Una agradable melodía (Esteve)

Habían pasado dos semanas desde que había decidido salir de la tierra. Tres años habían transcurrido desde la última vez que había estado en esas calles, París le traía muchos recuerdos, unos le atormentaban y otros le hacían sonreír, por lo que decidió tomárselo con calma en el proceso de re-insertarse en la sociedad, llevaba mucho tiempo sin tener contacto con humanos y debía tener cuidado de no perder el control. Apenas caida la noche había salido de su escondite en las afueras de la ciudad, debido a su larga ausencia había perdido todas sus posesiones, eso incluía su casa y la tienda, así que literalmente estaba viviendo en la calle.

Dormir bajo la tierra en medio del bosque no le desagradaba en lo absoluto, le gustaba el silencio que sólo se podía conseguir cuando se estaba 3 metros enterrado. Esa noche en particular se sintió un poco más confiado y decidió pasear por las calles por unas horas, deseaba ver si París había cambiado en algo desde la última vez.

Iba vestido con una ropa vieja y raída, traía saco, corbatín y sombrero de un color marrón oscuro, se había afeitado luego de ducharse en el río, pero a falta de espejo la barba le había quedado dispareja. Caminaba por las calles, evitando las parejas o tumultos de personas pues no se sentía preparado para el contacto directo aún y entonces fue cuando escuchó una agradable melodía que venía desde un pequeño parquesito al lado de un gran café. Se acercó con cautela y observo que un joven deleitaba a los transeúntes con una guitarra.

Algunas personas se habían reunido a su alrededor y le escuchaban, otros le habían dejado unas monedas, Soren se quedó observando al músico por un buen rato y decidió acercarse más mezclándose con la gente. Una vez acabada la canción las personas a su alrededor se fueron y Soren quedó sólo frente a él, de repente fue consciente de que estaban solos.

- Cantas muy bonito Monsieur – Dijo al fin, llevaba las manos enguantadas en los bolsillos - ¿Donde has aprendido a tocar la guitarra? - Agregó con curiosidad.

Durante toda la semana las cosas en casa se convirtieron en una verdadera pesadilla. No había comida, no había habido ventas en la tienda de muñecas y ninguna noticia sobre el muñequero. Todo estaba vuelto patas arriba e inclusive tenía un par de días sin poderme echar un baño decente. La barba ya estaba un tanto crecida y ni hablemos de la ropa. Tampoco hablemos de que el vicio me mantenía en constante estado de insomnio y tembloroso por la falta del mismo. ¿Qué podía hacer? ¿Asaltar a algún transeúnte? No. Hasta un vicioso como yo tenía su orgullo. Jamás llegaría a tal grado de degradación por satisfacer mis vicios que dicho sea de paso, eran los que me proporcionaban la tan ansiada inspiración, aunque tenía muchas dudas al respecto. Alguien había dicho - o había escuchado por ahí, en algún rincón - que la sangre de artista se obtiene desde que salimos del vientre materno. No obstante tenía mis dudas, porque de ser así -no estaría yo sumerjo y enredado en ese agujero sin fondo del cuál no podía encontrar la salida o una buena mano de la cuál apoyarme. Estaba también la idea de que me gustaba sentirme así, libre, ido de la realidad. Vicioso por puro gusto y placer, en pocas palabras.

Pero había que comer, indudablemente, y sin ningún franco en el bolsillo, tomé mi inseparable guitarra, me la eché al hombro y salí en búsqueda de las tan ansiadas monedas. Una buena idea era asentarme en algún lugar nutrido, lleno de gente. Pero no cualquier tipo de gente, no. Debía ser - al menos- de una clase media para que el desprenderse de una moneda de cualquier denominación, no le afectara en el bolsillo.

Mis ojos divisaron el tan ansiado lugar. Saqué la guitarra del estuche - mismo que puse en el piso - le afiné un poco e instintivamente y sin demasiado esfuerzo, las notas comenzaron a salir. Canturreé una pegajosa canción Parisina "como primer número" que estaba muy de moda en algunos sitios de buen ver a los cuáles no podía entrar - dese luego - pero que me fino oído musical podía captar a través de las ventanas de los establecimientos.

Para la tercera canción, el tumulto comenzaba a ensancharse, y yo, pavonéandome muy dueño de la situación, sonriendo, guiñando un ojo aquí y por allá. Eso nunca fallaba, sobretodo con las féminas quienes eran las más desprendidas. Un galanteo, un coqueteo era suficiente para que las monedas chocaran unas con otras dentro del recipiente aterciopelado. ¡Todo parecía marchar a la perfección! pero nada duraba para siempre. Cinco canciones eran más que suficientes, no era mi deseo "quemar" mi escaso repertorio musical de aquellos días. Entonces, dando las gracias, me despedí de público presente, con una marcada y muy garigoleada reverencia.

La gente parecía esparcirse mientras yo trataba de recoger mi pequeño tendido improvisado, aunque, una fina voz masculina me obligó a alzar nuevamente la mirada. Había dicho que tenía una linda voz, sonreí, quizás no lo era del todo, pero me esforzaba. Lo mío era la pintura...

