AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Ursa Major {Libre}
2 participantes
Página 1 de 1.
Ursa Major {Libre}
Parte del lacre de la carta había caído al suelo, dejando una mancha roja y seca sobre la alfombra durante días. La invitación seguía sobre el escritorio sin haber recibido demasiada atención y Ada se encontraba concentrada en unos papeles llenos de números que sólo ella podía entender. La luz comenzaba a disminuir en el exterior, lo que le daba poco tiempo para seguir con lo que tenía entre manos.
Miró de reojo la carta durante un momento. No le hizo falta leerla a fondo para saber qué decía. Aquella era la invitación formal de una petición que había recibido de boca de un reputado profesor de la universidad. No era la primera vez que intentaba un acercamiento de ese tipo, pero si la primera que Ada aceptaba la invitación, aunque no sin cierta reticencia. No tenía ningún interés en el profesor, si había aceptado acompañarle a aquella fiesta era tan sólo por el acceso al telescopio de la universidad que le había ofrecido a cambio.
Se vistió con uno de los muchos vestidos que guardaba para aquellas ocasiones y llamó a una de las criadas para que la ayudara con el peinado. Aquella chica tenía una mano espléndida, y en poco menos de una hora estaba lista para salir. Mientras esperaba se dedicó a observar su reflejo en el espejo de la entrada, estimando el nivel de ostentación de su atuendo. «Suficiente para no pasar desapercibida sin llamar demasiado la atención.» Sonrió.
Dos golpes secos en la puerta anunciaban la llegada del profesor. Fue el mayordomo quien anunció al cochero y quien acompañó a la joven hasta la puerta. «Acabemos con esto.»
—¡Profesor Leduc! —saludó cuando llegó al carruaje. —Me tenía impaciente, creí que no llegaría nunca.
«Mentira.» Se sentó a su lado apoyando las manos sobre sus piernas. El interior del vehículo estaba cargado de una aroma pesado a perfume masculino mezclado con el olor del cuero de los asientos. Ada corrió la cortinilla de la puerta con disimulo, excusándose con la vista de la calle.
—Problemas de última hora. Pero, por favor, profesor Leduc suena demasiado serio. Llámame Pierre.
Sintió como la mano del profesor se posaba sobre la suya en un gesto demasiado íntimo. Sonrió para atraer su mirada mientras apartaba la mano con delicadeza. «Debería haberle dicho que no, otra vez.» Giró la cabeza para mirar a través del ventanuco y una vez fuera del campo de visión del hombre borró la sonrisa de la cara.
El viaje transcurrió en silencio por parte de ella y charlas por parte de él. Ada aparentaba mostrar interés mientras su mente seguía con los números que había dejado sobre el escritorio. La fiesta tampoco transcurría como le hubiera gustado: todo eran saludos, sonrisas hipócritas y palabras amables. Conoció mucha gente nueva de la que olvidaba el nombre nada más empezaban a hablar con el profesor. Tras una hora intentando parecer interesada se disculpó y salió a la terraza del palacio.
Después de cerciorarse de que estaba sola, soltó un fuerte bufido y se acercó a la barandilla de piedra. Miró el cielo despejado plagado de estrellas. A pesar de la luz que había en el balcón, todavía se podían apreciar las más brillantes y las constelaciones que formaban. Buscó la Estrella Polar y aquel pequeño punto brillante le recordó por qué estaba allí.
—Espero que ese telescopio merezca la pena.
Miró de reojo la carta durante un momento. No le hizo falta leerla a fondo para saber qué decía. Aquella era la invitación formal de una petición que había recibido de boca de un reputado profesor de la universidad. No era la primera vez que intentaba un acercamiento de ese tipo, pero si la primera que Ada aceptaba la invitación, aunque no sin cierta reticencia. No tenía ningún interés en el profesor, si había aceptado acompañarle a aquella fiesta era tan sólo por el acceso al telescopio de la universidad que le había ofrecido a cambio.
Se vistió con uno de los muchos vestidos que guardaba para aquellas ocasiones y llamó a una de las criadas para que la ayudara con el peinado. Aquella chica tenía una mano espléndida, y en poco menos de una hora estaba lista para salir. Mientras esperaba se dedicó a observar su reflejo en el espejo de la entrada, estimando el nivel de ostentación de su atuendo. «Suficiente para no pasar desapercibida sin llamar demasiado la atención.» Sonrió.
Dos golpes secos en la puerta anunciaban la llegada del profesor. Fue el mayordomo quien anunció al cochero y quien acompañó a la joven hasta la puerta. «Acabemos con esto.»
—¡Profesor Leduc! —saludó cuando llegó al carruaje. —Me tenía impaciente, creí que no llegaría nunca.
«Mentira.» Se sentó a su lado apoyando las manos sobre sus piernas. El interior del vehículo estaba cargado de una aroma pesado a perfume masculino mezclado con el olor del cuero de los asientos. Ada corrió la cortinilla de la puerta con disimulo, excusándose con la vista de la calle.
—Problemas de última hora. Pero, por favor, profesor Leduc suena demasiado serio. Llámame Pierre.
Sintió como la mano del profesor se posaba sobre la suya en un gesto demasiado íntimo. Sonrió para atraer su mirada mientras apartaba la mano con delicadeza. «Debería haberle dicho que no, otra vez.» Giró la cabeza para mirar a través del ventanuco y una vez fuera del campo de visión del hombre borró la sonrisa de la cara.
El viaje transcurrió en silencio por parte de ella y charlas por parte de él. Ada aparentaba mostrar interés mientras su mente seguía con los números que había dejado sobre el escritorio. La fiesta tampoco transcurría como le hubiera gustado: todo eran saludos, sonrisas hipócritas y palabras amables. Conoció mucha gente nueva de la que olvidaba el nombre nada más empezaban a hablar con el profesor. Tras una hora intentando parecer interesada se disculpó y salió a la terraza del palacio.
