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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Baldassare Donizetti Mar Dic 01, 2015 9:16 pm


“Never trust a demon. He has a hundred motives for anything he does... ninety-nine of them, at least, are malevolent.”
― Neil Gaiman, The Sandman, Vol. 1: Preludes and Nocturnes


Decir que estaba incómodo era quedarse corto. Últimamente había salido más de lo que lo había hecho en un par de cientos de años. Movido por la curiosidad e incluso la claustrofobia que  comenzaba a gobernarle el alma, pero eso no quería decir que, de pronto, se hubiera vuelto un ser social. Al contrario, parecía que cada vez que se topaba con la gente, reafirmaba su necesidad de estar solo. Era un ermitaño innato.

El sonido del fino cristal de las copas, chocando en brindis superfluos era casi tan ensordecedor como el cuarteto de cuerdas que amenizaba con esa moda austriaca llamada vals. A Baldassare le gustaba la composición primaria de ¾, pero esa noche, especialmente, no lo estaba disfrutando. Lamentó no haber llevado a Ionel, quizá él le hubiera ofrecido una conversación para distraerse. Uno a uno, los aristócratas se acercaron al misterioso joven de pálida piel; todos le decían más o menos lo mismo, lo mucho que les gustaba su obra y lo sorprendidos que estaban de saberlo tan mozo. Siempre guardando la compostura, a pesar de su aburrimiento, Baldassare contestaba encantador y educado, como un príncipe mirmidón.

Para un ser tan antiguo, resultaba relativamente sencillo identificar a otros como él. Pero ésta vez, su sorpresa fue máxima, no por encontrarse otro morador de la noche, era común que lo hiciera en galas de esa índole, sino por el poder que desprendía aquel. Oteó el lugar, buscándolo con disimulo, pero más de una vez, alguien lo interrumpió, de nuevo para hablarle de su obra y de su juventud.

Cuando se decidió a seguir buscando, quizá incluso moverse de lugar, se giró, y ahí estaba. Era altísimo y parecía el demonio. Baldassare sonrió ante la visión de aquel hombre; un hombre de verdad no el pobre chiquillo que él, de pronto, se sintió.

Monsieur… —hizo una ligera reverencia con la cabeza—. Justo a usted lo estaba buscando —y lo miró con ese par de ojos color cobalto, como si en aquella intensa mirada, forjada por siglos y milenios, tratara de enviarle otro mensaje: «eres la primera persona interesante que me topo esta noche, y algo me dice que el interés es mutuo».


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Miér Dic 09, 2015 6:20 pm

La llegada del Conde, es el fin de una gala y el comienzo de la vida encarnada en el infierno...


Las invitaciones ya se esperaban, una tras otra gala eran solamente una afición para el Conde, puesto que en esos vals un festín ha de encontrar. Era un juego beatífico donde siempre a su presa la hace caer sola, su mente magnifica era demasiado calculadora, y el placer se situaba en la negociación de vidas, o quizás algo más que poder; dolor, dulzura, agonía, ¡oh, sí! Lo sublime era deleitar las caras de la belleza. Y en sus ojos lo pide, no, exige.

Camina entre los demás caballeros y damiselas demasiado extravagantes, una que otra era de su atención, más por cómo enfocan la mirada a quien creen que será su presa, pero erradas estaban, y más por descuidar a sus acompañantes, por ello luego buscan la diversión en lugares que se prestan para escondite. Y era de esperarse, por el atuendo que viste: su smoking negro, y esos zapatos que su fineza resalta en el brillo de estos. Y vaya porte, la rectitud, la fiereza emana en la manera en la que camina, observando, detallando en sus iris el banquete, sobre todo del vino. Así, tomó una copa, quería acompañar a la melodía, regocijarse en la quemazón de la garganta y que el fondo le diera la tensión adecuada.

En el sorbido del licor, el cristal de la copa fue opacada con una presencia, era él, ¿Quién es?, si es él, su finura, la escultura de su templo. Parece que es el centro de atención, pero, le parece familiar, ¿Quién es? …Le estuvo observando, estudiando cada movimiento, con circunspección, una reserva en donde lentamente obtuvo las respuestas.

