AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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First moon [Privado]
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First moon [Privado]
Con el tiempo he descubierto que lo que dicen del pasado, que es posible enterrarlo, no es cierto. Porque el pasado se abre paso a zarpazos.
Khaled Hosseini
Había despertado hacía cerca de un mes si es que llevaba bien la cuenta y pese a sentirse agradecida de estar con vida, aun tenía enormes huecos en su mente, por no decir que no tenía nada más que su nombre. Diariamente se sentía enferma y los dolores de cabeza comenzaban a ceder ahora que sabía que tratar de recordar era lo que los disparaba, por lo que se limitaba a no tratar de pensar en el pasado ya que seguramente todos sus recuerdos volverían a ella en el momento menos esperado. La esperanza era lo ultimo que debía perder, considerando que lo único que demostraba que había sido ferozmente atacada, era la cicatriz que tenía en su hombro derecho y que sano demasiado rápido para ser verdad, aunque quizás no lo recordase y siempre sanara así de rápido. Respecto a su vida, Yvonne debía ser consciente de que no sabía nada y que las suposiciones siempre serían solo eso.
Creía no tener nadie que la conociera o se preocupara por ella, pues en sus andanzas nadie parecía reconocerla, así que comenzaba a creer que siempre había sido una mujer de la calle y que por eso era que nadie recaía en su presencia. Era difícil adaptarse, pero lo estaba haciendo bastante bien ella sola.
Pese a que la vida sin tener rastro alguno de quién era, podía soportarla. Existía algo que últimamente le inquietaba sobre manera. No tenía nada que ver con que pasara hambre, sintiera sed o no tuviera un lugar estable donde dormir; lo que los últimos días estaba sucediendo era que se sentía terriblemente enferma y lo más peculiar no era en si que estuviese enferma, sino el hecho de que por las mañanas se encontrara completamente sana y por las noches, apenas la luna aparecía en los cielos, comenzara con una incomodidad tremenda. Por momentos creía incluso que perdía la consciencia, pero debía ser solo parte de su imaginación o eso era lo que ella se decía. “No tienes nada de que preocuparte” o “Estas viviendo como puedes, esto es normal” eran frases que nacían para si misma, en busca de tranquilizar ciertos temores irracionales que comenzaba a tener. De hecho, ese día en particular tuvo la extraña necesidad de buscar estar lo más alejada posible de la civilización. Tenía miedo de algo y no sabía de qué.
Yvonne camino gran parte del día por París y no fue hasta que no pudo más con la sensación de peligro que termino caminando en dirección a lo que eran las zonas más alejadas de París. “Todo estará bien” se decía para darse animo, en una manera de continuar con su andar y no terminar dando media vuelta y regresando a los lugares en los que solía encontrarse. Aquella sería simplemente una noche lejos del centro de París, ¿Qué podía salir mal?
La soledad le sentaba bien y los temores se fueron desvaneciendo. Todo parecía estar en su lugar y ella se encontraba a salvo de lo que fuera que le amenazaba en las calles de la ciudad, pero la certeza de que todo había terminado y no volvería a sentirse mal, duro únicamente hasta que el atardecer comenzaba a caer. Los rayos del sol iban dejando todo en las sombras y conforme eso sucedía, el cuerpo de la mujer dolía. Todo le dolía y no existía forma de que pudiera dejar de doler e igual, siguió caminando hasta que el ultimo rayo de luz solar desaparecido y dejo todo a oscuras, iluminado apenas por unos cuantos rayos de luna que lograban atravesar un manto de nubes. Para ese punto, la Zusak deseaba regresar sobre sus pasos y encontrar a alguien que pudiera ayudarle a terminar con ese terrible sufrimiento que estaba sintiendo y del cual, no encontraba explicación alguna. Justo era cuando pensaba en dar media vuelta que vio una sombra andar y sus labios se entreabrieron para llamarle.
– ¡Ayuda! ¡Por favor! – se abrazo el cuerpo, observando como la figura comenzaba a andar en su dirección y conforme se acercaba, reconocio el rostro de una mujer preocupada.