Después de cerciorarse de que estaba sola, soltó un fuerte bufido y se acercó a la barandilla de piedra. Miró el cielo despejado plagado de estrellas. A pesar de la luz que había en el balcón, todavía se podían apreciar las más brillantes y las constelaciones que formaban. Buscó la Estrella Polar y aquel pequeño punto brillante le recordó por qué estaba allí.
—Espero que ese telescopio merezca la pena.
Ayashe- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 12/09/2015
Re: Ursa Major {Libre}
Ser parte de la realeza poseía numerosas ventajas, pero también un sinfín de deberes tediosos con los que se debía cumplir. Entre ellos estaba el asistir a eventos sociales aburridos en los que jamás hubiera entrado si no se viera empujado por su título. Cada vez que iba de viaje se permitía el derecho de evitar alguna que otra reunión, al fin y al cabo, aquel no era su país y no necesitaba deslizarse en círculos sociales que nada tenían que ver con él.
Las reglas que permitían a un caballero ser alguien importante y elegante entre los demás cambiaba según el país en el que se estaba. Lo que le gustaba de Francia era su tendencia a la exageración, la bulliciosa presencia de las damas cuando se reunían para informarse sobre los nuevos cotilleos de sus congéneres. Era divertido ver cómo todos se exponían ante los demás, como brillantes pavos reales. Él era conocido en su corte por ser un joven pícaro y risueño entre sus seres queridos, pero allí realmente parecía un extranjero; su postura erguida, luciendo su más de metro ochenta, con unas prendas oscuras de alta calidad pero modestas. Tonos oscuros rodeando su delgado, pero atlético cuerpo, marcando así los ángulos de su rostro, otorgándole una sobriedad que le encantaba contrarrestar con una tenue sonrisa.
Con cuidado, se deslizó entre los asistentes, saludando a algún que otro conocido y permitiendo que estos lo presentasen a otras amistades. Habló de política, economía, filosofía e incluso sobre algunos inventos. Asentía ante aquellos comentarios que podía llegar a seguir, no en vano siempre se rodeaba con intelectuales de distintos gremios. Sus tías habían insistido en que un hombre debía ser algo más que un título y una sonrisa bonita, así que se había entretenido estudiando mucho para satisfacer a las mujeres de su vida. Sólo ahora, cuando era un adulto, podía comprender que ellas sólo querían asegurarse de que su sobrino era lo suficiente inteligente como para sobrevivir en la corte con todas las intrigas que existían en ella.
Lamentablemente para él, muchos hombres habían asistido con sus esposas e hijas en edad casadera, así que pronto se vio atacado bajo un amasijo de sedas, abanicos y perfumes. Su pánico fue tan evidente, que incluso alguno de los hombres se sintió avergonzado de que sus esposas fueran tan directas en sus avances. Con suerte, alegó ver a un conocido en el fondo de la sala, así que se disculpó con una reverencia, no sin antes aceptar asistir a algún que otro baile, para no deshonrar a las jóvenes. La crueldad hacia las damas no estaba entre sus defectos, por mucho que a veces lo desease.
Se alejó de los demás, tomando una de las copas que le había ofrecido un mayordomo y salió a la terraza, suspirando con alivio cuando cerró la puerta tras su espalda. Sus ojos miraron el cristal de la puerta, vigilando que ninguna mujer lo hubiera seguido, no quería tener que responder ante ningún familiar, sobre el porqué estaba solo con una buena muchacha. Eso sería su ruina si ella decidía dejarse ver en una postura comprometida.
Se separó de la puerta y quedó completamente inmóvil ante la figura femenina que destacaba entre las sombras del jardín. Su cabello, perfectamente peinado, brillaba bajo la luz de la luna y la iluminación establecida sobre el palacio para deleitar a todos los asistentes del evento. Se vio obligado a toser para alertarla de su presencia.
- Lamento interrumpir su soledad señora, más me veo obligado a pedirle que me permita compartir el lugar durante unos minutos. - Miró hacia la puerta cerrada y suspiró.- Prometo no molestarla.- Su acento extranjero se marcaba sobre su perfecto francés, una de las irritaciones de sus profesores siempre había sido que Dirk jamás se había molestado en ocultar su acento.
Las reglas que permitían a un caballero ser alguien importante y elegante entre los demás cambiaba según el país en el que se estaba. Lo que le gustaba de Francia era su tendencia a la exageración, la bulliciosa presencia de las damas cuando se reunían para informarse sobre los nuevos cotilleos de sus congéneres. Era divertido ver cómo todos se exponían ante los demás, como brillantes pavos reales. Él era conocido en su corte por ser un joven pícaro y risueño entre sus seres queridos, pero allí realmente parecía un extranjero; su postura erguida, luciendo su más de metro ochenta, con unas prendas oscuras de alta calidad pero modestas. Tonos oscuros rodeando su delgado, pero atlético cuerpo, marcando así los ángulos de su rostro, otorgándole una sobriedad que le encantaba contrarrestar con una tenue sonrisa.
Con cuidado, se deslizó entre los asistentes, saludando a algún que otro conocido y permitiendo que estos lo presentasen a otras amistades. Habló de política, economía, filosofía e incluso sobre algunos inventos. Asentía ante aquellos comentarios que podía llegar a seguir, no en vano siempre se rodeaba con intelectuales de distintos gremios. Sus tías habían insistido en que un hombre debía ser algo más que un título y una sonrisa bonita, así que se había entretenido estudiando mucho para satisfacer a las mujeres de su vida. Sólo ahora, cuando era un adulto, podía comprender que ellas sólo querían asegurarse de que su sobrino era lo suficiente inteligente como para sobrevivir en la corte con todas las intrigas que existían en ella.