Opulento, como un fauve, una belleza entre las bestias, quieren devorarlo, pero, ¿Quién no lo haría? Es un arte, es él, es Vitus; La auténtica escultura. ¿Quién diría que lo encontraría en un baile? Agraciado, ver como es perseguido que parece un pequeño a sus ojos, un niño que trata de escapar de su propio castigo.

Camino, no iba tras él, más estuvo rodeando, disimulando la atención que le arrebató. El Conde esconde ciertos gustos hacia el arte, el piensa que todo es a base de este para llegar a una victoria, y en unos años pasados se encontró con la figura de Vitus, ya que este representaba el palacio de Dios, por su detallado como respuesta a una sentencia.

Y al percatarse que estaba acorralado, aprovechó el Conde para estar cara a cara con él. — Caballero —respondió a su reverencia, destruyendo ese sonido que liberó de su boca, controlando la evocación causada y aflorando la frialdad. —y, ¿En qué puedo servirle? —sostuvo esa mirada, intercambiando una sensación.

Poseía una ternura, y eso era un acto cruel. — No podrá escapar de la gente, si eso pretendía hacer.—Alzó la falange y entregó la copa al servidor. Reteniendo en el vibrar de la voz, el interés que tiene hacia él.

—No quiero ser atrevido, pero dígame, ¿Desea ir a otro lugar? De cierta manera no dejaran de cautivarlo.— Desviando la mirada para tomar otra copa, debía mezclar la sed en un sorbo más. —Caballero...—le hizo entrega de una copa, era solo vino, no cuestionó si era de su paladar, mas solo se limitó al ofrecimiento.

Y mantuvo la mirada fija en él, le renació el deseo de tocar esa belleza en la brillantez de la violencia. Más ¿De quién debía cuidarse, de ellos o del propio Conde? Viajo la idea por su mente, girándose, emprendiendo paso hacia un balcón. Sin antes murmurar el seudónimo para que le siguiera. — Vitus…

Prosiguió el paso, sin mirar más aquel rostro, era una noche donde el munié se ahogaba, fluyendo una infinidad de interrogativas acerca de él, ¿De quién fue ese arte? ¿En que se inspiraron para crearlo? Si así como su mirada refleja sombras, su mente este solitaria o sea solo un reflejo más.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Mar Dic 15, 2015 11:51 pm


“My sun sets to rise again.”
― Robert Browning


Cuando abrió la boca, Baldassare confirmó su expectativa. Contuvo un suspiro. Hace tanto, tanto que no se exaltaba así por una sencilla figura. Entornó la mirada, de pronto falto de palabras, cosa que a él no solía sucederle. No a sus años y con sus propias manías que lo convertían en un controlador patológico. Pero mantuvo la compostura porque era un maestro en ello. Con ese rostro impávido que recordaba las esculturas de los romanos que flanqueaban las puertas de sus templos.

En mucho —rompió el gesto de seriedad con una sonrisa. Pero el matiz era diferente. No era un gesto de felicidad o astucia, no era de malevolencia, era más bien cómplice—. Me puede ayudar en mucho —sentenció sin decir más. Sus palabras resultaron vagas, pero aquello parecía común en él, con los siglos a cuestas como una cruz inmerecida.

El hombre, del que todavía desconocía su nombre, supo interpretar perfectamente sus intenciones y no supo si sería por empatía, como ardid, simple casualidad o alguna otra potestad concedida debido a su naturaleza inmortal. Había mucho de los suyos que Baldassare aún desconocía, a pesar de sus años, culpa pues de su enclaustramiento voluntario. Recibió la copa, gustoso, como símbolo de algo, aunque en ese instante no supo el qué. Dio un sorbo breve, apreciando el sabor del vino. Estaban frente a frente y se miraban, y había algo, algo poderoso que se movía entre ambos, sin embargo, el intercambio resultaba ajeno para el resto de la concurrencia.

Y si fue a responder algo, fue innecesario, el hombre tomó la iniciativa y cuando le daba la espalda… ese nombre.

