Nuits tentations || Libre

por **Neitsi & Nerishka** Vie Mayo 08, 2015 4:19 pm

Paris, una ciudad tan mágica llena de místicos romances, plagada de mujeres hermosas a las que complacer y por supuesto a las cuales estafar, una cuna de dinero y estúpidas que caen fácilmente en la treta del juego de la pasión, cuando dicen “si te enamoras pierdes” bien a este caso le adjudicaremos que “si te enamoras de un cuervo, pierdes la vida”, perder la cabeza es tan fácil, sencillo y hasta divertido claro si es que eres el que mueve a las mujeres y causa la guerra entre ellas por uno, aumenta el ego y el precio de los juegos.

En un paseo nocturno por las calles de la ciudad en especial por la zona residencial, analizando a las futuras víctimas de un nuevo golpe de muerte, los De Witt tienen algo que los caracteriza, mientras a uno le ven caminando como un hombre más de sociedad, la otra está viviendo con las victimas analizando y encontrando los más íntimos y oscuros secretos de cada una para que el otro lo pueda utilizar a su antojo.

El reloj de bolsillo marca las 21:30 la luna en lo alto iluminaba más que las lámparas de la calle, una ráfaga de viento cruza por la zurda de aquel hombre, él sonríe y camina hacia uno de los callejones –Y bien, quien será esta vez- susurra cuando de la nada un eco femenino dulce pero peligroso suena lento –A una beata a la cual sus padres la tienen encerrada, está enferma, así que será fácil matarla y de paso, una noche podrías hacer que tome el cuerpo de ella y tú y yo- una mujer aparece de la nada como un halo de vida, una mujer de cabellos dorados y ojos verdes con una piel blanca que poco a poco iba tornándose en un bronceado leve y natural, entre los dos las miradas se intensifican hasta cargarse el ambiente de una aura pesada, abyecta.

22:15
El joven sale arreglándose el cabello, y la mujer limpia sus labios, el sonido de pisadas desde un callejón son el eco de la noche, ambos hermanos sonríen saliendo de aquella oscuridad conversando cosas que nadie entendía, en un idioma que no podían comprender, su idioma natal, entre risas se acercaron a la casa admirándola desde afuera, hasta que una mujer del servicio doméstico mira a la mujer que sonreía –Disculpe, no pudimos mi hermano y yo evitar no apreciar la magnificencia de esta estructura, al parecer sus dueños han viajado por toda Europa, porque los toques tienen la características griegas pero mezcladas con el arte barroco en cuanto a los detalles, quizás más en un ambiente italiano, debe ser de allá verdad- la empleada le sonríe a Arth y esta entra a la mansión par hablar con los dueños, si ya los conocía y había hecho muchas de sus fechorías en aquella casa; mientras tanto Ares admiraba a su hermana, una amante de las artes y pasiones “prohibidas de la sociedad” con esa sonrisa hace una reverencia y deja ahí a su hermana, ella se encargaría de hacerle entrar poco a poco con paciencia y calma.

Ares se alejó de la casa hasta una tienda de ropa ahí se quedó parado contra la pared fumando, si no se divertía con su futura esposa, al menos con una para pasar el rato, unas horas, una noche o quizás solo unos minutos de su vida.

por **Stephan Bibrowski** Jue Mayo 28, 2015 5:00 am

Nunca le había gustado el papel de héroe. ¿Qué eran los héroes, después de todo? Mártires. Y Stephan Bibrowski no se consideraba a sí mismo un mártir, aunque en el fondo se quería sentir como tal. Los mártires daban pena, él no podía porque su rostro se lo impedía. ¿Quién iba a creer que un monstruo así era capaz de sentir? Todo el mundo sabía que las bestias solamente quieren matar, y ya está. Asunto resuelto de la manera más simplista posible. Pero así eran los humanos.

Caminaba sin rumbo fijo. Le gustaba hacerlo cuando no tenía función, o ésta ya había acabado. Después de pasarse tres horas encerrado en una jaula fingiendo desear la muerte de todo el que pasaba necesitaba despejarse. También lo hacía interiormente (muy interiormente, porque jamás iba a reconocerlo a pleno pulmón) por encontrarse con cierta señorita cuya vista había sido tapada pero que tenía, sin embargo, un verdadero don para ver donde los demás no veían. Hacía tiempo que no la veía, por mucho que recorriese el convento alrededor de su perímetro, y llegó un punto en el que se rindió. Quedaría como un recuerdo más en su larga lista.

No le gustaba pasearse por las zonas céntricas, pero aquella calle residencial estaba alejada y, para qué mentir, le gustaba encontrarse algunas luces encendidas e imaginarse a quiénes vivían allí. ¿Un hombre erudito sentida en su sillón orejero fumando en pipa y acariciando a su galgo mientras pensaba en cosas del pasado? ¿Una joven bailarina de teatro que había hecho un largo viaje por mar hasta llegar a París? En el fondo, y por muy león que fuese, Stephan Bibrowski era un romántico empedernido. Y se le puede perdonar, porque su vida sería digna de una de las novelas de terror que se publicarían más adelante; con todos sus monstruos imaginarios que, al final, llegarían hasta el corazón de los lectores.

Se encontró a su paso una figura apoyada sobre la puerta de un comercio ya cerrado. Era la primera persona que se encontraba en su largo paseo, y, para ser honestos, no tenía ganas de toparse con él. Fumaba, y parecía estar esperando. De vez en cuando echaba miradas de reojo hacia una de las casas más grandes y bonitas de la zona, como si aguardase a algo, a alguien. Le pareció extraño aquel comportamiento. Se quedó allí unos minutos observando a su vez. Luego tenía intención de marcharse, si la cosa no se torcía. ¿Cómo que si la cosa no se torcía? ¿No hemos dicho que no le gustaba ser un héroe? Bueno, ya hemos dicho que algo de mártir sí que tenía el Hombre León.

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