El tiempo no borra las penas [Eric]

El joven observo el empedrado con seriedad, lo que alcanzaba a vislumbrar pues ciertamente la neblina le hacia casi imposible ver mas alla de sus extremidades, sus ojos color de miel de volvieron una y otra ves a la puerta a sus espaldas, aquello era no por menos, aburrido, pintar, esperar, ver llegar a la gente, oir sus criticas para que después, entre risas y miradas de hastio salieran del lugar sin preguntarle nada acerca de ningun cuadro. Suspiro profundamente en algo que se asemejo mas a un bufido, el cálido aire salio por sus fosas y se mezclo con el denso ambiente.

Se levanto con tranquilidad entrando en la habitación, pues eso era, dos cuartos unidos por una puerta vieja y rechinante, la habitación de la galeria tenia un balcon, la del estaba del otro lado de la puerta rojiza. Anduvo con tranquilidad por en medio de la habitación, con un andar estruendoso, a diestra y siniestra habia cuadros, unos colgados, otros arrumbados en las esquinas, y unos pocos, en el suelo, estos últimos, en los que estaba trabajando, pues por algun extraño motivo solia trabajar mejor por la noche, cuando solo la luz de velas podian alumbrar el lugar.

Esa noche era diferente, parecia ser que nisiquiera el tétrico ambiente lo inspiraba a seguir trabajando, de su mente se habian escapado las imágenes, solo quedaban dos, aquellas dos que nunca lo dejaban solo, por las cuales habia dejado de creer. Salio de la habitación bajando las escaleras con lentitud, pues su galería estaba en el tercer piso, a su parecer se tenia una mejor visión del lugar de un punto alto, donde los rostros curiosos no se atrevieran a voltear por ser algo demasiado obvio.

Llego al empedrado, la neblina cubría su cuerpo, era como sentir el gélido aliento de un espectro en su cuello, con suaves dedos acariciando su cuerpo, creia que comenzaba a volverse loco, las ventanas de las casas se reflejadas en el suelo como cuadros luminosos lo alumbraban de ves en ves, pues las farolas si bien relucían en su lugar, no parecian hacer nada sobre su cuerpo, el cual seguia inmerso en la obscuridad "siendo devorando por un monstruo entre sus fauces", asi se imaginaba que se veia su rostro, como si dos puños apretaran sus sienes intentando hacer desaparecer su rostro.
Avanzo sobre el empedrado con aquel clap en el suelo a cada paso "que molesto" pensaba que cada escuchaba aquel sonido, se asimilaba a los aplausos que el nunca recibio y de los cuales estaba seguro no recibiría, le parecia ironico escuchar aquello en un simple andar, la suela al golpear el piso, tan afectado estaba por la soledad.

Se detuvo frente a una catedral, sus ojos color de miel se fijaron en la punta mas alta, la cual posiblemente alcanzaba los 6-7 metros. Por fuera era blanca, posiblemente echa de mármol o algun semejante, pues su blancura y brillo eran sorprendentes. Tenia acabados finos, con diminutos ángeles por aqui o algun santo con los brazos extendidos mas alla. No entro, mas dejo que sus curiosos ojos se asomaran al interior. Se veia la fila que cada hasta el altar, una alfombra verde adornaba el suelo, a los lados una decena de bancas de madera con flores en la parte baja que daba del lado del alfombrado. El suelo con figurillas que parecían ser curvas unidas, la primera con la segunda y con la siguiente. Las paredes tenian cuadros, los cuales narraban las historia de Cristo, el unico que alcanzo a observar fue en el cual, cargaba la cruz.

Rio por lo bajo, si Dios habia entregado a su propio hijo, no veia el porque le hubiera costado entregar a su madre y hermana ante un final tan desastroso. Las figurillas de algunos santos se alzaban por todos lados, estaba algunos con los brazos abiertos, otros sujetando objetos, una es especial le llamo la atención. Una mujer con vestido blanco y una especie de chal verde, con un niño en brazos y una serpiente bajo su talón. Se quedo observándola largo rato, pues aquel rostro le asemejaba al de su hermana, aquellos cabellos café ondulados, los ojos inocente y llenos de cariño, era aquella la imagen con que queria recordarla no el gesto de dolor que se habia fundido en sus pupilas.

Tenia la vista clavaba en aquella mujer y parecia pensar, recapacitar.

"nisiquiera su misericordiosa señora las quiso ayudar"

Desde la noche con Anuar, y más tarde Soren, en la fiesta de alta sociedad las cosas habían empeorado precipitadamente. Todo iba de mal en peor. Llevaba ya varios días sin probar una gota de sangre, ¿cuántos? Había perdido la cuenta, ¿cómo iba a saber cuantos días habían pasado si ya no dormía? Los días y las noches se habían fusionado y ya no distinguía los unos de los otros. Los días me los pasaba encerrado en el cuarto oscuro del sanatorio mental, las noches, vagando sin rumbo. ¿Qué podía hacer ya de mi vida? Pintar, era lo único que hacía, pintar una y otra vez.
Pintaba a oscuras, con la luz de la luna... pintaba hasta con los ojos cerrados, pues las imágenes salían solas de mi mente. Era un pobre ciego encerrado en una verdad demasiado dolorosa.
No podía olvidarme ya de lo que había visto en mi visión, en Flavio muerto en mis brazos. No comprendía como podía sentir tanto su falta si ya no le recordaba... pero la sentía, y lloraba para mis adentros su lejana pérdida. Su pérdida, la frustración, su falta, la impotencia de no poder hacer ya nada... ¿que iba a hacer más de cien años después? ¿Matar a los nietos de los nietos de los culpables de su muerte? Como si eso fuera a servirme de algo.
El dolor mental tampoco había cesado. El dolor de cabeza que sufría tras las visiones se había instalado en mi ella como un habitual, y mi voz ya no guardaba silencio nunca. Siempre tenía algo que decir, siempre encontraba la forma de hacerme daño. Y mi debilidad había aumentado tanto que sentía, practicamente todo el tiempo, que mi personalidad había muerto y solo se expresaba como una leve voz, como la voz de la conciencia. En realidad, sentía que la habilidad de pensar había muerto por completo. Ya no podía pensar, todo era vacío, silencio. Duro, frío y doloroso silencio.
Solo el sonido de mis carboncillos me hacía compañía, y había olvidado ya como sonaba mi voz.
En mi desesperación, me decidí, aquella noche, a caminar por el pueblo hasta dar a parar a la puerta de la iglesia del lugar. ¿Tu locura te ha vuelto creyente?
¿Y qué si fuera así? A algo debía aferrarme para seguir viviendo... pero no, no me había vuelto creyente. Era solo una fuerza que me llevaba a aquel lugar. ¿La sed? No, había dejado de sentirla días atrás.
Las pocas fuerzas que tenía me ayudar en la que en aquel momento me pareció una complicada tarea, la de abrir la gran puerta de aquella iglesia.
Cuando lo logré, una fuerte ráfaga de viento movió mi chaquetón y cerré los ojos sintiendo aquel frío que me inundaba. Me costaba tanto sentir...
Caminando lentamente hacia el interior, distinguí el resonar de mis pasos en el lugar y el eco que allí se producía. Pero en mi mente solo podía oír una y otra vez las débiles palabras de Flavio antes de morir y mis llantos con él en brazos. Apreté los dientes con dolor y bajé la mirada, sintiéndome un maldito desgraciado. Ya no podía hacer nada, ni siquiera podía aceptar su pérdida. ¿Qué iba a ser de mí?
Me senté en uno de los bancos de la primera fila y apoyé mi cuadernillo sobre mis piernas para comenzar a dibujar. A ciegas, como empezaba a ser habitual, con los ojos cerrados, como si el cuadernillo estuviera establecido en mi mente y dibujar sobre él fuera algo más mental que físico.
Aquel sonido, el de mi carboncillo gastándose sobre el papel, era lo único que lograba calmar mi dolor...

