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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Simone Donizetti Lun Feb 02, 2015 3:38 pm

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Tenía que alejarse de sus memorias, por más difícil que le pareciera. De día era más fácil combatir la soledad, se distraía con los pequeños paseos en diversos espacios que la capital parisina le ofrecía, pero cuando la taciturna luz caía sobre sus hombros todo era diferente, no obstante debía hacerlo por respeto a sus difuntos, debía avanzar a través del espeso oleaje. Y es que solo ejecutando el violín era donde hallaba ese estado solaz que tanto necesitaba. Se levantó de la cama y colocó suavemente la caja de madera oscura sobre la mesita de noche que se hallaba a su derecha y con cierta nostalgia y cuidado sacó el instrumento, sus dedos acariciaron el mástil, pero estaba muy débil, habría sido demasiado doloroso entonar una melodía ahora, que caso tendría derramar suaves notas grises. Una línea curvó sus labios repentinamente.

Nada podría darle color a esa escena, ni siquiera la sonoridad perfecta de su instrumento la despertaría de su letargo. Así que avanzó por los pasillos hacia el hall principal donde solía componer cada noche. No sabía exactamente cuantos minutos habían transcurrido esperando ahí de pie. La servidumbre se hallaba descansando, estaba completamente sola, alejada del bullicio. Descansó su espigada anatomía en el taburete, sus pies desnudos jugueteaban sobre la alfombra y apenas un haz de luz plateada se colaba por los huecos del portentoso vitral, suspiró un tanto desganada y tomo el violín junto con el mástil encaminándose ahora hacia el patio, abrió el portón de par en par para ubicarse al centro.

La bóveda ennegrecida de Paris coronaba la noche y ocultaba el brillo de los diminutos astros que colgaban en el manto de su oscuridad, el aire estaba perfumado, olía a tulipanes, la fragancia húmeda se sobreponía y lo impregnaba todo, aspiró inocentemente y caminó a lo largo y ancho del lugar, una suave brisa se colaba en forma de pequeñas ráfagas. Se aproximó a una de las flores, se quedó quieta, escuchando solo los rumores que acarreaba el viento, le traía paz, aunque todo estaba tan silencioso, incluso sus pensamientos podrían haber sido escuchados. ¿Qué más podría ocultar tras esa efigie frágil? Nada. Pues ante la servidumbre se trataba de una niña como cualquier otra

Se dejó confortar por los sonidos débiles que se mezclaban afuera, constituían una simbiosis de elementos, pese a la congoja que se vivía, experimento una inmersa alegría, perdida, danzando entre abatidas siluetas. Encogió los hombros cuando descubrió que la pequeña Hanna salió a acompañarle en el patio. Se apresuró a tomarla entre sus brazos y depositar un ligero beso en su frente.

-Quédate quieta ¿de acuerdo?- sonrió

Llevó el extremo del violín hacia su mentón y con el mástil en la mano opuesta se dispuso a dar inicio a esta sonora catarsis. Confesando cada memoria en las notas sublimes que bellamente se entrelazaban, cerró los ojos aguardando a que el llegara, los recuerdos oscuros y los oportunos, todo estaba plasmado ahí, atrapada como un inquieto petirrojo en la jaula de sus deseos y miedos más profundos porque para Simone la música lo era todo, sanación y destrucción.




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Mensaje por Adrik Ivanović Vie Feb 27, 2015 9:36 pm

Sus días siempre estaban llenos de muchas tareas, ahora que Danna comenzaba a mostrar sus primeros antojos por su embarazo, las noches siempre le eran mucho más cortas. Pero él siempre conseguía un hueco para aquella persona a la que había adoptado hacía tiempo atrás. Jamás creyó nunca que su mano realmente temblase al matar a alguien que debía asesinar, pero así había sido. Cuando miró aquellos ojos inocentes, aquel rostro ovalado que se había contraído con la noticia de la muerte de sus padres, no pudo realmente terminar aquella condición que siempre imperaba en todos los contratos contraídos con él si la otra parte no cumplía con ello; matarla.

