Sangre por vida || Libre

por **Úrsula Kirkpatrick** Jue Sep 03, 2015 10:42 am

Llevar dos semanas sin consumir sangre, para un adicto, puede ser desastroso, tanto que incluso su estado de salud decae. Si le suman las enfermedades de una persona, todo se resumen a un desastre.

La noche anterior todo se salió de control. En medio de su pomposa y gran cama, los temblores se hicieron presentes. Abrió los ojos con rapidez, su cuerpo semi desnudo estaba cubierto por una fina capa de sudor. Su estado de salud estaba tan deplorable, que sin importar el sudor, sus labios parecían resecos, la piel opaca, al igual que su cabello. La adicción la estaba arruinando, y al mismo tiempo alargaba su vida. Con o sin la sangre se le generaban consecuencias.

Úrsula cogió la campanilla que se encontraba a un lado de su cama; la hizo sonar un par de veces alarmando a sus empleados que algo estaba mal. Donathien, su mayordomo, fue el primero en llegar a la habitación. Negó un par de veces al mirarla, y luego la envolvió en sus brazos, la acunó cómo a una recién nacida que lloraba por alimento, hizo que el rostro de la muchacha e escondiera entre los pliegues de sus ropajes, y a paso lento terminó por salir de la mansión, colocarse dentro del carruaje, y avisar que no llegarían aquella noche, y quizás tampoco el próximo día, primero debían regularizar la salud de la dueña del lugar.

Cuando la jovencita despertó, pudo escuchar el canturreo de los pájaros. A lo lejos parecían tener una fiesta, y sus silbidos se unían para poder realizar una hermosa canción. Con cuidado abrió sus ojos, mismos que tardaron en acostumbrarse a la iluminación del día. No se sorprendió del entorno en el que se encontraba, de hecho ya le parecía familiar, en más de una ocasión se refugió en aquella zona, incluso por un momento pensó que lo mejor para su salud, era mudarse al hospital.

Cuando estiró su mano, encontró la calidez de Donathien. El hombre mayor se encontraba dormido en una de las sillas, pero al sentir su tacto frío se despertó, la miró a los ojos, y terminó por sonreírle aliviado.

Donathien era un cambiaformas de entrada edad. Probablemente tendría unos 180 años, incluso en su etapa de sobrenatural, ya estaba por sus últimos años. Había trabajado con su familia desde sus cinco años. Demasiado leal, comprometido, amoroso, y no sólo resultaba un simple mayordomo, para Úrsula aquel señor representaba la figura paterna que había perdido. Si ella sabía del amor incondicional era por él. Cuando ambos se miraron, la sonrisa fue inevitable. Él conocía toda la verdad detrás de sus crisis, y aunque en más de una ocasión la regañaba, lo cierto es que aceptaba silenciosamente las cosas, todo con tal de verla con vida.

Sólo intercambiaron un par de frases, y el hombre salió del lugar.

Después de vestirse y tomar el desayuno. La joven decidió dar un paseo por el lugar. No volvería en casa en un par de días, y eso por decisión propia. La joven necesitaba alejarse de las tentaciones, de las posibilidades de volver a beber sangre. Era su bien, y aunque aquella enfermedad terminara por llevársela, serían los designios de Dios.

por **Lin Deforest** Jue Sep 03, 2015 11:54 am

Lin Deforest gozaba de una buena salud, afortunadamente y a pesar de las condiciones en las que había venido al mundo, su sistema inmunológico funcionaba bastante bien y sólo recordaba haber visitado el hospital una vez cuando tenía 8 años y había caído de un árbol mientras jugaba con sus amigos imaginarios. Por el contrario, su hermano menor Constantin había sido siempre un chico enfermo, desde pequeño había tenido el corazón débil y a pesar de que habían pasado casi 10 años, Constantin seguía visitando el hospital para seguir un tratamiento extremadamente costoso que su padre pagaba incondicionalmente cada mes.

Aquella vez Lin le había acompañado pues su padre se encontraba fuera de Francia ocupado con negocios y su hermano mayor, Damien se había ido de caza. Lin sabía que ambos hermanos no se llevaban del todo bien, había cierta rivalidad entre ellos que le resultaba difícil de comprender. Había pasado la noche en la habitación de Constantine durmiendo de vez en cuando por lo que esa mañana lucía sendas ojeras bajo sus ojos. Decidió que un buen desayuno y un café le haría subir los ánimos, por lo que se dirigió al comedor del hospital.