-Se hace lo que se puede - me encogí de hombros echando una rápida mirada a mi interlocutor. Su vestimenta desgarbada me recordaba a mí mismo recién había comenzado a vaguear por el mundo. Me parecía de lo más adorable que fuese caminando por ahí sin importar lo que los demás pudieran decirle -. No te había visto antes ¿eres de por aquí? - guardé las monedas en la bolsa de mi pantalón, ya lo contaría más tarde. Yo ya estaba perdiendo el tiempo observando su sombrero.

El chico parecía haber terminado su pequeño concierto pues recogía el tendido y Soren observó que a pesar de lo corto que había sido había recogido bastantes monedas, se imaginó que podría darse una buena cena con lo acumulado o comprarse un nuevo sombrero, todo caballero debía llevar uno. El músico también era modesto, eso era un buen signo, un artista verdadero siempre debía reconocer que existían otros superiores a él.

-No realmente – Respondió, no podía contarle donde vivía porque eso implicaría admitir que no tenía hogar aunque no era precisamente un vagabundo – No conocía estas calles, creo que han puesto nuevos cafés y cabarets – Agregó observando a su alrededor, en esos 3 años habían abierto nuevos negocios.

-Has hecho bastante dinero – Notó mientras el otro contaba el dinero – Te debe ir bien tocando, ¿Has pensado presentarte en el teatro? - Le preguntó, Soren no conocía muchos músicos, pero sabía reconocer una buena voz cuando la escuchaba, además la música era otra forma de expresión así como el arte, algo por lo que se sentía sumamente atraído.

-Mi nombre es Soren Kaarkarogf – Se presentó, no supo porqué de repente se sentía con ganas de hablar más con ese desconocido, en un comienzo había salido de su escondite con la idea de evitar el contacto humano – Lamento no tener monedas para pagar el concierto – Agregó y empezó a buscar dentro de los bolsillos, de un bolsillo sacó unos lápiz de carboncillo con el que solía pintar junto con un pedacito de borrador, del otro bolsillo sacó un dulce redondo empacado en un papel de brillantes colores. Lo dudó unos segundos y luego se agachó para depositar el dulce – Si consigo trabajo, volveré a tu concierto con dinero de verdad, mientras tanto acepta esto como muestra de mi apreciación por tu arte -

-Vaya, entonces eres de otro barrio. Bienvenido entonces a ésta parte de la ciudad, donde todo puede pasar - Bromeé - Eh, si creo que me alcanzará para tener una buena cena, quizás dos - Pensaba que aquel chico extraño necesitaba también con qué llenar la tripa. Se le notaba aún peor que él, compartir monedas no le iba a convertir en más pobre de lo que ya estaba. - A esto... - se rascó una ceja. Un tic ya muy arraigado en él - Nunca he imaginado, ni siquiera pensado en la posible idea de pisar un escenario como un teatro, ¡uff! No puedo, simplemente no creo que yo pudiera llegar a tales instancias. Lo que a mi me gusta es... -Se presentó como Soren Kaarkarogf antes de que pudiera completar la frase. El chico hablaba demasiado rápido, pero no me molestaba. Yo solía ser así, sobre todo con quien conocía por primera vez. Me había ocurrido exactamente lo mismo con aquel artista itinerante que tenía una caravana ambulante, o al menos eso es lo que había dicho aquella ocasión.

-Yo me llamo Esteve Sa-Michelle. un placer - estiré mi mano, observando cómo revolvía los bolsillos buscando algo. Bajé mi mano dándole espacio para hacer lo que sea que estuviera realizando. Yo estaba sonriendo, el chico era bastante nerviosito - al menos me daba la impresión - pero vamos, de sangre "liviana". Esa clase de personas que te pueden caer bien en la primera impresión.

En primera instancia, sacó un lápiz - cosa que mis ojos no pudieron dejar pasar desapercibido - y una goma para borrar. Yo iba a preguntar de inmediato si le gustaba dibujar pero no me dio tiempo. Sacó un dulce envuelto en un papelillo muy colorido y lo depositó en el estuche como pago por mi concierto. Era su su pago. SU pago. En aquel instante ese dulce valía más que cualquier moneda que tintineara en mi bolsillo.

-Me habría conformado con el sombrero, pero el dulce no me viene nada mal - volví a bromear. Soren me estaba poniendo de muy buen humor. Tomé el dulce, lo desenvolví y lo comí. Estaba un poco rancio, pero nada que fuera perjudicar a mi paladar -. Está muy bueno. Mentí deliberadamente - ¿De qué sabor es?

-Es un placer conocerte Monsieur Sa-Michelle – Replicó de inmediato y en vez de darle la mano, hizo una pequeña inclinación a manera de respeto. Escuchó como el chico decía que no se sentía preparado para presentarse en un teatro, quizás le faltaba confianza en si mismo lo cual no era extraño en los artistas, al mismo Soren le faltaba coraje para mostrar sus pinturas a otras personas y nunca había pensado en exhibirlas en un museo.