Esa decisión había ocasionado un conflicto en su interior, pues cada día que pasaba, más se encariñaba con aquella niña. Ella evocaba un eco de lo que había sido en otra vida, un ser solitario e inocente, alguien que aún creía en la bondad del mundo. Pero aún ahora, cuando se encontraba en un momento de su existencia en el que todo era un mundo de felicidad para él, sabía que jamás recuperaría esa inocencia. Sus heridas habían sanado, pero las cicatrices le recordaban que no debía ser jamás una víctima. Por eso se limitaba a observar a aquella muchacha, viviendo a través de ella lo que debió de ser para él la infancia.

Así que, cada noche, al igual que esta, se vestía con su estilo sobrio y elegante consistente en un traje y alguna corbata de un costoso material, para ir a verla. Sabía que Danna comenzaba a preguntarse a dónde iba cada vez que desaparecía del Castillo durante horas, pero siempre se excusaba diciendo que era trabajo. Lo cual era solo una verdad a medias, como muchas de las que solía decirle a su mujer siempre y cuando la historia completa pudiera causarle algún perjuicio por el cual no deseaba pasar. No ahora que estaban en un preludio de paz indefinido.

Para su protegida, él vivía allí en aquella casa que había comprado solo para ella. Su cuidadora, así como los sirvientes que trabajaban allí, pensaban exactamente lo mismo, creyéndolo siempre un trabajador muy ocupado que siempre llegaba a la noche, después de todas sus reuniones con los miembros que, como él, pertenecían a la alta clase que deseaba trabajar ellos en sus inversiones.

Entró con paso seguro en la casa, quitándose el sombrero y sus guantes para dejárselos al mayordomo que comenzaba a recitar todas aquellas cosas que habían ocurrido durante su “ ausencia”. Él solo escuchaba en silencio mientras seguía caminando por el pasillo que se abría delante de la entrada de aquel hogar, obligando al hombre a seguirlo presuroso, siempre intentando hacer que su señor se encontrase a gusto. Contestó con mosílabos a todo lo que decía, centrado en seguir el aroma de Simone, guiándose a través de sus instinos más puros para encontrarla.

Pero cuando los primeros acordes sonaron, él solo esbozó una pequeña sonrisa, sabiendo que ya no tendría que recurrir a algo tan primitivo para hallarla dentro de aquella casa. Solo se limitó a seguir el sonido, hasta llegar al jardín, donde se apoyó en la puerta, mirándola menear sus dedos con total precisión a pesar de su juventud.

- Veo que habéis mejorado estos últimos días.- Dijo con su voz convertida en un bálsamo de tranquilidad, un eco que constituía una característica propia de su persona, ya que, como su expresión y personalidad fría alejaba a los demás, su voz tuvo que trabajarla para convertirla en una herramienta que quisiera hacer a los demás escucharla durante horas, seguirla, o simplemente, hacer lo que decía.

Ofreció una pequeña sonrisa a la niña y pidió al mayordomo que sirviera algo de té para ambos, despidiéndolo así para quedarse a solas con ella. Normalmente disfrutaba siempre de una buena conversación con ella, pero hoy solo se limitó quedarse allí, inmóvil frente a la puerta que llevaba al jardín para así verla tocar. Lamentaba que su música siempre tuviera rasgos tristes, ya que, sin duda, él era quien la había llevado a aquel estado de ánimo. Doloroso.
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Mensaje por Simone Donizetti Dom Mar 29, 2015 11:53 am

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Dichas sesiones lejos de representar algo de elogiar, parecieran ser una tragedia meticulosamente descrita en cada nota que nacía desde el interior del instrumento. Y es que sus pequeños conciertos noctámbulos eran un reencuentro inevitable con todas las escenas fatídicas que restaban color a su actual realidad. Mantuvo los ojos cerrados a los colores sobrios que le rodeaban, se sumergió en esa espesa oscuridad que le tomaba de la mano cada vez que daba inicio a este ritual. Camino sola en ese sendero de regreso al pasado y el agudo gemido que provocaba en las cuerdas parecían entender a la perfección lo que por su mente transcurría. El suave vaivén inundó pronto todo a su alrededor. A unos pasos de ahí la pequeña Hanna se mostraba extrañamente apacible. Los dedos largos de Simone recorrían de arriba abajo las cuerdas en el violín, mientras su diestra les rasgaba con tal fuerza. La sinfonía se mantuvo en un estado cismático.

