éste, que no podía entender que era mío para todo lo que yo quisiera. Que todo lo que decía no eran más que banalidades de un siglo de confusión. Me estiré un poco más, negando con mi cabeza muy suavemente, parecía que estaba moviéndome al compás de la música y negué con un dedo frente a él. — ¿Si me enfurece? ¿Tiene sentido? ¡Tú deberías estar más furioso que yo! Por mi culpa mataron tu hermoso, dulce y triste corazón. ¡Porque no estuve ahí para cuidar ese bombeo constante de sangre que desde hace tantos siglos venimos añorando! A mí, a mí nada de eso me importa, porque luego me encargaré de que las personas que saben de tu sabor no lo puedan volver a disfrutar. Pero ahora estamos festejando nuestro reencuentro. Y no me gustaría tener que posponerlo por algo tan simple como esto. Solo tú y yo, estamos aquí nuevamente, en el infierno. Donde siempre quisimos estar. —

Y asentí, lo hice cuando le vi disfrutar tan vorazmente de la linfa, abrazándole, hundiéndole con calma, tarareando mientras que me abanicaba a ambos lados, cerrando los ojos. “No hay más euforia que quien no entiende las razones de ésta locura hermosa” Susurraba una canción, relamiendo mis labios con cuidado, sus succiones me excitaban, me mareaba el tenerlo entre brazos. ¡Porque aunque estuviese muerto era mi Nicolás! Aquel que lloraba plegarias cada vez que no me tenía. Ese que enloqueció y sano y volvió a enloquecer. Una y otra vez, descubriendo los más desastrosos pecados que existían. ¿Cómo podía ser que alguien le hubiese intentado enfermar en la bondad? ¿¡Quién era la persona capaz de hacer tal bestialidad como humanizar a quien desde siempre había sido el escudo de Lucifer!? No podía entenderlo y sin embargo, la situación no me permitió preguntar. Le sujeté con fuerzas, con tantas que su desquebrajado cuerpo quedaba pegado al mío, perdiendo el balance hasta caer y quedar con un rostro maldecido de frente al mío. Los hoyuelos de mi rostro de enmarcaron en una mueca de felicidad, ¡él deseaba mi muerte! Lloré para él, dejé caer una lágrima, solo una desde el lagrimal, pasando por los bordes de mí boca que contorneando mis labios se quedó en equilibrio, a punto de caerse. — Mi oscuro cielo, me haces feliz con tus palabras. Abre espacio hacia tu hermosa garganta, dejaré que tengas mi lágrima para que llores y grites una vez más. Para que recuerdes todo lo que quieras y te des cuenta que conmigo es con quien deberías estar. No digas más mentiras que solo tú te crees. — Y segundos después dejé salir un gruñido de completa excitación y deseo, con la sonrisa más grande que alguna vez pude hacer. Quizá. Quizá no estaba tan mal de éste modo. Me relamí los labios cuando sus colmillos intentaron torturarme. ¡Pero eran una hermosa caricia por su parte! — ¡Mmm! Es sencillamente una mera confusión del momento. ¡Volverás a mí como siempre Nicolás! ¡Porque siempre fuiste y serás mío! No exisitirías en éste mundo si no fuese por mi mano. Y por ello tu existencia me compete. Tus alas están rotas, desde siempre lo estuvieron, las tengo yo. Y soy el único que te las puede devolver. — Y fueron sus palabras las que volcaron un “tic” en mi mirada, “mi amo”, ¿quién? ¿De quién hablaba y por qué? Me encerró un odio garrafal y me acerqué a su rostro, hundiendo las uñas filosas en su hermosa y podrida piel inmortal y le miré con la sonrisa enloquecida de cólera. Me enceguecí por un segundo y luego le solté, alzando apenas una mano hacía él. — ¿De qué se trata todo esto? ¿Acaso has preparado un nuevo ensayo para mí? Me pregunto, si algo podría ganarme en éste mundo. Lo sabes bien, no me dejo perder con facilidad. ¿Piensas que hay algún trato con tu alma que pueda existir? Te confundiste. Tu alma siempre ha sido mía, recuerda que yo puse tu hermosa esencia en ese cuerpo. Aunque otro la haya matado, sigue siendo mía. — Aseguré cuando su cuerpo esbelto se desnudó frente a mí y me acerqué con habilidad hasta tomar su cintura. Nada de su templo me importaba, meramente él. El amante del diablo y quien lloraba con tanta pasión que cualquier ángel podría caer por su penumbra y penosidad. Y sin embargo, sombras que no eran mías se acercaban y con descaro tomé lo que me pertenecía, acurrucándolo una vez más en mi pecho. — No podrás escapar de mí. ¿Para qué lo intentas matándote de cualquier otra desesperada manera? ¿Amor verdadero? ¿No es eso lo que tenemos ya? — Bramé y entre pensamientos busqué a mis discípulos para que ellos, con el poder de la antigüedad que yo les había otorgado mediante miles de sacrificios, lucharan con oscuridad desconocidas. — No me compares, yo soy la semejanza de las tinieblas, ninguna magia puede contra mí. Por lo contrario, soy yo quien las controla. —
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Dom Jun 19, 2016 2:00 pm