El pecho se le oprimía dolorosamente ante la imagen de su hermana se cuestiono entonces si aquel Dios al que le rendían plegarias y oraciones era realmente caritativo le parecía mas un padre negligente y falto de cariño, el titiritero si, el titiritero de manos invisibles aquel a quien todas las vidas le pertenecían por el simple hecho de ser persona y haber nacido, sonaba lógico ¿sonaba lógico?¿era acaso que la demencia habitaba ya en su interior?¿que tan lógico era pensar que un hombre desde los cielos les manejaba? Negó suspirando ampliamente en un gesto que pareció mas un bufido iracundo.

Sus manos se cernieron sobre la madera de una de las bancas resguardado por la obscuridad del lugar como por un manto eterno y efímero, recubriendo su cuerpo como si de lo contrario un mar atroz pudiese apoderarse de el aunque y en efecto las tinieblas eran el peor mal al que uno podia ser enfrentado, verse inmerso en una falta de colores tal que eran como estar ciego, escuchando solo lo que uno deseaba oir no sabiendo donde terminaban y comenzaban las cosas o si algo debía terminar o comenzar, un vacio indescriptible se apodero de el obligándole a prestar atención al lugar, salir de aquella sumisión en la cual se habia visto inmerso.

Escucho unos pasos resonar contra el mosaico, alzo la mirada topando con una silueta que a primera impresión no logro reconocer sino fue hasta que su mente comenzó a trabajar como era debido, las pupilas dilatándose para permitirle una mejor visión aun con aquella falta de luz. Anduvo en silencio hacia el ¿Qué hacia el en una iglesia? el quien ya no era hijo de Dios, el quien habia intentado rendirse, el por quien se preocupaba de una forma tan sincera que a el mismo le aterraba la humanidad que aun yacia en el porque bien sabia que asi como ahora brindaba su apoyo otras ves no negaba de forma rotunda no importándole si las personas perecían ahogadas en sus problemas o no.

Se sento a un lado de el esperando no incomodar con su presencia, la herida en su cuello era ya apenas y visible habia cicatrizado de forma adecuada aunque no habia seguido las indicaciones de Erkki y como habia bien predicho solia sentirse desganado y con pocas energías la mayor parte del dia habia estado durmiendo mas de lo usual y aun asi las líneas azulosas bajo sus ojos eran ya visible mas no asi obvias -¿has venido a pedir?- le cuestiono observando al frente y de soslayo su cuadernillo la falta de iluminación no le permitia saber que era lo que trazaba ¿habia ido el a pedir?...no el solo iba a observar su fe se habia extraviado en algun punto de su adolescencia.

El sonido del carboncillo gastándose contra el papel seguía inundando mis oídos, como si de un regalo divino se tratase. En mi cansancio y dolor, logré dibujar una leve media sonrisa ante la calma que pintar me daba aquellos días. Dibujaba por pura necesidad, por buscar una razón para seguir adelante, para no dejarme caer en la espiral destructiva en la que se había convertido mi vida. Pero de alguna forma, ya había cedido a sus encantos, pues ni el sueño ni la sed podía sentir ya, y cada sensación parecía un leve retazo de lo que antes podía llegar a ser. ¿Qué me había pasado? El dolor, el dolor había acabado conmigo. Lenta y tortuosamente. Era una simple sombra de lo que antes había sido, ni siquiera me divertía ya matar curas, ¡ahora me atrevía a entrar en la casa del señor! ¿Comenzaba a llamar la muerte a mi puerta y solo buscaba el perdón del creador? Perdón de quién, si ni siquiera tú sabes dártelo.
Suspiré ladeando la cabeza un momento ante la molestia que las palabras de mi mente y continué dibujando, con algo más de dificultad. Las palabras de mi mente solo me habían debilitado físicamente, en mi mente, la imagen de Flavio seguía presente e intacta. Me odiaba por no recordarle de otra manera que no fuera aquella: muerto. Odiaba el no recordar quién era o cuanto amaba a mi hermano. Pero me gustaba creer en mi soledad, que cuando mi corazón aún latía, Flavio era la persona más importante en mi vida... o el tatuaje de mi muñeca carecería de sentido.
Me costaba tanto imaginarme como sería... mi mente me golpeaba cada vez que lo intentaba, como si su recuerdo fuera verdaderamente doloroso. Y debía serlo, porque cada vez me negaba más a dormir o comer.
¿Estaba intentando matarme? ¿Estaba fallando a Anuar, el único que había intentado comprenderme? Yo no quería fallar a nadie pero... la vida no era sencilla con recuerdos tan dolorosos.
No era fácil con aquel vacío que adornaba ahora mi pecho, aquel vacío donde antes estaba mi corazón. ¿Podía acaso yo sentirme sin corazón cuando éste ya no latía, cuando ya estaba muerto?
Sentí como la imagen de Flavio se iba de mi mente, y abrí los ojos a regañadientes y de forma bastante dolorosa. Moví la cabeza estirando el cuello con cierto cansancio y observé mi cuadernillo. Otra vez, a ciegas, lograba plasmar aquella imagen encerrada en mi mente.
Alcé la mirada lentamente y pude distinguir una figura a mi lado. ¿Cuándo se había sentado a mi lado? Giré la cabeza para mirarle y sonreí levemente.
-Anuar....- murmuré con debilidad.
-¿Has venido a pedir? .- me cuestionó sin mirarme.
Me reí con debilidad y perdí mi mirada en ninguna parte, negando con la cabeza.
-No sé por qué he venido aquí... creo que ahora sí he perdido el rumbo de mi vida, y por alguna razón, he llegado hasta aquí....- mi voz era tan débil que me pareció casi inaudible. -¿Cómo estás...? ¿Qué tal tu cuello...?.- inquirí aún sin mirarle, perdido en mis propias imágenes mentales.
Cuando lo hice finalmente, pude ver que su aspecto estaba bastante desmejorado. Claro, no tanto como el mío.

¿Qué tal tu cuello? La pregunta le hizo sonreir de medio lado evitando dejar escapar cualquier risilla no prevista no por respeto al recinto sino porque en si no era un buen chiste quizá uno demasiado irónico y retorcido teniendo por inicio un incidente desagradable a la memoria de todos o cuando minimo la suya porque sentir aquellos marfilados dientes desgarrarle la piel habían sido la mas viva imagen de una pesadilla y aquello misma habia hecho que su cuestión le resultase graciosa quizá con un punto humorístico demasiado inusual y casi masoquista.

-supongo que mejor…¿tu?- le indico intentando ver lo que sus manos trazaban en el cuadernillo no logrando asi vislumbrar una sola línea marcada por el carboncillo aveces creía que ser humano acareaba demasiadas cosas malas, una vida que cuidar, un estomago que alimentar, un cuerpo que lavar, una visión y sentido auditivo demasiado pobres pero, gozaba de lo que los inmortales se habían olvidado ya, tiempo, acciones delimitadas a un andar sobre la vida no eterno sino efímero, porque lo eterno perdia la belleza de ser, perdia el sentido de existir quizá, quizá no.

Se llevo los dedos a la herida, palpándola con cuidado mas aquella no era la herida que mas le preocupaba, se giro a ver a Eric o lo poco que de este podia ver gracias a las virutas luminosas que entraban por la puerta principal y los vitrales, se encogió de hombros relamiendo sus labios para seguir hablando -¿lo asimilaste ya?...o sigues deprimiéndote con el recuerdo- le cuestiono pensando, el mismo habia soñado los últimos días con recuerdos poco agradables, de los últimos días en su antigua vivienda, de los gritos de su hermana, del rostro de su padre ante la noticia, le habia azotad como nunca antes lo habia hecho culpándole por lo ocurrido por no haber hecho nada para evitarlo si el supiese que habia hecho de todo por detener aquello.

Su mirada cayo hasta el suelo, no habían bastado los golpes de los intrusos y ladrones sino que su propio padre habia molido su cuerpo, negó alejando aquellos pensamientos eran recuerdos que habia logrado olvidar hacia aquella noche, y ahora le azotaban nuevamente como punzadas, pero el sabia que era y que no de modo que el problema principal era el vampiro a un lado de el -…¿has pensado que hacer?- le cuestiono suspirando.

