El tiempo no borra las penas [Eric]

Recuerdo del primer mensaje :

El joven observo el empedrado con seriedad, lo que alcanzaba a vislumbrar pues ciertamente la neblina le hacia casi imposible ver mas alla de sus extremidades, sus ojos color de miel de volvieron una y otra ves a la puerta a sus espaldas, aquello era no por menos, aburrido, pintar, esperar, ver llegar a la gente, oir sus criticas para que después, entre risas y miradas de hastio salieran del lugar sin preguntarle nada acerca de ningun cuadro. Suspiro profundamente en algo que se asemejo mas a un bufido, el cálido aire salio por sus fosas y se mezclo con el denso ambiente.

Se levanto con tranquilidad entrando en la habitación, pues eso era, dos cuartos unidos por una puerta vieja y rechinante, la habitación de la galeria tenia un balcon, la del estaba del otro lado de la puerta rojiza. Anduvo con tranquilidad por en medio de la habitación, con un andar estruendoso, a diestra y siniestra habia cuadros, unos colgados, otros arrumbados en las esquinas, y unos pocos, en el suelo, estos últimos, en los que estaba trabajando, pues por algun extraño motivo solia trabajar mejor por la noche, cuando solo la luz de velas podian alumbrar el lugar.

Esa noche era diferente, parecia ser que nisiquiera el tétrico ambiente lo inspiraba a seguir trabajando, de su mente se habian escapado las imágenes, solo quedaban dos, aquellas dos que nunca lo dejaban solo, por las cuales habia dejado de creer. Salio de la habitación bajando las escaleras con lentitud, pues su galería estaba en el tercer piso, a su parecer se tenia una mejor visión del lugar de un punto alto, donde los rostros curiosos no se atrevieran a voltear por ser algo demasiado obvio.

Llego al empedrado, la neblina cubría su cuerpo, era como sentir el gélido aliento de un espectro en su cuello, con suaves dedos acariciando su cuerpo, creia que comenzaba a volverse loco, las ventanas de las casas se reflejadas en el suelo como cuadros luminosos lo alumbraban de ves en ves, pues las farolas si bien relucían en su lugar, no parecian hacer nada sobre su cuerpo, el cual seguia inmerso en la obscuridad "siendo devorando por un monstruo entre sus fauces", asi se imaginaba que se veia su rostro, como si dos puños apretaran sus sienes intentando hacer desaparecer su rostro.
Avanzo sobre el empedrado con aquel clap en el suelo a cada paso "que molesto" pensaba que cada escuchaba aquel sonido, se asimilaba a los aplausos que el nunca recibio y de los cuales estaba seguro no recibiría, le parecia ironico escuchar aquello en un simple andar, la suela al golpear el piso, tan afectado estaba por la soledad.

Se detuvo frente a una catedral, sus ojos color de miel se fijaron en la punta mas alta, la cual posiblemente alcanzaba los 6-7 metros. Por fuera era blanca, posiblemente echa de mármol o algun semejante, pues su blancura y brillo eran sorprendentes. Tenia acabados finos, con diminutos ángeles por aqui o algun santo con los brazos extendidos mas alla. No entro, mas dejo que sus curiosos ojos se asomaran al interior. Se veia la fila que cada hasta el altar, una alfombra verde adornaba el suelo, a los lados una decena de bancas de madera con flores en la parte baja que daba del lado del alfombrado. El suelo con figurillas que parecían ser curvas unidas, la primera con la segunda y con la siguiente. Las paredes tenian cuadros, los cuales narraban las historia de Cristo, el unico que alcanzo a observar fue en el cual, cargaba la cruz.

Rio por lo bajo, si Dios habia entregado a su propio hijo, no veia el porque le hubiera costado entregar a su madre y hermana ante un final tan desastroso. Las figurillas de algunos santos se alzaban por todos lados, estaba algunos con los brazos abiertos, otros sujetando objetos, una es especial le llamo la atención. Una mujer con vestido blanco y una especie de chal verde, con un niño en brazos y una serpiente bajo su talón. Se quedo observándola largo rato, pues aquel rostro le asemejaba al de su hermana, aquellos cabellos café ondulados, los ojos inocente y llenos de cariño, era aquella la imagen con que queria recordarla no el gesto de dolor que se habia fundido en sus pupilas.

Tenia la vista clavaba en aquella mujer y parecia pensar, recapacitar.

