AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Instintos primarios || Libre
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Instintos primarios || Libre
La noche toca las puertas del cielo lento pero seguro, muy seguro de querer levantar a su hijos de su eterno descanso diurno, aquellos cuerpos fríos que entre sábanas de sedas en habitaciones oscuras dormitan, o en ataúdes en los sótanos de sus casas o simplemente ocultos por ahí en la oscuridad de sus mansiones, mansiones como aquella que alejada de toda la ciudad una hermosa casa de verano que parece abandonada y donde los cuervos rondan habita un ser que solo en las noches se lo logra ver, un ser que no busca matar a todos al contrario se sirve de ciertas personas con quienes mantiene una relación contractual de “negocio”, dar y recibir, ese el mayor negocio de un ser da la noche, de un vampiro y más para uno como Dastan que es director del hospital general de Paris, un hombre así no puede andar dejando cadáveres de inocentes a menos que sean escorias sociales, pero inocentes jamás.
Ya entró la noche al cielo, todo oscuro se ve y de aquella casa un caballo negro con su dueño montándolo se van alejando, a la ciudad pero solo hasta una mansión más lujosa y hogareña, ya no tiene la pinta de la fría morada de un frío ser con corazón muerto, pasan los minutos y horas y vuelve a salir el mismo vampiro, esta vez con un traje oscuro y un cigarro dando unas caladas hasta dejar la mansión a la cual mira a la ventana con un deje de dolor y rabia, una discusión era lo que había bastado.
Entre los pasos que se va abriendo Dastan llega al hospital, su refugio laboral, entre los pasillos una que otra enfermera le aborda con preguntas y solicitudes médicas de ingreso, además de ayudas sociales y todo una carga de papeleos de suministros, todo ese completo hace que tome un caso y vaya a ejercer la medicina en vez en de encerrarse en su oficina de director. Toma la carpeta clínica mirando atento, a los pacientes, revisando médicamente cada caso y como un…no, no era uin humano era un vampiro que jugaba a ser humano, un dios que finge no serlo para pasar entre los mortales como un semejante más. Entre sus disociaciones mentales, sus pensamientos, no se percata de la presencia de alguien más, una persona que le hace perder las carpetas al suelo, ambos distraídos en un hospital llenos de distracciones para un vampiro.
Las manecillas del reloj van dando las ocho de la noche, una hora en la que se supone que no debe haber personal, pero como cuerpo médico el hospital estás más lleno en este día, más que de costumbre, y aun con el conteo leve del reloj las personas personal y pacientes avanzand rápido para continuar con su vida fuera de esas paredes, pero solo uno prefiere quedarse hasta el amanecer.
Ya entró la noche al cielo, todo oscuro se ve y de aquella casa un caballo negro con su dueño montándolo se van alejando, a la ciudad pero solo hasta una mansión más lujosa y hogareña, ya no tiene la pinta de la fría morada de un frío ser con corazón muerto, pasan los minutos y horas y vuelve a salir el mismo vampiro, esta vez con un traje oscuro y un cigarro dando unas caladas hasta dejar la mansión a la cual mira a la ventana con un deje de dolor y rabia, una discusión era lo que había bastado.
Entre los pasos que se va abriendo Dastan llega al hospital, su refugio laboral, entre los pasillos una que otra enfermera le aborda con preguntas y solicitudes médicas de ingreso, además de ayudas sociales y todo una carga de papeleos de suministros, todo ese completo hace que tome un caso y vaya a ejercer la medicina en vez en de encerrarse en su oficina de director. Toma la carpeta clínica mirando atento, a los pacientes, revisando médicamente cada caso y como un…no, no era uin humano era un vampiro que jugaba a ser humano, un dios que finge no serlo para pasar entre los mortales como un semejante más. Entre sus disociaciones mentales, sus pensamientos, no se percata de la presencia de alguien más, una persona que le hace perder las carpetas al suelo, ambos distraídos en un hospital llenos de distracciones para un vampiro.
Las manecillas del reloj van dando las ocho de la noche, una hora en la que se supone que no debe haber personal, pero como cuerpo médico el hospital estás más lleno en este día, más que de costumbre, y aun con el conteo leve del reloj las personas personal y pacientes avanzand rápido para continuar con su vida fuera de esas paredes, pero solo uno prefiere quedarse hasta el amanecer.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 21/03/2014
Re: Instintos primarios || Libre
Give me a reason to believe that you're gone
I see your shadow so I know they're all wrong
Moonlight on the soft brown earth
It leads me to where you lay
They took you away from me
but now I'm taking you home
I see your shadow so I know they're all wrong
Moonlight on the soft brown earth
It leads me to where you lay
They took you away from me
but now I'm taking you home
Aquel lugar tan frío y solemne, donde la muerte y la vida se disputaban territorio a diario, donde las almas vagaban clamando seguir vivos, aferrándose a recuerdos y a la promesa de vida; y mientras unos encontraban eterno descanso, los que se quedaban sufrían en agonía por las memorias que los atormentaban y el aroma de sus seres queridos que se quedaban.
Y allí estaba ella, sola a mitad de la noche en uno de los pasillos de aquel lugar sin olor alguno, con colores monótonos y serios, deprimentes en cierto sentido, sus pasos resonaban como eco con alguna ocasional acompañamiento de los ruidos propios del hospital, una tos, un quejido, un lamento u otros pasos del personal médico que se retiraba; se abrazó a si misma y suspiró.
¿Por que estaba allí? hacía dos días que su nona había caído en cama, con fiebre y delirando, algo que Charleen no podía soportar, no podía verla mal, la simple idea de perderla... apretó con fuerza los brazos alrededor de su tórax intentando eliminar aquel pensamiento, sus sentidos estaban abrumados, confundidos, suprimidos al punto de no permitirle sentir aquella otra presencia, aquella aura pálida sin aroma que debía ponerla alerta, pero no, sus pies continuaron su camino, su mirada agachada y su cuerpo chocando con el contrario.
