Una oscuridad sangrienta [Privado]

Las calles nocturnas de París se habían convertido en un refugio para Novalie. Para la vampiresa, el tener que alimentarse suponía más que una tortura puesto que podía sentir el miedo y el dolor que la pobre víctima sentía en su propia piel ya que, hacía ya demasiado tiempo, ella había experimentado algo parecido, hasta quedar casi muerta en un maloliente callejón de la que fue su ciudad natal. Se mordió el labio inferior. Esa era la cruz con la que iba a tener que cargar toda su vida y, puesto que la eternidad era su aliada más valiosa, eso iba a ser mucho. Tomó aire, no porque lo necesitara, sino más bien como una vieja costumbre que todavía no había podido controlar y que la asaltaba cuando estaba nerviosa.

Sí, hacía ya cuatro siglos que se había convertido en una hija de la noche, era cierto, pero eso no significaba que se le hiciera más fácil el tener que alimentarse de sangre humana. Al principio intentó resistirse, pero los impulsos y la necesidad era demasiado grande como para poder contenerse. Poco a poco aprendió a controlarse, sobre todo gracias a la ayuda de su maestro y creador, pero el sentimiento de culpa que experimentaba después seguía presente en su día a día. O, mejor dicho, en su noche a noche. Era su maldición particular, el precio que tenía que pagar por no haber muerto esa noche como si fuera un juguete roto que alguien había desechado sin importarle nada más. A veces pensaba qué hubiera pasado si Kaspar no hubiera aparecido en su vida, si no hubiera llegado a tiempo...Tal vez no habría sobrevivido, es cierto, pero teniendo en cuenta lo infeliz que era...Volvió a morderse el labio inferior. Ahora tenía una nueva oportunidad, noche tras noche, año tras año, siglo tras siglo podía aportar su granito de arena a la hora de embellecer el mundo, aunque solo fuera para compensar el horror que ella misma ejercía con sus propias manos cuando necesitaba sangre.

Estaba envuelta en sus pensamientos cuando el ruido de unos tacones llamó su atención. Era extraño encontrar a alguien a esas horas de la noche, sobre todo si se trataba de una mujer. Y sola. Se giró lentamente y observó la silueta que comenzaba a dibujarse ante sus ojos, aproximándose a ella. No le costó mucho darse cuenta de que huía de algo. Pudo comprobar el miedo dibujado en sus ojos. Estaba segura de que ella misma habría tenido una mirada así si hubiera logrado escapar de aquel cazador...La muchacha le pidió ayuda y Novalie entreabrió los labios para decir algo, pero pronto le llegó el olor a sangre de la joven. Casi era como si la llamara. Había apurado mucho el tiempo para volver a saborear ese preciado líquido rojo, demasiado. La vena de su cuello parecía que palpitara con fuerza, tal vez por el medio o, tal vez, solo se trataban de imaginaciones de la vampiresa.

La chica se puso a su altura y comenzó a decir algo, mirando todo el rato hacia atrás, pero  ella no pudo decir nada más. Tan solo un lo siento se escapó de sus labios antes de acorralarla contra la pared y clavar sus colmillos en la piel de porcelana de su cuello. La muchacha quiso gritar, aterrada, pero la vampiresa le tapó la boca con una de su mano, mientras afianzaba el cuerpo de esa desconocida contra la pared de ladrillo de un edificio abandonado del callejón. Sin embargo, cuando se estaba alimentando, un ruido le alertó de que no estaban solas. Al menos no ya. Lentamente se giró, clavando la mirada en la oscuridad, comprobando el origen de ese ruido, mientras la sangre de la chica se deslizaba por sus labios, por su boca. Se limpió con la mano que, hasta ese momento, se encargaba de que la chica no gritara y esperó el devenir de los acontecimientos.

Novalie comenzó a beber de la muchacha. Durante los primeros segundos no pudo evitar sentirse mal, como siempre le pasaba cuando se alimentaba. Adoraba su eternidad, le permitía apreciar el arte siglo tras siglos, vivir en primera mano todos los cambios en los cánones y en las diversas escuelas, pero el precio a pagar era alto. Cuando era joven, los primeros años de ser convertida, no podía controlarse, pero el sentimiento de culpa que le quedaba después de sesgar una vida la atormentaba durante el día y la noche. Formaba parte de su naturaleza el acabar con la vida de alguien para poder seguir con la suya, pero la vampiresa había pasado por algo parecido. Había experimentado el dolor que se siente cuando alguien intenta acabar con tu vida. Y no solo se refería al dolor físico, que era descomunal, sino al psicológico. Todavía podía recordar el miedo que sintió esa noche. Los segundos se le hicieron horas, el tiempo parecía haberse detenido, aunque tal vez eso solo fuera el preludio de lo que le esperaba más tarde: la eternidad. Morder el frágil cuello de sus víctimas, oler su miedo, sentir su dolor...Sin embargo, cuando la sangre de la muchacha comenzó a inundar su boca dejó de pensar en todo eso, el animal que habitaba en su interior salió a la luz, el monstruo que controlaba sus impulsos cuando el hambre se hacía más que presente. Olió a un vampiro cerca, incluso la piel de la muchacha a la que estaba mordiendo desprendía ese olor tan característico, pero...No pudo evitar beber de ella.

Y el vampiro no tardó en aparecer. Novalie se separó de la muchacha y lo contempló de arriba abajo mientras se limpiaba los labios con la palma de su mano. Alzó una ceja y ladeó la cabeza mientras escuchaba a ese desconocido.-Podría tener razón, pero olvida algo muy importante. Se trata de una muchacha, no de ganado al que hay que supervisar-comentó. Sí, podía parecer una incongruencia ya que ella misma se había alimentado de la chica, bebiendo del cuello de porcelana de la criatura, hundiendo sus colmillos en esa piel blanca, ahora pintada por ríos de sangre que salía de la herida que la vampiresa le había hecho. Observó como la muchacha iba al encuentro de ese otro vampiro y ella sabía lo que eso significaba, aunque la chica lo desconocía: Su muerte. Novalie bebía de sus presas, era cierto, pero nunca hasta el punto de matarlas, al menos no en los últimos dos o tres siglos, había conseguido dejar esa faceta de su vida atrás con esfuerzo y con el sacrificio de no quedarse completamente saciada nunca. El vampiro que tenía delante no iba a hacer lo mismo, estaba segura de ello. Casi nadie de sus hermanos, de los hijos de la noche, dejaba vivas a sus presas, y dudaba mucho de que él fuera una de las excepciones, al igual que ella.-¿Piensa entregar a la muchacha como regalo?-preguntó, acercándose un poco más. -Lamento decirle que no voy a permitirlo-añadió, aunque no estaba segura de poder persuadir al vampiro. Normalmente no lo intentaba, pero ella dejaba a sus víctimas vivas y esa muchacha había sido una de ellas. No rompería la promesa que se había hecho a sí misma tiempo atrás.-Habla de regalo defectuoso...¿No piensa que este ya lo es? Se la veía tan frágil e indefensa...tan asustada, que no he podido evitar morderla yo misma, beber de su sangre- se quedó unos segundos en silencio, antes de continuar hablando.-Además...este sería un regalo demasiado fácil. No creo que le haya costado mucho atraparla. ¿Qué emoción tiene eso? ¿O qué dificultad? Ninguna, absolutamente ninguna.