La curiosidad del gato || Catalina de Aragón

Ya llevaba un par de semanas apareciendo en casa de Catalina para limpiar la planta baja. Cada vez que entraba en aquel lugar, sentía una intriga enorme por descubrir lo que había en aquella tercera puerta. Hasta ahora no se había acercado, sabía que un paso en falso y podía despedirse de aquel trabajo que tan amablemente le había ofrecido.

Hasta el momento, no se había encontrado con Catalina y lo agradecía. No es que no le agradase la compañía pero seguro que solo sería una mera distracción para su tarea. A veces tarareaba bajito mientras estaba limpiando. La cocina era una obra de arte para ella. Después de cómo la había visto la primera vez, había quedado totalmente reluciente. Se extrañaba de que, cuando volvía a la casa, la encontraba prácticamente igual de limpia que cuando la dejó. Se dijo a sí misma que la cocina era un lugar que se utilizaba mucho y que debía tener siempre una limpieza pequeña. Así que no le dio más vueltas al asunto.

Pero aquel día era todo diferente. Ella se sentía diferente. Varias veces pasó por la puerta y se quedó parada, intentando saber qué había detrás de ella. Como si tuviera un poder en la visión que le hacía atravesar paredes. Acabó por negar con la cabeza y seguir con sus tareas.

Se sacudió las manos cuando ya había terminado y revisó su trabajo. Sí, lo hacía bastante bien a decir verdad. Se dispuso a dejarle una nota a Catalina.

Estimada Catalina: he vuelto a pasar para limpiar la casa. Realmente no da ningún trabajo. Todo siempre en orden... Volveré el mismo día de la semana que viene. Un cordial saludo. Golnar.

La volvió a releer y asintió con la cabeza. Era momento de partir. Se giró una vez más a la puerta. ¿Era ella o la había parecido escuchar un ruido? Seguro que solo era su mente jugándole una mala pasada, la curiosidad era demasiado para el ser humano. Se acercó a ella y puso la mano el el pomo, seguro que estaba cerrada pero no perdía nada por intentarlo. Se decía a sí misma que aquello estaba mal, que no debía hacer eso pero ya era demasiado tarde, su mano se estaba moviendo.

Había transcurrido algún tiempo desde que Golnar decidió tomar el trabajo ofrecido para limpiar la suciedad que imperaba en las estancias "mortales" de mi hogar y, la verdad, es que estaba haciendo un buen trabajo: todo parecía bastante habitable (añadiendo el hecho de que yo apenas pasaba por allí).

Además, venía regularmente un día en concreto y no parecía demasiado entrometida en los límites que la expuse como preámbulos para tomar el trabajo.

Aquella mañana se me había hecho tarde y el sol casi estaba despuntando por el horizonte cuando entre en mi hogar cerrando tras de mi. Unos minutos más y habría tenido que sufrir unas cuantas quemaduras para darme cuenta de que ay que recogerse antes, eso teniendo en cuenta además que era invierno y la noches eran más largas.

crucé la tercera puerta y la fui a cerrar por dentro. Creí que lo había hecho pero la dejé a medias y me fui, bajando por las escaleras a mi habitación que, por suerte para mi, siempre estaba oscura.

Dejé caer mi vestido al suelo y, con la ropa interior, me tumbé en la cama. Apenas tarde en caer "dormida"

Narración:

Se sorprendió al ver que la puerta estaba abierta. Aquello sin duda era una señal del destino. ¿Por qué si no iba a estar la puerta abierta? Se asustó al escuchar el objeto chocar en el suelo. ¿Habría hecho demasiado ruido? Miró a su alrededor y suspiró. No sabía que debía hacer...  Lo más lógico era cerrar de nuevo la puerta y salir de allí lo más rápido que pudiera. Pero sus piernas parecían no querer reaccionar.

Entró en el pasillo para agacharse y coger el objeto. Ya había entrado... ya había inquebrantado una de las principales normas que Catalina le impuso. Y ya que rompía esa norma, debía de hacerlo en condiciones. Así que se quedó paralizada en el pasillo durante unos segundos preguntándose si era más fácil correr escaleras abajo o escaleras arriba. Decidió que lo mejor sería subir... Podía intuir que Catalina estaba allí, su fragancia inundaba todo el lugar. Su corazón latía a mil por hora y su respiración era totalmente irregular. Se dirigió hacia los escalones y comenzó a subirlos uno por uno, teniendo mucho cuidado de no hacer ni un solo ruido que pudiera delatarla.