-Un dulce siempre es bueno a cualquier hora – Le respondió agradado de ver que el chico se había comido el dulce – El azúcar es bueno para el cerebro, los artistas deben comer cosas dulces para que les estimule la creatividad – Le explicó, comenzaba a sonar como un profesor catedrático – Bueno... no estoy completamente seguro, pero lo escuché en una cátedra de un profesor de biología hace unos años en la Universad, el azúcar así como la cafeína en el café y el té, ayuda al cerebro – Se quedó pensando sobre el sabor y se encogió de hombros.

- Los rojos siempre son de fresa – Le explicó señalándo el empaque que había caído al suelo, Soren se agachó a recogerlo – Si no le molesta me lo quedaré, me gustan los empaques con colores brillantes – Agregó y se mordió el labio suavemente al agregar – Tengo una pequeña colección –

No estaba seguro si revelar que le gustaba coleccionar cosas extrañas era una buena idea, seguro que Esteve iba a pensar que estaba algo mal de la cabeza.

- ¿Cual es la inspiración para tus canciones? - Preguntó con interés, su mirada aún fija en el suelo.

(( Nota off rol: yo suelo seguir el formato de los libros en los diálogos, es decir usando los guiones, no lo coloco en negrilla, para que no te confundas )) 

Ahí estaban de nuevos las preguntas, pero no me importaba, yo también era un parlanchín nato y encontrar alguien que pudiera llevarme el hilo de la conversación siempre era bienvenido. No siempre se corría la suerte de tener alguna clase de conversación importante, aunque ésta se centrara en los dulces de fresa y en lo gratificante que resultaba el azúcar en el organismo para estimular el cerebro. Esto me hizo pensar más de lo que Soren creía. Yo buscaba la fuente de inspiración en algo no tan... Sano como un dulcesillo y francamente me estaba sintiendo un completo idiota en ese preciso momento, puesto que no lo sabía. ¡Y qué iba a saberlo yo! de haberlo sabido, no estaría yo enfrascado en una constante lucha con esos "brebajes" y cigarrillos tan difíciles de conseguir por lo costosos que resultaban.

-La fuente de mi inspiración puede venir en cualquier momento, por diferentes motivos. Hasta un dulce de fresa puede ser el factor desencadenante. -Moví ambas cejas de arriba a abajo-. Pero si he de ser honesto contigo - Medité un momento en si debía decirle o no sobre mis hábitos non santos, no fuera siendo un policía encubierto tratando de atrapar maleantes-. Suelo recurrir a ingredientes no tan inofensivos como el azúcar o el café. Soy un remilgado al cuál le gusta ir por la senda más peligrosa. Complicarme la vida y el bolsillo. No sé si me entiendes...

Mordí el dulce para terminarlo de una vez. Lo que yo necesitaba era un plato de sopa caliente y un cigarrillo. Lo necesitaba con urgencia. Ya mis tripas comenzaban a remilgar haciendo ruidos extraños que podrían escucharse por todo la cuadra.

-No hagas caso - Palmeé mi estómago - Mi tripa también es una remilgada que no se satisface con nada. Nació para ser rica, pero se quedó a mitad de camino -. Terminé de colgarme la guitarra en la espalda; y ya una vez acomodada, me atreví a  lanzar la pregunta:

-¿Aceptas una invitación a tomar un café? - La verdad sea dicha de paso, que tenía muchas cosas que preguntarle, sobre todo lo relacionado con el lápiz y el borrador. - Hay uno muy bueno por aquí cerca, si gustas podemos ir. Se rumora que hacen el café más bueno de todo París. ¿Qué me dices?

Soren parpadeó varias veces tardando en comprender a que se refería con gustos no tan inofensivos y además se preguntó si la inspiración por un dulce de fresa podría generar una canción divertida, a lo mejor una canción con un ritmo que se pudiera bailar dando saltos. Entonces el sonido del estomago de su interlocutó lo sacó de su hilo de pensamientos, cuando se es inmortal es fácil olvidarse de las necesidades fisiológicas de las personas. Soltó una pequeña risita con el comentario de la tripa.

- Oh... ¡Me encanta el café! - Exclamó sin pensar y descubrió que le estaba resultando relativamente fácil relacionarse de nuevo con la gente, bueno no con toda la gente, pero si con ese chico en particular - ¿El mejor café de París? Eso suena muy ambicioso - Agregó entusiasmado con la idea - Pero seré honesto... no tengo nada de dinero como podrás notar y no creo que el tendero quiera que le pague con dulces -

Se llevó una mano enguantada para ocultar otra risita, siempre temía que sus colmillos quedaran al descubierto si abría mucho la boca y se había vuelto un hábito cubrirse la boca siempre que sonreía, la gente solía confundir ese gesto con timidez. Comenzó a caminar al lado del chico dejándose guiar por las calles, volver a tener contacto con humanos estaba resultando agradable y no traumático como pensó en un comienzo.

