Borderline || Libre

por **Summer J. Abadie** Lun Feb 23, 2015 8:54 pm

¿Qué le hace una gota más al vaso?

Dinero. Pobreza. Lujuria. Realeza. Ignorancia. Belleza. Traición. Vampireza. Torrentes de palabras e imágenes pasaban por su mente a gran velocidad, un río fuera de su caudal. Una descripción de su vanidad y sus vacíos, de su egoísmo y poco criterio. Cubiertos de plata y servilletas de seda en una mesa en la que jamás comerá. Almohadas de pluma rara vez usadas. Lágrimas de cristal que cuelgan del techo, ansiando reflectar una luz natural que nunca verán. Desde su muerte había intentado cambiar, dejar su pasado atrás y darle rienda suelta a su avaricia y pretensiones… Se había olvidado de lo mejor que había tenido jamás: el amor de su familia, que aunque modesta, era unida. ¡Cuánto tenía en aquellos tiempos sin siquiera notarlo! Había sido rica todo ese tiempo; rica en amores, en amistades y en valores.

Ahora el obstinado reloj de salón se negaba girar a la inversa y devolverle la vida. Por eso, tras el arrebato de furia, el reloj se volvió trozos retorcidos de metal dorado. Ya no más tictac. Ya no más cristal, no más plata, porcelana u oro. Incluso los decorativos arreglos de piedras preciosas enredados en su rubia melena terminaron estrellados contra la pared. Una extraña terapia que había tomado de hábito últimamente, sólo que ya no desvanecía la furia.

Antes de juntar sus posesiones más valiosas en grandes bolsas y ver arder los cimientos de su antigua mansión, se hizo un pequeño cambio estético. Ya no quería ser Summer; ahora era Juliette. Nadie la reconocería por los errores de su pasado. Su rubio y distintivo cabello se volvió temporalmente castaño oscuro con un poco de ayuda mágica clandestina. Volvió a lucir el simple y sucio vestido en el que había muerto. Era tan fácil morir y tan difícil vivirlo.

Pasaba la medianoche cuando arrastró las bolsas por las calles empedradas del barrio que la vio nacer. Se sentía una versión demacrada de papá Noel, dejando objetos valiosos en cada hogar. Pero era un bálsamo para la culpa. O lo fue hasta llegar a la puerta del único que había sido su verdadero hogar. La puerta estaba más torcida y el frente incluso más descuidado que entonces, pero estaba ahí, después de cuarenta años.

Desborda.

por **Angelo Ange D' Le Rose** Jue Mar 19, 2015 1:51 pm

"La muerte es buena para los que mueren, y mala para los que ven morir"

Ángel de Ángeles, así era como se representaba mi nombre, un significado para un ser el que es lo contrario a ello. Ah, como extrañaba aquellos tiempos de antaño, donde la vida de un pequeño mortal era simple tortura para la mente joven. Un ángel caído desde el más oscuro y tenebroso cielo, que sino fuera por "aquel" ahora estaría allí... o tal vez no. ¿Cómo estar cobijado por un manto celestial; si nací en la época de las maldiciones? Fui maldecido desde el vientre de una madre... ¿y qué peor maldición el ser convertido en lo que ahora soy? Sufrimiento y desdicha, fue mi vida. Lo que antes odiaba es lo que ahora adoro.

Hacía ya unas horas que había despertado, que me había alimentado..., pobre de la chiquilla que se había atravesado en mi andar; elegante y audaz, es como me he de considerar. La vida se escapa de las manos cuando menos te lo esperas, olvida todo; olvida lo que una vez quisiste ser, y nunca luchaste para serlo. Olvida que una vez soñaste. Porque la muerte está ahí, esperándote. Su vida pasó por mis ojos, tal vez ella pensaba que eran el mismo cielo; celestes con el efecto del cristal en ellos. A donde su alma iría a parar en aquel punto negro, que apenas se lograba apreciar. Pero cambia, el rumbo cambia a ese rojo carmesí. Yo no creo que "Él" perdone, yo no creo en esa blasfemia, yo ya no creo, en lo que es verdad mortal.

Vivo, mi ser se encontraba vivo en aquel instante, su sangre recorría el cuerpo muerto de un alma vacía. Cada que tomaba una vida, mi cuerpo "renacía", simple reflejo, pues ya nada en mí puede ser real. Un muerto que camina por el sendero de la vida, que ya no me pertenece, pero sigo aquí, llenándome de sabiduría por cada vida que se ahogaba en mis brazos. He de esconder su cuerpo en lo más profundo de la tierra, ¿pues no es cierto que son polvo y en polvo se convertirán? Excepto yo, que mi cuerpo es solo ceniza si se llegara a quemar, y la cual desaparecería con el viento sin dejar huella ni evidencia de que alguna vez yo existía... La noche me ilumina, fugazmente con aquellas estrellas relucientes, pequeños diamantes incrustados en su manto de total oscuridad. Los faroles de aceite iluminan aquel lugar, un pueblesillo de oscuros hogares, pues a esta hora es cuando los pequeños deben estar dormidos ¿no?.

Aún quedaba mucho tiempo para la siguiente noche, y mi andar por aquellas callejas era tranquilo sin preocupaciones. Quería explorar, conocer lo nuevo que se encontraba en cada rincón de parís. Cada noche antes de despertar sé que será un buen rato para aprender y ganar sabiduría, algo que había desperdiciado una vez convertido en lo que ahora era; cazando y devorando si ni siquiera aprovechar cada gota de la bebida de la vida. Explorando, observando y contemplando aquel lugar, algunas lucesillas interiores se alcanzaban a notar en algunas casas, otras se encontraban apagadas, la mayoría diría yo. Tranquilidad, serenidad, es lo que alcanzaba a apreciar.

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