AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
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Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
Je ne sais pas si la douleur et l'amour sont nés ensemble ou d'apprendre dans la façon des larmes.
-Sabrina De la Vega-
-Sabrina De la Vega-
La noche había llegado y con ello el paso de las bestias del infierno hacían su aparición, toda la mañana había pasado metida en su ataúd bajo la cama de aquel pequeño hogar por la zona costera, vivía sola gracias a que su madre adoptiva le había dejado esa propiedad a ella como “herencia”. Se las ha arreglado sola para mantener ese hogar, aun cuando su cuerpo la muestra como una niña pequeña que no pueda valerse sus habilidades para que mujeres paguen sus cuentas y caprichos la ha llevado lejos.
Aquel vestidito blanco para ella que era un ser oscuro quedaba perfecto, tomo sus zapatitos de igual color con las mediecitas con arandeles de tul, toda una muñeca, sus cabellos los cepilla lentamente haciéndose dos cachitos, más inocente e infantil no puede verse, quizás lo hace para atraer a su futuro alimento, toma aquella mochilita cual bolso para acompañarse entre las frías noches de Paris.
Por las calles va caminando, seduciendo, riéndose como cualquier otra jovencita de su edad, al parecer, hasta que una señora se le acerca al ver ese rostro tan perfecto como muñeca de porcelana, enseguida cae la mujer por aquella “seducción” que la embruja completamente mientras que aquel pequeño demonio rie llevándosela lejos de las calles hasta la plaza donde con un solo bocado acaba con la vida de la mujer dejándola tirada entre los arbustos con una herida en el pecho de la mujer junto a una muñeca abierta que no para de sangrar, con ello planta sospechas de un asesino o de un robo fallido porque se ha llevado el dinero y joyas de la mujer que guarda en su pequeño bolso cruzado donde una muñeca con el rostro roto está oculta.
Con apenas una mancha de sangre en su vestido sin que ella se percate va jugando cambiando sus cabellos mientras tararea una canción infantil que en su boca más parece una de terror, solo le acompaña la mirada de los niños que juegan a la rayuela y que la observan con miedo por aquel rostro macabro que muestra, quizás por ello aquella jovencita anda sola por las calles sin compañía ni amigos y menos sin alguien que le muestre le verdadero sentido de ser lo que es.
Última edición por Sabrina De la Vega el Mar Sep 15, 2015 5:14 pm, editado 1 vez
Sabrina De la Vega- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/03/2014
Re: Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
Me encontraba en algo así como un grado de desesperación total. Llevaba el suficiente tiempo en aquella ciudad como para haber formalizado relaciones, haberme inmiscuido dentro de los vampiros que caminaban por allí. Y ni tan siquiera tenía un humano con el que agotar el tiempo, con el que conversar o experimentar a partes iguales.
Salí a dar un paseo. Estar encerrada terminaría con mi cordura y lo poco humano que quedaba en mi. En la calle había bastante gente aún siendo la hora que era. Hacía una noche templada y parecía que habían aprovechado la temperatura para unirse al abrigo de las sombras.
Caminaba un poco observándolo todo, sin ningún tipo de interés más allá. Si terminaba decidiendo alimentarme lo haría más tarde. Pero algo llamó mi atención... una joven, aunque en tiempos antiguos ya sería una mujer, ahora no era más que una niña. Caminaba alegre, con su vestido blanco, reluciente. Llamaba la atención de los presentes con sus andares alegres y su ropa llamativa.
Miré más allá de la carne y los huesos. Más allá de las apariencias. Mire su alma. Y en ella vi la muerte, era la parca vestida de ángel, una broma macabra que el destino brindaba a la raza humana, un foco de luz al que acercarse para ser devorado sin consideración alguna.
Seguí sus pasos, la vi acechar, observar, elegir su presa y engatusarla. Tomarla y, en lugar apartado, acabar con su vida. Sentí cierta excitación, cierto morbo al ver a otro depredador llevar a cabo su obra. Contaban que algo así era como cazaban los leones en la sabana de África.
Esperé a que culminara su trabajo, le di un poco de intimidad. Me mantuve apartada hasta que la vi salir. Observé una última vez antes de aparecer en escena. Siendo consciente de que su plan había sufrido un contratiempo.
- Perdona que te interrumpa pequeña - comencé diciendo a modo de saludo y sabiendo que era necesario que la advirtiera - Creo que su oficio ha sido mancillado por una prueba demasiado evidente - terminé diciendo mientras señalaba la mancha de sangre en su ropa.
Salí a dar un paseo. Estar encerrada terminaría con mi cordura y lo poco humano que quedaba en mi. En la calle había bastante gente aún siendo la hora que era. Hacía una noche templada y parecía que habían aprovechado la temperatura para unirse al abrigo de las sombras.
Caminaba un poco observándolo todo, sin ningún tipo de interés más allá. Si terminaba decidiendo alimentarme lo haría más tarde. Pero algo llamó mi atención... una joven, aunque en tiempos antiguos ya sería una mujer, ahora no era más que una niña. Caminaba alegre, con su vestido blanco, reluciente. Llamaba la atención de los presentes con sus andares alegres y su ropa llamativa.
Miré más allá de la carne y los huesos. Más allá de las apariencias. Mire su alma. Y en ella vi la muerte, era la parca vestida de ángel, una broma macabra que el destino brindaba a la raza humana, un foco de luz al que acercarse para ser devorado sin consideración alguna.
