AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bring for [Svein]
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Bring for [Svein]
“La rebelión de los últimos insurgentes”
Desde hacía casi dos semanas el fuego se sentía propagar desde los límites de la ciudad, la gente gritaba por comida, escaseaban todo tipo de provisiones y pronto el frío invernal llegaría y terminaría por matarlos de hipotermia. Pero por ahora, el otoño estaba siendo cuidadoso para mantener a niños y mujeres con la suficiente fortaleza, mientras que los hombres salían a hacer huelga, a quemar algunas pequeñas casas del reinado. Se quería levantar una comuna y aunque una parte de mi pecho me decía que ellos tenían razón. La otra se conectaba con mi mente y me aseguraba que jamás iban a poder ganar. Muchos de ellos terminarían muertos y sus hijos huérfanos, otros pocos prisioneros y prontamente ejecutados y los que tenían más suerte podrían huir y hacer como si nada hubiese pasado. Viviendo de las limosnas que aún podían conseguir. Y de los pequeños montos que repartían las corporaciones escondidas de ayuda a los de clase baja. Según las noticias esparcidas por la ciudad, se decía que esa noche sería la última represión. Lo que me daba la pauta de que habría un asesinato completamente sangriento. Los habían convocado para formar un tratado en la mañana. Momento en el cual yo dormía plácidamente en mi cama aislada completamente de la luz del sol. Un tanto emocionado y con el estómago gruñendo totalmente, pues sí, tenía tanta hambre que había pensado en salir a cazar lo primero que vieran mis ojos.
Pero me negaba a ingerir un animal, ya lo había hecho meses atrás cuando recién había escapado de la inquisición y jamás volvería hacerlo. Prefería esperar varias noches por una perfecta víctima antes que hacer eso. Y por ello mismo esperé y cuando la noche cayó me engullí en mi atuendo negro y marrón. De larga túnica que caía hasta los bordes de mis manos. Acomodándome los cabellos azabache en una pequeñísima cola en la nuca y el flequillo alborotado por arriba. Al parecer había pasado lo que me temía. La rebelión había sido completamente aniquilada. Y para mi sorpresa aún seguían batallando. ¿Había habido entonces una verdadera charla para intentar llegar a un acuerdo? Me pregunté mirando desde muy lejos. Olisqueando la sangre derramada, los colmillos que no estaban en mi boca querían alargarse y el jadeo salía suave de entre mis labios, temblando con ímpetu, como quien ha pasado hambre por meses. — Que olor tan fuerte. Deben ser más de doscientos caídos. — La voz salió desde mi garganta y el temblor acaricio mi espalda y pronto se dilató en mí mirar. Apretando fuerte mis ropas me dediqué a caminar pausadamente. Esperando a que todo se diera por terminado. Los militares y policías se estaban retirando a paso firme, con la bandera de la sagrada realeza en popa y los cantos a tono alto. Así era, aquellos que gobernaban el país estaban más arriba, mucho más de lo que simples mortales como ellos podían llegar a pensar. Pues no era algo que no se supiera, el elegido de dios era un inmortal y todo aquel con conocimientos mínimos lo sabía. Una sonrisa se posó en mis labios, aquel desgraciado que siquiera podía usar su poder para desprendernos de la Iglesia y salvar a su propia raza.
Pateé una rama que estaba en el suelo y al sentir el silencio reinar en aquel apartado, me dispuse a correr a entre los caídos. Tenía tanta sed que apenas dejé que mis sentidos se liberaran para captar un humano completamente viviente, pero solo había hombres a medio morir. Las familias llegarían a la mañana siguiente cuando se les diera el aviso de a donde podían encontrarlos. Si es que no apresaban y torturaban o vendían a aquellas. Negué esporádicamente, intentando abatir ese pensamiento de mi cabeza y cuando estaba por disponerme a abrir una herida en el cuello de una víctima inconsciente una pequeña presencia me alerto. — ¿Oh? ¿Tú tampoco puedes alimentarte bien, que vienes a comer de aquí? Buenas noches. — La pregunta salió con una sonrisa que mostraba todos dientes blancos y romos, riendo con inocencia, en lo que esperaba ver más la apariencia del inmortal que estaba frente a mí. Su aura era más seca y su piel marfilada, por lo que deducía que pronto llegaría a los mil años, no era joven. Lo cual me hizo alertarme, como si quisiera salir corriendo tan rápido como había llegado.
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Re: Bring for [Svein]
”Hasta la noche en la que todo cambió,
yo era un joven muchacho con sueños y aspiraciones.”
yo era un joven muchacho con sueños y aspiraciones.”
El pasar de los años a través de los siglos me había favorecido y, ahora que miraba atrás y comparaba aquellos días con mis días neófitos, podía darme cuenta notoriamente que aquellos días solía despertar cada vez más próximo al atardecer, pudiendo incluso en ocasiones observar una tonalidad violeta en el cielo mientras que el sol se escondía cada vez más tras las colinas y edificios citadinos hasta no dejar rastro de su presencia. Pero a pesar de ello, no lo apreciaba, pues era el recordatorio diario de que la luz solar se escapaba de mi, junto con el dios Freyr y la diosa Sól, a quienes alguna vez les recé en los templos de las montañas noruegas, e incluso en aquellos altares improvisados con los tallados en madera que llevaba conmigo a los viajes al oriente. Mas, aunque veía a Freyr y Sól escaparse cada noche, mantenía el consuelo de que aún escuchaba a Thor estrellar su martillo contra su yunque en las tormentas. Sin embargo, aquella noche tan solo se escuchaban los estruendosos disparos de mosquetes de los soldados franceses; los retumbantes choques de las bayonetas con las armas varias de aquellos que se atrevían a alzarse contra la corona francesa; y los agonizantes lamentos que los acompañaban cuando caían con sus cuerpos y orgullos heridos.
Siendo una oportunidad que no se presentaba muy a menudo en la mismísima capital franca, no dudé en apresurarme e ir a presenciar el final del enfrentamiento, el cual disfruté con una leve nostalgia por aquellos años en el pasado en que levantaba armas casi todos los días. De solo ver la retirada de las tropas, incluso, reconocí cuál había sido la estrategia: un ataque desde dos flancos de infantería ligera, algo más que suficiente para acabar con un grupo de campesinos rebeldes. Y finalmente, de pura diversión, me fijé en las matemáticas del asunto: habían exactamente caído doscientos cuarenta y dos hombres, y tan solo treinta y siete de ellos eran soldados franceses. Además, gran parte ya se habían desangrado o muerto en el instante, pero varios seguían aún con un hilo de vida que lentamente se les iba escapando. Aquella había sido, literalmente, una masacre. Y si los mismos humanos se mataban entre sí, no debiera haber problema si es que los vampiros mataban humanos, ¿verdad? Pero eran hipócritas.
Con paso lento, sigiloso y calmado, comencé a descender de la colina desde la cual había observado el enfrentamiento, evitando a aquellos soldados que se retiraban con antorchas en las manos al tiempo que ejecutaban a los últimos sobrevivientes que se arrastraban en el suelo. Observaba a los hombres tumbados en el pasto cuando sentí fuertes y rápidas pisadas a uno de mis costados y, al girar a ver, me encontré con la sorpresa de que, a la distancia, se encontraba un vampiro cuya aura le delataba como neófito, al igual que el ímpetu con el que se acercaba en busca de la sangre de un moribundo. Sin embargo, mi mirada se desvió hacia uno de los soldados que se habían retirado hace pocos minutos de aquella área, pero que había girado y visto al joven acercarse a aquel lugar, quien, para peor, comenzó a devolverse y acercarse al vampiro con mosquete en mano.- Y pensar que todos fuimos neófitos alguna vez. -Susurré para mí mismo al tiempo que comenzaba a acercarme al vampiro más joven.
Estaba a unos diez metros de él cuando le vi levantar la mirada, sonreír y hablar, al mismo tiempo que me fijé en su falta de colmillos. Por un momento quise responderle, decir algo, lo que fuera, pero entre que no supe qué decir y que vi al soldado por el rabijo del ojo levantar el mosquete para apuntarle, lo único que reaccioné a hacer fue levantar el hacha que colgaba de mi cinturón, tomarla por el mango y lanzarla con fuerza hacia el idiota armado, dejándosela clavada en el pecho y haciendo que cayera hacia atrás. Miré entonces al muchacho, acercándome un poco más a él.- ¿Eres joven, verdad? ¿Por qué es que no tienes colmillos? -Pregunté con genuina curiosidad y sin intenciones de ser descortés, pero ¿cuál eran las probabilidades de no serlo? No lo sabía. Nunca lo había sabido y, aunque seguía intentando desarrollar la intuición de alguna forma intelectual, no había caso.- Si yo fuera tú, bebería de ese que está allí. -Comenté entonces, señalando al soldado que había derribado segundos atrás, quien ahora intentaba torpemente quitarse el hacha del pecho, pero sin lograrlo. Y por supuesto no lo lograría; tenía una feroz herida y una hemorragia de la que no se salvaría. Especialmente porque su sangre fluía de forma mucho más exquisita que el hombre inconsciente en manos del joven vampiro.- Buenas noches, por cierto. -Recordé decir, justo antes de que un rayo de luz lunar comenzara a iluminar a nuestro alrededor por entre las oscuras nubes que se movían sobre nosotros. Miré hacia el cielo mientras esto ocurría, buscando desviar la mirada del muchacho para no llegar a hacer contacto visual.- La verdad es que he venido por mera diversión. No tengo necesidad de buscar presas fáciles.
”Puero luego de esa noche, las cosas nunca serían las mismas.
Una sombra se cernió sobre mí y lo haría hasta el día en que muera.”
Una sombra se cernió sobre mí y lo haría hasta el día en que muera.”