Lamentablemente para él, muchos hombres habían asistido con sus esposas e hijas en edad casadera, así que pronto se vio atacado bajo un amasijo de sedas, abanicos y perfumes. Su pánico fue tan evidente, que incluso alguno de los hombres se sintió avergonzado de que sus esposas fueran tan directas en sus avances. Con suerte, alegó ver a un conocido en el fondo de la sala, así que se disculpó con una reverencia, no sin antes aceptar asistir a algún que otro baile, para no deshonrar a las jóvenes. La crueldad hacia las damas no estaba entre sus defectos, por mucho que a veces lo desease.
Se alejó de los demás, tomando una de las copas que le había ofrecido un mayordomo y salió a la terraza, suspirando con alivio cuando cerró la puerta tras su espalda. Sus ojos miraron el cristal de la puerta, vigilando que ninguna mujer lo hubiera seguido, no quería tener que responder ante ningún familiar, sobre el porqué estaba solo con una buena muchacha. Eso sería su ruina si ella decidía dejarse ver en una postura comprometida.
Se separó de la puerta y quedó completamente inmóvil ante la figura femenina que destacaba entre las sombras del jardín. Su cabello, perfectamente peinado, brillaba bajo la luz de la luna y la iluminación establecida sobre el palacio para deleitar a todos los asistentes del evento. Se vio obligado a toser para alertarla de su presencia.
- Lamento interrumpir su soledad señora, más me veo obligado a pedirle que me permita compartir el lugar durante unos minutos. - Miró hacia la puerta cerrada y suspiró.- Prometo no molestarla.- Su acento extranjero se marcaba sobre su perfecto francés, una de las irritaciones de sus profesores siempre había sido que Dirk jamás se había molestado en ocultar su acento.
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 09/08/2014
Re: Ursa Major {Libre}
Se quedó mirando la estrella que brillaba solitaria en lo que parecía su espacio privado, como si rechazase la compañía del resto de astros a su alrededor. Era curiosa la perspectiva del cielo que se tenía desde la tierra. Las estrellas parecían estar impresas en un único plano alrededor del planeta, cuando en realidad cada una estaba a millones de kilómetros de la otra. Comprender ese concepto le llevó a Ada mucho tiempo y muchas noches observando el firmamento. Ahora no era capaz de verlo de otra manera.
Rebuscó en los pliegues del vestido el trozo de papel y el pequeño lápiz que había guardado antes de salir y lo desplegó sobre la barandilla. En el centro del papel dibujó un pequeño punto, la Estrella Polar, el que sería el eje central desde donde colgarían el resto de estrellas. Comenzó a dibujar en círculos el resto de puntos que podía ver desde allí, creando así su mapa celeste personal.
Una voz masculina hizo que girara la cabeza en esa dirección. Había llegado un hombre tras ella, joven, de porte elegante y con un acento que no era ni francés ni británico. «Me alegro de no ser la única que no soporta esta fiesta.»
—No es molestia, por favor. —Señaló la barandilla a su lado, invitando a compartir aquel lugar. —Es una noche demasiado hermosa como para pasarla ahí dentro.
Después, simplemente, siguió con su dibujo. Tenía una habilidad asombrosa para calcular las distancias entre las estrellas y poder dibujarlas a escala sobre una superficie mucho menor. Así, sus mapas eran clones exactos de lo que se veía desde la tierra. Ada usaba todos esos dibujos para estudios posteriores, analizando las diferencias entre ellos y observando cómo iba cambiando la posición de las estrellas a lo largo del tiempo. También le servían para tener una visión más completa de la posición de los astros en un espacio de tres dimensiones, pero esto último era un estudio que le llevaría mucho más tiempo terminar. Sentía que tenía toda la vida para hacerlo, por lo que no tenía prisa.
Cuando el flujo de estrellas le llevó hasta la esquina superior derecha del papel y antes de ocupar esa parte, anotó el lugar y la fecha, pero no tenía forma de saber la hora exacta de la noche. Había tenido que dejar el reloj de bolsillo en casa por la falta de sitios para guardarlo. Además, creía que mirar constantemente la hora sería una falta de respeto hacia su acompañante, a pesar de que no le tenía ningún aprecio especial.
—Disculpe. —Carraspeó ligeramente para llamar la atención del joven de al lado. —¿Sabe qué hora es?
Rebuscó en los pliegues del vestido el trozo de papel y el pequeño lápiz que había guardado antes de salir y lo desplegó sobre la barandilla. En el centro del papel dibujó un pequeño punto, la Estrella Polar, el que sería el eje central desde donde colgarían el resto de estrellas. Comenzó a dibujar en círculos el resto de puntos que podía ver desde allí, creando así su mapa celeste personal.
Una voz masculina hizo que girara la cabeza en esa dirección. Había llegado un hombre tras ella, joven, de porte elegante y con un acento que no era ni francés ni británico. «Me alegro de no ser la única que no soporta esta fiesta.»
—No es molestia, por favor. —Señaló la barandilla a su lado, invitando a compartir aquel lugar. —Es una noche demasiado hermosa como para pasarla ahí dentro.
Después, simplemente, siguió con su dibujo. Tenía una habilidad asombrosa para calcular las distancias entre las estrellas y poder dibujarlas a escala sobre una superficie mucho menor. Así, sus mapas eran clones exactos de lo que se veía desde la tierra. Ada usaba todos esos dibujos para estudios posteriores, analizando las diferencias entre ellos y observando cómo iba cambiando la posición de las estrellas a lo largo del tiempo. También le servían para tener una visión más completa de la posición de los astros en un espacio de tres dimensiones, pero esto último era un estudio que le llevaría mucho más tiempo terminar. Sentía que tenía toda la vida para hacerlo, por lo que no tenía prisa.
Cuando el flujo de estrellas le llevó hasta la esquina superior derecha del papel y antes de ocupar esa parte, anotó el lugar y la fecha, pero no tenía forma de saber la hora exacta de la noche. Había tenido que dejar el reloj de bolsillo en casa por la falta de sitios para guardarlo. Además, creía que mirar constantemente la hora sería una falta de respeto hacia su acompañante, a pesar de que no le tenía ningún aprecio especial.
