AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Life sucks. [Privado]
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Life sucks. [Privado]
En una noche bonita como es la que hace, me pregunto qué hago allí. Lámparas gigantes en techos tan grandes que el final no alcanza mi vista, brillantes por todas partes.. En definitiva, lujo por todas partes. Sí, no pego nada en absoluto, pero estoy porque me sale rentable. ¿Quién desperdiciaría una oportunidad de conocer gente nueva? Gente rica; matizo. Y confieso, que no me siento agusto. Me gusta el dinero, me gustan ciertos caprichos, pero no me gusta la gente de la alta sociedad. Nunca me ha gustado, porque son todos iguales. Diferente país, misma psicología. Avariciosos, egocéntricos; no soporto que se crean superiores a mi. Por eso no pinto nada rodeada de esa gente, porque los ofendería sin dudarlo con una grosería sin sentirme culpable en lo más mínimo. ¡Bendita hipocresía! En ese sentido, se me da genial (Y digo, GENIAL) ser uno de ellos.
- Alina, querida ¿me concedes el honor? - Frente a mi se presenta un hombre; uno de los más extraños a los que he acompañado. Su pelo cano le hace ver los casi cincuenta años que ya ronda pero, al mismo tiempo, su porte alto y elegante le devuelve un poco de esa juventud que antaño le perteneciera y a la que parece le estaba costando desaferrarse. Me gusta, y por eso acepté sus servicios. Aunque no de amante, de acompañante nos habíamos utilizado mutuamente en varias ocasiones. Yo soy una joven bella, culta (dejando a un lado mi pequeño problema con la lectura, que por supuesto él no conoce) y con un porte elegante. Destaco, siempre, por mi pelirroja melena. Nadie de esa fiesta no se ha percatado ya de que el señor Lemarks está muy bien acompañado. Y se comentará, seguramente, en los círculos sociales que él frecuente. En mi caso; bueno.. siempre he conocido a algún que otro ser rentable por aquellos lares.
En la pista de baile me muevo con gracia y soltura, tan bien adquirida en el poco tiempo que allí llevo. Si bien al llegar sabía algo de baile, no precisamente de los bailes que por allí estaban de moda; tan diferente a los que en Prussia se estilaban. Menos dentro de la nobleza, que allí pocas veces frecuenté. Sin embargo, bien pude conseguir a un pequeño maestro que amablemente me enseñó aquello que sabía ¡en todos los sentidos!. Una vez finalizada la danza, me voy al lado que acostumbraban las señoras a sentarse; esperando por un baile o bien descansando. En mi caso el segundo e intento que no parezca lo contrario. Es muy molesto rechazar una invitación; tanto como aceptarla y volver a bailar. No me gusta especialmente, porque me cansa y no me da beneficios. Las cotorras que tengo al lado tampoco son de mucho agrado, diré. Hablan y hablan sin parar, cotilleando sobre todo y todos los que les rodean. Yo la primera. Mis dibujos, imprimidos sobre mi cuerpo en tinta, no pasan en absoluto desapercibidos por supuesto. Nunca lo hacen. Siempre intento taparlos lo máximo posible con los vestidos, pero son demasiados ¿Qué se le va a hacer? Mientras a los clientes no les importe (y aunque lo haga) a mi tampoco. En esta ocasión había conseguido un precioso vestido rojo, igual que mi cabello, con una manga de rejilla que llegaba por el codo y una cola hasta el suelo y más allá.
No lo aguanto más. No lo aguanto. Las miradas, los cuchicheos y todo lo demás. Salgo a la parte exterior sin pensarlo, pues estoy treméndamente sofocada. ¡Ahora sí que voy a juego! Toda de rojo, hasta la piel. Me apoyo en la baranda de piedra y observo los jardines, no demasiado ostentosos para lo que era la zona en la que se encontraba. Me relamo los labios, sedienta. Suspiro; realmente la vida apesta.
- Alina, querida ¿me concedes el honor? - Frente a mi se presenta un hombre; uno de los más extraños a los que he acompañado. Su pelo cano le hace ver los casi cincuenta años que ya ronda pero, al mismo tiempo, su porte alto y elegante le devuelve un poco de esa juventud que antaño le perteneciera y a la que parece le estaba costando desaferrarse. Me gusta, y por eso acepté sus servicios. Aunque no de amante, de acompañante nos habíamos utilizado mutuamente en varias ocasiones. Yo soy una joven bella, culta (dejando a un lado mi pequeño problema con la lectura, que por supuesto él no conoce) y con un porte elegante. Destaco, siempre, por mi pelirroja melena. Nadie de esa fiesta no se ha percatado ya de que el señor Lemarks está muy bien acompañado. Y se comentará, seguramente, en los círculos sociales que él frecuente. En mi caso; bueno.. siempre he conocido a algún que otro ser rentable por aquellos lares.