Seguí sus pasos, la vi acechar, observar, elegir su presa y engatusarla. Tomarla y, en lugar apartado, acabar con su vida. Sentí cierta excitación, cierto morbo al ver a otro depredador llevar a cabo su obra. Contaban que algo así era como cazaban los leones en la sabana de África.
Esperé a que culminara su trabajo, le di un poco de intimidad. Me mantuve apartada hasta que la vi salir. Observé una última vez antes de aparecer en escena. Siendo consciente de que su plan había sufrido un contratiempo.
- Perdona que te interrumpa pequeña - comencé diciendo a modo de saludo y sabiendo que era necesario que la advirtiera - Creo que su oficio ha sido mancillado por una prueba demasiado evidente - terminé diciendo mientras señalaba la mancha de sangre en su ropa.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
No hay Victoria entre la razón y la emoción.
-Sabrina De la Vega-
-Sabrina De la Vega-
Fría noche de asesinos donde el aroma a muerte pútrida inunda la ciudad, cadáveres andantes que vagan sin rumbo por entre las calles junto a sus asesinos, algunos de ellos sonríen, otros cantan y al final todo se entregan a un solo placer el de sentir el dolor más agudo que sus almas pueda soportar. Triste vida pendenciera que llevan los simples mortales, ruegan y se arrodillan a los cielos pidiendo ayuda a un dios, uno que les envíe a aquel ser que les dará la ansiada libertad a sus almas, claro que esa libertad está en las entrañas del infierno.
Los vuelos del vestido se elevan al contacto de la fría brisa parisina, las pequeñas risitas, que la atrapan, la llevan a perderse en otra visión donde los protagonistas de su historia de terror son aquellos niños que se van alejando de ella; ojos entrecerrados acechando a las futuras víctimas más el eco apagado de una voz que retumba como trueno en el cielo la despierta de su visión onírica dirigida a la ciencia.
Regresa a ver aquel ser que le ha arrebatado su mayor diversión, ladea la cabeza de lado a lado junto a una sonrisa que se va transformando lentamente en una mueca, su rostro se deforma para tomar una nueva actitud frente a lo desconocido. Porte frío y elegante junto a una reverencia perfecta que realiza, como si fuera una joven noble de antaño, pero no lo es. Sus jóvenes y pequeños labios se abren apenas en un susurro alado –Que prueba– pregunta sin el tono a cuestionamiento –acaso me ha visto pequeña hada cantarina– da un paso acercándose a la dama –De ser realidad ello, pido vuestra discreción, no es bueno que a los nuestros se les rebele el secreto– termina con la cabeza ladeada a un lado.
La mira con un deje de desconcierto pero a la vez de satisfacción –Usted mejor que nadie debe saberlo, no es así, bello ángel del demonio enviado por mi padre– la sonrisa de muerte se muestra en rostro con los colmillos enfilados listos para atacar a quien sea.
Aquel es el rostro de una joven que no tuvo maestro, que no tuvo familia y que nunca lo necesitó. Una joven que marca su vida en la locura de la ciencia y de lo bizarro.
Sabrina De la Vega- Vampiro Clase Media
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Re: Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
Aquella joven o más bien niña, desprendía un aura ligeramente anormal. No era que no hubiera visto antes el aura de un vampiro, era algo diferente. Un matiz, el modo que tenía de moverse, de mirar, incluso de sonreír. Quizás si tornaba su rostro a uno más inocente podría pasar por alguien normal. Pero a mis ojos no veía más que una pequeña diabla cargada de maldad y malos pensamientos.
Su sonrisa... por un momento estuve a punto de sentir un escalofrío. Una sonrisa que un humano no habría podido soportar, no sin salir corriendo despavorido. No había vida tras esos ojos, ni tampoco sentimientos. Sólo había odio, odio y maldad. Sangre y muerte.
Una reverencia... un símbolo más de cortesía que distaba de ser necesario. En la época que corría, todo eran formalismos, educación y falsas apariencias. ¿Porqué un chacal debía mostrarse como un vigoroso león cuando sólo era un chacal?. Respondí con la misma elegancia y educación a su gesto, sintiendo que la falsedad se había apoderado de nuevo de las calles.
- Gustosamente os diré que portáis en vuestro blanco impoluto, una prueba que puede suscitar las miradas de algún que otro caminante - la señalé con el dedo la mancha que gobernaba su ropa - Esa mancha delata vuestros actos y puede llegar a condenaros por ellos - había algo de gracioso en eso de intentar parecer solemne.
Había algo en su voz que me recordaba a mi, ¿Pero qué?. Musité en mis pensamientos durante unos instantes para, finalmente, caer en la cuenta de que tenía los mismos dejes que yo al hablar, que su acento se parecía bastante al mío. Quizás también proviniera de mis tierras. Cambié mi francés apenas entendible por un castellano cerrado, digno de la casta de la corona de Aragón.
- Mis labios no darán muestra de ello, mas vuestra ropa si - me retiré la capa que cubría mi vestido y se la ofrecí - Tapar la prueba de vuestro delito con esta tela y marchad a cambiar vuestro atuendo - la ofrecí de buen grado y como símbolo de paz.
Aunque inmortal, no parecía que hubiera sido educada en lo que su nueva condición implicaba. Tampoco parecía que su edad fuera avanzada pues sus actos eran más bien precipitados y con bastantes trazas de falta de cuidado. En el fondo no dejaba de ser una niña caminando por sendero que no conoce.
