Caricias infiltradas ( libre)

por **Leonid Dobrev** Mar Jul 07, 2015 10:59 pm

Ser un espía no era un trabajo sencillo ni agradable, mucho menos cuando debías adentrarte en lugares en los que jamás desearías haber entrado. Pero el trabajo era el trabajo. Y, por extraño que pareciera, no había un mejor lugar para sacar información que un burdel. Tenía varias amigas que trabajaban allí, algunas simplemente agradecían una conversación agradable lejos de contener contacto físico alguno. El sentirse una persona era importante para muchos, y alguien como él, más animal que persona, lo comprendía bien. Durante su niñez no quiso aceptar aquella parte horrible y humana que tenía en su interior, pues los humanos le habían enseñado el dolor y la vergüenza. Pero después aceptó que cada una de sus esencias poseía algo de honradez, solo debía trabajar duro para recordar no desestabilizar la balanza.

Aquella noche había acudido al burdel con la mera intención de entregar unos muebles hechos a mano. Para todos, él era un mero artesano, capaz de construir cualquier cosa siempre y cuando contase como base la madera. Había aprendido cómo hacer sillas, copas, cubiertos, puertas, y muchas otras cursilerías más destinadas a la decoración que al uso práctico de las mismas. Pero eso no le interesaba, sólo pensaba dejar los muebles en el lugar que le indicasen y se marcharía. No tenía nada más interesante que hacer, al menos no por aquella vez. Así que cargó entre sus fuertes brazos los muebles como si no pesasen nada, atrayendo la mirada de las mujeres, mientras colocaba todo lo que habían solicitado ante sus ojos, sin mostrar el más mínimo signo de debilidad.

por **Casandra Uffyzi** Miér Jul 15, 2015 12:04 pm

Era de noche y estaba en casa, aburrida y ya ni molestar a mis sirvientas me divertía, por lo que decidí tomar la decisión que llevaba días rondándome por la cabeza, era hora de volver al trabajo, pues parecía una vieja amargada en casa, en los salones o en las fiestas, necesitaba trabajar, y no lo hacia por necesidad sino por placer, y nunca mejor dicho.

Tome mi abrigo, avise a mi ama de llaves y le dije que no me esperase despierta, pues la hora de llegada no sabía cual era. Era media noche las campanas lo anunciaban, mientras caminaba por las calles solitarias de la ciudad.

Llegué a mi destino, el burdel, sabía que allí era el único sitio donde podía trabajar y sentirme bien. Si tenía que reconocerlo, el trabajar de prostituta me gustaba, pues estaba orgullosa de mi cuerpo, y utilizarlo como forma de ganar dinero aun más.

Entre, mire y analicé el lugar, todos los rincones. "bienvenida a casita Andra", me dije a mi misma; mi cuerpo fue consciente del lugar dónde estábamos, y desde mis adentro me recorrió una calor interno, si estaba deseosa de probar algo esa noche.

De lejos divisé a un joven apuesto, cargado de mueble, y de manera sensual caminé hacia el, mientras tenía mi cita con el dueño del burdel.

-Que te parece si te invito a una copa y te doy calor y mucho juego, y tranquilo aun no soy trabajadora del burdel por lo que sera gratis, y te aseguro que te va a gustar, porque estoy ardiente por dentro-

Le dije,sin tapujos y sin rodeos, mientras jugaba con el mechón de mi pelo y mordía mi labio inferior.

por **Leonid Dobrev** Miér Ago 12, 2015 6:54 am

Sus ojos azules fueron hacia la mujer que le había hablado, quedándose en sus orbes oscuros, como si estuviese analizando el motivo de su acercamiento. Él era un hombre que siempre se dejaba llevar por sus instintos, al fin y al cabo era un cambiaformas, lo cual era normal. Pero no estaba acostumbrado a que los demás que le rodeaban se dejasen llevar por sus instintos.

- Buenas noches.- Respondió apartando la mirada de ella, concentrándose de nuevo en sus muebles. Dedicándose a ordenarlos como si ello fuese más interesante que contestar a la mujer, aunque todo su cuerpo era consciente de la presencia de ella, desde su olor, al mismo calor que emanaba de ella debido a su cercanía. Su animal estaba analizándola, como si no quisiera descartar su presencia tan pronto.

- No he venido a buscar placer, estoy trabajando.- Su voz ronca se escuchaba perfectamente, a pesar del ruido y el eco de otras voces o risas que dominaban el lugar. Su acento extranjero destaca aún más al hablar en un perfecto francés, no era un secreto que él no había nacido en Francia. Si algo había aprendido al ser un espía, era que se prefería contar el mayor grado de verdad para que su cuartada fuera creíble. Sin contar que su ego le impedía el considerarse francés, cuando estaba orgulloso de sus orígenes alemanes, prefería cortarse la lengua antes que considerarse, si quiera al fingir su papel, que era uno de esos delicados hombres parisinos.

Rió por sus pensamientos, llenando el espacio que separaban a la licántropa de él con el eco amortiguado de sus carcajadas. Una risa cadenciosa y sutil, tan moderada, que podía pasar más por una caricia que por una expresión de felicidad.

- Mejor busca otro hombre, yo nada sé más que de muebles y madera. - Mintió de forma descarada, antes de tomar una cómoda entre sus manos y levantarla en el aire para así poder cargarla hasta una de las habitaciones en las que le habían dicho que la dejara. Dejando atrás a la desconocida.

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