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Fue el ruiseñor y no la alondra, quien canto a la muerte ||Privado|| 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Juliet E. Deveroix Jue Jun 04, 2015 2:49 pm

“Whatever causes night in our souls may leave stars.”
— Victor Hugo, Ninety Three

-No te alejes ¿Me escuchaste? Sepa Dios como te metes en tantos problemas
-No lo hare …y, no es mi culpa, atraigo locos como la muerte a los cuervos- farfullo con disgusto para si misma aun sabiendo que todos los presentes en la sala pudieran oírla, sintiendo ahora en su voz esas emociones que antes se atestiguaban como violentas manchas en el aura que la rodeaba. Quizás era mejor así, quizás saciara la poca curiosidad que tenían sin que ella se viera obligada a caer en los secretismos que tan prohibidos estaban en aquel lugar por la misma mujer que ahora seguía su figura con los ojos entornados mientras deambulaba por el jardín hacia los sembradíos. No tenia real interés en ellos salvo como tierra fértil donde plantar la adormidera, el estramonio y otros diversos encantos vegetales que necesitaba para cumplir los propósitos de la loba, así también como para generar una buena provista de ingredientes de maleficios y encantamientos a los que se había vuelto adepta con el pasar de los meses y la llegada de las dificultades con ellos. Afortunadamente los golpes de la adversidad no eran nunca estériles y le habían permitido asegurarse un lugar en aquella casona, con aquel campo y bajo la mirada esmeralda aun clavada en su espalda al llegar al limite norte donde cortaría flores y frutos, prepararía mesclas y terminaría ungüentos en espera  de verse libre de tal vigilia y con la tranquilidad de saberse protegida por la manada que alli habitaba. Tal era su paz que si bien solo le llevo media hora terminar todos sus preparativos, se permitió detenerse a observar los campos dorados y preguntarse nuevamente como demonios había llegado a esta situación en la que había pasado de perder su departamento en Montremarte, a vivir cautiva en alcobas de terciopelo rojo entre las que debio cuestionarse su sanidad mental y los designios del universo que la apartaron cuando ya habia encontrado un ritmo en aquel caos, arrebatándole su compañero en una nube de dudas. Poof. Chau. Magia barata con humo y brillos y de pronto ya no estaba! Ella tampoco estaba ya en aquel lugar, aterrorizada escapo bajo el conocido refrán “mejor demonio conocido que bueno por conocer” hacia las zarpas de un lobo, en sus campos esperando fuera el momento para empezar a marchar hacia su siguiente destino sin sentirse observada. No porque se sintiera gustosa de probar su suerte ni porque le gustara desafiar a Belial, quien poco escrúpulos o molestias demostraba a la hora de dar escarmientos, pero era imposible que los espíritus se acercaran al igual que era inútil haberle advertido que se dirigía al bosque pues una escolta de licántropos resultaría un repelente que complicaría un encuentro ya difícil con su esencia,  que portaba la muerte como bandera,  y resultaba tan desagradable a la mayoría de faes que pululaban las zonas verdes al caer el fin del día, cuando la magia elemental estaba en su cenit

Pero aun no era el momento e incluso cuando llego al linde del bosque, con el sol a sus espaldas y con sombras hambrientas por delante,  encontró tiempo para moldear su propia esencia hasta volverla neutra y apacible casi al punto de desaparecer su figura para engañar a las invitadas que tan poco le agradaban y tan necesarias le resultaban mientras se volvia a intentar entre los arboles yendo exactamente donde las madres advertían que no – y repetían con firmeza el “no”- fueran a sus pequeñas si no querían salir heridas. Salvo claro fueran una bruja. Salvo fueran necromantes. Salvo igual tuvieran que entrar… que era básicamente lo que sucedía. No se hallaba feliz de estar en ese lugar y el casi nulo instinto de conservación que tenía le decía a gritos que saliera de allí y sin embargo,  tras haber dispuesto todo en su correcto lugar, se sento en una roca y empezó a cantar, alejando el peligro de si


Lavender’s blue dilly dilly.
Lavender’s  green dilly dilly
When im king dilly dilly
you shall be queen


Pese a que algunas palabras le sonaban o bien eran simples de inferir, Juliet no entendía del inglés y no sabía que estaba diciendo, pero todo le sonaba ridículo pero era aquella misma ridiculez en la tonada por la cual las hadas empezaron a acercarse, atraídas por las fragancias de las velas y la suavidad con la que la bruja podría expresarse en la más absoluta de las soledades. No cantaba jamás para otros pues no tenía entrenamiento y eso la hacía creer que no debia hacerlo. Mas era natural para ella imitar los tonos como las palabras pues contaba con una memoria excelente, quizás uno de los pocos atributos de los que estaba segura y orgullosa. Asi continúo con una sonrisa cuando los primeros faes adormecidos  se mecían en el viento y un elemental hacia presencia, finalmente.


Who told you so? Dilly Dilly
Who told you so?
Twas my own heart, Dilly Dilly
That told me so


Empezó a mover las manos de forma cíclica como si estuviera ovillando con delicadeza las energías de aquellos seres para si misma, sin que estos pudieran hacer nada mas que entrar en un profundo sopor, presas tanto de la canción como del encandilamiento que había empezado a ascender en la zona como una bruma, imperceptible en su comienzo y solo notaria cuando nos hayamos ya perdidos en ella. Paulatinamente habían llegado y se habían ido en el transcurso de una canción, no quedaba de esos seres nada más que los cuerpos yertos y las almas pequeñas y titilantes por los cuales había venido. Suspiro las ultimas notas mientras se levantaba para recoger los frutos de su trabajo y asi poder, finalmente, regresar a la cama



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Mensaje por Malacoda Lun Jun 22, 2015 5:38 pm


"El Signo Mayor,
legado de antigua solemnidad,
Que libera las formas
que hurgan en la oscuridad."
—H.P. Lovecraft.