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Bring for [Svein]
“No me grites solo por mi nombre”
Incluso si hubiese notado el odio que iba tras mi pecho, no hubiese podido hacer nada. Sentí el ajetreo por detrás cuando frente a mí aquel vampiro ostentoso se lucía como quien viene a saborear una victoria. ¿Qué es lo que trataba de decir su mirar? Me pregunté con un cinismo tal vez un poco macabro, pues por momentos esa parte de mí, que era caprichosa y desmedida quería escaparse de mis entrañas. Pero seguía allí quieto, con los ojos tan grandes y expresivos que podrían haberse salido de mi rostro para ir a parar a los pies de aquel inmortal. Con la expresión alistada, mis dedos se adjudicaron juntos, entrelazándose. Ladeando la cabeza en tanto intentaba terminar de escuchar sus susurros. El pequeño temblor se originó en lo profundo de mi pecho y se aceleró para recorrer mi cuerpo y aflorar a mis orbes en cuestión de míseros segundos. Evidentemente y para mi desgracia, me había encontrado con uno de esos seres de la noche que disfrutan gozar de asesinar neófitos. Claro que yo no era uno de ellos, ya casi cumplía los diez años de vampiro y había estado seis encerrado, siendo preparado para la conversión. Pero eso no quitaba que mi aura fuese como la de un recién convertido. Tan inestable y titubeante, tan alterada que se podía sentir debilidad y fortaleza según mi estado de ánimo. El cual efectivamente cambiaba con solo unos segundos de variable. Las expresiones de mi cara al igual que mi solo pensamiento eran dados a tirar. — ¿He hecho algo tan malo? — Bramé fieramente en lo que mis puños se cerraban ante aquel levantamiento del arma blanca.
Una increíble hacha que dudaba poder llegar a agarrar si no era con ambas manos era alzada por arriba del hombro ajeno. Se estaba centrando en mí -o eso pensé-. Pues según yo, fue claro como emanaba un rencor voraz de querer asesinar bruscamente. Pasé a tener un miedo atroz que se fijó en los rasgados faroles que destellaron en no más de dos lágrimas que se tatuaban en color rojizo claro. Mordí mis labios cuando al ser lanzado el aparto, éste daba contra uno de los soldados que creí que habían quedado fuera de rango. “Así que ni para eso eres bueno” Pensé escondiendo mi sollozo entre las palmas, limpiando aquel agua que indeseablemente se presentaba. — ¡No soy tan joven! Gracias, pensé… Pensé que me la ibas a lanzar a mí. Iba a ser horrible si eso pasaba, porque no me mataría de un golpe y solo me haría sufrir. Oh, cuantas preguntas. Debería patearte. — No supe si reír o terminar de llorar en aquel momento. Mientras refregaba el saco por mi cara continuamente y miraba hacia atrás, temiendo que alguien quisiera volver a dispararme. Gruñí por dentro y se escucharon revoloteos en mi boca como si quisiera derrochar demasiadas palabras y ninguna salía. Así que me opté por aproximarme un poco más, ya estábamos tan cerca que pude ver perfectamente su aspecto, no era tan alto, quizá mediamos lo mismo. Por lo que lo tenía literalmente frente a frente.
— Tengo diez años. Primero se pregunta el nombre. Te ahorro la pregunta, me llamo Hero Jaejoong. Y me los arrancaron hace poco para hacerse un lindo collar con mis bellas piezas. ¿Tú cómo te llamas? Eres un señor muy cruel para ir por ahí recordándome como no puedo beber tranquilo. Pensé que era suficiente que me lo recordara solo. — Entre bufidos y pequeños gritos que apenas salían como un halo de mi garganta terminé por alzar mis brazos y luego bajarlos para cruzarlos con desmedida vergüenza. ¡Él se había percatado demasiado rápido de ello! Quise arañarlo, como hubiese hecho con Deiran o Nicolás. Pero él acababa de lanzar un arma tan lejos y tan fuerte que solo repensarlo me daba demasiado pánico. Negué esporádicamente y me dispuse a sacudir mi ropa. Mirando a la persona que aquel me recomendaba. ¿No era acaso el que recién había atinado a dispararme? Ese pobre diablo se había quitado las ganas de vivir solo. Después de todo, no había ninguna necesidad de atacarnos, aún si fuéramos rebeldes ya estaba todo acabado. — Preferiría que me hablaras mirándome a los ojos. No me vas a matar como a ese, ¿o sí? Ustedes los antiguos, son difíciles de entender. Llaman a estas cosas diversión y van por ahí demostrando toda esa fuerza y yo solo puedo usar un arco y flecha. ¿No es injusto? — Comentaba tan habladoramente compulsivo como siempre, nervioso y eufórico. Me acercaba a aquel hombre que tenía el hacha clavada. Con ambas manos me dispuse a arrastrar ambos, la persona y el arma hacia donde estábamos antes y me dejé caer en el suelo, acariciando la mejilla de aquel que lentamente se estaba muriendo. ‘Hola, vamos a amarnos un momento.’ Pensaba en lo que me decidía a idear cómo podría comerme a aquel humano. De qué manera de hacerle notar el placer y el dolor del último aliento con los dientes tan romos como los llevaba.
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Re: Bring for [Svein]
“Mírame, mis ojos están bien abiertos,
Pero a la luz, estoy ciego.”
Pero a la luz, estoy ciego.”
Cuando él cerraba el puño y pronunciaba palabras fieras, yo tan solo veía una mano cerrada. Cuando a él se le asomaban un par de lágrimas de pavor y sus ojos brillaban y destilaban emociones, yo solo veía dos gotas y dos pupilas. Cuando sus palabras y gestos irradiaban sus emociones, yo solo oía palabras e intentaba analizar gestos. Así eran mis habilidades sociales: una metáfora en blanco y negro, y cualquier otro color o tonalidad se me escapaba. Aunque aquello no significaba que no intentara carvar los lienzos en busca de los colores, sin embargo, siempre acababa cometiendo el error de romperlo, pasando por alto lo que buscaba. Y al parecer, aquella era una lección que jamás aprendería; mi maldición. Mis ojos se abrieron con sorpresa al escucharle, para luego quedar confundido al no saber a qué se debían aquellos gruñidos entre dientes e inconscientemente dando un paso atrás cuando se acercó para seguir hablando. En cuanto se cruzó de brazos, le miré de pies a cabeza, examinando su expresión corporal, pero aquello era como si un ciego intentara observar el significado de sus gestos.- ¿Patearme? ¿Pero qué...? -Repliqué sin pensarlo, mas la desesperación de que estaba demasiado cerca y viéndome a los ojos hizo que callara, mirara hacia otro lado, exhalara aire como si estuviese exhausto y me costara respirar. Su verborrea empeoraba las cosas aún más.- ¡Oh, por los Dioses, respira y cálmate! -Las palabras se me escaparon. ¿Cómo no se ahogaba al hablar tanto y tan rápido?
Suspiré exasperado y di otro paso atrás, respirando profundo y recordándome a mí mismo que tenía que armarme de paciencia. Paciencia, mucha paciencia. “Vamos, Svein, no seas insoportable”.- ¿Qué te pasa? Tranquilízate, ¿quieres? Hablas demasiado fuerte... -No había caso; incluso cuando me proponía ser sociable, no lo era, y tarde o temprano acababa por quejarme por algo. Y es que era mi maldición, siempre había sido así, incluso desde antes de ser vampiro. Las palabras siempre me han retumbado los oídos, y las miradas son como agujas punzándome en el pecho y clavándome los pulmones. Nunca en todas las heridas que he sufrido en batalla me he sentido tan perjudicado como con algo tan simple como aquello.- Me llamo Svein Yngling, y lo siento, no pretendía ser cruel contigo. Tampoco pretendo ofenderte ahora, pero en realidad, sí eres bastante jóven. Una década no es nada en contra de la eternidad, al fin y al cabo. -Dije luego, volviendo a evitar la mirada de aquel muchacho.
Sin embargo, por más exasperante que haya sido, había algo en él que me causaba curiosidad, pero no podía identificar qué. Mantuve silencio mientras que se hacía con su nueva presa, pensando esta vez en lo que había dicho y en qué responderle. Mas si de algo estaba seguro en esos momentos, era que no era su ingenio lo que me daba curiosidad. Me acerqué nuevamente a él e incliné lo suficiente para tomar de nuevo el mango del hacha y, con un suave movimiento, arranqué el hacha del humano y la levanté al tiempo que sacaba un pañuelo.- Yo no miro a los ojos. Jamás, no puedo soportarlo. Y no seas ridídulo, ¿qué fin tendría el haber evitado que te dispararan segundos atrás, para luego asesinarte? Si eso quisiera, ya lo habría hecho, incluso antes de que este humano te viera. -Comenté con calma y con la vista fija en el hacha mientras que limpiaba la sangre en ella, guardándome el resto de mis palabras, pues no tenía intenciones de comenzar una discusión acerca de injusticias o entendimientos. Ya tenía demasiado de eso a diario como para convertirlo en tema de conversación, pues siempre acababa mal. - ¿O acaso pensaste que esa era la diversión que buscaba? Al contrario, yo solo vine a ver la batalla. Yo no mato neófitos por deporte como otros. Si de asesinar se trata, prefiero las guerras o los saqueos. Aunque volver a la Guardia Varega estaría mejor. -Giré el hacha y la examiné, fijándome de que la hoja estuviese pulcra y que el filo no se hubiese dañado para volver a guardarla en su lugar, en la funda que colgaba al costado derecho de mi cinturón, y al lado contrario de donde tenía mi daga.
Con el nerviosismo de que estaba demasiado cerca y con demasiadas probabilidades de mantener contacto visual, me giré y le di la espalda al tiempo que me alejé unos pasos, haciendo el intento de fingir que le daba espacio para disfrutar de su cena con tranquilidad. Observé entonces a nuestros alrededores, viendo que finalmente estábamos solos en aquel prado de moribundos. Solos, en silencio y con muchas armas al rededor. ¿Había dicho que tan solo podía usar un arco? Oh, por Thor. Me agaché de cuclillas y tomé el mango de una espada de forja barata, al mismo tiempo que observé unos escudos que se encontraban cerca. Seguramente iba a arrepentirme de lo que estaba pensando, pero no lo sabría si no lo decía.- ¿Te gustaría aprender a pelear con el hacha?
