AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Par o impar? - Libre -
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¿Par o impar? - Libre -
Abrió la puerta con la mano derecha, tan solo tuvo que empujar un poco para que esta se abriera y con el pie derecho cruzo el umbral de aquel café, nunca entraba con el pie Izquierdo, la razón simplemente una pequeña superstición que decía que si cosas buenas querías con la derecha tenias... Con la vista el alto miro a su izquierda y luego a su derecha, tan solo le bastaba con hechar un ojo al lugar para saber que todo estaba mal acomodado, el orden era lo primordial a la hora de disponer las mesas en un lugar, hizo un gesto con sus labios común en el, avanzo con lentitud, observando ahora con mas detalle cada rincón,- Cuatro mesas ocupadas con un total de siete personas, cuatro mas siete once, uno mas uno dos - dijo suavemente mientras continuo y se sentó en la quinta meza a la derecha del umbral, una mesa redonda para con tan solo dos puestos, eligió aquella por que dos era el numero de ese día, aunque nunca había tenido gran afinidad por los números pares, hoy si seria un día extraño, pensó. Corrió la silla donde el tomaría asiento y desabrochando los botones de su saco se dispuso a tomar asiento con aquella elegancia que lo distinguía.
Ordeno de manera lógica, para el, los cubiertos que estaban sobre la mesa, dejando todo en su lugar, tal cual le habían enseñado desde pequeño, el orden siempre mostrara mas de una persona, solía escuchar aquello de su padre.
La joven camarera se acerco a el con una amplia sonrisa, Marko por su parte le dio otra sonrisa, amistosa típica de el, saludo y leyó el menú - Un café Vienés con una tartaleta de frambuesa y dos medias lunas, por favor - dijo en un perfecto francés, desde muy corta edad sus padres le habían enseñado dos idiomas aparte del natal así que el francés no era algo desconocido para el. La joven se retiro, Marko siempre provocaba lo mismo, era un hombre encantador y lo seguiría siendo - ¿Por que dos? - se pregunto a si mismo mientras pensaba conjuntamente sus manos ordenaban las servilletas que estaban posadas cerca de su mano derecha - Dos - se seguía repitiendo - seria mejor tres - rió para si mientras se acordaba de sus hermanos.
Mientras esperaba que la joven trajera su pedido saco del bolsillo derecho un pequeño cuadernillo y de su otro bolsillo un lápiz de carbón con la punta bien afilada, abrió el cuadernillo y se puso a escribir.
Dos no es mas que un numero, hoy dos es el numero y siento que aun cuando siempre han dicho que es la unión perfecta, creo que en mi vida el tres es mejor.
Su caligrafía era impecable, siempre había creído que tanto las palabras de las personas como su escritura decía mucho de ellas y no era extraño que el pudiera leer o mejor dicho describir a una persona según su forma de escribir. El conocía aquellas ciencias extrañas que le permitían saber mucho mas de una persona. Cerro el cuadernillo y lo dejo a su lado, perfectamente paralelo a su brazo. - Todo lo tenemos de a dos... con excepción de el corazón. - se quedo con aquella frase en su cabeza mientras seguía con la espera.
Ordeno de manera lógica, para el, los cubiertos que estaban sobre la mesa, dejando todo en su lugar, tal cual le habían enseñado desde pequeño, el orden siempre mostrara mas de una persona, solía escuchar aquello de su padre.
La joven camarera se acerco a el con una amplia sonrisa, Marko por su parte le dio otra sonrisa, amistosa típica de el, saludo y leyó el menú - Un café Vienés con una tartaleta de frambuesa y dos medias lunas, por favor - dijo en un perfecto francés, desde muy corta edad sus padres le habían enseñado dos idiomas aparte del natal así que el francés no era algo desconocido para el. La joven se retiro, Marko siempre provocaba lo mismo, era un hombre encantador y lo seguiría siendo - ¿Por que dos? - se pregunto a si mismo mientras pensaba conjuntamente sus manos ordenaban las servilletas que estaban posadas cerca de su mano derecha - Dos - se seguía repitiendo - seria mejor tres - rió para si mientras se acordaba de sus hermanos.
Mientras esperaba que la joven trajera su pedido saco del bolsillo derecho un pequeño cuadernillo y de su otro bolsillo un lápiz de carbón con la punta bien afilada, abrió el cuadernillo y se puso a escribir.
Dos no es mas que un numero, hoy dos es el numero y siento que aun cuando siempre han dicho que es la unión perfecta, creo que en mi vida el tres es mejor.
Su caligrafía era impecable, siempre había creído que tanto las palabras de las personas como su escritura decía mucho de ellas y no era extraño que el pudiera leer o mejor dicho describir a una persona según su forma de escribir. El conocía aquellas ciencias extrañas que le permitían saber mucho mas de una persona. Cerro el cuadernillo y lo dejo a su lado, perfectamente paralelo a su brazo. - Todo lo tenemos de a dos... con excepción de el corazón. - se quedo con aquella frase en su cabeza mientras seguía con la espera.