«Vitus» restalló en sus oídos como un trueno que cruza un cielo nublado que augura tormenta. La palabra hizo eco en su mente y en su maltrecha memoria. El primer nombre que conoció: vida. Cato se lo había dado porque era un milagro que no hubiera perecido debido al estado en que lo encontró. Y ahora esa palabra, antigua, cargada de mil nuevos significados, regresaba a él como los restos de un naufragio son arrastrado a la playa por la marea. Se quedó un instante petrificado.

Una mujer se acercó a él para intentar hablarle como todos lo habían abordado antes. Musitó una torpe disculpa y siguió al otro hasta un balcón. Cuando finalmente estuvo fuera, la música sonó lejana, como si perteneciera más bien a un sueño. Aguardó un instante antes de abrir la boca, aún aturdido.

Al parecer me conoce mejor de lo que yo a usted. ¿Puedo saber su nombre? —Tuvo la necesidad de ello. A veces no hacía falta conocer el nombre de la otra persona para tener una conversación significativa, pero ahora lo sintió necesario, pues él sabía el suyo… el primero, el que se sentía más verdadero. Se sintió despojado de algo valioso, pero también, libre.


Última edición por Baldassare Donizetti el Dom Ene 24, 2016 1:23 am, editado 1 vez


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Vie Ene 15, 2016 4:31 pm

Interesante, muy interesante, ¿Cómo podría el Conde ayudar? Realmente era algo peligroso, ya que no tiene buenas intenciones, y su mirada se lo advertía. Pues el arte es traicionero, tiende a codiciar, palpar y sobre todo embelesar. Un talento que se debía alabar por a aquel que empleó sus vehementes manos junto con la mentalidad para transformar esa atracción en un bulto firme donde jamás se perderá el espejismo del escultor.

Tomando ventaja, preservó la realidad de lo que representaban sus palabras, caminando, sin dejar que sus pisadas fueran pesadas, más bien como un fantasma prefería en ese instante, ya que no quería ser interrumpido. Más no era posible. Y por ende, era cauteloso. El balcón escondía a sus alrededores sombras, misteriosas presencias que no lograban ser descubiertas por los humanos, o quizás solo por aquellos que temen a la naturaleza que se forja en lo oscuro, eso era un pasaje silencioso y a su vez escéptico. Sin embargo para el Conde era una línea donde no existe un final, avanzaba y avanzaba, fastidiado por lo mismo.

De manera que había centrado su vista, esperando a Vitus, no tardó demasiado puesto que su voz resonó, desterrando el murmullo de la música. Girando, apoya los codos en la barda, enfocando la atención en su figura. —Quizás, aunque no por mi interés, se deje engañar por las palabras. —Observaba, sus pupilas se descaraban para examinar hasta la mínima curva, buscando una imperfección en su rostro, en el semblante que obsequiaba su acompañante.

Bien decían que una obra de arte tiene un significado dependiendo la época. — Leí, observe y toque una escultura muy sugerente en años pasados, y que al verlo a usted, me atrajo esa remembranza, creciendo el deseo por palpar de nueva cuenta. —Inmóvil perpetró en lo que se expresaba, evocando la escultura a una semejanza viviente.

—Escuché que un escultor ansiaba dar vida a una piedra, que aquellos amantes del arte no percibieran una firmeza, ni que creyeran que era un simple retrato. Sino, deleitaran a través de esta unas entrañas, venas recorriendo esa frialdad, que lo mortecino recobrara la vida y siguieran el camino entre los detalles específicos, ya que aquel mármol se vislumbrara como una perfecta piel hermosa, con el vigor en su nombre.

Terminó, aunque no fue la totalidad de lo que recitaba, humedeciendo su garganta con un sorbo más, el licor era un manjar espléndido. — Soy un Rosenthal, Bertok Rosenthal, un murmullo del odio…

Musito con cierta ironía y befa lo último, ya que eso se quedo gravado en su historia. Sin exponer su título, para ver si era conocido o no.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Lun Ene 25, 2016 10:33 pm


“When we are tired, we are attacked by ideas we conquered long ago.”
― Friedrich Nietzsche


Se quedó muy quieto, escuchando y observando con detenimiento. Había visto muchas cosas con el pasar de las eras que avanzaban rampantes sobre todos, menos sobre él, pero jamás, a sus milenios, había visto a alguien como su interlocutor. No era sólo el físico, esa belleza ruda que exudaba reciedumbre y elegancia por igual, sino también sus ojos, sus modos, todo él era peculiar en el más mínimo de los detalles y en el máximo de las generalidades. Baldassare sintió una tremenda necesidad de su compañía, de saber más, aunque en el fondo, presentía que aquel hombre era peligroso. Y que, no importaba cuán intrigante resultara, no habría cosa que le dijera, que él no supiera ya.