En la pista de baile me muevo con gracia y soltura, tan bien adquirida en el poco tiempo que allí llevo. Si bien al llegar sabía algo de baile, no precisamente de los bailes que por allí estaban de moda; tan diferente a los que en Prussia se estilaban. Menos dentro de la nobleza, que allí pocas veces frecuenté. Sin embargo, bien pude conseguir a un pequeño maestro que amablemente me enseñó aquello que sabía ¡en todos los sentidos!. Una vez finalizada la danza, me voy al lado que acostumbraban las señoras a sentarse; esperando por un baile o bien descansando. En mi caso el segundo e intento que no parezca lo contrario. Es muy molesto rechazar una invitación; tanto como aceptarla y volver a bailar. No me gusta especialmente, porque me cansa y no me da beneficios. Las cotorras que tengo al lado tampoco son de mucho agrado, diré. Hablan y hablan sin parar, cotilleando sobre todo y todos los que les rodean. Yo la primera. Mis dibujos, imprimidos sobre mi cuerpo en tinta, no pasan en absoluto desapercibidos por supuesto. Nunca lo hacen. Siempre intento taparlos lo máximo posible con los vestidos, pero son demasiados ¿Qué se le va a hacer? Mientras a los clientes no les importe (y aunque lo haga) a mi tampoco. En esta ocasión había conseguido un precioso vestido rojo, igual que mi cabello, con una manga de rejilla que llegaba por el codo y una cola hasta el suelo y más allá.
No lo aguanto más. No lo aguanto. Las miradas, los cuchicheos y todo lo demás. Salgo a la parte exterior sin pensarlo, pues estoy treméndamente sofocada. ¡Ahora sí que voy a juego! Toda de rojo, hasta la piel. Me apoyo en la baranda de piedra y observo los jardines, no demasiado ostentosos para lo que era la zona en la que se encontraba. Me relamo los labios, sedienta. Suspiro; realmente la vida apesta.
Alina1- Humano Clase Baja
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 02/12/2014
Re: Life sucks. [Privado]
Él estaba conociendo los vicios de la vida Parisina. Llevaba algunos meses en la ciudad, aún le faltaba demasiado por conocer, sin embargo eso no le desanimaba, por el contrario. Se trataba ya de un hombre maduro. No había obtenido la vida que tanto se planean y deseaba. Tuvo que hacer infinidad de cosas para poder encontrarse de la manera en la que estaba. Primero tuvo que vender en el mercado ambulante junto con la verdulera, la ayudaba a intimidar a aquellos que no querían pagarle la cantidad exacta. Después cargó sacos de verdura, y también grandes piezas de carne. Mismas que lo dejaban horriblemente sucio a la última hora del día. Eso no importaba dado que Brandon deseaba poder alimentar a su pandilla, a sus amigos, a la familia que había conocido entre las peores calles y callejones de París.
Ketu había conocido a una señora ricachona una noche que estaba guardando las cosas e la verdulera. La mujer rondaba unos treinta y cinco años. Era hermosa, eso no iba a negarlo, pero tenía una mirada perdida, los ojos cristalinos, y los labios resecos. La fémina se había acercado a él con curiosidad, de hecho le hizo algunas preguntas que lo extrañó, y después de conversar por un momento, le dio una sugerencia, un consejo, y luego le dio un empleo. Uno que iba de la mano de una cena de gala que se podía dar después con los restos de la fiesta que daría. Le pidió a Brandon que se viera con ella en su casa alrededor de las siete de la noche. Cuando él estuvo ahí le dio un traje de gala nuevo (para meseros), lo hizo bañarse, perfumarse, y peinarse, todo eso acompañado con el traje lo hacía ver una persona completamente distinta. Un hombre sin duda atractivo, o más de lo que ya era. Bien dicen que el dinero hace milagros. El ex joven de la selva aprendió con rapidez todo lo necesario para servir a los invitados. Incluso se podría decir que se divirtió con cada una de las reglas de etiqueta que tenía que poner en marcha. Parecía todo una obra de teatro. Los ricos le parecieron incluso un poco más aburridos de lo normal.