Había estado practicando estos días y no se detendría a menos que alguna causa de fuerza mayor lo pidiera. Un impalpable susurro invadió su barrera expuesta  llegando hasta ella. Pudo entonces distinguir la tonalidad de voz que acarreaba el viento y se mostraba como un susurro que se abría paso entre las contraídas notas que morían y renacían en un ciclo interminable. Si otra chiquilla hubiese sido aquella violinista se mostraría caprichosa irrumpiendo la secuencia, sin embargo Simone dio seguimiento a la misma sabiendo que no era solamente la noche quien le escuchaba. Las líneas de expresión en su rostro denotaban esa nostalgia y ese matiz ausente de vida que parecía trabajar en conjunto con el inevitable final de la ejecución. Poco a poco la sonoridad regresó  a sus tonalidades habituales y con los orbes abiertos una vez más distinguió la silueta que esperaba ansiosa bajo el marco de la puerta.

–Solo un poco, en realidad no he tenido mucho tiempo para ensayar a solas– dijo cortésmente mientras caminaba hacia él.

–Buenas noches Adrik– pronuncio mientras brindaba una sonrisa amplia antes de abrazarle.

Se mantuvo un par de minutos aspirando el aroma que flotaba alrededor del caballero, sin invadirle en demasía. Una vez que recuperó la postura notó que la pequeña felina se acercó, manteniendo distancia hacia ambas siluetas, gruñó apenas y se encaminó adentro de la habitación.

–Siempre tan descortés contigo– soltó en una ligera risa.

No había necesidad de llamarle por su apellido, después de tanto tiempo el joven había concedido por decisión propia que la pequeña se podría dirigir a él en un tono menos formal. Simone le tomo de la mano, caminando con el nuevamente hacia el claro, al fondo del pequeño jardín una fuente causaba eco en el silencio que se cernía apaciblemente. Tomó asiento y con un ademán pidió a su acompañante sentarse junto a ella. Descansó el violín con el arco en la mesita frente a ellos.

–¿Dime como fue tu día? Demasiado trabajo te deja poco tiempo libre ¿cierto?– preguntó curiosa.

Los pasos ligeros del mayordomo irrumpieron la venidera charla, con un semblante serio se apresuró a servir las dos tazas té.

–Muy amable Jerome, gracias– respondió la pequeña





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Mensaje por Adrik Ivanović Lun Abr 06, 2015 10:53 pm

Cada vez que te pienso
Me apareces diferente
Tantos lados tienes
Tantos ángulos.



Cada uno de los movimientos que trazaban sus brazos era como una frase lanzada indudablemente al cruel destino que la había separado de aquella vida que había poseído hasta que él irrumpió en ella. Sabía perfectamente qué era lo que pensaba, así como aquel llanto silencioso que se había convertido en una canción que parecía no tener fin. Cada vez que sus dedos acariciaban las cuerdas, el violín derramaba una sinfonía que narraba una historia con un final infeliz. Era el eco de la desolación, la sombra de la soledad, el suspiro del niño perdido para siempre.

Si tan solo ella supiera cómo la comprendía, cómo sus ojos se bañaban en tristeza por lo que sentía, quizás podría llegar a comprenderle. Pero el, al igual que ella, hablaban un idioma doloroso en silencio. No se atrevían a romper la poca normalidad que mantenían a pie en pos de una desesperada herramienta tras la cual poder construir un nuevo día en el que la sonrisa disfrazaba un gemido cargado de dolor, y una frase amable ocultaba con su máscara de cordialidad, la pregunta que sacudía la mente de la pequeña cada vez que recordaba sus padres fallecidos. Ingenuo él si no pudiera comprender esa pregunta que atenazaba la garganta de dolor, pues cuántas veces él mismo se atragantó con un ¿ Por qué?.

- La modestia es una cualidad poco valorada, querida mía. Un eco ecuánime de debilidad. – Le contestó con una ligera sonrisa adornando su rostro, haciéndose cada vez más amplia a medida que ella se acercaba a él. Miles de suaves frufrús creó su falda a cada paso que daba, marcando así un gracioso compás que la hacía sumamente adorable. Una inocente muestra de elegancia y culta existencia destinada a ser una valorada compañía para todo aquel que tuviera el honor de gozar de ella. Era su pequeño brote floreciente, una perla cultivada con amor y adornada con una mirada triste que la hacía mucho más madura de la edad que poseía.