- El primer paso para que nadie te delate, es no hacerlo tú misma - la respondí intentando darla un consejo - No te preocupes por mi, mis labios no hablaran más de lo que lo están haciendo en este momento - luego intenté entrar un poco más en su vida, saber un poco más de ella, ver que se podía hacer para que no acabara como polvo que el viento se lleva una noche cualquiera - ¿Quién te ha traído hasta o quien?¿Quién, o qué?
Su sonrisa... por un momento estuve a punto de sentir un escalofrío. Una sonrisa que un humano no habría podido soportar, no sin salir corriendo despavorido. No había vida tras esos ojos, ni tampoco sentimientos. Sólo había odio, odio y maldad. Sangre y muerte.
Una reverencia... un símbolo más de cortesía que distaba de ser necesario. En la época que corría, todo eran formalismos, educación y falsas apariencias. ¿Porqué un chacal debía mostrarse como un vigoroso león cuando sólo era un chacal?. Respondí con la misma elegancia y educación a su gesto, sintiendo que la falsedad se había apoderado de nuevo de las calles.
- Gustosamente os diré que portáis en vuestro blanco impoluto, una prueba que puede suscitar las miradas de algún que otro caminante - la señalé con el dedo la mancha que gobernaba su ropa - Esa mancha delata vuestros actos y puede llegar a condenaros por ellos - había algo de gracioso en eso de intentar parecer solemne.
Había algo en su voz que me recordaba a mi, ¿Pero qué?. Musité en mis pensamientos durante unos instantes para, finalmente, caer en la cuenta de que tenía los mismos dejes que yo al hablar, que su acento se parecía bastante al mío. Quizás también proviniera de mis tierras. Cambié mi francés apenas entendible por un castellano cerrado, digno de la casta de la corona de Aragón.
- Mis labios no darán muestra de ello, mas vuestra ropa si - me retiré la capa que cubría mi vestido y se la ofrecí - Tapar la prueba de vuestro delito con esta tela y marchad a cambiar vuestro atuendo - la ofrecí de buen grado y como símbolo de paz.
Aunque inmortal, no parecía que hubiera sido educada en lo que su nueva condición implicaba. Tampoco parecía que su edad fuera avanzada pues sus actos eran más bien precipitados y con bastantes trazas de falta de cuidado. En el fondo no dejaba de ser una niña caminando por sendero que no conoce.
- El primer paso para que nadie te delate, es no hacerlo tú misma - la respondí intentando darla un consejo - No te preocupes por mi, mis labios no hablaran más de lo que lo están haciendo en este momento - luego intenté entrar un poco más en su vida, saber un poco más de ella, ver que se podía hacer para que no acabara como polvo que el viento se lleva una noche cualquiera - ¿Quién te ha traído hasta o quien?¿Quién, o qué?
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
Una mente perturbada crea un apetito voraz.
-Sabrina De la Vega-
-Sabrina De la Vega-
Vientos que esparcen notas de todo sentido por las empedradas calles parisinas; risas que llevan cantos de enunciados momentos; corazones que se albergan de emociones casi efímeras e inexistentes, tras todo ese fondo con matices en tonos claros aparece la sombra densa cual neblina para cubrir y borrar esos sentimientos transformándolos en desesperación y dolor, un dolor que le produce en su interior retorcido un placer desconocido por la mente humana y no humana.
Las hebras doradas de aquel cabello se elevan gracias a la gélida brisa que cruza en aquel momento; sus ojos muestra la mirada oculta entrecerrándose apenas dejando así que sus labios emitan la sonrisa del mal. Sus pequeños pasos son cortos y precisos acercándose a la mujer que se presente a ella con palabras tan sutiles, se acerca tanto que su rostro queda frente al cuerpo curvilíneo de la dama en cuestión.
El índice de la diestra lo lleva hasta uno de sus colmillos elevando la vista a los cielos, realmente lo hace para admirar aquel rostro que se presentaba ante ella, una sonrisa esboza justo cuando el índice es mordido dejando que un hilo de sangre corra por la fina y blanquecina piel. Se coloca en puntillas dejando un beso en la mejilla de la mujer, sus labios se abren lentamente –Gracias– murmura tétricamente –Pero, quizás quise que una mancha quedará en el vestido para atraer más moscas, la curiosidad humana es lo que les hace caer, si quieres a alguien de ellos para tu cena que mejor que atraparlos así, seducirlos y envolverlos lentamente hasta que no sepan que les ocurrió– relame sus labios sin borrar la sonrisa.
Su actitud cambia por una más tranquila dando unos pasos atrás al ver como aquella capa se queda sobre ella cubriendo su pequeño e infantil vestimenta, sus ojos se abren más y por años que han transcurrido siente que podría sonrojarse en aquel momento, pero nada, no ocurre ello y se frustra por tal razón. Se abalanza contra la mujer tomándole del brazo sonriéndole –Y usted será mi bello ángel endemoniado de la muerte, la madre marchita que el tiempo se llevó y que los infiernos me la devolvió– cual cuestionamiento deja pero es más como aserveración.
Sus ojos claro traslucen con una mirada oscura y siniestra, como alguien que oculta un verdadero interés; queda sujeta con sus fieras garras al brazo sin vida de la mujer restregándose contra la fría piel –¿Quién me trajo? No es obvio, fue usted, acaso no lo recuerda– una sonrisa brilla, una sonrisa de maldad pura, locura y sadismo.
Bajo aquel rostro angelical no se puede nada confiar.
