Verletzung [PRIVADO +18]

por **Sokolović Rosenthal** Mar Sep 15, 2015 4:30 pm

El hombre; depredador de la naturaleza…
9: 30 pm.
Zonas alejadas, laguna a su paso.

Se despojó el Conde de su título por una sola noche. Había resonado la trompeta de su honor desterrado. Ya no bastaba luchar contra sus enemigos ya que su sangre fue envenenada por la atrocidad. Y en cuanto el reloj marco las nueve. La maldita manecilla anuncio al hombre mismo en acción.

El vestía de un traje negro; no era una maravilla la ropa de la época, ni los atuendos. ¡Que digan lo contrario! lo único que importaba era el carácter porque era lo esencial para vestir. Por lo tanto, su poder no podría ser despintado de ese templo más si camuflagearlo con la indiferencia de ello. Así mismo, la misma avaricia se vislumbra por la sed del bestialismo humano. Y fue, que por primera vez deseo ser un humano; Un hombre que destruye todo a su paso, su naturaleza. De tal manera, decide abandonar el castillo. Posando el título en su alcoba misma, donde la realidad de su anhelo se halla en la pistola cargada bajo su mando, su mano apretaba el mango, ya queriendo disparar de ella. Aquella que fue tomada por un insecto — un humano que creyó que lo tenía todo por ser el líder de una tropa imperial—le fascinó su tallado y la idea de portar una le hicieron pulirla hasta que fuese usada. Y su momento llego. ¡Sería usada la pistola de arzón!

Entre cada pisada resonada, era evidencia de una perpetración, un homicidio premeditado. Ya que era invitado a una vida ajena. Como la de un matón que no tiene consideración, arrasa con todo lo que se le avecine. Sabiendo que es delito decide cometerlo. Jugársela por el simple capricho de deleitar sangre, que un cuerpo desangrara y agonizara por un arma humana y no, por las que están diseñadas para lo sobrenatural. Así como sus habilidades no quería emplear. Iba a ser un hombre con extraordinaria mentalidad que va tras lo que desea y lo obtiene de una manera interesante. Yendo por los mismos pensamientos y no el instinto. Una lucha contra la adversidad propia. ¡Basta de tronos! ¡Que se vaya al carajo las escaramuzas para manchar el honor de sus adversarios! ¡Que se detengan las bestias! ... Por una noche; Por esta noche. Quiere ser un humano salvaje. ¡Vaya la estupidez! Aunque, jugar a la muerte de un abrir y cerrar de ojos le hastiaba. Tan asqueado de la facilidad bestial que resonó un disparo. Directo hacia al aire, seguido de otro. Dos disparos resonaron, dos justas balas perdidas al aire. Balas que no fueron tiradas por el Conde, ni por la bestia que de nombre tiene vampiro sino fue el que apostaba en esa arma, la carne, los huesos y los mismos deseos adquiridos que quiere, sin emplear un don.

En cuanto los disparos se soltaron, las aves volaron a su escondite, una que otra voló al cielo y el tuturutú de estas alarmó a los demás animales. ¡Percibía vida! ¡El miedo, el pánico tras el sonido! ¡Ya era tentado por los temblores! ¿De quién? De los animales que corren a su escondite, y algo mejor que un simple pájaro. Una mujer, ¡Oh, sí! Está a punto de escapar, no puede, no tiene salida, corre y corre pero ya el hombre la codicio, el cual se preguntó: — ¿Por qué huía? ¿Acaso sabía del daño que le ocasionaría?...

Camino detrás de ella, persiguiéndola, asechándola, olfateando su perfume, adorando como es que una mujer reconoce el peligro. Era una exquisitez deleitar su espalda, el ver como trataba de huir. Aprovechando para murmurar vulgaridades, las que solo un hombre repugnante diría.

Y con una ansiedad, con la atracción emanada fue orillado a levantar la mano para tomar de sus cabellos largos y tirar de ellos. Atrayéndola hacia él con brusquedad. — ¿Por qué huyes? Si, tu cuerpo pide que lo toquen, lo laman, que le den tan duro hasta que apeste a sexo—interpeló, abriendo las puertas al deseo de ultrajarla, había pensado en la reina, ir por ella y complacer esta ansia de jugar con las manos, con el arma sobre el cuerpo mismo. Pero el problema era, que era la más puta de todas, y eso no quería. Sino alguien como la que retenía, como aquella que a la defensiva se muestra aun reconociendo el arma que le está magreando. Sabiendo desde un principio, antes de soltar los disparos, que llegaría la reina roja; esa que el trono mismo se halla entre unas piernas emanando sangre. Aquellas piernas que abrirá muy pronto.

Así, comenzando a divertirse con el arma, rozando esos senos y sujetándola del ante brazo. — Te joderé como nadie en tu vida lo ha hecho. Escogiste el mejor vestido y me ahorraste el tiempo en desnudar tus piernas.