El pequeño ruido, acompañado de una ligera ráfaga de aire se coló entre el resquicio de su puerta completamente cerrada. Durante el día, gracias a la diferente altura y las dos puertas perfectamente cerradas, no se escuchaba ningún ruido allí abajo. Incluso, cuando había alguien en la azotea, atado, sangrando y quejándose, normalmente no llegaban más que ecos lejanos como si fuera voces del más allá.

Por suerte, aquel ruido no fue suficiente para alterar mi sueño profundo, había llegado demasiado cansada y algo tan nimio era irrelevante. Aún así, el labio se me movió a modo de quejido, mostrando uno de mis colmillos durante un instante, pero sin apenas salir del trance en el que me encontraba.

narración:

Miró la llave durante unos segundos y la guardó en su bolsillo. No sabía si lo que estaba haciendo estaba bien, bueno, sí que lo sabía: no le estaba permitido entrar allí pero ella había desobedecido.

Ella no era de desobedecer las normas que le imponían pero llegaba a un punto que se cansaba de obedecer tanto y deseaba romper con todas esas reglas impuestas. Subió entonces la escalera, con las ideas un tanto más claras. Pedía a los escalones que se callaran, no quería llamar la atención de nadie, no quería que Catalina la descubriese en aquel lugar.

Sus ojos se tienen que acostumbrar un poco a la luz. Demasiado fuerte para su gusto pero el sol estaba justo encima de ella e iluminaba la estancia de sobremanera. Cuando se acostumbró a aquella luz, se acercó hacia los cuadros. Algunos la horrorizaban pero otros le parecían de lo más bellos. Debía admitir que Catalina tenía un buen gusto pintando. Era ella la que pintaba pues, bien sabía, que no vivía con nadie más. Le extrañó aquellas cuerdas, ¿qué hacían allí? Tampoco sacó conclusiones disparatadas pues pensaba que las habría utilizado para alguno de sus cuadros simplemente eso aunque las manchas rojas hacían dudar, pero se aseguró a sí misma que solo eran manchas de pintura.

Lo que más se preguntaba una y otra vez era el motivo de no entrar en aquel sitio. ¿Temía que ella la criticase por las pinturas? Nunca, si la tuviese delante le diría que son maravillosas, aunque algunos temas no eran de su agrado pero aún así había logrado captar el realismo de la situación. Si era por eso, lo veía una auténtica tontería. Sonrió, tenía que salir de allí arriba. Temía que en cualquier momento Catalina apareciese. Volvió a bajar las escaleras con el mismo cuidado que había tenido para subir. Se enfrentó de nuevo al pasillo y la diferencia de luz volvió a hacer efecto en ella. Se quedó unos segundos quieta para volver a acostumbrarse y decidió prestar atención a toda clase de ruido por si se había enterado de su presencia. Quería bajar pero primero debería asegurarse de que todo estuviera en calma.

No sabía que hacer, bajar y ser engullida por la oscuridad o acabar con todo aquello y huir de allí. Era una decisión difícil pues deseaba averiguar más sobre aquella mujer que había conocido por casualidad aquella noche.

Entonces, lo escuchó. Maldijo por lo bajo y su corazón comenzó a latir violentamente sobre su pecho. No podía ser que alguien estuviera llamando a la puerta justo cuando ella estaba en medio de aquella encrucijada. Seguro que el destino había decidido jugarle una mala pasada por saltarse las normas impuestas por Catalina. Debía volver, no podía permitirse pensar mucho más, ¿y si Catalina iba a abrir? ¿Y si la descubría allí, en medio de aquel pasillo? Decidió precipitarse hacia la puerta con todo el cuidado y lo más rápido que pudo y volver a la sala donde había estado antes, la luz la calmaría un poco.

¿Tendría ella que dirigirse a abrir la puerta? Jamás habían hablado de ello... Abriría si no veía a Catalina en su camino hacia la puerta principal. Entonces, mientras estaba allí en la sala, se dio cuenta de lo que aún llevaba en la mano. Era la llave que había recogido en el pasillo. ¿Qué hacer con ella? Se la guardó rápidamente en una parte de los zapatos que llevaba, en un lugar que no se notase que la llevaba encima. Suspiró y se dirigió hacia la puerta, dispuesta a abrirla.