—Disculpe. —Carraspeó ligeramente para llamar la atención del joven de al lado. —¿Sabe qué hora es?
Ayashe- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 12/09/2015
Re: Ursa Major {Libre}
Se acercó lentamente a ella, aceptando la invitación que le extendió con el suave movimiento de su cabeza, un acto silencioso pero indudablemente esclarecedor sobre su acompañante nocturna. Paseó hasta la barandilla, colocándose educadamente a una distancia lo suficientemente lejana a ella como para que ambos pudieran estar juntos en el mismo lugar, pero resguardados del otro. Como un velo sagrado, el silencio los abrigó al igual que la noche, contando sólo con el eco de la fiesta que transcurría a sus espaldas.
Con su espalda perfectamente erguida, mantuvo sus ojos fielmente apartados de aquella mujer, otorgándole el capricho que indudablemente había ido a buscar a aquel lugar; la soledad. El placer de olvidarse de los demás para simplemente permanecer sin otrora razón más que el mero placer de respirar en silencio. Aquellos que no sabían disfrutar del mero hecho que el ser, el vivir, el permanecer no conocía del oscuro placer que otorgaba la simplicidad. Aunque quizás aquellos eran unos pensamientos demasiado profundo para un evento social como aquel, ¿quién le daba el derecho de creerse un filósofo, cuando sólo conocía de deberes y leyes?.
De alguna forma, el crujido que realizaban las manos femeninas sobre el papel acompañado del rumor de la mina del lápiz sobe el mismo, creaban un susurro de voces que le obligaban a imaginarse qué estaría haciendo. Podría imaginarla creando poesía, una hermosa descripción sobre la belleza de la noche, de las conversaciones mudas, de la soberbia del brillo de las estrellas. Indudablemente no podía estar escribiendo sobre debates filosóficos, eso se dejaba para personas perturbadas de mente envejecida como su persona. Los hombres tendían a ser más bruscos que las mujeres, mientras ellas buscaban la belleza en las hojas mecidas por el viento, ellos destruían el paisaje buscando razonamientos en el rumor del viento.
- ¿ Excuss miss? – Preguntó en un perfecto neerlandés, mostrándose por primera vez atrapado en un momento de debilidad. Ella había roto su silencio para sustituirlo por palabras, lo cual le dejaba en el problema de tener que buscar sentido a aquello que había oído pero no escuchado. – Lo lamento, creo que he hablado en mi idioma natal.
Esbozó una tenue mueca avergonzada que pretendía ser una sonrisa, pero lo cierto era que no se permitía tener una muestra tan afectuosa de manera tan simple, no cuando había sido sorprendido sin que pudiera evitar mostrar cierto desconcierto por la forma en la que había dejado que sus barreras se derrumbasen sólo por aquellos instantes compartidos con cierta complicidad. ¿ Había dicho algo sobre la hora?.
Movió su mano con un fluidez, deslizándola sobre uno de los costados de su pecho, adentrándose al bolsillo de su chaleco para extraer el reloj de plata que había obtenido de su abuelo. Una vieja reliquia de su familia con una inscripción en el interior de la tapa que resguardaba las agujas del reloj, así como la información que le había preguntado la mujer con educación.
- Nos acercamos a la medianoche, quedan tan sólo cinco minutos para las doce. – Cerró la tapa del reloj y lo volvió a guardar, permitiéndose mirar a la mujer a los ojos antes de volver a apartar la mirada, preguntándose si debería volver a la fiesta, dejándola en la soledad que ella había decidido autoimponerse.
Con su espalda perfectamente erguida, mantuvo sus ojos fielmente apartados de aquella mujer, otorgándole el capricho que indudablemente había ido a buscar a aquel lugar; la soledad. El placer de olvidarse de los demás para simplemente permanecer sin otrora razón más que el mero placer de respirar en silencio. Aquellos que no sabían disfrutar del mero hecho que el ser, el vivir, el permanecer no conocía del oscuro placer que otorgaba la simplicidad. Aunque quizás aquellos eran unos pensamientos demasiado profundo para un evento social como aquel, ¿quién le daba el derecho de creerse un filósofo, cuando sólo conocía de deberes y leyes?.
De alguna forma, el crujido que realizaban las manos femeninas sobre el papel acompañado del rumor de la mina del lápiz sobe el mismo, creaban un susurro de voces que le obligaban a imaginarse qué estaría haciendo. Podría imaginarla creando poesía, una hermosa descripción sobre la belleza de la noche, de las conversaciones mudas, de la soberbia del brillo de las estrellas. Indudablemente no podía estar escribiendo sobre debates filosóficos, eso se dejaba para personas perturbadas de mente envejecida como su persona. Los hombres tendían a ser más bruscos que las mujeres, mientras ellas buscaban la belleza en las hojas mecidas por el viento, ellos destruían el paisaje buscando razonamientos en el rumor del viento.
- ¿ Excuss miss? – Preguntó en un perfecto neerlandés, mostrándose por primera vez atrapado en un momento de debilidad. Ella había roto su silencio para sustituirlo por palabras, lo cual le dejaba en el problema de tener que buscar sentido a aquello que había oído pero no escuchado. – Lo lamento, creo que he hablado en mi idioma natal.
Esbozó una tenue mueca avergonzada que pretendía ser una sonrisa, pero lo cierto era que no se permitía tener una muestra tan afectuosa de manera tan simple, no cuando había sido sorprendido sin que pudiera evitar mostrar cierto desconcierto por la forma en la que había dejado que sus barreras se derrumbasen sólo por aquellos instantes compartidos con cierta complicidad. ¿ Había dicho algo sobre la hora?.