Sabrina De la Vega- Vampiro Clase Media
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Re: Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
Aquella joven es más atrayente de lo que en un principio podía llegarse a pensar. Sus movimientos, su desparpajo, su sonrisa ajena a todo lo que se mueve a su alrededor... Entorno la mirada intentando vislumbrar en la oscuridad de sus ojos, la oscuridad de su alma. En 300 años que tengo, he visto maldad. Una maldad inconmensurable e incontrolada... pero la maldad detrás de los ojos de una niña podían hacer que se te helara el alma hasta caer hecha pedazos, añicos...
Camina hacia mi y no me muevo. El aire también nos acompaña permaneciendo calmado, inexistente. La noche nos envuelve como una madre envuelve a sus hijos, intentando que no tengan frio. La muerte se acopla entre nosotras hasta que el cuerpo de la pequeña la evita pegándose al mio. La observo, bajando la mirada y su sonrisa no deja de fluir en sus labios. Mueve los dedos, se muerde, la sangre brota y no puedo evitar seguir el camino que esta va marcando sobre su piel pálida. Entreabro mis labios sintiendo la necesidad de una sangre ajena y que, aunque muerta, no deja de ser sangre.
Noto su beso, un beso que podría de muerte, de perdición y locura. Un gracias dejado llevar por el viento que suena roto, tétrico, como esbozado por el mismísimo demonio. Una explicación del porque de su actos, de la consciencia propia de los mismos, de la reacción que intentaba provocar. Pero su mente es joven y descuidada, ve sólo lo que quiere ver y no más allá de ello. No, no ve lo que aquellos que buscan acabar con nosotros pueden encontrar en ese simple gesto.
- Si esa era vuestra pretensión no deberíais haber dejado una mancha tan clara de no ser propia - la mancha caía sobre su ropa como una gota que se esparcía al golpear contra algo sólido. Se notaba que le había caído y que no era suya - Las moscas de las que habláis, sólo vendrían a vos en caso de que parecierais herida, desvalida y seguramente buscando algo que sacar de vuestra inocencia después de prestaros una mano - dije a modo de explicación - Así sólo atraeréis a aquellos que saben como la sangre se derrama. Aquellos que os privarán del aliento.
El gesto de la capa parece que le agrada hasta el punto que busca el contacto conmigo tomándome del brazo. No es un contacto gustoso, o al menos no lo sería de manos de cualquiera. Pero aquella niña había despertado algo en mi que me gustaba, que me recordaba cuando las doncellas novicias llegaban a la corte perdidas y desorientadas, buscando una mano que las tomara y las guiara en sus primeros pasos. ¿Sería también esto el mismo proceso?
- No soy un ángel pues la muerte nos marcó el día que decidió revivirme después de haber acariciado sus labios. Tampoco una madre, pues mientras estaba en vida no tuve la suerte o la desgracia de traer nuevas vidas a este mundo - luego le aparté un poco el pelo del rostro mientras la miraba a sus ojos adolescentes - Pero seré tu ángel o esa madre marchita que dices haber perdido mientras lo necesites - la ofrecí de buen grado. Seguramente aquella unión me produjera más beneficios a mi que a ella, era algo que no podía desaprovechar.
Su siguiente frase me descoloca un poco pues no se que se esconde tras aquellas palabras que carecen de razón y sentido para mi. Aquella niña perdida parecía haber perdido el rumbo en algún punto de su pasado ¿Qué sería aquello que había mancillado su pobre y pequeño cerebro?¿Quizás aquella persona que decidió convertirla también la sometió de tal modo que llegó a hacer que perdiera un poco la razón y la cordura?
- ¿Yo, decís? de haber sido mis labios lo que hubieran sellado vuestro renacimiento, me hubiera encargado de que vuestra inmortalidad hubiera sido de otro modo - le contesté - ¿Quién fue el que gozó de vuestra vida hasta llevaros a la muerte?
Camina hacia mi y no me muevo. El aire también nos acompaña permaneciendo calmado, inexistente. La noche nos envuelve como una madre envuelve a sus hijos, intentando que no tengan frio. La muerte se acopla entre nosotras hasta que el cuerpo de la pequeña la evita pegándose al mio. La observo, bajando la mirada y su sonrisa no deja de fluir en sus labios. Mueve los dedos, se muerde, la sangre brota y no puedo evitar seguir el camino que esta va marcando sobre su piel pálida. Entreabro mis labios sintiendo la necesidad de una sangre ajena y que, aunque muerta, no deja de ser sangre.
Noto su beso, un beso que podría de muerte, de perdición y locura. Un gracias dejado llevar por el viento que suena roto, tétrico, como esbozado por el mismísimo demonio. Una explicación del porque de su actos, de la consciencia propia de los mismos, de la reacción que intentaba provocar. Pero su mente es joven y descuidada, ve sólo lo que quiere ver y no más allá de ello. No, no ve lo que aquellos que buscan acabar con nosotros pueden encontrar en ese simple gesto.
- Si esa era vuestra pretensión no deberíais haber dejado una mancha tan clara de no ser propia - la mancha caía sobre su ropa como una gota que se esparcía al golpear contra algo sólido. Se notaba que le había caído y que no era suya - Las moscas de las que habláis, sólo vendrían a vos en caso de que parecierais herida, desvalida y seguramente buscando algo que sacar de vuestra inocencia después de prestaros una mano - dije a modo de explicación - Así sólo atraeréis a aquellos que saben como la sangre se derrama. Aquellos que os privarán del aliento.