— ¿Estás seguro que está en Nápoles? Más te vale que no estés mintiendo o arrojaré tu lengua a los perros —objetó con seriedad. Con Malacoda no se jugaba y menos cuando dejaba bastante claras sus advertencias si las cosas no salían bien.

El hombre frente al vampiro tembló en tan sólo pensar en aquella posibilidad, pues sabía que su amo no bromeaba. Estaba diciendo la verdad, pero la oscura mirada de Malacoda evidentemente despertó sus nervios. El demonio sólo le hizo un ademán para que se retirara, ya había oído suficiente. Algunas noticias habían sido gratas y otras no tan gratas, como era de costumbre. Ahora le tocaba a él hacer su jugada, no podía esperar demasiado o las cosas tomarían un rumbo diferente y no iba a permitirse nuevos errores.

Estaba harto de los fracasos que se habían estado acumulando continuamente, pero eso no significaba que iba a rendirse tan fácilmente, eso jamás. Por dicha razón debía quitar del camino aquellos obstáculos que estaban interfiriendo con sus planes. No siempre había actuado de esa manera, algunas simplemente ignoraba ciertas situaciones, pero esta vez las cosas carentes de importancia, empezaban a tornarse molestas al punto de demandar la atención del antiguo vampiro. Malacoda no era muy condescendiente con sus compañeros de la logia, odiaba que éstos tomaran actitudes que pudieran molestar al líder, quien terminaba culpando siempre a su Tribunal por los errores de sus subordinados.

Estando de pie en el punto más alto de Notre Dame, observó toda la ciudad sumida bajo el manto de la noche. En su condición era capaz de escuchar hasta los susurros más alejados, el movimiento de las auras en cada esquina le irritaba un poco. ¿Quién iba a imaginarse que minutos antes dos hombres estuvieran confabulando en contra de otros en la mismísima catedral de París? Así es, el hombre que había estado ayudando a Malacoda y minutos antes estuvo conversando con él, era uno de los párrocos de Notre Dame. Sus lacayos estaban en cada esquina de la ciudad; eran como ratas.

La mirada del vampiro se posó en los astros, estaba estudiando minuciosamente la posición de éstos y en menos de un abrir y cerrar de ojos sus pies habían golpeado el suelo que sostenía a Notre Dame. Le dio un vistazo a todo el perímetro y haciéndole un ademán al clérigo que estaba en la entrada del templo, terminó marchándose. Se internó en las callejuelas de la ciudad, pasándose por determinados puntos en donde recolectaría información de gran importancia. La sonrisa en sus labios se marcó, estaba satisfecho con lo que habían logrado sus hombres. Haberle borrado la memoria a Edric, sin duda, le tranquilizaba un poco. Al menos lo mantendría centrado en sus misiones y alejado de las constantes peleas con Cagnazzo.

Valiéndose de sus habilidades, sus pasos fueron a dar a las afueras de la ciudad, internándose entre la espesa arboleda que circundaba las zonas más alejadas. Estaba siguiéndole el paso a alguien, pues más que buscar información que le fuera útil, Malacoda estaba en busca de alguien, al que consideraba un estorbo y la causante de algunos problemas con Alichino, quién se había vuelto apático ante las órdenes de sus líderes; una completa falta de respeto.

—Vaya sorpresas trae la noche —espetó, oculto entre sombras, cuando finalmente se encontró con su objetivo—. No te marches todavía, la velada apenas comienza, Juliet… Deveroix.



Última edición por Malacoda el Vie Ago 21, 2015 4:31 am, editado 1 vez


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Mensaje por Juliet E. Deveroix Mar Jul 28, 2015 10:39 pm

“I have been bend and broken
but, i hope, into a better shape.”
― Charles Dickens, Great Expectations


Incluso antes de que el apareciera, el ambiente se torno frio y oscuro como si la luna quisiera esconderse y no ver el porvenir de aquella bruja, como si el viento previera lo que estaba por ocurrir entre los arboles que tupidos observaban como las almas capturadas palidecían ante la presencia que se movia entre los arboles e incluso la bruja se estremeció ante tal sensación que por un instante la devolvió a los recuerdos de cada noche donde regresaba al cementerio, a esos ojos verdes esmeralda que la esperaban en la oscuridad y el cabello como llamas hambrientas por consumirla, sedientas de la sangre caliente que recorría veloz por su cuerpo con cada palpito acelerado de ese corazón temeroso y frágil con solo la idea de que hubiese regresado la mujer de sus pesadillas. Sus pupilas se dilataron de miedo, buscando entre las sombras mientras se enderezaba y dejaba aun algunos frascos en el suelo -¿Eslana?– pronuncio con inseguridad pues no creía que fuera la mujer lo suficientemente paciente para observarla en silencio durante demasiado tiempo o que esta volviera a intentar engañarla con actos teatrales y personajes irónicos; tampoco Juliet se permitiría caer en tales trucos y procuraría alejarse como lo intentaba con todos los vampiros tras ese fatídico primer encuentro que condicionaría a todas sus relaciones con los hijos de la noche en quienes vería esos ojos chispeantes y seductores esperando un descuido para reducirla a una botana nocturna, un juguete que destrozar ¿Cómo no rechazarlos? Había tardado meses, peleas y confusiones en acostumbrarse a tan solo uno de ellos que había desaparecido dejando aún mas incógnitas que antes, mas resentimientos de los que se creía capaz y una pena aplastante que la movieron a buscar venganza en otros brazos que nada le dieron mas que la nocion de necesitar defenderse; de él, de ella y de todo el resto que se le acercaran