¡Sonrisa descarada! Insolente Asmodeo que se postra con el llamado de una absoluta bestia de forma perfecta, que llega a tocar la fibra de mentiras despidas, de elocuentes decepciones y dolorosas remembranzas, junto a marginadas esperanzas que solo en la oscuridad brinda el consuelo de caer presa de la magia del escenario. Ya que aquí, el ahora desaparece, aquí, el mañana se ahoga en infinitos infiernos de oscuridad. Y pobre sea Nicolás. Ya fue presa una vez más. Porque no era de creer, sino de realidad, no era de mentiras sino de verdades, todo lo que desecha el tuerto era su consciencia, su auténtica esencia, porque bien reconoce que el único al que tiene en mente, es su muñequilla, ese inmortal enamorado era el que estaba luchando porque saliera a tomar el control, que no fuese su templo el que deje guiar, púes este si era del demonio escarlata. Lo sabía con precisión, este obedece a su tacto, sus caricias, a su poder de atracción.

—Ya tengo lo que tanto he venerado Asmodeo, como bien dijiste una vez te amó el Nicolás que tanto quisiste perfeccionar. Más, no hay remedio, entiéndelo, ya no hay un nosotros. —ya no era una luchaba, era la sinceridad con la que hablaba. —Por muy contradecida que parezca esta realidad, no estoy furioso por la muerte, ni por los inusitados en las que me he envuelto. Si me conoces, sabes que esto es lo que ansiaba, lo que tanto he deseado saborear. Cúlpate por el resto de tu eternidad de no haber cuidado lo que creaste solo para ti, admítelo que por tu descuido ya no es tuyo. Alguien terminó por modificarlo y lo tomo como suyo. — ¿Qué más podía decir? Eran murmullos carcomidos por la linfa, no mentía, era un placer supremo devorarlo lentamente pero que era negado. No debía beber más de ese vino. Y la danza se lo gritaba, el balanceo una y otra vez le recalcaban que no podían ser ya un compás juntos. Que ninguna fuerza lo iba a retener, que por más que lo sujetara se iba a escapar. —Te equivocas, yo nunca he salido del infierno. — en ese rostro, una lagrima deleito, estaba cegado por ella, estaba siendo atraído. Y esos carnosos labios la retenían, había esperado que su boca la obtuviera, pidió que cayeran dentro de ella y que por una travesía al estar cerca de sus labios. Cedió. Su lengua a pesar de sus negaciones, se liberó del encarcelamiento que el tuerto le tenía, se deslizó por el contorno de esos labios. Lo calló, no quiso escuchar más, solo ansío su templo, apoderarse de esa lágrima, de la salada y húmeda sensación.

Fue el templo quien dio un paso más hacia la consciencia. ¡Cállate! Pensamientos, gritos internos que se recorren en espiral. Estaba tan errado Asmodeo si creía que no recordaba algo entre ellos, ese fue su error. Lo recordaba todo, esas remembranzas ya habían sido descubiertas que por eso, el inmortal Nicolás admitió que ya no era amor lo que tenía hacía él. Si, era deseo, no lo negaba, su templo abría las puertas para que accediera a él, pero tiene que ser más fuerte y rechazarlo.

…Parece que todo está en su contra, su gemido, sus reacciones le incitaban a provocarlo. Entra a un juego de tortura, un daño mutuo como siempre se ofrecían. —No, no, te equivocas, poco a poco me alejaras de ti, poco a poco olvidarás mi existencia. —gimió, las garras en su rostro tatuaron las huellas en sangre, si su ojo irradiaba ira, ahora era un placer semejante al de la muerte. —Deje de orar por mis alas, me he acostumbrado a permanecer sin ellas que te las regalo. —Y seguía la linfa derramándose por su boca, no permiten que la tragara, no dejaban que ese calor se penetrara.

Esperar era lo único, las sombras terminarían con el tuerto pero no, estás solo en batalla se encontraron, y Nicolás con sus peores sensaciones luchaba. Y en cuanto fue señalado, su templo desnudo necesitaba ser devorado por las sombras, necesitaba poder, el cubrirse con la oscuridad para ser un escudo, que no permitieran que su templo cayera en manos de ese.

