AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tengo la convicción de que no existes, y sin embargo te oigo cada noche → Privado
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Tengo la convicción de que no existes, y sin embargo te oigo cada noche → Privado
Recuerdo del primer mensaje :
Mi táctica es mirarte, aprender como eres, quererte como eres
Mi táctica es hablarte y escucharte, construir con palabras un puente indestructible
Mi táctica es quedarme en tu recuerdo, no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en ti.
- Táctica y estrategia.
Mario Benedetti
Mi táctica es hablarte y escucharte, construir con palabras un puente indestructible
Mi táctica es quedarme en tu recuerdo, no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en ti.
- Táctica y estrategia.
Mario Benedetti
La voz la había confundido. No supo si se encontraba en un sueño o aquello había sido real. En cuanto el vampiro puso su cuerpo sobre la cómoda cama, la jovencita se perdió en un sueño que a la mañana siguiente resultó reparador. Ni siquiera tuvo imágenes del encuentro al encontrarse tan dormida. No soñó, no tuvo pesadillas, todo había sido negro, cómo si estuviera cayendo por un precipicio. Sin embargo había descansado.
A la mañana siguiente Doreen abrió los ojos con pereza. Tuvo que mover sus manos y formar dos pequeños puños para poder frotar sus orbes. Sólo así pudo aguantar la luminosidad que entraba por la ventana. Cuando cobró por completo la razón salió de la cama de un salto largo. Sus piernas parecían tan largas cómo las de una garza en aquel movimiento tan diestro. Lo primero que hizo fue revisarse el rostro. Empezando por su cabello todo era un desastre. Ladeó la cabeza y observó dos marchitas casi diminutas en la curvatura del mismo. Se estaba curando. La mordida no había sido tan traumatica. Lo que sí la hizo estremecerse fue observar su cama, sus sabanas. Se encontraban teñidas de rojo. Ver eso le recordó la actividad de la noche, sintió calor y luego se dio cuenta que estaba sonrojada al echarse una miradita en en el espejo. Tragó saliva con fuerza y el dolor de sus caderas tanto cómo la extrañeza al caminar, le hicieron tener un golpe fuerte de realidad.
Lloró un largo rato, incluso en medio de la tina sus lagrimas se perdieron con el agua. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para cambiarse. Con rabia y vergüenza retiró las sabanas de la cama y las hizo bolita, las escondió en el armario, y luego salió de su habitación con precaución. Aún no veía a nadie, lo cual la calmó, pero en cuanto llegó a la cocina para prepararse algo, muchas de las miradas pasaron a ella, incluso hubo reacciones de alivio. Sin decir muchas palabras se puso a desayunar. Ingirió alimentos cómo nunca antes, había amanecido más que hambrienta, y con justa razón.
Mandó a pedir a ese hombre que llevaba todas sus cuentas. Le dio instrucciones firmando un acta que daba carta poder, y después reunió a todos sus empleados. Doreen no supo de donde sacó la fuerza pero lo hizo. Los despidió no sin antes demostrarles cuan agradecida se encontraba, cuanto amor les tenía, y que no los iba a dejar sin nada. Una gran suma de dinero tendrían, y la forma de poder conseguir un hogar decente. Gracias a la generosidad de Darcy, un par de negocios lucrativos habían quedado con ella. De los cuales dispuso un par para que sus ahora ex empleados tuvieran ingresos durante toda su vida, hasta su último aliento.
Dio gracias a que la renuencia de los empleados no fuera demasiada. Todos aceptaron las cosas al notar su rostro de preocupación y urgencia. La casa tardaría en saber que hacer con ella. En ese momento se dedicó a guardar algunas cosas. Fueron dos maletas de ropa, y algunas cajas con artículos que le gustaban, cómo un par de libros. No sabía que le esperaría en aquel lugar.
Cuando la noche apareció, Doreen sintió su cuerpo temblar. Para su buena suerte había llegado un carruaje por ella. Le costó un par de lagrimas más el despedirse de ese lugar. Casi consideró el quedarse sin importar el castigo o la muerte que pudieran darle, pero tuvo que optar por irse por el bien de todos. Ella sabía que de desobedecer, existirían otros afectados, no sólo ella, así que existían sacrificios que debían hacerse por la causa, sacrificios que costarían demasiado, que la harían infeliz, pero no más que saber alguien moría por su culpa.
El trayecto a “quien sabe donde” fue algo largo. Se sorprendió por el camino que habían optado, incluso se inquietó por la oscuridad, la serenidad y el silencio. Por un momento se puso a reflexionar, dado cómo era el vampiro, era lo más normal encontrarse en esas condiciones. Tomó varias bocanas de aire para tranquilizarse, incluso recargó su espalda en el asiento del carruaje, cerró los ojos y buscó tararear un poco para cambiar sus pensamientos negativos. Como por arte de magia, lo logró. Llegó con tranquilidad gracias a sus pensamientos, a su fe, y a su alegría propia. Cuando el carruaje estuvo en silencio, sin ejercer movimiento alguno, la joven abrió los ojos observando una gran mansión. Era vieja, pero tenía detalles que le gustaron por lo clásico de ellos. Hizo un par de muecas antes de bajar y entró al lugar. Aún no veía a Averno, lo cual la tenía inquieta.
Por fin había entrado a la estructura. Sintió escalofríos, en ese lugar hacía incluso más frío que fuera de la mansión. Miró hacía un lado, luego hacía otro, y terminó por seguir el sonido de las brazas. Una chimenea se encontraba encendida. Cuando estuvo frente a ella estiró sus manos para que le dieran calor. ¿Viviría el vampiro con alguien?