Pero el miedo es instintivo y no existe modo de borrarlo de nuestras mentes pese a todo el entrenamiento al que nos entreguemos; puede controlarse o canalizarse pero alli sigue entre las sombras, para morder cuando uno crea que se ha librado y, en aquel particular momento, la bruja podía sentirlo al asecho, enfriando su sangre y dejando que pequeñas bocanadas de aire se congelasen frente a sus labios al oír la voz profunda contestarle –Malacoda– con seguridad. No lo veía pero sabia que era el, lo recordaba de un encuentro anterior y más tenso, que le hiso apretar las manos y los puños por igual hasta sentir el dolor de sus uñas clavándose en sus suaves palmas, subir por el brazo hasta los hombros. No le odiaba ni sentía el asco que le causaba el licántropo de su misma logia, pero lejos estaban de tener una relación que la pudieran hacer sentir alegre de verla pues su sola presencia significaban problemas, especialmente si se habia tomado la molestia de perseguirla hasta el interior de un bosque – Veo que recuerda mi nombre, todo un detalle de su parte para alguien que considera tan insignificante pero aun asi, lamento decirle que ha llegado tarde; he terminado mis quehaceres y quien guarda este territorio espera mi regreso o me temo que enviara su furia por medio de sus canes cosa que… – se detuvo a hacer un gesto de desagrado mientras retrocedia sin darle la espalda a la fuente del sonido –quiero evitar, son poco agradables cuando están enojados y su dueña espera lo que cargo así que, no creo que se demoren mucho mas. Con permiso. Monsieur, y buenas noches– no le dio la espalda y en cambio, levanto la neblina nocturna, asegurándose de mover con ella el humo de las velas que aun quemaban en los arboles, esperando que esta señal fuera suficiente para hacer reconsiderar al vampiro de que no era una presa que valiera la pena


Última edición por Juliet E. Deveroix el Sáb Oct 10, 2015 7:48 am, editado 1 vez



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Mensaje por Malacoda Vie Ago 21, 2015 4:31 am


"He vivido mis vidas sin número,
He sondeado todas las cosas con mi mirada;
Y me debato y grito cuando rompe la aurora, y me siento
Arrastrado con horror a la locura."
—H.P. Lovecraft.




En un principio, la situación que se estaba dando entre Alichino y Cagnazzo lo tenían enormemente fastidiado, pero llegó el punto en que Malacoda sabía que ya debía tomar cartas en el asunto. Estaba hasta los hombros con varias misiones y por ser el tribunal supremo de Los Ángeles Custodios, los asuntos internos entre los miembros también le competían, en especial cuando Malebranche parecía estar metido en otras cosas. A veces lo maldecía por desaparecerse en los momentos menos oportunos pero, ¿qué podía hacer? Así era la naturaleza de su compañero. No le quedaba más alternativa que rendirse ante algo que no podía controlar.

Cagnazzo se había esforzado tanto en hacerle ver a Malacoda que Juliet Deveroix era un peligro para la logia, que el vampiro, ya al borde de la molestia, decidió hacerse cargo personalmente. Había caído en el juego de Cagnazzo, quien lo único que deseaba era desaparecer a la hechicera del mapa, a pesar de no haberle sido encomendada la tarea,  en el fondo lo disfrutaba. Malacoda tenía sus sospechas, pero le era indiferente, no era la primera vez que tenía que eliminar a alguien y más cuando causaba tantos problemas a sus compañeros demonios. Edric se había contaminado tanto por aquella mujer, que ya la situación se tornaba insoportable y para más colmo, estaba en el terreno de Belial Marcovic, el aún dormido Ciriatto. Eso irritaría más a Cagnazzo, hasta el punto de irle a reclamar a Malacoda. El vampiro no tuvo más alternativa.

Como había seguido de cerca a Ciriatto y Graffiacane le había hecho saber personalmente el paradero de aquella, cosa que los demás demonios desconocían. Pero ese no era el caso, lo cierto es que terminó confirmando lo que le había comentado Cagnazzo y conociendo el nuevo estado del guardián del tercer círculo, Malacoda hizo su jugada.

Podía percibir en el aire ese aroma a muerte que tanto caracterizaba a los nigromantes, los conocía, Rubicante era una de esos y siendo un vampiro y demonio tan antiguo, no le extrañaba, Pero siempre debía cuidarse de las debilidades de su recipiente. Observó a la bruja fijamente; sus labios se curvaron para formar una sonrisa macabra, retorcida y oscura. Pensó que el encuentro no iba a ser tan divertido, pero se equivocó. Ahora entendía el porque ella había despertado tanto interés en el hellequin de Los Custodios. Sin embargo, eso no cambiaba absolutamente nada y menos cuando se enteró que estaba retrasando más el despertar de Ciriatto. Eso si le había causado una profunda molestia, que lograba disimular bastante bien.

— Vaya, pero tú tampoco te has olvidado de mí —se burló—. Oh, pero si eso es algo difícil de hacer. A menos que... Yo así lo decida —mencionó con voz grave al momento en que daba un par de pasos hacia adelante—. Oh, la gran señora de este lugar, ¿acaso te refieres a Belial Marcovic? Yo en mis tiempos la conocía por otro nombre, único y verdadero... Pero eso es algo que a estas alturas ya debes saber.  Te has metido en el territorio equivocado , Juliet, y eso, como sabrás, no es algo que nos contente.