"nisiquiera su misericordiosa señora las quiso ayudar"

Se detuvo de golpe volteándole a ver con seriedad no creyendo que pudiese llegar a enojarse con nadie que dijese apreciar comprendiendo que lo que sentía no era mas que rabia contra si mismo y contra Eric, por no poder ayudarle por no poder hacer mas que estar a su lado para soportar su hombro ¿servia acaso eso en demasía?
-¿crees que no se eso?- le cuestiono quedando de frente a el, fijando sus ahora iris color de oro en aquellos obscuros del vampiro –se bien lo que podrían llegar a hacerme si me encuentran ¿crees que no conozco la clase de castigos y torturas a las que me someterían?- de tan solo imaginarlo el ser se le achicaba habia tantas formas la burla social era la que menos le preocupaba los mártires…eran aquellos los que le helaban las velas, sintió un escalofrió recorrerle desde la nuca hasta la parte baja de la espalda erizándole el vello.

-pero no soy yo quien podria volver al lugar...me preocupa que regreses y te encuentren...porque me preocupa perderte- le indico desviando la mirada asi de dificil era decir las cosas mas facil le resultaba demostrarlas aunque creeia que hasta el cansacio lo habia hecho ya le preocupaba si Eric le preocupaba ¿y? Aquello no significaba nada ¿o esque pretendia verlo como un amigo? Por que eso hacian los amigos ¿no? Se preocupaban por ellos y velaban por su mutua seguridad.
-no te pido que te quedes de brazos cruzados solo que tengas cuidados ¿y si te descubren? Se bien que podrías huir y escapar, irte pero entonces…entonces te tendrías que ir de Paris y no podría preocuparme mas por ti…me dejarías- murmuro sonaba tan egoísta si, por que ambos eran egoístas lo habia comprobado ya.

-si no puedes prometerme eso…si piensas volver para que un dia te atrapen quédate entonces aquí que solo regresare…porque no planeo quedarme esperando haber cuando por azares del destino y tus ansias de llevar acabo una venganza saldada hace tanto te obliguen a irte sin decir mas, no te digo que te quedes de brazos cruzados puedes asesinar tantos curas quieras y puedas…¿es acaso tan malo preocuparme por ti?- le cuestiono suspirando negando para seguidamente andar hacia el abrazándolo y besando su mejilla de aquella forma tan casta y delicada en que solo el sabia ser –lo lamento- murmuro sonriendo ácidamente girando sobre sus tobillos para seguir andando no podia obligarle a nada mas debía admitir tampoco soportaría perderle por algo que si bien comprendía no le parecía merecer del todo la pena ¿perderle por una venganza inconclusa? No lo perderia por no saber aguardar lo mejor.

[Perdón por la tardanza, quería una respuesta a la altura...]

Suspiré ampliamente después de pronunciar aquellas palabras, con un profundo cansancio mental que me obligó a cerrar los ojos un instante. La noche se me caía encima, pesada, como si el peso de todo el universo cayera sobre mis hombros. Aquel cúmulo de pensamientos contradictorios -unos, que me decían que me fuera, otros, que me pedían que continuase intentándolo- y mi mente, acababan con las pocas fuerzas que me quedaban. ¿Por qué no dejaba ya aquel intento de mostrarle mi cariño y aprecio? ¿Por qué no comprendía que jamás podría sentir sin que mi mente abatiese?
-¿Crees que no se eso?.- me espetó de pronto, colocándose frente a mí clavando sus dorados iris en los míos. –Sé bien lo que podrían llegar a hacerme si me encuentran ¿crees que no conozco la clase de castigos y torturas a las que me someterían?.- un escalofrío pareció recorrerle de solo imaginar qué clase de cosas podrían hacerle, ¿creía realmente que dejaría que le hicieran daño? ¿Creía que me quedaría de brazos cruzados si le capturaban? ¡Mataría a aquellos que le capturasen! Pero el miedo me superó una vez más, y no fuí capaz de hacer mucho más que entreabrir la boca en un amago por decir que quedó en eso, solo un triste y patético amago.
-Si no puedes prometerme eso…si piensas volver para que un dia te atrapen quédate entonces aquí que solo regresare…porque no planeo quedarme esperando haber cuando por azares del destino y tus ansias de llevar acabo una venganza saldada hace tanto te obliguen a irte sin decir mas, no te digo que te quedes de brazos cruzados puedes asesinar tantos curas quieras y puedas…¿es acaso tan malo preocuparme por ti?.- ¿qué?, murmuré parpadeando confuso, ¿se preocuaba él por mí? Pero...
Lo siguiente que hizo aún me confundió más, caminó hacia mí para abrazarme y besar mi mejilla como un niño haría con su padre, con aquella inocencia y castidad tan propia de los niños. Clavé mis ojos en los suyos cuando sus labios se posaron en mi mejilla, aquel extraño calor me invadió por un momento. ¿Era aquel el calor del afecto? ¡Qué demonios estaba pensando!
–Lo lamento.- continuó sonriendo ácidamente para luego girarse y continuar andando. ¿Qué lamentaba? ¿Qué debía lamentar él?
Observé como se alejaba unos segundos, colocándo una mano sobre mi mejilla, aún sintiendo aquel extraño calor. ¿Qué haces, bastardo? ¡Corre, vete ahora! Ya no tendrás más problemas
-No.- murmuré molesto negando con la cabeza.
No iba a dejar que se fuera, no así. Caminé hasta él con paso apresurado y tomé su brazo con suavidad para girarle.
-Yo sí que lo lamento.- murmuré antes de abrazarle con fuerza. Todo se calmó de repente, todos los sentimientos contradictorios, todas las dudas, las preguntas sin respuesta, se acallaron en aquel mismo instante. Suspiré ocultando por un segundo mi rostro en su cuello, dejando escapar mi frío aliento sobre éste.
¿Qué más podía decirle? ¿Que no dejaría que le pasase nada? ¿Que aquella preocupación era más que compartida? ¿Que en mi mente la idea de estar siempre a su lado para ayudarle se hacía cada vez más latente? Para qué, si debía comprenderlo ya con aquel abrazo.