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Bring for [Svein]
“El sentir se deberá inyectar en la vista del ciervo”
Un pudor asombrosamente vaporoso se fundió en mi rostro cuando sus palabras me objetaban silencio y entre pestañeos y un alborote de mis manos, me dispuse a morderme los labios y bajar la cabeza. ¡Aquel infame rufián iba por allí callándome! Quise lanzarme a tironear sus cabellos pero estaba demasiado apenado como para siquiera moverme. ¿Y qué era todo aquello de respirar? No necesitaba eso, el aire en mi pulmones hacía que éstos se inflen y se desinflen continuamente, pero nada de oxigeno terminaba por circular por mi sangre. — A-ahh… Tú tienes la culpa. Eres extraño y no te entiendo. — Bramé pero con el habla como un fino hilo de voz, las expresiones y emociones en mi cuerpo se exponían continuamente, era como un baúl de sentimientos sin fondo, siempre había sido de esa forma. La manera polifacética en la que me comportaba provocaba que las cosas más buenas y más horribles pudiesen salir de mi boca al mismo tiempo. Aunque en aquel instante solo sentía una bola de energía que retumbaba en mis quebradizos huesos, detestablemente delgado y enfermo como para siquiera molestarme en decirle que me parecía extrañamente adorable. Con unos ojos celestes incandescentes que parecían no entender nada. ¿Quizá era demasiado viejo y no entendía los sentimientos de la época? Era probable, pero seguramente jamás podría confirmarlo. — Pero los neófitos son los recién convertidos, yo puedo controlarme, incluso, ash, tengo tanta hambre. Hace días que no como, es tan difícil. — Abrazándome a aquel hombre que estaba a punto de devorarme, los cabellos cayeron sobre mi rostro y con una extraña determinación me dispuse a beber.
Sus palabras calaban fuerte en mí y aunque no quería responder entre gritillos y sollozos, difícilmente me era sencillo comportarme en aquel estado. En principio, mi boca saboreó la sangre exterior de aquel hombre, cuidadosamente fresca y cuando el llamado Svein procuraba sacar el arma, mi boca fue directo a la herida, engullendo por un costado, apenas ensuciando mis morros y la punta de mi barbilla. La desesperación que estaba agarrándome provocó que mis dedos se tensaran apretando firmemente la carne dulce, absorbía rápido, con ambas manos sujetando el cuerpo tibio, acurrucándolo a mí, él estaba a punto de perder la vida y cuando eso pasara no podría ser más mi alimento. Tenía que cerciorarme de tomar todo lo posible. En aquel ínterin mis cabellos se volvieron más brillosos y la piel opaca volvió a emblanquecerse en la suavidad de un joven de dieciocho años. Los labios ovalados volvieron a sonrosarse y con ganas, la última gota me sacudió los pensamientos. Me separé con los faroles abiertos y sumamente curiosos y grandes, dirigiéndome a él indiscretamente. — Hola Svein, gracias por la comida, estuvo realmente rica, me siento mucho mejor ahora. ¿A qué te refieres con que no puedes soportar ver a alguien a los ojos? Es lo más lindo que tenemos. Deberías apreciarlo más. — Mientras me levantaba y sacudía mis ropas, empecé a tantear mis bolsillos en busca de un pañuelo que rápidamente usé para quitar lo rojo de mi rostro. Me avergonzaba que me vieran bebiendo de esa forma, pero él no parecía darse cuenta.
— Algunos se divierten haciendo eso, no sabes cuánto. Pero si tú me dices que no, entonces yo te creo. ¿Qué es la Guardia Varega? — Le seguí cuando él se dispuso a alejarse, correteándole en círculos intentando mirar sus facciones, el hueco de sus mejillas y la extraña forma de esconderse de mi. Nadie, nunca jamás, se había resistido a ver la negrura de los ojos rasgados y ovalados que tenía. Porque eran raros, demasiado grandes para ser asiáticos, demasiado alargados para ser occidentales. Como un dibujo mal retratado. Entrelacé entonces mis dedos sobre mi pecho y me mantuve pensativo a su extraña y hermosa pregunta. ¿¡Por qué no estaba saltando de emoción en ese momento!? La sangre nueva de mi cuerpo se posó en mis mejillas vaporosamente. — ¿Me enseñarías? Igual la he usado algunas veces, pero siempre termino con un agujero de lado a lado. Eso no es bueno. Igual… Me da un poco de miedo estar mucho tiempo aquí, van a venir a sacar los cadáveres en algún momento. Pero quiero, a ver, dame, dame. — Alzando ambas manos quise agarrar la espada que él estaba blandiendo. Pero él hablaba de un hacha, ¿yo con un hacha? Casi sentí la risa salir desde el fondo de mi vientre pero al final tan solo la sonrisa de formó, entre dulce y fisgona. Y me crucé de brazos mirando el tosco escudo. — Es curioso, parece que intentas caerme bien y solo me ignoras y me tratas mal. ¿Eso es lógico? ¡Ah! Y soy muy bueno con el arco y la flecha. ¡Lo juro! —
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Re: Bring for [Svein]
"Cuando me veo a mí mismo en el espejo,
no puedo contener mi dolor.
Me mira directo a los ojos."
no puedo contener mi dolor.
Me mira directo a los ojos."
La vida estaba llena de ironías. Llena, tal y como las calles parisinas estaban llenas de vampiros y licántropos, vagabundos y rufianes. Por poner un ejemplo, ¿Me encontraba extraño y no le entendía? Vaya ironía, pero al menos eso era algo que yo sí podía entender. No pude evitar soltar una risa corta y suave, algo extraña a oídos neurotípicos, pero la misma que he tenido desde hace siglos. Me volteé poniéndome de pie mientras levantaba la espada del suelo y le mostré una sonrisa sincera, pues jamás he fingido una, pero como siempre, evité verle a la cara para no verle a los ojos.- Tú también eres extraño y no te entiendo. Supongo que al menos tenemos eso en común. Pero de igual forma tienes razón; es mi culpa. Eso es lo único que he aprendido con los siglos. -Comenté sin haber pensado bien lo que decía y habiendo compartido más información de la que hubiese deseado. Aquello daba para que el más joven sacara conclusiones sobre mi edad, y aunque no me molestaba compartirla, no tenía pista de que se pudiese inferir tal cosa. Mi imaginación era tan efectiva como la de una roca.
Le miré entonces mientras que se alimentaba, aprovechando esos cortos minutos para analizarle. Pocas veces lograba encontrar a alguien atractivo o si quiera encontrar belleza en alguien o algo, a diferencia de otros vampiros a los que había conocido. Y aquel fenómeno subjetivo de la belleza era un misterio para mí: jamás podría distinguir qué era lo que embellecía a alguien, lo cual me molestaba de una manera indescriptible. Por eso era que miraba al muchacho con curiosidad, intentando descifrar si es que había en él alguna cualidad que le hiciera atractivo, a pesar de que no me atrayera, pues aún creía que aquella era una habilidad que pudiese aprender como si se tratara de una fórmula matemática, tal y como todas las demás habilidades sociales que me hacían falta. Estaba ensimismado en observarle cuando nuevamente levantó esos ojos grandes que no logré esquivar a tiempo, y cuando se acercó a mí nuevamente, alcé la mano que tenía libre como gesto para que se detuviera, al mismo tiempo que daba un paso atrás.- No, no entiendes; no puedo. Es... asfixiante. -Contesté ante la exasperación de que necesitaba espacio, él no era un mal muchacho, pero lo necesitaba más lejos, menos cerca.
Lo que vino me distrajo. Tomé un respiro con el puro fin de relajarme; concentrarme en otra cosa.- ¿De verdad no sabes qué es la Guardia Varega? -Pregunté sorprendido, como si aquel fuese un conocimiento básico de cualquiera. Obviamente solo lo era para mí.- La Guardia Varega era una unidad militar de élite del Imperio Bizantino. Eran soldados nórdicos contratados para ser los guardias personales del emperador. -Contesté mientras veía de reojo cómo se movía hiperquinéticamente. Cerré los ojos por un momento y me limité a seguirle el rastro con mis otros sentidos.- Yo formé parte de ella durante siete años bajo el mando del emperador Michael IV. -Por un momento volví a abrir los ojos con nostalgia. Aquellos habían sido años prósperos; años de vida humana. Sonreí ante el recuerdo de blandir el hacha contra los musulmanes y enemigos del imperio, por lo que cuando el más joven recalcó la posibilidad de que más personas aparecieran por aquellos prados en los que nos encontrábamos, tan solo resoplé con desprecio y sonreí de lado.- No creo que los humanos sean tan suicidas como para venir a meterse a un prado lleno de cadáveres mientras que dos hombres de nuestra talla estén peleando con un hacha y una espada, Hero.
Saqué entonces el hacha nuevamente de la funda y se la ofrecí.- Ten, tómala con cuidado. Es una extensión de tu brazo. No la dejes caer. -Miré el arma que le ofrecía. Era un hacha vikinga forjada en acero de damasco cuyo mango no superaba el largo del antebrazo de ninguno de los dos, y que además estaba rodeado de cuerdas de cuero que se entrelazaban alrededor del mango y el contrafilo de la hoja. Cuando se cruzó de brazos y dijo aquello último, no pude evitar encogerme de hombros.- Te equivocas. No pretendo tratarte mal. Es solo que tus cánones sociales no encajan con mi forma de ser. -Nunca en la vida había logrado expresar aquello con mejores palabras.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Bring for [Svein]
“Golpéalo con los puños y grítale con la mente”
Aquella pequeña risa ajena voló como un halo de extrañeza hasta mí y me zurró como si hubiese un terremoto en mis pies. Casi pude sentir el escozor en mis mejillas y no pude hacer otra cosa más que regalarle una misma sonrisa, de lado a lado y con un deje aniñado que me caracterizaba por tener orbes grandes y nariz pequeña. Mordí entonces mi labio inferior, negando estrechamente. Él me recordaba a uno de esos ancianos que no entendían pero que igual querían agradar. Me hubiese gustado abrazarle y molestarle, pero ni pensarlo. Aquel chico tenía un hacha en la mano, lista para romperme mi pequeño y hermoso cráneo. Y jamás había sobrellevado el dolor de una regeneración en la cabeza y tampoco lo deseaba. — ¿Lo has aprendido con los años? Aprendes cosas muy raras. Tendrías que haber aprendido a mirar fijo más bien. Cuando aún era humano y mi padre creador me educaba, siempre me golpeaba cuando le hablaba entre murmullos o cuando no le dirigía la mirada. — Como siempre, allí estaba hablando de más. Comentándole como si fuese lo más normal del mundo que un creador cuidase de su vástago cuando aún respiraba. Pero eran los únicos recuerdos que tenía, con sus ojos azules demasiado raros y su mirada sofocante y exhaustiva porque yo no cumplía sus reglas. Todas las personas que había conocido, o al menos la gran mayoría, habían sido convertidas por el más dulce gusto de compartir sangres y no habían tenido ayuda previa, supongo que era lo habitual entre la raza.