Sólo hasta que volvió a hablar, Baldassare avanzó un par de pasos y se detuvo una vez más. Sacó el pecho y levantó el mentón como si estuviera esperando una sentencia de muerte con dignidad. Entendió de lo que el otro hablaba. Entendió y se sintió extraño. Pocas veces se había topado con otros inmortales que le dijeran tales cosas: que les recordaba una obra que habían visto antes. Sabía que no era imposible, pero las probabilidades de un encuentro así se hacían menos si se consideraba tiempo y espacio.

Tragó grueso, sin moverse, como para hacerle más segura la noción de aquella escultura que había visto en el pasado. Tan sólo entrecerró los ojos tan pronto continuó hablando.

Pigmalión —murmuró de la nada, muy quedo. Su voz por debajo de las capas de música amortiguada que venía del interior del salón. Usualmente era Baldassare quien tenía el control de la situación, pero también, normalmente no se topaba con personajes tan apabullantes como el que tenía enfrente—. ¿Conoce el mito de Pigmalión? —Entonces pudo completar. Así sonó y lució más como el que siempre era. Seguro y dominante, pero también sutilmente desinteresado de su alrededor. Porque el mundo debía buscar su atención y no viceversa.

Ah, ya veo… —continuó—, he escuchado de su estirpe, y de su odio —por no decir de sus heridas. Se acercó más y se recargó en el bajo muro que hacía el trabajo de baranda. Lo hizo con ambas manos sobre el canto, inclinando el cuerpo al frente. Un segundo miró la oscuridad que se extendía más allá de ese límite y al otro, regresó sus ojos cerúleos a los ajenos, que no desmerecían en azul—. Conde, si no me han informado mal —tenía gente que se encargaba de llevarle todas las noticias del mundo exterior y sin duda el ascenso y descenso de una familia tan poderosa, era noticia digna de ser escuchada.

No sabía que uno de los suyos era… era como yo, ya sabe… que el tiempo nos es insignificante —al fin esbozó una sonrisa. Fue un gesto inteligente y discreto. Perspicaz, que no sólo sumaba a sus palabras, sino que por sí mismo era un mensaje nuevo—. Tengo muchas preguntas que hacerle y espero no se sienta abrumado —continuó. Dentro, supo lo que aquello era, porque él rara vez formulaba preguntas, usualmente era el poseedor de las respuestas. Y que por una vez, los papeles que cambiaran, le sentaba bien, creyó.

Pero comencemos por lo importante, ¿recuerda dónde es que vio esa reproducción mía marmórea? Tiendo a buscar las obras que se hicieron a mi imagen y semejanza, sólo para medir los estragos del tiempo. No en mi físico, es obvio que ese no cambia, sino sobre lo que hay dentro. Quizá en esas efigies mi expresión es plana, pero para mí desgracia, tengo muy buena memoria y tan solo volver a verlas, recuerdo qué estaba pensando en el momento que posé —habló con aplomo, como era él, si bien seguían sintiéndose intimidado, sabía que uno sólo es valiente cuando más miedo se tiene.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Miér Mar 23, 2016 11:10 pm

Si vieran al Conde, dirían que es una víctima del más frenesí arte, pues se declara culpable de no contener el deleite, del saber cultural que domina, de una apreciación ambigua y que su carácter dependían de las habilidades. Y ahí, desnuda su fetichismo por la belleza. Sin embargo, el calabozo que representan sus ojos, se mantienen encerrados en un arte bizarro; donde la fragilidad se endurece, caravanas de sangre y sombras ilustres que de una energía inexplicable se mueven.