Estaba a punto de echarse a reír al notar el viejo truco de la niebla y el humo de las velas no era más que una tontería. ¿En qué estaba pensando esa mujer? En nada sensato, era más que obvio. Malacoda era un vampiro con más de tres mil años de antiguedad y no sólo eso, lo que se ocultaba en su interior,  su verdadera esencia era algo retorcido, fuera de este mundo y así se lo hizo saber a la bruja, cuando dejó arder su Ouroboros, liberando un aura oscura y espesa, más abrumadora que la de Alichino. En un abrir y cerrar de ojos, se adelantó para apagar todas las velas.

—Estuvo bien ese truquillo de encender velas en mitad de la nada, pero no sirvió de mucho, salvo para que no te perdieras en las sombras... Las terribles sombras —volvió a cambiar de posición, apareciendo a sus espaldas para así tomarla fuertemente por los brazos—. ¿Y adivina qué? Edric no podrá ayudarte, porque ni siquiera es capaz de recordarte... De nada, sólo te hice un favor. Pero sigues igual de metida y desagradecida —habló a su oído, valiéndose de sus palabras para removerle los recuerdos y así lograr confundirla—. En su memoria, ya no existes, ahora eres nadie para él.




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Mensaje por Juliet E. Deveroix Sáb Oct 10, 2015 5:52 pm

“"Heaven has no rage like love to hatred turned,
Hell hath no fury like a woman scorned"
― William Congreve


Cerro los ojos y apretó los dientes cuando las velas perecieron y quedo de ellas solo el humo flotando a su alrededor con el olor de lo perecedero, del abandono que lleno sus pulmones y tiño su lengua con su amargo sabor que no necesito de las palabras ruines del vampiro para hacerla fruncir el rostro con desagrado a cada pequeña información que soltaba como gotero pero que ella apreciaba como una rosa el rocio de la mañana; era rápida en conectar la información que le daba y su curiosidad, tan maldita como era, le habria nuevas puertas de conocimiento. Su memoria era el único recurso con el que contaba plenamente, incluso más que su propia magia, y no se atrevió siquiera a dudar de aquello que habia oído cuando volvió a dirigirse al vampiro milenario

-Lo se, la conoces como Ciriatto, protector del tercer circulo, pero creo que yo se mas de Belial y del demonio que carga de lo que tu podrías  ¿Qué tan bien conoces a tus “hermanos” realmente? Después de todo yo no me entrometí como tu dices , ella fue en mi ayuda y se enfurecerá contigo seas el mismo dios, si le arrebatas algo que desea ¿Crees que cualquier brujo se atrevería a jugar con demonios? ¿Crees que los tuyos, tu bruja, serían capaces de hacer lo que yo? –se rio y sonó mas a una exhalación cansada que a la voz alegre que solía utilizar cuando estaba feliz ¿Cuánto tiempo había pasado desde que alguien lo escuchara? A veces se preguntaba si tendría la libertad de sonreír de nuevo y luego caia en la cuenta que…no le importaba, se conformaba con existir mas que con vivir por culpa de hombres como aquel que la orillaban a una esquina del miedo sin darle tiempo a encontrar una maldita solución. La rabia tiño sus ojos y  sus dientes tomaron sus labios mientras contenía dentro de si el odio y la impotencia que sentía -¿Yo me he metido en un territorio equivocado? Fueron ustedes quienes entraron a mi vida incluso cuando desee apartarme. Ahora no tienen postead de decidir nada – su voz sonaba tensa, como un elástico a punto de romperse que se estiraba mas y mas con cada palabra venenosa que salía de aquellos labios, que provocaban la poca paciencia que jamas habia tenido.

-¿Qué?- sus ojos se abrieron de repente. El elástico se había roto y la realidad la golpeo como una piedra detrás de la cabeza. Un tiro a traición - ¿Qué dijiste?-  su aura se expandió y se tiño de ruby en una pulsación violenta que empujo la oscuridad del demonio y encendió las velas que  flamearon altas y coléricas a su alrededor. El hombre se equivocaba si creía que aquello la asustaba, las sombras de sus miedos no se escondían en espacios faltos de luz y quizás fuera esta ausencia la causa de sus problemas – ¿Tu fuiste la patética causa de…?- Sus palabras no terminaron salir de su boca antes de que los quejidos taparan sus palabras con cada nuevo intento de soltarse de aquellas manos como garras sin hacer caso a las palabras que pretendían confundirla porque había estado confundida todo ese tiempo!. Sus movimientos ya no eran guiados por un pensamiento lógico y lineal que pudieran verse afectados por las cuerdas del titiritero, si no que era sacudida por completo por una tormenta de emociones contenidas donde la ira pura tomaba el volante del navío que era su cuerpo  – SUELTAME – grito y por primera vez, no hubo miedo en su voz



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Mensaje por Malacoda Lun Ene 11, 2016 12:52 am

Malacoda no estaba realmente contento con los problemas que le estaba dando Edric últimamente. Podría ser un vampiro antiguo, pero los deberes de la logia no tenía que descuidarlos por andar interesándose en mortales; esos descuidos dejarían vacíos dentro de los planes de Los Ángeles Custodios y traerían consecuencias irremediables para el séquito. Eso era lo que más preocupaba a Malacoda, aparte, claro, de que Cagnazzo no estaba cooperando.

Luego de haber tenido una larga conversación con Malebranche con respecto a la situación, lo más oportuno era que, se actuara de inmediato. Por lo que, Malacoda tuvo que arrebatarle los recuerdos a Edric para así poder quitarse un peso de encima y éste, se centrara más en sus deberes. No sería tarea sencilla, sin embargo, era él quien lideraba a los demás sellos; era el máximo Tribunal y luego de Caraffa, quien tenía luz verde para castigar a quienes desafiaran las reglas de Los Ángeles Custodios.