– ¿Qué puedo hacer por ti? – era una mujer joven, debía tener aproximadamente la edad de Yvonne y pese a la notoria preocupación sonrío.
– No se que me pasa… yo… – iba a seguir hablando, contarle lo poco que sabía sobre si misma y todo aquello que no sabía sobre lo que ahora le sucedía; entonces sucedió. Las nubes que cubrían la luna no lo hicieron más y llamada por una curiosidad extraña, los ojos de Yvonne se posaron sobre la figura de la luna llena y un grito desgarrador salió de su garganta. Apenas había dado una mirada a la luna y el dolor se había incrementado al punto de sentir que toda ella iba a partirse a la mitad o a quemarse desde dentro. Estiro una mano en dirección a la mujer que le miraba aterrada; el dolor se incremento y en algún punto perdió la consciencia o al menos la conciencia humana pues si ella había creído que todo estaba mejorando, la realidad iba a golpearle de manera brutal.
Khaled Hosseini
Había despertado hacía cerca de un mes si es que llevaba bien la cuenta y pese a sentirse agradecida de estar con vida, aun tenía enormes huecos en su mente, por no decir que no tenía nada más que su nombre. Diariamente se sentía enferma y los dolores de cabeza comenzaban a ceder ahora que sabía que tratar de recordar era lo que los disparaba, por lo que se limitaba a no tratar de pensar en el pasado ya que seguramente todos sus recuerdos volverían a ella en el momento menos esperado. La esperanza era lo ultimo que debía perder, considerando que lo único que demostraba que había sido ferozmente atacada, era la cicatriz que tenía en su hombro derecho y que sano demasiado rápido para ser verdad, aunque quizás no lo recordase y siempre sanara así de rápido. Respecto a su vida, Yvonne debía ser consciente de que no sabía nada y que las suposiciones siempre serían solo eso.
Creía no tener nadie que la conociera o se preocupara por ella, pues en sus andanzas nadie parecía reconocerla, así que comenzaba a creer que siempre había sido una mujer de la calle y que por eso era que nadie recaía en su presencia. Era difícil adaptarse, pero lo estaba haciendo bastante bien ella sola.
Pese a que la vida sin tener rastro alguno de quién era, podía soportarla. Existía algo que últimamente le inquietaba sobre manera. No tenía nada que ver con que pasara hambre, sintiera sed o no tuviera un lugar estable donde dormir; lo que los últimos días estaba sucediendo era que se sentía terriblemente enferma y lo más peculiar no era en si que estuviese enferma, sino el hecho de que por las mañanas se encontrara completamente sana y por las noches, apenas la luna aparecía en los cielos, comenzara con una incomodidad tremenda. Por momentos creía incluso que perdía la consciencia, pero debía ser solo parte de su imaginación o eso era lo que ella se decía. “No tienes nada de que preocuparte” o “Estas viviendo como puedes, esto es normal” eran frases que nacían para si misma, en busca de tranquilizar ciertos temores irracionales que comenzaba a tener. De hecho, ese día en particular tuvo la extraña necesidad de buscar estar lo más alejada posible de la civilización. Tenía miedo de algo y no sabía de qué.
Yvonne camino gran parte del día por París y no fue hasta que no pudo más con la sensación de peligro que termino caminando en dirección a lo que eran las zonas más alejadas de París. “Todo estará bien” se decía para darse animo, en una manera de continuar con su andar y no terminar dando media vuelta y regresando a los lugares en los que solía encontrarse. Aquella sería simplemente una noche lejos del centro de París, ¿Qué podía salir mal?
La soledad le sentaba bien y los temores se fueron desvaneciendo. Todo parecía estar en su lugar y ella se encontraba a salvo de lo que fuera que le amenazaba en las calles de la ciudad, pero la certeza de que todo había terminado y no volvería a sentirse mal, duro únicamente hasta que el atardecer comenzaba a caer. Los rayos del sol iban dejando todo en las sombras y conforme eso sucedía, el cuerpo de la mujer dolía. Todo le dolía y no existía forma de que pudiera dejar de doler e igual, siguió caminando hasta que el ultimo rayo de luz solar desaparecido y dejo todo a oscuras, iluminado apenas por unos cuantos rayos de luna que lograban atravesar un manto de nubes. Para ese punto, la Zusak deseaba regresar sobre sus pasos y encontrar a alguien que pudiera ayudarle a terminar con ese terrible sufrimiento que estaba sintiendo y del cual, no encontraba explicación alguna. Justo era cuando pensaba en dar media vuelta que vio una sombra andar y sus labios se entreabrieron para llamarle.