Y en forma circular mueve el arma alrededor de su pezón izquierdo. Insinuando su hombría sobre esas redondas posaderas. Dejando que el deseo y la morbosidad hablaran entre esas palabras. — mmmm, veo que te está gustando, mírate. Que hermosos pezones endurecidos. — Con la mano que opresaba su brazo, le soltó por un instante, dirigiendo está a la altura de su seno y pellizcar el pezón sobresaliente. Era una bella manera de tomarla, pareciese que su vestido mismo la estaba ofreciendo. —Quieta. No seas una estúpida, estas contra dos armas, ambas son muy peligrosas pero si eres astuta, solo una de ellas disparara. —Deslizando la punta del arma sobre su vientre, hasta llegar a la base de su sexo tras haber recorrido su pierna y alzar la prenda de su vestido. Ejerciendo más presión al pellizque del pezón...Ya su lengua dispuesta recorre su cuello, marcando la tersa piel de saliva, y acariciándole con la barba misma, amenazando con disparar en su genital en lo que le masajea con la boquilla del arma. Mientras que su miembro dotado se insinúa entre esas posaderas

—Abre las piernas, siente esta arma, ¿Te gusta su dureza? …Porque la que tienes atrás es más gruesa. Siéntela tu misma, está buscando penetrarte.

por **Dianne Cossment** Lun Oct 26, 2015 10:06 am

De nuevo sus pesadillas la habían atrapado. De nuevo ellas, inquietaban su alma e incapaz de permanecer en silencio mientras el dolor y los recuerdos de la tortura acudían a ella, aquella noche se alejó de los suyos, buscando un poco de paz para su atormentada cabeza y su malherida tigresa. Dejó la manada atrás, aquellos con los que apenas unas semanas se había encontrado, o más bien encontrándolos ellos a ella y salvándola de la muerte que había estado a punto de someterla a la nada. Después de las torturas de Gerarld, tras escapar entre los barrotes de plata y envenenarse por sí sola por ese metal, había logrado vivir. No obstante, llevaba consigo una carga. Desde la noche que logró escapar de la muerte, que no hacía más que tener pesadillas, una y otra vez y cada vez peores. En ellas veía a toda su familia muerta, asesinada por el mismo cazador que la había torturado semanas atrás. Aquellos hechos la mataban en vida, la herían profundamente ya que desde que fue salvada, desde que Dacian la salvó, no logra recordar nada. Únicamente recuera su hermano lo suficientemente bien para que su mente se lo haga ver muriéndose a manos de quien fue su verdugo y los demás, gente y amigos antes de ella, apenas ya eran unas sombras, atisbos de algo que ya ni recordaba. Muchas veces se preguntaba y se cuestionaba que no fuera que no es que ni pudiera recordar, si no que no quisiese recordarlos. Si le dolía ver en sus pesadillas a su hermana moribundo, no podía imaginar que seria, cuanto dolor produciría verlos a todos morir. Uno tras otro y todo por su culpa, por delatarles.

Aquella noche no tardó en desquitarse el vestido y terminar en uno de los lagos del bosque, bañándose, procurándose la calma que necesitaba. En su mente las pesadillas se diluyeron lentamente y la paz la inundó, dejándola relajarse contra las oscuras aguas. Nadó y tras un buen rato decidió salirse, siendo aquel instante de paz roto por un disparo que alertó a cada una de sus pieles. La cambiante gruñó por lo bajo, las balas, los ruidos, incluso el aroma a depredador, cazador o cualquier otra criatura la hacía debatirse entre huir o luchar y por inercia esta vez huyó. No deseaba más luchas, más guerras contrarreloj. Rápida y veloz, sintiendo la adrenalina a flor de piel salir por su cuerpo, corrió por el bosque alejándose de aquel sonido y de aquel aroma que de pronto empezó a seguirla. ¿Por qué me sigue?, se preguntó sin entender en que momento alguien pudiese empezar a seguir a un inocente de esa forma. Oí los pasos apenas perceptibles de su depredador y gruñó de nuevo cuenta fastidiada, cuando olfateó el efluvio del vampiro a escasos metros de su desnuda figura. Y en unos míseros segundos, ya le olfateó contra ella a centímetros.

— ¡Soltadme, demonio!—Gritó cuando fue zarandeada y sujeta contra el cuerpo de helado mármol del vampiro y sintió sus manos contra su cuerpo, adueñándose de sus formas. Con temor a gritar por ayuda y que los de su nuevo manada pudieran recibir daño alguno, se mordió la lengua cuando sintió la necesidad de llamarles y gruñó en amenaza a su captor cuando sintió el arma apuntarle. — ¡No me toquéis, maldito demonio… buscaros a otra para vuestros juegos! ¡Dejad de atormentarme con vuestras viperinas manos!

Al sentir el arma recorrer su cuerpo, se sintió asqueada de su propio cuerpo que inconscientemente respondía a sus estímulos. Hizo una mueca al oírle e intentó liberarse de aquel agarre, pero algo en su interior había vuelto a romperse. El sentirse presa de nuevo, la había bloqueado. Su cuerpo no le respondía y cualquier de sus intentos de escapar eran en vano, el vampiro la tenía bien sujeta. Tembló cuando el arma rozó su intimidad y de sus ojos nacieron dos cristalinas lagrimas que regaron sus mejillas al sentir los labios fríos del inmortal, besando y lamiendo su cuello cual manjar de dioses. La felina tembló de angustia, aunque pudiera parecer que temblase de cualquier otra cosa, aquella situación le recordaba tanto a hacia dos semanas atrás que extrañó que su mente no colapsara en ese momento y cayera inconsciente en brazos de Morfeo. La mano masculina provocaba sensaciones hasta ahora desconocidas por la felina. Jadeos salieron de sus labios al ser pellizcados sus pezones y a pesar de que en cierto punto, le agradaron, aquellas palabras que él le susurraba la hacían desear escapar y huir, olvidándose de todo lo demás. En su delirio oyó la voz del cazador que la maltrató confundiéndose con las del inmortal y allí lo supo, no iba a ser otra víctima, otra vez más no. ¿Para qué le servían las garras y su fuerza entonces, si no para usarlas? Se preguntó sintiendo la adrenalina suflandole fuerzas para resistir y contratacar, cambiar las tornas del destino.

— Me gusta su dureza…vuestro toque, mirad como se hinchan pidiendo más mis pechos. ¿Quién sois? ¿Qué queréis de mí? ¿Violarme en esta oscura noche? Dejadme veros… y os prometo me someteré como una súbdita a su rey. —susurró quedándose inmóvil haciéndose la entregada, la victima que no puede escapar.