Marko d'Epirro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 22/11/2014
Re: ¿Par o impar? - Libre -
Sentada a la mesa de ese pequeño café, en un sitio apartado y distante de todos, pero que le permitía observar sin que la pudieran molestar, con miradas indiscretas o gestos de conmiseración, al verla vestida aún de luto riguroso, y por llevar las marcas imborrables del insomnio, suaves ojeras en bajo sus grises orbes. Catalina, segura en su atalaya, revolvía delicadamente su café, dos cucharadas de azúcar en un café negro como la noche en que llegara a Paris. Inspiró profundamente, como si le costara respirar, como si en mitad de su pecho llevara un peso que la asfixiaba. Tal vez aquel sentimiento, tenía que ver con el hecho de haber pasado una noche más, arrebujada en el sillón de su recamara, envuelta en una capa que perteneciera a Nuño y que aún conservaba su perfume. Seguramente, era culpa de su terquedad, la que consumía lentamente su corazón - eres el ser más extraño y complicado de todo Paris – se reprendió, acomodando las puntas de la servilleta que descansaba en su regazo, para luego girar la taza hasta que el haza marcara las nueve en un reloj imaginario que solo ella podía entender. Es que pocos entenderían que el orden la salvaba de cierta forma de no permanecer en el caos que había significado, la pérdida de su vida, esa que pensara transcurrir en las amadas tierras de España.
Intentando, salir de sus cavilaciones, de sus angustias, había sacado los papeles, aquellos textos que debía aprender para la obra en la que debutaría como segunda actriz. Intentó concentrarse, su mirada recorría lentamente los renglones de su manuscrito, si, manuscrito aunque pudiera parecer algo típico del siglo XVI, pero Catalina pensaba que al transcribirlos, podía llegar a internalizarlos mejor, - ja… como para no poder entrar en la piel del personaje… - se quejo en voz baja – mujer, que pierde su esposo en una cacería y debe comenzar nuevamente su vida… me vieron la cara – se exasperó. Esas líneas, habían sido las culpables de despertar la herida que no dejaba de sangrar, provocando que pasara la noche envuelta en recuerdos.
Frustrada dejó los papeles, no sin antes ordenarlos en la parte de la mesa que no utilizaría. Abocada a ellos estaba cuando la puerta del café se abrió. Un hombre entró, haciendo una pausa para dar el primer paso con el pie izquierdo, no pudo frenar la sonrisa que se apoderó de sus labios. No fue por malicia, sino por ver en otro sus mismas manías y supersticiones. Solo que ella no las tenía tan notorias, o por lo menos, era lo que pensaba. Lo siguió con la mirada, hasta que se sentó y comenzó a escribir algo en una libretilla. Desde donde se encontraba no pudo distinguir que estaría escribiendo, y su curiosidad la hizo intentar adivinar cuál sería la profesión del caballero, - seguramente, es un escritor – no pensó equivocarse ya que era común, en Paris que los escritores pasaran sus horas en los café intentando alcanzar sus obras cumbres y ver la fama antes de morir.
Intentando, salir de sus cavilaciones, de sus angustias, había sacado los papeles, aquellos textos que debía aprender para la obra en la que debutaría como segunda actriz. Intentó concentrarse, su mirada recorría lentamente los renglones de su manuscrito, si, manuscrito aunque pudiera parecer algo típico del siglo XVI, pero Catalina pensaba que al transcribirlos, podía llegar a internalizarlos mejor, - ja… como para no poder entrar en la piel del personaje… - se quejo en voz baja – mujer, que pierde su esposo en una cacería y debe comenzar nuevamente su vida… me vieron la cara – se exasperó. Esas líneas, habían sido las culpables de despertar la herida que no dejaba de sangrar, provocando que pasara la noche envuelta en recuerdos.
Frustrada dejó los papeles, no sin antes ordenarlos en la parte de la mesa que no utilizaría. Abocada a ellos estaba cuando la puerta del café se abrió. Un hombre entró, haciendo una pausa para dar el primer paso con el pie izquierdo, no pudo frenar la sonrisa que se apoderó de sus labios. No fue por malicia, sino por ver en otro sus mismas manías y supersticiones. Solo que ella no las tenía tan notorias, o por lo menos, era lo que pensaba. Lo siguió con la mirada, hasta que se sentó y comenzó a escribir algo en una libretilla. Desde donde se encontraba no pudo distinguir que estaría escribiendo, y su curiosidad la hizo intentar adivinar cuál sería la profesión del caballero, - seguramente, es un escritor – no pensó equivocarse ya que era común, en Paris que los escritores pasaran sus horas en los café intentando alcanzar sus obras cumbres y ver la fama antes de morir.
Catalina De Gante- Humano Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 24/01/2015
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