Escuché una leve risa tras mi pregunta. Negué con la cabeza con una leve sonrisa, no entendía como no me odiaba después de todo aquello. ¿Qué podía llevarle a él a tener piedad de un ser como yo? ¡Si hasta le había contado que mataba curas! ¿Por qué no había huído? ¿Por qué parecía tener aún la idea de ayudarme? Suspiré negando con la cabeza ante todas aquellas ideas que me agotaban más de lo que ya estaba.
-Supongo que mejor…¿tu?.- me cuestionó mientras veía como su mirada bajaba a mi cuadernillo. Se llevó luego los dedos a la herida, palpándola con cuidado y pude vislumbrar con ya había cicatrizado y solo quedaban leves marcas de mis colmillos. Fruncí el ceño derrotado por un oleaje de culpa, pero ver como Anuar se encogía de hombros me calmó... ligeramente. -¿Lo asimilaste ya?...o sigues deprimiéndote con el recuerdo.- no supe que contestar ante sus palabras, ¿qué iba a decirle? ¿Que vivía torturado por la imagen de mi hermano muerto en mis brazos? -…¿has pensado que hacer?- me preguntó finalmente suspirando, imaginé que suspiraba por mi silencio.
Guardé silencio por un rato, mirando a ninguna parte y perdiéndome en aquel silencio sepulcral que inundaba la iglesia. Le miré parpadeando agotado, y dejé escapar un suspiro que relajó todos mis músculos durante un momento.
-No lo he asimilado... y tengo la sensación de no poder hacerlo nunca... me siento vacío, inútil... me siento impotente... por primera vez en mi vida me siento solo. Y sé que en esto, el único que puede ayudarme soy yo mismo....- me reí ante lo patético que estaba sonando. -Llevo días sin dormir, sin comer. Me pregunto si todo esto lo hago porque quiero acabar con mi vida o porque he dejado de sentir necesidad física para tenerlas psiquicamentes... ¿podría un monstruo llegar a tener ese tipo de necesidades?.- negué con la cabeza al expresar mis pensamientos en alto. -No dejo de verle, Anuar, está ahí, siempre ahí... y siempre está muerto.- susurré cubriéndome el rostro con las manos. -Está muerto y ni siquiera tengo una sonrisa suya a la que aferrarme... no tengo nada. No tengo absolutamente nada, tengo mis... mis malditos dibujos.
Era la primera vez que trataba a mis propios dibujos con tanto desprecio. Pero los odiaba. Oh sí, los odiaba porque no me servían de nada. Ya no eran más que una imagen repetida una y otra vez de mil formas distintas, ya no eran más que un vacío plasmado en una hoja. ¿Iba a calmar eso mi dolor? Nada va a pararlo, bastardo.. Apreté los dientes con fuerza y contuve las enormes ganas de llorar que me ahogaban con un fuerte nudo en la garganta. Dejé escapar un leve sollozo y apreté fuerte los ojos para no dejar caer ni una sola lágrima. Suspiré, cada vez más cansado, y arremangué las mangas de mi chaquetón y camisa.
-No se curan... no sé por qué, pero no se han curado aún, cuando lo normal es que se curen al instante....- le miré con dificultad, aún luchando por contener las lágrimas, y le mostré las heridas aún abiertas de la otra noche en la que me había clavado tan fuerte las uñas que me había desgarrado la piel. -Es la primera vez que me pasa esto... es la primera vez en todos estos años que tengo miedo a dormir, a lo que mi mente pueda mostrarme... tengo miedo a dormir y volverle a ver allí, muerto en mis brazos, y volver a recordar que ya no tengo nada que hacer, que ya no puedo vengarme... porque ni siquiera sé quién le mató....- bajé la mirada para observar las heridas de mis brazos. -No sé si quiero conocer el resto o... simplemente, perder por completo la consciencia y dejarme llevar por lo que pase después... ni siquiera tengo fuerzas para buscar alimento...
El silencio volvió a instaurarse en el lugar y cubrí mi cara con las manos, de nuevo, en un vano intento de parar aquel nudo que me apretaba con tanta fuerza y que hacía que cada vez más, desease romper a llorar. ¿Servirían las lágrimas para limpiar el dolor? No, eso no bastaría...
Casi al instante, me percaté de que en ningún momento había nombrado la visión con la vampiresa. Parpadeé atónito ante aquel hecho, ¿había olvidado de pronto las sensaciones que había sentido al tener aquella visión? ¿Había olvidado aquel egoísmo tan mío para centrarme solamente en el dolor que me producía la pérdida de Flavio? ¿Era realmente aquel chico tan importante para mí? No vas a responderte a ninguna pregunta, sabes que no puedes. Apreté los puños con fuerza y cerré los ojos desesperado. ¡Maldita sea, maldita sea!

Cerro los ojos escuchando lo que tenia que contarle sintiendo como su sufrimiento se colaba por debajo de su piel quemándole dolorosamente en una forma invisible, el fuego sin textura lamia su pecho haciéndole caer a gotas, como si pudiese realmente estar hecho con algun material con un punto de fusión bajo, caia y dolia, enrojecía sus entrañas ardiéndole ¿Por qué le parecía aquello tan familiar? Las imágenes llegaron a su mente con los ojos cerrados, el llanto ahogado y el grito incesante, el rostro sumiso y los labios abiertos, el lugar cerrándose sobre el, siendo aquella imagen que se fundiría en su pupila para no dejar de atormentarlo jamás, no le recordaría como la pequeña de castaños cabellos no.

-y jamás estará vivo sino solo en recuerdos- le dijo con seriedad tragando en seco, observándole observando sus ojos vidriosos, no deseando verle llorar porque entonces la fortaleza le flaquearía y se lanzaría sobre el abrazándolo, negando indicándole que todo estaría bien aunque estuviese mal ¿seria capaz? De todo menos de mentir, de todo menos de mentir –lo recordaras…lo haras- aseguro relamiendo sus labios, desviando la mirada y pensando, entrecerrando los parpados para idear, analizar y contar, su mirada se fijo entonces en la figura de Cristo sobre el altar, aquel hombre con manos y piernas clavadas, con llagas en el cuerpo y una corona de espina, si Dios lo habia entregado a el, su hijo por divina selección debía haberle sido muy fácil no ayudar a sus demás hijos, Flavio y Angeliqué les habían abandonado…lo habían hecho.

-quiza si bebas algo- le indico no ofreciéndose el sino pensando que podría ser aquello cuando minimo Soren habia bebido de Erkki cuando este habia estado mal, si mal no recordaba asi habia ocurrido, estaban en una iglesia y Eric bebía de curas, sintió un nudo en la garganta no deseaba ver desangrarse a un siervo del señor no quería ver el suelo manchado no por miedo a un castigo divino sino por mera ética y morales que faltos hacían su valor en su mente negando, indicándole que no era la correcto y aun asi decidiendo ignorar aquella vocecilla.

Coloco su dedo sobre los labios del vampiro mirándole con seriedad no queriendo seguir escuchando algo como aquello ¿se rendía acaso ante a vida? Se reia el de la vida, con sus ultrajos y zancadillas, se reia de sus intentos no resueltos por hacerle sucumbir por dejarle sin fuerzas y entonces cobrar su vida como por algun bien preciado –dormido veras lo mismo que ves despierto- le dijo no sabiendo si los vampiros soñaban o no cuando minimo el habia comenzado a soñar despierto, sentirse perseguido por las imágenes y los recuerdos.

-¿y la venganza de que te serviría? Si pudiese vengarme de quienes me quitaron a mi hermana lo haría Eric enverdad pero…eso no regresaría el tiempo…eso no aliviaría la pena- le indico quitando su dedo para dejarle hablar si asi lo deseaba.