Su respiración ya era acelerada y lentamente con todo el control que pudo tener sobre sí misma, conteniendo los deseos de cortar en dos las manos de su opresor, se volvió entre sus brazos pegando su pecho desnudo contra el masculino y mirándole jadeó. ¿Quién era aquel que la veía con aquellos aires de superioridad, de locura incluso? Se preguntó sin saber si aquel frente a ella podía leerle la mente y sintiendo ahora su miembro contra su sexo, y la pistola todavía en sus manos, amenazándola, se alzó en puntillas y la felina buscó sus labios. Sus suaves labios acariciaron los masculinos con cierta inexperiencia, solo fue un toque y eso bastó para que en un movimiento osado de su parte y casi desesperado, elevara una de sus piernas contra la pelvis masculina en una patada directa a sus partes y una de sus manos fuera directamente hacia la pistola que sostenía y que le fue arrebatada, aprovechando aquella momentánea confusión y ataque inesperado. Se alejó unos pasos y lo apuntó esta vez a él sin perderlo de vista, ni perder de vista ninguno de sus movimientos.

— Ahora sois vos quien está en problemas, ¿Os gusta ser la presa del gatillo? Porque por un instante pensé en penetraros con él. ¿Os dolería? Seguro que ser penetrado por un arma y una bala en el ano, duele mil infiernos más que cualquier otra tortura pudiera inventar para seres como vos. ¿Os gustaría? ¡Contestadme! Por qué no voy a perder el tiempo, estáis en peligro y no pienso desaprovechar mi oportunidad. Ni una más pienso desaprovechar. —Le gritó llena de furia, resentimiento y miedo. Y en aquella última frase ya no hablaba la felina, no. En ese momento era la tigresa herida que hablaba llena de rencor y venganza, llena de sed de sangre, más fuerte que cualquiera que el vampiro pudiera tener. Por qué los tigres también eran depredadores, asesinos y esta, ya había despertado. La cambiante iba a exorcizar esa noche, sus demonios.

por **Sokolović Rosenthal** Lun Nov 30, 2015 4:22 pm

Templo exquisito; desnuda, mojada, temblorosa piel, todo un manjar para este hombre. Su perfume lo capta, es pura, el arma que le está magreando externa las sucias fantasías que deleitan ahora mismo, un placer sexual, tan solo fornicar para llegar al éxtasis que en el fruto prohibido hallara, y se combina con el salvajismo, la lucha de la mujer, no se deja poseer, y es que eso es lo excitante. Tomarla, jugar con ella es el reto orgásmico.

— Guarda silencio o es que ¿Quieres sentir ya el dolor gratificante?— manoseos, hombría endurecida y el instinto la quería ya, necesitaba estar dentro de ella, porque era enloquecedor como su figura se retorcía por liberarse, podía percibir la altanería en sus senos, el temblor en su pelvis y eso le provocaba. — Si tormento llamas al hecho de poder desear más, no te resistas, puedes ser esclava para deleitar el placer de ultrajarte, humillarte al morder tu lengua y al menear mi cuerpo contra tuyo. O tan sólo, ¿puedes seguir mi juego degradante?

Cínico, recorría como vil cobra en su cuello, notando las lágrimas cristalinas que emitió una risa seca y corta. Atreviéndose a liberar la lengua y lamer una de sus mejillas, queriendo saborear esa salada lágrima que endulzo el ansia. — Ves, empieza a gustarte, no te calles tus jadeos, libéralos sus dedos movía en circular el pezón, todo esto era prender el cuerpo en lo que la llama verdadera le encendiera.

Y en cuanto su habladuría presencio, quiso jugársela, pues el retozar era ese, ir en contra de las reacciones, gozando de esos senos al tenerlos en el pecho, ese rostro engañoso, reflejaba aún el rechazo pero su cuerpo cedía, y entonces, en esa boca, la capturó, ejerciendo un beso posesivo a su carnosidad, cruel, en cuanto a las presiones y el movimiento, deslizando la falange libre del arma a contornear su cintura, hasta que se posó en su redonda y dura nalga la cual presiono con cierta fuerza, queriendo marcar el agarre.

— Y te va a gustar más, cuando este dentro de ti, no solo tus senos se regocijaran, sino tus labios menores me recibirán con desesperación, si cedes ya no será violación pero si aún te empeñas a rechazarme, te ultrajare, no tendré piedad porque te deseo. Puedes llamarme profanador, si eso te hace entrar en confianza— Mofadoras palabras que guardan la intensidad en la que se dirige, interpretando el movimiento de su pierna, que debía esperar ya el ataque, mas no hizo nada, dejó que actuara y ver en qué posición la pondría por tan osada reacción que valiente fue y se lo pagará con un premio mayor.

Y el esperado golpe en su hombría, el cual si sintió un pequeño dolor que fue más placer que nada, embozo una sonrisa, agachándose por darle dramatismo a la situación, ya que estaba queriendo ser sólo un hombre, un asqueroso hombre al cual le despojaron una simple arma.

Lentamente, va alzando la mirada, enfocándola directo a ella, sosteniendo esas iris con una advertencia. — La que actúa solo por sentimientos, está sentenciada a perder, vamos dispara, veamos si tienes una buena puntería. — Y emprendió un paso, seguido de otro al reincorporarse, caminando hacia ella, hundiéndola en su decisión, disparar, la estaba provocando. — Tendrás que matarme, porque donde te atrape, en verdad sabrás que es penetrar, y como el dolor te invadirá todo tu cuerpo queriendo cerrar las piernas, gritando porque deje de empujar. Que esos mismos deseos, querré yo… ¡Maldita sea, dispara de una buena vez! Que así como se adentre la bala, lo haré contigo, recuerda que la más peligrosa la cargo yo.