Le era imposible no pensar en cuán hermosa se volvía cada día, no podía esperar el momento en que Simone consiguiera abrirse completamente como una flor, destilando toda esa Juventud adornada con un dechado de virtudes, a cada cual más interesante que la anterior. Causaría furor cuando fuera presentada a la sociedad. Pero, afortunadamente para él y su reciente faceta como padre y tutor, aún quedaban varios años en los que pudiera mantenerla alejada de todo ese mundo de espejismo y lujos extravagantes. Dios no quisiera que conociera al hombre capaz de llevársela de su lado, pues no sabría cómo reaccionaría a tal terrible suceso.

- Simone – Susurró divertido como respuesta a su saludo, mientras aquella criatura orgullosa y peluda le otorgaba meramente un silbido arrogante que le dejaba claro que tan desagradable le era a aquel animal. A veces quería realmente contestarle con un gruñido, pero no podía ser comparado a aquel dechado de ingratitud que lucía Hanna. ¿ Qué cabría de esperar de un hombre capaz de responder al desaire de un gato?.

- Hanna, tan encantadora como siempre- Murmuró con el deleite de un hombre lo suficiente estúpido como para, no sólo responder al saludo de un gato, sino sentirse mejor que el animal al mostrar simpatía.

- Sumamente hermosa como siempre, pequeña mía. - Le dijo a la pequeña acariciando sus largos cabellos con los dedos, un movimiento lento y largo que pretendía más confortarla que ofrecerle un mero saludo. Así que la estrechó un poco más contra él, hasta que ella le puso fin a su contacto, dejándole tan solo su mano para poder acompañarlo a un sitio más cómodo y perfecto para su tardía hora del té.

- Nada realmente destacable, lo cierto es que disfruto de mis tareas. Por incorrecto y denigrante que algunos consideren el arte del trabajo, mi mente se curte con cada inversión y negocio realizado. – Confesó mientras tomaba asiento al lado de la pequeña, esbozando un brillo pícaro en sus ojos que lo hacía parecer realmente un duende capaz de hacer numerosas fechorías con tal de volver locos a los demás.


- Pero no hablemos de trabajo, Simone. Mejor hablemos del arte de tus dedos, del brillo de tu juventud y todas esas preocupaciones que os acechan a causa de vuestra edad. – Chasqueó su lengua, mostrando una ligera expresión de desagrado. – Disculpadme, soy consciente de que para una dama el tema de su edad no es un tema de conversación agradable o correcta. Permitidme sustituir mis palabras y preguntaros más directamente, ¿ qué agita vuestra mente a tan avanzadas horas?.
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Mensaje por Simone Donizetti Mar Sep 15, 2015 1:33 pm

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Aunque en realidad pudiesen ser muchas las interrogantes en la mente de la pequeña, existía también un dejo de serenidad que le auxiliaba en momentos oscuros, donde su cordura precoz luchaba contra la apatía y la nostalgia. Si bien era cierto que las vicisitudes plasmadas a lo largo de su corta existencia le habían dotado de una madurez natural, era ineludible así mismo caer para volver a reencontrar el camino y la única forma en que ella podía salvarse a sí misma era por medio de la ejecución de su instrumento predilecto. La mayor parte del día lo pasaba sumergida en tareas cotidianas de cualquier chiquilla de su edad, rodeada de lujos y mimos por parte de la servidumbre, los paseos al jardín botánico, asistencias a museos y de vez en cuando al parque de diversiones donde lo único que realmente significaba gozo en su corazón era compartir parte de su fortuna con aquellos a quienes la suerte no les había sonreído del todo. Su lado altruista que seguramente habría sorprendido a sus progenitores. Si tan solo ellos estuvieran ahí.

Esa ausencia, esa mancha gris en su memoria aun causaba un vuelco en su corazón. No obstante en Adrik había encontrado el alivio perfecto para zurcir ese dolor. Aunque solo pudiese verle por las noches, bastaba para recobrar el aliento y caminar nuevamente ese sendero nebuloso que la divina Providencia le había conferido. Porque tan solo se madura cuando el dolor es tan grande al grado de querer arrancar con sus propias manos el corazón para de esta forma evitar seguir sintiéndose solitaria.

Sonrió afable ante la respuesta del caballero quien tomaba asiento a su lado, para Simone una simple conversación con él lo era todo.