¿Quizás era porqué no tenía sed de sangre en ese momento? De no ser así el pobre Esteve podría correr peligro.

Sonreí que me intente el comentario de los dulces.

-No  hombre descuida, me deben algunos cuántos favores, si tenemos suerte, quizás hasta no salgan gratis. Ven sígueme, es por aquí.

Le llevaría al café en el cual había conocido a aquel artista itinerante llamado Kurt - que sin haberlo querido, claro está - me había dado algunos consejos con respecto a las chicas que trabajaban allí: Una bonita sonrisa, un guiño de ojos y voilá ¡café gratis! al menos para mí, por lo que únicamente pagaría el de Soren. Nada mal.

Cuando ingresamos al sitio, había poca gente, cosa que me pareció extraña ya que siempre estaba abarrotado, pero luego nos enteramos que debido a un carnaval que se llevaba acabo en la ciudad, la gente prefería asistir y más tarde regresaba a seguir con la fiesta, tomándose algunas cuantas copas y le desde luego su delicioso café.

-Ésta es una de las mejores mesas - dije una vez ya sentados - siempre que puedo tomo la misma,  me trae muy buenos recuerdos. -  mordí mi labio inferior - Y bueno cuéntame más de ti, Soren con apellido impronunciable - bromeé - He visto que llevas algo más que un dulce en tus bolsillos, ¿eres dibujante? - ahí estaba, tenía que soltar la pregunta, porque estaba muy intrigado, debido a ese carbón que había visto entre sus pertenencias apenas le conocí.

Le siguió hasta un lugar que no había visto antes, quizás era un nuevo café o quizás uno viejo que había sido renovado, en esos 3 años de ausencia habían cambiado varias cosas en la ciudad, algunos negocios quebraban y nuevos abrían en ese mismo local, así era como se movía el comercio y la ciudad seguía creciendo con rapidez. El sitio en cuestión estaba bastante desolado lo cual le agradó, a veces le costaba aislar las voces que llegaban con fuerza a sus oídos en lugares concurridos gracias a sus sentidos agudizados y luego de pasar tanto tiempo en silencio, le resultaba algo molesto todo ese bullicio.

Era agradable encontrar el establecimiento con pocos clientes, eso aseguraría una velada más tranquila, se sentó en la mesa que Esteve le indicaba, ansioso por oler el café de ese sitio, para ser sincero toda la comida y bebidas le sabían a cenizas, la sangre era lo único que tenía sabor real para él, pero el olor del café era algo que disfrutaba pues era fuerte y de alguna manera casi que se podía saborear.

Kaarkarogf – Repitió su apellido – Soy Sueco, de ahí el apellido impronunciable – Comentó observando el mantel a cuadros de la mesa, había una cenicero en la mitad y un par de saleros – Eres un buen observador, pero no me dedico a pintar, no me considero un pintor, la verdad es que no tengo mucho talento – Exclamó con honestidad, no lo decía por modestia sino porque en realidad así lo creía – En realidad soy profesor de historia del arte, crítico de arte inclusive... aunque eso de 'crítico' no me gusta como suena así que dejémoslo en sólo profesor -

Una chica de no más de 20 años se les acercó con una sonrisa de oreja a oreja y unos adorables ojos castaños, traía un delantal blanco por encima de un uniforme sencillo y Soren notó como descaradamente reparaba a Esteve mientras decía - ¿Que desean ordenar caballeros? -

- Quiero un café capucchino – Pidió Soren observando la carta con los precios, por suerte eran favorables, hizo nota mental de devolverle la invitación a Esteve una vez consiguiera trabajo en la Universidad.

Cuando Soren mencionó que era crítico de arte, la respiración se le cortó y los ojos se iluminaron. En realidad estaba pensando en ese mismo instante, en que tal vez él quisiera echarle un ojo algunas de laspinturas que tenía sin terminar por considerarlas demasiado malas, o una pérdida de tiempo, sin embargo no estaba seguro de lo último, porque cuando uno amaba lo que le gustaba hacer, nunca era pérdida. Sin embargo, como todo un novel pintor, con aires de grandeza , aún guardaba cierto recelo respecto a sus pinturas y nunca antes nadie - o al menos alguien ilustre o alguien que se dedicara enteramente a los que Soren acababa de mencionar -  se las había mostrado. Únicamente pintaba por encargo a personajes de altos estratos sociales en París, esperando que la paga fuera buena para poder subsistir los siguientes meses.

-Así que eres crítico de arte...- comenzó a revolverse nervioso en su lugar- Pues verás Soren, yo... Suelo pintar, ya sabes, cuadros y esas cosas - el café estaba pasando a segundo plano.- ¿Te importaría mirar un poco de mi trabajo? Después del café claro. Yo vivo muy cerca de aquí, y...me preguntaba si...Quisieras ir y darme tu opinión sincera. - rogaba interiormente que dijera que si. Lo estaba deseando con todas sus fuerzas.