– ¡Ayuda! ¡Por favor! – se abrazo el cuerpo, observando como la figura comenzaba a andar en su dirección y conforme se acercaba, reconocio el rostro de una mujer preocupada.
– ¿Qué puedo hacer por ti? – era una mujer joven, debía tener aproximadamente la edad de Yvonne y pese a la notoria preocupación sonrío.
– No se que me pasa… yo… – iba a seguir hablando, contarle lo poco que sabía sobre si misma y todo aquello que no sabía sobre lo que ahora le sucedía; entonces sucedió. Las nubes que cubrían la luna no lo hicieron más y llamada por una curiosidad extraña, los ojos de Yvonne se posaron sobre la figura de la luna llena y un grito desgarrador salió de su garganta. Apenas había dado una mirada a la luna y el dolor se había incrementado al punto de sentir que toda ella iba a partirse a la mitad o a quemarse desde dentro. Estiro una mano en dirección a la mujer que le miraba aterrada; el dolor se incremento y en algún punto perdió la consciencia o al menos la conciencia humana pues si ella había creído que todo estaba mejorando, la realidad iba a golpearle de manera brutal.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 30/01/2015
Re: First moon [Privado]
"Tengo miedo, Señor, pero no de la noche,
tampoco de la sombra, menos de la tiniebla;
es miedo de la aurora refulgente derroche
como miedo del mundo, cuando el mundo se puebla.”
Marilina Rébora. Miedo a la vida
tampoco de la sombra, menos de la tiniebla;
es miedo de la aurora refulgente derroche
como miedo del mundo, cuando el mundo se puebla.”
Marilina Rébora. Miedo a la vida
La aldeana se había acercado para prestar ayuda a la jovencita que la pedía con urgencia. Era una mujer de pocos recursos que andaba buscando leña en el bosque con una pequeña carreta de madera. Sus vestidos eran humildes y de colores desgastados, mas llevaba un delantal y una gorra blanca que indicaba debía ser la criada de algún noble. Pero la mujer no andaba sola, una niña también le acompañaba y ayudaba a llenar la carreta con ramillas pequeñas, más por juego que por verdadera ayuda. Era una pequeña hermosa, de brillantes ojos azules y mejillas sonrosadas.
La mujer corrió al escuchar los gritos de socorro y encontró a la muchacha con el rostro compungido de dolor. No supo que hacer, ni tampoco que pensar ¿Qué haría una joven como esa sola por esos lugares del bosque? ¿Acaso estaría enferma? ¿Habría tenido un ataque? ¿Necesitaría de algún tipo de asistencia especial?
—¿Qué puedo hacer por ti?
Preguntó intentando calmarla con una sonrisa que le trasmitiera que estaba fuera de peligro. Después de todo, ella también había trabajado con un par de locos y gente de poca paciencia. Mas valía ser precavida que arrojada, pero ninguno de sus conocimientos o experiencias le preparó para ver la imagen que seguía a continuación.
La muchacha gritó de repente, aún cuando hacía unos segundos había intentado responderle. Gritó como jamás había escuchado gritar a nadie y temió por su hija sin saber el motivo real. Retrocedió un par de pasos, aún con la duda ardiéndole en la cabeza de si gritar a la pequeña para que corriera o no hacerlo sin motivo aparente, pero la niña era curiosa y sus pequeñas piernitas corrieron en dirección de los gritos antes que su madre pudiera decidirse.
—¡Liza! Liza… no te acerques.
Advirtió evitando el paso de la infante con su propia mano, para que no se acercara los pasos que le quedaban para tocar a la desconocida.