¿De qué me servía, de todos modos, contarle todo aquello a Anuar? Temía que aquello solo le hiciera daño por la pérdida de su hermana. ¿Recordaría él aquellos momentos? Al menos, puede recordar, no como tú. Ahogué un grito de dolor desesperado en mi garganta e intenté centrar mi atención en las palabras de Anuar.
-Y jamás estará vivo sino solo en recuerdos- sus palabras golpearon tan fuerte contra mi pecho que sentí que me ahogaba un momento. Me eché la mano al pecho dolorido y dejé escapar una amarga risa, dándome cuenta de lo que las palabras podían llegar a dañarme. Lo doloroso que podía ser entender que ya había perdido a Flavio y que jamás volvería a tenerle conmigo. ¿De qué me servía lamentarme ya? Estaba muerto... Muerto, repitió mi mente de forma dolorosa. ¿¡Por qué tenía que recordarle ahora!? ¡¿Por qué tantos años después de su muerte?! ¿De que me iba a servir ya vengarme o llorar su muerte cuando ni siquiera podía recordarle sonriendo, cuando ni siquiera podía recordar su personalidad? Solo era un maldito bastardo llorando la muerte de un extraño que sentía como mío, solo era un estúpido creyendo que podría seguir adelante después de todo aquello. ¿A qué podría aferrarme si la maldad y el hielo que rodeaba mi corazón habían desaparecido de mi ser? ¿En qué iba a refugiarme si lo único que deseaba era dejar de sentir por completo? –Lo recordarás…lo harás.- continuó Anuar rompiendo el silencio de la iglesia, pero alborotando aún más mis pensamientos. ¿Realmente quería recordarle? ¿Qué haría si le recordaba? ¿Vivir con su ausencia y morir poco a poco como lo estaba haciendo ya? ¡Qué sería de mí si recordaba a mis padres...!
-Quizá si bebas algo.- dijo la voz del chico, haciendo que le mirase con esfuerzo, aún intentando contener las lágrimas y la pena que me ahogaba cada vez más. ¿Beber? Ya no sentía sed. Ni sueño... solo dolor. Antes de continuar hablando, posó su dedo sobre mi boca para acallar lo que pudiera decir, y prosiguió así con sus palabras. -¿Y la venganza de que te serviría? Si pudiese vengarme de quienes me quitaron a mi hermana lo haría Eric enverdad pero…eso no regresaría el tiempo…eso no aliviaría la pena.
Un escalofrío me recorrió y sentí perder la consciencia de donde estaba en aquel preciso instante. ¿De qué me iba a servir la venganza si ni siquiera podía cumplirla? ¿Iba a recordar acaso quienes habían matado a mi hermano? ¿Sabría algún día la razón de su muerte?
El dedo de Anuar abandonó mis labios y aparté la mirada para no seguir observándole. Ya no sabía qué decirle, ya no sabía como acallar aquellas voces en mi cabeza que me repetían que Flavio estaba ya muerto y que ni mi inmortalidad podría cambiarlo ya.
-Yo... he dejado de sentir sed, he dejado de sentir el cansancio... ahora solo siento el dolor, dolor como no lo había sentido nunca....- bajé la mirada a mi cuadernillo y lo tomé entre mis manos para entregárselo con suavidad. -Esto... esto es lo único que logro dibujar....
Le entregué aquellos, cada vez más, transtornados dibujos. Donde lo único que se veía era una y otra vez la muerte de Flavio, su gesto ya sin vida, mis lágrimas, su mano apretando fuerte mis ropas... dibujaba en cada uno un detalle diferente de la visión, como si aquella imagen fuera conocida para mí desde miles de años atrás. Como si la hubiera visto en mil ocasiones... y en realidad, así era. La había repetido tantas veces en mi mente, torturándome de forma masoquista, buscando alguna respuesta que jamás encontraba. Buscando la fuerza que me faltaba para decidirme a seguir recordando acerca de todo aquello, pero cada repetición aniquilaba todas mis fuerzas, toda mi posibilidad de sentir, todas mis ganas de vivir.
Cuando tomó el cuardenillo, cubrí mis rostro con ambas manos y dejé correr aquellas lágrimas que tanto me oprimían, sintiendo como quemaban en mis ojos, igual que puñales saliendo de mis lacrimales.

Suspiro ampliamente tomando el cuadernillo entre sus manos y hojeándolo en la obscuridad, no logrando ver nada mas alla de la punta de su nariz, pensó entonces que seguramente un dolor parecido le habia embargado en su vida humana al tenerle en brazos el, el mismo no habia tenido que ver el moribundo cuerpo de su hermana mas aquello no era necesario estaba muerta en pensamientos porque no le veria mas…no no lo haría .

-tortuoso es lo que te estas haciendo- se precipito a decir molesto por no poder ayudarle sino haberle causado solo aquel dolor al insistir dando en algo que bien sabido tenida no era de su incumbencia y jamás llegaría a hacerlo porque ¿Qué relación tenia con aquellos vampiro atormentado? ¿atormentado? ¿Qué le sucedia? ¿de que privilegio gozaba para decirle asi?¿que acaso el mismo no lo era? Suspiro nuevamente escuchando mientras sollozaba en amargo silencio.

-tu hermano no hubiera deseado esto- ¿y que sabia el de que hubiese deseado o no Flavio? “ademas tu eres vampiro le hubieses visto morir de igual forma” ¿de donde provenía toda aquella indiferencia que lograba acallar a duras penas? No sabia y no conseguía descifrar aquello quizá la impotencia lo orillaba a aquello o quizá asi era como realmente debía ser.

-no puedes estancarte Eric…-no habia nada con lo que el tiempo no nos acostumbrara de vivir sin o vivir con, el tiempo, algo poco importante en la vida de un vampiro como el y mas sin embargo efímero en si mismo ¿Cuántos años mas le quedaban de vida?, apoyo su sien sobre el hombro del vampiro con el cuaderno de dibujos sobre el regazo era extraño estar conversando con alguien dentro de la casa del señor aquel porquien nunca se molesto con hablar.

-no puedo hacerte olvidar, ni tampoco recordar pero conozco el sentimiento, quizá no completamente pero…me hubiese gustado tener un hombro sobre el cual apoyarme…asi que me quedare aquí hasta que mi corazón deje de latir- le indico enderezándose, revolviéndose sobre el asiento de madera ¿Qué diría aquel objeto de poder hablar? A fin de cuentas muchas tragedias debían pasar por el, tantas lagrimas y desconsuelos, tantos gritos y perjuicios.

¿De qué te sirve llorar ya? ¿Crees que eso va a devolverte? ¿De verdad eres tan estúpido?. Con un fuerte y doloroso tirón respondí a todas aquellas palabras, dejando escapar un fuerte gemido de dolor. Dolor psicológico, pues el físico había dejado de sentirlo. ¿Qué iba a hacer para calmar aquel dolor?
-Tortuoso es lo que te estás haciendo.- oí que decía la voz de Anuar en tono molesto. ¿De donde esperaba que sacara la fuerza para seguir adelante? -Tu hermano no hubiera deseado esto.
Tu hermano te vería como un monstruo y te odiaría, ¿como iba a querer a alguien como tú? Nadie, nadie podría quererte, y menos él. Tienes lo que mereces, Eric, dolor, eso es lo único que te espera.
Mi cuerpo se paralizó ante aquellas palabras, las lágrimas dejaron de caer y moverme fue imposible. -No puedes estancarte Eric….- continuó la voz de Anuar, pero me sonaba ya demasiado lejana. Parecía que mi cuerpo y mi mente ya no se comunicaban, ya no estaban conectadas. -No puedo hacerte olvidar, ni tampoco recordar pero conozco el sentimiento, quizá no completamente pero…me hubiese gustado tener un hombro sobre el cual apoyarme…asi que me quedare aquí hasta que mi corazón deje de latir
Habría agradecido aquellas palabras de haber podido, le habría abrazado, o simplemente habría intentado sonreír tras secarme las lágrimas. Pero ya no podía.
Para cuando intenté cerrar los ojos, un fuerte dolor recorrió toda mi espalda y los ojos se me pusieron en blancos como ya era habitual cuando tenía una visión. Oh no. Llegaba, llegaba otra. ¡No, no, no...!
Empujé a Anuar como pude, dejándole en la otra esquina del banco, para luego agarrarme con fuerza a éste en un vano intento por parar lo que estaba por llegar: una visión.



El banco se rompió bajo mis manos y las astillas se clavaron en ellas sin producirme ningún dolor. Mi cuerpo se levantó como si se viera impulsado por una inercia inexistente, y las lágrimas de sangre volvieron a caer de mis ojos de forma involuntaria. El grito de dolor que siguió rompió el silencio de la Iglesia, y sentí como mis ojos quemaban, como si fuera a salir fuego de ellos. Otra vez, dejaba de ser la maldad de mi mente la que me inundaba, otra vez, era el dolor quien sacaba al monstruo que ms recuerdos más dolorosos creaban.