Comió el desayuno con ganas, los huevos revueltos y las tostadas le supieron estupendas a pesar de que no estaban elaboradas en una preparación especial, mientras comía observó una mujer de cabellos oscuros que a sus ojos lucía melancólica, Lin bebió un poco de café y se preguntó si aquella preciosa mujer estaría enferma.

- Disculpe - Exclamó con voz suave - ¿Desea compartir un café conmigo? - Le preguntó mostrándole la silla vacía en la mesa - He pasado toda la noche en vela y creo que hablar con alguien evitará que de un golpe en la cabeza si de repente me quedo dormida mientras camino - Bromeó.

por **Úrsula Kirkpatrick** Sáb Oct 03, 2015 10:21 pm

Ursula nunca se relacionaba con las demás personas, aunque sabía que su enfermedad no era contagiosa, de vez en cuando creía que podía transmitirla. Sus ojos casi nunca visualizaban las acciones de los demás, y todo eso para no tener que involucrarse. La soledad era su mejor amiga, no la repudiaba, de hecho le agradaba, pero quizás de vez en cuando poder hablar con alguien no le hacía mal. ¿Por qué no arriesgarse de vez en cuando? ¿Por qué no hacer amistades? En realidad no sabía que pensar, pero le hacía falta consuelo, y algún amigo que deseara poder ser el hombro para llorar de ella. ¿Acaso era mucho pedir? Para nada, quizás aquel día debía hacer la diferencia, dar el primer paso, y poder armar un circulo cercano con el cual confiar.

El paseo resultaba siempre un estimulante. Le ayudaba a aclarar su mente, a poner sobre la mesa todo aquello que de verdad valía le pena. Una vida en soledad, aunque resultaba conveniente, nunca resultaba agradable, y en realidad no podía ser llamado vida. En sus cortos años apenas y tenía dos conocidos, de los cuales uno no veía desde hace años. Pagar por compañía, por cuidados no resultaba reconfortante. ¿Qué hacer? Caminar de vuelta a la cafetería, tomar un pudín, y volver a su cuarto para poder leer algo. ¿No? Todo repetitivo, aburrido, e igual. Ya no lo deseaba.

Conforme sus pasos le regresaron a la cocina, su rostro se ensombreció, no tener respuestas adecuadas la ponía nerviosa. Ursula arqueó una ceja al escuchar una voz llamarla, aquello era extraño, por lo regular todos los internos sabían la regla principal: no hablar con Ursula. ¿Quién saltaría ese mandato? Giró su rostro observando con detenimiento a la portadora de la voz. No hizo mala cara, pero sí mostró su sorpresa.

— Hay estancias especiales para que los enfermos o visitantes puedan dormir de forma correcta, no es correcto no dormir de forma adecuada, eso incrementa la enfermedad de la persona, o coloca en mal estado a quien lo cuida, ¿No se lo indicaron al entrar? — Hizo una mueca, Ursula odiaba los descuidos del personal, más aún de los que sólo se encontraban ahí por unas buenas monedas. La curación era un tema de vocación, no de enriquecimiento. — El café ayudará pero procuré ir a descansar — Añadió antes de sentarse en la mesa.

por **Lin Deforest** Dom Oct 04, 2015 9:30 pm

La respuesta la desconcertó un poco, aquella mujer parecía fría y apática, había conocido gente amable en las fiestas y eventos a los que era invitado su padre gracias a su posición social, pero Lin sabía que, muchas de esas sonrisas y palabras cálidas no eran más que máscaras que la gente ponía para mantener un estatus y una apariencia, así era como funcionaba la clase alta. Encontrarse con alguien que dijera las cosas de manera directa y fría, le cogió desprevenida.

- Bueno es que... no estoy enferma ni he venido por un tratamiento para mi, he pasado la noche en vela cuidando de mi hermano Constantin - Le explicó con amabilidad - Afortunadamente he sido bendecida por el señor todo poderoso con una excelente salud... no como mi pobre hermano, él siempre ha tenido el corazón débil y necesita un tratamiento mensual - Continuó bebió un sorbo de café.

