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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Juliet E. Deveroix Dom Sep 13, 2015 2:45 am

"There is a beast in every men heart that needs to be exercised, not exorcised."

El sol brillaba en lo alto del cielo cuando Juliet llego por fin a los lindes del bosque desde donde observo al astro rey en silencio y fijamente hasta quemar sus retinas y verse obligada a apartar la mirada cargada de lagrimas. Las aparto a base de parpadeos y acepto el dolor como una señal de que podía avanzar por entre los arboles con la protección de Febo contra toda clase de acompañantes indeseados en aquella oscuridad en la que ingresaba voluntariamente. A decir verdad, jamás había sido fanática de los espacios verdes, mucho menos los laberinticos como aquel, pero su necesidad de los ingredientes que estos lugares resguardaban le imposibilitaban sentir verdadera aversión y  aun así, si debería escoger alguno, el que rodeaba Montmartre era su favorito; estaba demasiado cerca de la ciudad para que grandes animales pudieran vivir sin ser perseguidos y los humanos temian demasiado al camposanto continuo para acercarse. No habia ali otras conciencias que la amenazaran y pronto aquella oscuridad, aquel silencio lleno de soledad se volvió un refugio en el que se encontraba extrañamente a gusto mientras mas se internaba en aquella inmensidad verde que pese a lo infimo que pudieran hacer sentir a un hombre; era nimio en comparación a otros. No era muy profundo, pues la ciudad lo había limitado y reducido en su avance pero era lo suficientemente grande para realizar rituales sin toparse con ningún curioso que se extraviaba del sendero de los cautos. Y aun así recientemente y tras eventos desagradables había descubierto que aquel era más largo y abarcaba más del terreno del que creía cuando buscaba recolectar los ingredientes para diferentes opciones y ungüentos. Que ilusa! Y que tan insegura se habia sentido al descubrir aquello que ahora era imperante asegurarse que el sol no la abandoanra en ningún momento, guiando a un par de cuervos para que destrozaran con sus afilados picos algunas ramitas para que rayos de luz entraran por aquella bóveda verde que no dejaba que nada creciera y en donde los arboles más grandes y viejos competían en altura para obtener más del sol.

Y como Juliet no podía ser la excepción a esta regla secreta del bosque,  busco un rayito de luz que no fuera a desvanecerse en las siguientes horas y ordeno a las aves negras abrir más las ramas que lo conformaban antes de liberarlas de su control y que estas desaparecieran con un graznido estridente y horrible.  No le agradaban, prefería a las ratas pero no podía quejarse de que fueran casi tan útiles como el resto de los elementos que descansaban en un par de canastas y que corroboro no haber olvidado; un par de frasquitos aparentemente vacíos uno lleno de algo semitransparente,  su cuchillo de plata y obsidiana, un libro, una piedra de cuarzo, dos frutos de estramonio, un rejunte de cráneos de los más diversos y un perrito que la había seguido, de lo mas feliz por todo aquel camino;  Todo lo necesario para que alguien fuera condenado de herejía sin lugar a juicios o dudas y aunque aquello la ponía ligeramente nerviosa, tambien era cierto que los brujos y hechiceras no solían hacer rituales diurnos y menos al mediodía, gastaban mas energías y la mayoría de rituales requería un horario especifico, usualmente nocturno o crepuscular. Nadie debería estar rastreando energías mágicas a esa hora y, ante la mirada de un externo solo era una mujer descansando en los bosques con una canasta y un perro particularmente fastidioso en espera  de alguien que no sabía que iba a venir. Ah mierda… Bueno, incluso si la rubia no aparecía, era evidente que necesitaba pasear y calmar sus nervios todavía crispados ¿Qué mejor lugar que aquel donde se sentía segura y a gusto? Se acomodó entre las raíces de un árbol mientras descansaba de la caminata y se convenció de que aquello, de una forma u otra beneficioso para si misma.