— ¿Hay alguien en casa? — Su voz sonó tranquila, algo que a ella misma le había sorprendido. El sonido de sus palabras se repetían cómo un eco. Doreen decidió que debía dar un paseo. El lugar era enorme, y eso que sólo se encontraba en uno de los salones. Recorrió otro que parecía una sala sencilla, y luego un comedor que al pasar su dedo notó que se encontraba empolvado. Quizás llevaba mucho tiempo sin usarse. Era lo más lógico ¿por qué un vampiro se sentaría en una mesa sino se necesitaba? Negó, se sacudió las manos y siguió caminando. Una puerta la llevó hasta la zona principal, y un sonido la sobresaltó. ¿Y el anfitrión? ¿Qué esperaba? ¿Qué había pasado? — ¿Averno? — Susurró quebrándose del miedo, dándose cuenta que ahora respiraba la realidad, su realidad. Ella ya era suya.
Todo era incertidumbre con él, un acertijo por resolver, un sendero a obscuras para avanzar, encontrarlo era tan inesperado cómo lo que sucederá.
A la mañana siguiente Doreen abrió los ojos con pereza. Tuvo que mover sus manos y formar dos pequeños puños para poder frotar sus orbes. Sólo así pudo aguantar la luminosidad que entraba por la ventana. Cuando cobró por completo la razón salió de la cama de un salto largo. Sus piernas parecían tan largas cómo las de una garza en aquel movimiento tan diestro. Lo primero que hizo fue revisarse el rostro. Empezando por su cabello todo era un desastre. Ladeó la cabeza y observó dos marchitas casi diminutas en la curvatura del mismo. Se estaba curando. La mordida no había sido tan traumatica. Lo que sí la hizo estremecerse fue observar su cama, sus sabanas. Se encontraban teñidas de rojo. Ver eso le recordó la actividad de la noche, sintió calor y luego se dio cuenta que estaba sonrojada al echarse una miradita en en el espejo. Tragó saliva con fuerza y el dolor de sus caderas tanto cómo la extrañeza al caminar, le hicieron tener un golpe fuerte de realidad.
Lloró un largo rato, incluso en medio de la tina sus lagrimas se perdieron con el agua. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para cambiarse. Con rabia y vergüenza retiró las sabanas de la cama y las hizo bolita, las escondió en el armario, y luego salió de su habitación con precaución. Aún no veía a nadie, lo cual la calmó, pero en cuanto llegó a la cocina para prepararse algo, muchas de las miradas pasaron a ella, incluso hubo reacciones de alivio. Sin decir muchas palabras se puso a desayunar. Ingirió alimentos cómo nunca antes, había amanecido más que hambrienta, y con justa razón.
Mandó a pedir a ese hombre que llevaba todas sus cuentas. Le dio instrucciones firmando un acta que daba carta poder, y después reunió a todos sus empleados. Doreen no supo de donde sacó la fuerza pero lo hizo. Los despidió no sin antes demostrarles cuan agradecida se encontraba, cuanto amor les tenía, y que no los iba a dejar sin nada. Una gran suma de dinero tendrían, y la forma de poder conseguir un hogar decente. Gracias a la generosidad de Darcy, un par de negocios lucrativos habían quedado con ella. De los cuales dispuso un par para que sus ahora ex empleados tuvieran ingresos durante toda su vida, hasta su último aliento.
Dio gracias a que la renuencia de los empleados no fuera demasiada. Todos aceptaron las cosas al notar su rostro de preocupación y urgencia. La casa tardaría en saber que hacer con ella. En ese momento se dedicó a guardar algunas cosas. Fueron dos maletas de ropa, y algunas cajas con artículos que le gustaban, cómo un par de libros. No sabía que le esperaría en aquel lugar.
Cuando la noche apareció, Doreen sintió su cuerpo temblar. Para su buena suerte había llegado un carruaje por ella. Le costó un par de lagrimas más el despedirse de ese lugar. Casi consideró el quedarse sin importar el castigo o la muerte que pudieran darle, pero tuvo que optar por irse por el bien de todos. Ella sabía que de desobedecer, existirían otros afectados, no sólo ella, así que existían sacrificios que debían hacerse por la causa, sacrificios que costarían demasiado, que la harían infeliz, pero no más que saber alguien moría por su culpa.
El trayecto a “quien sabe donde” fue algo largo. Se sorprendió por el camino que habían optado, incluso se inquietó por la oscuridad, la serenidad y el silencio. Por un momento se puso a reflexionar, dado cómo era el vampiro, era lo más normal encontrarse en esas condiciones. Tomó varias bocanas de aire para tranquilizarse, incluso recargó su espalda en el asiento del carruaje, cerró los ojos y buscó tararear un poco para cambiar sus pensamientos negativos. Como por arte de magia, lo logró. Llegó con tranquilidad gracias a sus pensamientos, a su fe, y a su alegría propia. Cuando el carruaje estuvo en silencio, sin ejercer movimiento alguno, la joven abrió los ojos observando una gran mansión. Era vieja, pero tenía detalles que le gustaron por lo clásico de ellos. Hizo un par de muecas antes de bajar y entró al lugar. Aún no veía a Averno, lo cual la tenía inquieta.
Por fin había entrado a la estructura. Sintió escalofríos, en ese lugar hacía incluso más frío que fuera de la mansión. Miró hacía un lado, luego hacía otro, y terminó por seguir el sonido de las brazas. Una chimenea se encontraba encendida. Cuando estuvo frente a ella estiró sus manos para que le dieran calor. ¿Viviría el vampiro con alguien?
— ¿Hay alguien en casa? — Su voz sonó tranquila, algo que a ella misma le había sorprendido. El sonido de sus palabras se repetían cómo un eco. Doreen decidió que debía dar un paseo. El lugar era enorme, y eso que sólo se encontraba en uno de los salones. Recorrió otro que parecía una sala sencilla, y luego un comedor que al pasar su dedo notó que se encontraba empolvado. Quizás llevaba mucho tiempo sin usarse. Era lo más lógico ¿por qué un vampiro se sentaría en una mesa sino se necesitaba? Negó, se sacudió las manos y siguió caminando. Una puerta la llevó hasta la zona principal, y un sonido la sobresaltó. ¿Y el anfitrión? ¿Qué esperaba? ¿Qué había pasado? — ¿Averno? — Susurró quebrándose del miedo, dándose cuenta que ahora respiraba la realidad, su realidad. Ella ya era suya.