Para su buena suerte, no era el único al que habían contratado. Él mismo había llevado a un par de amigos para que los vistieran y bañaran de la misma manera. Su reacción al verlos fue muy graciosa. Todos se pusieron de acuerdo para tener turnos y poder atender a esa gente soberbia. El turno del mayor había terminado unos minutos atrás pero había decidido terminar de servir unas copas. Cuando terminó su tarea salió por la puerta trasera de la cocina y encendió un cigarrillo. Si, estaba comenzando a tener ese mal habito, pero ¿qué importaba? Descubrió que fumar esa sustancia le restaba el hambre, así había podido quitarse el pan de la boca para ofrecérselo a alguien más que lo necesitaba. (Los pobres siempre tienen más corazón que los ricos). Así se la pasó, caminando un poco mientras terminaba de fumar. Familiarizándose con la casa que sería su lugar de trabajo. Le pagarían bien, eso era lo importante, podría comprar a la larga una pequeña casa y toda su pandilla viviría ahí.
— ¿Alina? — Preguntó frunciendo el ceño mientras tiraba el vicio al suelo y lo pisaba. — ¿Qué estás haciendo aquí vestida así? — La pregunta era clara. No sabía demasiado sobre algunos pasatiempos de ella, pero esperaba que no estuviera metida en problemas. ¿Cómo la sacaría ahí desapercibida si algo estaba haciendo mal? Los metería en problemas a todos, y quizás perdería su futuro trabajo.
Ketu había conocido a una señora ricachona una noche que estaba guardando las cosas e la verdulera. La mujer rondaba unos treinta y cinco años. Era hermosa, eso no iba a negarlo, pero tenía una mirada perdida, los ojos cristalinos, y los labios resecos. La fémina se había acercado a él con curiosidad, de hecho le hizo algunas preguntas que lo extrañó, y después de conversar por un momento, le dio una sugerencia, un consejo, y luego le dio un empleo. Uno que iba de la mano de una cena de gala que se podía dar después con los restos de la fiesta que daría. Le pidió a Brandon que se viera con ella en su casa alrededor de las siete de la noche. Cuando él estuvo ahí le dio un traje de gala nuevo (para meseros), lo hizo bañarse, perfumarse, y peinarse, todo eso acompañado con el traje lo hacía ver una persona completamente distinta. Un hombre sin duda atractivo, o más de lo que ya era. Bien dicen que el dinero hace milagros. El ex joven de la selva aprendió con rapidez todo lo necesario para servir a los invitados. Incluso se podría decir que se divirtió con cada una de las reglas de etiqueta que tenía que poner en marcha. Parecía todo una obra de teatro. Los ricos le parecieron incluso un poco más aburridos de lo normal.
Para su buena suerte, no era el único al que habían contratado. Él mismo había llevado a un par de amigos para que los vistieran y bañaran de la misma manera. Su reacción al verlos fue muy graciosa. Todos se pusieron de acuerdo para tener turnos y poder atender a esa gente soberbia. El turno del mayor había terminado unos minutos atrás pero había decidido terminar de servir unas copas. Cuando terminó su tarea salió por la puerta trasera de la cocina y encendió un cigarrillo. Si, estaba comenzando a tener ese mal habito, pero ¿qué importaba? Descubrió que fumar esa sustancia le restaba el hambre, así había podido quitarse el pan de la boca para ofrecérselo a alguien más que lo necesitaba. (Los pobres siempre tienen más corazón que los ricos). Así se la pasó, caminando un poco mientras terminaba de fumar. Familiarizándose con la casa que sería su lugar de trabajo. Le pagarían bien, eso era lo importante, podría comprar a la larga una pequeña casa y toda su pandilla viviría ahí.
— ¿Alina? — Preguntó frunciendo el ceño mientras tiraba el vicio al suelo y lo pisaba. — ¿Qué estás haciendo aquí vestida así? — La pregunta era clara. No sabía demasiado sobre algunos pasatiempos de ella, pero esperaba que no estuviera metida en problemas. ¿Cómo la sacaría ahí desapercibida si algo estaba haciendo mal? Los metería en problemas a todos, y quizás perdería su futuro trabajo.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 07/03/2013
Re: Life sucks. [Privado]
Apenas pasan unos minutos hasta que caigo en la tentación de volver a entrar sólo para coger una copa. No debería haberlo hecho. Antes de siquiera llegar hasta mi objetivo, me encuentro con una cara no del todo desconocida. Una mujer ya entrada en años me mira con facciones duras, pero sin perder la sonrisa de hipócrita característica de la gente rica. Si mal no recuerdo, no es la primera vez que la veo en una fiesta a la que acompaño a este hombre. ¿Casualidad? La verdad es que no creo en ellas. La otra opción, por lo tanto, es que está interesado en él. Me aguanto la sonrisa ¡Que interesante! Un vejestorio interesado en otro y celosa porque iba acompañado de una muchachita por lo menos veinte años más joven. Siempre me ha gustado que me envidien ¿Para qué negarlo? Es bastante gratificante que alguien mucho más rico y con muchas más cosas, envidie algo que yo tengo. Yo, una humilde y barriobajera pobretona. Definitivamente; es graciosísimo.