–Eres un hombre sincero y honesto, somos afortunados aquellos que podemos compartir un par de minutos contigo– dijo en un tono sereno mientras sorbía lentamente de la taza humeante.

El cantico de los insectos noctámbulos inundaba la serenidad del cuadro tan peculiar. ¿Existía acaso un trasfondo en aquel cuestionamiento? ¿Sabía acaso su acompañante la verdadera razón por la cual ella se hallaba despierta?

–En realidad me hace falta mucho para considerarme una mujer con esa madurez de la que hablas, apenas soy una niña, soñadora e ilusa quizás que se rinde ante el simple hecho de tener a su persona favorita consigo– pausó –Parece que has leído mi mente– rió en un tono bajo refiriéndose a la pregunta.

¿Sería correcto ocultar aun esa inquietud? Simone bien sabía que las ausencias prolongadas un hombre de negocios era algo de lo más normal, en imágenes grises recordaba a la perfección los viajes de su padre. Pero existía algo en Adrik que seguía significando un enigma, como si ocultase algo.

Movió ligeramente la cabeza alejando esas penumbras de su realidad.

–Me sentía con ganas de interpretar, solamente eso–
sonrió–¿Qué podría acongojarme viviendo en un palacio como este?– levantó los brazos ligeramente haciendo referencia a la inmensidad del lugar y rio posteriormente sabiendo que Adrik no tomaría tal comentario como algo ególatra.

–Además, me gusta pasar tiempo contigo, es motivo suficiente para esperar tu regreso despierta– suspiró.




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Mensaje por Adrik Ivanović Mar Oct 06, 2015 7:07 pm

Sus ojos la estudiaron en silencio, sin atreverse a deslizarse más debajo de su pequeño cuello blanco, una curva tan delicada que casi parecía creada por un artista en uno de sus muchas representaciones femeninas. Tal fragilidad le recordó a la madre de Simone, aquella joven no lo sabía, pero compartía con la mujer fallecida muchas similitudes. La presencia de aquel ángel rubio y humano, delante de él, hablaba de la debilidad que había sentido cuando supo que debía matarla al igual que al resto de su familia. Era el segundo error que había cometido desde que se erigió como el hacedor de contratos, alguien cruel y desalmado capaz de conceder cualquier deseo a los humanos.

Bajó su mirada a la taza de té que llenó con movimientos lentos pero eficaces, alargando el momento en que tuviera que volver a mirarla para recuperarse del golpe que le causaba su vergüenza. Se sentía evidentemente avergonzado por sus actos, sabía que era demasiado egoísta el considerar que por cuidarla era capaz de obtener algo de su perdón. Pero así era, realmente quería que Simone pudiera aliviarle una de las cargas que siempre llevaría con él por culpa de su impulsividad. Era una criatura oscura, quizás nunca tendría aquello que deseaba; paz y perdón.

- Niña o no, me siento abrumado por el orgullo que causa en mí tu madurez. – Esbozó una sonrisa, ignorando la punzada dolorosa que le proporcionaba las alabanzas que recibía de ella. No quería que lo viese como un héroe, sería mucho más doloroso para ella cuando supiera toda la verdad. ¿ Cómo sería el romperle el corazón a alguien como ella?.

Bebió del líquido cálido que le era indudablemente insípido comparado con la sangre que su interior le exigía cada noche pero, nuevamente, sus actos eran una estrategia para alargar el silencio entre ellos y no tener que contestarle que era cierto el que pudiera conocer todos y cada uno de sus pensamientos. Prefería ocultar de ella todo lo concerniente a su naturaleza. Entre sus muchos defectos no se encontraba el ser un mentiroso, así que cuando ella supiera qué era, no podría eludir por siempre en qué consistía su dieta.

- Poseo la cualidad de entender bien a los demás.l – Rió de su parca explicación sobre su habilidad sobrenatural, teniendo la suficiente decencia como para teñir sus mejillas de un débil y casi inexistente sonrojo provocado con la sangre que le había robado a algún humano anónimo. Algo que sin duda no duraría demasiado, pues sólo era más humano cuanto menos tiempo transcurriera de su última alimentación. Quizás por eso solía alimentarse antes de aparecer ante la pequeña, no quería que lo viera pálido como un muerto, indiferente a si a su alrededor el clima enfriaba o calentaba su piel de mármol.