Así es como mira al joven, asintiendo a su cuestión, ya que no debía faltar la escultura en este suceso. —En efecto, lo conozco, aquel que diga que es un amante del arte y no sepa de Pigmalión, no sabe entonces de belleza. —mencionó, destacándose en sus gustos, en la atracción ejercida de él. — Así es como luce, una estatua viviente. Me pregunto si solo será un mito, ya que en tiempos remotos descubrí que todo es posible, o usted, ¿Qué piensa? …

Y entre esa penumbra y el aire, se plasmó, no había nada comparado con su ser, ni ese paraje se asemejaba a su interior. Siendo el odio mismo el que reine en sus pupilas, pero no aquel odio que destruye, sino el que te lastima para fortalecerse. Como la piedra que acariciaban sus manos, el material del que estaba forjada la barda. Pasando a sus oídos, los líos de su linaje. — Y al parecer los rumores son ciertos, al igual que debería felicitar a su informante, pero si es que ha logrado descifrar mi historia. — expuso, a sabiendas que eso era imposible, no se sabía de la existencia de su hermano, aquel que de un perro lo mantiene, a causa de su maldición.

—Como bien sabe, nacemos puros y sin marcas, tal cual un papel en blanco, esperando ser marcados. Con el tiempo aprendemos y pintamos en nuestra vida los sucesos que perduran, así como un mal trazo con un lápiz que quedará en el papel así intentes borrarlo, pero al final son los trazos los que crean la historia, así como la inmortalidad que te hace ser una obra de arte para la vida. No dude en preguntar, y no se preocupe por mí, responderé a la medida que cuestione. — Y el celeste en esos ojos se reposo, directo y firme, siguiendo el pergamino de su finura y el recuerdo de una pasada.

Sus memorias siempre estaban presentes, y más aquellas que estaban a favor del interés. Por lo que se recargo, cruzando los brazos, en una postura pensante. — Me encontraba en el dominio de los romanos, por la llegada de las subastas, no soy de aquellos que mal pagan el arte, pero debía acudir por dicha pintura que temía que la mal vendieran, en ese entonces habían sido tiempos de guerras, la economía del país había sufrido un fuerte cambio que no solo las obras las regatearon, todo aquello de valor sacaron. Y ahí encontré aquella imagen en uno de los pasillos de la galería, recuerdo bien que todos preguntaban por el escultor, más esta no estaba a la venta, realmente no sabía su historia, era desconocida, me llamó la atención que solo el nombre de esta se conocía. “Vitus”... leí acerca de estatuas, monumentos recién forjados, hasta ambigüedades. Me había interesado demasiado en buscar aquel que lo creo, mas fue inútil. Era muy extraño por lo que recuerdo bien ese momento. No estaba seguro que fuese usted, hasta que su estado me lo confirmó al nombrarlo.

Echó la cabeza un poco hacia atrás, mirando la fachada del cielo, eran inusuales esos encuentros, algo sorprendente de creer, más posibilidades siempre existían. — Entonces, si pregunto, ¿En qué pensaba cuando lo hizo? ¿No lo recordaría sin ver la escultura?...

Y así como fue pronunciado, la oleada del ciento se lo llevó.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Lun Abr 18, 2016 1:23 am


“Art attracts us only by what it reveals of our most secret self.”
— Jean-Luc Godard


Como la primera pincelada que se da al enfrentarse al lienzo blanco, de ese mismo modo una sonrisa cruzó el rostro de Baldassare. Ese mismo que cuando Cato lo tomó bajo su protección, fue considerado el estándar de perfección en la naciente república romana. Reproducido ad nauseam a lo largo y ancho de la nación. Un gesto raudo y seguro, que sólo confirmaba las sospechas y alimentaban el ego, dejándole claro lo que ya sabía, que él rara vez se equivocaba. Pero aunque el ademán surgiera de la más pura auto complacencia, lograba ser encantador.

Eso creen algunos filósofos. Que el hombre nace puro y es el tiempo el que se encarga de corromperlo. Otros, en cambio, creen que llegar a ser bueno es uno de las ambiciones de la vida; que el hombre es malo por naturaleza y que con el tiempo y la dedicación necesaria, se puede llegar a ser mejor persona —se encogió de un hombro—. Hace mucho que yo estoy más allá de esos conceptos. A mi edad, llegan a parecer fútiles en el gran orden de las cosas —añadió a la conversación con cierto desapego casi indiferente.