Me molestaba. No. Peor que eso, me estaba volviendo loco. Necesitaba de mirar, poder estar frente a frente, cara a cara. Leer los sentimientos en los faroles que ocultaban nuestra alma muerta. La empatía nacía de ese modo, no había forma de comprender a una persona si los ojos no se conectaban. Ya había terminado por completo de beber del humano y éste, pasaba al otro lado, me había acercado a Svein y sus manos me había detenido. Unos dedos largos y curiosos que no me contuve en agarrar. Con la palma abracé sus cuatro falanges, dejando el pulgar libre. — No soy tan intimidante como para que te sientas asfixiado. Me agradas, me das mucha curiosidad. Y no, no sé qué es eso, lo siento. Si me dices de qué época data me leeré algún libro. — Apretando aquellos deditos que había apresado me dispuse a mover la cabeza felizmente a los lados, escuchándole responsablemente. A pesar de que mi padre me había lastimado tanto, me había enseñado muchas cosas que ahora valoraba demasiado. ‘Cuando no sepas, solo dilo y luego céntrate en buscar esa información’ Esa era una de sus frases célebres, nunca las podría olvidar, cada lección de instrucción básica e incluso la amabilidad y cordialidad había sido una herencia. — ¡¿Bizantino?! Eres demasiado viejo. Creo que voy a salir corriendo del terror. Ohhh… Aunque no lo creas, algunos ‘humanos’ son muy fuertes, tan solo un dardo y te dejan sin posibilidad de moverte. ¿Alguna vez peleaste contra un inquisidor? Los sobrenaturales los desestiman. — Era casi un regaño, Francia estaba plagada de ellos, de los más fuertes y habilidosos, de esos que van por las sombras y primero no te dejan mover y luego te cortan la cabeza o te quiebran todos los huesos para llevarte a prender fuego frente a una oleada de ciudadanos.
Se me helaba la sangre ante el solo recuerdo y mirando un momento hacía el suelo le seguí escuchando, levantando la cabeza y agarrando el hacha con los brazos, estrujándola sobre mi pecho. La vergüenza me embriagó e intenté acomodarla mejor en una de mis manos, no tenía que dejarla caer, pero era pesada y demasiado grande para mi cuerpo. Me preguntaba si podría siquiera apuntar correctamente. — ¿Y cuál es tu forma de ser? Explícame, así no te quiero golpear cada vez que abres esa boca. — Le sonreí sin maldad alguna, había personas diferentes, de eso estaba al tanto. Pero cuando me encontraba con gente que no me quería cerca, era porque literalmente no me querían ni un poco. Y no simplemente porque ‘no era su forma de ser’. Alcé el hacha apuntando al lado contrario a él , la dejé bajar y estuve a segundos de que caerme con todo y arma blanca. Jadeé y la observé. Era bella, me recordaba a las que Nicolás tenía colgadas en su casa, todas de diferentes épocas. Aunque él jamás había batallado, aquel cuervo negro era estratégico, mandaba a los demás y nunca hacía trabajo sucio. Quizá yo servía para lo mismo… Me reí ante el solo pensamiento, apenas podía hacer una estrategia básica en el ajedrez. — Peso muy poco como para que esta cosa sea una extensión de mi cuerpo. Mira mis huesos, se me salen de la piel. ¿Está bien tomarla de por aquí? ¿O de dónde? — La sujetaba casi rozando la punta inferior, mis garras estaban apretadas, sujetando con más miedo que confianza. Esperé entonces sus indicaciones, aunque era evidente que alguien como yo no podría aprender a usar eso en una sola charla con aquel viejo vikingo pecaminoso.
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Re: Bring for [Svein]
"El mundo está lentamente desmoronándose
mientras mi oscuridad crece en su interior.
Estas paredes son santuario para mí."
mientras mi oscuridad crece en su interior.
Estas paredes son santuario para mí."
Le vi negar con la cabeza, estoy seguro, pero no estoy seguro de por qué lo hizo, o para qué. ¿Acaso no estaba de acuerdo con lo que le decía? ¿Acaso iba a reprochar? Le miré expectante hasta que las palabras siguieron a sus gestos.- Juro por Odín y todos los dioses que lo intenté, pero simplemente no se me da mirar a los ojos; y si fuese a explicártelo con una metáfora, como hace la gente siempre, te diría que para mí mirar a los ojos a alguien, o dejar que me vean a mí a los ojos, es como para un humano sería si enterrara una lanza en su pecho. -Intenté explicar, estando tan quieto e inmutable como solía serlo, como solía ser de raro para ojos comunes.- El diafragma colapsa y la herida duele. -Dije entonces, solo por si la metáfora que intentaba hacer no quedaba clara. Aunque lo dudaba; quien solía no captarlas era yo, no los demás, ¿verdad?
Pero tal y como intentaba explicarle apenas una de todas mis excentridades, él iba y tomaba mis dedos entre sus manos. En aquel momento mi cuerpo y mi consciencia se separaron; en mi mente peleaba conmigo mismo por controlarme, pero el cuerpo no escucha ni razona. Sin poder evitarlo, me tensé por completo apenas hubo tacto, y por mera reacción, quitpe rápidamente mi mano de su alcance y di otros dos pasos atrás. Él tenía razón: él no era intimidante, pero, ¿cpomo explicarle que el tacto sí lo era? ¿Que una simple mirada a los ojos sacaba lo peor de mi? ¿Cómo, con qué palabras podpia yo expresar casi ocho siglos de aislamiento voluntario y mandatorio? Por primera vez desde que nos encontramos, levanté deliberadamente la vista para cruzarla con la suya por apenas un segundo, desviándola luego hacia mi derecha y luego a mi izquierda, dando la vuelta para dar un par de pasos para alejarme y echarme el cabello hacia atrás.
¡Ah, por Frey, tú también me agradas y hago lo que puedo por soportarte, pero con cada paso que das me desesperas más! Y es que no puedo explicarte, ¡ni yo mismo logro entenderme! -Exclamé, víctima de la desesperación. Ignoré lo que dijo; que era viejo, que iba a salir corriendo, que los humanos eran fuertes, que quería golpearme cada vez que abría la boca. ¡Qué importaba todo eso! Me costaba respirar y estaba perdiendo la razón. Necesitaba llegar a un punto en el cual pudiese haber un balance entre su curiosidad y apego y mi inexplicable incapacidad de poder lidiar con ello. Volví a pasar una mano por mis cabellos en un intento de hacerlo hacia atrás, pero este seguía volviendo donde estaba antes y mi gesto se volvía inútil, pero era un tic que no lograba sacarme. Miré a nuestro alrededor, sin buscar nada más que alguna forma de calmarme, pero por suerte, había otra hacha a unos pocos metros. Casi como si fuera urgente, me acerqué a recogerla con impaciencia, volteando solo para mostrársela. Era más grande que la que él tenía, y mucho más burda, pero serviría para la ocasión.- Mencionaste que lees libros, ¿no es así? ¿Has leído acerca de Sócrates? ¿Sobre su frase: solo sé que nada sé? -Volví a hablar, esta vez de forma más calmada que la anterior, pero no del todo calmada.- Pues conmigo no es así. Esto es lo único que sé. Esta es mi lengua franca. -Intenté explicarle, mostrándole el arma en mis manos.
Por ridículo que sonara, lo que decía era una de las verdades más grandes que pudiese confesarle. Era cierto; yo era un guerrero, un saqueador, un Mariscal. Las armas eran mi forma de expresión, y Harald lo leía perfectamente. Si había algo con lo que pudiese proporcionarme entendimiento con alguien, era justamente aquello, pero no era fácil.- Tómala de este modo, Hero, de la punta del mango. No se trata de fuerza; se trata de técnica. Mantén el brazo y la muñeca firme; distribuye tu peso, por poco que sea, entre ambas rodillas. Equilíbrate y eleva el arma. Una sola mano debiera ser suficiente. -Le mostré cómo hacerlo mientras hablaba, manteniendo la distancia entre nosotros.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Bring for [Svein]
“Serán las paredes blancas del infierno las que te alejarán de vivir”
Le miré el rostro, sus labios, como los movía y movía; pero salían palabras que no entendía. Mis manos estaban pegadas la una a la otra, removiéndome en mi sitio mientras fastidiado intentaba ignorarle. Y no fue hasta que dijo las última palabras que pude comprender aquella “metáfora” que insistía en decir, jamás había podido captar siquiera las poesías que Nicolás escribía y me dedicaba. Me pasaba horas leyéndolas y cuando encontraba algo con sentido me ponía tan eufórico de la emoción que terminaba olvidando leer el resto del fraseo. — No me gustan las metáforas. ¡Ah! No te escapes. ¿Por qué me haces eso? — Pregunté como si de una tragedia se tratase cuando sus pasos fueron deliberadamente hacía atrás, como si quisiera irse por las montañas y no voltear la vista nunca jamás. Pero no estaba dispuesto a dejarlo ir. Había conocido mucha gente en Francia, pero jamás a alguien tan empedernido con su forma de ser prehistórica como él. Observé sus lienzos de cabellos tirarse hacia atrás y pestañeé curioso, se quedaban estáticamente durante dos segundos formados en su cabeza y luego caían con magistral conveniencia a los lados de su cabeza, con una ondulación bella justo al lado de su ojo y tal como él intenté hacer lo mismo, sin prestarle atención a sus exclamaciones, pero antes de que pudiese terminar de mandarlos hacía atrás, estos volvían a caer sobre mi rostro, lacios, pesados y negros. Se estampaban sin siquiera una pequeña curva. — ¿Cómo haces eso? Queda lindo. ¿Te agrado? Eso es bueno, entonces no hay nada más que decir. Ven, vamos a que me expliques esto, deja de quejarte, intentaré no mirarte. —
Le llamé con la mano para que se acercara, sonriendo y evitando sus ojos forzosamente ¡que tragedia! Me sentía conversando con un ente imaginario, solo con voz y sin alma. Pero podía controlarme, al menos por el suficiente tiempo hasta que lograra distenderse, ¿sería eso posible? Incluso notando que Svein estaba muerto por completo, sus músculos eran más tensos que los de un vampiro ordinario, como uno de esos muñecos de madera que pueden cambiar de posición solo con una fuerza externa. El miraba a un lado y al otro, buscaba y pensaba cosas que no podía saber y yo le esperaba. Bajé la vista tan solo dos veces hacía el mango y acaricié con calma el filo del hacha, apenas un roce y un pequeño corte se había proliferado en mi yema. — Sí, ese hombre estaba loco. Se dejó matar solo por no decir que los dioses existían. Aristóteles me gustó más. ¿Solo sabes esto? ¿Quieres que yo te enseñe lo otro? Saber pelear está bien, pero no estamos en guerra, hay algunas internas, pero no habrá con otros países por el momento. Deberías buscar otra forma de entretenerte. — Comenté observando, agarrando con fuerza y temor aquello que él me había entregado, casi sentía a mi corazón latir locamente, pero era solo una ilusión de mi miedo. Miré entonces mis pies, sumamente largos para lo que pesaba e intenté acomodarme en ellos tiritando antes de soltar la madera con una de las manos. No estaba seguro si aquella enorme cosa estaba bien para mí.