Apunto estuvo de arrodillarse a su lado para prestarle ayuda cuando comenzó a ser testigo de los cambios en su cuerpo ¿Qué pasaba? ¿Qué acaso la chica estaba poseída por algún demonio? Lo que fuera no sonaba a algo bueno y todo le gritaba a peligro, así que sin pensarlo más tiempo del que ya había perdido a su lado, cogió a su pequeña hija en sus brazos y corrió en la misma dirección de la que había venido. Corrió porque algo muy fuerte en su interior le decía que ambas estaban en peligro, corrió porque su propio espíritu de supervivencia le incitaba a correr, y no le importó dejar abandonada la carreta de madera con su leña, pues la vida de su hija era más importante que los azotes del noble.
—¡Mamá! ¡Mamá!
Gritaba la pequeña sin entender, mientras sus ojitos asustados pasaban desde el rostro de su madre a la joven que aún gritaba y se retorcía entre la hierba y la tierra húmeda del bosque.
La mujer corrió al escuchar los gritos de socorro y encontró a la muchacha con el rostro compungido de dolor. No supo que hacer, ni tampoco que pensar ¿Qué haría una joven como esa sola por esos lugares del bosque? ¿Acaso estaría enferma? ¿Habría tenido un ataque? ¿Necesitaría de algún tipo de asistencia especial?
—¿Qué puedo hacer por ti?
Preguntó intentando calmarla con una sonrisa que le trasmitiera que estaba fuera de peligro. Después de todo, ella también había trabajado con un par de locos y gente de poca paciencia. Mas valía ser precavida que arrojada, pero ninguno de sus conocimientos o experiencias le preparó para ver la imagen que seguía a continuación.
La muchacha gritó de repente, aún cuando hacía unos segundos había intentado responderle. Gritó como jamás había escuchado gritar a nadie y temió por su hija sin saber el motivo real. Retrocedió un par de pasos, aún con la duda ardiéndole en la cabeza de si gritar a la pequeña para que corriera o no hacerlo sin motivo aparente, pero la niña era curiosa y sus pequeñas piernitas corrieron en dirección de los gritos antes que su madre pudiera decidirse.
—¡Liza! Liza… no te acerques.
Advirtió evitando el paso de la infante con su propia mano, para que no se acercara los pasos que le quedaban para tocar a la desconocida.
Apunto estuvo de arrodillarse a su lado para prestarle ayuda cuando comenzó a ser testigo de los cambios en su cuerpo ¿Qué pasaba? ¿Qué acaso la chica estaba poseída por algún demonio? Lo que fuera no sonaba a algo bueno y todo le gritaba a peligro, así que sin pensarlo más tiempo del que ya había perdido a su lado, cogió a su pequeña hija en sus brazos y corrió en la misma dirección de la que había venido. Corrió porque algo muy fuerte en su interior le decía que ambas estaban en peligro, corrió porque su propio espíritu de supervivencia le incitaba a correr, y no le importó dejar abandonada la carreta de madera con su leña, pues la vida de su hija era más importante que los azotes del noble.
—¡Mamá! ¡Mamá!
Gritaba la pequeña sin entender, mientras sus ojitos asustados pasaban desde el rostro de su madre a la joven que aún gritaba y se retorcía entre la hierba y la tierra húmeda del bosque.
Hazel D´Antuan- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 05/01/2013
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Re: First moon [Privado]
Su cuerpo atravesaba por lo que nunca antes, una conversión; la primera de muchas que vendrían para torturar su vida humana, aquella que había sido maldecida sin que ella lo supiera, el día en que su memoria se perdió. Gritaba con desesperación, veía la figura de la mujer frente a ella y también podía notar el terror en los ojos de la mujer, la manera en que comenzaba a alejarse y la mano de Yvonne se estiro tratando de alcanzarla. ¿Por qué no la ayudaba si veía el sufrimiento en que se encontraba? Su cuerpo entero parecía partirse y aria como si llamas le devorasen desde el interior, pero la mujer no hizo mas que seguir caminando para alejarse y los gritos de Yvonne se volvieron más intensos.