El gesto de la capa parece que le agrada hasta el punto que busca el contacto conmigo tomándome del brazo. No es un contacto gustoso, o al menos no lo sería de manos de cualquiera. Pero aquella niña había despertado algo en mi que me gustaba, que me recordaba cuando las doncellas novicias llegaban a la corte perdidas y desorientadas, buscando una mano que las tomara y las guiara en sus primeros pasos. ¿Sería también esto el mismo proceso?
- No soy un ángel pues la muerte nos marcó el día que decidió revivirme después de haber acariciado sus labios. Tampoco una madre, pues mientras estaba en vida no tuve la suerte o la desgracia de traer nuevas vidas a este mundo - luego le aparté un poco el pelo del rostro mientras la miraba a sus ojos adolescentes - Pero seré tu ángel o esa madre marchita que dices haber perdido mientras lo necesites - la ofrecí de buen grado. Seguramente aquella unión me produjera más beneficios a mi que a ella, era algo que no podía desaprovechar.
Su siguiente frase me descoloca un poco pues no se que se esconde tras aquellas palabras que carecen de razón y sentido para mi. Aquella niña perdida parecía haber perdido el rumbo en algún punto de su pasado ¿Qué sería aquello que había mancillado su pobre y pequeño cerebro?¿Quizás aquella persona que decidió convertirla también la sometió de tal modo que llegó a hacer que perdiera un poco la razón y la cordura?
- ¿Yo, decís? de haber sido mis labios lo que hubieran sellado vuestro renacimiento, me hubiera encargado de que vuestra inmortalidad hubiera sido de otro modo - le contesté - ¿Quién fue el que gozó de vuestra vida hasta llevaros a la muerte?
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
Palabras distantes que se mezclan con las brisas transportando emociones erradas en rumbos discordantes que alborotan la mente, una que en ratos estaba cuerda y en otros toda posibilidad desaparecía para dar paso a la confusión ¿realidad o irrealidad?. Dos criterios que se mezclan como las hojas de los vistosos árboles que no dejan de silbar en aquella noche.
Sus ojos se abren al compás de aquella sonrisa que no se borra en ningún momento, una muestra de un afecto perdido que termina solo en lo que es, una mancha de tiempo perdido. Recoge un mechón de cabello llevando tras su oreja acercándose con cautela, como un felino en plena cacería de algún recuerdo que llevar a casa, tras un pequeño ratón que no era del todo pequeño. Se acercó mirando directo a los ojos de la mujer con el índice de la diestra sobre sus labios y con el de la zurda sobre los labios ajenos, la marca del silencio que siempre la acompañaba.
Dibuja con aquel impetuoso dedo los labios marcados de la mujer con sorna risa que parece una burla pero es la más sincera que presenta junto a un guiño en prueba de confianza –¿Acaso te olvidaste de mi madre mia?– recorre con sus dedos el cuello de la mujer mostrando una mueca, un deje de fingida tristeza–Rompes mi pequeño y delicado corazón, claro si tuviera uno, pero lo tendré, quizás mañana– ríe tirando sus manos alrededor del cuello de aquella mujer.
Rodea en un abrazo extraño junto aquellos ojos que se entrecierran en el recuerdo de un pasado no muy claro, no muy lejano –Si solo es cuestión de que tus labios sellen el pacto de la fría y oscura soledad intermitente podemos arreglarlo– de puntillas queda justo para posar sus labios sobre los de la mujer, un beso frío y manchado con la sangre propia, un beso en donde toma la iniciativa de la locura.
Segundos fue lo que duro aquel beso hasta que se separó sonriendo acariciando una hebra de aquella maraña oscura y la propia dorada, observando la diferencia entre ellas, una diferencia física que le hace sonreír de manera macabra –Quizás busco a esos seres que andan tras nosotros, son más divertidos con sus blasfemias y sus conjuros o extrañas palabras, de castigo que no entiendo ¿Por qué no pueden ser tan malvados conmigo? ¿Por qué no me pueden mostrar cómo es? Ni tu madre puedes, te has olvidado de mi y me has dejado por andar con otra hija verdad– se separa completamente de la mujer dando unos pasos como si se alejara de ella pero solo observa su alrededor con aquella mirada de desquicio.
–No importa si buscas otra hija, al final volveré a ti porque seré mejor. No es verdad, No, porque aún no soy perfecta, aun no te he demostrado que puedo por mi cuenta, aun quiero y necesito de ti, pero dame tiempo aunque creo que nuestro destino es separarnos ya que dependeré mejor sola, si no necesito a nadie porque nadie puede enseñarme ello, porque nadie lo entiende.–
Chasquea con la lengua cuando se lleva el pulgar diestro a los colmillos mordisqueándolo y tomando su propia sangre.
Sus ojos se abren al compás de aquella sonrisa que no se borra en ningún momento, una muestra de un afecto perdido que termina solo en lo que es, una mancha de tiempo perdido. Recoge un mechón de cabello llevando tras su oreja acercándose con cautela, como un felino en plena cacería de algún recuerdo que llevar a casa, tras un pequeño ratón que no era del todo pequeño. Se acercó mirando directo a los ojos de la mujer con el índice de la diestra sobre sus labios y con el de la zurda sobre los labios ajenos, la marca del silencio que siempre la acompañaba.
Dibuja con aquel impetuoso dedo los labios marcados de la mujer con sorna risa que parece una burla pero es la más sincera que presenta junto a un guiño en prueba de confianza –¿Acaso te olvidaste de mi madre mia?– recorre con sus dedos el cuello de la mujer mostrando una mueca, un deje de fingida tristeza–Rompes mi pequeño y delicado corazón, claro si tuviera uno, pero lo tendré, quizás mañana– ríe tirando sus manos alrededor del cuello de aquella mujer.