Movió su mano con un fluidez, deslizándola sobre uno de los costados de su pecho, adentrándose al bolsillo de su chaleco para extraer el reloj de plata que había obtenido de su abuelo. Una vieja reliquia de su familia con una inscripción en el interior de la tapa que resguardaba las agujas del reloj, así como la información que le había preguntado la mujer con educación.
- Nos acercamos a la medianoche, quedan tan sólo cinco minutos para las doce. – Cerró la tapa del reloj y lo volvió a guardar, permitiéndose mirar a la mujer a los ojos antes de volver a apartar la mirada, preguntándose si debería volver a la fiesta, dejándola en la soledad que ella había decidido autoimponerse.
- Términos neerlandeses:
Excuss miss = ¿ Disculpe señorita?
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 09/08/2014
Re: Ursa Major {Libre}
Cuando decidió hablar, no tuvo en cuenta el hecho de que aquel hombre quisiera escucharla. Pedir la hora era algo tan trivial, sin ningún otro interés de por medio que saber el momento del día, que incluso se impacientó al no recibir la respuesta de inmediato. Unas palabras completamente desconocidas pero ligeramente similares a su lengua materna cruzaron el espacio que los separaba llegando a sus oídos y generando en ella la duda que tanto había tardado en llegar: ¿de dónde era él? Sonrió en respuesta a la explicación posterior mientras el joven se dedicaba a sacar el reloj de uno de los bolsillos de su chaleco. El objeto brilló bajo las luces sacando pequeños destellos en su tapa plateada. Ada lo observó como si fuera una urraca calculando el momento perfecto para llevarselo al nido.
—Merci —dijo.
Apartó la mirada del reloj y la llevó al rostro del hombre, cruzando las miradas hasta que él la retiró para seguir observando la ciudad. Ella siguió mirándole un poco más, viendo esta vez el dibujo de su perfil sobre el cielo nocturno. Un parpadeo, una última mirada y volvió a su folio y sus estrellas. Anotó la hora con una caligrafía clásica de letras elaboradas con bucles y decoraciones y, partiendo del punto más cercano a la esquina, continuó el mapa.
Tras dibujar las estrellas, aquello sólo era una masa de puntos de distintos tamaños. Todo tomó forma cuando Ada dibujó líneas uniendo algunos de los puntos con otros y en poco tiempo aquello era claramente un calco exacto de lo que se veía en el cielo. Reposó la cabeza sobre una mano y repasó el dibujo una y otra vez buscando cualquier pequeño error que la mantuviera en aquella terraza algo más de tiempo. Había llegado allí acompañada por el profesor, pero incluso ella se dio cuenta de que no compartir la noche con él era una falta de educación. El mapa era perfecto, así que plegó el papel por la mitad y se giró lentamente, quedando frente a las puertas del balcón.
—Au revoir, monsieur —se despidió.
Caminó un par de pasos hacia el salón. Una pareja sonriente salió al exterior y en el tiempo en que la puerta se mantuvo abierta, Ada pudo ver al profesor Leduc hablando con todos aquellos con los que se encontraba. Evocó el fuerte olor de su perfume y sintió una arcada que por suerte no llegó a más. Parecía que la estaba buscando cuando la puerta se cerró y el silencio volvió a inundarles. Se dio la vuelta y se acercó al mismo sitio que había ocupado junto a la barandilla.
—¿Le importa que volvamos a compartir el lugar? Prometo no molestarle —dijo, usando las mismas palabras que usó él cuando llegó.
Desdobló el papel y volvió a mirarlo. Todo aquello había sido una pésima idea y tarde o temprano tendría que plantarle cara al profesor. «Más tarde que temprano, espero.»
—Merci —dijo.
Apartó la mirada del reloj y la llevó al rostro del hombre, cruzando las miradas hasta que él la retiró para seguir observando la ciudad. Ella siguió mirándole un poco más, viendo esta vez el dibujo de su perfil sobre el cielo nocturno. Un parpadeo, una última mirada y volvió a su folio y sus estrellas. Anotó la hora con una caligrafía clásica de letras elaboradas con bucles y decoraciones y, partiendo del punto más cercano a la esquina, continuó el mapa.
Tras dibujar las estrellas, aquello sólo era una masa de puntos de distintos tamaños. Todo tomó forma cuando Ada dibujó líneas uniendo algunos de los puntos con otros y en poco tiempo aquello era claramente un calco exacto de lo que se veía en el cielo. Reposó la cabeza sobre una mano y repasó el dibujo una y otra vez buscando cualquier pequeño error que la mantuviera en aquella terraza algo más de tiempo. Había llegado allí acompañada por el profesor, pero incluso ella se dio cuenta de que no compartir la noche con él era una falta de educación. El mapa era perfecto, así que plegó el papel por la mitad y se giró lentamente, quedando frente a las puertas del balcón.
—Au revoir, monsieur —se despidió.
Caminó un par de pasos hacia el salón. Una pareja sonriente salió al exterior y en el tiempo en que la puerta se mantuvo abierta, Ada pudo ver al profesor Leduc hablando con todos aquellos con los que se encontraba. Evocó el fuerte olor de su perfume y sintió una arcada que por suerte no llegó a más. Parecía que la estaba buscando cuando la puerta se cerró y el silencio volvió a inundarles. Se dio la vuelta y se acercó al mismo sitio que había ocupado junto a la barandilla.
—¿Le importa que volvamos a compartir el lugar? Prometo no molestarle —dijo, usando las mismas palabras que usó él cuando llegó.
Desdobló el papel y volvió a mirarlo. Todo aquello había sido una pésima idea y tarde o temprano tendría que plantarle cara al profesor. «Más tarde que temprano, espero.»