―L-lo lamento... - frunció el ceño ligeramente y se quejó entre dientes, alzó la vista y se topó con aquel hombre pulcro y semblante sereno, bajó la vista y se agachó a recoger lo que por su culpa se encontraba en el suelo. Tomó los expedientes y los alzó, intentando ponerlos en orden ―He venido distraída, lo siento mucho - y por un momento dudó, dudó en lo que percibía y veía, un aura pálida, aquel aroma a muerte, sus vellos se erizaron y los dientes rechinaron pero se calmó de inmediato antes de hacer notorio aquello, no, no podía ser, estaba cansada, aquel hombre con bata y semblante apacible, lo que creía ella era un médico... no, no podía ser otra cosa.
Y allí estaba ella, sola a mitad de la noche en uno de los pasillos de aquel lugar sin olor alguno, con colores monótonos y serios, deprimentes en cierto sentido, sus pasos resonaban como eco con alguna ocasional acompañamiento de los ruidos propios del hospital, una tos, un quejido, un lamento u otros pasos del personal médico que se retiraba; se abrazó a si misma y suspiró.
¿Por que estaba allí? hacía dos días que su nona había caído en cama, con fiebre y delirando, algo que Charleen no podía soportar, no podía verla mal, la simple idea de perderla... apretó con fuerza los brazos alrededor de su tórax intentando eliminar aquel pensamiento, sus sentidos estaban abrumados, confundidos, suprimidos al punto de no permitirle sentir aquella otra presencia, aquella aura pálida sin aroma que debía ponerla alerta, pero no, sus pies continuaron su camino, su mirada agachada y su cuerpo chocando con el contrario.
―L-lo lamento... - frunció el ceño ligeramente y se quejó entre dientes, alzó la vista y se topó con aquel hombre pulcro y semblante sereno, bajó la vista y se agachó a recoger lo que por su culpa se encontraba en el suelo. Tomó los expedientes y los alzó, intentando ponerlos en orden ―He venido distraída, lo siento mucho - y por un momento dudó, dudó en lo que percibía y veía, un aura pálida, aquel aroma a muerte, sus vellos se erizaron y los dientes rechinaron pero se calmó de inmediato antes de hacer notorio aquello, no, no podía ser, estaba cansada, aquel hombre con bata y semblante apacible, lo que creía ella era un médico... no, no podía ser otra cosa.
Charleen Rumsfeld- Cambiante Clase Alta
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Re: Instintos primarios || Libre
Abstraído completamente en la lectura de los documentos que llevaba en mano, observa como lentamente estos caen al suelo y antes de poderlos tomar en sus habituales movimientos, se percata de una melena negra y larga que con una voz dulce se disculpa por el choque. No supo cómo reaccionar quedándose estoico ante la mujer que se apresuraba a tomar los papeles del suelo, la mirada de las pocas enfermeras que se cernían sobre él le obligó a reaccionar percatándose del lugar donde estaba; rápidamente retoma los otros papeles que han saltado por el lugar con una sonrisa en su rostro.
Cuanto tiempo llevaba en el hospital y nadie le había hecho perder “papeles” nadie se dignaba a cruzarse con él por el temor reverencial de ser el Director, y ahí estaba una chiquilla que trataba inútilmente de acomodar lo más que podía aquellos documentos revueltos, verla de esa manera cual niña pequeña que pide disculpas a su padre por una travesura le hizo reir negando ante la mujer que solo se disculpaba. Las enfermeras trataron de acercarse pero con la mano les dijo que todo estaba bien, más no era cierto. Sus ojos se posaron sobre la mujer y alrededor de ella traía un aura distinta, un tono muy opuesto al de los mortales comunes, además del aroma a tierra húmeda y árboles frescas, como a lluvia. Ella no era una humana.
Retrocedió unos pasos tomando los papeles para sí junto a una reverencia –No se preocupe señorita, ha sido culpa de ambos también he venido distraído, es más culpa mía que suya Sayyidat– se excusa con otra reverencia y camina directo a la puerta de la habitación de la que habían chocado, antes de abrir dicha puerta –Si me disculpa, tengo trabajo que hacer, tenga buena noche Sayyidat– sonríe esperando que la mujer no revele su secreto, uno que ha llevado años oculto de la vista de todos.
Ingresa a la habitación con la carpeta y esa sonrisa del profesional que era, la mujer estaba en cama con una tos que no cesaba, podía oír sus pulmones respirar con dificultad, su corazón latía más a prisa y entraría pronto en una taquicardia, se acercó y administró antiarrítmico. Cerca de la cabecera observó mejor el estado de la mujer y suspiró, notó que aquella mujer tenía el mismo aroma de la tierra pero con una mezcla del océano –Sayýdah, acaso ha recibido alguna descarga de plata en su interior, quizás una herida mal curada de alguna bala de un cazador o un corte, se ha enfrentado con algunos inquisidores– enarca una ceja abstraído en la sonrisa de la mujer, a lo que él solo cerró los ojos sintiendo que estaba alguien más con ellos –Lo siento, no podré hacer mucho si su familiar no contesta mis preguntas, no tardará la fiebre matarla– odiaba dar ese trato pero ya estaba acostumbrado a que ciertos seres lo trataran como el demonio que era y se esforzaba en ocultar.
Todo gracias a los prejuicios de seres que no podían entender y menos intentarlo.
Cuanto tiempo llevaba en el hospital y nadie le había hecho perder “papeles” nadie se dignaba a cruzarse con él por el temor reverencial de ser el Director, y ahí estaba una chiquilla que trataba inútilmente de acomodar lo más que podía aquellos documentos revueltos, verla de esa manera cual niña pequeña que pide disculpas a su padre por una travesura le hizo reir negando ante la mujer que solo se disculpaba. Las enfermeras trataron de acercarse pero con la mano les dijo que todo estaba bien, más no era cierto. Sus ojos se posaron sobre la mujer y alrededor de ella traía un aura distinta, un tono muy opuesto al de los mortales comunes, además del aroma a tierra húmeda y árboles frescas, como a lluvia. Ella no era una humana.