Rodea en un abrazo extraño junto aquellos ojos que se entrecierran en el recuerdo de un pasado no muy claro, no muy lejano –Si solo es cuestión de que tus labios sellen el pacto de la fría y oscura soledad intermitente podemos arreglarlo– de puntillas queda justo para posar sus labios sobre los de la mujer, un beso frío y manchado con la sangre propia, un beso en donde toma la iniciativa de la locura.
Segundos fue lo que duro aquel beso hasta que se separó sonriendo acariciando una hebra de aquella maraña oscura y la propia dorada, observando la diferencia entre ellas, una diferencia física que le hace sonreír de manera macabra –Quizás busco a esos seres que andan tras nosotros, son más divertidos con sus blasfemias y sus conjuros o extrañas palabras, de castigo que no entiendo ¿Por qué no pueden ser tan malvados conmigo? ¿Por qué no me pueden mostrar cómo es? Ni tu madre puedes, te has olvidado de mi y me has dejado por andar con otra hija verdad– se separa completamente de la mujer dando unos pasos como si se alejara de ella pero solo observa su alrededor con aquella mirada de desquicio.
–No importa si buscas otra hija, al final volveré a ti porque seré mejor. No es verdad, No, porque aún no soy perfecta, aun no te he demostrado que puedo por mi cuenta, aun quiero y necesito de ti, pero dame tiempo aunque creo que nuestro destino es separarnos ya que dependeré mejor sola, si no necesito a nadie porque nadie puede enseñarme ello, porque nadie lo entiende.–
Chasquea con la lengua cuando se lleva el pulgar diestro a los colmillos mordisqueándolo y tomando su propia sangre.
Sabrina De la Vega- Vampiro Clase Media
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Re: Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
La sonrisa de aquella niña podía hacer que me estremeciera. Era una sonrisa fría, calculadora, sin un ápice de humanidad ni rastro de aquello de lo que antes estaba vivo de un modo u otro. La miraba, intentando vislumbrar que ocultaba más allá de esos ojos que no se apartaban de mi ni un segundo. Intentaba indagar en su mente, buscando la cordura que parecía haber perdido a causa del desgaste del tiempo o quizás de haber sido transformada a tan temprana edad ¿Quién eres? me preguntaba a mi misma intentando ver si, en algún momento de mi existencia, la había visto y por eso ella parecía recordarme. No hayé respuesta a esa pregunta y luché por evadir pensamientos autoimpuestos a causa de la certeza y convicción de sus palabras.
- Si yo hubiera sido tu madre no me hubiera olvidado de ti, puedo asegurartelo - la dije en respuesta a su tristeza por un recuerdo que no era mio, por un rostro que no me pertenecía - Nadie, en 300 años, ha sido creada por mi. Nadie entre las que estas incluida - su locura era tal que esas palabras podrían hacerla daño. Pero quizás, el mejor revulsivo contra la locura, es un golpe de realidad.
Recibo su beso sin inmutarme, sin moverme. Es un beso que sabe a muerte, a inocencia. Un beso marcado por la locura, carente de sentimiento e intención más allá del acto vacuo y vacio. También a sabiendas de que ese beso no sellaría más que nuestros labios en un tiempo corto e determinado.
Camina hacia atrás y habla de los que nos persiguen. Habla de ellos con la arrogancia y el desconocimiento del que no ha sentido el dolor realmente clavándosele en el alma. De aquel que no ha sentido como atacan y como matan aquellos que te odian simplemente por el hecho de ser diferentes.
- Lo serán, te apresarán, te torturaran, te harán mucho más daño del que has podido sentir nunca. Te sacarán todo aquello que quieran y finalmente acabarán con tu existencia - le expliqué por si no era consciente de lo que realmente estaba diciendo - ¿Es eso lo que quieres?¿Morir a sus manos? Para eso es mejor que acabes con tu vida aquí y ahora, sufriras menos pequeña.
Luego su reflexión no hace otra cosa que descolocarme aún más si cabe, dejándome en una situación de incompresión que lejos dista de ser normal. Era una desorientación maximizada.
- ¿Ya quieres marcharte acabando de llegar? - le pregunto algo consternada por todo lo dicho - Si es tu deseo, no te lo negaré. Pero no me gustaría que te fueras, no esta noche, no sin saber bien de tí - la curiosidad me podía aunque sabía que podía tener problemas debido a su falta de tacto - ¿Qué es aquello que quieres aprender.
- Si yo hubiera sido tu madre no me hubiera olvidado de ti, puedo asegurartelo - la dije en respuesta a su tristeza por un recuerdo que no era mio, por un rostro que no me pertenecía - Nadie, en 300 años, ha sido creada por mi. Nadie entre las que estas incluida - su locura era tal que esas palabras podrían hacerla daño. Pero quizás, el mejor revulsivo contra la locura, es un golpe de realidad.
Recibo su beso sin inmutarme, sin moverme. Es un beso que sabe a muerte, a inocencia. Un beso marcado por la locura, carente de sentimiento e intención más allá del acto vacuo y vacio. También a sabiendas de que ese beso no sellaría más que nuestros labios en un tiempo corto e determinado.
Camina hacia atrás y habla de los que nos persiguen. Habla de ellos con la arrogancia y el desconocimiento del que no ha sentido el dolor realmente clavándosele en el alma. De aquel que no ha sentido como atacan y como matan aquellos que te odian simplemente por el hecho de ser diferentes.