Ayashe- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 12/09/2015
Re: Ursa Major {Libre}
A pesar de sentir el peso de la mirada ajena, se mantuvo obstinadamente mirando hacia el frente, como si fuese realmente interesante mirar aquel amplio jardín, así como las sombras errantes de aquellos que se habían adentrado en el mismo para pasear o conversar de una forma más íntima.Era común que las parejas casadas, así como los jóvenes más imprudentes se dedicasen a mantenerse lejos de los demás asistentes de eventos sociales. Uno no podía avanzar en un romance ilícito o lícito, bajo la atenta mirada de la sociedad. Mucho menos de la sociedad francesa, si algo había aprendido de ellos, era precisamente su extraña manía de parlotear constantemente sobre nada en realidad. Como si los cotilleos sin fundamento alguno fuesen mejores que algo más aburrido quizás, pero indudablemente instructivo, como el arte. Incluso la jardinería le resultaría un tema más aceptado que miles de comentarios sobre los adornos costosos que poseia el vestido de algún par del reino.
Sus ojos se apartaron de las sombras del jardín hacia las estrellas, mientras el agradecimiento de la joven quedaba flotando entre ambos. Tan sólo correspondió al mismo con un asentimiento de su cabeza, demostrando una educación que jamás pensó tener, ya que estaba haciendo todo lo posible por mantener su promesa de no molestarla. Estar allí, dejando que el aire meciera su cabello oscuro, así como permitiendo que el silencio fuese un balsamo para su pensamiento, era lo suficiente como para que quisiera seguir así. Mientras sus labios permaneciesen firmemente sellados, aquel refugio seguiría siendo suyo a pesar de estarlo compartiendo con aquella mujer.
Más parecía que ella seguía sorprendiéndolo cada vez que hablaba, ya que, cuando esbozó en alto su despedida, él sólo pudo seguirla con la mirada, dejándola partir de aquel refugio. Sus ojos siguieron el bailoteo que hacía el bajo de su falda al andar, un hermoso movimiento suave que siempre le había llamado la atención por su similitud con el movimiento de la marea. Incluso cuando el mar estaba tranquilo, el sonido del oleaje se asemejaba al de un vestido rozando el suelo. Algo relajante y excitante. Natural. Femenino.
- Será un placer miss. Más, si me permite preguntarlo - Le dijo con una sonrisa cómplice al escuchar unas palabras similares a las que él había ofrecido anteriormente cuando la encontró por sorpresa en aquel lugar. Verla volver sobre sus pasos sólo había despertado su interés, y ahora que ella había regresado, no podía considerarse que mantuviesen el mismo trato anterior, ¿ o sí ?. - ¿ Qué le impide regresar a la fiesta de nuevo ?. Es joven, estoy seguro de que encontraría algo en lo que entretener su mente. Siempre hay algo interesante entre tantas personas.
Sus ojos se apartaron de las sombras del jardín hacia las estrellas, mientras el agradecimiento de la joven quedaba flotando entre ambos. Tan sólo correspondió al mismo con un asentimiento de su cabeza, demostrando una educación que jamás pensó tener, ya que estaba haciendo todo lo posible por mantener su promesa de no molestarla. Estar allí, dejando que el aire meciera su cabello oscuro, así como permitiendo que el silencio fuese un balsamo para su pensamiento, era lo suficiente como para que quisiera seguir así. Mientras sus labios permaneciesen firmemente sellados, aquel refugio seguiría siendo suyo a pesar de estarlo compartiendo con aquella mujer.
Más parecía que ella seguía sorprendiéndolo cada vez que hablaba, ya que, cuando esbozó en alto su despedida, él sólo pudo seguirla con la mirada, dejándola partir de aquel refugio. Sus ojos siguieron el bailoteo que hacía el bajo de su falda al andar, un hermoso movimiento suave que siempre le había llamado la atención por su similitud con el movimiento de la marea. Incluso cuando el mar estaba tranquilo, el sonido del oleaje se asemejaba al de un vestido rozando el suelo. Algo relajante y excitante. Natural. Femenino.
- Será un placer miss. Más, si me permite preguntarlo - Le dijo con una sonrisa cómplice al escuchar unas palabras similares a las que él había ofrecido anteriormente cuando la encontró por sorpresa en aquel lugar. Verla volver sobre sus pasos sólo había despertado su interés, y ahora que ella había regresado, no podía considerarse que mantuviesen el mismo trato anterior, ¿ o sí ?. - ¿ Qué le impide regresar a la fiesta de nuevo ?. Es joven, estoy seguro de que encontraría algo en lo que entretener su mente. Siempre hay algo interesante entre tantas personas.
Última edición por Dirk Van Der Broken el Sáb Ene 23, 2016 8:48 pm, editado 1 vez
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 09/08/2014
Re: Ursa Major {Libre}
Tras aquella petición, que no se trataba más que de una manera formal de hacerle saber al hombre que volvía al mismo lugar, se acopló en la barandilla de piedra mirando al frente. Los jardines del palacio apenas se podían distinguir allí donde la luz no llegaba, dejando una inmensidad negra y misteriosa que sonaba mecida por el viento. El papel seguía entre sus manos ligeramente arrugado y algunos de los puntos se habían comenzado a emborronar debido al roce de sus dedos.
—No dudo que lo haya, monsieur —comentó.
Era difícil explicar a alguien que apenas conocía la repulsión que le causaba toda aquella gente del lugar. Esa era una sociedad en la que los amigos, aunque sólo fueran fingidos, valían casi tanto como el dinero. Muchas veces los dos venían de la mano, y, si tenías lo segundo, los primeros esperaban ansiosos en tus puertas. Ada no era una persona solitaria, le gustaba compartir el tiempo con otros, pero también prefería tener conversaciones interesantes que requerían un mínimo de concentración para mantenerlas. Admiraba el conocimiento y le gustaba compartirlo con sus iguales.
—Pero todavía no he sido capaz de encontrarlo, me temo. Encuentro más interés aquí fuera que en las conversaciones que he podido captar dentro.