Se abrazo el cuerpo como si de esa manera pudiera mantener unidas las partes que amenazaban con desprenderse con una facilidad que ella no alcanzaba a comprender. En sus oídos no existía ningún sonido que no fueran sus propios gritos y así como estaba, abrazada a si misma fue que la piel comienzo a abrírsele y el dolor dio paso a la inconsciencia de la mente de Yvonne, quien termino por caer en la tierra. Conforme los cambios ocurrían en su cuerpo, una fuerza más primaria y destructiva tomaba el control del que antes fuera un cuerpo totalmente humano. El cuerpo inconsciente de la mujer sufría de una serie de espasmos, todos y cada uno de ellos provocados por la transformación que estaba pasándole y no fue sino hasta que la piel humana parecía haberse desprendido de su cuerpo que la criatura que quedaba, abrió los ojos de golpe, con una necesidad por destrucción tan única que no le llevaba nada a ser como la mujer que antes implorará por ayuda.
Una vez que la bestia estaba en control del cuerpo, olisqueo el aire en busca de lo que antes había estado tan cerca, vidas humanas. Más allá de donde se encontraba, podía escuchar claramente los sonidos que la madre y su pequeña hacían, pero las palabras perdieron el sentido para la criatura en la que Yvonne se había transformado y una vez que hubo detectado claramente al par que huía, un aullido fue dirigido en dirección a la luna y la cacería dio comienzo.
Las patas de la criatura golpearon el suelo con fuerza, mientras que la humana que iba delante suyo corría tan rápido como le era posible para escapar y aún así, no le sería suficiente. La licántropo le dio alcance casi tan rápido que de los labios de la pequeña que le vio primero salir un grito que era más bien un chillido.
– ¡LIZA, NO GRITES! – pedía la madre que aún no era consciente del peligro que estaba a tan solo unos pasos de ellas y que termino por alcanzarles antes de que ella se diera cuenta verdaderamente de lo que estaba aconteciendo. El cuerpo transformado de Yvonne golpeo un costado de la figura humana y la mujer impacto de lleno contra un árbol, provocando que soltara a la pequeña, quien se levanto del suelo dispuesta a ir con su madre – ¡LIZA CORRE! – dijo a la niña que sin esperar más comienzo a llorar y correr solo porque su madre se lo indicaba. El terror en ambos cuerpos era notorio para la licántropa; quien escuchaba esos latidos y se alteraba por completo y antes de que la madre se levantara del suelo donde se encontraba, dolorida y sin poder moverse muy bien debido a que el impacto le había fracturado algunos huesos; las fauces de la bestia se cerraron sobre una de sus piernas y entonces el grito desgarrador ya no provino de la humana que antes sufría, sino de aquella que trato de ayudarle.
La ferocidad de aquella primera transformación y la desesperación de la licántropa, provoco que arrancara la pierna que mordía y la desesperación de la humana se volvió mayor, más no por mucho tiempo, pues enseguida le mordió el craneo, destrozandolo casi al instante. Una vez que el cuerpo dejo de moverse y de emitir el sonido del corazón latiendo, la criatura se centro en lo que seguía y con el hocico manchado de la sangre y restos de la piel y craneo de la madre de la pequeña, la loba se lanzo tras la pequeña Liza.
No hubiese existido poder humano que lograra alejar a la niña a tiempo de aquella bestia, que apenas la tuvo a una distancia prudente, le lanzo lejos con un golpe de sus garras y acto seguido se lanzo sobre ella. La madre había tenido un final mucho mejor que su pequeña, de eso no quedaría duda alguna, una vez que la licántropa terminara con ella pues parecía jugar con la niña como si hubiese despertado únicamente para destrozarle el cuerpo.
Para cuando la Luna se escondía tras un manto de nubes que no le dejarían mostrarse por un buen tiempo, los ojos humanos de la criatura volvieron a abrirse. Yvonne se encontraba de espaldas, con la mirada en dirección al cielo. El cuerpo le dolía terriblemente al punto de que no deseaba moverse y la boca tenía un sabor metálico que le hacía creer que de verdad se había encontrado enferma de algo muy grave, aún así para ese momento, ella aún no comprendía la magnitud de su supuesta enfermedad, pero estaba a punto de descubrirlo.
