La curiosidad del gato || Catalina de Aragón

por **Golnar Richelieu** Jue Oct 15, 2015 10:01 am

Recuerdo del primer mensaje :

La cura para el aburrimiento es la curiosidad.
No hay cura para la curiosidad.
Dorothy Parker

Ya llevaba un par de semanas apareciendo en casa de Catalina para limpiar la planta baja. Cada vez que entraba en aquel lugar, sentía una intriga enorme por descubrir lo que había en aquella tercera puerta. Hasta ahora no se había acercado, sabía que un paso en falso y podía despedirse de aquel trabajo que tan amablemente le había ofrecido.

Hasta el momento, no se había encontrado con Catalina y lo agradecía. No es que no le agradase la compañía pero seguro que solo sería una mera distracción para su tarea. A veces tarareaba bajito mientras estaba limpiando. La cocina era una obra de arte para ella. Después de cómo la había visto la primera vez, había quedado totalmente reluciente. Se extrañaba de que, cuando volvía a la casa, la encontraba prácticamente igual de limpia que cuando la dejó. Se dijo a sí misma que la cocina era un lugar que se utilizaba mucho y que debía tener siempre una limpieza pequeña. Así que no le dio más vueltas al asunto.

Pero aquel día era todo diferente. Ella se sentía diferente. Varias veces pasó por la puerta y se quedó parada, intentando saber qué había detrás de ella. Como si tuviera un poder en la visión que le hacía atravesar paredes. Acabó por negar con la cabeza y seguir con sus tareas.

Se sacudió las manos cuando ya había terminado y revisó su trabajo. Sí, lo hacía bastante bien a decir verdad. Se dispuso a dejarle una nota a Catalina.

Estimada Catalina: he vuelto a pasar para limpiar la casa. Realmente no da ningún trabajo. Todo siempre en orden... Volveré el mismo día de la semana que viene. Un cordial saludo. Golnar.

La volvió a releer y asintió con la cabeza. Era momento de partir. Se giró una vez más a la puerta. ¿Era ella o la había parecido escuchar un ruido? Seguro que solo era su mente jugándole una mala pasada, la curiosidad era demasiado para el ser humano. Se acercó a ella y puso la mano el el pomo, seguro que estaba cerrada pero no perdía nada por intentarlo. Se decía a sí misma que aquello estaba mal, que no debía hacer eso pero ya era demasiado tarde, su mano se estaba moviendo.

por **Golnar Richelieu** Dom Nov 22, 2015 8:16 am

Sus palabras la dañaron. Eran crueles pero ella lo había sido más. Sí, no se había comportado como debía. No había sabido retenerse cuando tenía que hacerlo. Pero llevaba años siguiendo las normas. Llevaba años dejando que le impusieran sus gustos, sus ideas solo porque así lograría ganar un poco de dinero. Escuchaba los deseos de esos hombres noche tras noche y no sabía hacer otra cosa que lo que se le ordenaba. Jamás se saltaba esas órdenes. Entonces, ¿por qué cuando una persona como ella le había ayudado, había abusado de su confianza? No lo sabía, no tenía respuestas ni para ella misma no para Catalina.

Las lágrimas se acumulaban en sus ojos pero no iba a permitir derramar ni una sola. No delante de ella. Tenía que ser fuerte ante la situación. Tenía que aguantar el mal rato y volver a su casa con el rabo entre las piernas. Su comportamiento era penoso. Lo sabía pero aun así se tenía que recordar. Odiaba despedirse de Catalina de aquella mala manera, separarse tras una disputa, una pérdida de confianza y no volverse a ver más.

─ Espero que le vaya bien en la vida, Catalina─ le dijo a modo de despedida.

Vio que dejó el dinero sobre la mesa pero ni siquiera se dio el lujo de volverlo a contemplar. Tenía muy claro que no se merecía esa paga, así que simplemente lo dejaría donde Catalina lo había puesto y se marcharía sin más. Giró sobre sus talones y se dirigió hacia la salida permitiéndose mirar solo una vez más hacia atrás. Abrió la puerta y salió de aquella casa por última vez. Cuanto ya estaba al aire libre, se quedó en la entrada y, allí, empezó a llorar. Tendría que pasar unos minutos antes de poder recomponerse y poder emprender el camino de vuelta a casa.

por **Catalina De Aragón** Jue Nov 26, 2015 12:44 am

Necesitaba desahogarme, liberar mi frustración de algún modo que no fuera abriéndole la garganta por su falta de respeto, por su exceso de confianza y por no haber seguido lo que le había pedido expresamente que hiciera.

Ella estaba allí, de pie, aguantando el temporal ferrea, recta y sin ningún atisbo de debilidad. Pero si era débil... los humanos siempre eran débiles. Al menos más que nosotros, que ya estabamos demasiados curtidos por el tiempo como para mostrarnos vulnerables. Sabía que sus ojos brillaban de las lágrimas y sabía que quizás estuviera forzando a su cuerpo para que no temblara de algún modo. Pero también sabía que era demasiado orgullosa como para que, finalmente, lo mostrara.

No cogió el dinero, tampoco esperaba que lo hiciera aunque realmente hubiera sido lo inteligente. Aunque esa relación acabara, tampoco la deseaba que volviera a las calles a ser vejada y mancillada por hombres que sólo deseaban su cuerpo sin tener en cuenta lo que ella sentía o dejaba de sentir. Pero tampoco le iba a pedir que lo cogiera si era su decisión: Era un mujer libre y sabía lo que debía o no debía hacer.

Se despidió y se encaminó hacia la puerta sin más, me miró una última vez como si esperara que me arrepintiera y la pidiera que se quedara, pero no lo hayó. Mi posición era ferrea al igual que la suya y no iba a ceder. ¿Qué conseguiría con ello?¿Qué la próxima vez me despertara y estuviera a mi lado con una estaca y una ristra de ajos? No, ya había descubierto que si le das la mano a alguien, te tomará el brazo.

Cuando cerró la puerta, por un momento sentí que no había hecho lo correcto y que en el fondo no había sido para tanto. No para acabar así, no para tirarlo todo por la borda. En el fondo, también había sido culpa mia por haber dejado la puerta abierta: Eliminando eso, jamás habría entrado dentro del lugar que le había prohibido.

Hice un amago de levantarme. Luego escuché sus pasos caminando lejos de la puerta y sentí el peso del Sol sobre mi cabeza: No podía salir de allí, estaba atrapada. Ni tan siquiera podía abrir la puerta sin sufrir las quemaduras.

Estaba todo acabado...

Guié de nuevo mis pasos al interior del pasillo que precedía a mi habitación y no cerré la puerta. Ya no había necesidad.

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