La mano ajena se cernió sobre su brazo obligando a cesar su andar haciéndole girar con brusquedad para verle de frente toparse con aquel rostro impasible y esos ojos que mas parecían dos duras piedras secas y frias, dos piedrecillas que habían sido suplidas por algun bello diamante corroído por la suciedad y el tiempo ¿Por qué no habia antes caído en cuenta? De la verdad que en ellos se escondía.

Bordeo su espalda con sus brazos apretando los parpados con firmeza no permitiéndose formular ninguna duda que pudiese arruinar el momento porque ahora sabia que tenia alguien mas en quien confiar, alguien que no era su amante y por ende suponía habia conseguido una de las dos personas que la gente es esmeraba en encontrar y que mas sin embargo habia comprobado ya llegaban sin previo aviso.
Sentir aquella fría respiración en su cuello le hizo estremecer como la bruma parecía apoderarse aquella sensación de el, un vacio inexplicable que parecía comprimirle y moldearle a su parecer por que los acontecimiento formaban el carácter o lo entorpecían, lo doblaba y obstruían como el temor al ser y el amor a la razón –eres toda una contradicción- murmuro a su oído suspirando ampliamente mientras sentía su alma liberarse de aquellas garras que parecían no querer soltarlo, las dudas se disipaban no por ser contestadas sino por no querer ser razonadas ya.

Dudaba por primera vez si podia ser capaz de forjar una amistad ajena a cualquier mal, aun y pese a su carácter taciturno ¿era aquello verdad? No habia demostrado poder preocuparse por ellos sin llegar a ser egoísta aunque quizá el egoísmo era lo que le habia guiado a preocuparse por el o una sensación que le remontaba cuatro años atrás cuando en soledad habia decidido huir de Rumania a tierra de nadie donde no sabia como le recibirían y donde contradictorio a sus pensamientos resultaba tan decadente como su anterior hogar.

Ahora, ahora su hogar no era una casa, no era un habitación delimitaba por cuatro paredes ni una ciudad, no era siquiera un lugar, eran personas, cuerpos en movimientos, pensamientos en constante cambio, palabras pronunciadas al viento aquel par de brazos que le sujetaban habia encontrado su hogar y no llevaba por nombre ubicación.

-solo prométeme…que no te iras sin avisarme- le pidió soltándole con un esfuerzo descomunal, preguntandoce después de todo ¿Qué era la amistad?