Seguía avanzando, aflojando la corbata de su cuello, al igual que los primeros botones, desabrochados sin engañar o una pizca de duda. Bravío, su templo se calentaba, sufría sacudidas consecutivas desde su hombría hasta su estómago, le descontrolaba, le atraía, se sentía ávido. — La única presa del gatillo es quien la está portando y no se atreve a disparar. — se relame los labios, sin perder de vista sus movimientos, estaba listo para recibir la bala, y que tristeza que esta no tenga completo el cartucho, ya que anteriormente lanzó dos balas al aire. Entonces, ¿Cuánto se necesita para derribar al hombre? ¿Podrá ser solo una, y directo al corazón? Era posible, pero de que podría realizar su cometido contra ella y después fenecer, era seguro.

— Ya has desaprovechado la oportunidad de disfrutar este encuentro y no llamarlo abuso, fuiste muy valiente pero demasiado tonta. Estás en peligro y no perderé mi oportunidad de hacerte mía. — repitió algunas palabras, tratando de centrar el pecho en el arma a cierta distancia, era astuto, ya que lo puso de manera en la que no fuera fatal si disparaba, pues no por algo fue un soldado destacado. Faltando solo un paso, ¿Qué sucederá? …

por **Dianne Cossment** Sáb Dic 12, 2015 1:09 pm

Aquel impúdico beso aún sentía latiente en su boca, contra su lengua, dejando en todo su paladar la sensación voraz del saqueo ajeno sobre su cavidad. Uno de sus primeros besos y así fue, completamente bravo, salvaje y dominante. De haber sido una simple humana se hubiera dejado dominar, incluso si ella fuese aquella joven de antaño se hubiese rendido y entregado a aquel hombre que parecía ser un entendido en las artes amatorias. No obstante, ahora era distinta. No quería volver a dejarse pisotear por nadie, no después de la tortura, no después de la locura que pasó en manos de aquel inmundo humano que jugó a desmontar y montar todo su mundo, hasta dejarla sola. Completamente sola. Anteriormente no entendía, ni había querido entender la razón por la que con un arma, la gente se sentía más capaz y valiente de asesinar sin miedo y de dañar a los demás. Sin embargo, ahora que tenía el arma en su mano, encajando a la perfección con esta, podía imaginarse el porqué de esas sensaciones y seguridad que mucha gente mostraba cuando llevaba una de ellas encima. La sensación de poder era grande. En realidad solo era darle, que la maquina hiciera un clic, y el poseedor del arma tendría la muerte o la vida, aquella cruel decisión en sus manos. Era como jugar a dioses y así por unos segundos se sintió cuando arrebató el arma de la mano masculina y apuntó fieramente contra este su mirilla. La adrenalina en su cuerpo se disparó y todos sus instintos despertaron.

— Maldito seáis demonio de las tinieblas, que solo hacéis que provocarme para que vuestra vida se acorte más rápido cual vela desvaneciente. ¿Es eso lo que queréis? ¿Qué vuestro cuerpo se pudra de una santa vez? —Le increpó sin dejar de apuntarle, cada vez más tentada a hacer el sencillo movimiento y a tenerle postrado a sus pies sin ninguna vida maldita a la que recorrer en busca de la salvación. — ¡Aquí el único que será penetrado seréis vos, por la muerte como sigáis caminando! De nada os valen estas amenazas mientras yo sostenga el arma, maldito violador.

Recorrió con sus ojos su cuerpo, asombrándose de la rápida recuperación tras aquel golpe en sus partes bajas y siseó con odio al verlo desatarse los botones de la camisa. ¿A caso la veía tan presa fácil aún armada para prepararse en su conquista? Su mano tembló unos segundos y sin desear saber la respuesta a sus inquietudes volvió a fijar su puntería en su pecho, donde se solía tener el corazón… si es que un ser como él, podía siquiera tener un corazón. O si quiera saber la existencia de uno de ellos en su pecho. Cuando terminó de aflojarse la corbata, ella le gruñó, dándose cuenta viéndole allí erguido y poderoso como un rey caminando a la muerte, que quizás si sus palabras podían ser correctas y que el que tenía menos poder era ella, pues ella nunca había matado. No como él, que ya debía de saber que era hacérselo con una de sus víctimas y luego asesinarla a sangre fría. Y es que viniendo de un ser como él, no esperaba otra cosa diferente de ser de vuelta atrapada entre sus brazos y su nauseabundo cuerpo, que terminar empalada y asesinada como la mayor de las bestias. Y ojala fuera así, porque una segunda tortura no podría soportarla.

— ¡Callaros y dejad de soñar despierto! —Le gritó volviendo en sí, alejando de su mente aquellos oscuros pensamientos y sosteniendo el arma con más fuerza e impecable firmeza. — ¡Yo jamás seré vuestra! ¿No lo entendéis? Vuestra cimiente jamás se colará en mi entrepierna.

Le molestaba su voz, ¡Lo odiaba! Y es que en su rostro y en su postura segura, veía al mismo cazador y entonces, todo su interior se contraía de rabia y un instinto asesino, casi imposible de contener la embargaba por completo, tomando su consciencia y el manejo de su cuerpo. Gruñó de aviso, y en su fuero interno se dijo sería el último gruñido de aviso que gastaría para avisarle que se estaba excediendo. Parecía desear morir, allí caminando hacia ella con ese talante y ese cinismo. ¡Debía de estar gritando por su muerte! Se dijo cuando apenas quedaron unos simples pasos para que el vampiro volviera a hacerla suya de nuevo. Sus ojos se afianzaron con fuerza sobre los ajenos y en apenas unos milésimos de segundos, viendo en aquellos iris oscuros las sombras de sus fantasmas, su dedo ya hacía la fuerza para impulsar la bala hacia el corazón ajeno, decidida a perforar y a dañar irreparablemente aquel cuerpo.