Moví la mano con curiosidad, haciendo que el armamento corte el aire una y otra vez, era un filo bueno, incluso podía escuchar aquel revote intenso. Subí luego la mirada a él, esperando nuevas indicaciones y cuando me hube dado cuenta de la acción, bufé para pronto ponerme a observar el cielo y no hacerlo enojar una vez más. Aquel viejo vampiro se hartaría de mí y terminaría cortándome en pedazos si no me comportaba como quería. — Svein, ¿eres nuevo en Paris? ¿Qué pasará si vienen inquisidores? ¿Así está bien? — Le mostré una vez más y me acerqué a golpearle el arma ajena, haciendo un suave sonido metálico. La sonrisa salió curiosa desde mi rostro. Sin duda no estaba acostumbrado a estas situaciones, había aprendido a pelear con los puños tiempo atrás, pero jamás me había animado con un arma blanca, la sola idea de mancharme y ver sangre ajena sobre mi cuerpo me provocaba temblores y miedos que no quería pasar nunca más. Quizá fuese mejor seguir como siempre, huyendo y escabulléndome de todo tal cual gato escurridizo. — ¿Te gusta pelear de este modo? La gente se parte al medio con esto, es un poco macabro. — Murmuré más para mí que para él.
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Re: Bring for [Svein]
"Así que así es como va la historia.
Vivimos para luchar otro día."
Vivimos para luchar otro día."
“No me gustan las metáforas”. No pude evitar sonreír ante aquellas palabras. Poco a poco encontraba y posicionaba vértices de lo que podría en el futuro formar alguna figura similar a una amistad. Aunque quizás estaba pensando demasiado, divagando, ¿quién era en realidad este muchacho? No lo sabía, no lo dejaría acercarseme mucho, pero lo que sí sabía era que estaba solo en aquella ciudad. No tenía a nadie, ni allí ni en ningún otro lugar, y quizás, solo quizás, aquella noche podía pretender que en realidad no era así. No me fijé que el gesto que hizo era para imitarme, yo solo lo vi e ignoré, continué con mis pensamientos y movimientos. Estaba aturdido, sentía algo, muchas cosas, pero no las reconocía. Y no quería explicar más cosas, o de verdad, iba a comenzar a sonar como un diccionario, porque habían algunas de las que yo jamás había tenido entendimiento. Le miré confuso, contento de que al menos mis ojos tendrían paz. El contacto visual está demasiado sobrevalorado.- ¿Hacer qué cosa? ¿A qué te refieres? -Pregunté ingenuo, sin una sola pista.
Volví a suspirar. Creía que me hacía a entender, pero al parecer no. Negué con la cabeza, casi histérico.- No, no es solamente saber pelear. Es una disciplina, una forma de ser y vivir. Es mucho más que levantar el arma, pero no te lo puedo enseñar todo en una noche. Toma años. -Contesté tratando de ser lo más comprensivo y humano posible, mirándole con asombro al notar que se había cortado ya de forma tan pronta.- ¿Ya te cortaste? No juegues con el filo, Hero. Está recién afilada. -Le comenté a modo de advertencia a futuro, aunque supuse que en realidad no era necesario si ya había probado el filo de la hoja. Luego reí, reí ante su inocencia.- Y no hace falta una guerra política para levantar las armas. Mis dioses y el dios Cristiano llevan en guerra muchos siglos, desde los primeros acercamientos en la era vikinga. -Expliqué mientras le veía mover el hacha. Sin duda la estaba testeando, de esto estaba seguro. Con cada movimiento sentía el cambio del eje que ejercía el peso del arma en sus músculos, y aquello era bueno: mientras más la moviera y testeara el peso, mejor iba a poder sostenerla y manejarla. Me di cuenta también de que alzó la vista para verme, pero que la giró de inmediato.
Me sentí mal. Le miré con vergüenza por unos segundos, y me fijé de lo egoísta que estaba siendo con él. El pobre con suerte podía aguantar no alzar la mirada, mientras que yo mantenía la mía pegada a sus manos y brazos. Me encogí de hombros, le haría justicia luego, no lo olvidaría.- No soy nuevo. Llevo décadas en París, pero no siempre estoy aquí. A veces voy a casa y vuelvo. Y no te preocupes por los inquisidores. Podía con tropas enteras cuando era humano; hoy puedo con ellos. Yo te protegeré si es necesario. No les tengo miedo. -Le vi avanzar con el hacha y no pude evitar sonreír. La abalanzó hacia la mía, chocando los metales de las hojas con la inocencia de quien no sabía lo que hacía. Me conmovió, pero en aquellos momentos lo que quería era enseñarle. Pobre muchacho, un arco y flecha no siempre son la mejor forma de defenderse cuerpo a cuerpo. No dejé pasar un segundo más cuando hice uso del hacha que yo tenía, por lo que antes de que las armas se separaran, giré la mía para usar la parte de la lengueta como palanca, torciéndola para quitarle el hacha de las manos de esta forma. Su arma cayó al suelo, y yo di un paso atrás para darle espacio de recogerla.- Pues sí, me gusta pelear. Pero quédate tranquilo, no te voy a partir al medio. Además, no es nisiquiera necesario para matar. Un solo impacto fuerte en el pecho o espalda es suficiente. -Contesté a sus palabras, mirándole atento.- Vamos, Hero, recoge tu arma. Pero piensa antes de hacerlo: ¿quieres complacerme y no mirar, o levantarás la mirada para no perder de visa al enemigo? No te voy a hacer daño, pero en un enfrentamiento legítimo, es importante no bajar la vista. -Supuse que miraría, pero estaría bien: tenía que hacerlo, había que enseñarle, y de todas formas, estaba preparado para ver sus ojos. Porque la verdad, cuando las cosas que me incomodaban se arreglaban y ocurrían bajo mis términos y bajo mi conocimiento y acuerdo, entonces ya no eran tan molestas. Ah, era un buen muchacho, y yo un pésimo ser, pero qué ganas más repentinas tenía de abrazarlo.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Bring for [Svein]
“El enojo solo te consumirá el alma”
Refunfuñé por unos momentos, con el hacha fuertemente agarrada de mi mano. Estaba enojado, más conmigo mismo que con él. ¿Desde cuándo no podía hacerme entender? Tenía problemas con el francés, de eso estaba seguro, mi habla no era del todo perfecta, pero aun así, las miradas, gestos y expresiones se suponía que eran igual para todos. Entonces, ¿qué pasaba con él que no comprendía la frustración que me daban sus actos? Por más antiguo que él fuese, mis instintos e impulsos eran demasiado grandes e iba a querer golpearle aquella cabeza con ambas manos si él seguía ignorando lo que yo estaba sintiendo. Pero había algo, una inocencia estrafalaria que me obligaba a controlarme, a morderme mis labios por cada mala palabra que quería escupir a los aires. Y al contrario de ello, me esforzaba en mirar sus pies o al suelo. No podía observarle los brazos u hombros, pues terminaría subiendo a los ojos por mero impulso. La mayoría de las personas se hablaban mirando a los labios o a la cara en general, sin embargo me gustaba de sobremanera mantener la vista pegada a la otra persona, a menos que me sintiera intimidado o avergonzado. — ¡Oh! Entonces tendrás que pasar años enseñándome. ¿Acordamos horario y día? — Sonreí mostrándole cada uno de mis dientes, con los parpados cerrados para no mirarle, en parte sonaba en broma, pero en realidad no lo era en absoluto, si él me decía que eran años, entonces para mí serían décadas. Tenía que cerciorarme que mover el arma para todos lados serviría de algo en el futuro.
Me reí con inocencia una vez que me amonestó sobre el corte y asentí rápidamente, mordiéndome el labio inferior en lo que notaba el brillo de aquel artefacto entre mis manos, pesado y diseñado con perfectos detalles evidentemente vikingos. Siempre me los había imaginado gigantes, rubios con pelos por todos lados y grandes cascos. Svein, por lo contrario, era menudo de rasgos apenas brutos y mirada extremadamente celestes, tan hermosos que no quería parar de mirarlos, pero él estaba negado a dejármelos ver. Le maldecí un momento y estuve a punto de buscarle cuando se rio. ¡¿De qué?! Me preguntaba y la vergüenza me terminaba de embriagar luego de escuchar obedientemente lo que me enseñaba. Yo era una persona por demás de molesta, quizá un semi adolescente con muchas ganas de que le presten atención, pero cuando se trataba de aprender, ponía todo mi empeño en recordar. Probablemente, me anotaría todas las cosas cuando llegara a la cara, escribiría en un cuaderno nuevo para así nunca perder las enseñanzas. Ya que temía que la memoria se me vuelva a ir. Y no encontraría otro vampiro nórdico con ganas de enseñarme a pelear otra vez, ni en mil años. ¡Tenía que cerciorarme que aquel chico no huiría de mí! La pregunta era, ¿cómo? — ¿De dónde vienes es lindo? Me gustaría visitar todos los lugares del planeta. ¿Serán muchos? Sería divertido dar la vuelta al mundo, lástima que no quiero volverme a subir a un barco nunca más. — Me quejé en voz alta sobre aquello que pocos tenían idea. Pues en aquel entonces cuando fui capturado, fue a tan solo unas horas de partir en barco, nos habían seguido, habían quemado todos los restos y se habían quedado con nosotros. Los trofeos de la inquisición. Mi estómago se revolvió y la sangre que aún no estaba corriendo por mis venas quiso parar en el suelo. No obstante llegué a controlarme y lo que me decía terminó por hacerme viajar a otra situación.