De alguna forma logré escaparme después de escuchar nosequé sobre que no era aconsejable que acompañara a según que hombres; porque les estaba dando mala fama. O algo así. La cuestión es que por fin he conseguido mi tan ansiada copa de champán. Oh, champán, la bebida de los ricos. Oro líquido, así le llaman por dónde yo vivo; gente que posiblemente en su vida llegará siquiera a verlo. Así que puedo decir con firmeza que esta es una de las cosas que adoro de esas fiestas y no dudo en aprovecharme tanto como dure mi trabajo.
De vuelta a la tranquilidad del balcón, esta vez vez estoy satisfecha con todo. Tengo mi preciada bebida y sólo la luz de la luna me hace compañía. Una luna muy silenciosa; silencio que agradezco enormemente. ¿Alina?. Casi me atraganto (más bien me atraganto de verdad) al escuchar una voz a mi espalda. ¿Y ahora qué?. Cuál es mi sorpresa al darme la vuelta. Parpadeo, pues el rostro ante mi es muy inesperado. ¿Qué estás haciendo aquí vestida así?. Entonces paso del asombro al enojo. Bueno, un enojo muy leve. - ¡Vaya! ¿Tan mal me veo, Brandon? - Levanto una ceja en señal acusatoria. En realidad sólo le tomo el pelo, porque sé a lo que se refiere. ¿Qué hace alguien como yo en un sitio como este? A fin de cuentas, él sólo es un muchacho que me conoce del mercado. Sabe que soy una chica pobre que se busca la vida como puede. Por dios, estoy segura de que hasta está pensando que me he colado allí.
Escondo una sonrisa traviesa ante la idea que pasa por mi cabeza. Lejos de la aburrida clase alta, me apetece jugar un poco con alguien más cercano a mi ‘nivel’. Suspiro, bajando la mirada cual perrito apaleado. - Lo siento, lo siento. Es normal que digas eso, no pinto nada aquí - Me apoyo en la barandilla y agacho la cabeza dejando que mi cabello ondulado cubra toda la cara. Realmente parezco derrotadamente entristecida.
De alguna forma logré escaparme después de escuchar nosequé sobre que no era aconsejable que acompañara a según que hombres; porque les estaba dando mala fama. O algo así. La cuestión es que por fin he conseguido mi tan ansiada copa de champán. Oh, champán, la bebida de los ricos. Oro líquido, así le llaman por dónde yo vivo; gente que posiblemente en su vida llegará siquiera a verlo. Así que puedo decir con firmeza que esta es una de las cosas que adoro de esas fiestas y no dudo en aprovecharme tanto como dure mi trabajo.
De vuelta a la tranquilidad del balcón, esta vez vez estoy satisfecha con todo. Tengo mi preciada bebida y sólo la luz de la luna me hace compañía. Una luna muy silenciosa; silencio que agradezco enormemente. ¿Alina?. Casi me atraganto (más bien me atraganto de verdad) al escuchar una voz a mi espalda. ¿Y ahora qué?. Cuál es mi sorpresa al darme la vuelta. Parpadeo, pues el rostro ante mi es muy inesperado. ¿Qué estás haciendo aquí vestida así?. Entonces paso del asombro al enojo. Bueno, un enojo muy leve. - ¡Vaya! ¿Tan mal me veo, Brandon? - Levanto una ceja en señal acusatoria. En realidad sólo le tomo el pelo, porque sé a lo que se refiere. ¿Qué hace alguien como yo en un sitio como este? A fin de cuentas, él sólo es un muchacho que me conoce del mercado. Sabe que soy una chica pobre que se busca la vida como puede. Por dios, estoy segura de que hasta está pensando que me he colado allí.
Escondo una sonrisa traviesa ante la idea que pasa por mi cabeza. Lejos de la aburrida clase alta, me apetece jugar un poco con alguien más cercano a mi ‘nivel’. Suspiro, bajando la mirada cual perrito apaleado. - Lo siento, lo siento. Es normal que digas eso, no pinto nada aquí - Me apoyo en la barandilla y agacho la cabeza dejando que mi cabello ondulado cubra toda la cara. Realmente parezco derrotadamente entristecida.