Aunque no quería perder el tiempo en algo así, no le quedaba más alternativa, por lo tanto, dio punto final a aquel problema tan absurdo y detestable a la vez.

Haber llegado hasta la causa de tanta discordia fue tarea sencilla, más de lo que él mismo pensó o quizás, era porque, antes, no le había dado tanta importancia al tema hasta cuando las cosas no pintaban nada bien. A Malacoda, de cierta manera, le agradaban los practicantes de la alquimia, de cualquier forma. Siempre les resultaba interesante. Pero no por eso, haría una excepción con Juliet Deveroix. Al escucharla, simplemente frunció el ceño; continuaba sujetándola de la misma manera... Aquel encuentro apenas iniciaba.

—¿De verdad crees que eso va a suceder? —Farfulló soltando luego una carcajada—. Me parece que Alichino no te contó muchas cosas... No iba a arriesgarse a sí mismo por una simple obsesión. El sueño de Ciriatto durará poco, pero no es algo que me concierne del todo. Cagnazzo es quien debe acompañarla después de todo —dijo con sencillez—. Eres muy altanera. Debería cortarte esa lengua venenosa, sin embargo, no quisiera perder tiempo en derramar sangre. Me interesan más tus memorias... ¿Alguna vez te han contado tus libros sobre los emperadores de la ignorancia? Tal vez no y eso ya no importa.

Notó de manera indiferente el color de su aura; era algo que ya había visto en veces anteriores, de otros enemigos. Supo en ese entonces que sus palabras habían hecho de manera eficiente su trabajo. Malacoda confirmó todo lo que hubo contado Cagnazzo y el Custodio, sólo sonrió ante su triunfo. Así que, antes de que la mujer pudiera hacer uso de sus facultades como hechicera, el vampiro siguió con el destrozo de su mente. Se valió de su capacidad de manipular la memoria y poder confundir a otros para continuar con su breve venganza.

—Puedes patalear todo lo que quieras, pero no te soltaré —sentenció—. Tu querido duque me obligó a tomar medidas por sus niñerías. Créeme, a mí no me gusta perder el tiempo en estas cosas, pero eres una piedra en el camino para él.  —Afianzó más su agarre—. ¡Quédate quieta! —Ordenó—. Te dejaré o mejor dicho, te dejaremos en paz a cambio de que no te acerques más a Alichino. Si no aceptas esa condición, las cosas no eran demasiado bien para ti. ¿Entiendes? Olvídate de él.

Sus últimas palabras estaban cargadas con toda la intensidad de su poder, como si quisiera arrancar de su mente, la imagen de Edric para siempre.


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Mensaje por Juliet E. Deveroix Jue Abr 14, 2016 5:45 pm

Juliet jamás se había caracterizado por ser una persona osada y de hecho, se caracterizaba por creer que era insensato el pelear por las convicciones y deseos propios si estos ponían en peligro la integridad física de uno; prefería rendirse y continuar otro camino, prefería sumirse a las órdenes ajenas si esto significaba salir ilesa y mantener la rutina estable que hasta entonces llevaba. Y, sin embargo, aquella noche no parecía seguir los dictámenes de su propio ser ni sus instintos que le decían que se alejara del vampiro o que, en su defecto, le obedeciera mansamente para evitar peores represalias de las que ya tenía él pensadas para ella. Pero esto parecía no importarle o no ser capaz siquiera de contemplar tales aspectos pues estaba agotada de todo aquello; del vampiro presente, del ausente y de todo el secretismo que les envolvía y es que aquella escena no era más que un resultado que la bruja había podido predecir, con inquietud, desde el inicio y por el cual había intentado acercarse y conocer sobre aquellos demonios que adoptaron (o eran, ella no lo sabia) los nombres que Dante les dio hacia casi 500 años atrás. No por una estúpida curiosidad o el deseo suicida de envolverse en asuntos que poco le interesaban, si no porque la falta de privacidad y la necesidad de interiorizar problemas ajenos, era un rasgo característico de las logias y aquelarres a las que en su momento le había dado la espalda por esta única razón. Reconocer este hecho en cada palabra que salía de los labios del vampiro, solo lograba enfurecerla mas conforme los segundos pasaban y aunque el hombre intentase ver en su aura para comprobar los niveles de su sentimiento, bastaba observar su rostro y la forma en que los ojos negros brillaban para darse cuenta cuan colérica estaba al caer en cuenta de lo que había sucedido y no podía evitar recordar las cientos de veces que había preguntado a Edric porque, porque demonios confiaba en tales criaturas si solo por su naturaleza le traicionarían con tal de adquirir su fin. Y aquí estaba, en todo lo que había predicho y sin embargo no había podido evitar, sintiéndose impotente pero con toda la magia palpitando entre sus venas con deseos de escapar, de destruir como nunca se le permitía. Temblaba de rabia y de coraje

-No, no lo hiso –hablaba entre los dientes, con la voz baja y con un tono claramente disgustado–No necesitaba hacerlo tampoco, la discreción de tus acólitos no es que digamos espectacular –quiso sonreír de forma petulante pero el gesto solo se mostro agrio y ensombrecido – De todas maneras ¿No es eso lo que querias?¿Que no supiera nada? Lárgate y déjame en paz, mis recuerdos son solamente mios y no te preocupes, no creo que tampoco nadie me creyera aunque intentase compartirlos con otros – se agito nuevamente, intentando soltarse sin respuesta. Había dejado de sacudirse infantilmente pero su cuerpo delicado y femenino continuaba temblando con rabia. En otra situación y si se hubiera encontrado tranquila, es probable que hubiera aceptado el olvidarse de él para que ambos pudieran continuar sus vidas (o muertes) tranquilos y sin la amenaza de un grupo de inmortales. Había atestiguado desde la distancia y atravesó de los ojos de sus alimañas, que él vampiro no sufría su ausencia y ella, bueno ella estaba aun viva, sana y salva para poder continuar con su aburrida vida ¿Por qué creía aquel, que iría a importunar a Edric con su recuerdo?