Más, ¿Que quedó? La presión en su cintura, la fuerza que percibe y el roce con el templo ajeno, trato de liberarse, se removía pero los choques contra su cuerpo le comenzaban a seducir. —Una vez depositada el ánima a mi templo, dejó de ser tuya. Y así como te rehúsas a dejarme, yo intentare las mismas veces en alejarte. —Río, imposible no carcajearse con tremenda bajeza, ¿amor verdadero? —Por favor, ¿Amor verdadero? No te confundas con la pasión, no te dejes engañar por tus vicios, no dejes que tu inmortalidad te haga creer ser un Dios, ya que eres menos que un pobre súbdito...

Sus falanges ascendían, desde sus costados hasta la finura de su espalda hacia su cuello, ahorcado con fuerza. Se acerca, lamiendo sus labios sin dejar de mofarse. —Me das asco, sabes como a una ramera, como una mujerzuela más que piden amor…

Quiso estrangularlo, pero así como oso manchar su hermosa piel, —ya que dejó restos de sangre cuando su herida ya había sanado del rostro— haría lo mismo, aunque más doloroso. Liberó una mano de su cuello, dirigiéndola hacia la camisa que vestía, de un costado la jaloneo, destrozándola, adentrando en el orificio la mano que desde su pecho hasta donde hacía presión su pantalón terminaron sus cinco dedos, las uñas fueron incrustadas, lo más profundas que se podían para que estos cristales se llevaran los restos de piel. Mientras que con la otra falange, deslizó sus dedos entre sus cabellos y tiró de estos. —Es tiempo de terminar con esto, ¿No lo crees? —Ya no le permitió que viera su rostro, este se dirigió hacia su pecho, abriendo el hocico que desnuda sus colmillos y con un movimiento, destrozo lo que le impedía resaltar la desnudes. Volviendo a descubrir sus colmillos que tomó un gran trozo de carne de su pecho, alzando la mirada hacía él. Penetrando con la elegancia en la que embellece su hocico. Pero no era todo, su mano se situó en esa herida, poniendo en posición los dedos, que presiona. Su cometido era perforar este, y arrebatarle lo que tenga situado en ese lugar, así sea un órgano putrefacto. Lo quería.
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Mensaje por Asmodeo Jue Jun 23, 2016 11:52 pm

Mi rostro exclamaba una sonrisa totalmente calmada, por dentro estaba demente de ira y negación. ¡No iba a perdonarle nunca haberme fallado de ese modo! Mi creación eterna, año tras año había dado de mi semilla al pequeño niño Nicolás, mis poemas a su oreja y habíamos llevado los problemas hasta volverlos llamas del infierno. ¿No era eso lo que él había querido la noche en el bosque en donde lo había conocido por primera vez? ¿Dónde estaban sus hermosas lágrimas suplicando plegarias al Dios de la inmortalidad? A el mismísimo Asmodeo. Rogándole que lo llevara al más allá. ¡Pero había cosas mejores que esas! Existía la condena eterna, vagar por el mundo hasta que en mármol se convirtiera la piel y quedar petrificado para toda la vida. El intenso placer en mi interior me hizo apretar los puños, negando a sus imperdonables palabras. — Eso se puede enmendar ¡Soy Asmodeo después de todo! Puedo volver a empezar y poner vendas en mi error. — Como si fuese una obviedad le miré, mostrando los dientes afilados de un blanco sin igual, que se ponían estripitosos ante los ojos de un intenso azul marino que intentaban convertirse en rojos sin mi permiso. Era correcto, sentía una especie de enojo por dentro, ¿alguien había robado realmente el corazón de Nicolás? ¿Tanto podría haberme descuidado para dejar que me lo arrebataran por completo? Me reí, incluso el demonio salido de las tinieblas se reía conmigo. Era imposible.

Mi cabeza asintió varias veces en un gesto de calma, de aceptación y añoranza, de deseos de destrucción que flotaban alrededor de los dos. Y como un regalo, permitía que me lastimara, que mis lágrimas ancestrales salieran. Su lengua, su hermoso palpitación muerta se estaba frotando contra mí. Olía la furia salir como un rayo. ¡Más! Yo mismo deseaba más cuando su odio y sus gritos internos disparaban contra mi mente. Nunca había sentido la bestialidad de sus pensamientos dentro de mi cabeza, era un placer doloroso digno de admirar. ¡Era tan evidente que la hermosa flor roja no era más que estacas vivientes que estaban apuntándome, enojadas porque las había dejado y no había provocado tajos de dolor durante suficiente tiempo. Había lastimado los sentimientos de mi hermoso Nicolás por no haberle dado suficiente! Me tomé el rostro un segundo y sufrí, mostrando mi pena hacia mi equivocación obvia.