Su cuerpo se deslizo con rapidez por el banca no asi deseándolo, golpeando su costado contra el soporte de madera que impedía a las personas caer del banco por movimientos como aquel, se sujeto del mismo dado que la fuerza del impulso hizo que la parte superior de su cuerpo se arquease hacia el exterior amenazando quizás con caer de forma precipitada golpeándose contra el suelo, sus manos se cernieron sobre la madera sujetándole en su lugar o el lugar que su cuerpo habia optado por tener con el brusco movimiento de Eric para alejarle, aunque bien sabia que unos pasos no le ayudarían de nada si volvia a perder el control.

Se giro a verle dudoso, no sabiendo si debía o no acercarse una fuerza ajena le empujaba a hacerlo y seguir con el, llevar el candil por el obscuro camino por el cual andaba de una forma mas metafórica que literal, relamió sus labios mesándose los cabellos unos instantes, levantándose entonces del banquillo con un suave dolor punzándole en la zona del impacto con la madera, anduvo hacia el otro observándole ¿Qué debía hacer? ¿que debía? Apretó los parpados con fuerza, bajando el rostro y apoyando asi su frente sobre sus manos, pareciendo que le rezaba algun tipo de credo o le pedia algun bien de suma importancia.

“Basta…basta” parecía estar hablando de forma inconsciente con aquel Dios negligente con el cual nunca se habia molestado en entablar una conversación de provecho, desquite o sumisión, mas ahora ahora no sabia que mas hacer entre sus manos se escapaba toda posibilidad de ayudare ¿Qué podia hacer además de ofrecerle su hombro? No podia a diferencia de Soren meterse en los pensamientos y mente de las personas empujándolos a donde deseaba, no podia obligarlo a ver visiones, no podia siquiera aliviar su dolor.

Alzo la mirada encontrándose con aquel rostro ensangrentado por las fluyentes lagrimas, no lo dudo dos veces, sus manos se posaron sobre su rostro comenzando a limpiarlo con delicadeza, aquella extraña suavidad que sus manos poseían por algun capricho de la misma naturaleza o alguna acción que repetida a lo largo de su vida habia logrado causar aquello ¿y si algun padre se percataba del ruido y decidía acercarse? ¿y si Eric deseaba entonces asesinarle? No pretendía ver a nadie morir.

Sus manos se cernieron sobre la cintura del vampiro apretándole con suavidad –Eric debemos irnos…porfavor…debes ganarle- murmuro cerrando los parpados y compungiendo el rostro al escuchar unos pasos pesados acercarse por detrás del altar, quien fuese aquella persona que entraba deseaba que no careciera de prudencia y regresara sobre su andar siguiendo ajeno a lo que dentro ocurria.

¿Qué tal sabe la verdad? ¿Te gusta?, susurró mi mente, pero al momento la mandé callar apretando con fuerza la mandíbula y cerrando con fuerza los ojos. No, esta vez no, no iba a dejar que me atormentase. ¿No era suficiente lo que acababa de ver? ¿¡No le parecía suficiente todo aquello!?
Las manos de Anuar rodearon mi cintura, aprentándome con una fuerza para mí casi inapreciable. –Eric debemos irnos…porfavor…debes ganarle.- observé entonces como cerraba los ojos y los apretaba con fuerza. ¿Ganar a quién? Ya no se trataba de ganar a nadie, aquello era puro dolor. Y al dolor no podía vencerle. No cuando veía tan claramente la muerte de mi hermano, no cuando sentía que todo dejaba de tener sentido para mí, que bondad era un concepto inexistente. No podía pedirme aquello cuando sentía la sangre quemarme. No cuando sentía que me había muerto al revivir el dolor de mi propio hermano.
-Flavio....- susurré cerrando los ojos un instante.
Aparté a Anuar con la mayor suavidad que salió de mi ser, aquella vez no iba a hacerle daño, aquella vez no era mi mente la que me poseía, no. Para cuando le hube separado lo suficiente de mí, mi mano se fue directamente al banco de madera en el que había estado sentado, destruyéndolo de un fuerte golpe con el brazo.
Acercándome al resto de bancos, comencé a destruír uno por uno, golpeando las paredes de aquella iglesia con la intención de echarla abajo. No iba a permitir que otro maldito cura destruyese la vida de otro inocente, inocentes como Flavio. Su recuerdo me invadió y con él, volvió el dolor.
Las columnas de la iglesia a penas sufrían daños, y me atreví a golpear una de ellas con el puño, haciéndome más daño a mí que a ella. La columna cayó, y los huesos de mi mano se quebraron dolorosamente. Pero y qué. Qué me iba a importar ahora.
Los pasos apresurados de alguien invadieron el lugar y un cura apareció detrás del altar. Una malévola sonrisa perversa se dibujó en mis labios y caminé hacia él lanzando el altar hacia otra pared, y la iglesia retumbó para mi plácer.
Observé el miedo en la cara de aquel cura y recordé por un momento a Anuar. ¿Iba a dejarle seguir presenciando aquel espectáculo?
-Vete....- susurré con voz rota.
Giré la cara tras pronunciar dichas palabras, e intenté suplicarle con la mirada que saliera de allí. ¿Por qué me preocupaba tanto por él aún en aquel estado? El monstruo que mi dolor creaba sí tenía sentimientos, y Anuar había logrado que recordase algunos de ellos. A él no podía hacerle daño, a él no. Él no podía salir dañado de todo aquello, otra vez no. Tenía que sacarlo de allí y cumplir mi venganza. Tenía que calmar mi dolor, e iba a calmarlo de la mejor manera: vengándome.

Se hizo a un lado observando como sujetaba los trozos de madera rota estampándolos contra la escultura que mantenía en pie la catedral, aquella construcción de quizá siglos atrás, hecha con fineza, observaba como algunas partes comenzaban a recibir fracturas, como el polvo saliente de la piedra y el material del cual estaba hecho se alzaban al alto cielo raso estancándose en aquel lugar como una humareda de polvo incesante no saldría de aquel lugar si no llevaba a Eric consigo –Eric basta- le pidió cubriéndose la cabeza con los brazos al ver como la columna caia al suelo bañándolo con virutas de polvo refinado y golpeándole con algunas piedrecillas no al grado de poder herirle.

Alzo la mirada nuevamente observando al cura y seguidamente a Eric, sus parpados se abrieron desmesuradamente negando cuando le dijo que se fuera ¿ahora que debía hacer? El padre habia visto demasiado y seguramente le diría a las autoridades sobre lo ocurrido, seguramente les buscarían ahora aunque por la falta de luz del lugar no lograría dar una descripción exacta, por otro lado Eric lucia con ansias de terminarle, de ser el quien robase su ultimo aliento de vida y que su mirada se desbordada sobre su rostro antes de quedar en la nada misma, no podia permitir no una ni otra ¿Qué debía hacer entonces? El hombre hecho a correr en la misma dirección en que habia llegado.

Sus pensamientos no tardaron en acomodarse cierto era que mas le importaba el bienestar de Eric que la vida de aquel hombre ¿Por qué entonces se debatía tan absurdamente entre una y otra?, su cuerpo se abalanzo contra el del padre haciéndolo caer bajo de el, rodando por las escaleras del altar hasta el piso, donde ambos comenzaron a forcejear por mantenerse en el suelo.

El hombre le jalo la camisa a Anuar colocándolo debajo de el, su falta de fuerza le hacia una persona fácil de mover y aun asi le impedía levantarse para salir corriendo nuevamente, desdichado aquel que habia entrado en el momento menos oportuno, desdichado aquel…a quien ya no podia dejar ir.