Retrocedió unos pasos tomando los papeles para sí junto a una reverencia –No se preocupe señorita, ha sido culpa de ambos también he venido distraído, es más culpa mía que suya Sayyidat– se excusa con otra reverencia y camina directo a la puerta de la habitación de la que habían chocado, antes de abrir dicha puerta –Si me disculpa, tengo trabajo que hacer, tenga buena noche Sayyidat– sonríe esperando que la mujer no revele su secreto, uno que ha llevado años oculto de la vista de todos.
Ingresa a la habitación con la carpeta y esa sonrisa del profesional que era, la mujer estaba en cama con una tos que no cesaba, podía oír sus pulmones respirar con dificultad, su corazón latía más a prisa y entraría pronto en una taquicardia, se acercó y administró antiarrítmico. Cerca de la cabecera observó mejor el estado de la mujer y suspiró, notó que aquella mujer tenía el mismo aroma de la tierra pero con una mezcla del océano –Sayýdah, acaso ha recibido alguna descarga de plata en su interior, quizás una herida mal curada de alguna bala de un cazador o un corte, se ha enfrentado con algunos inquisidores– enarca una ceja abstraído en la sonrisa de la mujer, a lo que él solo cerró los ojos sintiendo que estaba alguien más con ellos –Lo siento, no podré hacer mucho si su familiar no contesta mis preguntas, no tardará la fiebre matarla– odiaba dar ese trato pero ya estaba acostumbrado a que ciertos seres lo trataran como el demonio que era y se esforzaba en ocultar.
Todo gracias a los prejuicios de seres que no podían entender y menos intentarlo.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/03/2014
Re: Instintos primarios || Libre
“The world is indeed full of peril, and in it there are many dark places; but still there is much that is fair, and though in all lands love is now mingled with grief, it grows perhaps the greater.”
― J.R.R. Tolkien, The Fellowship of the Ring
― J.R.R. Tolkien, The Fellowship of the Ring
Las palabras se quedaron atoradas en su boca, Sayyidat aquella palabra ella la conocía, la había leído en viejos libros, la había escuchado hacía mucho tiempo y aquello solo le trajo malos recuerdos; la mirada dispar bailó del suelo a la imagen masculina que sin mas se disculpó, le dio la espalda y se alejó desapareciendo detrás de la puerta de la habitación de la nona; Charleen alargó el brazo solo para aferrarse al vacío que quedó entre ellos ―Es... pere - la voz se perdió en un susurro, quedó pendiente en el aire, se llevó la mano a la frente, se estaba volviendo loca.
―Señorita ¿se encuentra bien? - la voz de la enfermera no la tomó por sorpresa, sintió la calidez de la mano sobre su hombro y esto la obligó a alzar la vista ―S-si, gracias, solo estoy cansada - le sonrió sin ganas, cosa que confirmaba aquel comentario, las ojeras debajo de sus ojos solo hicieron que aquella mujer de años la mirara con ternura, como si sintiera lastima por ella ―Debería ir a descansar, no le hace bien a su familiar que usted no tenga fuerzas - aquellas palabras de apoyo le calentaron el alma, pero no lograron su cometido ―Si, lo sé - se giró sobre sus talones apresurándose a entrar en la habitación, cerrando la puerta tras de si.
Ahora tenía la mente clara, la mirada fija y los sentidos al cien ―Ella no es como yo - la tos de la vieja que siempre la había cuidado no la distrajo, se quedó con la espalda pegada a la puerta y la mano temblando detrás de ella aún fija en la manija ―Así que no le estamos ocultando nada... a diferencia de otras personas - aquella acusación no era sin fundamento, ahora podía olerlo, sentirlo, saber que era, un maldito eterno.
La sola mención de los inquisidores le regresó el frío al cuerpo, abrió los ojos de par en par y dirigió la mirada a la cama donde estaba postrada su nona ―Te has... ¿te has encontrado con algún inquisidor? - se acercó a la orilla de la cama y se arrodilló junto a ella ―Debes decirlo, no pueden ir amenazando a las personas, no tienen registros de mi o de mi familia... - la mano temblorosa de la anciana se alzó para acariciarle el rostro, si había registros de su familia, ocultos, pero los había, y Charleen no podía permitirse el lujo de que aquella mujer inocente pagara por una condición familiar.
Se incorporó nuevamente y se giró para enfrentarse al vampiro ―Si sabe de algo que contrarreste los efectos, es hora de dárselo - las manos le temblaban, la ira y el miedo se apoderaban de ella, miedo de perder a la única persona que le importaba e ira de estar frente a la mas irónica de las situaciones, un ser sin alma y despiadado jugando a ser bueno.
―Señorita ¿se encuentra bien? - la voz de la enfermera no la tomó por sorpresa, sintió la calidez de la mano sobre su hombro y esto la obligó a alzar la vista ―S-si, gracias, solo estoy cansada - le sonrió sin ganas, cosa que confirmaba aquel comentario, las ojeras debajo de sus ojos solo hicieron que aquella mujer de años la mirara con ternura, como si sintiera lastima por ella ―Debería ir a descansar, no le hace bien a su familiar que usted no tenga fuerzas - aquellas palabras de apoyo le calentaron el alma, pero no lograron su cometido ―Si, lo sé - se giró sobre sus talones apresurándose a entrar en la habitación, cerrando la puerta tras de si.
Ahora tenía la mente clara, la mirada fija y los sentidos al cien ―Ella no es como yo - la tos de la vieja que siempre la había cuidado no la distrajo, se quedó con la espalda pegada a la puerta y la mano temblando detrás de ella aún fija en la manija ―Así que no le estamos ocultando nada... a diferencia de otras personas - aquella acusación no era sin fundamento, ahora podía olerlo, sentirlo, saber que era, un maldito eterno.