Aquella extraña calma me invadió con fuerza, tanto que habría dejado caer mi cuerpo allí mismo. El agotamiento se hacía cada vez más presente, y que mi mente pudiera relajarse ayudaba a la idea de dejarme caer de una vez. ¿Por qué me negaba con todas mis fuerzas a rendirme?
Cuando Anuar respondió al abrazo, comprendí cual era la razón: me negaba a rendirme porque aquello sería fallarle. Sí, era justo aquello. ¿Desde cuando podían importarme tanto las palabras de alguien?
–Eres toda una contradicción.- murmuró su voz a mi oído, y no pude evitar reír con cierta ternura.
No era capaz de pensar nada, de hacerme más preguntas a las que nunca encontraba respuesta, me era imposible sentir nada más que aquel vacío, aquella necesidad de continuar con aquel abrazo unos segundos más, bien por la calma que sentía, bien porque por un momento me sentía menos solo.
-Solo prométeme…que no te iras sin avisarme.- pidió soltándome lentamente, logrando que volviera a sentir aquel vacío y la calma se fuera por unos instantes. ¿Desde cuando permitía yo el contacto físico? ¿Desde cuando me gustaban a mí los abrazos?
Negué con la cabeza riendo sin poder evitarlo. Me resultaba tan tierno que me pidiera aquello... ¿como iba a irme sin avisarle? ¿Como iba a dejarle después de todo lo que había hecho por mí en tan poco tiempo? No podía.
-No voy a irme... no tengo fuerzas para irme cuando tengo una razón que me ata al lugar.- bajé la mirada sintiéndome extrañamente avergonzado, ¿necesitaba decir que la razón por la que me quedaba era por él y por todo lo que había hecho por mí? -Además... si tuviera que irme, no lo haría sin despedirme de ti... no después de todo esto, creo que te lo debo.- murmuré alzando la mirada para toparme de nuevo con sus ojos. Acaricié de nuevo su cabello y usé las pocas fuerzas que me quedaban en una media sonrisa. -Muestrame pues donde vives, para saber donde tengo que acudir por si tuviera que irme....- bromeé guardando las manos en los bolsillos sin dejar de mirar sus dorados iris.
Qué extraño fue sentir que mi mente y sus malas palabras parecían haber desaparecido por un instante, quedándome en soledad con aquellas preguntas que jamás formularía, pues ya tenía la respuesta a cada una de ellas.

Entrecerró sus parpados cuando la mano ajena alboroto aquellas apacibles lenguas de fuego que parecían nunca estar de ánimos para rebozar en vida, bailar al son del viento con la melodía del ímpetu –no tienes que hacer nada porque lo debas…si no lo sientes no valdría la pena- aseguro suponiendo que verdad habia en ello por lo menos para el mil veces prefería recibir un no por respuesta que tener un si en sus manos y descubrir después que no habia sido un si por convicción sino por que debía ser un si o el remordimiento carcomería al otro, se sentiría entonces tan tonto, todo habría sido una falacia una que le habia gustado y al llegar al fin una parte de el se volveria mentira también.

Sonrio amargamente porque era de ese tipo de personas que no solian captar los chistes o bromas que los demás hacían, solia tomarlo como iba de una forma quizá demasiado literal, le costaba comprender estas cosas al igual que le costaba decirlas a los demás, como si su cuerpo y mente jamás se hubiesen adecuado a ellos no sabia si eran cosas que se enseñaban o no mas el jamás habia aprendido.

-claro- le indico por el bajo haciendo un ademan con la cabeza para proseguir con el camino, anduvieron calles abajo y calles a la izquierda, por zonas que no era recomendables cruzar en noches como aquellas debiendo tener cuidado de no ser asaltado por alguna banda de hombres pobres que conseguían su sustento robando a quienes recorrían aquellas calles sin precauciones.

Supuso que dos hombre son eran prospectos sobresalientes a los cuales hurtar, bien supuso dado que llegaron al edificio en el cual vivía sin ningún percance. Las paredes corroídas por los años aparentaban mas edad de la que realmente tenia, con los peldaños trozados y las puertas rechinantes –en este lugar…el tercer piso- le indico echando la nuca sobre la espalda para ver hacia arriba le gustaba alla, donde podia ver a la muchedumbre andar sin ser visto porque voltearlo a ver seria una descarada obviedad.

-puedes venir cuando quieras la puerta de mi piso jamás esta cerrada- asevero sonriendo de medio lado conteniendo el abrazarle nuevamente, apoyando su brazo encima de su hombro y apretándolo con suavidad para y sin decir mas nada entrar en el edificio y subir los peldaños con cuidado de no tirar alguno ante su nulo peso, debía dormir, pensar en lo ocurrido o preferiblemente no pensar en lo sucedido, dormir y ya si, dormir y ya.