Para cuando los ojos de Anuar chocaron con los míos, su mirada estaba menos atemorizada de lo que esperaba. ¿Podía enteder la razón por la que hacía todo aquello? Negó con la cabeza ante mis palabras. ¿Por que demonios quería quedarse? ¿Quería ver acaso como iba a matar a aquel hombre?
Contra todo prognóstico, echó a correr contra el cura que había entrado en la estancia.
-¡Anuar!.- grité al ver como se lanzaba sobre él, cayendo ambos por las escaleras forcejeando.
Apreté los dientes con rabia cuando vi a aquel hombre agarrar a Anuar por la camisa, colocándolo bajo él con fuerza. La imagen de Flavio en manos de los curas acudió rápidamente a mi mente, lastimándome y logrando que la rabia y el dolor crecieran en mí con velocidad. Aquel hombre no iba a tocar un pelo a Anuar. No iba a permitir que le hicieran daño a él, la única persona que se había preocupado por mí hasta el momento. Negué con la cabeza apretando los dientes con fuerza y caminé con rapidez hacia el cura y Anuar, tomando al primero por las ropas para alzarlo en el aire.
-¿Como podéis fingir tan bien?.- murmuré entre dientes, arrastrando las palabras con el profundo dolor que me causaba recordar mi última visión. Lancé a aquel hombre al suelo para agarrarlo luego del cuello, alzándolo de nuevo. -¿De verdad creiáis que nadie os haría pagar por vuestros pecados? Malditos bastardos....- reí friamente para clavar mis ojos en los suyos y alimentarme de su miedo.
Apreté su cuello hasta que le oí gritar de dolor, cerrando los ojos por el plácer que aquellos gritos me producían. Con fuerza lancé a aquel miserable contra el altar que se encontraba detrás de nosotros, tirando todas las figuras religiosas que allí se encontraban, logrando que cayeran sobre él. Me eché a reír friamente, como un loco perdido en su locura, como un demonio disfrutando del mal. ¿Un demonio yo? No, yo era el ángel que venía a matar a aquellos bastardos, a aquellos que se hacían llamar hijos de Dios.
Quitándome el chaquetón con calma, lo lancé hasta donde se encontraba Anuar y caminé hasta aquel hombre para agacharme y mirarle con una fria sonrisa. Las figuras que habían caído sobre él le habían abierto una pequeña brecha en la cabeza de la cual manaba un pequeño reguero de sangre. Mojé mi dedo en su sangre en lo chupé con suma delicadeza.
-Qué amarga... veo que no has sido bueno.- sonreí perverso mientras lamía mis labios con lentitud. -Y vosotros pretendéis que los humanos confiesen sus pecados y paguen por ellos....- otra dura risa salió de mis labios y le miré con frialdad.
Acabar ya con su vida me resultaba demasiado fácil, y por muy apetecible que me resultase su sangre, mi dolor era demasiado patente como para acabar con su vida sin hacerle sufrir tanto como ellos hicieron sufrir a Flavio. Otra vez su imagen acudió a mí y cerré los ojos con dolor. No, no iba a dejar que aquel maldito bastardo se fuera al otro mundo tan placenteramente.
Alcé la mirada buscando una cruz a mi alrededor. Iba a comprender lo que era dolor, iba a entender lo que era la impotencia, iba, sobre todo, a pagar por todo lo que le habían hecho a Flavio. Para cuando encontré una cruz y la tomé en mis manos, el cura ya se había levantando y pretendía escapar. Negué con la cabeza poniendo los ojos en blanco y golpée con la cruz en su nuca.
-Y esta por Anuar....- susurré caminando hacia él.

Cuando el cuerpo del cura se alzo por encima del suyo por los brazos ajenos de Eric su cuerpo se levanto unos centímetros del suelo ya que las manos de aquel hombre no le soltaron sino hasta que no logro soportar su peso y tuvo que dejarle caer sobre el suelo con un suave golpe en la espalda y las manos apoyadas sobre el frio piso, observo como el hombre salía despedido hacia el altar chocando con todo lo que habia cerca de ahí, cayendo sobre el lacerando su piel y dejando asi brotar la sangre como de un manantial con cauce constante.

Se levanto con algo de esfuerzo observando su camisa, con la tela estirada donde las manos del padre se habían afianzado a el, poco mas faltaba para haber rasgado aquella prenda y volverse inservible, avanzo hacia la escalinata subiendo a zancadas los escalones, dando un leve traspié al llegar al final donde estaba el atril tumbado y otras tantas cosas, las telas de vivos colores colgando en la pared de fondo, la mesa donde se llevaba acabo la consagración del vino y el pan, cuando niño solia acudir a esos lugares con su padre, un fiel creyente que no llevaba acabo la doctrina con actos sino solo con vacias palabras.

El brillo de la sangre hizo que su mirada se desviase hacia ella pensando en si solamente planeaba beber de el y ya, en cuestión suponía que algo debía haber ocurrido para que su gusto por aquella sangre de quienes se hacían llamar siervos del señor le resultase tan apreciada le resultaba inusual ¿y si algo tenia que ver con sus visiones? Con su pasado, quizá, regreso en si cuando el dedo de Eric se poso sobre sus labios lamiéndolos, probando aquel liquido carmín y diciendo algo ¿no habia sido bueno? ¿y podia saber aquello por medio de la sangre?

Se encamina de nuevo hacia el hombre para impedirle el paso cuando aquel objeto grande y pesado se estampo contra su nuca haciéndole caer, retrocedió unos pasos observando con asombro y sin saber que hacer, andando al final hacia el hombro y sujetándole por la espalda, apretando su ropa entre sus manos y arrastrándolo por el suelo con esfuerzo lejos de la salida trasera -¿qué…que planeas que hagamos?- le cuestiono a Eric observando de soslayo la cruz y con fijeza los ojos del vampiro, aquellos que habían adquirido cierta demencia comprensible ¿era acaso la locura algo comprensible? Quizá por otro ser falto de elocuencia.

Pateo con suavidad la mano del cura cuando este intento sujetarle el pantalón, frunció el entrecejo observándole, sintiendo pena y repulsión por aquel ser desdichado y mal nacido pero…¿Quién era el para decidir que vida valia o no la pena? ¿lo valia la suya? Se limito pues a escuchar las indicación de Eric y ayudarle, saldrían aquella noche sin ser descubiertos debían hacerlo, de lo contrario muy posiblemente la orca fuera su futuro mas próximo.

Guardé silencio escuchando con plácer sus gritos de dolor, hasta alzar la mirada para ver a Anuar, quién tomó al maldito cura por sus ropas y lo arrastró hacia la salida trasera.

-¿Qué…que planeas que hagamos?- me cuestionó la voz de Anuar clavando sus ojos en los míos.
-¿Como qué "hagamos"?.- murmuré azando una ceja. -No voy a dejar que te hagan daño... esto... esto es cosa mía.- susurré con voz débil, recordando una vez más las imágenes de Flavio en manos de aquellos bastardos.

¿A qué estaba esperando? Solo quería acabar con aquel hombre, matarlo, torturarlo hasta que sufriera lo que Flavio había sufrido, pero... ¿y Anuar? No podía dejar que viera el espectáculo que tenía en mente para aquel hombre, no podía dejar que viera el sufrimiento que deseaba infringir a aquel maldito bastardo.
Para mi sorpresa y sacándome momentáneamente de mi debate mental, Anuar pateó la mano del cura cuando éste intentó aferrarse a su pantalón, frunciendo el entrecejo como si aquella batalla fuera también suya. ¿Acaso sus planes de ayudarme a acabar con aquel cura eran en serio? ¿Me ayudaría sin ni siquiera saber cuales eran mis razones para matarle?

-No entiendo porqué quieres hacer esto....- susurré clavando por un momento mis ojos en los suyos. -Esto no va a ser agradable... esto no será como las otras veces.- sentencié mirándole con firmeza, no quería que todo aquello le dejara traumatizado... me reí ante aquella tonta idea, como si ahora me creyera un demonio.
-Al menos.- continué tras una breve pausa. -No hagas nada de esto sin una razón... .

Bajé la mirada cerrando los ojos dolorosamente, el dolor de cabeza comenzaba a aparecer y si quería cumplir mi venganza aquella noche, debía apresurarme. Lo sorprendente era que mi mente aún no había hecho aparición, aún no se había reído de mi dolor... ¿acaso todo aquello también le dolía a ella? ¿Acaso había ganado por fin la batalla? ¿Acaso finalmente descubría que el monstruo que llevaba dentro de mi era fruto del dolor? Agité la cabeza. No. No tenía tiempo para pensarlo, no quería demorar aquello ni un segundo más. No iba a permitir que el dolor me consumiera. Iba a ser yo quien consumiera al dolor a base de venganza.