Seguía con la mirada al frente, desviándola de vez en cuando a los caminos que unían la entrada del palacio con la ciudad. El sonido de la gravilla delató a algunos de los invitados que dejaban la fiesta y se dirigían a sus hogares. Ada suspiró, deseando ser uno más de ellos.
—En respuesta a su pregunta, digamos que no deseaba estar aquí, pero acabé encontrando motivos para venir. —Fue una respuesta vaga, pero admitir que había venido sólo para tener acceso a un telescopio era algo que no muchos entenderían y que la haría ganar unas cuantas miradas desaprobatorias. —Aunque empiezo a dudar de si han sido motivos suficientes. —Rió.
Todas aquellas conversaciones banales y efímeras hacían que perdiese la concentración y, para cuando conseguía volver a prestar atención, sus interlocutores habían cambiado. Después sentía la mano del profesor en la zona baja de la espalda, seguido de su perfume y su voz melosa y de poca fuerza. Sentía que había pasado días allí y apenas había estado dos horas cuando decidió salir a la terraza.
—Y a usted, si me permite el atrevimiento, ¿qué le hace pasar el rato aquí fuera en vez de disfrutar de la fiesta? —Le miró. No era una pregunta tajante ni que exigía respuesta alguna. Era simple curiosidad.
—No dudo que lo haya, monsieur —comentó.
Era difícil explicar a alguien que apenas conocía la repulsión que le causaba toda aquella gente del lugar. Esa era una sociedad en la que los amigos, aunque sólo fueran fingidos, valían casi tanto como el dinero. Muchas veces los dos venían de la mano, y, si tenías lo segundo, los primeros esperaban ansiosos en tus puertas. Ada no era una persona solitaria, le gustaba compartir el tiempo con otros, pero también prefería tener conversaciones interesantes que requerían un mínimo de concentración para mantenerlas. Admiraba el conocimiento y le gustaba compartirlo con sus iguales.
—Pero todavía no he sido capaz de encontrarlo, me temo. Encuentro más interés aquí fuera que en las conversaciones que he podido captar dentro.
Seguía con la mirada al frente, desviándola de vez en cuando a los caminos que unían la entrada del palacio con la ciudad. El sonido de la gravilla delató a algunos de los invitados que dejaban la fiesta y se dirigían a sus hogares. Ada suspiró, deseando ser uno más de ellos.
—En respuesta a su pregunta, digamos que no deseaba estar aquí, pero acabé encontrando motivos para venir. —Fue una respuesta vaga, pero admitir que había venido sólo para tener acceso a un telescopio era algo que no muchos entenderían y que la haría ganar unas cuantas miradas desaprobatorias. —Aunque empiezo a dudar de si han sido motivos suficientes. —Rió.
Todas aquellas conversaciones banales y efímeras hacían que perdiese la concentración y, para cuando conseguía volver a prestar atención, sus interlocutores habían cambiado. Después sentía la mano del profesor en la zona baja de la espalda, seguido de su perfume y su voz melosa y de poca fuerza. Sentía que había pasado días allí y apenas había estado dos horas cuando decidió salir a la terraza.
—Y a usted, si me permite el atrevimiento, ¿qué le hace pasar el rato aquí fuera en vez de disfrutar de la fiesta? —Le miró. No era una pregunta tajante ni que exigía respuesta alguna. Era simple curiosidad.
Ayashe- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 12/09/2015
Re: Ursa Major {Libre}
Aquella declaración provocó que sus labios se curasen indudablemente en una sonrisa, le había costado un gran esfuerzo el no corresponder tal sinceridad con una ligera risa contenida, pero habría una falta de respeto el reírse por aquel comentario lleno de una sinceridad que le era fresca e innovadora. Durante mucho tiempo se había movido en distintos círculos sociales, pero no había conseguido encontrar sinceridad entre todos sus participantes. Y no podía culparlos, una persona tenía mucho más que perder si era sincero que si contenía la lengua y medía sus palabras. Nadie con su sano juicio se tomaría la libertad de ser sincero en la corte real, para mantener el cargo y la cabeza sobre los hombros hacía falta astucia, mucho instinto de supervivencia y algo que te hiciera interesante a ojos de los demás. La astucia te permitía sortear todas las duras pruebas que podrías encontrarte por medio de las trampas entre familiares envidiosos y hábidos de dinero o tu propio título. El instinto de supervivencia siempre te dejaba conservar la vida a pesar de los numeros cambios que surgían entre los nobles o los mismos reyes, a veces tener un título implicaba el ser el primero en desfilar en las guerras que decidían dos personas por ego y orgullo. Pero el tener algo interesante, eso era el principal punto de todo noble que se preciase, pues así se conseguía abrir todas las puertas que fueran necesarias. Muchos realmente querían ser conde o duque, pero nadie sabía la soledad que ello traía, ni las veces en que uno tenía que romper su propia alma para poder continuar. ¿ Qué precio tenía la felicidad ?.
- Esa ha sido una declaración realmente cruel Miss, por supuesto, disculpe si mis palabras la ofenden. - Deslizó sus ojos hacia el papel que seguía arrugando entre sus dedos de forma nerviosa. Lo cual le hizo cuestionarse si sus nervios se debían más a esa indudable ansia que recorría su rostro cada vez que miraba a la puerta que separaba aquel refugio de los demás visitantes, o a la esperanza que brillaba en sus ojos cuando escuchaba a los paseantes alejarse de aquel lugar. Debía estar realmente alterada con la idea de su asistencia a aquel evento si ello la llevaba a suspirar y estrangular aquel pequeño pedazo de papel con sus dedos. ¿ Qué podría ayudar a aquella joven del tedio que la asolaba ?.