Alina1- Humano Clase Baja
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 02/12/2014
Re: Life sucks. [Privado]
Sabe que es muy tonto al expresarse. Nunca utiliza bien las palabras, a veces incluso daña los sentimientos ajenos. Es torpe, lo sabe, nunca tuvo esa educación privilegiada, no es un hombre que conozca demasiadas palabras, es imprudente, más de la cuenta, aunque nunca lo hace con malas intenciones. Él es así, y aunque ha tenido ayuda para ser un poco recatado, tantos años de su vida no iban a cambiar de un momento a otro. No lamenta ser así, lo que sí le cae pesado es ver un rostro acongojado por su culpa, más si es un rostro precioso que a pesar de la pobreza siempre genera una gran sonrisa, una chispa especial. Se siente culpable, de eso no hay duda, pero no por eso va a cambiar sus modos maneras de ser. Intentaría enmendarlo, no con palabras, con acciones; al menos lo que pueda de la velada. ¿Cómo lo haría? No está acostumbrado a compensar sus pocos privilegios en la vida. Las maneras de ser que tenía, eran un claro ejemplo de lo que reflejaba desde su nacimiento.
Primero hizo una clara mueca por el dramatismo de la chica. Después de cruzó de brazos resoplando. No le gustaba el drama, más que nada porque vivía en una novela de ese tipo. ¡Que desgracia! Al final, y después de unos minutos de andarla observando, decide dar un par de saltos. De esa forma hasta encontrarse en la misma zona que él. No le costaba trabajo llegar a direcciones altas o bajas. A veces huir de los guardias reales un par de veces, las personas se vuelven más que hábiles, expertas en el tema. Sabía que su acompañante no se sorprendería de ello, seguramente ella era tan hábil en ese aspecto cómo él.
— Todas las mujeres son igual de dramáticas que tú, pensando mal cuando el mensaje es distinto, pudieron haberte obligado a hacerlo, peor aún, pudieron abusar de ti — Rechistó — Sólo pregunté para estar alerta y cuidarte de lejos — Se encogió de hombros con naturalidad, después se sentó en el borde del balcón, el aire fresco de la noche le estaba sentando bien, para su buena suerte su horario de descanso era amplio. La dueña de la casa tenía grandes consideraciones con él, era cómo ver a una mujer que jamás había podido tener un hijo, siempre lo habría anhelado, y al tener al joven muerto de hambre frente a ella, su sueño se volvía realidad. — Bueno, ahora dime sin ser exagerada, ¿qué haces por aquí? — Le dedicó una sonrisa burlona, casi irónica. Brandon agradecía internamente el poder tener un momento de tranquilidad con una conocida, aunque le gustaba la soledad dejaba en claro que una excelente charla le vendría bien. Eso despejaría su mente de la cantidad de trabajo que le esperaría.
— Quizás si pintas en un entorno así, escuché que algunos pobres tienen la suerte de ser elegidos por esos ricos, y terminan teniendo una historia de amor, riquezas y poder de ensueño, el problema es que cuando llegan a tener, no lo comparten, se les olvida de donde vinieron ¿tú serias así? — Preguntó sonriendo. Aquello lo hizo suspirar con melancolía, si él tuviera dinero sacaría a muchos de la calle, les quitaría esa vida de miseria, y los pondría a trabajar para poder sostenerse y darle cara al mundo, pero sobretodo para enseñarles a sus ricos que no los necesitaban, ni a su lastima, ni a ellos.
Primero hizo una clara mueca por el dramatismo de la chica. Después de cruzó de brazos resoplando. No le gustaba el drama, más que nada porque vivía en una novela de ese tipo. ¡Que desgracia! Al final, y después de unos minutos de andarla observando, decide dar un par de saltos. De esa forma hasta encontrarse en la misma zona que él. No le costaba trabajo llegar a direcciones altas o bajas. A veces huir de los guardias reales un par de veces, las personas se vuelven más que hábiles, expertas en el tema. Sabía que su acompañante no se sorprendería de ello, seguramente ella era tan hábil en ese aspecto cómo él.
— Todas las mujeres son igual de dramáticas que tú, pensando mal cuando el mensaje es distinto, pudieron haberte obligado a hacerlo, peor aún, pudieron abusar de ti — Rechistó — Sólo pregunté para estar alerta y cuidarte de lejos — Se encogió de hombros con naturalidad, después se sentó en el borde del balcón, el aire fresco de la noche le estaba sentando bien, para su buena suerte su horario de descanso era amplio. La dueña de la casa tenía grandes consideraciones con él, era cómo ver a una mujer que jamás había podido tener un hijo, siempre lo habría anhelado, y al tener al joven muerto de hambre frente a ella, su sueño se volvía realidad. — Bueno, ahora dime sin ser exagerada, ¿qué haces por aquí? — Le dedicó una sonrisa burlona, casi irónica. Brandon agradecía internamente el poder tener un momento de tranquilidad con una conocida, aunque le gustaba la soledad dejaba en claro que una excelente charla le vendría bien. Eso despejaría su mente de la cantidad de trabajo que le esperaría.