{Ya estoy de vuelta! Bueno, más o menos... parece que tus rezos a Santa Sorena han ayudado un poco... xDDDDDD Disculpa la demora. Y que sea tan corto, pero mi malestar no me deja escribir mucho más...}

¿dejar que le hicieran daño? Eso no estaba a su criterio el no podia decidir quien, como cuando o donde o quien no, cuando no y donde no le provocasen algun daño mas físico que mental debía suponer –no tienes que dejar nada mas…que dejarme hacer lo que te pido- le indico con tranquilidad una demasiado surrealista en comparación con la escena que estaba teniendo lugar en aquella catedral en que cualquier transeúnte podría entrar en cualquier momento ¿era en realidad capaz de ser complice de aquella atrocidad? No era un amante de la muerte o el asesinato jamás habia llamado su atención mas, bien sabido tenia que por un ser querido todo podría hacer, todo ¿un asesino? Lo seria si con eso Eric saliese ileso.

-no importa lo que quiera o no quiera hacer sino lo que se debe hacer, lo que debo hacer y la razón me dicta, la razón…mas que eso es una punzada en el pecho, no me pidas explicaciones- le rogo no sabiendo o no queriendo saber, cuándo por sobreentendido estaban sus motivos, no era mas que un cariño irracional que se estaba volviendo una voluntad ajena aun por encima de la propia que se mostraba ahora sumisa y apacible–mi razón es suficiente para mi y debería serlo para ti, ahora calla- le indico intentando ver entre las tinieblas del lugar.

Su pasado le permitía comprender parte del presente el mismo no dudaría en arrebatarle la vida al desdichado que habia osado robarle la inocencia a su hermana quería ser el quien robase su ultimo soplo de vida, el ultimo aliento de su alma para condenarle entonces a ambos a una eternidad en el averno y lo valdría, saber que le habia hecho sufrir lo valdría, no importaba si tenia una familia, un hijo o una esposa, a el no le habia importado quitarle la hija a alguien mas, aquel acontecimiento que no eran ya sino solo recuerdos le permitían ciegamente seguir a Eric, no tacharle por algun loco asesino sino por un demente cuerdo, uno que tenia motivo de ser y no simplemente era por la mera esencia, tenia razón, correcta o incorrecta tenia un porque.

-¿Qué planeas?- le cuestiono dispuesto a ayudar quizá no ser del todo participe pero cuando minimo no hablaría de aquello con nadie, ayudaría a guardar evidencias que los delatasen por que desde ahora el crimen era de ambos y asumiría las consecuencias como siempre, levanto su mirada topando con la imagen de aquel hombre lacerado y tendido sobre la cruz pareciendo observarle, con el rostro lloro y melancólico, la expresión cansina y los labios curveados hacia abajo ¿le observaba acaso?

{hahahahaha los rezos sirvieron! hay que construirle tambien una capilla a ella}

–No tienes que dejar nada mas…que dejarme hacer lo que te pido.- dijo con impoluta tranquilidad rompiendo el silencio. Le miré confuso, ¿como demonios podía estar tan seguro? Tan... ¿tranquilo? Tenía que estar fingiendo, no podía ser cierta aquella tranquilidad. -No importa lo que quiera o no quiera hacer sino lo que se debe hacer, lo que debo hacer y la razón me dicta, la razón…mas que eso es una punzada en el pecho, no me pidas explicaciones.- sus palabras no hacían más que aumentar mis teorías sobre su confusión, sobre su miedo, su no saber qué hacer. ¿Por qué se empeñaba en ayudarme? ¿Por qué? –Mi razón es suficiente para mi y debería serlo para ti, ahora calla.- me eché a reír sin poder evitarlo. Sentía que se estaba autoconvenciendo, pero que a la vez, todo aquello lo hacía por alguna razón que escapaba a mi razonamiento. ¿Iba todo aquello más allá de mi pasado? ¿De mis razones? ¿O simplemente era otra vez aquel cariño que parecía haber crecido sin explicación? Un cariño que le estaba cegando, ¡iba a ser cómplice de un asesinato! De una masacre, de una venganza. -¿Qué planeas?.- continuó en su ciego empeño por acompañarme en aquello.
Negué con la cabeza apoyando mi mano en su brazo. No podía dejar que lo hiciera, al menos, no sin una razón. Estaba decidido a contárselo, era la única persona con la que quería sincerarme. ¿Por qué? El dolor que sentía no iba a dejarme responderme todas aquellas preguntas.

-Fueron ellos, Anuar.- murmuré soltando su brazo con suavidad. -En... en la visión... vi como mataban a Flavio.- decirlo había sido más doloroso de lo que esperaba, los ojos se me cerraron con fuerza y la mandíbula se tensó al ver de nuevo las imágenes de la muerte de Flavio en mi mente. -Voy a... voy a matarle y voy a disfrutar de su muerte....- susurré respondiendo a su pregunta con absurda debilidad.

De nuevo aquellas frías lágrimas decidieron caer de mis ojos, pero aquella vez no luché por esconderlas. Qué cobarde debía parecer así, llorando por alguien a quién realmente no recordaba. Un vampiro llorando debía de parecer muy patético... ¿pero qué importaba ya? Nada había sido fácil para mí, y la vida, o quizá mi mente, se encargaban entonces de ponermelo todo más dificil.
Me acerqué pues al cura y le levanté con fuerza para lanzarlo contra la pared sin ni siquiera dignarme a mirarlo.

-Sufre, sufre... ¡SUFRE!.- grité con voz rota. Roto estaba yo, sí, roto por aquel maldito dolor que no podía parar. Roto por aquel dolor de saberme inútil, impotente... solo.
Y siempre estarás así de solo..., murmuró mi mente, logrando que aquel dolor aumentara. Tenía razón, estaba solo y así iba a seguir, sin Flavio, la única persona que por alguna razón, sentía que había querido. Aquel dolor tenía que significar cuanto le quería. Los gritos de aquel maldito cura parecían inaudibles para mí, ¿tan sumido podía estar en mi propio dolor?
Antes de que cayera al suelo tras golpearse contra la pared, mi mano se afianzó sobre su cuello y apretó hasta que sus gritos inundaron el lugar. Sonreí, sonreí tanto como pude, cerrando los ojos placenteramente. Solté de pronto su cuello para que cayera al suelo y tomé su brazo para morder justo en su muñeca, en el mismo lugar donde yo llevaba mi tatuaje. Su sangre me supo tan bien que la idea de que fuera un cura como los habían matado a Flavio aumentó mi rabia. Apreté fuerte su brazo, rompiéndolo sin piedad y separé mi boca de su muñeca con asco. Malditos, malditos bastardos.
Ignorando sus gritos de dolor, caminé hacia los restos que habían quedado de los bancos de madera y cogí varios de gran tamaño. No pude evitar dedicar una fría mirada a Anuar, ¿comprendería la locura que aquel dolor me producía? Otra vez alcé al cura en el aire, pegándole contra la pared. Le obligué a estirar los brazos y clavé las estacas de madera en cada una de sus manos, crucificándole. Sonreí ante su sangre derramándose, ante las lágrimas que no cesaban de caer de sus ojos. Ante su dolor.

{Tendremos que crearlo de una vez... "Iglesia de San Anuar y Santa Sorena" xDDDDDDDDDDDDD}

No necesitaba tener un porque auditivo existía ya y eso era lo que importaba, conocerlo o no igual le ayudaría en nada servia o cambiaba conocer el motivo ya existente porque suponía y bien habia supuesto que aquella rabia contra los curas no era un hecho que habia sucedido y ya, tenia su pasado como todas las cosas importantes y, era aceptable cuando minimo a el le parecía razonable el odio desmedido que sentía por los de su estirpe, pavoneándose con los pecadores de sus injurias aun mayores en ellos que en quienes apenados iban a contar sus penas y males.