Se abrazo el cuerpo como si de esa manera pudiera mantener unidas las partes que amenazaban con desprenderse con una facilidad que ella no alcanzaba a comprender. En sus oídos no existía ningún sonido que no fueran sus propios gritos y así como estaba, abrazada a si misma fue que la piel comienzo a abrírsele y el dolor dio paso a la inconsciencia de la mente de Yvonne, quien termino por caer en la tierra. Conforme los cambios ocurrían en su cuerpo, una fuerza más primaria y destructiva tomaba el control del que antes fuera un cuerpo totalmente humano. El cuerpo inconsciente de la mujer sufría de una serie de espasmos, todos y cada uno de ellos provocados por la transformación que estaba pasándole y no fue sino hasta que la piel humana parecía haberse desprendido de su cuerpo que la criatura que quedaba, abrió los ojos de golpe, con una necesidad por destrucción tan única que no le llevaba nada a ser como la mujer que antes implorará por ayuda.
Una vez que la bestia estaba en control del cuerpo, olisqueo el aire en busca de lo que antes había estado tan cerca, vidas humanas. Más allá de donde se encontraba, podía escuchar claramente los sonidos que la madre y su pequeña hacían, pero las palabras perdieron el sentido para la criatura en la que Yvonne se había transformado y una vez que hubo detectado claramente al par que huía, un aullido fue dirigido en dirección a la luna y la cacería dio comienzo.
Las patas de la criatura golpearon el suelo con fuerza, mientras que la humana que iba delante suyo corría tan rápido como le era posible para escapar y aún así, no le sería suficiente. La licántropo le dio alcance casi tan rápido que de los labios de la pequeña que le vio primero salir un grito que era más bien un chillido.
– ¡LIZA, NO GRITES! – pedía la madre que aún no era consciente del peligro que estaba a tan solo unos pasos de ellas y que termino por alcanzarles antes de que ella se diera cuenta verdaderamente de lo que estaba aconteciendo. El cuerpo transformado de Yvonne golpeo un costado de la figura humana y la mujer impacto de lleno contra un árbol, provocando que soltara a la pequeña, quien se levanto del suelo dispuesta a ir con su madre – ¡LIZA CORRE! – dijo a la niña que sin esperar más comienzo a llorar y correr solo porque su madre se lo indicaba. El terror en ambos cuerpos era notorio para la licántropa; quien escuchaba esos latidos y se alteraba por completo y antes de que la madre se levantara del suelo donde se encontraba, dolorida y sin poder moverse muy bien debido a que el impacto le había fracturado algunos huesos; las fauces de la bestia se cerraron sobre una de sus piernas y entonces el grito desgarrador ya no provino de la humana que antes sufría, sino de aquella que trato de ayudarle.
La ferocidad de aquella primera transformación y la desesperación de la licántropa, provoco que arrancara la pierna que mordía y la desesperación de la humana se volvió mayor, más no por mucho tiempo, pues enseguida le mordió el craneo, destrozandolo casi al instante. Una vez que el cuerpo dejo de moverse y de emitir el sonido del corazón latiendo, la criatura se centro en lo que seguía y con el hocico manchado de la sangre y restos de la piel y craneo de la madre de la pequeña, la loba se lanzo tras la pequeña Liza.
No hubiese existido poder humano que lograra alejar a la niña a tiempo de aquella bestia, que apenas la tuvo a una distancia prudente, le lanzo lejos con un golpe de sus garras y acto seguido se lanzo sobre ella. La madre había tenido un final mucho mejor que su pequeña, de eso no quedaría duda alguna, una vez que la licántropa terminara con ella pues parecía jugar con la niña como si hubiese despertado únicamente para destrozarle el cuerpo.
Para cuando la Luna se escondía tras un manto de nubes que no le dejarían mostrarse por un buen tiempo, los ojos humanos de la criatura volvieron a abrirse. Yvonne se encontraba de espaldas, con la mirada en dirección al cielo. El cuerpo le dolía terriblemente al punto de que no deseaba moverse y la boca tenía un sabor metálico que le hacía creer que de verdad se había encontrado enferma de algo muy grave, aún así para ese momento, ella aún no comprendía la magnitud de su supuesta enfermedad, pero estaba a punto de descubrirlo.
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