En París, nunca se sabía que tipo de plan iba a terminar uno envuelto, ni que personas se conocerían en la vuelta de la esquina, por eso había vuelto de su largo letargo, porque por momentos como ese que compartía con Esteve valía la pena volver a caminar entre los vivos, le había conocido por que se había sentido atraído por su música, ahora compartían un café y de repente la perspectiva de esa noche cambiaba pues le estaba pidiendo que le acompañara a su casa para ver sus pinturas-

-No me gusta llamarme a mi mismo crítico, me considero más un profesor, porque pienso que la finalidad de opinar sobre una obra de arte es ayudar a que el artista crezca y evolucione, no solamente criticar su trabajo de manera fría – Le explicó, la chica había vuelto con las bebidas, el vampiro tomó su capuchino y lo olfateó cerrándo los ojos perdiéndose por unos instantes en el intenso aroma.

- Y por supuesto que te acompaño, nunca le digo no al arte – Comentó llevando los labios cerca a la taza soplando levemente el contenido - ¿Cuanto tiempo llevas pintando? ¿Haz aprendido en la academia o eres autodidacta? - Le preguntó con unos ojos llenos de curiosidad.

Me revolvía nervioso en mi lugar ¡y es que no podía creer que estuviese delante de la oportunidad de mi vida! literalmente hablando. No todos los días se podía conocer a una persona maestra en arte - yo lo consideraba como tal- que aceptara una invitación a visitar y a criticar tus pinturas. Era como un sueño hecho realidad, algo que nunca creí que fuera a pasarme. Casi derramo el café que la mesera nos había llevado. Di algún par de sorbos, y abandoné la taza sobre la mesa.

-Un poco de todo. A temprana edad asistí al colegio, pero debido a problemas personales y monetarios tuve que abandonar mis sueños. Por eso vine a París, para tratar de buscar una oportunidad y bueno -torcí el gesto - Hasta el momento no he tenido mucha suerte, pero espero no futuro poder regresar a tomar las clases, porque sé que me falta mucho por descubrir y mucho por aprender pero sin ser demasiado vanidoso, creo que tengo suficiente talento para ser un gran pintor.

Los señores ricos a los cuales les había hecho un par de cuadros me habían hablado de lo bien que se me daba la pintura, que podría llegar a ser alguien importante si me lo proponía; desafortunadamente tal vez fueron halagos simplemente para que yo bajara la guardia, cobrando un poco menos de lo que realmente valía trabajo, pero ni eso conseguí, se burlaron de mí y no me pagaron ni un penique.

-Tengo un buen presentimiento sobre la noche de hoy y quiero pedirte por favor que sea sincero conmigo y me des tu opinión sincera - le miré a los ojos - Puede ser un parteaguas en mi futuro, ya sea para continuar con el sueño, o dedicarme por completo a la música; tú sabes de lo que estoy hablando, creo que me entiendes perfectamente.

Entre artistas podíamos conocernos sin haber cruzado un par de palabras, esperaba que Soren estuviera de acuerdo conmigo

Le escuchó mientras explicaba como había aprendido a pintar, su educación no había sido para nada ortodoxa, al igual que la de Soren quien prácticamente había aprendido todo lo que sabía sobre historia del arte debido a sus largos años de vida, se podía decir que aquel vampiro era como un libro de historia en si mismo. Y aunque no hubiese acudido a una universidad formalmente (aquello era imposible por su condición inmortal, sin levantar sospechas) había aprendido por su cuenta todo lo que necesitaba para desempeñarse como profesor.

Bebió un poco de café, aunque este en realidad le sabía igual que cualquier otra cosa que bebiera; a cenizas. Por supuesto la sangre era la excepción, teniendo el sabor más exquisito y perfecto que él había probado jamás. Ya ni recordaba a lo que sabían los alimentos pues habían pasado casi 300 años desde la última vez que los probó como humano. Aún así le gustaba beber café, su olor era tan fuerte y distintivo que le traía recuerdos del sabor, era extraño pero, el café era una de las pocos sabores que podía recordar aún a través del tiempo.

-Agradezco que le des tanta importancia a mi opinión profesional – Comentó con una media sonrisa – Pero hay algo que debo decir y es que sin importar lo que yo opine, tu debes seguir el camino que más te apasione – Comentó dejando la taza humeante por unos momentos – Ya sea la música o la pintura, sin importar que tan bien lo hagas o que tanto te falte por estudiar, no debes dejar tu sueño sólo por una opinión – Le afirmó, además no quería tener ese peso sobre los hombros ¿Ser el culpable de que ese chico dejara de pintar? ¿Quien era Soren para juzgar el talento de un chico que apenas si conocía?.

Meneó la cabeza y se acomodó las gafas que habían resbalado por su larga nariz antes de continuar.