— ¿Me protegerás…? Es bueno no tener miedo, pero no seas imprudente. He perdido demasiadas personas a causa de eso. — Le apunté con un dedo en lo que observaba la punta de un cadáver, con las cejas completamente fruncidas, seguro mi mirada estaba llena de odio, miedo y osadía. Incluso dejé caer varios golpes en su hacha, como si con eso quisiera desquitarme, sin embargo y para mi desgracia unos movimientos raros de él fueron suficientes para que terminara sin nada en las manos. “Así que es de esa manera” Pensé y bajé el cuerpo entero para agarrar aquel cuerpo de hierro y madera. Lo sujeté con fuerzas y mientras escuchaba mi cabeza se levantaba para fijarme en sus orbes. Él me lo había dicho, así que allí estaban, dos faroles negros agonizando frente a un cielo despejado. — Si un contrincante o persona que odio me dice que no lo mire a los ojos, me reiré y lo miraré más. Pero tú eres muy bueno conmigo, no quiero hacerte sentir incómodo. Aparte, si lo hago, ¡no podré apartar la mirada nunca más! — Anuncié con obvia exageración, riendo apenas en lo que subía el arma y volvía a golpear ahora en los dos lados del filo que Svein sostenía, el ruido era chillón, pero aun así no me detuve, quería desahogar un poco mis penas, quizá eso fuese suficiente para descargar todas aquellas energías de odio hacia la iglesia y cazadores que aún tenía rebozando en mi interior. — Con tropas enteras… Eso debe ser genial. Me esforzaré en aprender, siempre presto mucha atención, lo juro. No te haré enojar. Por cierto, ¡un golpe en el pecho o espalda mata a cualquier humano! Incluso creo que uno cerca del corazón podría mínimo desmayar a un vampiro. Estas armas son muy violentas, ¡me gustan!— Casi con una risita de diablillo me abalancé a golpear otra vez, mirando su cosmos por momentos, quería alargar el tiempo, apenas para examinarlo hasta cansarme.
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Re: Bring for [Svein]
“Es preciso elevarse con las alas del entusiasmo. Si se razona, no se volará jamás.”
En el pasado, siglos atrás cuando aún acostumbraba a interactuar con varias personas de forma diaria, había logrado aprender a reconocer ciertas pistas, un puñado quizá, que me ayudaran a comprender a los demás. Entre esas pistas, había asociado que los refunfuños representaban al enojo en la mayoría de las ocasiones. Le miré desconcertado, ¿por qué se habrá enojado? ¿Acaso había dicho algo malo, algo que no debía? Me quedé ensimismado en mis pensamientos por un momento, tratando de recrear toda la conversación que habíamos tenido en mi cabeza mientras intentaba responder mis dudas. Pero no tenía sentido; si no pude saber en el momento que dije algo ofensivo, ¿cómo iba a saberlo ahora? Me angustié, víctima de mi maldición, aquella que me acechaba incluso desde antes de que el sol me diera la espalda; y me mantuve así, angustiado, hasta que su entusiasmo e interés por aprender mi disciplina militar hizo que mis ojos se alzaran con rapidez hacia los suyos, acompañados de una sonrisa.- ¿De verdad estás tan interesado? Te puedo enseñar los años que sean necesarios. -Contesté con emoción. Jamás había yo entrenado a alguien personalmente, pero sí recuerdo que los años de mi propio entrenamiento fueron una maravilla para mí.
Poco a poco, segundo a segundo, mientras que hablábamos y batíamos las hachas, comenzaba a sentir aquella extraña sensación de holgura que tanto extrañaba. El constante disgusto por todo a mi alrededor que había adquirido con los años parecía desaparecer lentamente, como si en realidad aquel jovencito fuera capaz de llevarme atrás en el tiempo cuando despertaba junto con la salida del sol en las mañanas escandinavas. Y el hecho de que preguntara sobre mi lugar de origen era todavía un mejor indicador.- Claro que es lindo allá en Noruega. -Contesté ávidamente, alzando la vista al cielo y hacia mi derecha, recordando aquellos paisajes de mis tierras natales, aquellos que recordaba perfectamente.- La costa está marcada por infinitos fiordos tallados por los glaciares, y durante el invierno el territorio se cubre de un manto blanco de nieve. Y cada noche, allá en el norte, los dioses alumbran la tierra con sus luces de diferentes colores desde el domo del cielo. -Describí aquellos recuerdos, bajando ahora la mirada hacia él, curioso por el hecho de que no quisiera embarcarse.- Se puede llegar por tierra, pero es un viaje muy largo. -Agregué entonces a modo de subsanar aquel detalle. Por alguna razón, siempre me había gustado Noruega, mucho más que cualquier otro lugar que haya visitado, pero los recuerdos la opacaban sin piedad.
Al momento siguiente, me fijé que, al agacharse a recoger el hacha, los ojos de Hero se habían fijado en los míos de una forma tan intensa que me pilló completamente desprevenido, pero lo que más llamó mi atención fueron sus cejas fruncidas y sus palabras más recientes. Me esforcé por mantener la mirada, aquel no era un momento apto para buscar la comodidad de evadirla.- No tengo miedo, me he esforzado en no tenerlo. El miedo te vuelve prisionero, y cuando más temes, más tragedias atraes. Tampoco digo que haya que ser imprudente para sobrevivir, pero el miedo tampoco es el camino. Si temes perder a alguien, entonces lo perderás. Si temes no lograr tus objetivos, entonces no los lograrás nunca, ¡jamás! Pero sé imprudente y entusiasta tan solo un poco, y quizás entonces el destino cambie a tu favor. -Le contesté, tan monótono como siempre, pero al mismo tiempo y sin darme cuenta, había sonado demasiado serio y tenebroso para el gusto de los neurotípicos. Para mí, aquella era tan solo la verdad, y no era mi culpa que fuera cruda para los demás.
Esquivé y desvié sus siguientes ataques, con la naturalidad del guerrero que yo era y seguía siendo, apreciando la vehemencia con la que el jovencito de ojos negros blandía el hacha, como si hubiese encontrado una nueva fuente de energía que alimentara su motivación. Era admirable, aunque por otro lado, preocupante, y aquella risa entre tanto movimiento me hizo sonreír, conmovido por lo adorable que podía a llegar a ser un alma joven.- Haré un esfuerzo por no hacerte enojar yo también. Es lo que menos quiero, pero debes poner de tu parte también cuando te esté enseñando, especialmente si hago esto... -Dije con calma e inmediatamente después de acabar mi última palabra, en lugar de golpear el metal de su hacha para prevenir su ataque, golpeé el mango de madera hacia un costado, desviando sus movimientos y dándome libre acceso para acercarme a su cuerpo. Con rapidez, me abalancé hacia él para golpearle con mi costado izquierdo y, tomándole por el brazo, le hice palanca y empujé con mi cuerpo para levantarlo del suelo y darle una vuelta en el aire para hacer que caiga de espalda al suelo. Sin embargo, antes de que cayera, mantuve el agarre y lo sujeté en el aire, haciendo que solo sus pies cayeran con fuerza, para luego dejarlo cuidadosamente recostado en el suelo, todo sin siquiera haberlo lastimado con el hacha. Me quedé viéndolo, inclinado hacia adelante y con ambas manos apoyadas en mis rodillas, con el hacha hacia un lado.- No soy bueno leyendo el lenguaje corporal de otros, pero sí el lenguaje de batalla. Algo te distrae, y lo que sea que te motive a dar tales movimientos con el hacha, te está perturbando la concentración, por eso pude derribarte así de fácil. Íbas muy bien en un principio, ¿qué te pasó?
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Bring for [Svein]
“No podré volar sin el impulso de los suelos”
Era demasiado raro, su mirada, oscura y brillante al mismo tiempo. Con ese toque de inocencia que quizá yo había tenido en algún momento. Como si no entendiera realmente qué es lo que yo le estaba intentando de decir. Me daba rabia, me molestaba en creces que no pudiese comprenderme, pero intenté asimilarlo lo mejor que pude. Después de todo, había encontrado gente más extraña en mi vida. En cambio él solo era un incomprendido, pero un muchacho bello y casi parecía soñador. Y no podía evitarlo, amaba a las personas tan vividas como así yo lo era. Tener una conversación dinámica no era algo cotidiano para mi persona, ya que todos los cercanos eran reservados y tenía que quitarles las palabras a los golpes. Sin embargo aquel aparentemente noruego no paraba de hablar una vez activada la pregunta. Y mi sonrisa de dientes romos estaba brillante, tal como mis oídos abiertos a escucharlo. Igual que así el hacha que llevaba estaba blandiéndose de un lado a otro. Me divertía, aunque sabía que estaba haciendo cualquier cosa, porque los movimientos no eran iguales a los ajenos. Pero no podía igualarlos, no me daba la fuerza ni la destreza para hacerlo. Suspiré ofuscado y le miré unos segundos a los ojos. — Claro que estoy interesado sino ya hubiese corrido muy lejos de ti. ¿Eh? ¿El cielo en la noche tiene colores? Yo solo he visto el cielo rosa antes de que el sol aparezca y luego corro para que no me agarren sus rayos. ¡Tengo que ir a ver esos! Ah… Ojalá pueda ir por barco o por tierra, sería una lástima no poder jamás. —
Asentí algo triste, pero a su vez enojado conmigo mismo. De repente, todas aquellas capacidades que tenía antes habían desaparecido, incluso la falta de interés por las personas. Al llegar a Paris era un vampiro diferente, mucho más frio y egoísta. Ahora, estaba en el descuido de que cualquier palabra me disgustaba y se reflejaba en mi rostro rápidamente. Igual que la fragilidad y el temor, tal como las lágrimas que en un momento habían sido inexistentes para mí. Mordí mi labio inferior y suspiré, sintiendo que la debilidad me embargaba y como él pudo notarla. Lo supuse por la manera en la que su arma empezaba a golpearme, obligándome a ir hacia atrás de forma desmedida. — ¿Eso lo aprendiste de alguien o es algo que crees tú? A mí el pasado me dijo que si no te cuidas lo suficiente, te arrancan los ojos y dientes, si no es que te matan. Pero quizá tengas razón, tendría que evaluarlo con la almohada. — Alzando un dedo lo abaniqué un poco. Deteniéndome entonces a pensarlo, su tono tan monótono no me afectaba para nada, por el contrario, era una manera de hablar a la que estaba acostumbrado. Mi creador era de esa manera, tan básico y simple, como si las cosas fuesen sencillas. Él decía que éramos nosotros los que nos complicábamos. Y en su momento había comenzado a pensar que realmente tenía razón, hasta que lentamente la realidad empezaba a golpearme desde afuera, quebrando de alguna u otra manera mi vida y mi caparazón.