- Lo serán, te apresarán, te torturaran, te harán mucho más daño del que has podido sentir nunca. Te sacarán todo aquello que quieran y finalmente acabarán con tu existencia - le expliqué por si no era consciente de lo que realmente estaba diciendo - ¿Es eso lo que quieres?¿Morir a sus manos? Para eso es mejor que acabes con tu vida aquí y ahora, sufriras menos pequeña.
Luego su reflexión no hace otra cosa que descolocarme aún más si cabe, dejándome en una situación de incompresión que lejos dista de ser normal. Era una desorientación maximizada.
- ¿Ya quieres marcharte acabando de llegar? - le pregunto algo consternada por todo lo dicho - Si es tu deseo, no te lo negaré. Pero no me gustaría que te fueras, no esta noche, no sin saber bien de tí - la curiosidad me podía aunque sabía que podía tener problemas debido a su falta de tacto - ¿Qué es aquello que quieres aprender.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 295
Fecha de inscripción : 01/08/2015
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Re: Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
Melodías de risas y carcajadas que danzan a la par de una vals inexistente lleva a que el cuerpo delgado y jovial eterno se mueva de un lado a otro imitando lo que su mente dispareja encierra, alejada de toda realidad no es más que un engaño ante los ojos de los incrédulos que olvidan lo que realmente están viendo.
Sonrisa siniestra que encierra los fieros colmillos mostrándose ante la mujer de mayor rango que la que se mece al viento, ríe y se burla de las palabras como si no le tomara importancia a lo que ella dijera, como si supiera y a la vez no de la lógica que la vampira le impone. Dando pasos en puntillas como una ballestita, moviéndose como si fuera una obra de teatro, haciendo expresiones exageradas, aguarda en el silencio de la noche que no deja de soplar el frío abrazo de la muerte. Un silencio mortal que deja espacio para la máscara que va retirándose.
La diestra sube a su rostro como si se quitara algo de este regresando a la mujer con una sonrisa aún más irónica –No has convertido a nadie, y entonces ¿Qué soy yo?– su mente siente un ligero tintineo que obliga a que emita un suspiro, su cuerpo se eriza por ello mientras sus sonrisa se muestra más oscura develando en parte sus emociones del momento –No es bueno ello, el leer las mentes ajenas, pero tendré que bloquearlo, madre siempre lo hacías y ahora lo vuelves a hacer– chasquea con la lengua negando –No puedo permitirlo, luego verás lo que he hecho y eso hará que me sonroje solo de imaginar el castigo que me harás, cierto no puedo sonrojarme– ríe mostrando un signo de confianza a la vampira, un guiño.
Toma la mano diestra de la mujer entra las suyas, la acaricia pasándola por sus mejillas, restregando sus labios y rostro sobre aquella pálida pero tersa piel, –No vuelvas a decir que no soy tu hija, eso me lastima madre, no sabes cuánto– sonríe de lado mostrando el filo de uno de los colmillos rozándola contra la piel ajena –Vaya, tanto así te disgusta tener hijos, por eso no has creado a alguno, quizás por los niños como yo, los jóvenes mejor dicho somos tan inestables por tanto tiempo, nuestras mentes se vuelven tan infantiles encerradas en el tiempo o me equivoco–.
Sujeta con firmeza la mano de la mujer –Quizás solo es miedo a tener una familia, alguien a quien cuidar porque no sabes cómo hacerlo, o quizás…– percibe el aroma de la mujer, sus ojos se cierran concentrándose en la persona que tiene en frente –Vaya que divertido, realmente eres asombrosa, madre– mira a los ojos de la mujer directamente –Si dijera lo que quiero no habría diversión ni caso, sería solo complacencia y no se disfrutaría completamente, se volvería aburrido madre– contempla entrelazando sus dedos con los de la vampira.
Sonrisa siniestra que encierra los fieros colmillos mostrándose ante la mujer de mayor rango que la que se mece al viento, ríe y se burla de las palabras como si no le tomara importancia a lo que ella dijera, como si supiera y a la vez no de la lógica que la vampira le impone. Dando pasos en puntillas como una ballestita, moviéndose como si fuera una obra de teatro, haciendo expresiones exageradas, aguarda en el silencio de la noche que no deja de soplar el frío abrazo de la muerte. Un silencio mortal que deja espacio para la máscara que va retirándose.
La diestra sube a su rostro como si se quitara algo de este regresando a la mujer con una sonrisa aún más irónica –No has convertido a nadie, y entonces ¿Qué soy yo?– su mente siente un ligero tintineo que obliga a que emita un suspiro, su cuerpo se eriza por ello mientras sus sonrisa se muestra más oscura develando en parte sus emociones del momento –No es bueno ello, el leer las mentes ajenas, pero tendré que bloquearlo, madre siempre lo hacías y ahora lo vuelves a hacer– chasquea con la lengua negando –No puedo permitirlo, luego verás lo que he hecho y eso hará que me sonroje solo de imaginar el castigo que me harás, cierto no puedo sonrojarme– ríe mostrando un signo de confianza a la vampira, un guiño.
Toma la mano diestra de la mujer entra las suyas, la acaricia pasándola por sus mejillas, restregando sus labios y rostro sobre aquella pálida pero tersa piel, –No vuelvas a decir que no soy tu hija, eso me lastima madre, no sabes cuánto– sonríe de lado mostrando el filo de uno de los colmillos rozándola contra la piel ajena –Vaya, tanto así te disgusta tener hijos, por eso no has creado a alguno, quizás por los niños como yo, los jóvenes mejor dicho somos tan inestables por tanto tiempo, nuestras mentes se vuelven tan infantiles encerradas en el tiempo o me equivoco–.