Bostezo mientras tomaba la Divina Comedia entre sus manos, acariciando la tapa con sumo cuidado mientras observaba las ilustraciones con el ceño fruncido antes de internarse en una lectura que lejos estaba de poder relajarla o significarle algún bien. Afortunadamente no llego lejos para que lograra alterarse demasiado pues el calor la adormecía mientras que la oscuridad y el silencio a su alrededor no la ayudaban a mantener los ojos abiertos precisamente. De hecho no los tenía abiertos, los parpados se habían cerrado hacía ya unos minutos mientras finalmente se permitía relajarse con la seguridad de que el sol la protegía de los seres oscuros y peligrosos; lentamente comenzaba a entrar en ese espacio entre la vigilia y el sueño donde uno esta semiconsciente de su alrededor pero pierde la noción del tiempo y asi, cuando el maldito cachorro empezó a ladrar y tirar de la correa, deseando festejar a quien aun no llegaba al claro, Juliet se sobresaltó y se sintió perdida por un instante -Sarò un vampiro a questo ritmo, addormentarsi con il sole fascino– refunfuño en su lengua materna mientras su mente se negaba a abandonar las brumas del sueño tras haber conseguido finalmente relajarse tras unas semanas de tensión y espanto con la compañía de mas bebedores de sangre de lo que le hubiera gustado; otro motivo (y quizas el mas importante) por el que buscara el sol de forma constante. -¿Pavilion?– Dijo entonces, corrigiéndose y tomando aire mientras se forzaba a salir de aquel estado letárgico, levantándose del sueño para observar en la dirección señalada por el can, expectante de ver la figura palida e imponente de la mujer, con aquellos fríos ojos azules brillando en la oscuridad




Última edición por Juliet E. Deveroix el Vie Oct 30, 2015 8:51 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Imara Rákóczi Jue Oct 08, 2015 10:18 am

Aún recordaba perfectamente el encuentro con aquella bruja de curiosos ojos marrones y mirada miedosa. Como un gato al que le hubieran mojado el pelaje. Había resultado por completo interesante escapar con ella de los inquisidores, entablar una conversación con un ser extraordinario no se me daba todos los días, aun cuando estaba rodeada de ellos. Y aunque eso me hubiese costado varias costillas y huesos rotos semanas más tarde, lo había disfrutado. La promesa de que me ayudaría con la luna llena no había sido desvanecida. Como un contrato, la fémina había vuelto a mí para darme la información sobre el lugar, el día y la hora, parecía decidida, dejando ver que no le gustaba deberle nada a nadie. El nerviosismo había recorrido mi mente desde ese entonces. Sabía que no había manera de poder llegar a la iluminación en el crepúsculo total. Me habían indicado que la naturaleza de Gaia despertaba en nuestro interior luego de cuarenta años de vivir con la maldición. Demasiado tiempo, no disponía del mismo pues no quería asesinar cada mes por un simple descuido. Y tampoco quería ser reducida a un cadáver por no poder ser capaz de controlar esa bestialidad. Así que lo que esperaba de Juliet era encontrar una balanza. No hacerme consiente, ya que no era posible, sino maldecirme un poco más o hechizarme de manera que no pudiera matar a nadie en esos días, que la adrenalina se contuviera dentro de mi cuerpo. Si había que dar algo a cambio, mientras no fuese mi alma, lo haría. Haber sido inquisidora me había abierto el conocimiento para velar por las vidas ajenas, proteger a los humanos siempre era mi misión y ahora no era diferente. Mis ideales no podían ser cambiados por una simple condenación y traición. Se necesitaba mucho más que eso para vencerme. Aunque el miedo seguía estando presente. No conocía a la hechicera, no tenía confianza, a decir verdad, no confiaba en nadie ni nada. Dejar a su disposición parte de mi vida era un peligro que no estaba segura de estar dispuesta a correr.

Sin embargo me abalancé por el bosque, olisqueando el viento en busca del aroma tan característico de ella. Olía a almendras, ciudad y libros, a tinta y piedras. El color de su aura era fácilmente reconocible que me sorprendía cómo podía seguir libre por las calles parisinas. Quizá ella tenía una manera de esconderse, sabiéndola tan temerosa de la iglesia seguro tomaba medidas de precaución. Cuando supe dónde tenía que ir para hallarla, una duda surgió en mis pensamientos. No estaba segura en absoluto.