Se dirigió hacia la puerta y abrió algo temblorosa. ¿Qué le diría a la persona que estuviera detrás de ella? No lo sabía. Ni siquiera sabía si Catalina estaba en casa. Suponía que sí pues nadie dejaría la llave tirada en medio de aquel pasillo y saldría de su casa.

Observó al joven que esperaba al otro lado de la puerta y frunció el ceño. Evidentemente, no le reconocía. No sabía si podría ser un amiga de Catalina. Lo dudaba. La había llamado madame de Aragón...

─Bonjour, monsieur. ¿Quién pregunta por ella?

Creía que así actuaban las criadas de la casa que atendían a la llamada de la puerta. Y si no era así... se le debería parecer mucho. Miró hacia el interior de la casa. ¿Habría oído Catalina el timbre de la puerta? Si no era así... ¿cómo se libraría de aquel joven? Las preguntas se agolpaban en su mente y ninguna respuesta aparecía ante ella. Todo aquello ocurría por meter las narices donde no llamaban. Si hubiera dejado la puerta tranquila. Si se hubiera ido cuando hubiese terminado de limpiar... No estaría metida en aquella situación.

Off:

La osadía de aquel chico la tomó por sorpresa y la enfadó. ¿Cómo se atrevía a hablarle de aquella manera? Ni que ella estuviese en unos escalones más bajos que él en la sociedad. Era bastante frustrante. Odiaba que la gente se creyese alguien en la vida cuando, claramente, no lo eran.

Sin embargo, no quiso comenzar una discusión con el joven. Era mejor dejarlo como estaba y poco más. Golnar miró hacia el interior de la casa. ¿Qué podía hacer? No sabía con cierta seguridad si Catalina estaba en casa o no pero tenía miedo de averiguarlo. Había estado tras la puerta que no podía cruzar y como se enterase, seguro que deseaba no volver a verla.

─No sé si mi señora está aquí o no. ¿De cuánto es esa tarifa?─ le preguntó acordándose de que llevaba la paga de la semana pasada encima, quizá pudiese cubrirlo─Puede confiármelo a mi, seguro que no le importa─ acabó por decir aunque ni siquiera estaba demasiado segura de si hacía bien o no.

El sonido llega, golpea en mis tímpanos adormilados, taladra en mi interior y me hace moverme incómoda en mi lecho.

Por regla general, nunca se oye nada ahí abajo, incluso cuando Golnar viene a limpiar, tampoco soy consciente de su presencia: la puerta era demasiado gruesa y de calidad para absorber el ruido y también para aguantar alguna embestida poderosa.

Pero había algo que no estaba en su sitio, algo que había sido modificado en el perfecto orden que yo tenía para preservar mi seguridad durante el sueño diurno.

- Que pare ya... - se escurrió entre mis labios de manera inconsciente mientras me daba una vuelta más en la oscuridad.

Finalmente, abrí los ojos.

Narración:

Resopló al escuchar al joven. Su vida no era fácil. Había cosas en su vida que no eran como todo el mundo creía correcto pero, ¿por ello tenía que soportar aquella insultante monólogo? Azotar a alguien por no saber si estaba en su casa o no. Ella no veía a Catalina, tenían una relación diferente a todas. Pero claro, eso la sociedad jamás llegaría a entenderlo. Siempre tenía que ser como estaba estipulado y nada más.

─De seguro que hago mejor mi trabajo que usted. ¿Por qué tiene que estar insultando a las personas que le abren la puerta? Si fuera por mi ya hubiese dejado de hablar con usted

Se quedó de piedra al oír la voz de Catalina a sus espaldas. Se tensó y giró levemente la cabeza para contemplarla, con total sorpresa. Tragó saliva y asintió con la cabeza. Miró luego al joven y le sonrió de una manera bastante fingida mientras se hacía a un lado.