Abrió la boca, sin embargo, calló. Con lujo de detalle, el conde contó dónde se había topado con su efigie y Baldassare se quedó muy atento. Sus ojos se poblaron con el tinte de la melancolía. Como si pudiera agregarle azul a lo que simplemente ya no puede serlo más. Relajó la expresión y desvió la mirada, como si su propia debilidad, la de recordar, la de saber que alguna vez fue humano, como todo vampiro, le avergonzara. Carraspeó.

Ya veo. La guerra siempre resulta un verdugo para el arte —fue lo primero que dijo, chasqueando la lengua. Sin embargo, supo que no podía darle más vueltas y debía enfrentar la realidad como era, desnuda y brutal—. Si fue como ha descrito, si el nombre de Vitus estaba al pie, seguramente fue obra del propio hombre, un vampiro también, que me enseñó el mundo del arte. Cato era un respetado escultor en la época de los césares, él me dio ese nombre, que significa vida. Si hubiera sido alguien más, seguramente me hubiera usado como base para representar a Apolo o a Mercurio, pero no Cato, él era el único con derecho a esculpirme a mí, a la persona, no al ideal —habló con voz suave—. ¿Qué pensaba? Adivino que era muy joven cuando esculpió esa reproducción mía, así que seguramente tenía miedo. Miedo del futuro. Y ahora estoy en él, ahora puedo ver que no es tan terrible —alzó el rostro al firmamento.

Conde Rosenthal, su historia está ahí para los que quieren saber. En los campos de batalla. Así como la mía, que se encuentra en esculturas de esplendores pasados. Sólo basta saber observar, para poder notarlo —buscó la mirada ajena y sonrió de lado—. ¿No lo cree? En este mundo no existen secretos, sólo existe gente que no quiere conocerlos. Ya bien lo dijo usted, todo es posible y yo, con estos dones y esta condena, no puedo ser tan cínico como para negarlo —terminó con una risa muy queda, que quedó atrapada detrás de un par de labios cerrados.

Soltó el aire contenido en sus pulmones; el ejercicio resultaba más un reflejo que una necesidad. El vaho emanó de su boca, como un dragón que del hocico echa lumbre.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Dom Mayo 15, 2016 2:24 pm

En ese instante, junto a Baldassare podría imaginarse una era pasada, donde habían sido silenciados por la muerte solemne, por el estar filosofando, por el compartir de la sabiduría de lo desconocido, y lo desconocido para ellos, para la sociedad, para las jerarquías patronímicas y los señores de la iglesia, era el pecado.

Era prohibido contradecir lo estipulado, a uno lo veían como a un traidor. Uno que se presumía que destruirá la raza humana, y en ese entonces todo era escondido. A pesar de los años transcurridos, algunas cosas pudieron seguir avanzando, otras se desvanecieron, pero siempre continuaría la ignorancia para un bienestar común. ¿Qué ironía? El avanza continua pero temen a este. Y otros, creen ser ya el futuro…

Tan pensador el Conde, en su mente se plasmó una idea grotesca, siempre derivado de lo bélico. Tan perfecto como su apariencia refleja. Tanto, como su mirada se enfoca en Vitus. Detallando su seudónimo con grandeza. Pero, ¿De qué le serviría? Un arte con vida, solo pasaba a ser historia. ¿y la historia? Pronto sería restaurada y olvidada por quienes la recordaban.

De ese modo, estando en lo cierto, en la plena verdad, sus palabras fueron empleadas basando en lo susodicho. —Cato…

Sorprendente, magnifico, esplendido escuchar del pasado de los Césares, se sentía cómodo, interesado, compartiendo el mismo pensar junto a él. Junto a Vitus. Deseando más, ambicionando un mármol para sus colecciones...— Es sorprendente el poder encontrar una mente como la suya. Tantos años y sin poder compartir estas palabras.

Miraba y aún no podía discernir que era como él, un vampiro aún con la idea de que hablaba con la escultura y no con la auténtica figura.— Me ha despertado el hambre de saber más acerca de usted, el ver lo que refleja en su futuro, y si teme a lo inesperado, ¿Quien fue usted en esa época? El esculpir alguien, es un lazo muy íntimo que se genera, por lo mismo que en el acto se plasma las evocaciones. Entonces, ¿Qué relación tenía usted con aquel, quien lo esculpió?... Son demasiadas incógnitas, tanto que bien dicen que es una horrible sensación del conocer, porque quieres más y nunca estás satisfecho.