— Quizás si pintas en un entorno así, escuché que algunos pobres tienen la suerte de ser elegidos por esos ricos, y terminan teniendo una historia de amor, riquezas y poder de ensueño, el problema es que cuando llegan a tener, no lo comparten, se les olvida de donde vinieron ¿tú serias así? — Preguntó sonriendo. Aquello lo hizo suspirar con melancolía, si él tuviera dinero sacaría a muchos de la calle, les quitaría esa vida de miseria, y los pondría a trabajar para poder sostenerse y darle cara al mundo, pero sobretodo para enseñarles a sus ricos que no los necesitaban, ni a su lastima, ni a ellos.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 07/03/2013
Re: Life sucks. [Privado]
Por un momento pienso que mi teatro funciona y hasta pienso en que me puedo sentir culpable por el chico, pero un suspiro me hace subir ligeramente la vista. No ha colado. Prefería haberme sentido culpable y haber pasado un rato divertido tomándole el pelo. Ahora suspiro yo, volviendo a una posición normal en el balcón. - Que aburrido.. - Susurro a penas para mi misma, tomando después un sorbo de champán. Tenía razón, sin embargo, diciendo que las mujeres eran dramáticas por naturaleza. ¿Por qué? Es un misterio. Yo jugaba con ello, tal como acababa de hacerlo (de intentar hacerlo, más bien), igual que muchas otras. Otras simplemente lo llevaban en la personalidad y el dramatismo lo vivían sinceramente. Por suerte para mi, pocas cosas me llegan lo suficiente para hacerme daño. Quizá por eso es complicado que haga un drama seriamente. Si te quejas de algo, es porque a fin de cuentas, te importa ¿no?.
A pesar de la broma fallida, Brandon no cesó en su interés por saber qué hacía yo allí. Que pintaba allí. Si bien dijo que, después de todo, alguien como yo si podía ‘pintar’ algo allí, estaba bastante mal encaminado en cuánto al por qué. ¿Una historia de amor? Me río, disimulando lo que podría haber sido una carcajada en toda regla y convirtiéndolo en una sonrisita. Amor, por favor ¿Tan inocente era ese muchacho? Lo que tenían esas jóvenes no era una historia de amor, era una oportunidad de salir del pozo de mierda en el que siempre habían vivido. ¡Y claro que se olvidaban de sus orígenes! ¿Quién desearía recordar una vida de penas y amarguras, cuándo estás viviendo en lo que parece un sueño? - Mm.. ¿Esperas que diga que no? - Aunque ligeramente sonriente, le miro con cierta seriedad. Para nosotros, que vivíamos al día y casi de la caridad (Dependemos de la gente con dinero a fin de cuentas), era un tema serio. Por lo poco que sé de este chico, me da la sensación de que espera esa respuesta porque sería la que él daría. Acompañada, además, de un ‘sin duda’. Aún así, me gustaría ponerlo contra las cuerdas. Todos, hasta los buenos niños, tienen un lado oscuro. ¿Cuál será el suyo? - Siento decirte que sí, Brandon, no soy tan caritativa. Supongo que tú sí ¿verdad? - Pongo cierto énfasis en la pregunta, ironizándola ligeramente. Esta es una de las cosas por las que no se me da bien socializar, me imagino. No me gusta ser una niña demasiado buena y amigable. - Si, de un día para otro, pasaras de estar en la calle a en una mansión. Una como esta, por ejemplo. A tener estas fiestas a diario. ¿De verdad crees que te acordarías de la chusma? - Me acerco a él, hasta estar a unos pocos centímetros de distancia. Levanto la cabeza para mirarle a los ojos. - No te engañes, querido - Distraidamente acaricio uno de los botones de su traje de servicio. Aún en una fiesta tan glamurosa, esas vestimentas no hacen más que destacarle como una persona pobre. De otro nivel muy diferente al suyo. Muy inferior. - Quizá pienses que el ser un alma caritativa ahora, que no tienes un franco, significa que me equivoco. Sé que eres un niño bueno - Sonrío - Pero el dinero te cambiaría, tenlo muy presente. Si algún día consigues todo esto que ves y que tanto envidias, ten por seguro que esa generosidad que llevas dentro se esfumaría. - Me separo y vuelvo a poyarme en el balcón, esta vez mirando hacia dentro. Por el ventanal se ve la gente bailando, riendo y, en el fondo, pasando una buena velada. - Aunque, quién sabe, quizá eres demasiado bueno para eso - Murmuro, esta vez sin mirarle y casi sin darme cuenta de que estoy hablando con en voz alta. Lo único que veo, en realidad, es que mi viejo acompañante se acerca con la vista fija en mi.