La sola mención de los inquisidores le regresó el frío al cuerpo, abrió los ojos de par en par y dirigió la mirada a la cama donde estaba postrada su nona ―Te has... ¿te has encontrado con algún inquisidor? - se acercó a la orilla de la cama y se arrodilló junto a ella ―Debes decirlo, no pueden ir amenazando a las personas, no tienen registros de mi o de mi familia... - la mano temblorosa de la anciana se alzó para acariciarle el rostro, si había registros de su familia, ocultos, pero los había, y Charleen no podía permitirse el lujo de que aquella mujer inocente pagara por una condición familiar.
Se incorporó nuevamente y se giró para enfrentarse al vampiro ―Si sabe de algo que contrarreste los efectos, es hora de dárselo - las manos le temblaban, la ira y el miedo se apoderaban de ella, miedo de perder a la única persona que le importaba e ira de estar frente a la mas irónica de las situaciones, un ser sin alma y despiadado jugando a ser bueno.
Charleen Rumsfeld- Cambiante Clase Alta
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Re: Instintos primarios || Libre
El espíritu cree naturalmente y la voluntad naturalmente ama; de modo que, a falta de objetos verdaderos, es preciso apegarse a los falsos.
Blaise Pascal
Blaise Pascal
El dulce momento de la realidad que llega con el aroma de un perfume delicado pero bravío, como el mar tan imponente, o mejor dicho como el sol que se encarga de disipar la niebla de la oscuridad infernal. Así fue el golpe que sintió aquel hombre, si se le puede llamar de aquella manera, cuando la mujer soltó cada una de aquellas palabras, ¿tenía la obligación de escucharla? No, pero aun así se condenaba a un perpetuo silencio, frío y distante como si realmente no le hubiera escuchado.
Más su voz sonó apagada y apática completamente, era la primera vez que el galeno tomaba algo de manera personal, jamás había mezclado lo profesional con su ámbito personal, pero ahora si lo afectaba ¿por qué? Porque aquella joven había tocado un tema tabú para él –Así es como todos nos ven, ¿Qué puedo hacer? Nada, solo disculparla, pero sí, soy un mentiroso alguien que sirve de mentiras para salvarse momentáneamente, pero a la larga casi todas las mentiras acaban saliendo a flote y causando dolor, no solo a los demás si no uno mismo– de manera tajante cortó el tema, con un semblante serio.
Sus puños estaban cerrados fuertemente, podía casi sentir como iba perforando poco a poco su piel; miró a la mujer con unos ojos entrecerrados que expresaban la tristeza del alma, una perdida, su sonrisa es más profesional que sincera realmente, los puños se sueltan tomando el cuadro clínico de la mujer en donde realiza algunas anotaciones. La mujer de edad le miraba con una sonrisa afable al doctor quien solo la miraba asintiendo a las últimas preguntas de la joven.
Se acerca a la paciente tomándole el pulso con ojos cerrados, su poder radicaba en ello en poder saber el estado de los pacientes de manera interna para saber dónde trabajar o qué recetar. Negó en un segundo porque era aún más profunda de lo que pensaba, miró a la mujer tocándole la frente –Un inquisidor ha dejado ello en su cuerpo, es como una bacteria que va matando al recipiente lentamente. El modelo es como una bala de plata con puntas pequeñas que segregan lentamente un veneno en el organismo, a medida que pasa los días y no se cura, en el caso de la señora aquella “bacteria” está alojada en sus pulmones, por eso la tos y la respiración leve, los demás síntomas por el veneno– suspira pesadamente alejándose de la mujer mirando con una seriedad a la otra joven, una seriedad que podría matar –Soy doctor no Dios, aunque usted me vea como un demonio– se aleja de ambas mujeres, anotando esta vez en su diario personal.
No era el primer caso de aquello que atendía, pero ¿acaso podría decirles la solución? ¿La aceptarían ellas? No, ni siquiera él aceptaba ello y mucho menos estando alguien como aquella joven; quedadamente suspiraba mientras terminaba de escribir –Les daré tiempo a solas, prescribiré un tratamiento leve pero efectivo para aliviar un poco el dolor, al menos por el momento, enviaré a una enfermera que la revise constantemente si necesita algo sayida– se dirige a la mujer de mayor edad, observando con condolencia a la otra.
Camina hasta la puerta dejándolas a solas, más afuera no entrega la prescripción a la enfermera, solo observa lo que ha recetado sabiendo que ello no ayudará en nada.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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Re: Instintos primarios || Libre
Her wish to die
was as pervasive as a dial tone:
you lift the receiver, it's always there.”
― Joyce Carol Oates, Faithless
was as pervasive as a dial tone:
you lift the receiver, it's always there.”
― Joyce Carol Oates, Faithless
Aquello le llegó como un balde de agua helada, se quedó con la mirada clavada en la figura destartalada de la mujer que la había criado y cuidado ¿que haría sin ella? quería salir corriendo y buscar a Reinout pero él no quería saber nada de ella, o al menos eso pensaba puesto que no la había buscado, no quería estar sola y no tenía a donde mas ir, no podía ser fuerte y sin embargo, tenía que aparentar. La mano de Marie apretó con delicadeza y casi sin fuerza la ajena, Charleen solo pudo detener las lágrimas y obligarse mirarla directo a los ojos.
Se hizo a un lado, permitiendo que el doctor se acercara al borde de la cama y revisara a la mujer, el estomago desapareció y el pulso aminoró, escuchaba lo que el médico decía pero se le figuraba un lenguaje extraño, perdido, jamás escuchado ¿que estaba diciendo? ¿iba a morir? ¿la dejaría así? ―Pero ella no es como yo, ella es humano, el veneno tiene que trabajar de manera distinta, no puede afectarla igual ¿ o si? - aquello lo dijo en casi un hilo de voz casi imperceptible al oído humano, pero él no era ningún humano.