Asintio suavemente de una forma siquiera perceptible no sabia si, el matarle podría librarle de aquel dolor mas no habia nada que pudiese hacer para detenerlo no seria el quien le reprimiera el dolor en el interior cuando bien sabia lo que aquello podia ocacionar, un nudo se formo en su garganta impidiéndole hablar o emitir ruido alguno mientras observaba, como la sangre corria y los huesos tronaban bajo la fuerza y violencia del vampiro, sus parpados se abrieron de par en par.

Penso que podría soportar aquella espectáculo con facilidad, pensó que debía observar, acallar y asentir mas habia descubierto que no podia hacerlo, las nauseas se apoderaron de su organismo curveando su cuerpo hacia enfrente con ambas manos sobre sus sienes comenzó a pensar si fuese el quizá quien llevase acabo su venganza el asco no estaría presente mas no era asi, era una venganza ajena que si bien comprendía y asimilaba no podia asi llevar acabo como propia, la cabeza le dio vueltas mientras observabas como sus manos eran clavadas contra la pared dejando caer sendos ríos de liquido escarlata, dándole al aire cierto aroma de putrefacción y veneno ¿era en verdad aquello posible? Creía que sus sentidos comenzaban a fallarle.

Bajo los escalones bamboleándose cuando hoja oscilante contra el viento con la mirada perdida ubicada en ningun lado, su cuerpo golpeo contra una banca mientras se sujetaba a esta para no caer, no logro llegar al final se acunclillo entre unas bancas masajeándose las sienes con un sudor frio y constante perlándole la piel, humedeciendo sus ropas con rapidez, apretando sus oídos al escucharle aclamar por su piedad, por su ayuda para detener aquello.

Habia pensado que seria capaz de soportarlo la verdad era algo mucho mas doloroso, era mas débil de lo que pensaba, no podia ver aquello sin sentir que el estomago se le encogía y la cabeza le daba vueltas, el mareo no ceso sino hasta que su cuerpo desecho todo lo que en su estomago habia, se tumbo varios pasos mas alla, limpiándose los labios con fiereza contra sus ropas, reprimiendo las lagrimas de la derrota, murmurando, rogando que dejara aquello creía que era mas fuerte que aquello la verdad era otra.

Se quedo en aquel lugar abrazando sus rodillas con la mirada fija en la puerta principal, la luz lunar alumbrando sus facciones, haciendo centellar sus orbes como el choque de dos astros, aguardaría a que todo terminase porque ver no podia, intentaba no escuchar los gritos que despedia el cura y se perdían en la catedral resonando como un eco hasta la eternidad escondido en las esquinas para ser repetido a cualquiera que desease escuchar su historia y de cómo habia fallecido por azares del destino y caprichos y dolores de un vampiro.

{San Anito porfavor xD}

El silencio reinó por segundos en mi mente, mientras que en el lugar los gritos desgarradores de dolor de aquel maldito bastardo rompían la calma propia de una iglesia. ¿Esperaba que tuviera clemencia con él? Cerré los ojos un momento, deleitándome con aquellos gritos, aquel olor a sangre que manaba de sus brazos tan dolorosamente para él, tan placenteramente para mí. ¿En qué me había convertido el dolor? ¿En qué podía llegar a convertirme aquella rabia? Aquellas ganas de justicia. De venganza, de matar mi dolor, de no dejar que la vida de Flavio quedase en un simple recuerdo de mi mente. No iba a permitir que ningún otro niño sufriera lo que mi hermano había sufrido. Flavio, Flavio, Flavio, era lo único en lo que podía pensar. ¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué sentía su dolor en carne propia? ¿Acaso podía sentir yo después de todo?
Acaba con él, Eric, susurró mi mente casi como una orden. Abrí los ojos rápidamente, clavando mi mirada en aquel bastardo que aún seguía con vida. Sonreí.
Dí un par de pasos para caminar de un lado al otro de la figura crucificada de aquel cura, observando como sus ojos seguían a los míos suplicantes. ¿Buscaba aún clemencia? ¿Pero no se daba cuenta de que mi intención no era perdonarle la vida?
-Perdona mis pecados, señor... .- murmuré con macabra diversión. Un par de pasos más para tomar otra estaca de madera. -Perdona a este pecador, quien se cree con derecho de juzgar los pecados de los demás....- observé con detenimiento la incredulidad de aquel hombre en sus ojos y caminé hasta él casi arrastrando los pasos. Ladeé la cabeza al encontrarme frente a él y continué observando el dolor en su rostro mezclado con el miedo y la incredulidad. -Perdona mis actos, señor...
Lo siguiente que se pudo oír en la estancia fue un grito de dolor proveniente de la boca del cura.
-¡¿Duele?!.- grité sin piedad empujando con fuerza la estaca que había clavado en su pierna.
Esperaba que doliese, que su cuerpo no pudiera más y suplicase que lo matase. Que me lo suplicase llorando, gritando, sin fuerzas, sin ganas de vivir. Así como Flavio había suplicado que le dejasen, así como habría suplicado que me lo devolviesen con vida.
Estaba harto de jugar a aquel absurdo juego, harto de espera a que su vida se terminase.
Lo siguiente que agarré fue una cruz que clavé con fuerza en su cráneo, observándole hasta que su rostro se descompuso y su aliento dejó de molestar en mi rostro.
Su sangre caía ya por mi mano, que aún no había soltado la cruz. ¿No era todo aquello ya lo suficientemente macabro? ¡No! ¡Aquello no era nada! ¡Aquello no era nada comparado con el dolor que Flavio había sentido! ¡Aquello no era nada comparado con el dolor que me quemaba!
Las lágrimas volvían a inundar mi rostro sin que yo lo buscase, y lamí sin ganas la sangre que había manchado mi mano lanzando una última mirada al cuerpo ya sin vida de aquel maldito bastardo.
Una fría risa escapó de mi boca mientras negaba con la cabeza. Era un monstruo, lo era. Era un maldito monstruo trastornado sin justificación alguna, ¿pero y qué? ¿No lo eran acaso todos aquellos que habían roto la vida de tantos jóvenes como Flavio? ¿No era acaso aquella una justa venganza por todos aquellos que habían sufrido en sus carnes el dolor que había padecido mi hermano? ¿No era aquel suficiente castigo para aquellos malditos bastardos?
Sabes que no, esto no es suficiente
-Tienes razón....- murmuré respondiendo a mi mente.
Aquello no era suficiente.
Busqué con la mirada algún objeto punzante, hasta encontrarme con otra estaca de punta algo más afilada que las demás. Me acerqué a cogerla con la mirada perdida, perdida en aquellas lágrimas que nadie iba a cesar.
Con la estaca ya en la mano, arranqué parte del traje del ya cadáver cuerpo del cura para grabar en su cuerpo la inscripción de mi dolor. Paura.
Nadie lo entendería, pero y qué importaba ya. Qué importaba ya todo, qué mas daba si alguien comprendía o no mis crímenes, qué importaba si alguien miraba más allá de lo macabro para buscar una razón.
Me cubrí el rostro soltando la estaca de madera y me sumí en mis propios llantos. Llantos de sangre, sangre que habría dado por haber podido impedir la muerte de Flavio. Sangre derramada por un inocente, sangre que derramaría para vengar su muerte. Lágrimas que derramaría el resto de mi eternidad por un recuerdo que se tornaba tan mío que comenzaba a necesitar a cada instante. Y ni siquiera podía recordarle sonriendo, ni siquiera podía recordar el color de sus ojos, una sonrisa suya a mi lado, ¿era aquel mi castigo por no haber impedido su muerte? ¿No era suficiente el castigo de no haberle recordado en casi dos siglos y no poder hacer ya nada? ¿No era suficiente castigo el vacío que llenaba mi pecho cada vez que le veía muerto en mis brazos, cada vez que le veía sufrir en manos de aquellos diablos que se hacían llamar "siervos del señor"?
-Anuar....- murmuré entre llantos recordando que no estaba allí solo. Le había obligado a presenciar tal macabro espectáculo, a quedarse allí viendo como pagaba mi dolor.

{Que mal me hace pensar lo de San Anito, por favor... xDDDDDDDDDDDDDD}