Todo era incertidumbre con él, un acertijo por resolver, un sendero a obscuras para avanzar, encontrarlo era tan inesperado cómo lo que sucederá.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 5232
Fecha de inscripción : 01/03/2011
Edad : 34
Localización : Zona Residencia.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Tengo la convicción de que no existes, y sin embargo te oigo cada noche → Privado
Bajó su mirada hasta su pecho, se notaba humedecido, siempre pasaba eso por las noches. La pesadilla lograba que sudara, y su figura sentía el ajuste completo de la tela. Suspiró con profundidad. Se sentía harta de ese miedo que no la dejaba descansar bien. Doreen añoraba poder dormir sin interrupciones, y sentirse completamente descansada. Por un momento creyó que su perdida de sangre le ayudaría a poder perderse en los sueños, pero ni siquiera eso fue suficiente. Fue entonces cuando se rindió. Aunque le pesaban un poco los ojos decidió seguirlo, pero antes debía cambiar ese mal aspecto que tenía. De esa forma llegó al baño. Se retiró la ropa, y por un momento observó su cuerpo desnudo. Algo había cambio, algo ya no era igual. Lo notaba, y sabía que todo iba relacionado a él, a la introducción a su vida.
Los pechos de Doreen extrañamente se notaban más redondos, abultados, y grandes, su cintura parecía un poco más estrecha, y sus caderas más anchas. Que extraño, su cuerpo parecía mejorado. ¿Por qué sería? Por vergüenza apartó la mirada, y buscó con la misma una esponja para pasar por cada rincón de su ser, todo para quitar el sudor, y limpiar un poco con agua.
No tardó demasiado porque no deseaba hacer esperar a su señor. Se enrolló en la hermosa bata de baño rojiza que se encontraba en aquel lugar. Avanzó a la habitación, y se puso un vestido color esmeralda. Misteriosamente no llevaba los fierros del corsé, y eso le alivió. ¿De verdad su señor le permitiría estar sin ese artefacto por la casa? Se sintió contenta, porque lo cierto es que eso ahogaba, y no ayudaba en nada a la salud. La jovencita terminó por recoger su cabello, se dio cuenta de aquellas marcas que adornaban su cuello, la marca más clara sobre su piel que era de él. Sentirse un objeto no ayudaba, pero se convenció que no lo era, no debía pensar así, a fin de cuentas aunque el hombre buscaba la voluntad propia, le daba libertades, y también le permitía tener un lugar especial. O al menos eso ella pensaba.
Doreen paseó con cuidado por los pasillos. Observó a detalle todo a su alrededor. Las ventajas de no ir con Averno, es que no llegaba a distraer su atención. La criatura la ponía tan nerviosa que se olvidaba de la realidad, además de que su parte curiosa se nublaba medianamente. Ahora notaba lo hermosa y costosa que era esa propiedad, con todo y aquellos detalles maltrechos que tenía. Estaba ligeramente empolvada, y sintió ganas de ponerse a limpiar como era debido; más tarde, cuando él se encerrara lo haría. Su impulso y deseo de la pulcritud era bastante grande.
La joven terminó por entrar a la cocina, lo observó, y sintió como su piel se erizó. Averno tenía una forma demasiado singular de verla, como todo él era, sin embargo como los ojos ajenos se posaban en su cuerpo, algo la hacía temblar. La joven se sentía cohibida, nerviosa, y a veces se volvía torpe, aunque en su mente la idea de llegar a acostumbrarse a eso, no le parecía mala. Aquella mirada le hacía sentir hermosa, deseada; especial. Algo que en su momento creyó sentir, pero que en nada se comparaba con aquel par de ojos sobre su figura. Cuando se trataba del inmortal, las cosas se tornaban distintas.
Se dio cuenta que había fruta, y también utensilios. Y aunque su estomago sonó exigiendo alimento, se reservó. Primero inspeccionó todo al detalle. Todas las gavetas, todos los cajones, y algunas cajas que había en la mesa. Se sintió sorprendida por la cantidad de cosas que habían, también de la calidad, y la manera en que se habían guardado para su prolongada duración. Se volvió a verlo con una ceja arqueada, con su sonrisa nerviosa, de alguna manera con aquella mirada le agradecía. Después de unos segundos se acercó por fin a la fruta, y comenzó a picar.
— ¿Recuerda el sabor de la comida? — Preguntó intentando romper el hielo. Doreen no era una joven que se reservara el comer. Nunca había mentido en lo glotona que era. Le gustaba disfrutar de la comida, de los sabores, y jamás se restringida. Quizás por eso siempre se notaba tan saludable, aunque claro, procuraba hacer una mezcla de cosas para poder estar fuerte, y de buen semblante. Aquel detalle estaba segura no le molestaría a Averno, al contrario, le daría grandes ventajas a ambos: mientras ella estuviera más saludable y fuerte, él estaría mejor alimentado, y probablemente podría tomar más sangre.
— Le tengo miedo a muchas cosas, supongo que eso es normal en un humano, mi señor — La fruta ya se encontraba picada, con cuidado dejó caer los pedazos en un tazón. Cogió un tener, y se sentó a un lado de él. Dio el primer pinchazo, se lo llevó a la boca, lo masticó, y después de digerir volvió a hablar — Supongo que el tiempo nos permite ir afrontando el miedo, llegar a perderlos, sin embargo, no sé como sería mejor para mi afrontar el miedo de una posible mordida de licántropo. Estoy consciente que cerca de usted sería imposible, pero ¿qué pasaría si usted un día me deja sola? — Lo cierto es que ella lo dudaba. Averno era una criatura muy territorial, alguien que si dañaba la existencia de Doreen era porque así lo quería, y no daría oportunidad a nadie, ni nada más para que lo hiciera. Él era el indicado, él era el vigilante, el verdugo, él todo poderoso de la joven. No había más, y por esa razón, lo dudaba, pero nunca estaba demás hacer los comentarios — ¿Cómo poder salir airosa de algo así? Sé manejar bien un arma, pero a veces no es suficiente, y cuando llega la luna llena, todo se vuelve peor. — Se refería a su miedo, a su angustia, aunque claro, él lo vería cuando el tiempo lo indicara.