El vampiro se alejó, dejando un vacío lleno de dudas incluso mas grande del que ya había, no tenía voz ni razón en ese instante, su mente estaba nublada y tardó un poco en reaccionar, demasiado para encontrarlo aún dentro de la habitación.
En ese instante, justo cuando la perilla de la puerta rechinó, le recordó que debía detenerlo, encontrar la manera, soltó la mano moribunda de la anciana y salió corriendo de la habitación, la espalda ancha adornada del blanco impecable de la bata aún estaba allí, se quedó a unos pasos de él, el pasillo estaba vacío a excepción de la enfermera que se alejaba de ellos para entrar en otra habitación ―No es dios, y si no quiere que lo vea como un demonio, entonces demuestre su lado humano, aquel que se esfuerza tanto por mostrar a los demás - su voz se quebraba, estaba intentando tener a que aferrarse, como si el navío en el que iba de pronto se topara con la mas feroz de las tormentas y el mar estrepitoso intentara jalarla a la nada.
Caminó despacio hacia el, estiró la mano para tocarle el hombro pero sus dedos jamas llegaron a hacerlo, retrajo la mano hacia su propio pecho, no podía evitar sentir repudio para los de su clase, le habían arrebatado lo que mas amó en el mundo y ahora planeaba hacerlo de nuevo, no le importaba que no fuera él el causante de sus desgracias, pero sería el causante de otra si no hacía nada ―Eligió en disfraz de médico por una razón, hágala valer... por favor - la última súplica era sincera, sentimental y valiosa, en ella iba la última esperanza de Charleen, no podía perder a la mujer que la mantenía cuerda.
Se hizo a un lado, permitiendo que el doctor se acercara al borde de la cama y revisara a la mujer, el estomago desapareció y el pulso aminoró, escuchaba lo que el médico decía pero se le figuraba un lenguaje extraño, perdido, jamás escuchado ¿que estaba diciendo? ¿iba a morir? ¿la dejaría así? ―Pero ella no es como yo, ella es humano, el veneno tiene que trabajar de manera distinta, no puede afectarla igual ¿ o si? - aquello lo dijo en casi un hilo de voz casi imperceptible al oído humano, pero él no era ningún humano.
El vampiro se alejó, dejando un vacío lleno de dudas incluso mas grande del que ya había, no tenía voz ni razón en ese instante, su mente estaba nublada y tardó un poco en reaccionar, demasiado para encontrarlo aún dentro de la habitación.
En ese instante, justo cuando la perilla de la puerta rechinó, le recordó que debía detenerlo, encontrar la manera, soltó la mano moribunda de la anciana y salió corriendo de la habitación, la espalda ancha adornada del blanco impecable de la bata aún estaba allí, se quedó a unos pasos de él, el pasillo estaba vacío a excepción de la enfermera que se alejaba de ellos para entrar en otra habitación ―No es dios, y si no quiere que lo vea como un demonio, entonces demuestre su lado humano, aquel que se esfuerza tanto por mostrar a los demás - su voz se quebraba, estaba intentando tener a que aferrarse, como si el navío en el que iba de pronto se topara con la mas feroz de las tormentas y el mar estrepitoso intentara jalarla a la nada.
Caminó despacio hacia el, estiró la mano para tocarle el hombro pero sus dedos jamas llegaron a hacerlo, retrajo la mano hacia su propio pecho, no podía evitar sentir repudio para los de su clase, le habían arrebatado lo que mas amó en el mundo y ahora planeaba hacerlo de nuevo, no le importaba que no fuera él el causante de sus desgracias, pero sería el causante de otra si no hacía nada ―Eligió en disfraz de médico por una razón, hágala valer... por favor - la última súplica era sincera, sentimental y valiosa, en ella iba la última esperanza de Charleen, no podía perder a la mujer que la mantenía cuerda.
Charleen Rumsfeld- Cambiante Clase Alta
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Re: Instintos primarios || Libre
La primera pequeña mentira que se contó en nombre de la verdad, la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de la justicia, la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral, siempre significarán el seguro camino del fin.
Václav Havel
Václav Havel
Amargo momento que se podía palpar en el lugar, aquellos pocos momentos de optimismo del hospital había sido cortado de tajo por la sensación más negativa y dolorosa, con el silencio que agoniza lentamente y al cual se le puede ver y oír, como la arena que huye de entre los dedos lentamente hasta que queda la nada de un recuerdo que se borra con el paso del tiempo, al menos para unos pocos.
Había salido de aquella habitación dejando todo atrás, el recuerdo doloroso de palabras que se quedarán en su mente por toda la eternidad, palabras que solo hacían el eco del recuerdo de algo que no volverá nunca más. Alejó de su cabeza los sentimientos que comenzaban a albergarse en su inexistente corazón, pero él lo tenía aunque nadie lo sabía. Se mantuvo a si mismo de pie escribiendo las ultimas indicaciones para aquella paciente, al menos lo más favorable para hacer su muerte lo menos dolorosa, hasta que la vos de la joven cambiante le interrumpe; ganas no faltaban de regresar y gritarle a viva voz lo que pensaba pero realmente ¿era correcto? ¿Debía hacerlo? ¿Juró hacerlo cuando se enlistó como médico? Con un fuerte suspiro y sus dedos masajeando el puente de su nariz tragó aquellas palabras para volver a ver a la mujer de frente con el semblante cansado, pero más que nada contrariado.
Suspira cerrando los ojos buscando en lo más hondo de su ser la calma del médico que era, calmando a la bestia –Sayidat, es cierto que el veneno debería actuar menos en humanos, pero eso es mentira, actúa mas doloroso y lento en seres como usted, como yo, pero en humanos es rápido porque no se regeneran, no hay defensas como las nuestras. Es mejor que se despida de ella aun cuando le recete esto no durará más de un día– sus palabras son duras pero no puede mentir, no quiere, lo ata un juramento y en aquellos momentos no solo lo ata, si no otras cosas que la mujer no entendería.