- Te contaré un secreto – Dijo con ojos suspicaces – Yo también pinto, en mis ratos libres ¿Pero sabes? Nunca le muestro mis obras a nadie, no las considero tan buenas como para que sean exhibidas en un museo o vendidas – Aquello era cierto, había perdido un montón de lienzos a lo largo del tiempo en sus viajes así como otros se habían malogrado completamente por el pasar de los años – Aún así no dejo de pintar, así sea sólo para mi y nunca vean la luz, esos cuadros son especiales para mi -

Escuché con atención todo aquello que Soren hablaba. Era como si todo el entorno se hubiera esfumado y solamente estuviéramos los dos en el restaurante. Ni siquiera me percaté cuando una de las gemelas - que siempre me coqueteaba cuando pisaba el lugar- se acercó hasta nosotros para preguntar si deseábamos ordenar otra cosa. Yo estaba completamente entusiasmado e inclusive podría jurar que me sudaban las manos. Mi pie comenzó a jugar por debajo de la mesa e inclusive mi mente comenzó a imaginar notas musicales danzantes plasmadas en un lienzo. Sólo me había ocurrido tal tipo de "alucinación" cuando me hacía con mis pequeñas cantidades de hachís. No sabría como expresar lo que estaba sintiendo. Por un momento las ganas de querer retomar todo aquello que había dejado en el pasado, comenzaban a circular por mi mente, como rápidas escenas de mi vida hacía unos meses atrás, que se amontonaban unas tras otras. Buenas y malas.

-No dejaría de pintar ni de componer por nada del mundo , es sólo que... -bajé un poco más la voz, acercándome hacia él- Los artistas somos incomprendidos, y nos tienen mala fe. No nos dan oportunidades, sobre todo si no provienes de un buen linaje, ya me entiendes. La clase baja, la media... No suelen ser bien vistas en éstos ámbitos, a menos... Que por un caso fortuito, te encuentres con el sujeto indicado.

Volví a recargar mi espalda sobre la silla.

-Supuse que eras un artista; más bien lo supe cuando sacaste aquél pedazo de "cosas negra" - bromeé- De tus bolsillos. Un artista reconoce a otro y tú, bueno no eres precisamente alguien que no quiera llamar la atención. Mírate... Sólo los locos; los artistas solemos expresarnos de diversas maneras, y tu mi buen amigo, no eres la excepción.

Estaba deseando ya que terminara su taza de café para llevarle directamente hasta mi lugar de trabajo.

Esteve tenía razón al asegurar que la gente juzgaba a los artistas por su cuna. Él mismo había conocido diversos artistas a través de los años que nunca habían quedado plasmados en los libros de historia, aún cuando su talento era indiscutible, muchos eran ignorados solamente por su estatus.

-¡Y ni que decir de las mujeres! - Exclamó asintiendo con la cabeza – Las mujeres que pintan o tocan algún instrumento la tienen peor... ¿Cuando has escuchado de alguna mujer famosa por su arte? - Preguntó y meneó la cabeza – El arte es un mundo dominado por los hombres que tienen buena posición económica, los hombres que pueden enviar a sus hijos a las más prestigiosas academias -

Bebió más café reflexionando sobre el asunto. El mismo había sido parte de ese comercio de arte, como profesor en la Universidad Francesa le había dado cátedra a esos niños privilegiados de cuna de oro que en muchas ovaciones carecían del talento y la creatividad que llevaba el artista en la sangre.

-La verdad es que no estoy en mi mejor pinta – Comentó medio en broma medio en serio – No es que me vista así a propósito – Agregó terminándose lo que quedaba del café – Realmente estoy pasando por una mala racha... económicamente hablando, perdí mi trabajo y mi casa, así que no dispongo de dinero de sobra para estar a la moda – Y la verdad es que pondría como prioridad otras cosas antes que la ropa, a él su apariencia no le preocupaba en lo absoluto, después de todo nunca iba a envejecer, ¿Porqué habría de preocuparse por como lucía?.

- Eres muy observador – Finalizó refiriéndose al pedazo de carboncillo que traía en el pantalón, ni siquiera él recordaba tenerlo allí.

-Lo soy, lo soy. En esos pequeños detalles donde se encuentran las cosas maravillosas. -guiñó el ojo. -Entonces.... -observando que ya había terminado su café hizo la pregunta: -¿Quieres pedir algo más o te llevo a conocer mi bello y mal entendido arte? -reí. Estaba ya ansioso por ir hacia la tienda de muñecas. ¡Ah la bendita tienda! Ya estaba preocupado de que el muñequero no diera señales de vida. A veces me asaltaba la duda y pensaba que jamás iba a volver. ¿Y si eso ocurría? ¿a dónde viviría? Moví nerviosamente el pie, tamborileando los dedos sobre la superficie de la mesa. Las cosas se complicarían si tuviera que llegar a tales circunstancias. Lo primero que haría a penas tuviera oportunidad, sería revisar algunos papeles de su escritorio, tratando de encontrar la pista de algún familiar o amigo con el cuál poderme comunicar.