─Está en su día de suerte. Mi señora está aquí. Anda, entra y dile todo eso de que me debe azotar...─ le comentó cerrando la puerta cuando el chico había entrado en la casa.
Aquello iba mal. No olvidaba que había hecho algo que se le había prohibido y que las pruebas estaban aún en su zapato... ¿Qué haría? ¿Cómo podía devolver aquel pequeño objeto sin ser vista? No lo sabía, lo mismo tendría que salir de aquella casa con la llave escondida... Se llevó las manos a la cara, pensando lo estúpida que había sido. Si aquel chico no hubiese pegado, quizá las cosas hubiesen sido diferentes. Pero ahora tenía que enfrentarse a la realidad y se quedó observando a Catalina, cerca de la puerta de salida.

Me siento en la cama, no soportó más el sonido incipiente sobre mi cabeza. Es como un taladro que se está clavando en mi frente y que no me deja dormir, que no me deja descansar.

Fuera, el Sol está alto, lo siento, lo notó. Es como un peso sobre mis párpados que lucha en mi contra, como un susurró hipnótico que hace todo lo posible porque sigas durmiendo.

Me levantó en la oscuridad y no tardó en dar con mi vestido que yace sobre una silla al lado de mi lecho. Lo colocó sobre mi cabeza y lo dejó caer hasta mis pies. No me fijo en mi peinado, ni en lo arrugado que puede estar.

- Sólo quiero que pare - se escurre el sonido entre mis labios mientras me arrastro hasta la puerta intentando quitarme el pesar.

Salgo a la escalera y la subo a duras penas. Pero, al llegar a la planta baja, me despejo automáticamente: Ha habido alguien allí. Todos los músculos se me tensan a la par que me pongo rígida. Olfateó el aire: Huele a mujer, a perfume y a limpieza... No es buena señal.

Me llevó la mano al cuello descubriendo que la llave no pende de el como suele hacer.

Aceleró el paso hasta la puerta y tampoco está en la cerradura. Juraría que la había dejado allí al llegara a casa. Pero estaba tan cansada...

El sonido de Golnar se filtra a través de la puerta y giro el picaporte para que comprobar a mi pesar que esta abierta. Algo, por otro lado, obvio al haber sentido los olores en el pasillo.

La luz exterior llega hasta mi clavándose en mis ojos como si se tratara de alfileres, lo que me obliga a taparmenlos mismos para dejarles que poco a poco se acostumbrarán.

El sonido de un joven se cuela en la conversación.

- Sólo es una opinión - le alcanzo a escuchar como respuesta a una Golnar bastante enfadada a juzgar por como se dirigía a él.

Caminé unos pasos más, hasta llegar a la mesa y descorría una de las sillas.

- Dejale pasar - le indico a Golnar mientras me siento y meso mis cabellos ligeramente intentando mantener la cabeza fría ante, lo que podía llamarse, traición.

Aunque están retirados de mi, la frase de la mujer suena nítida en mis oídos y me da algo en lo que desviar mis pensamientos poco viables en esa situación. No podía hacer nada sin conocer hasta que punto había sido violada mi privacidad.

Escucho los pasos del chico acercándose a mi y como se queda a unos metros de distancia. Me observa, el día no me sienta nada bien, luzo más pálida y mis ojeras son más marcadas. Además, la falta de sangre hace que mi pelo luzca más lacio y mis labios de un color más tenue.

- ¿Qué quieres chico? - intentaba sonar normal, pero el sopor hacía que mi voz sonara más grave de lo habitual.

- Le traía la correspondencia Madame. Una carta que debía ser entregada en persona - sonaba mecánico y podía ver como apretaba los demás papeles contra su pecho intentando protegerse de su propio miedo.

- Dejala en la mesa y vete - le ordené.

Él dejó la carta en la mesa y se retiró unos pasos pero no se marchó.

- ¿Y bien? - pregunté.

El chico comenzó a acariciarse la nuca de manera distraída.

- Verá... Madame... hay una pequeña tarifa... - dijo con ningún tipo de seguridad.

- Una tarifa que ya ha pagado el remitente - respondí pues sabía con iban esas cosas.

- Si Madame... - agachó la cabeza mientras caminaba hacia fuera.

- Una cosa más - le inste y se paró en el sitio - Si vuelves a faltarle el respeto a mi empleada. Me encargare de arrancarte tus pequeños y seguramente vírgenes testículos.

No dijo nada y prácticamente salió corriendo de allí. Yo, por mi parte, dejé la carta sobre la mesa: tendría que esperar. Puse ambas manos sobre la madera y aguardé a ver aparecer a lo que verdaderamente me importaba.