Agradecía que fuese de día, el sol iluminaba partes del mullido bosque, mas no podía evitarlo. Tenía miedo. No tenía vergüenza de asimilarlo, mi personalidad era de una manera tal, que nada me avergonzaba si se trataba de algo normal y humano. El temor a lo desconocido era un puente por el que toda persona tenía que caminar. Mordí mis labios entonces, olisqueando un poco más, sintiendo la presencia de un canino, segundos más tardes. Deslicé mis pies por arriba de las ramas, acercándome al lugar en tanto me recostaba mirando al suelo para observar la bola de pelos que estaba sujeta a la bruja. Fácilmente podía comunicarme con él, poder hablar con los animales era la mejor de mis habilidades. Pregunté entonces cómo habían llegado y qué estaba haciendo la muchacha. Y éste me respondió a base de ladridos los cuales no eran necesarios, solo hacían ruido. Enterarme de que ella estaba durmiendo era curioso y al final, por mero instinto, terminé por acercarme saltando desde el tronco más alto hasta el suelo, a unos metros de ella. — ¿Italiano? Buenos días princesa. ¿Dormiste bien? — Consulté con sorna, agachándome a verla unos momentos. Tenía una canasta con quién sabe qué cosas. Vestía normalmente y estaba acomodada sobre un árbol, tan relajada que me sorprendía. Sin embargo terminé por ponerme a su lado, tirando los brazos detrás de la cabeza, alzando la mirada para buscar la ajena. — ¿Dormimos un rato más? — Añadí en lo que cerraba los párpados, suspirando y estirando mis piernas hasta poner una sobre la rodilla. Podía tardar muy poco en dormirme, pues disfrutaba cada segundo de ensoñación que podía tener, pero me contuve, saboreando el clima y escuchando con atención lo que ella tuviese para decirme. Apretando del mismo modo los labios, aparentaba estar tranquila, sin duda podía ocultar muy bien mis verdaderos sentimientos, aunque estos fuesen de lo más terribles. Me negaba a parecer vulnerable. Dejé escapar un suspiro entonces cuando el animal con el que antes había hablado se acercaba a lamer, distrayéndome de todo lo que pudiera estar haciendo. — Tsk. Este animal tuyo es hiperactivo. ¿No molestará en lo que has venido a hacer? — Desvié la vista, alzando una palma para pasarla por la melena del canino, sonriendo apenas ante la forma de escandalizar que tenía.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Sáb Oct 31, 2015 4:02 pm

Quizás se debía a que durante una gran parte de su vida había renunciado a su parte mágica o que simplemente no estuviese aun tan acostumbrada a otros seres “sobrenaturales” pero, y por extraño que sonase para una bruja; Juliet seguía esperando un sentido racional totalmente humano de ellos y por tanto seguían chocando hasta en las cosas más comunes. Como el esperar que la licantropa apareciese simplemente caminando y encontrarse con la súbita sorpresa de verla caer de las ramas que estaban por sobre su cabeza; como si no la hubiese visto sobrevolar los edificios parisinos! Fue tan repentino e inesperado que el primer reflejo que tuvo la bruja fue el de retroceder con tanta velocidad que volvió a chocar contra el árbol en el que habia estados sentada momentos atras. La miro fijo por unos segundos, como si no la reconociera o deseara abofetearla solo por el susto pero el sentimiento desapareció casi tan rápido como había aparecido, relajando sus facciones al instante para dejar en su lugar una sonrisa torcida y sarcástica – Si; suele suceder que los italianos hablamos italiano –  respondió, con el mismo tono que ella le había hablado e ignorando el comentario de la princesa pese a que había vuelto a conseguir que sus mejillas se encendieran producto de la vergüenza de que la viese dormida. Como la vez anterior y todas en las que sucedieran, procuro esconder dicho efecto tras las hebras oscuras de su cabello –Algo asi; solo estaba descansando. No es muy seguro dormirse en los bosques donde asechan los lobos ¿No crees? – levanto las cejas con gracia y aun apoyada en el árbol se dejo caer por el tronco con suavidad hasta quedar nuevamente sentada mientras Pavilion tomaba lugar a su lado y sugería seguir en ese estado de somnolencia que tan cómodo era, con el sol pegando de frente y el silencio absoluto del bosque apenas interrumpido por algún que otro roedor travieso. Un gruñido suave vibro en su garganta y lo retuvo entre sus labios cerrados al saber que no era una opción que podía darse por mucho que le gustase la idea.