- Bueno, me parece que mi tiempo libre ha terminado - Río, devolviendo la mirada a Brandon. - Creo que hay algo a lo que no te he respondido, pero bueno, seguiré un rato más por aquí. - Me acerco, sonriendo, para darle un beso en la mejilla más cercana. Y aprovecho para susurrar, antes de alejarme al encuentro de mi cliente. - Es agradable encontrarme por aquí alguien con quién merece la pena charlar -
A pesar de la broma fallida, Brandon no cesó en su interés por saber qué hacía yo allí. Que pintaba allí. Si bien dijo que, después de todo, alguien como yo si podía ‘pintar’ algo allí, estaba bastante mal encaminado en cuánto al por qué. ¿Una historia de amor? Me río, disimulando lo que podría haber sido una carcajada en toda regla y convirtiéndolo en una sonrisita. Amor, por favor ¿Tan inocente era ese muchacho? Lo que tenían esas jóvenes no era una historia de amor, era una oportunidad de salir del pozo de mierda en el que siempre habían vivido. ¡Y claro que se olvidaban de sus orígenes! ¿Quién desearía recordar una vida de penas y amarguras, cuándo estás viviendo en lo que parece un sueño? - Mm.. ¿Esperas que diga que no? - Aunque ligeramente sonriente, le miro con cierta seriedad. Para nosotros, que vivíamos al día y casi de la caridad (Dependemos de la gente con dinero a fin de cuentas), era un tema serio. Por lo poco que sé de este chico, me da la sensación de que espera esa respuesta porque sería la que él daría. Acompañada, además, de un ‘sin duda’. Aún así, me gustaría ponerlo contra las cuerdas. Todos, hasta los buenos niños, tienen un lado oscuro. ¿Cuál será el suyo? - Siento decirte que sí, Brandon, no soy tan caritativa. Supongo que tú sí ¿verdad? - Pongo cierto énfasis en la pregunta, ironizándola ligeramente. Esta es una de las cosas por las que no se me da bien socializar, me imagino. No me gusta ser una niña demasiado buena y amigable. - Si, de un día para otro, pasaras de estar en la calle a en una mansión. Una como esta, por ejemplo. A tener estas fiestas a diario. ¿De verdad crees que te acordarías de la chusma? - Me acerco a él, hasta estar a unos pocos centímetros de distancia. Levanto la cabeza para mirarle a los ojos. - No te engañes, querido - Distraidamente acaricio uno de los botones de su traje de servicio. Aún en una fiesta tan glamurosa, esas vestimentas no hacen más que destacarle como una persona pobre. De otro nivel muy diferente al suyo. Muy inferior. - Quizá pienses que el ser un alma caritativa ahora, que no tienes un franco, significa que me equivoco. Sé que eres un niño bueno - Sonrío - Pero el dinero te cambiaría, tenlo muy presente. Si algún día consigues todo esto que ves y que tanto envidias, ten por seguro que esa generosidad que llevas dentro se esfumaría. - Me separo y vuelvo a poyarme en el balcón, esta vez mirando hacia dentro. Por el ventanal se ve la gente bailando, riendo y, en el fondo, pasando una buena velada. - Aunque, quién sabe, quizá eres demasiado bueno para eso - Murmuro, esta vez sin mirarle y casi sin darme cuenta de que estoy hablando con en voz alta. Lo único que veo, en realidad, es que mi viejo acompañante se acerca con la vista fija en mi.
- Bueno, me parece que mi tiempo libre ha terminado - Río, devolviendo la mirada a Brandon. - Creo que hay algo a lo que no te he respondido, pero bueno, seguiré un rato más por aquí. - Me acerco, sonriendo, para darle un beso en la mejilla más cercana. Y aprovecho para susurrar, antes de alejarme al encuentro de mi cliente. - Es agradable encontrarme por aquí alguien con quién merece la pena charlar -
Alina1- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/12/2014
Re: Life sucks. [Privado]
Brandon creía que todos en el mundo eran buenos ¡Grave error! Lejos estaban de serlo, y es que aunque la vida le había jugado de mala manera, nunca juzgaba los actos ajenos, creer que todos ellos tenían motivos para sus acciones le daba cierto aire de confianza en la humanidad, aunque poco a poco se fuera esfumando todo por completo. Quizás él era bueno por la oportunidad que tuvo cuando le secuestraron de pequeño. Tuvo una madre adoptiva (negra), que le dio todo lo que pudo, sin importar que vivieran en una zona margina. Esa mujer le había enseñado lo valiosa que era la vida bien vivida, y que el dinero llegaba a darte una buena vida, si, aunque vacía, sin sentido, sin rumbo, y sin ganas de ir más allá. El dinero siempre transforma, pero no tiene porqué ser malo todo el tiempo. Existían ricos que hacían cosas buenas por los pobres, aunque fueran contados los que llegaban a hacerlo.