Se quedó en silencio, apartada de la conversación que mantenían el joven y Catalina. Tenía que pensar algo, algo que contarle. El por qué tenía la llave, el por qué la puerta estaba abierta. No había sido del todo su culpa, ¿verdad? Quizá sí, la curiosidad era un defecto muy malo en el ser humano.

No pudo evitar sonreír al escuchar a la joven hablar de aquella manera. Eso le pasaba por insultar a quien no debía. La gente debía tener un poco más de respeto... Se maldijo a sí misma. Pensaba aquello pero no lo cumplía. Ella le había faltado el respeto a Catalina al invadir su privacidad. Era estúpida... Demasiado. Suspiró mientras veía al joven marchar y cerraba la puerta tras de sí. No sabía qué decir, qué comentarle a Catalina. Irse sin mas no parecía una buena opción y revelarle la verdad tampoco. Lo cierto era que la llave empezaba a quemarle la piel. La notaba a cada paso, era su delator. Sabía que estaba allí, que la llamaba para que hiciese lo correcto.

─Gracias por eso─ empezó diciendo para romper aquel incómodo silencio. Tenía que mostrar su gratitud al haberla protegido de aquella manera diciéndole al joven esas duras palabras. ¿Y ahora qué? ¿Qué podía decir?─. Siento haberla molestado. No era mi intención...

No continuó su oración pero parecía que era eso lo que había querido decir. Parecía que no había más que quería comentarle. Estaba asustada, sí. Catalina, a pesar de ser tan joven y bella, imponía bastante. Tenía algo extraño que hacía retroceder unos pasos. Seguro que era mejor no verla enfadada. Así que Golnar se dio por mujer muerta en aquel mismo instante. No tardaría en descubrir que había infringido sus normas, seguro.

Escucho como la puerta se cierra y finalmente nos quedamos de nuevo solas. Espero pacientemente a que Golnar aparezca, a ver que es lo que tiene que decir al respecto, a esperar que alguna respuesta ingeniosa aplaque la ira que siento por dentro. Ira engendrada en la traición, en la deslealtad, en la mano mordida por el perro al que dar de comer.

Pero ¿Qué se podía esperar de los humanos? Basta que les digas no a algo para que automáticamente sientan la necesidad de hacerlo. Prohibido es una palabra que no conciben como real, que no aceptan en su vocabulario, que no están dispuestos a respetar.

Aparece, la miro, está pensativa. Seguramente esté pensando como salir al paso o como decir algo que es consciente que se: nada estaba igual que como lo había dejado. No estaba la llave, la puerta estaba abierta, su olor lo impregnaba todo...

Agradece mi acto pero ¿no es lo que se supone que debe hacer una persona? Uno cuida de los suyos y espera que ellos cuiden la persona ¿Qué era lo que había hecho mal con aquella dama?¿Darla demasiadas libertades? Le había abierto la puerta de mi casa, de mi hogar. Incluso le había dado una llave ¿Acaso había sido todo en vano?¿Era una decisión absurda?

- No tienes que agradecerlo, yo cuido de los míos - añadí demostrando que si más bien ahora mi aprecio hacia ella iba decayendo, lo había tenido en un principio - Sobre todo de aquellas personas que se preocupan por agradarme ¿No? - digo para terminar la frase.

No habla de ello, no se confiesa, no se disculpa. Yo no voy a sacar el tema y mi paciencia tiene un límite. Veremos hasta donde puedo llegar.

Junto sus manos y agachó la cabeza al escuchar sus palabras. Parecía una niña pequeña que había roto un caro jarrón de sus padres pero era casi como se sentía o peor. Era la más horrible de las personas que habían existido en el planeta Tierra. Por una vez que alguien le tendía la mano, ella le cogía el brazo... No era justo que se callase por más tiempo y Golnar sabía que ella era consciente de su acto de rebeldía. La etapa adolescente ya había pasado... ¿por qué se tenía que comportar así? Lo mejore era pedir perdón y salir de allí sin mirar atrás, dejando a Catalina con su privacidad intacta.