— Mi amor, tu eres el único, no podría olvidarte, no tienes que acostumbrarte a nada, vuelve conmigo, sabes que soy el único que te comprende en verdad. — ¡Estaba mirándolo dulcemente! Excitado por sus gemidos, por sus garras que me recordaban a la señora muerte acariciando mi existir. Como un bebé que encontraba nuevamente a su padre, a su dueño y creador. No, nadie podía quitármelo, nadie que no tuviera la habilidad que tenía yo para propiciar el chillar de sensaciones entremezcladas. Tanto me removían sus palabras, que mi erección se hizo profunda, mis labios se remojaron un poco más y dejé siguiera con su actuación melancólica. Era su regalo, le daría todo de mí con tal que volviera a la cuna que siempre le perteneció. Donde cadenas y espinas nos rodeaban hasta un agónico pensamiento. Parecía que estaba esperando el apocalipsis dentro suyo. ¡Lo que no se daba cuenta es que estaba fuera, frente a él, yo lo era! Me hizo sentir tan feliz verlo batallar contra algo externo que el deseo se hizo cada vez más alarmante, como si un estallido comenzara a engendrarse como burbujas por dentro. A él le estaba doliendo mucho todo lo que le había hecho y me lo gritaba con su ira, con su seguridad de alejarme de una vez. Le sonreí con un inmensurable amor, como solo a él le podía tener. Pero una estafa salió a relucir y mis cejas se alzaron curiosamente, arqueando una de ellas hasta reírme junto a él, como si un chiste hubiese surgido de una vez. ¡Me había clavado un puñal por la espalda! Por un momento sentí una pequeña ira que emanaba sed de sangre, no obstante no podía alterarme tan tontamente, había pasado milenios para poder enamorarme horriblemente como lo había hecho con él. Una simple tontería no podía destruirme, y acepté que su enojo podía ser correcto, sin embargo, corromper mis verdaderos y más profundos sentimientos por él ya era una anomalía que no creía que iba a escuchar jamás. Siquiera la mujer que me idolatraba en los castillos tenía el veneno y las agallas para lanzarme eso. — Nicolás, recuerda lo que eres. Eres el esclavo del diablo. No importa que tanto llores o patalees, eres mío al final de tus días. Tu maldición… No puede ser borrada mi hermoso luzbel, aún con la muerte en tu cuerpo, te encontré, ¿sabes por qué pude hacerlo? — Consulté, apoyando las manos cerca de su piel marchita, se notaba que un poder maligno lo estaba carcomiendo, ayudándole en todo ese asunto. Si hubiese sido simplemente nosotros, ¡mi amado Nicolás estaría rogando por mi desesperación! Pero solo tenía que matarlo, había tiempo.

Mientras tanto, el dolor perfecto que me regalaba el violinista se hacía presente, era tanto que no supe como agradecérselo. ¡Estaba feliz! Disfrutaba cada empuñadura que me estaba apuntando, me retorcí apenas cuando la erección que se había formado era destruida y una sonrisa demencial se hizo en ojos rojos que miraron al muchacho con una pasión sin igual. — Un poco más, te dejaré un poco más pequeño. Éste es el regalo que el rey del infierno te hace como redención por tu tristeza impura.— Sus dedos dulces entraban hasta situarse en lugares muertos, pero era mucho, sentía su deseo de muerte. ¡Aún no es el momento diminuto ser! Negué y a fin de cuentas ayudé a su mano a detenerse, apenas un movimiento cuando así lo creí necesario. Estaba quebrado a los lados, pero no tardé en reconstruirme, en alzarme para verle a los ojos como si nunca nada me hubiese pasado. Más de cuatro mil años eran como una sabiduría de calma, había sido destruido y amputado muchas veces, un placer que solo podía ser entregado a la persona que retribuía mi amor tanto como yo se lo dejaba. — No. ¿Tiempo de terminar? Aún tenemos la eternidad, hasta que nos hagamos una sola ceniza. ¿Quieres un recuerdo mío? ¿Estas desesperado por tenerme no es así? Lo sé, me extrañaste demasiado para perdonarme. Pero ahora ya sé tu olor, tu sabor, tus pensamientos. Volveré con una ofrenda. Te traeré la cabeza de quien me robó tu amor para que volvamos a tener la terrible paz que siempre nos perteneció. No te enfades, sabes que lo quieres más que yo. — Era como un fantasma, los brujos reencarnados sabían lo que tenían que hacer. Toda mi vida había actuado con la misma metodología escondida de los ojos de Nicolás. Ahora no era diferente, aunque se volvería más serio. Un amor demencial que era realidad. Nada me iba a detener. Y así mismo busqué desaparecer, odiando los recuerdos y la mirada escarchada de quien no quería ser más un apóstol del infierno.
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