— Os lo avisé. —Susurró milésimas de segundos antes de que la bala atravesara el pecho masculino.

Inmediatamente todo se llenó de sangre, más esta tardó poco ante la mirada atónita de la cambiante en desaparecer y allí, completamente segura ya de la clase de criatura contra la que se enfrentaba, por primera vez, vio la oscuridad engulléndola. Había disparado contra el corazón del vampiro y sabiendo que un disparo no sería suficiente para detener los planes de aquel demente, dejó caer el arma inservible al suelo. El arma sonó hueca al chocar contra el suelo y la cambiante cerró los ojos a la espera de que el infierno se desatase mientras daba unos pasos atrás inconscientemente hasta topar contra el tronco de un árbol, el cual le impidió que de pasar por su cabeza el tomar una huida, que esta fuese rápida y eficaz. Respirando hondo e imaginándose frente a ella la figura del vampiro, empapada en su propio elixir carmesí, sintió una extraña paz. Sabía que no tardaría mucho en sentir de nuevo la frialdad de la piel ajena contra la suya, e incluso, hasta estaba segura de que enfadado tras aquel disparo, y de manchar sus caras ropas con su propia sangre, iba a hacerle pagar en sus propias carnes sin compasión ninguna de su parte cada uno de sus insultos, más ella estaba satisfecha. Por unos segundos había visto en aquella figura masculina al cazador que había causado su ruina. Había exorcizado por unas milésimas de segundos su más terrible pesadilla. Y había sido precisamente a aquel fantasma dibujado en su mente sobre el vampiro, al que había disparado; matándolo, con una bala directa al corazón latiente, terminando así con su vida, como él había terminado con la suya al matar a toda su familia.

Ojo por ojo, se decía, y con aquel pensamiento rondando por su cabeza cuando sintió el aliento frio del vampiro contra su piel simplemente le gruñó con fuerza y abriendo los ojos, ambas miradas chocaron en intensidad. La cambiante como el animal salvaje que era y que habitaba en ella, se mantuvo erguida, orgullosa, preparada para lo que fuera que tuviera preparado para hacerle y también, deseosa de intentar en un mano a mano, desgarrarle aquel corazón que el arma no había calcinado. No iba a ser fácil, y lo cierto era que se había librado de uno de sus fantasmas, dejando al otro con vida y terminando seguramente, en brazos del peor. ¿Y... cómo se libraría ahora de él? ¿Sería verdad que su hombría deseaba coronar su cuerpo entero sin medida? Cierto o no, ella por su parte no se lo dejaría fácil. Nada y nadie, entraría ni saldría de su cuerpo, no sin su consentimiento.

por **Sokolović Rosenthal** Miér Dic 30, 2015 12:59 am

“No puedes llamar delito a algo tan exquisito…”1

Aterradoras y exquisitas sensaciones, la noche cubre al profanador y le permite poseer de los métodos más perversos que puedan existir. Tenerla como una avecilla indefensa ante las pecaminosas intenciones, lujuriosas caricias que hoy no le permiten detenerse sin la humedad del acto.

—Lo único que se me apetece es el copular, ¿Acaso no puedes notar mi erección? Me pones más candente, ávido, el derretirme en tu interior es mi único afán. —No podía mofarse, mas solo enfoca la mirada flemática, calculando esas pupilas para doblegarlas, quería sentir su recelo, su estremecimiento, su exasperación, la quería toda, tanto como su sudor, como la esencia y ningún néctar se le escapara. No le concernía la muerte, no, ahora que la fogosidad le invadía. —Penetrame, dispara de una buena vez, enséñame la congoja que te producire, muéstrame el porque gimen al ser penetradas. —mórbido, pérfido, bestia de pieles anheladas. —¿Amenazar? Oh, mujer tórrida, solo haces que me sienta más duro. —Se empalma, sobando su miembro por sobre el pantalón, presionandose, queriendo masturbar la hombría con sus labios menores.

La fanfarroneaba, la regocijaba, jugaba de la peor manera, así como su pecho quedó al descubierto, sus bellos podían denotarse, le resalta su temperamento y se acercaba, esperando la fruición.—Tus gruñidos me dicen que lo estas disfrutando, ¡Ay mujer necia! pudiendo tomar esta entre tus manos, decidiste agarrar una que no te brindara mayor complacencia que esta. ¿Por qué tardas? con solo sujetar no obtendrás nada.

Maldita voz domadora, recia y sin compasión, destruyendo la ajena que por el recelo se muestra soberbia, ¿Que era lo que le daba valor? ¿Por que se aferra a una idea absurda? Ya no tiene salida, y lo sabía, por ello es que actúa con desespero. Y no era de esperarse, la bestia saboreaba hasta la desesperación.

—Espero que así como osas gritar, lo hagas en plena embestida, que no cantes victoria aun, no por un arma has ganado, pero se te está olvidando el primer paso. Disparar.

Y obtuvo lo que ya esperaba, el disparo resonó, nunca despegó la mirada sobre ella, pudo notar como su dedo ejerció la presión y el clip realizado, no se movió, había tragado ese quejido gratificante, la fuerza le hizo dar una reacción, un empuje que se incorporó, llevando la mano al pecho porque la sangre brotó, manchando la falange. ¡Maldita sea! Que exquisita sensación, el furor, el ímpetu, el valor tan solo quedó en un desdén por matar. Su acción la orilló a convertirse en un peor ser, lo que el pavor... la necesidad hacían por sobrevivir.