─Lo siento. Me ha ayudado, me ha defendido y yo no puedo hacer otra cosa que faltar a su confianza─ se agachó para sacar la llave de su escondite, si seguía allí estaba segura que se le grabaría la forma del objeto en la piel. Le tendió la llave y no se atrevió a mirarla a los ojos directamente─. Me siento horriblemente mal, sé que no le servirá de excusa, sé que mis actos no son lo que deberían haber sido... Creí que la puerta estaría cerrada, creí que...─ se calló a mitad de la oración, las palabras no arreglarían la situación. Dejó la llave sobre la mesa y por fin miró a Catalina a los ojos─. Me iré y no volveré más. No merezco de su confianza y no merezco de su hospitalidad

Se acordó que ella tenía una llave de la casa, la sacó y la dejó sobre la mesa, junto a la llave que le había dado tantos malos momentos. Eva mordió la manzana y ella giró el picaporte. No era justo para Catalina que ella volviese a entrar en su casa.

─Muchas gracias por todo, Catalina─ le dijo y permaneció callada por si ella deseaba descargar su furia, aguantaría lo que hiciese falta. Merecía un castigo y lo esperaría lo mejor posible.

Me quedé parada, casi sin pestañear, escuchado al detalle todo lo que me decía aquella mujer a la que había dado mi confianza y, en respuesta, había quebrantado la única norma que la había impuesto.

Lo sabía, sabía que había estado en el pasillo. Sabía que había cruzado el umbral. Ella no hizo más que confirmarlo y mostrar las pruebas que la inculpaban: la llave escondida en un zapato.

Pero ¿Para qué la había escondido?¿Acaso pensaba seguir una vez hubiera despachado al cartero? Era el colmo de la traición y ella había tenido una segunda oportunidad, le habían dado la opción de recapacitar. Pero había guardado las llaves.

Sus disculpas no me suenan a otra cosa que súplicas, excusas inventadas de manera apresurada que intentaban convencerme de algo así como que tenía que pasar. ¡No! el hecho de que la puerta estuviera abierta no le daba derecho a cruzarla, ni tan siquiera abrirla.

Se despidió con la intención de marcharse. Pero ni tan siquiera me había dejado hablar.

- Espera - frené su avance - Sólo tengo una pregunta ¿Porqué?

Obviamente era una pregunta obligada dada la situación. Aunque también era una pregunta que no podría responder seguramente.

- Nos encontramos, te conocí, te extendí mi mano... sólo te pedí que no cruzaras esa puerta ¿Porqué? - repetí la pregunta al terminar la frase.

- ¿Vale acaso tu curiosidad más que aquello que te ofrecido? ¿Acaso prefieres la vida que tenías antes, una vida en exclusiva? - me refería obviamente a su trabajo como prostituta.

- Marcharse, si. Marcharse y no mires atrás. Olvida mi nombre y mi hogar. Creó que no podría volver a dormir tranquila sabiendo que quizás entres en mi habitación mientras duermo - golpeé de frustración la mesa y esta de resquebrajó un poco, tenía la mirada fija y los ojos hundidos ligeramente. En mi enfado, ni siquiera me preocupe de evitar que se vieran mis colmillos .

- ¿Ha válido lo suficiente lo que has visto como para perderlo todo?

Pensó que se dedicaría a intentarla entrar en razón de por qué había hecho mal. Las personas, cuando se enfadaban, intentaban demostrarle a los demás en qué se habían equivocado y los pisoteaban hasta dejarlos hecho polvo. Eso esperaba ella. Sin embargo, le hizo una pregunta que era más que obligada a hacerla. Estaba en todo su derecho. De hecho, tenía el derecho de saber toda la verdad. Ni siquiera sabía hasta donde había llegado, qué habían visto sus ojos al entrar en aquel pasillo prohibido.

─No volveré a repetir que lo siento porque sé que no servirá de nada. Está en todo su derecho de preguntar, de gritarme incluso de golpearme. ¿Por qué? Ni yo misma lo sé. Fue un impulso. Si la puerta hubiera estado cerrada, no lo hubiese intentado nunca más. Me he comportado como una estúpida pero a veces la curiosidad, el deseo de conocer es más fuerte que todas esas cosas.

Tomó aire y trató de relajarse. No se sentía digna de seguir hablando pero tenía que hacerlo, debía hacerlo antes de que se le escapase la oportunidad. Quería decirle toda la verdad, ya qué más podía perder. Poco era en verdad. Había perdido lo que ella le había dado y no podría recuperarlo con palabras.