Quizás si no se hubiera asentido atacada simplemente hubiera rechistado con otro comentario altanero, pero el dolor de un millar de agujas golpeando su cabeza la hicieron retroceder nuevamente con un grito que no respondía a la preguntas pero que en su lugar lo maldecía, envidiando el fuego que aun ardía hacia el cuerpo de ambos contendientes



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Mensaje por Malacoda Vie Mayo 20, 2016 11:52 pm

Tener que ser el máximo tribunal de Los Custodios y quien debía de encargarse de mover todas las piezas, podía resultar algo verdaderamente tedioso en determinadas situaciones. Malacoda era el estratega, pero también tenía que borrar evidencia de todos los movimientos hechos por los demás demonios, algo que muchas veces no era de su gusto, pues, resultaba involucrado en asuntos irrelevantes como al que había acudido esa noche; en vez de centrarse en los conflictos políticos que tanto placer le causaban, estaba enfrentando a una mujer que no estaba muy cuerda, y la cual tenía la marca de Alichino.

Pudo haberla destrozado; pudo haberla simplemente acabado de un golpe o desangrarla por completo. Pero no... ese no era su estilo. Prefería jugar con las mentes de sus adversarios, llevarlos a la locura o mejor aún, al miedo en su máximo esplendor. Por lo que, en ningún momento dejó de horrorizar la mente de la bruja, extraía las memorias y las destruía con pericia, dejándola confusa.

—Sólo te estoy dando una alternativa, Deveroix —mencionó con calma—. Te olvidas de él, te dejamos en paz, y ya dejas de ser un fastidio para la logia. Aunque... —Hizo una pequeña pausa, percatándose de las flamas trémulas y amenazantes, las cuales volvió a ignorar centrándose sólo en la figura de la hechicera—. ¿De verdad tienes algo que ver con Agartha? Además, me interesa saber, ¿por qué tienes la marca de Alichino? —Fingió quedarse pensativo, mientras sus labios se curvaban ligeramente—. ¿Sabes lo malo que podría resultar eso? ¿Y lo beneficioso que es para mí?

Observó el fuego ardiendo a su alrededor, sintiendo el calor punzante en su figura pétrea; pero eso no causó mayor malestar en él, sino, el hecho de que aquella insignificante mujer osara en intentar atacarlo o siquiera lastimarlo. Podía huir y dejarla abandonada en su locura, sin embargo, no lo hizo. No había terminado de destruir la poca cordura que ella conservaba; al fin y al cabo, era un demonio, poco le importaba la vida de otros y menos si resultaban ser simples juguetes.

—Eres testaruda, ¿aún sigues oponiéndote a lo inevitable? Pobrecita —se burló, acercándose de nuevo, con los brazos ligeramente extendidos—. Ya tuve suficiente de ti, Deveroix...

Sin darle tiempo siquiera a pensar, se abalanzó sobre ella, valiéndose de su agilidad para escaparse de las llamas que empezaban a extenderse de manera lenta. Se alejó lo suficiente hasta que el aroma de la cera derretida se dispersara entre la arboleda.  Dejó caer el cuerpo de la mujer en el suelo sin ningún cuidado, dedicándose a presionar su cuello con un poco de presión, mientras la miraba con desdén.

—¿Quién te crees? Fíjate... Pensé en dejarte en paz, pero, resulta que alguien estúpido te ha marcado y sin autorización mía —presionó más el cuello de la bruja—. Pasaste a ser parte de nuestra jurisdicción. —Se burló con sorna e inclinó el rostro, acercándolo lo suficiente para poder rozar sus labios—. Vas a obedecerme en todo lo que te pida, a partir de esta noche y no podrás negarte. Soy tu amo y señor, siempre lo fui. —Ordenó, clavando su mirada en la otra, apropiándose de su mente con aquellas palabras funestas y retorcidas, manipulando todos sus recuerdos.



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Mensaje por Juliet E. Deveroix Vie Jun 17, 2016 8:50 pm

She thought she was punishing us, by erasing who we were

Los ojos negros de Juliet siempre habían sido profundamente grandes y expresivos, como espejos de su alma en los que cualquier persona con la suficiente empatía podía leer con claridad, pero hasta esa noche nunca habían estado mas vivos. Las emociones espiritaban con tanta fuerza dentro de ella que podrían leerse con cada contracción de la pupila, en cada grieta y sombra que se formaban dentro de aquellas pequeñas orbes que leían cada mínimo movimiento del vampiro como un insulto. Lo observaba fijo como si deseara grabar a fuego en su retina el rostro de su agresor que tan elocuentemente hablaba mientras la sujetaba por el cuello, forzándola a mantenerse en puntas de pie y peleando por mantenerse respirando mientras el fuego y su calor, hacían insostenibles el aire nocturno. Era una tortura lenta, más incomoda que dolorosa pero que servía para recordarle cual era su posición en aquel lugar y cuan fácil era asesinarla para él aunque ambos supieran que su muerte no seria misericordiosamente rápida. Si algo había aprendido de los vampiros es que, en su concepto de eternidad, se demoraban demasiado. Como si la noche no fuera su cárcel en el gran reloj de arena y sus víctimas no se desgastaran con cada segundo desperdiciado. Eran lentos, incapaces de un asesinato limpio y veloz porque algo en su interior les pedía divertirse con las pocas experiencias que estaban malditos de repetir una y otra vez por todos los siglos venideros