-Es una propuesta tentadora–admitió -Pero debemos empezar pronto, no quiero que la noche me encuentre aquí– Aunque en verdad no habia diferencia donde estuviera; fuera allí o en el cementerio, escondida en su casa o cabalgando hacia la tierra que la vio nacer, los señores de la noche parecían encontrarla todas las veces sin importar cuanto se esforzara en desaparecer. Asi se lo habian informado la primera de las noches. Se llevó las manos a los ojos y apretó suavemente los parpados al recordar que no tenía escapatoria. Si hubiera sido un animal salvaje se hubiera encorvado y escondido la cola entre las patas ...pero en su lugar solo bostezo, cansada de vivir alerta como un cervatillo que no logra detenerse a respirar antes de iniciar una nueva carrera, olvidando que correr tenía un límite y que sobre su cabeza descansaba una cornamenta altiva como una corona de espinas dispuesta a abrir heridas a quien la acorralase. Y lo habia hecho, pero en vez de alejar a los lobos que iban tras ella, la había vuelto mas valiosa, un objetivo con el que jugar. Un juego en el que ella no se divertía y que la noche indicaba cuando volvía a comenzar. No, no podía perder tiempo relajándose –Pero tu puedes relajarte mientras te cuento una historia y explico lo que va a suceder ¿A ti te gustaban las historias no?– dijo doblando sus labios en una sonrisa burlona; si mal no recordaba a la rubia no le gustaba hablar demasiado y a su vez, no le agradaba estar desinformada asi que se hacia complicado complacerla sin causar a su vez, alguna molestia.

Se dio vuelta en su lugar para enfrentarse a la licantropa y observo al cachorro que seguía corriendo energético. Aquel no era exactamente su mascota y aunque lo habia obtenido de forma licita, rozaba los limites de lo inmoral –Solo molestara lo indispensable, pero hasta entonces…–se estiro para sujetar al animal y dejarlo sobre el regazo de pavilion, enseguida sujetando una de sus manos para que abrazara precariamente al canino -y lo sostienes asi, bien cerca de tu corazoncito- el animal se quedó complacido de que al fin alguien le demostrase afecto y bostezo, agotado por la larga caminata para su tan corta edad –o déjalo en tu regazo, que igual necesitare tus manos en un segundo. Hasta entonces ...-se detuvo y enfoco realmente su vista en ella entonces; su aura siempre había sido llamativa; se extendía en un radio mucho más amplio que el resto de los seres e indicaba una fuerza de voluntad implacable y sin embargo, esta vez se veía teñida por el miedo y lo que pronto descubrió Juliet resultaban ser motas de magia residual; energías que quedaban allí luego de un hechizo particularmente intenso o ser víctima de magia de forma prolongada. Apretó los labios insegura de comentar aquello o cómo hacerlo y finalmente decidió no entrometerse si no se lo pedían. Pero  en cambio si paso la mano frente al rostro de Pavilion para absorber la magia oscura que había quedado en ella y así evitar que pudiera interferir en el ritual Veo que te has estado divirtiendo. Tienes magia en tu cuerpo – explico – y no puedo dejar que sigan allí antes de continuar con lo que importa- tomo aire y relajo el cuerpo, observo con cierto aburrimiento los objetos en la canasta en silencio por un largo minuto antes de recomenzar - ¿Sabes de mitología griega? Estoy segura que has escuchado de Artemisa y su conexión con la luna, luna que te maldice. Pero también hay un segundo ente femenino; la verdadera razón de tus problemas son con ella – Y no era sorpresa; las mujeres habian sido mas crueles que los hombres; no era sorprender que la rabia hubiera estado asociada a dicho genero en la antiguedad
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Mensaje por Imara Rákóczi Lun Ene 04, 2016 12:09 pm

¿Italiana? Aun siendo que siempre sospechaba de todo, en ese caso no le veía la razón de que fuese una mentira y la sorpresa se hizo presente en mi rostro cuando las cejas se me levantaron con la misma curiosidad de siempre. Una que había nacido desde que la libertad se dispuso en mi frente. Y le sonreí, cruzándome de brazos en la medida que me acercaba a la muchacha. — Parecías más que relajada. ¿De qué parte de Italia? — Como siempre, me jactaba en hablar lo justo y suficiente, explayándome solo cuando el momento lo ameritaba. En esa cuestión el nerviosismo de estar en un círculo de magia que no conocía no me daba la más mínima seguridad. Y por supuesto que mis sentidos estaban englobando un gran perímetro. No pretendía que alguien nos molestara y estaba dispuesta a acabarlo de un solo movimiento si se atrevían a hacerlo. Por supuesto que ni en mi rostro ni en mis movimientos se podía notar la excitación del momento. Pero era evidente que Juliet no miraba eso precisamente, sino que observaba mi hálito de existencia. Sin embargo no dije nada al respecto, ni de su poco entusiasmo, ni del propio miedo que podía ver tatuado en sus ojos. Como inquisidora, había aprendido a diferenciar mucho a las personas, la empatía había sido fuertemente nivelada y no me hacía falta leer mentes para saber cuándo alguien estaba corrompido. Mucho menos si se trataba de alguien como ella, una bruja que podía ser fácil de comprender, aunque se considerara a sí misma un rompecabezas inconcluso. Y acepté al cachorro con disgusto, apretando la nariz algo dudosa, pero igualmente arrimándolo al pecho que estaba liso y dispuesto. — No te pasará nada mientras estés conmigo. Aunque acepto, escucharé la historia que quieras contar. Te dije que iba a consentirte si me ayudabas, quiero ver qué es lo que puedes hacer. Así que, adelante. —