Siguió comienzo reflexiona, nerviosa, e inquieta. Doreen comía con rapidez, y por inercia. No se mantenía quieta, de sólo pensarlo su tranquilidad desaparecía. Incluso sólo llegaba a ver el plato. Su temor incluso borró por un momento de su percepción a Averno, pero levantó la vista, y ahí se encontraba.
La tranquilidad volvió de sólo observarlo. Averno la hacía sentir segura de una manera enfermiza.
— ¿Acaso usted me pondría a prueba sobre ese miedo? — Dejó el tenedor dentro del bol de fruta. — No imagino que podría perturbarle a usted si llegara a dormir — Porque en realidad no lo veía vulnerable, mucho menos débil. ¿Acaso Averno tendría una debilidad, un talón de Aquiles? Seguramente no. La chica sintió envidia, y quiso por un momento ser un poco más de él. Descubrió entonces, que en más de una vez habría querido ser tan indiferente, frío, poderoso, entre otras cosas más que ella veía en él, pero no se imaginaba sin amor, sin aspirar a eso, aunque claramente con él aquello había prácticamente muerto, porqué Doreen nunca sería amada, no gracias a él.
Los pechos de Doreen extrañamente se notaban más redondos, abultados, y grandes, su cintura parecía un poco más estrecha, y sus caderas más anchas. Que extraño, su cuerpo parecía mejorado. ¿Por qué sería? Por vergüenza apartó la mirada, y buscó con la misma una esponja para pasar por cada rincón de su ser, todo para quitar el sudor, y limpiar un poco con agua.
No tardó demasiado porque no deseaba hacer esperar a su señor. Se enrolló en la hermosa bata de baño rojiza que se encontraba en aquel lugar. Avanzó a la habitación, y se puso un vestido color esmeralda. Misteriosamente no llevaba los fierros del corsé, y eso le alivió. ¿De verdad su señor le permitiría estar sin ese artefacto por la casa? Se sintió contenta, porque lo cierto es que eso ahogaba, y no ayudaba en nada a la salud. La jovencita terminó por recoger su cabello, se dio cuenta de aquellas marcas que adornaban su cuello, la marca más clara sobre su piel que era de él. Sentirse un objeto no ayudaba, pero se convenció que no lo era, no debía pensar así, a fin de cuentas aunque el hombre buscaba la voluntad propia, le daba libertades, y también le permitía tener un lugar especial. O al menos eso ella pensaba.
Doreen paseó con cuidado por los pasillos. Observó a detalle todo a su alrededor. Las ventajas de no ir con Averno, es que no llegaba a distraer su atención. La criatura la ponía tan nerviosa que se olvidaba de la realidad, además de que su parte curiosa se nublaba medianamente. Ahora notaba lo hermosa y costosa que era esa propiedad, con todo y aquellos detalles maltrechos que tenía. Estaba ligeramente empolvada, y sintió ganas de ponerse a limpiar como era debido; más tarde, cuando él se encerrara lo haría. Su impulso y deseo de la pulcritud era bastante grande.
La joven terminó por entrar a la cocina, lo observó, y sintió como su piel se erizó. Averno tenía una forma demasiado singular de verla, como todo él era, sin embargo como los ojos ajenos se posaban en su cuerpo, algo la hacía temblar. La joven se sentía cohibida, nerviosa, y a veces se volvía torpe, aunque en su mente la idea de llegar a acostumbrarse a eso, no le parecía mala. Aquella mirada le hacía sentir hermosa, deseada; especial. Algo que en su momento creyó sentir, pero que en nada se comparaba con aquel par de ojos sobre su figura. Cuando se trataba del inmortal, las cosas se tornaban distintas.
Se dio cuenta que había fruta, y también utensilios. Y aunque su estomago sonó exigiendo alimento, se reservó. Primero inspeccionó todo al detalle. Todas las gavetas, todos los cajones, y algunas cajas que había en la mesa. Se sintió sorprendida por la cantidad de cosas que habían, también de la calidad, y la manera en que se habían guardado para su prolongada duración. Se volvió a verlo con una ceja arqueada, con su sonrisa nerviosa, de alguna manera con aquella mirada le agradecía. Después de unos segundos se acercó por fin a la fruta, y comenzó a picar.
— ¿Recuerda el sabor de la comida? — Preguntó intentando romper el hielo. Doreen no era una joven que se reservara el comer. Nunca había mentido en lo glotona que era. Le gustaba disfrutar de la comida, de los sabores, y jamás se restringida. Quizás por eso siempre se notaba tan saludable, aunque claro, procuraba hacer una mezcla de cosas para poder estar fuerte, y de buen semblante. Aquel detalle estaba segura no le molestaría a Averno, al contrario, le daría grandes ventajas a ambos: mientras ella estuviera más saludable y fuerte, él estaría mejor alimentado, y probablemente podría tomar más sangre.
— Le tengo miedo a muchas cosas, supongo que eso es normal en un humano, mi señor — La fruta ya se encontraba picada, con cuidado dejó caer los pedazos en un tazón. Cogió un tener, y se sentó a un lado de él. Dio el primer pinchazo, se lo llevó a la boca, lo masticó, y después de digerir volvió a hablar — Supongo que el tiempo nos permite ir afrontando el miedo, llegar a perderlos, sin embargo, no sé como sería mejor para mi afrontar el miedo de una posible mordida de licántropo. Estoy consciente que cerca de usted sería imposible, pero ¿qué pasaría si usted un día me deja sola? — Lo cierto es que ella lo dudaba. Averno era una criatura muy territorial, alguien que si dañaba la existencia de Doreen era porque así lo quería, y no daría oportunidad a nadie, ni nada más para que lo hiciera. Él era el indicado, él era el vigilante, el verdugo, él todo poderoso de la joven. No había más, y por esa razón, lo dudaba, pero nunca estaba demás hacer los comentarios — ¿Cómo poder salir airosa de algo así? Sé manejar bien un arma, pero a veces no es suficiente, y cuando llega la luna llena, todo se vuelve peor. — Se refería a su miedo, a su angustia, aunque claro, él lo vería cuando el tiempo lo indicara.