-Debe ser un golpe duro para tu ego que una bruja, sin esforzarse, este causando tanta discordia entre tu preciada logia – su voz sonaba seca y entrecortada, tragar era tan dificil como respirar en aquellos momentos y sentía la garganta arder pero aun así no podía prestarle importancia cuando las emociones embotelladas durante tanto tiempo alimentaban la ira y esta eclipsaba el miedo a la par que la oscuridad de la noche y la magia aun latente en el bosque no hacían mas que incentivar su núcleo mágico el cual se desprendia de su lado mas racional para impulsar las emociones en un peligroso y destructivo ciclo para quien no estaba acostumbrado a aquella sobrecarga de sensaciones y energías –Patetico- continuo, demostrando su rápido descenso hacia el completo olvido de quien era él, porque discutían y quien era ella. La confusión embrigaba sus sentidos pero no lograba desviar las emociones y estas solo tenían un blanco a la cual dirigirse, incluso si ya no recordaba con precisión los motivos de aquel ataque –Haces preguntas a una mente distorsionada ¿Cómo pretendes que te responda?- Juliet no sabía que había olvidado ni en qué sentido estaban desordenando sus cerebro pero podía sentir la ausencia de recuerdos como grandes abismos, como la dirección de sus pensamientos se guiaba fuera de su control y aunque no podía hacer demasiado contra la experticia de 2000 años, todo aquello alimentaban el fuego que consumía su alma en deseos vengativos, se convertían en nuevos recuerdos

-No quise aburrirte, dejándote esto demasiado fácil – Contesto con sorna cuando fue liberada para que el vampiro esquivase la bola de fuego que impacto contra un árbol, prendiendo la corteza que mas tarde consumiría también todo el bosque. Fue apenas una fracción de segundo pero sirvió para que ella retrocediera y recuperara el aire antes de ser azotada por la fuerza del vampiro y arrastrada cientos de metros. El aire volvió a escapar de sus pulmones cuando impacto contra el suelo y por unos segundos el mundo se vio borroso, las fuerzas mermaron y los parpados empezaron a pesarle. Había golpeado la cabeza contra el suelo y su cuello había hecho un movimiento de látigo que la había atontado peligrosamente –Imbécil – susurro –Nunca pensaste en dejarme en paz-forcejo, golpeando su pecho y sacudiéndose, sin conseguir nada mas que aumentara la presión en su cuello –yo no soy de nadie, pensé que Alichino te lo habría dicho– dijo contra sus labios, sintiendo repulsión de la cercanía del hombre y retorciéndose para escapar mientras el otro procuraba que le mirase a los ojos… pero eso era imposible. El golpe en la cabeza la habia debilitado, haciéndola propensa al dominio del vampiro pero, irónicamente, era incapaz de verlo claramente y el efecto se veía reducido con la falta de contacto visual aunque pareciera que la bruja solo podía enfocarse en el rostro masculino –No condenas las alma con el olvido- la frase salió encortada y tan suave que parecía un suspiro caprichoso mas que una declaración de odio. A medida que pasaban los segundos y su conciencia batallaba por mantenerse despierta, desaparecían los recuerdos y su mente se libraba de todas las cadenas, pesos y dolores. Le era difuso recordar a su madre, los saberes que esta le habia enseñado e incluso el porque se sentia nerviosa alrededor de la inquisición. Sus amigos y conocidos se volvieron fantasmas en el fondo de su mente, las voces y los demonios se acallaron por un instante y las emociones, aun descarriadas, empezaron a adormecerse en el vacío

But I think she underestimated how much crap we wanted to forget
- Once Upon a Time



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Mensaje por Malacoda Sáb Ago 20, 2016 9:54 pm

En antaño, ningún mortal tenía la osadía suficiente para enfrentarse a los dictámenes del último gran rey de Nínive. Algo que no cambió en los siglos venideros, pues, él siempre demostró su firmeza y cruel autoridad ante otros. Los que se atrevían a revelarse ante su figura poderosa tenían todas las de perder; les destruía la mente, a tal punto, que no eran capaces de recordar quienes eran. Malacoda después de todo era un demonio, uno al que no le gustaba fallar; aunque eso era algo inevitable y más si se trataba del vil mundo terrenal en donde había sido condenado a habitar hasta los últimos días del cosmos. Por más que se empeñara en demostrar su liderazgo, el destino se encargaba de ponerlo en una situación complicada, haciéndole comprender cuán diminuto era en el universo, algo que detestaba. Estaba pagando con constantes errores su rebeldía ante el Creador de todo lo existente, pero no había arrepentimiento en su alma contaminada por la oscuridad.

Muchos siglos habían transcurrido desde que la marca de la serpiente eterna se revelara en su piel, despertando su esencia, arrancándola de las aguas en donde dormitaban en una inquietante paz. La oscuridad del mundo, y el caos mismo, llamaban a sus soldados a la batalla, convirtiendo el mundo en un disimulado campo de batalla, en el cual no era bienvenido cualquiera; no quien tuviera intenciones de interferir en lo escrito por el hilador del tiempo. Tal parecía que las cartas estaban echadas, pero las masas lo ignoraban.

***

Se había encargado de cumplir con la sentencia dictada para Juliet Deveroix; él, Malacoda, el Tribunal Supremo, no permitiría que ningún mortal se atreviera a echar a perder los planes de Los Custodios. Muy pocos, ajenos a la hermandad de Agartha, eran los que causaban malestar al grupo, y aquella joven bruja estaba incluida en esa minoría escasa, lo que disgustaba a Malacoda. Ella había perturbado la mente de Alichino, causando que éste no quisiera centrarse en sus obligaciones, algo que no era bien visto en la cofradía. También, tuvo la osadía de internarse en los territorios del dormido Ciriatto. Era sin duda un nuevo obstáculo al que se enfrentaba el mayor líder de Los Custodios. Pretendía destruirla, pero poco a poco estaba desistiendo de dicha idea, pues, en mucho tiempo no había lidiado con alguien así, lo que resultaba sumamente interesante.

