AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Que hay allí? || Priv ||
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¿Que hay allí? || Priv ||
¿Qué pretendía la niña detrás de las ventanas en aquella tarde lluviosa?
Posiblemente nada.
Posiblemente el pensar que estaba encerrada en su habitación por el mero hecho del poco amor afectivo de sus padres, no se atrevía a salir de las cuatro paredes de su habitación o al menos de las paredes de su mansión en Paris, de la mansión de sus abuelos. Era joven y hermosa pero se sentía como una especie de estatua de la que nadie quería tocar por miedo a que se rompiera, cuando en realidad, era usada una y otra vez por su hermano a la fuerza o solamente cuando ella misma se dejaba usar sin más remedio a gemir y gemir.
Suciedad por todo su cuerpo era lo que sentía ahora con ese pensamiento. Abrazándose a su cuerpo ahora mismo se apoyaba contra el cristal húmedo por las gotas de la densa y abrumadora lluvia.
¿Habría salvación para ella de alguna manera? ¿No? O ¿Si? Eso jamás llegaría a saberlo si pudiera, pero debido a que se encuentra débil y febril por la gripe de la época no puede usar sus poderes mágicos, más que nada porque el colgante que posee ahora en este instante le priva de ciertos poderes. La lluvia parecía retumbar contra el cristal con más fuerza. Era relajante de cierto modo, el cielo en si estaba ennegreciéndose de tal manera que parecía una amenaza. Quería llamar a sus poderes para cubrirse los ojos del puro terror que sintió en medio segundo, pero pasó, pasó cuando la manta de terciopelo se posó sobre sus hombros, su dulce y adorada doncella que la cuidaba la cubrió del frio.
Escuchó una puerta cerrarse de golpe.
Observo el reloj de plata y oro encima de su mesilla de noche. Eran las seis y media de la tarde, escucho a su hermano quejarse de la lluvia, del servicio que había sido lento en recoger sus pertenencias mojadas de la lluvia. Tembló. Tembló posiblemente de las ganas de querer esconderse de su hermano en aquel instante, pero solo se quedó observando el exterior a través de los ventanales de su habitación. Mirando en el horizonte, quedándose fijamente observando lo que hubiera allá pero que por miedo a perderse no se atrevía a ir allí, hubiera lo que hubiera.
Posiblemente nada.
Posiblemente el pensar que estaba encerrada en su habitación por el mero hecho del poco amor afectivo de sus padres, no se atrevía a salir de las cuatro paredes de su habitación o al menos de las paredes de su mansión en Paris, de la mansión de sus abuelos. Era joven y hermosa pero se sentía como una especie de estatua de la que nadie quería tocar por miedo a que se rompiera, cuando en realidad, era usada una y otra vez por su hermano a la fuerza o solamente cuando ella misma se dejaba usar sin más remedio a gemir y gemir.
Suciedad por todo su cuerpo era lo que sentía ahora con ese pensamiento. Abrazándose a su cuerpo ahora mismo se apoyaba contra el cristal húmedo por las gotas de la densa y abrumadora lluvia.
¿Habría salvación para ella de alguna manera? ¿No? O ¿Si? Eso jamás llegaría a saberlo si pudiera, pero debido a que se encuentra débil y febril por la gripe de la época no puede usar sus poderes mágicos, más que nada porque el colgante que posee ahora en este instante le priva de ciertos poderes. La lluvia parecía retumbar contra el cristal con más fuerza. Era relajante de cierto modo, el cielo en si estaba ennegreciéndose de tal manera que parecía una amenaza. Quería llamar a sus poderes para cubrirse los ojos del puro terror que sintió en medio segundo, pero pasó, pasó cuando la manta de terciopelo se posó sobre sus hombros, su dulce y adorada doncella que la cuidaba la cubrió del frio.
Escuchó una puerta cerrarse de golpe.
Observo el reloj de plata y oro encima de su mesilla de noche. Eran las seis y media de la tarde, escucho a su hermano quejarse de la lluvia, del servicio que había sido lento en recoger sus pertenencias mojadas de la lluvia. Tembló. Tembló posiblemente de las ganas de querer esconderse de su hermano en aquel instante, pero solo se quedó observando el exterior a través de los ventanales de su habitación. Mirando en el horizonte, quedándose fijamente observando lo que hubiera allá pero que por miedo a perderse no se atrevía a ir allí, hubiera lo que hubiera.