Siguió comienzo reflexiona, nerviosa, e inquieta. Doreen comía con rapidez, y por inercia. No se mantenía quieta, de sólo pensarlo su tranquilidad desaparecía. Incluso sólo llegaba a ver el plato. Su temor incluso borró por un momento de su percepción a Averno, pero levantó la vista, y ahí se encontraba.
La tranquilidad volvió de sólo observarlo. Averno la hacía sentir segura de una manera enfermiza.
— ¿Acaso usted me pondría a prueba sobre ese miedo? — Dejó el tenedor dentro del bol de fruta. — No imagino que podría perturbarle a usted si llegara a dormir — Porque en realidad no lo veía vulnerable, mucho menos débil. ¿Acaso Averno tendría una debilidad, un talón de Aquiles? Seguramente no. La chica sintió envidia, y quiso por un momento ser un poco más de él. Descubrió entonces, que en más de una vez habría querido ser tan indiferente, frío, poderoso, entre otras cosas más que ella veía en él, pero no se imaginaba sin amor, sin aspirar a eso, aunque claramente con él aquello había prácticamente muerto, porqué Doreen nunca sería amada, no gracias a él.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: Tengo la convicción de que no existes, y sin embargo te oigo cada noche → Privado
¿La comida? Sí, su mente por imposición propia solo puede relacionar comida con sangre, en este punto le quedaría claro a Doreen que jamás, ni siquiera ese inconsciente adormilado del inmortal le revelaría un poco de información de un pasado inexistente para él – Como si fuera ayer, madame, la piel humana no tiene sabor, pero si un aroma particular, el cual se mezcla con el metálico de la sangre, y se le agrega un dulzor incomparable que afecta cada parte del ser del vampiro, al punto de sentir por esos instantes que todo vuelve a estar en su lugar, palpitante y profundo – Seguramente no la respuesta que la humana estaba esperando y por supuesto él quedaba complacido con ello, estaba seguro que no iba a necesitar decirle una vez más de manera indirecta que deje de preguntar respecto a esos temas, o a cualquier tema relacionado con algo que le lleve más allá de los mil años de existencia y tenga que estar relacionado con su integridad. Averno se mantuvo en silencio mientras la muchacha se alimentaba, y prestó suma atención a sus palabras, entonces ese tipo de pesadillas tenía la humana, ¿miedo a bestias salvajes superdesarrolladas? Bastante bien fundados para una humana, y para ella más aún. No obstante resultaba hoy por hoy un miedo estúpido, difícilmente un licántropo podría irrumpir en este hogar, partiendo porque Averno lo ostenta y segundo porqué está lleno de plata, y no solo respecto a las armas que guarda en el sótano, si no los propios utensilios comunes de casa o los adornos, y si le sumamos a que Doreen jamás estará fuera sin supervisión, el hecho de que fuera atacada incluso por otro ser resultaba minúsculo, definitivamente la situación no se trataba de un miedo lógico o razonable, por ello subía de nivel a lo que se considera un trauma, un miedo descomunal y sin demasiada lógica concisa en la realidad, quizás por ello se manifestaba con furia cuando la joven dormía, hasta donde Averno sabe los traumas persiguen a los humanos hasta el final de sus días o terminan con ellos, o los fuertes logran vivir junto a los mismos y afectarse lo menor posible, esa lucha le confería solo a Doreen, no obstante le daría todas las recomendaciones necesarias del caso, sobre todo porque los lupinos resultan algunas veces ser seres bastante desagradables y poco razonables, realidad que a él bastante le fastidiaba – Dicen que solo los humanos idiotas no tienen miedo, y que no es valiente el que no teme, si no el que enfrenta su miedo con hidalguía, pueden que tengan razón, no obstante esto de nada le sirve a usted, no tiene sentido que tema mientras duerme al ser que debería acosarle mientras está despierta, tampoco tiene sentido que sueñe con lobos desagarrándole cuando puedo yo perfectamente hacerlo, usted no tiene un miedo, posee un trauma, son dos estados muy diferentes, que sin embargo decantan en lo mismo, “desesperación” Si no supera lo sucedido no podrá avanzar, es muy sencillo - ¿Lo era?
Averno había bloqueado por completo cualquier detalle anterior a él mismo, seguramente Doreen no haría eso, además intentar siquiera transformarla de esa manera destruiría al ser del que tanto disfruta. El inmortal hizo una pausa para que la muchacha se tomara su tiempo en procesar todo lo que le había dicho, ciertamente no resulta ser una situación que puede solucionarse de un día para otro, en realidad para sus ideales respecto a ella poco le afecta que tenga pesadillas en las noches siendo atacada por licántropos, mientras esto no afecte a su seguridad cuando la misma está consiente entonces no debería de ser un problema relevante para él, sin embargo puede solventarlo con el poder simple de la charla, convencerla como hasta el momento hizo, con el poder de sus palabras y quizás con el de sus acciones, es decir, Averno no tendría problema en cortarle las garras a un licántropo frente a ella o arrancarle el corazón para que se dé cuenta de que tan inofensivos pueden llegar a ser si te aprovechas de su incapacidad para razonar, lo que nos hace superiores a las bestias siempre será nuestro intelecto y el cómo lo usemos claro, por ahora suficiente con lo dicho para el tema – Podría poner un licántropo frente a usted y demostrarle que no son tan temibles como piensa, para mí son lo más sencillo del mundo, pura fuerza bruta, pero no es necesario hablar más de eso por hoy, veremos más adelante si se vuelve una necesidad relevante en usted, lo cual dudo – Pues estará bastante complicada y ocupada solventando otro tipo de situaciones y de encrucijadas varias, a las que se enfrentará por gusto y mandato de él claramente. El inmortal se levantó de la mesa, observó las ventanas – En unos momentos estará sola y a la vez no, puedo escuchar la mayoría de ruidos que se suscitan en la parte superior de la propiedad aun estando abajo, así que le estaré vigilando siempre que hable, o camine cerca, esperemos que esto no le perturbe su andar y su desenvolvimiento en la mansión, después de todo debe utilizar cada porción hábil para usted de la manera que más le convenga, recuerde que el lugar le pertenece, por el momento no legalmente, pero a futuro esto cambiará, como muchas otras realidades que se transformaran, pero todo a su debido tiempo, debe tener claro que correr sin mirar por donde se pisa suele traer severas consecuencias, ¿verdad? – El inmortal sonrió, y se giró para quedar frente a la mesa, ya alejado de las ventanas – Eso será todo por el momento, le recomiendo dejar que haga la digestión y en unas horas volver a dormir un poco, ya que no descansó lo suficiente, luego de ello ya sabe que tiene libre albedrio para hacer por estos lares, aunque tengo una ligera sospecha de lo que se pondrá a hacer en cuanto termine con usted misma – Averno estiró su palma para tomar la ajena, la elevó con cordialidad, como cuando se va a besar esta, sin embargo no lo hizo, solo realizó un gesto de reverencia con la cabeza y se marchó, pronto la puerta de madera comenzó a sonar, el aire no tan agradable escapó del interior, el inmortal visualizó las escaleras y comenzó a bajar mientras sus palmas cerraban tras de sí la puerta, colocó el candado pesado respectivo a la misma y se perdió entre la oscuridad que para él poco efectivo negativo generaba.