Trata de regresar a lo que hacía antes en aquellos reportes clínicos pero la súplica insistente de la mujer y la última palabra con la que pide la ayuda lo devasta aún más, regresa con la mirada sobre su hombro de manera pesada, con pesadumbres por lo que ha pedido la cambiante –Sayidat, ¿sabe acaso lo que me está pidiendo? La única forma de salvarla es de la forma en la que usted me odia y aborrece. Acaso ¿me perdonará que convierta a su nana en una esclava de sangre? O quizás en una ¿vampira? Usted me dirá que si, pero yo no podría perdonarme, mis convicciones morales me detienen, eso es algo que usted no entenderá– sus dientes chocan y su mandíbula se tensa –Aun así también me ata mi juramente de médico, o como lo ven, la mentira a sostener que soy un médico humano– suspira porque no sabe qué hacer, y ahora ha dejado a la mujer la decisión –Podría ayudarla, pero por su edad no sería viable un poco de sangre de mi parte, al final se terminaría convirtiendo en una esclava de sangre, mi esclava de sangre– esa palabra lo alteraba y sacaba fuera de sí, porque aquello él no podía concebirlo.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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Re: Instintos primarios || Libre
“Numbing the pain for a while
will make it worse when you finally feel it.”
― J.K. Rowling,Harry Potter and the Goblet of Fire
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― J.K. Rowling,Harry Potter and the Goblet of Fire
No estaba segura de como proseguir, las ideas le nublaban la mente y la mareaban por la rapidez en la que se agolpaban en su cabeza, quiso ser egoísta, quiso simplemente asentir, gritarle que no le importaba, que lo hiciera pero ¿era aquello lo que la mujer en la habitación deseaba? entonces pensó, dejarle la decisión a ella; Charleen sabía que en caso de aceptar, aún así, se sentiría vacía ¿que demonios debía hacer?
Las últimas palabras del vampiro la alteraron ¿cómo podía decir eso? ¿alegar inconformidad cuando era capaz de matar para sobrevivir? ―Usted... - el inicio de la oración iba vacío, sin un destino y sin intensión definida, se atragantó sus palabras, mismas que aún no estaban estructuradas, Charleen no era una mujer irracional, no era visceral, no era insensata, es por eso que retuvo su comentario -hiriente quizá- solo para cuestionarse ¿y si él no lo había decidido ser de esa manera?
Una oleada fría la invadió, no pudo mantenerse erguída y encorvó la espalda, como si de aquella manera fuese capaz de mantener la paz interior unida aun a su alma. Ella había nacido siendo cambiante era una herencia, era su naturaleza, pero los vampiros no nacían, se hacían, y así como uno arrebató la vida de su padre ¿que tal que otro le arrebató la libertad al hombre delante de ella?
―Y-yo...- había vergüenza en su voz, alzó la mirada nuevamente, los ojos dispares eran aún mas llamativos por el brillo que las lágrimas les daban ―Lo lamento - fue capaz e pronunciar aquela frase sin pausas, mirándolo a los ojos, con sinceridad ―Debe entender que... ella es lo único que me queda, sin ser mi familia, decidió quedarse a mi lado como tal, no puedo darle la espalda con tanta facilidad, no sabiendo que existe... - ―...una alternativa - no fué capaz de pronunciarlo, eso último resonó en su cabeza como eco de una cueva ―Esa decisión no me compete, es algo que solo ustedes dos podrían decidir... mas usted que ella, por que quizá, su alma no esta tan perdida - no pretendía tener compasión, aunque la parte humanitaria de su ser le gritaba que era lo correcto.
Relajó los hombros al punto de verse derrotada, sintió como las piernas no eran un apoyo confiable y se giró, qudando al costado del médico, para recargarse en un muro cercano, echo la cabeza hacia atrás todo lo que le permitió aquella barrera ―Es dificil, encontrar quien entienda la dificultad de una vida como la nuestra, el vivir a base de mentiras con una máscara que al final, termina por convertirse mas en nuestra piel que solo en una fachada hasta el punto que inclusive nosotros comenzamos a creerla - hizo caso omiso al nerviosismo de sentirse tan expuesta, tan vulnerable, giró el rostro a la izquierda solo para mirarle ―Yo me oculto tras los lienzos, pero usted tiene el valor de enfrentar sus propios demonios -
Apoyó las manos en el muro detras de ella y se empujó con suavidad ―Si la llevo a casa y con el medicamento ¿cuanto tiempo... - no se atrevió a temrinar la pregunta
Las últimas palabras del vampiro la alteraron ¿cómo podía decir eso? ¿alegar inconformidad cuando era capaz de matar para sobrevivir? ―Usted... - el inicio de la oración iba vacío, sin un destino y sin intensión definida, se atragantó sus palabras, mismas que aún no estaban estructuradas, Charleen no era una mujer irracional, no era visceral, no era insensata, es por eso que retuvo su comentario -hiriente quizá- solo para cuestionarse ¿y si él no lo había decidido ser de esa manera?
Una oleada fría la invadió, no pudo mantenerse erguída y encorvó la espalda, como si de aquella manera fuese capaz de mantener la paz interior unida aun a su alma. Ella había nacido siendo cambiante era una herencia, era su naturaleza, pero los vampiros no nacían, se hacían, y así como uno arrebató la vida de su padre ¿que tal que otro le arrebató la libertad al hombre delante de ella?
―Y-yo...- había vergüenza en su voz, alzó la mirada nuevamente, los ojos dispares eran aún mas llamativos por el brillo que las lágrimas les daban ―Lo lamento - fue capaz e pronunciar aquela frase sin pausas, mirándolo a los ojos, con sinceridad ―Debe entender que... ella es lo único que me queda, sin ser mi familia, decidió quedarse a mi lado como tal, no puedo darle la espalda con tanta facilidad, no sabiendo que existe... - ―...una alternativa - no fué capaz de pronunciarlo, eso último resonó en su cabeza como eco de una cueva ―Esa decisión no me compete, es algo que solo ustedes dos podrían decidir... mas usted que ella, por que quizá, su alma no esta tan perdida - no pretendía tener compasión, aunque la parte humanitaria de su ser le gritaba que era lo correcto.