Un jadeo, una mirada gozante, tan alocada como en el choque del arma contra el suelo. Se había vuelto un animal, ya bien decían que las peores bestias eran las mujeres. Por que noto como disfrutaba del arma, de cómo el disparo la liberó y en cuanto al cambio que dio su semblante. Ella corría, y él comenzó a ir detrás de ella. Caminaba, con la mano aun en el pecho, había sido una especie de viagra lo que obtuvo cuando la bala quedó sepultada en su pecho, esta no salio, debió detenerse en su corazón podrido, o quizás solo su contorno rasgo. Pero no traspaso, y el dolor de los mil demonios le acompañaban.

Perverso polimorfo, cogió el arma y la naturaleza le musita que están a su favor. La adrenalina era tremenda, el deseo incontrolable,así, guiado a apoderarse de ese templo, camino, aunque en unos cuantos pasos la velocidad se le escapó, y el árbol le dio la oportunidad. Ya la tenía entre sus brazos, presionando sus redondas nalgas y sus senos eran presionados con el pecho, volviendo acechar su mirada con un quejido, en ese instante no existía orgullo, ni algún sentimiento que pudiese herir, eran solo aquellos que debían ser complacidos con ella. Tanto al juntar las pieles, la alzó, metiéndose entre sus piernas, destacando contra el tronco —Te lo dije, pase lo que pase, seras mia. —sentenció, con la misma decisión de que así sería.—¿Cómo te sientes después de haber disparado? El peligro llama al sexo, y te has vuelto tan vulnerable, ha cambiado tu semblante. Pero te sigo deseando, tu cuerpo está hecho para que lo maltrate... Es mi turno—Voz un poco áspera, la regeneración de la piel tardaba;arde y le punza.

...Solo que esta vez, tendría que retrozar de diferentes maneras, posiciones amatorias donde ya la primera realizó. Llevo la boca bien abierta a capturar su seno, mordiendo con la carnosidad de los labios, para chupar y hacerlo sonar. Su cuerpo se mantenía caliente, y el de ella parecía ya esperar a ser tomado. Por lo que le mantuvo presa de una mano, ya que con la otra se encargó de bajar la bragueta, aflojando el pantalón para bajarlo. En lo que humedece sus senos, despertando a ambos pezones y se cautivaran del rosado.

Advirtiendo su lengua lo jugosa que se encontraba, tanto que la levantó a la altura de que sus piernas se posaran en sus hombros, quedando frente a su sexo, era un hermoso paisaje; embelesado por los bellos femeninos, lamiendo una y otra vez para sentir su textura, atrapando con la boca estos al igual que la carne para tirar de estos, sonriendo al comenzar a surcar, la lengua entrometida se fue desplegando, adentrándose a la abertura, paseándose de abajo hacia arriba, de un lado a otro, abriendo un poco más. Cometiendo gula por su intimidad.

1. ↑ Juliet de Sade

por **Dianne Cossment** Lun Ene 25, 2016 5:18 pm

Desde el momento en que disparó y dejó que el arma cayese al suelo, ya sabía que estaba perdida, irremediablemente perdida. ¿Por qué? Porque en cuestión de segundos, sino apenas un suspiro, el vampiro llegaría ante ella y todo aquel dolor que la bala produjese sobre su carne, se lo haría pagar. Lo tenía tan claro, que a pesar de correr por su vida, cuando su espalda se dio de lleno contra el tronco de un árbol, una parte de su psique lo agradeció infinitamente. Estaba bien visto escapar y huir, pero cuando todo iba en tu contra, casi mejor era esperar que el enemigo viniese de frente y no por la espalda. Pues en segundos en que se vio contra el elemento de la naturaleza detenida, sus ojos pudieron chocar con fuerza contra los del inmortal y ver como este se dirigía hacia ella sin vacilar. Ahora tendría que aguantar sus mofas, su risa al oído mientras seguramente se divertía partiéndola en dos. No esperaba sobrevivir si el vampiro jugaba sádicamente con ella, pero lo que si sabía, era que lucharía hasta el final por su vida.

Y con esa idea dejó que el vampiro se apropiase de ella e incluso, se apretase contra su cuerpo y se hiciera un lugar privilegiado entre sus piernas. Enseguida él la tomó con fuerza, ella gruñó en una queja y con los ojos llenos de odio y rabia, le miró con ojos encendidos de venganza.

—Todo lo que me hagas, ten por seguro, que te lo devolveré pagado en sangre. —Amenazó debatiéndose seguidamente contra él al recibir sus palabras en que fuera como fuere, pensaba hacerla suya. —Tuya ni el carajo, monstruo. — Le espetó casi escupiéndole contra su cara.

En este instante sufrió un deja vú, cuando se acordó que anteriormente con el maestro de sus pesadillas, aquel cazador que antaño la había hecho su prisionera también le había llamado de aquella forma; "Monstruo". Irónico era el destino ahora, pues en aquel momento le llamó monstruo a un auténtico humano que se dedicaba a matar a sobrenaturales. Algo que de haber sido solo humana y tener miedo, seguramente habría apoyado con toda su resolución. Y ahora, le llamaba monstruo a un auténtico monstruo, a uno de aquellos que parecían ser solo historias de terror para pequeños pero que en la realidad existían, y aunque no estuvieran literalmente vivos a causa de su condición de vampiros, si estaban plenamente vivos y consciente en el mundo.