Corinne Freiss- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: ¿Que hay allí? || Priv ||
Regresar a la mansión en París era algo que a Harald deseaba evitar en los últimos tiempos. El hechicero prefería salir y hacer maldades fuera de las paredes de su hogar todo para no tener que ver los ojos tristes y dolidos de su hermana Corinne. El Freiss no poseía una gran consciencia, sin embargo llegaba un momento en que la mirada acusadora de su hermana le resultaba molesta, con todo y que la joven Freiss tenía todo el derecho de mirar a su hermano mayor de aquella manera. Corinne y Harald se habían llevado de una manera ejemplar en su juventud, hasta que un día el mayor descubrió lo hermoso y gratificante que era hacerle la vida miserable a su hermana a quien trataba como una pertenencia. El hechicero prestaba poca atención a su hermana y cuando le prestaba atención era simplemente para hacer con ella lo que se le viniera en gana.
Aquella tarde llovía y si bien hubiera preferido mojarse bajo las gotas que caían inclementes, era necesario que regresara a casa para recuperar energías y divertirse un poco después de haber concluido satisfactoriamente asuntos de negocios.
– ¿Por qué estoy rodeado de personas incompetentes? – soltó en el segundo en que su cuerpo mojado se encontró dentro de la mansión – Sabían perfectamente la hora a la que llegaría así que no tienen excusas para la demora en salir a recibirme – dijo a la servidumbre quienes agacharon la mirada ante la del brujo – Y… ¿Dónde esta mi amada hermana? – preguntó a la joven que se encontraba más cercana a él – ¿Ella tampoco quiere recibir a su amado hermano? – aquello ultimo lo grito para que Corinne lo escuchara donde estuviera, antes de alejarse de la servidumbre y dirigir sus pasos en dirección al cuarto de su hermana, sitio donde más valía que estuviera si es que sabía lo que le convenía.
¿Corinne? – tres toques a la puerta de la habitación de la joven dio después de llamarle por su nombre – Ven a ver a tu amado hermano de una buena vez – exigió con una sonrisa burlona en los labios.
Aquella tarde llovía y si bien hubiera preferido mojarse bajo las gotas que caían inclementes, era necesario que regresara a casa para recuperar energías y divertirse un poco después de haber concluido satisfactoriamente asuntos de negocios.
– ¿Por qué estoy rodeado de personas incompetentes? – soltó en el segundo en que su cuerpo mojado se encontró dentro de la mansión – Sabían perfectamente la hora a la que llegaría así que no tienen excusas para la demora en salir a recibirme – dijo a la servidumbre quienes agacharon la mirada ante la del brujo – Y… ¿Dónde esta mi amada hermana? – preguntó a la joven que se encontraba más cercana a él – ¿Ella tampoco quiere recibir a su amado hermano? – aquello ultimo lo grito para que Corinne lo escuchara donde estuviera, antes de alejarse de la servidumbre y dirigir sus pasos en dirección al cuarto de su hermana, sitio donde más valía que estuviera si es que sabía lo que le convenía.
¿Corinne? – tres toques a la puerta de la habitación de la joven dio después de llamarle por su nombre – Ven a ver a tu amado hermano de una buena vez – exigió con una sonrisa burlona en los labios.
Harald Freiss- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 21/10/2013
Re: ¿Que hay allí? || Priv ||
La tarde al final mostró su rostro mas cruel. De todas maneras estaba enfrascada en el momento de una encruzijada. No queria abrir la puerta, su docil cuerpo se escondio tras el biombo de marfil, pero echaria la puerta abajo si no se la abría. Solo su sirviente, Izan la cuidaría como debería su hermano. Pero su hermano era un endemoniado personaje que esraba unida por sangre.
No dijo nada. Izan se envalentonó yendo hacia la puerta.
- Señor, la señorita Freiss no se encuentra ahora mismo - Dijo el sirviente decidido y firme mientras miraba a los ojos del señorito Freiss tras haber abierto la puerta de par en par. Estaba quieto como estatua, retando a su señor con su metro noventa y ojos claros. Corinne se tapo la boca para no emitir sonido alguno pero el sonido de la ceramica caerse al suelo la delató.
Izan miraba ahora con nerviosismo al señorito Freiss. Esperaba el milagro de la ignorancia hacia Corinne pero hubiera sido mejor que no hubiera hecho ningun sonido raro. Asi hubiera colado la mentira...y el grito de Corinne se hizo notorio al ver con sus ojos celestes el cuerpo de Izan apuñalado e inerte sobre el suelo tras haber sido eliminado por un secuaz de su hermano.
Del escondite salió, yendo al cuerpo de Izan.
¿Porquè su hermano será asi? El ya tenia otros entretenimientos y ella era solo uno de ellos pero no le hacia de su propiedad. Solo la usaba tal cual pañuelo usa una persona para consolarse en la pena o de enfermedad. Lloraba pero no sería sorpresa para su hermano.
No dijo nada. Izan se envalentonó yendo hacia la puerta.
- Señor, la señorita Freiss no se encuentra ahora mismo - Dijo el sirviente decidido y firme mientras miraba a los ojos del señorito Freiss tras haber abierto la puerta de par en par. Estaba quieto como estatua, retando a su señor con su metro noventa y ojos claros. Corinne se tapo la boca para no emitir sonido alguno pero el sonido de la ceramica caerse al suelo la delató.
Izan miraba ahora con nerviosismo al señorito Freiss. Esperaba el milagro de la ignorancia hacia Corinne pero hubiera sido mejor que no hubiera hecho ningun sonido raro. Asi hubiera colado la mentira...y el grito de Corinne se hizo notorio al ver con sus ojos celestes el cuerpo de Izan apuñalado e inerte sobre el suelo tras haber sido eliminado por un secuaz de su hermano.
Del escondite salió, yendo al cuerpo de Izan.
¿Porquè su hermano será asi? El ya tenia otros entretenimientos y ella era solo uno de ellos pero no le hacia de su propiedad. Solo la usaba tal cual pañuelo usa una persona para consolarse en la pena o de enfermedad. Lloraba pero no sería sorpresa para su hermano.
Corinne Freiss- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: ¿Que hay allí? || Priv ||
La sonrisa de Harald se ensancho al escuchar los pasos dentro de la habitación de su hermana. El brujo esperaba pacientemente a la que la puerta se abriera mientras que se cuestionaba que era lo qué debía estar pasando por la mente de Corinne en aquellos momentos; seguramente deseaba que Harald nunca hubiera llegado de atender sus negocios o quien sabía, quizás estaba ansiosa por verlo. Ante ese pensamiento, se rió por lo bajo.
Lo que no se espero fue que quien abriera la puerta sería nada más y nada menos que el perro faldero de su hermana. Izan era un buen sirviente, uno mejor que los que no le atendieron debidamente al llegar a la mansión y sin embargo, poseía un defecto mortal… era completamente fiel a Corinne.
– También me da gusto verte Izan – respondió con una sonrisa e ignorando el hecho de que el joven se encontrase obstruyendo el paso, Freiss avanzó, todo para ver como el muchacho se mantenía firme en su posición – Izan… no quieres hacer esto – los ojos de Harald se posaron de manera fría en aquel sirviente. Detestaba tener que ponerse violento cuando recién llegaba a su casa, pero aquel muchacho no le estaba dejando opciones, siendo el sonido de un jarrón de cerámica al impactar al suelo lo que le hizo decidir que los servicios de Izan ya no eran necesarios. De manera brusca empujó al muchacho y entró en la habitación tan femeninamente decorada. Odiaba los colores del cuarto de Corinne, le hacían imaginarla tan pura e intocable.
Caminando entonces en dirección a la cama de Corinne fue que la observó.
– Así que ahí estabas escondida – sus palabras fueron opacadas por el grito que salió de los carnosos labios de su hermana y con velocidad la vio pasar a un lado suyo, en dirección al cuerpo de Izan – Yo le dije que no quería hacer eso, pero no me hizo caso – suspiró con fingido pesar y tomo asiento en la cama – Nunca nadie me hace caso – con un movimiento de su mano, despidió al hombre que de un certero movimiento dio fin a la vida de Izan. Muchas veces ni siquiera Harald notaba cuando sus ayudantes aparecían para encargarse de sus asuntos molestos pero siempre agradecía que lo hicieran.
Una vez el hombre salió, la puerta de la habitación se cerró y con fastidio el Freiss observo a su hermana.
– ¿Cuánto más vas a quedarte sufriendo por Izan? Ya esta muerto, no sé da cuenta de nada – comentó despreocupado, sin dejar de mirar el rostro de sufrimiento de Corinne. Ese rostro que tanto le gustaba.
Lo que no se espero fue que quien abriera la puerta sería nada más y nada menos que el perro faldero de su hermana. Izan era un buen sirviente, uno mejor que los que no le atendieron debidamente al llegar a la mansión y sin embargo, poseía un defecto mortal… era completamente fiel a Corinne.
– También me da gusto verte Izan – respondió con una sonrisa e ignorando el hecho de que el joven se encontrase obstruyendo el paso, Freiss avanzó, todo para ver como el muchacho se mantenía firme en su posición – Izan… no quieres hacer esto – los ojos de Harald se posaron de manera fría en aquel sirviente. Detestaba tener que ponerse violento cuando recién llegaba a su casa, pero aquel muchacho no le estaba dejando opciones, siendo el sonido de un jarrón de cerámica al impactar al suelo lo que le hizo decidir que los servicios de Izan ya no eran necesarios. De manera brusca empujó al muchacho y entró en la habitación tan femeninamente decorada. Odiaba los colores del cuarto de Corinne, le hacían imaginarla tan pura e intocable.
Caminando entonces en dirección a la cama de Corinne fue que la observó.
– Así que ahí estabas escondida – sus palabras fueron opacadas por el grito que salió de los carnosos labios de su hermana y con velocidad la vio pasar a un lado suyo, en dirección al cuerpo de Izan – Yo le dije que no quería hacer eso, pero no me hizo caso – suspiró con fingido pesar y tomo asiento en la cama – Nunca nadie me hace caso – con un movimiento de su mano, despidió al hombre que de un certero movimiento dio fin a la vida de Izan. Muchas veces ni siquiera Harald notaba cuando sus ayudantes aparecían para encargarse de sus asuntos molestos pero siempre agradecía que lo hicieran.
Una vez el hombre salió, la puerta de la habitación se cerró y con fastidio el Freiss observo a su hermana.
– ¿Cuánto más vas a quedarte sufriendo por Izan? Ya esta muerto, no sé da cuenta de nada – comentó despreocupado, sin dejar de mirar el rostro de sufrimiento de Corinne. Ese rostro que tanto le gustaba.
Harald Freiss- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 21/10/2013
Re: ¿Que hay allí? || Priv ||
Había varias razones por las que Corinne no manifestaba rebeldía frente a su hermano. Una de ellas era la misma que había presenciado matando delante de sus ojos al sirviente por el cual había procesado algún interés verdadero de amor o afecto o del cual al menos no le desagradaba que la tocara - ¿Por qué me haces esto? –Dijo hablando hacia su hermano pero mirando el cuerpo fallecido como se lo llevaban de la habitación y acto seguido comenzaban a limpiar.
Corinne no podía mirar a su hermano o al menos no se atrevía a hacerlo. Su tentación no fue mucha. Enseguida miro a los ojos soberbios y fríos de su hermano - ¿Por qué me tratas como me tratas? –Preguntaba una y otra vez para poder al menos sopesar su reciente perdida, sus lágrimas caían por sus mejillas rosadas, ella observándole de pie.
Sintió que había pasado una eternidad ahí de pie, pero en el momento en que cerraron la puerta, ella se giró en el sitio hasta mirar a su hermano, se le quedo observando con determinación de arriba abajo.
– No sé en qué momento decidiste jugar a don pervertido y a fastidiarme cada sentimiento de afecto hacia otros para que me quedara solamente junto a ti, aquel joven que has matado tenía en algún lugar familia que ahora le echaran en falta ¡Miserable! –Dijo cada vez más enfadándose con su hermano pero más consigo misma por ser así de débil y torpe, sin saber nada más que quejarse o simplemente estar quieta mientras otros sufren por su culpa.
Del jarrón que se había roto en pedazos, con lo poco de magia que le permitía su collar usar, elevo un trozo del jarrón roto hasta la palma de su mano que atrapo el trozo, apretándolo fuertemente entre sus dedos con lo que lo siguiente que hizo fue sostenerlo cerca de su cuello, cerca de su yugular – Seguramente ni te molestarás si me corto en vena, ¿verdad? – Pero cuando pretendía hacer alguna tontería, la niñera o ama de llaves aparto con su propia magia aquel trozo cortante del cuello de la joven, para después noquearla y dejar a Corinne inconsciente con, esta vez un golpe de su mano sobre la dorada cabellera de la joven Freiss.
Corinne no podía mirar a su hermano o al menos no se atrevía a hacerlo. Su tentación no fue mucha. Enseguida miro a los ojos soberbios y fríos de su hermano - ¿Por qué me tratas como me tratas? –Preguntaba una y otra vez para poder al menos sopesar su reciente perdida, sus lágrimas caían por sus mejillas rosadas, ella observándole de pie.
Sintió que había pasado una eternidad ahí de pie, pero en el momento en que cerraron la puerta, ella se giró en el sitio hasta mirar a su hermano, se le quedo observando con determinación de arriba abajo.
– No sé en qué momento decidiste jugar a don pervertido y a fastidiarme cada sentimiento de afecto hacia otros para que me quedara solamente junto a ti, aquel joven que has matado tenía en algún lugar familia que ahora le echaran en falta ¡Miserable! –Dijo cada vez más enfadándose con su hermano pero más consigo misma por ser así de débil y torpe, sin saber nada más que quejarse o simplemente estar quieta mientras otros sufren por su culpa.
Del jarrón que se había roto en pedazos, con lo poco de magia que le permitía su collar usar, elevo un trozo del jarrón roto hasta la palma de su mano que atrapo el trozo, apretándolo fuertemente entre sus dedos con lo que lo siguiente que hizo fue sostenerlo cerca de su cuello, cerca de su yugular – Seguramente ni te molestarás si me corto en vena, ¿verdad? – Pero cuando pretendía hacer alguna tontería, la niñera o ama de llaves aparto con su propia magia aquel trozo cortante del cuello de la joven, para después noquearla y dejar a Corinne inconsciente con, esta vez un golpe de su mano sobre la dorada cabellera de la joven Freiss.
Corinne Freiss- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: ¿Que hay allí? || Priv ||
El sufrimiento de su hermana era alimento para su alma, verla llorar, quebrarse bajo su mano y suplicar... que maravilloso resultaba todo eso y no era que Harald no quisiera a su hermana, de hecho, la quería quizás demasiado pero la relación entre ambos no era muy normal y respecto a eso, no podía hacerse mucho.
Observando entonces como es que se llevaban el cuerpo del joven cuidador de su hermana, Harald la observó pero sobre todo la escucho. Corinne siempre tenía quejas idiotas respecto a lo que él hacía. Su hermana sufría por todos menos por él y no era de extrañarse, pues Harald nunca demostraba debilidad ante ella, ni ante nadie. Era el hermano mayor, el que debía tomar las decisiones difíciles y quien se encargaría de velar por el bien de Corinne; aunque para él, un bien para su hermana fuera mantenerla lejos de todo y de todos, menos de si mismo.
– ¿Miserable yo? – le miro divertido y acto seguido estallo en carcajadas. Su hermana algunas veces vaya que la ponía de buen humor con sus tonterías – Pero si la única miserable aquí eres tu, ¿Sabes por qué? – la mirada de su hermana le hizo saber que ella desconocía a que se refería y eso volvía todo más divertido– Porque conoces las reglas de esta casa, sabes las reglas que tengo con respecto a ti, sabes como me pongo cuando me hacen enfadar y tratan de atacarme en mi propia casa… así que sabiendo todo eso – le sonrió – permitiste que esto pasará – la señalo, mostrándole aun una enorme sonrisa – tu le diste vagas esperanzas a Izan de que podía protegerte, de que podía superarme – con la mirada fija en su hermana se levanto de donde se encontraba y camino hasta quedar muy cerca de ella – Su muerte es tu culpa y las muertes que vengan también lo serán si es que sigues con esa actitud de sufrida y rebelde que tienes, todos aquellos a quienes les importas van a morir y será solo tu defenderte de lo que no deben, así que ahora dime… – cruzó los brazos a la altura del pecho – ¿Quién es el miserable de entre nosotros?
De manera amenazante su hermana tomó un trozo de jarrón y soltando más palabras sin sentido, lo llevó hasta su cuello. Un suspiro salió de los labios de Harald, ¿Por qué era tan complicado que su hermana se comportara como él esperaba? Aunque por otro lado, era mucho más interesante que se comportara como lo hacía.
– No vas a saber si me molestaría o no hasta que lo hagas – dijo algo despreocupado, notando entonces como un poco de sangre goteaba de entre su mano y hasta el suelo. Los ojos del hechicero siguieron una gota hasta el suelo, solo para segundos después ver como su hermana se desplomaba – Gracias Marina – mencionó observando a la mujer que se dedicaba de cierta manera a cuidar de ambos y sin esperar a que la mujer le dijera algo, Harald se acercó a tomar a su hermana entre sus brazos y llevarla hasta la cama, donde con cuidado la acomodo – Todo sería más sencillo para ti y para todos si te comportaras como te digo – susurró. Lentamente Marina dejo la habitación, en la que solo quedaron los hermanos.
Observando entonces como es que se llevaban el cuerpo del joven cuidador de su hermana, Harald la observó pero sobre todo la escucho. Corinne siempre tenía quejas idiotas respecto a lo que él hacía. Su hermana sufría por todos menos por él y no era de extrañarse, pues Harald nunca demostraba debilidad ante ella, ni ante nadie. Era el hermano mayor, el que debía tomar las decisiones difíciles y quien se encargaría de velar por el bien de Corinne; aunque para él, un bien para su hermana fuera mantenerla lejos de todo y de todos, menos de si mismo.
– ¿Miserable yo? – le miro divertido y acto seguido estallo en carcajadas. Su hermana algunas veces vaya que la ponía de buen humor con sus tonterías – Pero si la única miserable aquí eres tu, ¿Sabes por qué? – la mirada de su hermana le hizo saber que ella desconocía a que se refería y eso volvía todo más divertido– Porque conoces las reglas de esta casa, sabes las reglas que tengo con respecto a ti, sabes como me pongo cuando me hacen enfadar y tratan de atacarme en mi propia casa… así que sabiendo todo eso – le sonrió – permitiste que esto pasará – la señalo, mostrándole aun una enorme sonrisa – tu le diste vagas esperanzas a Izan de que podía protegerte, de que podía superarme – con la mirada fija en su hermana se levanto de donde se encontraba y camino hasta quedar muy cerca de ella – Su muerte es tu culpa y las muertes que vengan también lo serán si es que sigues con esa actitud de sufrida y rebelde que tienes, todos aquellos a quienes les importas van a morir y será solo tu defenderte de lo que no deben, así que ahora dime… – cruzó los brazos a la altura del pecho – ¿Quién es el miserable de entre nosotros?
De manera amenazante su hermana tomó un trozo de jarrón y soltando más palabras sin sentido, lo llevó hasta su cuello. Un suspiro salió de los labios de Harald, ¿Por qué era tan complicado que su hermana se comportara como él esperaba? Aunque por otro lado, era mucho más interesante que se comportara como lo hacía.
– No vas a saber si me molestaría o no hasta que lo hagas – dijo algo despreocupado, notando entonces como un poco de sangre goteaba de entre su mano y hasta el suelo. Los ojos del hechicero siguieron una gota hasta el suelo, solo para segundos después ver como su hermana se desplomaba – Gracias Marina – mencionó observando a la mujer que se dedicaba de cierta manera a cuidar de ambos y sin esperar a que la mujer le dijera algo, Harald se acercó a tomar a su hermana entre sus brazos y llevarla hasta la cama, donde con cuidado la acomodo – Todo sería más sencillo para ti y para todos si te comportaras como te digo – susurró. Lentamente Marina dejo la habitación, en la que solo quedaron los hermanos.