—¿Quién te creías para desafiarme? Oh, ingenua y mansa palomita, nos has causado tantos dolores de cabeza —dijo con ironía, esbozando una sonrisa ladina, mientras apoyaba el dedo índice sobre los labios de la hechicera—. Aunque te quedaría mejor el apodo de manzana de la discordia. Mira qué cosas, reniegas de nosotros y eres aún peor.

Y en ese momento, la única idea de poder apoderarse de su alma, se cruzó por su mente. Malacoda obtendría una gran ventaja de toda la estupidez de Alichino, sin embargo, no contaba con un detalle: ella ya había sido marcada. Pero eso podía arreglarlo de alguna manera, o al menos eso pensaba.

—Eso es, Deveroix, cae en el abismo de tu olvido. Piérdete y sólo así me pertenecerás —murmuró, sosteniendo su rostro y observando fijamente sus ojos—. ¡Vamos, ríndete!

Pero antes de pronunciar otra palabra más, algo lo golpeó con fuerza, alejándolo de Juliet. El embate lo tomó desprevenido; era algo que no se esperaba. Apenas pudo reaccionar cuando estaba ya en suelo, luego de haber sido precipitado con fuerza contra un árbol.

—Pero qué dia… ¡¿Tú?! —Exclamó disgustado, con los ojos carmesí de la ira—. ¿Cómo te atreves? —Y antes de continuar, al percatarse de que algo no andaba bien, se quedó pasmado, observando a su atacante—. ¿Fue Malebranche quién te ha sacado del estado en el que te dejé? ¡Habla ya!



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Mensaje por Edric della Rovere Sáb Sep 10, 2016 11:45 pm

Un animal enjaulado no se podía comparar con él. En realidad, no había bestia en este mundo que pudiera igualar su ira, su confusión, y por supuesto, sus deseos de destrucción. Había estado durante meses aturdido, con las memorias deshechas, ¡casi destruidas! Y claro que había culpables; los descubrió. Por alguna extraña razón, su memoria no colapsó como se suponía. Quizás eso se debía a lo que era; tal vez su mismo origen era el causante de aquel descubrimiento insólito, luego de semanas, en donde estaba vagando de un lado a otro, hallando respuestas en rostros conocidos. Nunca se había sentido tan humillado, tan enojado consigo mismo.

La historia era larga, a pesar de que el tiempo, cuando ocurrió todo, era bastante corto, a comparación de su existencia como vampiro. No obstante, fue lo suficientemente molesto. Había estado en una situación cercana a lo que se sentía estar en el limbo. ¡Él mismo había sido objeto de su propio juego! Algo completamente indigno para un demonio. Pero para Edric eso fue lo de menos, aunque sintiera su orgullo hecho añicos, había algo más que lo tenía sumamente alterado. Todo este tiempo lo aprovechó Cagnazzo para lograr que Malacoda decidiera, finalmente, destruir a Juliet. ¿Lo conseguiría? No, claro que no. Lo evitaría antes de tiempo; ya bien conocía las mañas de sus compañeros abismales. Ella no tenía que ser ajusticiada por el juez, no había razón para ello. Estaba tan abrumado por las conclusiones que se cruzaban por su cabeza en ese momento.

Decidió seguir los pasos de los demás en silencio, pareciendo que estaba centrado en sus labores, pero no era así. Había dejado a Nápoles sólo para cumplir con su meta: tenía que salvar, como fuera, a Juliet, y convencer a Malacoda de que todo era un error. Una tarea titánica; incluso para él.

Las intenciones de su superior eran evidentes, quería deshacerse de la muchacha. Ese era un método usado por todos Los Custodios, para ser más exactos. Pero Edric se negaba a tal medida; sólo que debía andarse con sumo cuidado esta vez. Se mantuvo distante, o al menos eso les hizo creer. No chistaba, ni siquiera se peleaba con el can; todo marchaba de acuerdo a sus planes. Hasta que una noche logró descubrir todo. Siguió al juez hasta los confines del bosque; los vigiló desde la distancia y cuando tuvo la primera oportunidad en atacar, lo hizo.

Edric se abalanzó sobre Malacoda y lo golpeó con fuerza contra un árbol, dejándolo aturdido. Aquello le daría tiempo suficiente a la hechicera para recuperarse; él había dado justo en el blanco y ya era hora de ajustar cuentas. Las miradas de ambos vampiros se cruzaron. La de Edric estaba tan cargada de ira y de odio, que se notaba roja, como la sangre. La misma que mostró Malacoda segundos después. Le gritó, saliéndose de sus cabales, no pudiendo ocultar la sorpresa de ver a Alichino ahí, justo frente a él.

—Siempre le andas creyendo a ese bastardo todo, ¿no, Malacoda? —pronunció con calma, mientras empuñaba las manos—. No vine aquí a discutir, pero... ¡Les dije mil veces que la dejaran en paz! Ella no tiene nada que ver con Agartha. Ni siquiera tiene puta idea de lo que es. —Gruñó como león hambriento—. Cagnazzo te engañó sólo porque es un cachorro resentido, ¡y ya me tienen harto! ¡Y no! No metas a mi maestro en esto. Al menos no se anda con idioteces como ustedes. Dime, ¿qué pretendías?


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