─Pregunta si ha valido la pena. Le responderé lo más claramente posible: sí─ pensó en sus siguientes palabras─. Pocos días tiene una la oportunidad de admirar tantos cuadros─ se enfadaría por lo que acabase de decir, seguro, pero ya lo había dicho y no iba a dar marcha atrás─. Aprecio el arte la que más. A pesar de lo que se pueda pensar de mí, soy una enamorada de la belleza que la pintura ofrece. No me arrepiento pues lo hecho, hecho está. Las preguntas que antes de agolpaban en mi mente han desaparecido, he saciado mi curiosidad y creo que estaba más que dispuesta a perderlo todo por ello. Sabía las consecuencias de mis actos y no he dudado─ volvió al silencio mientras tomaba aire de nuevo. Estaba siendo un momento de lo más incómodo pero tenía que decir todo lo que pensaba o Catalina jamás lo sabría─. No se preocupe, seré capaz de no contarle nada a nadie, incluso ni me permitiré pensar en lo que he visto hoy, ni siquiera en usted. Creo que será lo más justo para ambas.

Aquella situación me descolocaba aún más después de lo que Golnar decía. Al parecer, su manera de discutir siempre era acalorada y violenta. Si, puede que yo no me lo estuviera tomando bien, pero era una persona que seguía reglas y, el hecho de saltárselas hacía que todo perdiera sentido. ¿Qué estaba en mi derecho de golpearla? Esa frase me hizo pensar en la posibilidad de que quizás, la noche que me la encontré, no estaba discutiendo con aquel hombre, sólo era un preámbulo, un ritual que mantenían y que acabaría en algún tipo de sexo violento y dominante.

Además de todo eso: Yo era un vampiro. Si se me fuera la mano en algún momento a la hora de discutir, no quedaría demasiado de ella para seguir con la conversación. La mesa resquebrajada podía dar fe de ello.

- No pienso golpearte, no merece la pena perder ese tipo de energía y no está en mi naturaleza la violencia por el mero hecho de desfogarme - comencé a decir - Me has decepcionado. No imagina hasta que punto. Yo la tenía por una persona fuerte, que había afrontado la vida tal y como le venía, que sabía valorar todo aquello que era mejor para ella y que se le ofrecía de manera desinteresada - en cierto modo era verdad pues yo nunca había intentado aprovecharme de ella - Pero no. La curiosidad es un instinto que te domina, que te hace quebrantar todo aquello que se te prohíbe, que supera incluso la amistad que en algún momento, pareció unirnos.

Admitió que había valido la pena perderlo todo sólo por admirar los cuadros que había visto. Eso me mostraba hasta donde había llegado y lo que había visto: Era yo en estado puro. Mi alma, si algún día la tuve, estaba inscrita en esos lienzos. Todo lo que había allí me representaba, me mostraba desnuda ante el mundo. Todo lo que había allí era mi pensamiento en forma física, mi corazón guiado a través de un pinces o mis propios dedos desgarrando mis pensamientos mientras se marcan uno tras otro sobre la pintura.

- Quizás sólo hubieras necesitado pedirlo, quizás eso habría bastado para que no me hubieras decepcionado de esta manera... - sobre todo, había algo en aquella frase que había hecho aún más mella en mi - Quizás... un arrepentimiento más sincero hubiera conseguido hacer retomar el rumbo hacía buen puerto. Pero, el regocijo superponiendo tu curiosidad a las reglas, sólo hace que agravar tu acto.

Habló además, de no decir nada de mi, de lo que había visto en mi.

- Se como me miras y todas las dudas que se forman en tu mente. Eres como un libro abierto para mi. Se lo que piensas y también sabía que tarde o temprano esto pasaría - me senté de nuevo en la silla y relajé mis músculos - Cuenta a tu familia o incluso a tus clientes lo que quieras de mi. En el fondo, quizás incluso tengas más razón de la que piensas.

Me levanté con la intención de volver a mi lugar de reposo. Cogí las llaves de la mesa y las apreté en mis puños cerrados como si intentara descargar mi frustración con ellas. Caminé hasta uno de los armarios y lo abrí. Saqué una caja y tomé el dinero que la debía de aquel día y un poco más. Lo dejé en la mesa delante de ella.

- Cierra la puerta al salir.