Apartó su mirada por cortesía, sabiendo que no era correcto que un caballero estudiase durante tanto tiempo los gestos que denotaban debilidad de carácter en una muchacha. Si algo poseía él era educación y cortesía, aunque eso era sólo algo que desaparecía cuando las personas que habían conseguido bajar sus barreras le rodeaban. Había aprendido a disfrutar de esos escasos momentos en los que no tenía que preocuparse si ofendía a su interlocutor con sus opiniones. En cierta forma ya se le había advertido que tenía una forma de ver el mundo que no era aceptada por todos, más bien era censurable en muchas acciones. Así que se mantenía al margen de dar su opinión sobre todo lo que tenía presencia en aqueste mundo.
- Debe existir realmente algo interesante, a pesar de que su gusto opte por otras preferencias, piense en ello como un análisis del comportamiento humano. - Sus ojos se suavizaron mientras miraba el paisaje, sabiendo que aquello era lo que hacía él, precisamente. Analizaba los movimientos flexibles de las manos femeninas, los pasos firmes o casi danzarines de los varones, ése extraño gusto por exagerar toda palabra con las manos. Incluso su forma de beber o comer. Sabía que era extraño, más si se decía en voz alta, pero le resultaba divertido ver cuán diferentes eran los franceses de sus compatriotas. Sus tías disfrutarían de su análisis en los días posteriores, cuando estuviesen acompañadas del aburrimiento y él sólo fuese un herramienta de abandonar tal estado vanal.
La pregunta de la joven le hizo querer tener el atrevimiento suficiente para preguntarle qué era aquello que la había motivado a acudir a un lugar que parecía odiar tanto. No sólo eran sus palabras o actos, sino el mismo tono de su voz. Las palabras parecían raspar en su lengua, dándole el adecuado sonido molesto que caracterizaba a todo lo que no es cómodo o agradable. Pero decidió abstenerse de dicha información, era una pregunta indudablemente personal y no sabía si realmente quería saber dicha respuesta.
- Busco un refugio en el que proteger lo único importante en mi persona.- La miró de nuevo, con una sonrisa indudablemente pícara al mover uno de sus dedos hacia su cabeza, indicando así que lo que deseaba proteger era su mente. O quizás, en realidad quería dejar a salvo todos y cada uno de sus pensamientos, impidiendo a los demás que llegasen a saber qué ocultaba allí.
- Esa ha sido una declaración realmente cruel Miss, por supuesto, disculpe si mis palabras la ofenden. - Deslizó sus ojos hacia el papel que seguía arrugando entre sus dedos de forma nerviosa. Lo cual le hizo cuestionarse si sus nervios se debían más a esa indudable ansia que recorría su rostro cada vez que miraba a la puerta que separaba aquel refugio de los demás visitantes, o a la esperanza que brillaba en sus ojos cuando escuchaba a los paseantes alejarse de aquel lugar. Debía estar realmente alterada con la idea de su asistencia a aquel evento si ello la llevaba a suspirar y estrangular aquel pequeño pedazo de papel con sus dedos. ¿ Qué podría ayudar a aquella joven del tedio que la asolaba ?.
Apartó su mirada por cortesía, sabiendo que no era correcto que un caballero estudiase durante tanto tiempo los gestos que denotaban debilidad de carácter en una muchacha. Si algo poseía él era educación y cortesía, aunque eso era sólo algo que desaparecía cuando las personas que habían conseguido bajar sus barreras le rodeaban. Había aprendido a disfrutar de esos escasos momentos en los que no tenía que preocuparse si ofendía a su interlocutor con sus opiniones. En cierta forma ya se le había advertido que tenía una forma de ver el mundo que no era aceptada por todos, más bien era censurable en muchas acciones. Así que se mantenía al margen de dar su opinión sobre todo lo que tenía presencia en aqueste mundo.
- Debe existir realmente algo interesante, a pesar de que su gusto opte por otras preferencias, piense en ello como un análisis del comportamiento humano. - Sus ojos se suavizaron mientras miraba el paisaje, sabiendo que aquello era lo que hacía él, precisamente. Analizaba los movimientos flexibles de las manos femeninas, los pasos firmes o casi danzarines de los varones, ése extraño gusto por exagerar toda palabra con las manos. Incluso su forma de beber o comer. Sabía que era extraño, más si se decía en voz alta, pero le resultaba divertido ver cuán diferentes eran los franceses de sus compatriotas. Sus tías disfrutarían de su análisis en los días posteriores, cuando estuviesen acompañadas del aburrimiento y él sólo fuese un herramienta de abandonar tal estado vanal.
La pregunta de la joven le hizo querer tener el atrevimiento suficiente para preguntarle qué era aquello que la había motivado a acudir a un lugar que parecía odiar tanto. No sólo eran sus palabras o actos, sino el mismo tono de su voz. Las palabras parecían raspar en su lengua, dándole el adecuado sonido molesto que caracterizaba a todo lo que no es cómodo o agradable. Pero decidió abstenerse de dicha información, era una pregunta indudablemente personal y no sabía si realmente quería saber dicha respuesta.
- Busco un refugio en el que proteger lo único importante en mi persona.- La miró de nuevo, con una sonrisa indudablemente pícara al mover uno de sus dedos hacia su cabeza, indicando así que lo que deseaba proteger era su mente. O quizás, en realidad quería dejar a salvo todos y cada uno de sus pensamientos, impidiendo a los demás que llegasen a saber qué ocultaba allí.
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 09/08/2014
Temas similares
» Quand la verité n'est pas libre, la liberté n'est pas vraie. [Libre para familiares y/o conocidos de Gèraldine]
» [libre]Siguiendo una pista, buscando una solución...[Libre]
» Quand la vérité n'est pas libre, la liberté n'est pas vraie · Libre ·
» [Libre]Noche de sorpresa y terror [Libre]
» [Libre]En las sombras acecha el peligro..[Libre]
» [libre]Siguiendo una pista, buscando una solución...[Libre]
» Quand la vérité n'est pas libre, la liberté n'est pas vraie · Libre ·
» [Libre]Noche de sorpresa y terror [Libre]
» [Libre]En las sombras acecha el peligro..[Libre]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour