Mundo impares [UA- Privado]

por **Kaya** Dom Oct 25, 2015 4:05 pm

Desde la muerte de mi familia a manos de unos cazadores, mi vida había sido igual. Y cada día me preguntaba lo mismo. ¿Por qué había tenido que sobrevivir aquel día? Había sido la más pequeña de mis tres hermanas, y todas ellas habían perecido bajo aquellos hombres por sus pieles, menos yo que justo aquella noche curioseando me alejé. En este siglo muchos de los animales de antaño como los felinos, se habían extinto. Por lo que un abrigo de la piel de esos animales, podía costar más de lo que veinte jóvenes ganarían en toda su vida. Las pieles movían mucho mundo, sobre todo el más selecto y las grandes marcas recurrían a los cazadores; los que se encargaban de traerles pieles, dándoles lo mismo si de cambiaformas o animales.

Para algunos éramos lo mismo. Simples animales. Por suerte, pocos sabían de nuestra existencia, aunque estuvieran detrás de nosotros sin saberlo.

El pitido de la cafetera irrumpe mis pensamientos. El café ya está listo. Mis labios sonríen por unos segundos y yéndome a la cocina, me preparo la tan amada taza de café que me tomo observando por el balcón la avenida de París. Mi piso no es muy grande, apenas hay espacio para una persona, menos en mi cama, donde curiosamente caben dos, solo que hasta ahora nadie la ha llenado. Bebo el café, en pequeños sorbos, deleitándome con el sabor de los granos de café y del cacao.

Apenas es media tarde, el sol embellece la torre Eiffel con sus tonos anaranjados. Contemplo por un segundo más el aquel paisaje infinito del cielo y tras el último sorbo del café, tomo el pequeño bolso y las llaves del humilde BMW. Edición antigua, de 50 años atrás, justo lo único que me dejaron mis padres al morir y cerrando la puerta del piso tras de mí, me voy al aparcamiento donde tras subirme al auto, pongo dirección al trabajo de media jornada que me mantiene en pie.

El camino se me hace corto, apenas diez minutos en coche y ya ando entrando por la puerta trasera a las cocinas del bar. Saludo a todos, me pongo la ropa adecuada y allí voy a servir las mesas y a hacer los pedidos restantes. Por suerte apenas serían tres horas las que debería de trabajar, y acostumbraban a pasar rápido.

Y así sucedió.

— Alan me marcho. — Anuncio al dueño del local que anda de cocinero. Apenas murmuro las palabras que me meto en el baño para cambiarme, dejando la ropa de trabajar por la de salir, substituyendo el sencillo conjunto con el emblema del local, por una camiseta negra de tirantes, unos pitillos ajustados y unos tacones militares. El cabello me cae lacio a la espalda y hombros. Me miro en el espejo, un breve vistazo y salgo del baño, encontrándome con Alan. ¿Qué hace él allí? Mi horario había finalizado hacía más de diez minutos y yo debía de atender unos asuntos. Le miro con un sutil interrogante en mis orbes al verle con la libreta de pedir y el lápiz. Él apenas me ve que me sonríe y recorriendo mi cuerpo con su mirada termina por guiñarme el ojo, a lo que me reí suavemente y negué con la cabeza. Él no debía de hacer esos gestos, mas que a su bonita mujer.

— ¿Que ocurre? — Pregunto, ya que parecía obviar lo que mi mirada con claridad le pedía.

—Que me hagas un último favor, y no creo que te fastidie demasiado al ver quien ha entrado por la puerta. — Ríe esto último, lo que me hace alzar la ceja sin entender que querría decir con eso. — Maragda llega tarde y yo no puedo salir con las pintas de cocinera que llevo. ¿Puedes atender la última mesa antes de irte, Kaya? Te lo agradecería y además, cuando veas de quien se trata, quizás hasta agradezcas el que te hayas cambiado de ropa. — Vuelve a guiñarme el ojo y sin que me dé tiempo a responderle con una negativa, me deja la libreta y se aleja.

Suspiro guardandome la negativa y finalmente tras un último vistazo al reloj asiento y le dejo hacer, mientras me dirijo hacia aquel nuevo cliente que ocupa una de las mesas. Total, sería el último al que atender. Tampoco creía que me fuera a llevar mucho tiempo en pedirle y traerle la comida.

Con la cabeza en quienes me esperan en mi departamento y en los recados que debía de hacer antes de llegar de nuevo a la calma de mi hogar, ni cuenta me doy de quien es aquel a quien me dirijo. Mis pies me llevan autómatas hacia allí, tras tanto tiempo trabajando en aquel bar, no me hace falta usar mis instintos felinos para guiarme por el local. Tampoco es que fuera demasiado difícil de por sí. Aprenderse la situación de las mesas y sillas era relativamente fácil para cualquiera.

Con el lápiz golpeo la pequeña libreta que sostengo. Apunto en el margen la mesa en la que se tendrá que recargar el pedido y llegando ante la mesa, es que por primera vez dejo que los ojos dejen de observar el papel, para centrarse en el joven.

—Bienvenido — Digo en una sonrisa amable, casi estudiada tras tantas veces haberla hecho a lo largo de los días. — ¿Deseáis algo para tomar?