- Pequeña, el sentimiento es indudablemente mutuo, me agrada tu compañía.- Su sonrisa se dulcificó, mientras sus dedos le acercaban de nuevo la taza de té a sus labios, sabiendo que era incorrecto el que lo viera hacer esas expresiones vergonzosas a su edad.


- Debo extenderos una disculpa, he malinterpretado vuestros actos querida Simone. – Dejó la taza sobre el pequeño plato que sostenía en su otra mano y lo apoyó sobre uno de sus muslos para poder hablar con ella sin que le estorbase. Sabía que le estaba mintiendo, pero sabía cuándo debía declinar la posibilidad de presionar a una dama. No quería incomodarla.

- Me siento culpable por ocupar vuestro tiempo a horas tan tardías. – Suspiró y se revolvió el pelo con un gesto demasiado aniñado para alguien de su edad y posición. Más sabía que ante Simone, estos lo hacían más humano. Menos intimidante.

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Mensaje por Simone Donizetti Mar Oct 13, 2015 12:21 pm

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La velada transcurría lenta, perfecta y salpicada por las tonalidades níveas que la estación les regalaba a los residentes de la capital. Cada año aguardaba con ansias la llegada del invierno, como si trajera consigo un remanso de calma a sus turbulentos pensamientos. Ver las calles tapizadas por el manto blanco y el candor de las luces encendidas dentro de cada hogar parisino le provocaba soñar despierta en historias infinitas. Aquella  iconografía no solo representaba una efigie bella que el invierno les bridaba sino también la prueba viviente de lo que había ocurrido años atrás. La estación era la misma pero las circunstancias en demasía resultaban ser distintas. Simone había soñado ver caer los copos de nieve una vez más.  Asía con ahínco la idea de que aquello en apariencia frágil pudiera ser preservado por muchos años. De pequeña solía tomarlos entre sus manos y suspiraba con desgano al verles deshacerse ante el cálido roce de las mismas. Lejos estaba de imaginar que ella misma pudiera representar una de esas partículas con bordes caprichosos dotados de una belleza singular.

Suspiró nostálgica al recordar apenas las eventualidades recorridas en su corta existencia. La muerte de su mellizo y posteriormente la de sus padres. Ella quizás no había reparado en esa idea, como única sobreviviente del imperio De Vries poseía una responsabilidad enorme sobre sus espaldas y aun así se mantenía lúcida ante las adversidades que había enfrentado, siempre optimista y raramente caprichosa. Era gracias a esas cualidades que se había mantenido serena hasta el día de hoy, aunado a la compañía de su fiel Hanna y la protección y seguridad brindaba por aquel caballero. No necesitaba nada más, poseía muchos bienes materiales seguramente, pero ella atesoraba mucho más el poder compartirlos con los seres que más amaba.

–No digas esas cosas Adrik, sabes que disfruto mucho platicar contigo, aunque sea por unos instantes, usted señor Ivanović es un caballero muy escurridizo ¿Lo sabía?– rió con recato.

Sorbió el último trago en su humeante taza, depositando la misma nuevamente sobre el plato. Un ligero eco producido por el choque de la porcelana emergió de entre las sombras y el silencio. La pequeña había perdido la noción del tiempo aunque poco importaba cuando se perdía en cortas charlas con aquel hombre. Sonreía con cierta timidez cada vez que le veía comportarse de esa manera.

–Pareces un jovencito Adrik– replicó ante los accionares caprichosos de su oyente  –Un jovencito apuesto y soñador–

Apartó sus orbes cristalinos de la mirada ajena posándolos en la estela que se ceñía sobre sus cabezas, le tintineo moribundo de un par de estrellas salpicadas a lo largo y ancho de la escena.  Simone perdía la compostura de una pequeña damisela cuando se encontraba con él, mostrando quizás su lado más vulnerable e infantil.

–¿Alcanzas a ver esos diminutos parpadeos Adrik? Mi padre solía contarme que cada una de ellas representa un deseo cumplido. Cuantos sueños realizados ¿Verdad?–

Suspiró con un dejo de nostalgia regresando su vista hacia él.