-Espero que hayas disfrutado del café. Aunque si quieres un pastelillo. Los de café con nuez, son excelentes. Los prepara la esposa del dueño. A veces le ayudan las hijas pero...-en ese preciso momento pasó una de las chicas coqueteando con Soren. Así eran ellas. Veían carne fresca y se olvidaban de los demás. Cuando el había llegado por vez primera al lado de Kurt, había ocurrido exactamente lo mismo. Ahora entendía la abrumante vida que le daban esas mujeres a su padre, quien no les depegaba la vista ni un sólo instante. Lamentablente no había logrado salvarlos por completo, y el era testigo. Aún podía recordar la parte trasera del establecimiento, donde se tomaron algo más que un café espumoso. -Pero hombre, que ya la flechaste, campeón. -reí con fuerza. La verdad me encontraba de muy burn humor.

La personalidad de Esteve le agradaba, llevaba poco de conocerlo pero su risa y comentarios bromistas eran contagiosos, le hacían subir el ánimo y era como si su vida fuera a escala de grises y Esteve la salpicara de colores brillantes y erráticos por todos lados de manera despreocupada.

Tenía la forma de ser de un joven que vive la vida sin preocupaciones ni responsabilidades, en cierta forma tenía la personalidad de un verdadero artista. Preocupado por su arte y nada más.

-No quiero comer nada más – Se apresuró a decir, no podía explicar el verdadero motivo, cualquier comida en su boca le sabía a cenizas, así como todo lo que no fuera sangre, el café era otra historia, había aprendido a tolerarlo con el tiempo y su aroma fuerte le traía recuerdos y vivencias del pasado, era toda una experiencia más allá del sabor mismo. Se notaba que el negocio aunque era pequeño, estaba bien mantenido y les dejaba buen lucro, los pasteles lucían estupendos en el mostrador y se lamentó no poder saborearlos.

-No... yo... - Murmuró avergonzado con las insinuaciones de una de las chicas, le había picado el ojo descaradamente y no dejaba de mirarlo recostada en la barra, de la cocina su padre había salido con el ceño fruncido, parecía bastante molesto con el asunto – Creo que es parte del servicio – Comentó girándose hacía el chico y colocándose de pie – Es una buena estrategia para hacer que los clientes masculinos vuelvan – Agregó, no estaba seguro de lo que decía, pero le daba vergüenza reconocer que aquella chica le encontrara atractivo.

- Vamos a tu galería, muéstrame el camino – Le indicó dirigiéndose hacía la puerta – Por cierto, muchas gracias por la invitación, es agradable poder hablar con alguien luego de tanto tiempo de solitud -

Soren tenía mucha razón respecto a que las mujeres, eran un imán para los hombres y que mayoritariamente eran clientes hombres- valga la redundancia- los que asistían a aquel el restaurante a tomar café y otras cosas también.Siempre escuchaba como a las gemelas eran unas mujeres guapas y bien dotadas por donde quiera que se les mirara. Desgraciadamente ninguno de aquellos "caballeros" las tomaba en serio, por ser coquetas, y por ser mujeres que se entregaban al primer parpadeo.

-Bien me parece perfecto. Vamos ya, que me comen las ansias.

Le condujo presuroso por las callejuelas menos transitadas de la ciudad. Si otras  hubieran sido las circunstancias, le habría llevado por la plazoleta principal, donde solía tener varios amigos que pudieran hablar sobre su trabajo, pero como el tiempo apremiaba y no sabía el porqué de la visita de su camarada en París, debía optimizar su tiempo.

-Tal vez que parezca un poco raro el sitio donde vivo. Pero créeme , no serás el primero ni el último en preguntar el por qué.  Yo mismo no lo entiendo, pero ya me acostumbré y llegado a tomarle cariño.  Es como vivir rodeado de muchas personas, pero a la vez estar solo. Es extraño, pero diferente.

Finalmente llegamos a la tienda de muñecas. Eché mano de la llave para abrir el cerrojo y le permití el paso. Dentro estaba oscuro por lo que mi primer movimiento fue encender la bombilla que tenía a mano para darnos algo de luz.

-El sujeto que me contrató para trabajar, no se aparecido en varios meses. A veces me pregunto que algo malo le ha sucedido y que ya no va volver. -me encogí de hombros- De cualquier modo trato de mantener limpio aquí y allá para cuando decida volver; sobretodo las muñecas que son muy delicadas. Pero bueno vamos a las parte superior, donde se  encuentra el asunto que nos compete.

Una vez subimos los veinte escalones hacia mi dormitorio, coloqué la luz sobre mi pequeño escritorio, donde descansaban algunos dibujos que había hecho en días pasados y algunos proyectos sin acabar. La verdad que todo estaba fuera de lugar, era  un completodesastre y no había podido acomodar todo, ya que siempre me asaltaban ideas nuevas y me dedicaba a ellas. Por consiguiente, el tiradero se había acumulado de días.

-Habrás  de disculparme, pero bueno ya tú sabes cómo es esto de ser artista. Ahora... Quiero mostrarte algo.

