Cóncavo y Convexo / libre

por **Antonio de Carvajal** Lun Nov 30, 2015 10:49 am

No cometerás actos impuros; y, no consentirás pensamientos ni deseos impuros.

Me presenté con una vestimenta casual. Para visitarle, no hacía falta alardear de mi posición. Generalmente terminábamos revolcándonos en su habitación, así que simplemente la ropa estaba de más ¿Por qué negarlo? ¿Para qué perder el tiempo en trivialidades aristocráticas? No tenía sentido para mí, aquella noche. Ahí dentro, tanto el rico como el pobre, buscaba las mismas cosas: Mujeres fáciles y voluptuosas para follar, de distintas categorías y precios. Si bien mi presencia no tenía otros fines más que hacer negocios, no despreciaría la compañía de una bella fémina que estuviera a la altura de mis expectativas. Antonio de Carvajal no se acostaba con cualquier mujerzuela, tan simple y llano como eso.

Se me hizo pasar al salón principal, desde donde la mayoría de las veces cerrábamos jugosos negocios e intercambiábamos fluidos, si se me permite tal expresión. "Ella" era una prostituta lo suficientemente inteligente, astuta y fogosa como para desperdiciar su talento. El fin justificaba los medios. Yo no le daría caza (no la denunciaría ante el alto prelado por cometer el pecado de la lujuria, haciendo a un lado mis prejuicios como inquisidor) a cambio de conseguir información confidencial, que sólo una mujer vestida en lencería, podía obtener sin llegar a utilizar métodos poco convencionales. El burdel era un hervidero de hombres y mujeres, que ante tal estado de excitación, eran susceptibles a soltar la lengua, revelando sus más bajos y oscuros secretos.

-En un momento estará con usted monsieur - Farfulló el anciano que hacía las veces de mayordomo, sirviendo una copa de whisky, mi bebida preferida por excelencia. Me conocía a la perfección, al menos una minúscula parte de mis gustos al paladar.

Tomé asiento en la barra, recargando los codos sobre la superficie lustrosa. Bebí un par de tragos a la espera de su llegada, que no tardó más allá de algunos minutos. El mordisco deliberado en mi oído, marcaría el encuentro.

-Te he dicho que nada de mordidas, gatita-.giré mi cuerpo para posar mi vista en ella. Dolía, dolía mucho reconocer que la mujer era una auténtica oda al pecado. Enfundada en ese vestido verde que ceñía perfectamente su cintura, no hacía más que confirmar cuánto la odiaba. La odiaba, peo también la deseaba.

-Hoy es el último domingo de cada mes. ¿Tienes algo para mí? - le atraje hacia a mí, sujetándole por la cintura-¿Qué secretos oscuros vas a revelar a Carvajal ésta noche, preciosa? - deposité un beso en su hombro. -Habla ahora o calla para siempre.- descaradamente posé mis manos sobre su perfecto trasero, estrujándolo.

por **Clodette Landman** Sáb Ene 30, 2016 4:35 pm

Saltaba por los tejados persiguiendo a un cuervo, este le había robado un anillo que ella había robado a una duquesa, tan gorda como glotona. Siempre se sacaba el anillo antes de comer, había aprovechado aquel momento para llevárselo huyendo de la fiesta por la ventana. Ahora aquel rubí danzaba y brillaba a lo alto de los tejados parisinos. Llevaba su vestido rojo arremangado para que no le estorbara al correr detrás del pajarraco. Nunca se imaginó que llegaría a correr así de rápido y la verdad es que era de lo más increíble. Pegó un salto y agarró el pájaro con las dos manos, este luchaba inútilmente contra la fuerza de la joven. Recuperó el anillo y lo soltó. - ¡Nunca robes a otro cuervo!.- le advirtió.

Dando saltitos siguió deambulando por los tejados. La noche era larga y buscaba alguna cosa con la que poder entretenerse, algo que robar o algo que beber. Su vida ahora trataba de eso y a medida que pasaban los años para saciar su necesidad de compañía o entretenimiento sus métodos de ocio se encaminaban cada vez más a lo inmoral.

Pasó por delante el burdel y se detuvo. No era la primera vez que pasaba por aquel sitio, ni siquiera sabía del cierto como funcionaba exactamente. Era de aquellos lugares de los que nadie habla pero que todos conocen, en los que nadie invierte pero que cada noche abren. La intriga y la nula percepción del miedo la llevaron a pensar en que quizás aquella noche podría ser la indicada para descubrir como era. Se le escapó una risita al imaginarse la cara que pondrían todos al ver a una menor con un vestido provocativo frecuentando por aquellos lugares. Quizá con un poco de suerte hasta podría beber algo.

Bajó hacía las calles y aprovechó el reflejo de un cristal para perfeccionar su maquillaje. Le encantaba el contraste del rojo en sus labios con el tono pálido de su piel. Siguió andando, al recordar que llevaba el vestido recogido, iba a bajárselo pero lo pensó mejor y lo dejó como estaba. Echó un vistazo a la entrada antes de aparecer, tres hombres estaban fuera, uno de ellos tan borracho que apenas podía mantenerse en pie. Los otros dos hablaban y reían demasiado arrimados a una chica. Clodette apareció haciendo más ruido con los tacones del necesario, andando de forma sensual e demasiado confiada. Los hombres se giraron irguiéndose nada más verla venir.

- ¿Te has perdido niña?- se escuchó la voz de la chica ya que los hombres fueron incapaces de articular ninguna palabra.
- Busco a alguien - mintió con una sonrisa para nada inocente.
- Aquí no hay nadie para ti.-
- Oh, ¿de verdad?- contestó fingiendo cara de desilusión mientras se arrimaba a uno de los hombres, pasando la mano por el cuello de su camisa.

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