–¿Dime Adrik con que sueñas? ¿Hay algún deseo que aun te haga falta por realizar?–





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Mensaje por Adrik Ivanović Lun Nov 09, 2015 9:38 pm

El eco tintineante de sus carcajadas le produjo una reacción instantánea, curvando sus labios en una mueca indudablemente feliz. Su mejilla mostró uno de los hoyuelos que le habían permitido obtener el apoyo de muchas de las criadas que cuidaban del castillo en el que vivía cuando era humano, su infancia era algo tan lejano como cualquier relato histórico, lo cual no dejaba de ser algo triste y vergonzoso en algunas situaciones.

- Temo admitir que he sido acusado de eso mismo más veces de lo que querría deciros.- Sus ojos brillaron con la diversión de aquella censura, más sabiendo que había sido producida por una joven incapaz de decirle algo doloroso o hiriente. Quizás su relación era más similar a la de dos hermanos perspicaces, que a un padre y su hija. Lo quisiera o no, él no poseía la capacidad de tener descendencia, aunque dentro de poco podría llegar a descubrir si tenía la habilidad de comportarse como tal.

Sus dedos acariciaron la frágil taza de sus manos mientras escuchaba a Simone, de alguna forma su mente se había escurrido a un lugar que simulaba un refugio de seguridad. Danna y su futura hija eran un sueño hecho realidad, uno que deseaba poder entregar a la jovencita rubia y soñadora que lo acompañaba en aquel momento. Tener a alguien cálido y amable a su lado, con una posición elevada en la sociedad, sería el sueño de cualquier mujer solitaria. Ella le enseñaría sobre aquellas cosas que no entendía por su masculinidad, los hombres y mujeres tenían unos deberes y normas sociales totalmente diferentes.

- Dadme una tregua señorita De Vries. – Le dijo con una brillante sonrisa antes de dejar la taza con su correspondiente plato sobre la mesilla que adornaba aquel idílico lugar. Todo a su alrededor permitía que cualquier conversación fuese mucho más cálida y reconfortante de lo que podría llegar a imaginarse, quizás era la nieve, aquellas horas nocturnas en las que aún se podía conversar sin bostezar o sentir cansancio.

Los movimientos de la joven atrajeron su interés, normalmente solía ser muy comedida, como si quisiera comportarse como un adulto antes de lo debido. A veces solía pensar que ella quería crecer demasiado rápido, como si eso pudiera acercarla a algo mejor. Era una situación difícil, ya que él quería mantenerla en una caja de cristal donde pudiera ser una niña tanto tiempo como fuera posible.

Siguió los copos de nieve que brillaban por la ventana, mientras la pregunta de Simone le hizo realmente pensar con seriedad en lo que podría llegar a querer. ¿ Si tuviera la oportunidad de pedir un deseo, cuál sería?. Tenía una mujer a la que amaba, un bebé en camino a pesar de que no era suyo, una gran mansión en la que le esperaba la criatura más dulce e inocente que había conocido jamás. ¿Qué más podría querer?.

- Me gustaría poder olvidar – Susurró aún mirando por la ventana. Sin duda aquello era lo único que no podría tener lugar, siempre había tenido la capacidad de recordar todo lo que ocurría a su alrededor. Pero su deseo era algo más íntimo, ya que no quería simplemente hacer desaparecer un momento incómodo, sino una conversión atroz y cruel así como una vida encerrada en la oscuridad. - ¿ Y vos Simone, qué desearíais?

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Mensaje por Simone Donizetti Lun Nov 30, 2015 4:13 pm

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La mirada casta de Simone se detuvo una vez más en el porte gallardo del joven. Quien apenas respondía a sus cuestionamientos. No era su intención ahondar a fondo en la vida de cada persona que se cruzaba en su camino, simplemente la pequeña poseía una perspicacia natural que le orillaba a mostrarse curiosa en más de una ocasión. Sabía de antemano que podía disponer de sus bienes a la hora que le placiera, aunque eran momentos como este lo que realmente daban significado a las horas de encierro en la mansión. Como una frágil mariposa que haya cobijo a la sombra de un árbol en días lluviosos, eso era Adrik para la pequeña. No obstante había ocasiones en las cuales no podía negar que se sentía sola, pero prefería no darle importancia a ese tipo de detalles. Movió ligeramente la cabeza apartando esa turbulencia de su mente.