Mordí la parte interna de mis labios y cuando quise volver a golpear, sujetando la madera con algo de fuerzas, me di cuenta que me había distraído demasiado. Mi bajo peso se estaba elevando en las manos ajenas y un temblor empezaba a recorrerme de pies a cabeza. No pensé demasiado, mis impulsos me hicieron lanzar el hacha hacia cualquier lado para abrazarme a aquel brazo ajeno y acurrucarme como si de una bola se tratara, tiritando aún sin tener un corazón latente. — Eres horrible. Te odio. Trabajaremos con un colchón gigante abajo, porque te meteré los dedos en los ojos sino. — Le miré fijamente en lo que los orbes oscuros se lubricaban en un rosado suave y peculiar. No me había hecho daño, para nada. Pero el susto atroz de pensar que me partiría al medio estaba allí, candente y en popa. Seguía abrazado, sujetándole cual alimaña desprotegida. Oculté entonces mi rostro para no verle cuando sus preguntas viajaron en el aire, suspirando me retorcí y solté, dándole la espalda en el suelo. Parecía un gato al cual acaban de ofender. Y busqué el arma que antes había lanzado con una de mis manos, arrastrándola por la tierra. Chasqueando la lengua con mi paladar y dientes. — Estaba pensando en cosas, pero ahora no me las acuerdo. Solo tengo en mi cabeza que quiero golpearte muy fuerte. Y también que no quiero estar más aquí en medio de la nada. ¡Ah! Y también que quiero comprarme un hacha así de linda como esta, ¿dónde podré conseguirla? Habría que tener una de plata, para los sobrenaturales también. Pero si me lastimo solo, me haré mucho daño… — Me distraje pestañeando varias veces al quedarme perdido en los adornos metálicos que cubrían el contorno y los bordes de la madera. Quería tocarlo, pero volvería a cortarme. Sin duda había terminado por perderme en el enfado y estaba demasiado ensimismado con la belleza de aquel hachón.
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Re: Bring for [Svein]
“Uno no debe nunca consentir arrastrarse cuando siente el impulso de volar.”
Desde el momento en que le había levantado por los aires y lo había dejado caer hasta que se quedó quieto viendo el hacha después de tanto alboroto, le había seguido cautelosamente con la mirada, ignorante de cómo interpretar tantos gestos, movimientos y exclamaciones que habían dado a lugar de forma tan rápida y en tan pocos segundos. Le miré expectante, como si esperara algún milagro y que de algún modo algo pasara y desvaneciera mis dudas, pero no pasaría. Nunca pasaba. Di un paso más cerca, mirándole con una curiosidad genuina mientras que me volvía a inclinar y apoyar mis manos en mis rodillas.- ¿Acaso te enfadaste? ¿De verdad te enojaste? ¡¿Pero por qué?! Explícame, por favor, que de verdad no entiendo. Me preocupé de no hacerte daño. ¿O es que acaso sí te lastimé? -Dije en asombro, preocupado de haber hecho algo que hiciera que se alejara de mí, como solía ser con la gran mayoría de las personas a quienes conocía. Suspiré levemente y me enderecé, sin dejar de mirarle ahí tirado en el suelo, dándome la espalda y viendo mi hacha entre sus manos.
Estaba tan quieto y ensimismado, que llegué a pensar que en realidad me estaba ignorando. ‘Qué cruel’, pensé, pero entonces recordé que aquello era algo que yo solía hacer, especialmente cuando necesitaba un descanso sensorial y aislarme para calmar mis nervios y ansiedades. Quizás eso era lo que hacía él entonces, por lo que después de unos segundos de verle aún en el pasto, decidí acompañarle, sentándome y recostándome en el suelo junto a él, observando las nubes moverse en el cielo y, ocasionalmente, viendo la luna detrás de estas.- Si quieres ir a Noruega es más fácil llegar por barco a Oslo o Bergen, pero si prefieres ir por tierra, entonces demorarías mucho más, pues tendrías que cruzar el Imperio hasta Dinamarca. Allí un par de viajes cortos te llevarían hasta la parte norte del país, y luego Noruega está a unos días más de viaje. Aunque, si no quieres subirte a esos barcos, tendrías que dar la vuelta por Finlandia y Suecia, pero ese viaje tomaría meses, y es de verdad poco seguro. -Dije entonces con calma, posando ambas manos sobre mi abdomen y con la esperanza de que pudiésemos volver a entablar conversación, pues una parte de mí temía el haber tenido la posibilidad de crear una amistad pero perderla tan rápidamente.
¿Qué era lo que debía hacer? Si supiera no sería tan solitario. Socializar me superaba. Cerré mis ojos unos momentos y al abrirlos, volví a mirarle con preocupación.- Si te gusta tanto el hacha, puedes quedártela. Tengo varias de esas, aunque si quieres una que sea única para ti, puedo arreglar que manden a hacer una. Uno de mis sirvientes en Bergen es muy buen herrero, y ha heredado gran parte de la cultura escandinava. También sabe trabajar con plata. -Dije entonces con suavidad, volviendo a sentarme y quedándome de piernas cruzadas. La ansiedad me carcomía, y el tiempo pasaba tan lenta y dolorosamente.- Hero, por favor no me odies. -Pronuncié luego de unos minutos, con una voz tan suave que no sé de dónde salió, aunque la verdad era que seguía angustiado.- Si quieres golpearme entonces, adelante, ven y golpéame. No tengo problema. -Me puse de pie nuevamente, dejando espacio entre ambos y con la esperanza de que se pusiera de pie junto conmigo.- Aunque yo en realidad no quiero lastimarte; al contrario, me fascinas y me muero por abrazarte. Preferiría eso a que me golpearas, en realidad, pero si en realidad te quieres ir, creo que lo entendería. Sé que soy insufrible para algunas personas. -Desvié la mirada hacia el lado contrario a donde él se encontraba, resoplando levemente ante la desesperación de que no se pusiera de pie.- Hero, ven, ponte de pie de una vez, ¿quieres? Estás comenzando a desesperarme. -Me acerqué entonces a extenderle mi mano. Si no la aceptaba, entonces no sabría qué hacer.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Bring for [Svein]
“Te veo llegar y con eso, los gruñidos caen por lo bajo”
Me quise reír cuando se acercó a hostigarme con preguntas nuevamente. Yo quería hundirme en la tierra y que no pudiese verme nunca más. Pero él seguía allí, con sus ojos gigantes queriendo traspasarme y leerme la mente. No había nada que pudiese encontrar más que lo que yo mismo le decía. Después de todo me consideraba una persona abierta, tanto en pensamientos como en acciones, así que le apunté con un dedo, pero sin mirarle fijamente. — ¡Hablas casi tanto como yo! Ahora ya me doy cuenta por qué la gente me quiere meter telas en la boca. — Bufé y chillé, con una risita dulce que estaba intentando esconder a toda costa, apreciando el hacha, distrayéndome con los garabatos, pues no entendía ningún significado. Tan solo paseaba mis yemas por allí y lo hice hasta que le vi sentarse a mi lado y mi cuerpo dio un respingo de terror, que pronto cambió a vergüenza y a los segundos a una tranquilidad apacible. Aunque la escena era realmente extraña. Estábamos al borde de una horda gigante de cadáveres, sobre el pasto que probablemente terminaría contaminado por gérmenes, y los animales y bichos vendrían a comer esos seres. ¿Qué podía ser más repugnante que eso? Me carcajeé y negué, sin decir una palabra al respecto, el muchacho parecía no percatarse. Pero me dijo cosas más importantes, cosas que me iluminaban los faroles de mucha luz.
— A-ammm… ¿Y entonces por barco cuanto tiempo es? No me gusta esperar tanto. Igual, supongo que si voy escondido quizá todo pase tranquilo. Es mucho, mucho tiempo, ¿tú hiciste todo eso o viniste en barco? — Así, tan pronto como me había ofendido, estaba con una sonrisa que me abarcaba todo el rostro, blanca y brillosa, como mi mirada que le estaba observando. Olvidando por completo que me había exigido a mí mismo que a toda costa guardara la vista para mí. Y pasaron varios segundos hasta que lo recordé y mandé a que mis manos se pusieran sobre ellos. Empezando a reír toscamente, me había golpeado como si hubiese habido un bicho y ahora ardía un poco. — Me hice mal~ Y no, no podría quedarme con tu hacha, es muy bonita. Sí, sí, quiero una para mí, con un cuervo gigante, de alas fuertes y sin un ojo. Y con fuego, ¡ah! Me la imagino y se ve genial. Lástima que si la uso yo, no servirá tanto. — La alegría escapaba en lo que me quedaba divisando el pasto y arrancaba una que otra maleza, pero no tardó en llegar la vergüenza a la puerta. Su casi suplica me hizo retorcer de pena y un chillido sorpresivo escapó de entre mi garganta. ¿Qué clase de cosa acababa de ocurrir? Mis labios se abrieron sin entender en qué tipo de mundo estábamos viviendo. Sin duda alguna no eran los mismos, pero no me pude burlar. Solo me apoyé en mis rodillas cuando él se levantó, dispuesto a seguirlo. Sin embargo antes de que pudiese terminar mis acciones una palma tosca y blanca apareció. Mordí mi labio inferior, él era divertido, era un tonto y antiguo muy simpático y complicado.