Relajó los hombros al punto de verse derrotada, sintió como las piernas no eran un apoyo confiable y se giró, qudando al costado del médico, para recargarse en un muro cercano, echo la cabeza hacia atrás todo lo que le permitió aquella barrera ―Es dificil, encontrar quien entienda la dificultad de una vida como la nuestra, el vivir a base de mentiras con una máscara que al final, termina por convertirse mas en nuestra piel que solo en una fachada hasta el punto que inclusive nosotros comenzamos a creerla - hizo caso omiso al nerviosismo de sentirse tan expuesta, tan vulnerable, giró el rostro a la izquierda solo para mirarle ―Yo me oculto tras los lienzos, pero usted tiene el valor de enfrentar sus propios demonios -
Apoyó las manos en el muro detras de ella y se empujó con suavidad ―Si la llevo a casa y con el medicamento ¿cuanto tiempo... - no se atrevió a temrinar la pregunta
Charleen Rumsfeld- Cambiante Clase Alta
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Re: Instintos primarios || Libre
Las palabras más crueles son aquellas que no se dicen, como la mirada de lo inevitable y el silencio agónico.
La tinta se seca en cada una de las hojas marcadas por la mano de la muerte que se niega a un a asentar la sentencia a una pobre alma encadenada a destinos fatales y crueles del destino por algo llamado “amor”. Lo misma razón que mata a todos, un amor propio o ajeno, un motivo irracional de evitar que algo ocurra, la arrogancia que se mezcla con los deseos absurdos de las venganzas irracionales, eso es lo que la pluma no escribe y solo marca horas y contenidos químicos y orgánicos a la lista de pacientes, la menos hasta que la soledad se nubla por la amarga compañía; una que va mermando hasta encontrase en su realidad.
Cerró sus ojos soltando un largo suspiro, es verdad que no necesitaba respirar, pero por costumbre y razones de peso lo hacía incluso delante de aquellos que sabían su condición; miró sobre su hombro a la mujer que le recordaba su juramente médico y quizás por ello no pudo encontrar las palabras que la mujer esperaba –Hasta que salga el alta serán solo horas lo que le queda, horas en donde no será ella– deja de lado todos los papeles mirando a la mujer de frente –Lo único que hace el “medicamento” es tenerla en un estado de calma, sus sentidos no estarán presentes del todo, será como verla muerta, pero tendrá vida– era duro lo que decía pero no podía mentirle por más que quisiera quitar el dolor a sus pacientes habían límites para él y eran sus propios principios, y uno de ellos era no mentir en su trabajo.
Frota el puente de su nariz porque algunas de las cosas que ha dicho la joven dama cabían en su vida privada y más que nada en los pasos que ha dado hasta ahora –Y esas mentiras nos llevan a los actos más desesperados para tratar de mantenerla, aun cuando lo vemos próximo a destruirse el castillo de engaños que hemos creado alrededor de nosotros que compete a otras personas y será doloroso verlo caer lastimando a esas personas por eso nos atrevemos a mentir más y más hasta perder nuestras almas– suelta una sonrisa –Claro, yo no tengo alma quizás por eso no siento esa parte dolorosa, o quizás sí pero no lo he dicho– el recuerdo de su amada esposa siempre está en la mente del doctor en cuyo rostro se muestra la sombra de la melancolía.
Momento de debilidad para alguien de su especie, quizás porque la mirada de la joven y las palabras ante la futura perdida, o quizás solo su melancolía es quien le lleva a dejar de lado sus principios. Suelta un suspiro de cansancio –Puedo hacer que ella se recupere, pero será un secreto de sangre con consecuencias de muerte, además de que luego debe llevarla a su hogar y encerrarla hasta que el tratamiento termine y luego cuando deje de recibir el “antibiótico”, no deberá ser vista hasta que todo pase– toma la ficha clínica de la mujer escribiendo prescripciones médicas innecesarias, para evitar levantar sospechas, las mismas que serán administradas por él –Nadie debe enterarse de esto jamás, no quiero a más gente tratando de ser dioses y jugar a la vida y muerte, suficiente con los dioses malditos que ya caminamos entre los vivos, además tampoco quiero que vengan tras de mi los mismos que fueron tras de usted, también tengo personas a las que amo y quiero proteger, y precisamente no son como nosotros; y por otro lado tampoco quiero tener que eliminar a aquellos que usen la información como chantaje, sería molesto– ante la última frase sonríe con naturalidad con la seriedad de embocaba esas palabras.
Al final él también era un asesino.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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Re: Instintos primarios || Libre
“The slickest way in the world to lie is to tell the right amount of truth at the right time-and then shut up.”
― Robert A. Heinlein, Stranger in a Strange Land
― Robert A. Heinlein, Stranger in a Strange Land
Estaba al borde de las lágrimas ¿donde estaba aquel que la mantendría unida en este momento? se dio cuenta de lo sola que era su vida, de lo sola que estaba en el mundo, Marie estaba postrada en cama ocultando tras una sonrisa fingida el dolor que sentía ¿y él? no podía recriminarle nada, no debía estar allí, no tenía porque. Se obligó a encarar el dolor, a presentarse ante la muerte como una adversaria. Le rogó con la mirada, con los ojos llenos de lágrimas.
―Oh, pero la tiene ¿de que otra forma si no, estaría justo aquí y ahora? - las lágrimas rodaron por sus mejillas y ella sonrió como si estuviese avergonzada, las enjugó con el dorso de su mano y desvió la mirada ―O quizás es por puro remordimiento, ya no me siento capaz de juzgarlo, y en realidad... - respiró profundo soltando de apoco el aire e sus pulmones, intentando calmarse ―...en realidad tampoco me siento en la posición de pedirle algo que probablemente pese mas sobre su consciencia o sobre la parte humana que por costumbre se ha aferrado a usted - cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró, lo miró con redención, con súplica, con dolor.