Ante la respuesta de su salvador, la neerlandesa guardó silencio, tratando de dilucidar las razones por las cuales su acompañante había materializado semejante refutación. Siendo un adulto, con la libertad y el albedrio de obrar a beneplácito ¿Qué tipo de vínculos le impedían sentirse libre? ¿A qué se sentía atado? Ciertamente eran preguntas que rondarían por su mente el resto de la velada y que ni por error se sentiría con derecho a indagar. Parpadeo un par de veces sin dejar de mirarle, si en el poder de ella estuviese el ayudarle sin que se enterara lo haría sin pensarlo dos veces, puesto que él ya había hecho demasiado con el simple hecho de protegerle aquella noche fatídica. Abriéndose brecha entre sus ensoñaciones trató de acercarse lo más que pudo a ese centro en el caballero, uno que parecía doler a cada instante.

–A través del dolor viene la madurez, es decir nadie en su sano juicio cargaría con culpas que no son suyas o sucesos que recuerden nuestro pasado. Todos podemos reconocer nuestros errores, pero son pocos los valientes que se atreven a hacerles frente ¿No es mejor de ese modo? Derrotar la adversidad que darle vuelta a la página sabiendo que existe aún– por primera vez en la charla, el semblante en la pequeña se tornó serio, acorde a la situación.

–En algún momento de nuestra existencia debemos ponernos de pie y enfrentar la realidad Adrik, crecer, madurar aprender a levantarnos de nuestras caídas para volver a correr–

Sonrió.

–¿Acaso no es así la vida? Una enseñanza constante. Claro, todo esto es más soportable cuando tienes personas maravillosas a tu lado, en mi caso, caso, soy dichosa al compartir contigo un par de horas cada día o los desplantes de Hanna–
soltó una risa apenas audible.

–Y respondiendo a tu pregunta, deseo que esas personas nunca se aparten de mi lado, pues quiero compartir con ellas ese crecimiento–

El silencio se cernió sobre ambas siluetas una vez más dando paso a la reflexión por parte del otro.



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Mensaje por Adrik Ivanović Miér Dic 09, 2015 4:56 am

Las palabras de Simone hicieron que Adrik centrase sus ojos, irremediablemente, sobre los de ella. Sin apartarlos, la escuchó en silencio con el respeto que se le otorgaba a aquellos capaces de acallar aquel zumbido constante que creaban sus arrepentimientos en el interior de su cabeza. Pocas personas podrían tener el honor de haber conseguido callarlo, más allí estaba ella, aún joven e inocente, hablando de una compleja realidad que acontecía entre ellos como la telaraña pegajosa del destino.


En muchos libros se desarrollaban dramas griegos tan certeros como ellos mismos, indudablemente él era una mera oposición a todo lo que constituía Simone De Vries, aún así aquella joven insistía en ver algo positivo en su persona, por muy extraño que ello pudiera parecer. Algunos lo temían, personas que eran tan "inmortales" como él, otros meramente lo toleraban. Pero pocos eran los sagaces seres capaces de quererlo. Debía reconocer que Simone no sólo era más madura de lo que se consideraría a cualquiera de su edad, sino que también poseía la ilarante cualidad de la perspicacia. Tal inteligencia emocional sólo quería avecinar duros momentos para él en el futuro, pues se revelaba el terrible momento en que sus inocentes ojos comenzarian a captar las indudables diferencias de raza que había entre ellos y la posterior charla de qué y quién era él. Sin duda eran un nuevo ejemplo de cómo toda realidad superaba cualquier ficción.


- Una vez más, mi querida señorita De Vries, sus palabras son capaces de acallar mi boca. - Le ofreció una sonrisa en respuesta a la ofrecida por la muchacha, sin que ignorase cómo aquella jovencita había sido capaz de comprender que Hanna jamás sería una doncella de agradable compañía cuando estuviese el vampiro delante. Sin duda algo tendría que ver con la frialdad glacial de su cuerpo y la cualidad de hacerla enfurecer cada vez que apartaba las atenciones de Simone de su peluda y real presencia.


- Tenéis razón, como siempre. - Le guiñó un ojo y se levantó para estirar sus piernas, necesitando mover su cuerpo antes de que su mente volviera a momentos incómodos sobre la familia de Simone y el por qué de su muerte. Ya era suficiente, estaba desperdiciando un encuentro indudablemente encantador por nada. Así que caminó hacia ella para arrodillarse a su lado y poder tomar una de sus pequeñas manos entre las suyas. - Mi dulce Simone, os prometo que pase lo que pase, no os dejaré sola. Nunca más.

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