- Es verdad, el café ayuda un poco, pero ya podré dormir cuando regrese a casa luego del medio día, no me gustaría dejar a Constantin sólo - Le explicó, era increíble que en un momento tan importante como ese ningún miembro de la familia a parte de ella estuviera dispuesto a acompañar al pequeño Constantin (en realidad tenía 16 años) en sus tratamientos médicos - ¿Y usted Mademoiselle? Espero no le parezca irrespetuosa mi pregunta pero ¿Se encuentra usted enferma? -

por **Úrsula Kirkpatrick** Vie Nov 13, 2015 5:59 pm

— La vida misma me mantiene enferma — Comentó la jovencita, no cambiaba sus expresiones, su mirada seguía siendo sombría, y su tono de voz erizaba la piel de cualquiera — ¿No lo ve? Demasiado descontento con aquello que ocurre a nuestro alrededor — Suspiró con melancolía — Si yo pudiera ya no estaría en este plano, quizás estaría intentando conquistar alguno donde no se necesite salud, riquezas, estatus o un corsé bien ajustado — Soltó una pequeña sonrisa, misma que parecía el sonido tétrico de un árbol chillando a causa del aire golpeando su corteza. Parecía que conforme las palabras salían de los labios de Úrsula, más atemorizante se volvía. Nadie comprendía su humor, al menos nadie que estuviera siempre en una cuerda floja entre la vida y la muerte.

Observó con una ceja alzada el rostro exótico de su ahora compañera de tarde. Sin duda no era parisina, seguramente se trataba de alguien del oriente, los ojos alargados se lo indicaban, al igual que los brazos flacos, y la cintura estrecha. Envidiaba a las orientales, ellas eran delgadas, no tenían que hacer mucho esfuerzo para moldear su diminuta figura, y aunque ella fuera pequeña, le había costado colocarse aquellos ropajes protocolares. ¡Los odiaba!

— Cuando el ser humano no duerme lo correcto se enferma, no creo que quiera hacerle compañía a su hermano, el lugar es seguro, además los tratos son correctos, si duerme un par de horas no le ocurrirá nada, al contrario — Se encogió de hombros. ¿Cómo hacerle platica a una desconocida? Ella sólo platicaba con sus sirvientes, no conocía a nadie más, y estaba segura que ellos le dirigían la palabra porque les pagaba, no por deseo de hacerlo en realidad.

— Tengo una enfermedad extraña, me permite vivir, pero cuando mi cuerpo se cansa tengo que descansar aquí — Se encogió de hombros. Por lo regular nunca hablaba de ella misma, ni siquiera del tono de ropa que llevaba pues, pero la idea de no volver a ver a esa desconocida la hizo tomar un poco de valor par hacerlo — Nada de que alarmarse, desde que nací estoy así, la costumbre gana a cualquier cosa, incluso aunque sea un estado negativo el que estemos viviendo — Nada de mentiras, puras realidades, ella sabía que aunque su realidad era cruel, nada podía cambiarla, o quizás si, pero se encontraba tan cómoda con eso tan conocido, que no buscaba buscar alternativas.

por **Lin Deforest** Lun Nov 16, 2015 7:17 pm

La escuchó hablar y sintió cierta lástima por ella, no la conocía, pero le daba la impresión de que era una mujer increíblemente triste, su actitud taciturna y su modo de hablar pesimista le dejaba vislumbrar algo de su personalidad y el trasfondo de su vida, Lin no tenía que vivir con una enfermedad que le evitara disfrutar como el resto de personas, los diferentes placeres de la vida, aquella mujer parecía haber perdido la esperanza de que su vida cambiara y de que pudiese encontrar algo de felicidad.

¿Tan grave era su enfermedad? Se preguntó mientras la escuchaba. Tenía bastante razón en su consejo, a su hermano no le pasaría nada si lo dejaba sólo, eso era cierto, pero ella no quería irse por otra razón. Asintió levemente con la cabeza algo intimidada con la mirada de su interlocutora.

-Usted tiene razón, mi hermano está en las mejores manos, sin embargo me quedo con él no porque tenga miedo de que algo malo le pase en mi ausencia... sino porqué verá... mi padre constantemente está viajando por sus negocios y mi madrastra tiene muchas ocupaciones y reuniones sociales, ninguno de ellos puede acompañarlo al hospital para su tratamiento y envían a los sirvientes... no quiero que despierte y se encuentre sólo con los sirvientes... al menos quiero que sepa que yo estoy a su lado – Le explicó tomando la taza y bebiendo un poco de café.

- Lamento escuchar lo de su enfermedad – Respondió Lin con una expresión sincera – Pero hay que tener fe en el santísimo Padre y por supuesto en los médicos, esperemos que puedan encontrar una cura para sus males, mientras tanto, deseo que pueda disfrutar su vida al máximo -Finalizó con una sonrisa.

por Contenido patrocinado

Sangre por vida || Libre

Sangre por vida || Libre

Re: Sangre por vida || Libre

Re: Sangre por vida || Libre

Re: Sangre por vida || Libre

Re: Sangre por vida || Libre

Re: Sangre por vida || Libre

Re: Sangre por vida || Libre