Se sintió derrotada ¿hasta donde había caído como para pedir sacrificios por alguien que no estaba ligado a ella? esa era la parte humana, aquella que se niega a perder algo preciado. Dejó caer los brazos a sus costados, sus hombros de relajaron ante el peso que llevaban, le costo trabajo respiran pero se obligó a hacerlo ―L-lo lamento... - su voz se quebró y únicamente salió un ligero susurro, interrumpido por un acto de misericordia por alguien de una especie que ella creía incapaz de hacerlo.
Sus ojos se abrieron de par en par, su rostro palideció y comenzó a temblar de una forma un tanto descontrolada, como si de pronto la temperatura dentro de aquella habitación hubiera bajado a menos cero ―No, no podría... no por ella, no... Usted... - extendió la diestra hasta que alcanzó la del médico, fría, muerta, pero a la vez, tan llena de algo parecido a esperanza que le regalaba calidez, la tomó entre las suyas sin dejar de ver aquellos dedos largos, escuchando con atención aquello que curaba y creaba heridas en su alma ―¿Le diría usted? - estaba siendo egoísta al intentar huir de aquella realidad, ―¿Me acompañaría a decírselo? - sonaba un poco mas razonable.
―Oh, pero la tiene ¿de que otra forma si no, estaría justo aquí y ahora? - las lágrimas rodaron por sus mejillas y ella sonrió como si estuviese avergonzada, las enjugó con el dorso de su mano y desvió la mirada ―O quizás es por puro remordimiento, ya no me siento capaz de juzgarlo, y en realidad... - respiró profundo soltando de apoco el aire e sus pulmones, intentando calmarse ―...en realidad tampoco me siento en la posición de pedirle algo que probablemente pese mas sobre su consciencia o sobre la parte humana que por costumbre se ha aferrado a usted - cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró, lo miró con redención, con súplica, con dolor.
Se sintió derrotada ¿hasta donde había caído como para pedir sacrificios por alguien que no estaba ligado a ella? esa era la parte humana, aquella que se niega a perder algo preciado. Dejó caer los brazos a sus costados, sus hombros de relajaron ante el peso que llevaban, le costo trabajo respiran pero se obligó a hacerlo ―L-lo lamento... - su voz se quebró y únicamente salió un ligero susurro, interrumpido por un acto de misericordia por alguien de una especie que ella creía incapaz de hacerlo.
Sus ojos se abrieron de par en par, su rostro palideció y comenzó a temblar de una forma un tanto descontrolada, como si de pronto la temperatura dentro de aquella habitación hubiera bajado a menos cero ―No, no podría... no por ella, no... Usted... - extendió la diestra hasta que alcanzó la del médico, fría, muerta, pero a la vez, tan llena de algo parecido a esperanza que le regalaba calidez, la tomó entre las suyas sin dejar de ver aquellos dedos largos, escuchando con atención aquello que curaba y creaba heridas en su alma ―¿Le diría usted? - estaba siendo egoísta al intentar huir de aquella realidad, ―¿Me acompañaría a decírselo? - sonaba un poco mas razonable.
Charleen Rumsfeld- Cambiante Clase Alta
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Re: Instintos primarios || Libre
El dolor es la más grande batalla que se lleva en el alma.
El sentimiento que se creía olvidado volvía a surgir creando sensaciones que ya se creían extintas, incluso la ilusión de un palpitar de aquel muerto corazón llena de esperanzas que se convierte en un calvario cuando la realidad vuelve a golpear a aquel que solo se limita a sonreír por pura cortesía. Una sonrisa con la que trata de ocultar esos breves momentos de una mal llamada “fragilidad humana”, algo que él muy bien sabe que le es imposible pero aun así, aun así se permite soñar; el león de Persia también puede caer en esas ilusiones de oasis en medio del desierto de su vida.
Los ojos que se clavan en el rostro de la joven y aquel suspiro fuerte y casi cansino que deja escuchar bajando la mirada a la mano amiga que trata de conciliar un puente para aquella batalla silenciosa que se iba debatiendo –Claro– susurra en un tono menos audible –Aun soy su doctor, así que es mi deber indicarle una nueva alternativa para encontrar su mejoramiento, así que le diré las mismas indicaciones que le he dado a usted, así como los cuidados que tendrá que tener– el rostro del a joven trae consigo el recuerdo de aquel que le espera en casa llevando a que aquella mirada dura y fría comenzara a dulcificarse.
Acto involuntario que mueve obligatoriamente una de sus manos hacia el rostro de la pequeña jovencita limpiando con sus dedos fríos las cálidas lágrimas que por su rostro van dejando la huella de su tristeza y dolor –Le asistiré hasta que se recupere, Sayyidat, luego de ello desapareceré de la vida de ustedes y para ella será como nunca me conoció al igual que usted, así no tendrá en su corazón ese pesado dolor de haber sido ayudada por una bestia como yo– aun con sus desplacientes palabras la sonrisa no se borra de su rostro, realmente aquel recuerdo se profundiza más llevando el dolor matarlo por dentro –Le daré medicamente que serán como sustitutos, más bien como placebos para ayudarle a pasar ello– deja la nota médica de la señora a un lado con la disposición de darle el alta luego de unas horas.
Camina de regreso extendiendo la mano amiga, pero cruel, a la señorita mirando atento las reacciones de ella para evitar que su propio ánimo desfallezca, más de lo que ya estaba, caminan hasta la habitación frente a la puerta esperando un poco –Debe saber usted, que esto será doloroso para usted y para ella ¿Está segura de poder soportarlo, sayyidat?– pregunta un poco desconfiado en la mujer; aun con sus miles de años sabe que los humanos son capaces de hacer sacrificios grandes por amor, pero también sabe de buena cuenta que esos sacrificios pueden matarlos lenta y dolorosamente.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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