Sus ojos parecían nerviosos, como espetando que no tomaría su mano, pero al contrario, acepté y le apreté los deditos, saltando para volver a quedar frente a él, a la misma altura y moví la cabeza a un costado, ahora mirándole los dientes, para así tener un punto fijo a donde ir. — Ya estoy de pie. Vas a explotar de la desesperación. No sufras, ¿sí? Que yo no pensaba irme y enojarme. Después de todo me ayudaste y eres bueno conmigo. Y me prometiste que me enseñabas, así que no puedo dejarte escapar. — Bromeé y alcé un brazo golpeando con el puño cerrado y muy suavemente su pecho. La idea era empujarlo un poco hacía atrás, pero quien sabe, los inmortales algunas veces parecían de piedra y éste seguramente no era la excepción. Inamovibles y sin corazón, eso es lo que había aprendido. Me agaché entonces a tomar el arma por el mango y me balanceé en lo que mi vista se paseaba por los alrededores. ¿Qué hora sería? Nicolás se pondría furioso por llegar tan tarde y tener olor a otro ser. Bufé con una mueca –a decir verdad- bastante despreocupada, siempre terminaba saliendo victorioso cuando causaba problemas. Y metiendo la mano en un bolsillo saqué un papel y del traje largo una pluma apareció. — Voy a anotarte donde podemos encontrarnos. ¿O quizá quieres aquí? No, aquí no, me volverás a tirar al suelo y está duro y sucio. ¿O me dices tú el lugar? ¡Ah! Y para hacerme el hacha. Muy importante. Una pregunta, ¿estás solo en Paris? Parece que te preocupa que te odie y te acabo de conocer. Igual no lo haré, me caes bien. ¿Seremos amigos? — Le molesté con la punta de la pluma, apoyándola sobre su nariz y quitándola rápidamente.
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Re: Bring for [Svein]
“Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio.”
No le entendía, en lo más mínimo, pero no era igual a las otras personas, que con una pregunta que les hiciera se hacían entender de inmediato, explicaban lo que querían decir y miraban juzgando como si en realidad uno fuera retrasado mental. Pero no, Hero no era una de esas personas, ¡era peor! No parecía juzgarme o mirarme de forma extraña, pero no había forma alguna de entenderle. Decía cosas completamente opuestas a las que hacía, una y otra vez. ¿Cómo podía estar ignorándome en un principio y luego reír de forma tan linda? ¿Era acaso que en realidad era un niño? Lo que sea que fuera, era un acertijo con pies y cabeza, nombre y apellido; y yo jamás pude resolver si quiera un puzle, o abrir una de esas cajas japonesas que se abren por pieza en un orden insoportablemente indescifrable. Para esas cosas yo era un ‘cero a la izquierda’, como decían, y quizás tengan razón, no sé. Si tan solo entendiera qué es un cero a la izquierda, quizás hasta les daría la razón, pero en esos momentos la cerrazón me superaba y frustraba de una forma que no podría lograr expresar nunca.
Y mientras tanto, él hablaba, tanto o más que yo. Curioso, pero cierto, y el solo hecho de que resaltara aquel detalle, solo hizo que comenzara a contenerme las palabras con inseguridad, mientras que su risa tosca y otros gestos varios ayudaban a acumular nada más que puros nervios, en especial aquel golpe en la frente que se había dado, que me hizo dar un respingo ante lo repentino y sin razón aparente que lo había hecho. Por ello fue que esperé a que finalmente tomara mi mano y se pusiera de pie para poder respirar tranquilo y sonreírle, bajando la mirada sin siquiera darme cuenta de que él guiaba sus ojos a los míos. Aunque para esas alturas ya podría comenzar a acostumbrarme a verle a los ojos, al fin y al cabo, era un buen muchacho; demasiado bueno e hiperquinético, quizá, ¿pero quién no había sido así alguna vez? Estaba entonces a punto de hablar cuando vi su mano moverse hecha un puño hacia mí y, por un instante, reaccioné a esquivarlo y echarme hacia atrás, pero entonces recordé que segundos atrás le había dado explícitamente permiso de golpearme, por lo que me detuve y permití que me golpeara. Aunque, luego de hacerlo, miré por unos segundos mi pecho, donde apenas y había sentido el toque de su puño. ¿Qué había sido eso? Le miré extrañado unos segundos, más luego dejé pasar aquello al tiempo que negaba con la cabeza, recordándome a mí mismo no ser una molestia para los demás.
- Yo tardo dos días en barco desde Le Havre hasta Bergen cuando voy a casa. Tres si es que el clima no es bueno. -Me limité a contestar su primera pregunta, guardándome todo lo demás que me hubiera encantado decir: lo mucho que me gustaría invitarle, que si quería yo podría ayudarle con el viaje, conseguirle los barcos y sirvientes que le ayuden en su estancia en Bergen, o incluso ofrecerle estadía en mi castillo, que siendo tan grande pasa siempre vacío. Al fin y al cabo, era en aquella ciudad donde yo más tenía influencia económica y política, pues allí se encontraba mi residencia y mi riqueza.- Cuando vayas, te entrego tu hacha. Pediré que la hagan mientras. -Agregué entonces, aún conteniendo lo que me hubiese encantado decir. Pero no quería molestarle; ¿y si luego quería él poner telas en mi boca? Le miré entonces, alzando la vista hasta sus ojos, consciente de que cuando lo hacía yo, no se sentía tan terrible como cuando encontraba a alguien queriendo acuchillarme con la mirada. Aunque en realidad era posible que no lo quisiera, pero asi se sentía.- No creo que aquí sea el mejor lugar. ¿Te parece la playa? La arena es blanda y sirve para mejorar el balance y resistencia de los pies. -Contesté justo antes de que aquella pluma se acercara a mi nariz y yo le esquivara inclinándome hacia atrás, curvando la espalda y mirándole con extrañeza al tiempo que se la quitaba luego de que la posara en mi nariz. Qué gestos más raros tenía, y extrañado como estaba, negué ligeramente con la cabeza, a modo de cuestionamiento.- ¿No lo somos ya? Tú cuestionas, pero yo ya te he dado mi simpatía.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Bring for [Svein]
“Intentaré no caerme en las garras de un pozo de oscuridad”
Recordé aquellos momentos en donde mi padre creador había intentado enseñarme algunas hazañas físicas y químicas, experimentaba con pequeños ratones para hacerlos llegar de un lado del laberinto a otro y luego me explicaba las razones y todo eso que me decía, lo olvidaba al instante siguiente. Así mismo es como era cuando me pedían algo, lo retenía y luego desaparecía de mis neuronas. Por ello solía llevar las cosas anotadas en una pequeña libretita en el bolsillo interior del saco. Pensé en que debería anotar “no mirar a Svein a los ojos”, pero seguramente él lo tomaría como algo ofensivo, ¿o quizá no? No lo supe, pero tampoco lo intenté, simplemente seguí jugando con él, agarrándole las manos, molestándole con la pluma hasta que ésta me fue arrebatada de las manos y un bufido lo suficientemente aniñado para que se escuchara fue expulsado. Él era aburrido como una piedra en medio de la arena. Aunque también sabía que estaba hostigándolo demasiado. Mordí mis labios y entonces acurruqué mis manos por sobre mi pecho, haciendo silencio en lo que escuchaba sus palabras una a una, cada tanto buscaba su mirada y luego la bajaba. ¿Qué tal si me iba a ese lugar con él y me escapaba de Paris por un buen tiempo? El deseo de salir corriendo estaba allí, fuerte y palpitante. El problema es que no me animaba, no podía realmente hacerlo, porque me daba miedo. La soledad o la monotonía en personas me hastiaban. Negué con fuerzas, haciendo que mis cabellos azabache y lacios se pegaran contra mis mejillas un par de veces.
—Bueno, iremos alguna vez entonces, es una promesa. Y quiero que mi hacha tenga un hermoso cuervo, sí, eso quiero. — Repetí y seguí pensando en las plumas negras de un ser alado, melancólico y temeroso. De alguna forma, Svein me recordaba a las partes entretenidas de Nicolás, la manera en la que intentaba apartarme y acercarme al mismo tiempo. Me hacía temblar de miedo y sus ojos eran claros y fuertes como aquellos que recordaba perfectamente. Y fue entonces cuando mis deseos de acurrucarlo empezaron a aflorar más y más. ¿Me mataría que me hundía en su pecho y le rodeaba la cintura con mis brazos? Pues seguramente algún golpe terminaba por llevarme, después de todo no solo era algo de mucho contacto físico, sino que también era algo bastante dudoso en cuanto al carisma entre hombres. Pero no podía evitarlo, había sido criado de una manera tan diferente a todos que esa clase de precauciones se habían desvanecido desde el principio. — Creo que la playa está bien, siempre está calentita cuando recién se esconde el sol. Se siente sumamente lindo, así que estaré encantado de ir todas las veces que quieras. ¡Ah! ¿Ya me has dado tu simpatía? ¿En serio? — De repente mis ojos se hincharon de una manera tan asombrosa que seguramente podrían salir revoloteando por el piso de la emoción. Él estaba mirándome desde antes y la tensión no parecía estar flotando como las anteriores veces, por lo que una sonrisa se me formó, mostrando todos los dientes, incluso aquellos colmillos que estaban romos por haber sido robados. Pasé una mano por mi mejilla y rápidamente di un paso al frente para verle más de cerca. Era casi de mi misma estatura pero se veía más robusto, su espalda era evidentemente más ancha, como la de esos nórdicos que se paseaban por las fronteras del país.
Le mostré la lengua, de alguna manera estaba amenazándole o advirtiéndole. Y al no observar una reacción de rechazo total, me acurruqué intentando sentirle un calor que no existía. Hundiendo mis manos por la espalda hasta pegotearlo entero. — Seré un buen alumno, me gusta aprender, pero no me trates muy mal. Aunque soy mejor amigo que aprendiz, eso dicen al menos. Pero espero que tú no desaparezcas. — El murmullo del final se escuchó casi melancólico, pero no me dejé influenciar y luego de terminar de apelmazarme con fuerzas, apretando su espalda y sintiendo todo su olor, di varios pasos rápidos hacia atrás y dejé que un ligero sonrojo se asomara. — ¡Muy bien! Me enviarás a esa dirección que te pasé antes porque, ahora tengo que irme o me castigarán por llegar tan tarde. Y yo odio que me castiguen, no me lo merezco. — Espeté al respecto completamente convencido de mi inocencia, aunque yo sabía bien por qué me lo decían. Hacía poco había perdido a muchos amigos y otros conocidos, la inquisición los había cazado o acaparado uno a uno y si eso volvía a sucederme, sin lugar a dudas que no iba a terminar en una pieza. Seguramente me harían cenizas por haber escapado una vez. Temblé ante el recuerdo y le sonreí en lo que seguía dando pasos hacia atrás, saludándole con la mano al costado y una mueca de triunfo. Esa vez había conseguido algo más que un simple vikingo que me ayudaría a agarrar un arma. Me había encontrado con una persona muy extraña y que hacía que toda mi curiosidad saliera por los poros de mi piel.
[CERRADO]
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