Me dirigí a la esquina donde yacía cuadro que estaba cubierto con una sábana. Lo descubrí y lo llevé hacia Soren con el corazón desbordado. En el había reflejado el rostro de una niña de rizos rubios, que había entrado hacía apenas unos días a la tienda, a hacerse de una muñeca. Me había dejado tal impresión, que apenas ella se fue, me dediqué a pintar un cuadro, sin tenerla la como modelo de cuerpo presente. Únicamente cerraba los ojos, y la observaba sonriéndome, sentada en frente de mí, con su muñeca en brazos.

-Si conocieras el sitio donde vivo, te parecería aún más raro – Comentó con una media sonrisa aunque no planeaba llevarlo a su refugio. Era una cabaña abandonada en las profundidades del bosque, con el techo roto y con muchos animales que normalmente la gente no desea tener en sus casas rondando por entre las sombras. Siguió al chico por la calle sintiendo como la sed de sangre se incrementaba en su cuerpo, llevaba mucho tiempo sin beber y esa noche había deseado encontrar alguna presa fácil en las olvidadas calles de la Corte de los milagros, donde nadie nadie extrañaría a un pordiosero ni creería las palabras de algún gitano loco que había visto a un ser de la noche blandir sus colmillos en el tierno cuello de alguien.

Alejó esos pensamientos de su cabeza conforme entraban en la tienda, las muñecas inmediatamente llamaron su atención, estaban muy bien hechas y en si mismas eran una obra de arte ante sus ojos, pero Esteve lo condujo al segundo piso a un dormitorio en la penumbra. Por supuesto el Vampiro no necesitaba iluminación extra para navegar el sitio, estando sus ojos adaptados a la oscuridad. Se encontró observando el desorden y le recordó a un estudiante que había tenido años atrás en la universidad, un chico vivas y elocuente que amaba el alcohol (quizás demasiado) y cuyo estudio era también un completo desorden.

-No te preocupes por ello – Murmuró observando como el chico sacaba un lienzo y se lo mostraba con expresión orgullosa. Soren se tomó unos momentos para apreciar la imagen, observó la técnica con cuidado e intentó absorber el sentimiento que emanaba de esos ojos saltones de la niña.

- Una niña hermosa sin duda – Comentó sin quitar la mirada del cuadro y se llevó la mano enguantada al mentón para agregar – La técnica es rústica y no se ve tan profesional, sin embargo esas imperfecciones hacen que el cuadro tenga personalidad propia, cada trazo habla de ella, cada color retracta la viveza y la emoción con la que sostenía su nueva muñeca – Se quedó unos momentos callado antes de continuar – Creo que es un cuadro con alma y eso en mi opinión es más importante que manejar una técnica a la perfección -

A pesar de todo, las palabras de mi invitado, me llenaron el pecho de orgullo, no tenía una técnica fina, como podría tener cualquier artista reconocido en cualquier parte del mundo, pero aquel cuadro en particular, había sido pintado con toda el alma. Tenía vida propia, como había dicho Soren, posteriormente al verlo. Ésa niña de ojos grandes que había entrado a la tienda, apenas unos días atrás, me había robado el sentimiento aquel día. Me hizo recordar a mi hermana pequeña, y en lo mucho que le extrañaba.

-Lo hice sin pensar. Simplemente subí a mi habitación, y comencé a trabajar. No quería que la imagen de ella se fuera difuminando conforme pasaran las horas.  Si algún día ella vuelve a la tienda a comprar una muñeca,  se lo voy a obsequiar... Tengo varios cuadros más por aquí.

Volví a cubrir el cuadro para que no se llenara de polvo y lo devolví a su lugar original.  De otro de los rincones oscuros de la habitación, tomé entre mis brazos otro cuadro más. Era casi una copia exacta, de un trabajo que había entregado sujeto de noble familia hace unos meses atrás, el cuál no me pagó ni un céntimo por mi trabajo.

-Este cuadro me produce ira. En incontables ocasiones he estado a punto de destrozarlo con mis propias manos, pero no he podido. Creo que no lo he odiado lo suficiente. Quizás lo guardo, porque en el fondo, no quiero cometer la misma estupidéz.

Lograr conseguir esos francos para los materiales, me había costado mucho. No mencionaré lo que tuve que hacer para obtener el dinero, pero es algo que jamás olvidaré, hasta el día en que me muera. En el fondo, no consideraba que el trabajo algo desperdiciado. Creía firmemente que tenía una misión en esta vida, si absurdo, pero lo creía firmemente. Le tenía "fe".

-Éste hombre tiene la nariz ganchuda más grande que visto en mi vida. Y el peor aliento también. Si, también malos modales, y salpicaba saliva al hablar. De verdad fue algo desagradable trabajar para él. Además no puedo olvidar sus ojos libidinosos posándose libremente por mi cuerpo....

Me encogí de hombros. No estábamos ahí para hablar de otra cosa que no fueran los cuadros.