La adrenalina que corría por su cuerpo, le dio las fuerzas para resistirse e intentó soltarse de aquel arduo agarre en que la mantenía, pero todo parecía ser apenas un esfuerzo inútil y en vano, pues el vampiro estrechándola más contra él se adueñó de sus pechos vírgenes, y se dedicó a corromperlos con saña con su boca y su viperina lengua. Al principio Dianne gritó, presa de la sorpresa, el miedo y la ira, más su cuerpo a pesar de la resistencia de la cambiante, parecía despertarse con aquellas atenciones. Casi podía jurar que a cada succión en su vientre bajo se arremolinaba su excitación, haciéndola presa de un extraño deseo, ya que como más violento era la forma en que la boca masculina tomaba su pecho, este más se hinchaba enviando un torrente eléctrico a su intimidad, preparándola.

Sin quererlo cuando el vampiro volvió a adueñarse de su pecho derecho, esta jadeó por primera vez entremezclándose con un grito de placer cuando los colmillos rozaron su sensible pezón. Se agarró a continuación de su cabello confundida por el arranque de pasión que estaba despertando y en cuanto la lengua húmeda y fría del vampiro acarició con conocimiento su sexo, unos fuertes temblores sacudieron los cimientos —las piernas— de la felina y quedó sin respiración. Cerró los ojos e intentando no caer rendida en aquel asalto, su cuerpo en contra de su mente y de sus deseos, se humedeció y convulsionó en los hombros del vampiro. Gimió y lo que resultó querer ser un insulto, terminó en un gruñido y en un corte al morderse con demasiada fuerza el labio inferior. La sangre que salió del corte inundó su paladar y cerrando los ojos, sintiendo su bestia interior despertándose, en cuanto la boca ajena tiró de nuevo de la carne de su intimidad, completamente ajenada y confundida por lo que sentía, acercó desesperadamente su intimidad contra la fría lengua que volvía a probarla, pero esta vez más húmeda; más complaciente.

— ¡Detened este asalto! —Proclamó a regañadientes mientras su cuerpo se convulsionaba por el placer que recibía de su lengua y boca. —Por favor… deteneros.

Sus suplicas de poco parecieron servir y cerrando los ojos en medio de aquella vorágine de placer, se asqueó por la traición de su propio cuerpo ante aquella violación de su lengua contra lo que hasta hace poco, era virgen. Dios, sus piernas ya dolían y sus manos sin saber de dónde agarrarse ya no sabía qué hacer con ellas, hasta que al sentir un roce más fuerte de lo debido se tensó y ahogándose en unos sentimientos desconocidos que nublaron su mente, su cabeza despertó de aquel ensueño y con fiereza, una de sus manos se clavó, hincando sus uñas en la carne de los hombros masculinos mientras la otra subía a su cabello y agarrándose, tiró de ellos, obligando al vampiro a mirarla. Su rostro inmediatamente, se acercó peligrosamente a él. Respiró ajetreada contra su boca y confundida le miró nublada por el deseo de la carne. Su mente no sabía que pensar y creyéndose estar en un embrujo del inmortal gruñó contra sus labios al tiempo que con fuerza removía sus uñas bajo su piel, sintiendo como la sangre empapaba su mano, su otra mano tiró con más fuerza de su cabello y sintió deseos de morderle con saña, hasta hacerle sentir la desesperación que sentía su cuerpo por terminar el juego macabra que él había empezado.

— ¡¿A caso, estáis loco?! ¿A caso, sabeís lo que estáis haciendo? Esto es pecaminoso, una salvajez en contra de mi deseo. ¡Me habéis convertido en vuestra manceba sirviéndoos de vuestros poderes! Y si no lo habéis hecho, ¿Por qué lo hacéis? Esto no es un castigo, no se parece en nada a uno, pero y entonces, ¿Qué deseáis? No ibais a aleccionarme? ¡Pues hacedlo! Preferiría mil veces eso, a este castigo caliente y enloquecedor, ¿A qué esperáis para dañarme, para romperme? ¡Vamos, demostradme el animal que habita bajo esta piel muerta y fría! Si lo hacéis, en ese caso os odiaré por siempre y en cambio, si seguís, ¿Quién me asegura que pueda odiaros aún que ganéis y consigáis mi muerte? ¡Vamos, decidme! ¿Cómo podré odiaros cuando lo que siento es que como más fuerte seáis, más se humedecerá mi cuerpo?.

por **Sokolović Rosenthal** Lun Feb 29, 2016 10:46 pm

¿Quién decía que el único placer era el copular? No, equivocados estaban, el copular solo es la resultante de una victoria, el penetrar era tatuar la verdad que se escupe del miembro, el logro de un hermoso placer, porque la realidad es que, lo que se goza es la manera en la que lo está obteniendo, esa mirada asesina, el odio que se percibe de su piel, las amenazas que de su boca salen, todo eso era la verdadera excitación. Más aparte de sus miembros; sus redondos y duros senos, su cadera, como sus largas piernas, siendo el premio mayor su sexo. Al igual que sus nalgas.

Y de sus poros brotaba el repudio, su perturbación rozaba con la frialdad del vampiro, pero en su interior hervía, una calentura que carcomía la heladura. —Oh, sí, no espero a que vivas tranquila por el resto de tu existencia, recordaras quien te hizo mujer. Indómita hembra, empieza a desangrarme, no me intimidas, solo hazlo, y ahora mismo. Ya eres mía quieras o no— regocijándose del placer, le alteraba el tono en que es respondido, más se enervó con su escupida. Mal elección, no debió hacerlo.

No le soltaría, las marcas de la presión ya se notaban, y si seguía de esa manera terminaría marcada por todo el cuerpo, por lo que sería un perfecto arte. Y regresaba cada acción, fue escupido, por lo que mordió uno de sus pezones, era travieso, y sabia jugar con la ley del talión, si una mordida daba el la ofrecería, si escupido era, él en su interior lo haría. Por lo que el hombre bestial las llevaba de ganar. ¡Gritos, gemidos! Eso siempre lo endurecía, le ayudaba a flagelarse, a comenzar una masturbación que ya no tardaba en ejercerla.