Averno había bloqueado por completo cualquier detalle anterior a él mismo, seguramente Doreen no haría eso, además intentar siquiera transformarla de esa manera destruiría al ser del que tanto disfruta. El inmortal hizo una pausa para que la muchacha se tomara su tiempo en procesar todo lo que le había dicho, ciertamente no resulta ser una situación que puede solucionarse de un día para otro, en realidad para sus ideales respecto a ella poco le afecta que tenga pesadillas en las noches siendo atacada por licántropos, mientras esto no afecte a su seguridad cuando la misma está consiente entonces no debería de ser un problema relevante para él, sin embargo puede solventarlo con el poder simple de la charla, convencerla como hasta el momento hizo, con el poder de sus palabras y quizás con el de sus acciones, es decir, Averno no tendría problema en cortarle las garras a un licántropo frente a ella o arrancarle el corazón para que se dé cuenta de que tan inofensivos pueden llegar a ser si te aprovechas de su incapacidad para razonar, lo que nos hace superiores a las bestias siempre será nuestro intelecto y el cómo lo usemos claro, por ahora suficiente con lo dicho para el tema – Podría poner un licántropo frente a usted y demostrarle que no son tan temibles como piensa, para mí son lo más sencillo del mundo, pura fuerza bruta, pero no es necesario hablar más de eso por hoy, veremos más adelante si se vuelve una necesidad relevante en usted, lo cual dudo – Pues estará bastante complicada y ocupada solventando otro tipo de situaciones y de encrucijadas varias, a las que se enfrentará por gusto y mandato de él claramente. El inmortal se levantó de la mesa, observó las ventanas – En unos momentos estará sola y a la vez no, puedo escuchar la mayoría de ruidos que se suscitan en la parte superior de la propiedad aun estando abajo, así que le estaré vigilando siempre que hable, o camine cerca, esperemos que esto no le perturbe su andar y su desenvolvimiento en la mansión, después de todo debe utilizar cada porción hábil para usted de la manera que más le convenga, recuerde que el lugar le pertenece, por el momento no legalmente, pero a futuro esto cambiará, como muchas otras realidades que se transformaran, pero todo a su debido tiempo, debe tener claro que correr sin mirar por donde se pisa suele traer severas consecuencias, ¿verdad? – El inmortal sonrió, y se giró para quedar frente a la mesa, ya alejado de las ventanas – Eso será todo por el momento, le recomiendo dejar que haga la digestión y en unas horas volver a dormir un poco, ya que no descansó lo suficiente, luego de ello ya sabe que tiene libre albedrio para hacer por estos lares, aunque tengo una ligera sospecha de lo que se pondrá a hacer en cuanto termine con usted misma – Averno estiró su palma para tomar la ajena, la elevó con cordialidad, como cuando se va a besar esta, sin embargo no lo hizo, solo realizó un gesto de reverencia con la cabeza y se marchó, pronto la puerta de madera comenzó a sonar, el aire no tan agradable escapó del interior, el inmortal visualizó las escaleras y comenzó a bajar mientras sus palmas cerraban tras de sí la puerta, colocó el candado pesado respectivo a la misma y se perdió entre la oscuridad que para él poco efectivo negativo generaba.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/03/2013
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Re: Tengo la convicción de que no existes, y sin embargo te oigo cada noche → Privado
El silencio invadió la cocina, y no por ignorar o menospreciar las palabras que su ahora dueño le estaba otorgando, claro que no. Se trataba de todo lo contrario, cada palabra dicha por el inmortal la estaba haciendo pensar a profundidad. Ella temía de las noches de luna llena de forma enfermiza, incluso su salud física en ocasiones se veía afectada por aquella velada, eso no estaba bien, y claro que no se trataba de algo normal, antes de llegar él en su vida, su forma de “superar” su problema era enfrentarlo, mantener a uno que otro cerca, claro, con ciertas reservas. En sus guardias existían hombres lobos, mismos que cada 28 días se dispersaban, y con eso buscaban ayudarla a superar su mal, sin embargo, Doreen sabía que seguían siendo un peligro, y que por más entrenados que dijeran estar, la realidad es que eran bestias. El hambre podría llegar a ocasionarles fallos, y con eso causar peores daños.
Suspiró con tanta profundidad que sus pulmones parecían querer reventar, aunque no de forma dolorosa. El aire que rondaba aquella zona parecía puro, menos contaminado, con una mezcla de esencias sin adulterio. Aquello sin duda lo gozó. Terminó de masticar, y tragó el último bocado de su comida. Alzó la mirada, y terminó por encontrarse con la ajena, se sonrojó claramente.