Sujeta con firmeza la mano de la mujer –Quizás solo es miedo a tener una familia, alguien a quien cuidar porque no sabes cómo hacerlo, o quizás…– percibe el aroma de la mujer, sus ojos se cierran concentrándose en la persona que tiene en frente –Vaya que divertido, realmente eres asombrosa, madre– mira a los ojos de la mujer directamente –Si dijera lo que quiero no habría diversión ni caso, sería solo complacencia y no se disfrutaría completamente, se volvería aburrido madre– contempla entrelazando sus dedos con los de la vampira.
Sabrina De la Vega- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 11/03/2014
Re: Máscaras Perfectas — Catalina de Aragón
En un principio, todo aquello me había resultado atractivo, atrayente. Pero, según iba pasando el tiempo, iba descubriendo una faceta de aquella joven que rayaba lo "normal". Ya fuera porque nunca se le debe dar la inmortalidad a gente tan joven o porque ya se encontraba en un estado de desequilibrio anterior, la conclusión era que parecía haber perdido el norte completamente hasta el punto de bailar la danza que las olas de la locura le iban mostrando paso a paso.
Noto su mano en mi mejilla y su nueva determinación hacia mi proclamándome como su creadora y sonriendo. Le devuelvo la sonrisa pero no pienso asimilar algo que no he cometido y mi falta no sería haberla convertido. De echo, hubiera sido raro que yo le hubiera dado ese don pues antes, en 300 años, jamás me había, ni tan siquiera planteado, hacerlo con nadie.
- Sólo eres una hija de la oscuridad, como lo somos todos - tomé su mano y la retiré de mi rostro. Tanto contacto físico empezaba a molestarme. Más aún tanto atrevimiento por su parte - Entiendo que busques a aquel que te dio la vida eterna. Pero no lo es cualquiera que pueda morder, no lo es cualquiera que comparta raza contigo. Yo no soy y no lo seré nunca por más que lo repitas - intenté el modo tajante para ver si ella reaccionaba o seguía perdida en las holas de la locura en las que parecía estar jugando - Entiendo que quizás la soledad te abruma en un mundo como este, puedo ayudarte a encontrar a más de los nuestros. Quizás ellos te acojan y encuentres lo que estás buscando.
Sus palabras siguen girando en torno a las mismas conversaciones, a las mismas tesituras. Repite una y otra vez lo que su mente no es capaz de comprender, lo que su cabeza infantil no es capaz de asimilar.
- No quiero hijos porque no soy capaz de protegerles, tienes razón. Eso es lo que me ha llevado a no engendrarlos nunca - luego pensé en que quizás debía decirle esa locura aunque, a ojos de cualquier persona, sería una atrocidad - Quizás debieras crear los tuyos propios. Quizás, de ese modo, tendrías alguien con quien compartir tu carga.
Le pregunto acerca de lo que desearía aprender y simplemente me da respuesta futiles, sin sentido y de nuevo fruto del desequilibrio y el juego infantil en el que parecía en constante devate.
- El ser consciente de lo que se quiere aprender hace que tengas un fin. El decir que la otr persona lo averigüe no es más que jugar a un juego del ratón y el gato. Pero, parece que es un juego al que te gusta jugar ¿Cuál es tu juego preferido?
Noto su mano en mi mejilla y su nueva determinación hacia mi proclamándome como su creadora y sonriendo. Le devuelvo la sonrisa pero no pienso asimilar algo que no he cometido y mi falta no sería haberla convertido. De echo, hubiera sido raro que yo le hubiera dado ese don pues antes, en 300 años, jamás me había, ni tan siquiera planteado, hacerlo con nadie.
- Sólo eres una hija de la oscuridad, como lo somos todos - tomé su mano y la retiré de mi rostro. Tanto contacto físico empezaba a molestarme. Más aún tanto atrevimiento por su parte - Entiendo que busques a aquel que te dio la vida eterna. Pero no lo es cualquiera que pueda morder, no lo es cualquiera que comparta raza contigo. Yo no soy y no lo seré nunca por más que lo repitas - intenté el modo tajante para ver si ella reaccionaba o seguía perdida en las holas de la locura en las que parecía estar jugando - Entiendo que quizás la soledad te abruma en un mundo como este, puedo ayudarte a encontrar a más de los nuestros. Quizás ellos te acojan y encuentres lo que estás buscando.
Sus palabras siguen girando en torno a las mismas conversaciones, a las mismas tesituras. Repite una y otra vez lo que su mente no es capaz de comprender, lo que su cabeza infantil no es capaz de asimilar.
- No quiero hijos porque no soy capaz de protegerles, tienes razón. Eso es lo que me ha llevado a no engendrarlos nunca - luego pensé en que quizás debía decirle esa locura aunque, a ojos de cualquier persona, sería una atrocidad - Quizás debieras crear los tuyos propios. Quizás, de ese modo, tendrías alguien con quien compartir tu carga.
Le pregunto acerca de lo que desearía aprender y simplemente me da respuesta futiles, sin sentido y de nuevo fruto del desequilibrio y el juego infantil en el que parecía en constante devate.
- El ser consciente de lo que se quiere aprender hace que tengas un fin. El decir que la otr persona lo averigüe no es más que jugar a un juego del ratón y el gato. Pero, parece que es un juego al que te gusta jugar ¿Cuál es tu juego preferido?
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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