Too Far || Libre

por **April V. Gilmerië** Mar Nov 03, 2015 7:56 pm

Los seres más aduladores, me decían, susurraban a mi oído, que yo podía ser el ángel que pintan en las hermosas catedrales. Mis ojos marrones detonaban una belleza que atraía a muchos, pero pocos entendían y que mis rizos de un tono rojizo; como las brasas encendidas de una fogata hacían que cualquiera se desviara un momento para contemplarme. Tenía una fascinación por danzar entre los menos cultos; aspirantes a escritores, actores y cortesanas de mala reputación. Era mi familia actual, para mas nadie vivía, a mis lados siempre estaba un grupo de jóvenes aliados que paseaban a cualquier hora en búsqueda de diversión.

Pocos sabían mi procedencia, apostaba todo lo que tenia, que muchos de los que me acompañaba, pensaba que era uno de ellos; una hija de una humilde familia, que se iba de casa con la esperanza de triunfar. ¡Qué ilusos eran mis compañeros! Al pensar si quiera que fuera como ellos, cuando había yo llegado a ser un centro importante de su vida, gracias que era lo que ambiciosamente deseaban poder llegar.

¿Por qué ser un ángel cuando puedes ser una diosa? Una diosa que se rodeaba de inferiores para poder hacer que brillara con más intensidad su benevolencia natural…. ¿Y todo esto para qué? Porque aunque no lo quisiera admitir, yo los necesitaba a ellos, era cierto, eran para mí una especie de familia, que junto a ellos podría aliviar mis deseos inmundos gracias a sus contactos.

— Hermosa April — me musito uno de los caballeros. Éramos tres hermosas mujeres, vestidas con ceñidos trajes de colores pasteles y con un dorado con que se había bordado hermosas flores, que parecían invitar a la primavera volver otra vez — Venid al circo con nosotros, la cuidaremos bien — para mí era fácil dejare envolver por esos aduladores, que me incitaban a andar de aquí y allá entre risas y chismes…

Pero ¿a qué precio? A uno muy alto, pues mis intereses eran claros. — Muy bien, iremos — mire a mis dos amigas. Que como cómplices rieron entre ellas y cuchichiaron un poco sobre lo guapo del caballero — Pero deberás prometerme…— sonreí pícaramente. Las risas volvían a estallar detrás de mí. El caballero miro a las damas y luego a mí y asintió tranquilamente. Las jovencitas se morían por saber que era todo aquel misterio, pero eso solamente debía ser tratado por él y yo a su debido momento. Ahora iríamos al circo, disfrutaríamos unos buenos espectáculos y luego el me daría mi tesoro… lo que me mantenía junto a ellos.