Sentencié una vez la vi levantarse y husmear dentro de su canasta, se acercaba y parecía que había encontrado un sinfín de cosas en mí. Apreté los dientes por unos momentos hasta escucharla algo curiosa, pero no exactamente preocupada. Y me pregunté a qué se refería con magia en mí. ¿Quizá la bruja a la que había ayudado hacia no demasiado tiempo? Ésta había utilizado las raíces de la los árboles para atrapar a un inquisidor y obviamente se habían acercado a mí. Fruncí el entrecejo, aquello no me gustaba en lo más mínimo. — ¿Por qué se me ha pegado eso? No es la primera vez que estoy cerca de una bruja, ¿El agua bendita quita los restos de magia a los humanos? — Era una tradición propia, beber agua bendecida luego de las misiones, como si quisiera purificarme por dentro y por fuera. Desde siempre que lo había hecho y jamás había tenido residuos de magia, no hasta ese momento al menos. Aunque claro, ese hábito se había desintegrado con el nacer de la maldición. — Sí, supongo que estás hablando de Gaia, la diosa que personifica a la tierra. En la iglesia hablaban muchas veces de ella como algo prohibido. ¿Qué tiene que ver con mi especie? ¿Acaso le debo algo? ¿O es que ella tiene la manera de ayudarme y tú te puedes comunicar con su entidad? ¿De verdad crees que exista? — Para mí, Dios seguía siendo el único, el que era todos los demás dioses en uno. El mismo cosmos le debía respeto. No obstante, llegado a ese punto de mi vida. ¿Por qué no podía seguir creyendo en todo lo demás? ¿Por qué no podría haber miles de dioses y diosas en vez de tan solo uno? Un monopolio capaz de hacer cualquier cosa, realmente si lo pensaba de esa manera era una locura. Y de igual forma era demasiado complicado para mí, tanto que me llamé a silencio por más de un minuto entero, mirando a los ojos a la hechicera que estaba acercando su mano a mi frente, absorbiendo todo aquello malo que antes había visto. Rápidamente tomé su muñeca, acercándola un poco más a mi rostro, mirándola fijamente. — ¿Qué es lo que has venido a hacer hoy realmente? ¿Cómo vas a hacerlo y por qué? Dímelo todo antes de volver a pasar tus delicados dedos por sobre mí, no sabes qué podría hacerte sino. — Susurré entonces sobre los dulces labios de la muchacha, soltándole con el mismo cuidado que la había agarrado antes, conteniendo mi fuerza y mi manera de apresar. Podía estar nerviosa e incluso desconfiada, pero lastimarla no era posible, después de todo se trataba de una humana y por sobre todo, de una mujer. Y volví con los dedos al pelaje del perruno amigo que lentamente se había terminado por dormir. ¿Cómo era posible? Hacía segundos que estaba saltando de un lado a otro y de repente, con un toque de la mujer, había caído a dormir. ¿Qué tan poderosa era? No podía explicármelo. — Veo que trajiste varias cosas. Yo estuve averiguando, no existen maneras de curar esto. Escuché varios rumores, un fluido llamado las lágrimas de dios es lo más cercano a volver a la humanidad, pero son una leyenda. Aunque te pedí que me ayudaras a controlarlo, ¿Cómo piensas hacerlo? ¿Me vas a encarcelar acaso? — La broma no era más que una diversión que tenía siempre para con la fémina que no se cansaba nunca de hacerme desear ver su rostro avergonzado.
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