Cena para dos || Alain Blair ||

por **Cristina Blair** Miér Oct 07, 2015 5:34 pm

Recuerdo del primer mensaje :

El último rayo de sol se escondía en el cielo y hoy me esperaba una cena con mi marido. Estaba nerviosa. Después de bajo toda esta careta de una mujer fría,dura y mala se escondía una niña que a pesar de cargar con una cantidad de años a su espalda,se escondía alguien que amaba a su marido. Y que le tenía mucho respeto. Pues jamás le había falta en todo lo que llevaban casados. Le admiraba. Por que se dedicaba a algo que su madre se había dedicado cuando llegaron a Francia. Y de verdad lo quería aún que no se lo solía decir mucho.

Suspire y me senté en el tocador. Mi cabello lucía lo más rojo posible. Como siempre. Me lo recogí, dejando una especie de flor roja a un lado. La cual se sostenía por una aguja para pelo. La cual era de plata y tenía un escrito decorado al final de esta. Me había maquillado levemente y ya me había vestido. Ahora sólo esperaba que mi marido saliera de trabajar.

Me había dicho que cenaríamos en algún lugar. Aún que yo no pidiera ingerir gran cosa de alimentos, esperaba poder pasar tiempo con el pies después de todo el trabajaba por el día y yo vivía por la noche y apenas coincidimos.

Me levante del tocador y fui al armario a por el abrigó pues estavamos en inverno y hacia bastante frío. Lo tomo en mis manos y me dijo al salón dejando este sobre alguna silla,y luego proceso a abrir las cortinas y después las ventanas. Dejando que el viento entre en las estancia,el cual remueve un poco mi cabello. Miró al patio y veo que mi marido desciende del carruaje y entra en casa.

En un par de segundos esta en la sala en la que estoy yo. Hoy me apetecía jugar a ser coqueta, no sé, me había despertado así,y mi atuendo y mi vestido negro y con encajé así lo denotaba. Tampoco me había pasado varias horas arreglando mi cabello,para que mi querido lo pasará todo por alto — Señor Blair se le ha perdido algo por casualidad — pregunte esbozando una sonrisa. Tenía ganas de besarle,pero quería saber que contestaba, mi faceta juguetona no solía salir todos los días a pasear y para una vez que hacia tal cosa habían que aprovechar.

Mis manos colocaron un poco el vestido,la luna comenzaba a salir y la luz comenzó a dar justo donde yo estaba. Bañando mi silueta en una luz completamente plateada.

por **Cristina Blair** Jue Nov 26, 2015 5:56 am

Sí había algo que no me fallaba en mi vida eso era,sin duda el oído. Una arma que me era extremadamente útil en esta vida. Pobres humanos. Que se pensaban ellos los que sabían todo de todo el mundo. Y resulta que yo sabía mas que todos juntos. Lo bueno, era que me enteraba de todo en todos los lados. Y hoy era un día de esos.

Acababa de entras al tocador,cuando estoy por sentarme en la silla y escucho la voz de mi marido. Y la de ella,hablando. Sonrió de lado. Mostrando abiertamente mis colmillos. Que alivio poder hacer eso. Delante de Alain ni se me pasaba por la cabeza,apenas podía mostrar mis dientes,no quería que mi marido me dejase o peor aún que intentase cualquier método absurdo para matarme. Sin duda alguna el sería el que acabaría haciéndose daño. No yo. Me apoyé en la fría piedra que era tocador. Esperando a su entrada.

Cuando la tuve enfrente sonreí. —¿Que hace una criatura como tu,rondando por estos lados sola?.—Me puse un dedo en la barbilla.
—¿Y tu? eres lo mismo que yo y estás en un lugar público,rodeada de humanos. Es más,tu marido es humano...piensas morderle y beberte su deliciosa sangre?.—Me increpó. Me hacerque a ella hasta quedar a un palmo de su cara.—Créeme puedo venir a este lugar cuantas veces quiera. No soy como tu. Que va mostrando de que tipo de raza es, a mi suerte se ocultarlo muy bien.—Hice una pausa.—Y lo que haga o deje de hacer con la sangre de mi marido, créeme es casa mía. Si le muerdo o no es decisión mía,no tuya.

Aquella señora se echo a reír. Yo,por mi parte alce una ceja.
—Sería una lastima, seguro que sabe bien.—Se río de nuevo.
—Querida si no la quieres probar tu. Lo puedo hacer yo. Es un hombre atractivo y tiene un pulsó corriendo muy interesante bajo su piel.—Susurro,aquello me saco de mis casillas. La tome por un brazo y la lance contra la puerta. La cuál dio un fuerte golpes hasta cerrarse de nuvo. Con ella dentro. La había dejado algo aturdida. Pero no me importaba. Cuantas cosas le pasasen...

por **Alain Blair** Dom Nov 29, 2015 12:07 pm

Pegó la oreja a la puerta. Quizá estaba siendo demasiado descarado pero no podía evitarlo. Temía que su mujer estuviese en problemas. Temía que ese ser decidiera aprovecharse de ella y de su sangre. No, no lo permitiría.

Solo oía murmullos, demasiado imprecisos como para saber qué decían. Se estaba cansando de estar ahí, quería que esa mujer se alejase de su esposa. Quería que todo aquello terminase. ¿Por qué no la había matado en su momento? Ahora solo era un dolor que se multiplicaba, los seres iguales a ella debían morir.

Escuchó entonces el golpe, la puerta cerrándose y no puedo evitar el entrar de manera estrepitosa al lugar. Miró a su esposa y luego a la mujer que yacía inconsciente en el suelo.
─¿Estás bien? ¿Qué te ha hecho esa pobre infeliz?─ examinó a su esposa pero parecía no tener ni un solo rasguño. Suspiró más tranquilo.

Se giró entonces hacia la mujer que parecía reaccionar. Se acercó a ella y la cogió del cuello, apretando levemente. Sabía que no tenía posibilidad alguna contra ella sin sus armas pero le deba igual, primero proteger a su mujer y después estaba todo lo demás.

─Sé dónde vives hija del infierno─ le dijo entre dientes y en un susurro para que solo ella lo oyese─. Y no dudes que acabaré contigo como le vuelvas a poner las manos encima a mi esposa. ─ la soltó del cuello y se acercó a su esposa, agarrándola de la mano para llevársela de allí.

─Eres un iluso. Me odias y ni siquiera sabes lo que tienes delante de tus ojos.

Frunció el ceño pero no le dio demasiada importancia a sus palabras. Nada más poner un pie fuera, ante ellos había uno de los camareros. Les pidió que se marchasen del local si no querían problemas. Alain asintió y se dirigió hacia la mesa en la que estaban sentados para recoger sus cosas, pagar la cuenta (aunque ni habían cenado) y marcharse.

─No importa donde vayamos, siempre tenemos que sobresalir─ le dijo a su esposa como un cumplido.

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