Doreen debía reconocer, que sin importar la crueldad, maldad, y terror que él llegara a tener dentro, o inundar, era una criatura con modales. Sin duda se sabía expuesta a peligros, torturas, o una futura muerte muy aterradora, sin embargo él se encargaba de hacerla sentir bien, segura. Aquello le dio un destello extraño en su interior; alivio, felicidad, y paz. Aunque claramente lo último resultaba enfermizo y extraño. ¿La jovencita estaba volviéndose loca? No, aún no lo estaba, pero estaba apreciando la vida de una perspectiva completamente distinta. La confusión la invadió por un segundo, pero tan rápido como llegó se esfumó, sus dudas no iban a arruinar el momento previo al amanecer, un momento que parecía más intimo que el acto sexual.
Los pensamientos de Doreen estaban cambiando. Si su forma de ver el universo tenía una visión apenas de su rabio personal, ahora sus ojos, y sus ideas estaban alcanzando otros niveles. Algo extraño tomando en cuenta que era su primer noche viviendo con él. Para ella lo más intimo era el acto sexual, pero se daba cuenta que no, que existía más que eso, el amor podría ser una opción, pero entre ellos no, por lo que la sinceridad, y la forma cruda en que le enseñaba la vida, podía ser catalogado de esa forma: intimo.
Era cierto, para ella no existía indiferencia plena hacía él. Averno despertaba en Doreen un sin fin de curiosidades, mismas que no hundían sus emociones. Estar con él era como encontrarse en una historia de terror, pero una doblemente oscura, tenebroso, cruel, y magnética. De esas que te vuelven adicta, o al menos a ella. Nadie en sano juicio desearía una vida junto a él, mucho menos un desenlace bajo su poder. Claramente Averno no era el príncipe que siempre soñé y anheló, pero era alguien especial, único. Alguien que le estaba dando un verdadero sentido a su vida.
— No creo estar lista aún para ver a alguien siendo asesinado por usted ¿Está consciente de eso? — Claro que lo estaba, y en realidad Doreen nunca estaría lista para ver a alguien morir, sin embargo sabía que tarde que temprano debía presenciarlo. — Aunque… — Guardó silencio. Admitir que aquello sería una idea que podría ayudarle la pondría más en sus manos. Averno iba a tomar sus pensamientos, y eso le dolía, porque no deseaba dejar de ser ella — No sería capaz de soportar ver a alguien morir, menos si sería por mi culpa — Sonrió ante el gesto del vampiro, inmediatamente se puso de pie, dejó los platos en una cubeta llena de agua. No los limpió frente a él, porque sería perder el tiempo. Ya tendría oportunidad más tarde.
— Dormiré más tarde, cuando me sienta cansada, ahora mismo no creo poder conciliar el sueño, no si usted estará en otra habitación, hasta la noche, mi señor — Debía admitirlo. El lugar le ponía de nervios tanto como él, sin embargo Averno hablaba, ordenaba, y obligaba. Se sabía expuesta por alguien. Los muebles y estructura nada podían transmitir. Con tristeza lo vio marchar, incluso escuchó el cerrar de la puerta que lo mantendría seguro. La jovencita cerró las ventanas de la cocina, y también de todo lo que estuviera cerca de esa zona. No deseaba que el sol entrara ni u n poco, con todo y que él estaba seguro. Doreen no sería capaz de ocasionar una inmortalidad extinguirse. Por más amenazada que se sintiera.
Salió de la cocina en dirección a su ahora habitación. En las demás zonas corrió las cortinas. Cuando llegó a su cuarto hizo lo mismo. El primer rayo del sol iluminó primeramente su cabello, mismo que parecía resplandecer en unión con el astro rey. Después su rostro blanquecino fue cubierto por la luminosidad del día. Doreen buscó entre sus maletas y se puso un vestido muy sencillo de color negro. Se amarró los cabellos, y puso manos a la obra. Acomodó todo a la perfección, incluso las cosas que él le había dado. Todo de colores; en armonía para ella. Limpió también el baño. Tardó aproximadamente una hora. Hacer aquello le ayudaba a aliviar tensiones. Siguió con los otros cuartos, con las escaleras, y terminó después en la planta baja. Tenía mucho trabajo que hacer, pero las horas pasaban volando, y la hora de la comida había llegado. Con cuidado llegó a la casi oscura cocina. Se sirvió lo que encontró, y terminó por limpiar aquella zona. A fin de cuentas ella lo utilizaría. Al final la joven decidió explorar un poco más, y la maravilla más grande se encontraba ahí, en esa biblioteca que apenas y pudo observar la noche anterior. Era inmensa, con tanto volúmenes que le ampliaron su sonrisa. Algo que siempre deseó y que nunca imaginó tener. Un sueño tachado en la lista inconscientemente.
Doreen se dio cuenta que estaba siendo muy acelerada. Que tenía muchos días por delante para explorar, conocer, y claro, tener que hacer. Por esa razón decidió que era momento de descansar un poco. Los párpados le pesaban, era mejor recuperar energías. Sino descansaba lo suficiente no rendiría para su próximo encuentro. Su vida ahora iba de la mano con la oscuridad. Él sol ya no era su aliado, sino la luna, y por eso debía voltear un poco sus estrictos horarios.
Se acurrucó de forma muy cómoda en la cama, en un instante había caído en un profundo sueño. No supo que ocurrió, y tampoco que fue lo que la ayudó, quizás habría sido aquella platica y la seguridad que él no le mentía, pero Doreen no tuvo pesadillas esa tarde, durmió con comodidad, con profundidad, y haciendo que su cuerpo, y sus pensamientos estuvieran listos y preparados para más.
El tiempo pasó con rapidez, los últimos rayos del sol se estaban escondiendo, el cerrojo de la puerta giraba, y sus ojos se abrieron notando la figura imponente de Averno.
Suspiró con tanta profundidad que sus pulmones parecían querer reventar, aunque no de forma dolorosa. El aire que rondaba aquella zona parecía puro, menos contaminado, con una mezcla de esencias sin adulterio. Aquello sin duda lo gozó. Terminó de masticar, y tragó el último bocado de su comida. Alzó la mirada, y terminó por encontrarse con la ajena, se sonrojó claramente.
Doreen debía reconocer, que sin importar la crueldad, maldad, y terror que él llegara a tener dentro, o inundar, era una criatura con modales. Sin duda se sabía expuesta a peligros, torturas, o una futura muerte muy aterradora, sin embargo él se encargaba de hacerla sentir bien, segura. Aquello le dio un destello extraño en su interior; alivio, felicidad, y paz. Aunque claramente lo último resultaba enfermizo y extraño. ¿La jovencita estaba volviéndose loca? No, aún no lo estaba, pero estaba apreciando la vida de una perspectiva completamente distinta. La confusión la invadió por un segundo, pero tan rápido como llegó se esfumó, sus dudas no iban a arruinar el momento previo al amanecer, un momento que parecía más intimo que el acto sexual.
Los pensamientos de Doreen estaban cambiando. Si su forma de ver el universo tenía una visión apenas de su rabio personal, ahora sus ojos, y sus ideas estaban alcanzando otros niveles. Algo extraño tomando en cuenta que era su primer noche viviendo con él. Para ella lo más intimo era el acto sexual, pero se daba cuenta que no, que existía más que eso, el amor podría ser una opción, pero entre ellos no, por lo que la sinceridad, y la forma cruda en que le enseñaba la vida, podía ser catalogado de esa forma: intimo.
Era cierto, para ella no existía indiferencia plena hacía él. Averno despertaba en Doreen un sin fin de curiosidades, mismas que no hundían sus emociones. Estar con él era como encontrarse en una historia de terror, pero una doblemente oscura, tenebroso, cruel, y magnética. De esas que te vuelven adicta, o al menos a ella. Nadie en sano juicio desearía una vida junto a él, mucho menos un desenlace bajo su poder. Claramente Averno no era el príncipe que siempre soñé y anheló, pero era alguien especial, único. Alguien que le estaba dando un verdadero sentido a su vida.
— No creo estar lista aún para ver a alguien siendo asesinado por usted ¿Está consciente de eso? — Claro que lo estaba, y en realidad Doreen nunca estaría lista para ver a alguien morir, sin embargo sabía que tarde que temprano debía presenciarlo. — Aunque… — Guardó silencio. Admitir que aquello sería una idea que podría ayudarle la pondría más en sus manos. Averno iba a tomar sus pensamientos, y eso le dolía, porque no deseaba dejar de ser ella — No sería capaz de soportar ver a alguien morir, menos si sería por mi culpa — Sonrió ante el gesto del vampiro, inmediatamente se puso de pie, dejó los platos en una cubeta llena de agua. No los limpió frente a él, porque sería perder el tiempo. Ya tendría oportunidad más tarde.
— Dormiré más tarde, cuando me sienta cansada, ahora mismo no creo poder conciliar el sueño, no si usted estará en otra habitación, hasta la noche, mi señor — Debía admitirlo. El lugar le ponía de nervios tanto como él, sin embargo Averno hablaba, ordenaba, y obligaba. Se sabía expuesta por alguien. Los muebles y estructura nada podían transmitir. Con tristeza lo vio marchar, incluso escuchó el cerrar de la puerta que lo mantendría seguro. La jovencita cerró las ventanas de la cocina, y también de todo lo que estuviera cerca de esa zona. No deseaba que el sol entrara ni u n poco, con todo y que él estaba seguro. Doreen no sería capaz de ocasionar una inmortalidad extinguirse. Por más amenazada que se sintiera.
Salió de la cocina en dirección a su ahora habitación. En las demás zonas corrió las cortinas. Cuando llegó a su cuarto hizo lo mismo. El primer rayo del sol iluminó primeramente su cabello, mismo que parecía resplandecer en unión con el astro rey. Después su rostro blanquecino fue cubierto por la luminosidad del día. Doreen buscó entre sus maletas y se puso un vestido muy sencillo de color negro. Se amarró los cabellos, y puso manos a la obra. Acomodó todo a la perfección, incluso las cosas que él le había dado. Todo de colores; en armonía para ella. Limpió también el baño. Tardó aproximadamente una hora. Hacer aquello le ayudaba a aliviar tensiones. Siguió con los otros cuartos, con las escaleras, y terminó después en la planta baja. Tenía mucho trabajo que hacer, pero las horas pasaban volando, y la hora de la comida había llegado. Con cuidado llegó a la casi oscura cocina. Se sirvió lo que encontró, y terminó por limpiar aquella zona. A fin de cuentas ella lo utilizaría. Al final la joven decidió explorar un poco más, y la maravilla más grande se encontraba ahí, en esa biblioteca que apenas y pudo observar la noche anterior. Era inmensa, con tanto volúmenes que le ampliaron su sonrisa. Algo que siempre deseó y que nunca imaginó tener. Un sueño tachado en la lista inconscientemente.
Doreen se dio cuenta que estaba siendo muy acelerada. Que tenía muchos días por delante para explorar, conocer, y claro, tener que hacer. Por esa razón decidió que era momento de descansar un poco. Los párpados le pesaban, era mejor recuperar energías. Sino descansaba lo suficiente no rendiría para su próximo encuentro. Su vida ahora iba de la mano con la oscuridad. Él sol ya no era su aliado, sino la luna, y por eso debía voltear un poco sus estrictos horarios.
Se acurrucó de forma muy cómoda en la cama, en un instante había caído en un profundo sueño. No supo que ocurrió, y tampoco que fue lo que la ayudó, quizás habría sido aquella platica y la seguridad que él no le mentía, pero Doreen no tuvo pesadillas esa tarde, durmió con comodidad, con profundidad, y haciendo que su cuerpo, y sus pensamientos estuvieran listos y preparados para más.
El tiempo pasó con rapidez, los últimos rayos del sol se estaban escondiendo, el cerrojo de la puerta giraba, y sus ojos se abrieron notando la figura imponente de Averno.
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Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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