Harald Freiss- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 21/10/2013
Re: ¿Que hay allí? || Priv ||
Sintiéndose como en un mundo externo, Corinne sentía que su cuerpo posiblemente estaba flotando en las nubes próximas al cielo o a las puertas de San Pedro al menos, pero no.
Despertando aun en su cama, en aquella habitación en la que también aún estaba su odioso hermano. ¿Palabras? No. Corinne ya no sabía cómo actuar con su hermano. Se quedó libremente mirando a un punto en la nada que la hiciera volverse ausente de un momento a otro. Sintiéndose asqueada por simplemente pertenecer al mismo rango de sangre que su hermano, ella quería no despertar jamás pero lo estaba. Estaba despierta de una manera en la que tendría que decir algo tarde o temprano, dejar de ocultar que está de nuevo despierta.
-ufff…-Suspiro terminando en un leve resoplido de desagrado, fue levantándose, fue reincorporándose lentamente sobre el lecho de su cama, apoyándose contra las almohadas de su cama que le hacía una pendiente contra su espalda, pero el silencio seguía en la habitación. Corinne observaba a su hermano estando observándola desde una distancia razonable.
Su mirada evitaba la de su hermano.
Alejo su mirada de lo que pudiera enviarle su hermano para no sentirse intimidada o al menos inferior a él que es lo que siempre se sentía cuando estaba con su hermano. Una vez estando con sus padres, los cuatro tomando una taza de té con galletas, su hermano la miraba fijamente como si quisiera que sacara algo a la luz pero ella misma nunca sabría que querría con esa mirada tan fija en ella, porque querría mirarla a ella tan fijamente como si quisiera petrificarla de alguna manera.
-No sé qué hacer contigo o que o cómo actuar contigo…-Dijo a la nada pero que obviamente iba para su hermano estuviera sentado en donde su ego le permitiera. La tarde había caído rápidamente, las nubes se habían movido rápidamente para ocultar cualquier rayo de luz solar que pudiera entrar por las ventanas, Corinne se cubrió más con las sabanas de su cama como si no le hubiera ya visto todo su cuerpo desnudo.
Despertando aun en su cama, en aquella habitación en la que también aún estaba su odioso hermano. ¿Palabras? No. Corinne ya no sabía cómo actuar con su hermano. Se quedó libremente mirando a un punto en la nada que la hiciera volverse ausente de un momento a otro. Sintiéndose asqueada por simplemente pertenecer al mismo rango de sangre que su hermano, ella quería no despertar jamás pero lo estaba. Estaba despierta de una manera en la que tendría que decir algo tarde o temprano, dejar de ocultar que está de nuevo despierta.
-ufff…-Suspiro terminando en un leve resoplido de desagrado, fue levantándose, fue reincorporándose lentamente sobre el lecho de su cama, apoyándose contra las almohadas de su cama que le hacía una pendiente contra su espalda, pero el silencio seguía en la habitación. Corinne observaba a su hermano estando observándola desde una distancia razonable.
Su mirada evitaba la de su hermano.
Alejo su mirada de lo que pudiera enviarle su hermano para no sentirse intimidada o al menos inferior a él que es lo que siempre se sentía cuando estaba con su hermano. Una vez estando con sus padres, los cuatro tomando una taza de té con galletas, su hermano la miraba fijamente como si quisiera que sacara algo a la luz pero ella misma nunca sabría que querría con esa mirada tan fija en ella, porque querría mirarla a ella tan fijamente como si quisiera petrificarla de alguna manera.
-No sé qué hacer contigo o que o cómo actuar contigo…-Dijo a la nada pero que obviamente iba para su hermano estuviera sentado en donde su ego le permitiera. La tarde había caído rápidamente, las nubes se habían movido rápidamente para ocultar cualquier rayo de luz solar que pudiera entrar por las ventanas, Corinne se cubrió más con las sabanas de su cama como si no le hubiera ya visto todo su cuerpo desnudo.
Corinne Freiss- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 26/08/2015
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