No le sorprendieron las respuestas de su conocida. Sin embargo ella sin duda seria una joven que al tener todo, se olvidaría de aquellos que le llegaron a compartir un pedazo de pan, como él por supuesto. Le dio pesar, pero no por eso se lo reprocharía, y tampoco le haría ver la vida de otra manera. Eso dependía de cada quien, y todas las cosas que él le había dado, las otorgó sin pedir algo a cambio. Sin duda había una gran diferencia entre ellos. Negó repetidas veces al oírla, al verle moverse, pero no dijo más. Dejó que siguiera hablando.
— Se nota que nadie dio un poco de cariño por ti — Si, Brandon podía ser muy bueno, pero no tenía filtros a la hora de hablar — Por eso sólo buscas salir del hoyo en el que estás, pero salir sola después te hará sentir demasiado poca cosa — Él lo sabía, lo comprendía, y lo había notado en más de una ocasión. Tuve amigos que salieron de la miseria gracias a la soledad de mujeres ricas que le ayudaron, y al final les dieron la espalda. Dejaron infelices a esas mujeres, y también fueron lo fueron ellos. No le contraria nada de eso a Alina, la joven era demasiado grande, y racional como para intentar educarla como a un niño. A Brandon no le daba vergüenza su posición, mucho menos su pobreza, le sentaba bien cuando le pagaban, y se daba cuenta que cada franco provenía de un esfuerzo, y que lo repartiría para bien — Entonces que disfrutes la noche — Susurró despidiéndose y caminando un rato más por los terrenos. Eso hasta que se dio cuenta que su tiempo se había agotado y debía volver a la realidad: el trabajo.
Cuando regresó a su ronda de trabajo, los demás meseros le recibieron animosos. Le contaron como unos hombres de alta sociedad estaban bastante borrachos, y que incluso insultaban a sus mujeres. También que una mujer les dio una tarjeta para contrataciones próximas, y a Brandon se le ocurrió una excelente idea. Para su mala suerte era momento de su ronda. Más tarde se reuniría con ellos y les plantearía la idea, tendrían que hacer todos sacrificios, pero valdrían la pena. Con cuidado tomó su charola, y salió a repartir.
No le sorprendieron las respuestas de su conocida. Sin embargo ella sin duda seria una joven que al tener todo, se olvidaría de aquellos que le llegaron a compartir un pedazo de pan, como él por supuesto. Le dio pesar, pero no por eso se lo reprocharía, y tampoco le haría ver la vida de otra manera. Eso dependía de cada quien, y todas las cosas que él le había dado, las otorgó sin pedir algo a cambio. Sin duda había una gran diferencia entre ellos. Negó repetidas veces al oírla, al verle moverse, pero no dijo más. Dejó que siguiera hablando.
— Se nota que nadie dio un poco de cariño por ti — Si, Brandon podía ser muy bueno, pero no tenía filtros a la hora de hablar — Por eso sólo buscas salir del hoyo en el que estás, pero salir sola después te hará sentir demasiado poca cosa — Él lo sabía, lo comprendía, y lo había notado en más de una ocasión. Tuve amigos que salieron de la miseria gracias a la soledad de mujeres ricas que le ayudaron, y al final les dieron la espalda. Dejaron infelices a esas mujeres, y también fueron lo fueron ellos. No le contraria nada de eso a Alina, la joven era demasiado grande, y racional como para intentar educarla como a un niño. A Brandon no le daba vergüenza su posición, mucho menos su pobreza, le sentaba bien cuando le pagaban, y se daba cuenta que cada franco provenía de un esfuerzo, y que lo repartiría para bien — Entonces que disfrutes la noche — Susurró despidiéndose y caminando un rato más por los terrenos. Eso hasta que se dio cuenta que su tiempo se había agotado y debía volver a la realidad: el trabajo.
Cuando regresó a su ronda de trabajo, los demás meseros le recibieron animosos. Le contaron como unos hombres de alta sociedad estaban bastante borrachos, y que incluso insultaban a sus mujeres. También que una mujer les dio una tarjeta para contrataciones próximas, y a Brandon se le ocurrió una excelente idea. Para su mala suerte era momento de su ronda. Más tarde se reuniría con ellos y les plantearía la idea, tendrían que hacer todos sacrificios, pero valdrían la pena. Con cuidado tomó su charola, y salió a repartir.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/03/2013
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