Sabiendo que es correspondido, su piel desconocía de las maravillas de una boca, era virgen cada parte, su piel benigna era manchada por la lujuria. Poco a poco estaba cayendo al abismo, tarde que temprano se unirá a la fruición, pues la congoja era codiciada, siempre es deseada y nadie puede escapar de ella.

¡Nadie! Ni de la venenosa y ágil lengua, se remueve, sabe llevar un ritmo erótico, profundo y preciso, se sigue balanceando, paseando de un lado a otro, de arriba hacia abajo, golpeando su base, profundizando las caricias. Le embriagaba la pestilencia de su flujo, exquisito líquido que se esparce, le ayuda a lubricar, mantener húmeda esa zona. Interpretando el agarre de sus cabellos, que deseaba ser tirada de estos. Ya que, ¿Que podía hacer el hombre ante la embriaguez del cuerpo? Nada, solo seguir con las sensaciones. —Ríndete, no hay escapatoria. Así de egoísta es el goce. Abdícate, cede de una buena vez.

Débil, se aprovecha de su ruego, su órgano húmedo conoce los espasmos, ella se exaspera, era ya suya. Más el acto alocado, su hombro sufre de unas garras, peligrosa manía de las mujeres por arañar. Pero era aún mayor el entretenimiento, por lo que ronroneo, quejándose gratificante por su acto. Y tras ser separado del universo que estaba abriendo, vio ese rostro excitante, exaltando piedad, cediendo a su instinto pasional, dejó que descendiera, le dio el gusto de que se acercara a su rostro, por lo que sus piernas dejaron de posarse en sus hombros y con el pantalón ya caído, rozó la hombría con sus piernas, atrapando su aliento en las fosas nasales, su respiración parecía ser suya.

Alterada, agitada. Le observa, más al tenerla cerca, capturó sus labios, sangrando estos en un beso candente, fugaz, obligándola a corresponderle, pues forcejea con su boca, sin importar que sea mordido, o que sangren por ello. Más es empujado, deja que se defienda. Un respiro, la escuchaba y le invitaba a masturbarse, por lo que su mano se halla ocupada en un onanismo, se prepara, despertando la carne para llevarla a su rojizo resplandor.

— ¿Cómo puedo estar loco? Si a cada paso que doy estoy más consciente que nada, ¿loco? mmm, quizás mi mente es algo retorcida, pero mírame, dime si estoy consciente de lo que hago. — manifiesta, relamiéndose los labios, humedeciéndolos en lo que se provoca, se pellizca un poco el glande. A la vista de ella. — ¿Por qué decir lesionar? Cuando de ello puedes gimotear, no te niegues a cualquier posibilidad, porque gritaras por ello con desesperación.

Soltó un quejido severo, muy cerca de su oído, ya que su mano golpeo el tronco del falo. — Dicen que soy un animal, y el peor diría yo, pero no te confundas, la consumación de mis pasiones, van más allá de devorar, mas no todo debe de ser atroz en una violación. Yo te invite a que te unieras a este manjar, más me has rechazado, así que eres tú la que se empeña a ser dañada.

Los pies comienzan a deslizar las mangas del pantalón, uno seguido del otro, quedando descubierto de sus piernas, y con malicia dedica una sonrisa a su víctima.

— ¿Por qué llamar al instinto pecaminoso? Es un arte que un Dios ha ofrecido en esta naturaleza más el que dices que culpa de pecar, lo ha perfeccionado. No voy en contra de los deseos, sino dime, ¿Por qué tu cuerpo responde a mis reacciones? ¿Poder? ¿Qué es el poder para ti? Lo obtuviste en la arma, y no supiste aprovecharlo.

Detuvo el movimiento de la mano, a ella la tenía contra el tronco, hasta que elevo la mano a sus cabellos, entrelazando los dedos en ellos. Y tiro de ellos con fuerza. Le jaloneo, tirándola al suelo, sobre la tierra y un poco de la humedad del pasto. Al menos no se podía quejar de que fuera solo piedra.

—No vengo a castigarte, solo obedezco las necesidades de un hombre. — y su cuerpo se mueve, rozando su hombría en su pelvis con la dureza que al alzar la cadera y presionar sus muslos que se contraen, resaltando sus venas cuando se encimo sobre ella — Puedes golpearme, porque al fin de cuentas son necesarios para provocarme. — murmuró, tomando uno de sus brazos y lo alza, metiéndose entre sus piernas. Y tomó su falo, reconociendo la zona, hasta que de un empujón le empotro y tiró más de sus cabellos.

—Si te gusta es porque soy bueno para fornicar— Ya no importo que estuviera candente su cuerpo, era victoria, el cuerpo siempre será entregado cuando por debilidades se trata. Así, comenzó a ejercer un bailoteo, siendo fuerte y lento, destruyendo su inocencia entre el aumento de la embestida. Presionando sus brazos para sujetarse de ellos. —Conóceme, no es muerte lo que pido.

Era crueldad la que emanaba de sus empujones, al fin ya había encontrado la cavidad donde desechar las perversiones que su insania demanda. — El mejor sexo se halla con tu peor enemigo...

Así era, la adrenalina, la repulsión, toda una batalla entre posiciones amatorias era intensa, la fuerza desprendida, era razón de entregar todo. Por lo que sube y baja las nalgas, embistiendo queriendo adentrar toda su dotada hombría. Consecuencia de que la sostenía de la cabeza, entre sus cabellos echándolos hacia atrás para una arqueada y ser un columpio que va y viene con facilidad.

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