AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Caridad || Libre
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Caridad || Libre
por Aitziber D’ Lemoine Vie Nov 06, 2015 7:14 pm
“Hay que recordar que absolutamente todo se hace una sola vez en la vida; no existe la posibilidad de repetir el mismo momento.”
—Jorge González Moore
—Jorge González Moore
Siempre le habían encantado ver las estrellas. Para ella eran pequeños milagros que se unían en armonía en búsqueda del lugar perfecto de cada una de esas constelaciones. Aitziber lograba analizar gran parte de esa teoría viéndose a sí misma y a su alrededor, aun así habia gran diferencia entre las estrellas y los seres humanos. Las primeras lograban ser más organizados y armoniosos, mientras a los segundos, parecían ni siquiera poder admirar la belleza de la diferencia humana; sin evitar criticarlas y juzgarlas. Por consecuencia se traía la persecución de sus semejantes, porque la ley humana e universal deseaba evitar cualquier pensamiento filosófico diferente al que ellos implementaban.
Por ellos muchas personas huían, otras más se escondían atemorizadas del rechazo de su misma sociedad. Por eso las personas con un mismo ideal se unían para enfrentar a los más poderosos, ese tipo de seres si eran como las estrellas, armoniosas y deseosas de buscar un lugar en su mundo, junto con personas de su mismo caudal.
Aitziber era una de las que poco huían, pero si se escondía, esperando con cierto temor que nunca descubrieran lo que realmente era. No se sentía avergonzada de sus poderes y dones, pero debía esconderlos de los menos comprensivos. Con su orgullo miraba hacia lo alto segura de que podría enfrentarse al final de sus tiempos, pero sabía que había personas que no podían hacer lo mismo.
En su tienda había variedades de plantas medicinales que podrían ayudar a los más necesitados. Aunque ella nunca había sentido el sufrimiento de padecer algo, buscaba ser una buena samaritana y ayudar con lo que podía. Por eso frecuentaba lugares como el albergue de parís, en donde muchos pobres buscaban refugiarse de la maldad humana. Ella buscaba mostrarles algo bueno ante todo lo malo, no importaba cuanto terminara perdiendo de mercancía, las ganancias serian otras más productivas. Preparaba ciento de brebajes y medicinas para todos los achaques, además de diferentes y deliciosos te para todos los gustos e iba a repartirlos un día por mes en aquel lugar
Cuando la bruja llegaba todo parecía obtener un color mucho mejor, hasta la lluvia parecía detenerse cuando su presencia se imponía, haciéndola desaparecer rápidamente — Monsieur aquí tiene, es para usted — se dedicaba a los más viejos, a los más pequeños y a los enfermos. Amaba la diferencia humana y al rechazado de la sociedad, porque muy en el fondo ella misma era una rechazada, no podía demostrar lo que realmente era sin temor a ser juzgada.
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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Re: Caridad || Libre
por Arjun Mar Nov 10, 2015 11:42 am
Caridad
Se mostraba en un estado inconsciente. Había días que transcurrían de esa manera, aletargados, sumergiéndola en un espeso oleaje de memorias y culpabilidades. Tortuosas, imposibles. No había espacio del día u hora en la noche en la cual no dejara de pensar en los suyos ¿Habría tomado la mejor decisión al abandonarles? A menudo le rondaba la mente y seguía siendo una pregunta que pesaba de igual modo, como si hubiese sido ayer. No había tenido mejor elección después de todo, era mejor aferrarse a la idea de que en algún momento su hijo y esposo volverían a ella que mantenerlos ocultos, con el riesgo de ser castigados por convivir con alguien de su naturaleza. Era por este motivo que no solo había vivido un tiempo en Alemania, sino también en Bélgica y muchas otras partes donde el panorama era siempre el mismo.
Estaba cansada de ver como familias eran separadas, tan solo por el hecho de poseer un don que les hacía merecedores de un sinfín de sobre nombres. La vida en la capital gala resultaba ser demasiado dispar. Había muchas injusticias y si bien no era capaz de combatir cada una de ellas, entregaba el alma en cada acto altruista que realizaba. Kirsten pensaba que no existí mejor arma que el conocimiento, su actual puesto como sub-directora en el College De France le permitía proveer de armas a todas aquellas mentes brillantes que ávidos de encontrar un lugar donde exponer sus ideologías asistían a recibir cátedra a diario. Suspiró con un dejo de desgano y movió la cabeza ligeramente para alejar aquellas escenas. Así mismo había estado visitando constantemente el orfanato. En cada rostro desvalido de aquellos pequeños siempre aparecía el de su hijo.
¿Qué clase de infortunios habría sufrido desde su partida? ¿Qué explicación le daría si lo volviese a encontrar?
Hace un par de días había conocido a un par de niños quienes habían enfermado a consecuencia de las bajas temperaturas. Por tal motivo, no dudó en visitar aquel local que por boca de otras personas supo era el mejor al poseer todo tipo de hierbas y especies. Al arribar al lugar se adentró en el mismo. Había pocas personas y atraída por el aroma tan peculiar que se cernía en las habitaciones se atrevió a saludar de inmediato a la joven quien aparentemente era la propietaria.
–Bonsoir madame– susurró con amabilidad para no irrumpir de lleno los accionares ajenos.
–Me gustaría comprar cien gramos de canela y hojas de menta, por favor– sus orbes recorrieron el interior del local no sin antes percatarse de una extraña tonalidad que rodeaba a la joven a quien se dirigía en ese instante.
Arjun- Gitano
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