Se fue un sonido corto de su garganta, aclarando esta por su sed, resurgiendo murmullos, pasos prolongados hacia ellos, advirtiendo que pronto estarían en compañía. Y que el ambiente estaba a su favor.

—Hablamos de un arte viviente, pero ahora, si hubiera la posibilidad de que lo volvieran a esculpir, pero esta vez que no sea vida lo que plasme, sino todo lo contrario, la muerte, ¿Acudiría a su causa? ¿Y porque?

Con ello, en sus irises se reflejó un deseo, a él admirarlo en esa magnitud; ¿Cómo es que será? Si de vida lo conquistó, ¿En muerte será mejor?


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Mensaje por Baldassare Donizetti Lun Jul 11, 2016 9:20 pm


“All great art is a form of complaint.”
— John Cage


En todos sus años, que no eran pocos, Baldassare había batallado con monstruos muy grandes y demasiado abstractos como para si quiera comenzar a describirlos. Mismos con los que, con el tiempo, había aprendido a convivir. Uno de ellos era la reticencia marcada que tenía a hablar con otras personas de temas que creyera en exceso personales; eso era lo que guardaba con más celo. Le habían arrebatado su vida mortal, debía cuidar la inmortal con todo lo que tuviera.

Entonces el conde Rosenthal se presentaba ante él, palatino e imponente, y no le costaba trabajo hablar. Si bien no contar su vida entera, sí pintar escenas más detalladas a lo que estaba acostumbrado. Había algo en esa elegante maldad que desprendía el hombre que abría mucho a Baldassare. Tocaba alguna especie de fibra dentro de él.

Ese es el apetito más voraz. Y el peor, si no se sacia a tiempo —sonrió de lado. Entendía muy bien de eso. Después de todo, en parte era lo que lo había mantenido cuerdo y existiendo durante todo este tiempo. No obstante, cambió su semblante conforme su acompañante siguió hablando.

Tensó la mandíbula y abrió ligeramente más los ojos que como zafiros brillaban, como si se trataran del corazón del océano, y como éste, los eones se hubieran instalado en sus irises. No respondió porque no tenía una respuesta, ¿quién había sido en vida? Le hubiera gustado saber, si en ese instante se lo hubieran dicho, lo habría gritado a los cuatro vientos, sintiéndose completo por una vez. Pero no era así, la posibilidad era una ilusión; y él era incapaz de materializarla.

Negó con la cabeza, sólo eso. Un movimiento ligero, corto, fugaz.

No lo sé. Tendría que saber primero quien quiere plasmarme, ¿no? —Al fin continuó y sonó algo irónico. Estaba en ese punto en el que creía que el único artista capaz de hacerlo bien, era él mismo—. Lo permitiría, sería un ejercicio interesante, el yo de entonces y el yo de ahora —esa fue la parte más seria de su respuesta.

Giró el cuerpo de modo que quedó de frente a Rosenthal. Su expresión era enigmática, como si estuviera a punto de declarar algo terrible, o enfrentarse a su peor miedo. Suspiró.

La verdad es que no sé quién fui en mi vida mortal. ¿Un rey o un mendigo? ¿Tuve familia? ¿Era alguien noble y honrado o un terrible ser humano? No lo sé, y resulta frustrante. No sobreviví al shock de ser transformado sin secuelas. Estas son las mías, la falta de recuerdos —desvió la mirada—, y es un precio muy alto.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Jue Jul 14, 2016 8:08 pm

—No, más si alguien me preguntara, me gustaría saber, con qué motivo me quieren plasmar en piedra. — No le tomaba importancia a lo irónico que pudiese sonar su acompañante. La historia se ha encargado de instruirlo correctamente. Quizás no por la experiencia, pero en los libros, en su conocimiento sí. — He aprendido, que no importa la persona, sino las intenciones que se tienen. Ya que, ¿Que ganaría con saberlo? Si del más pobre y jamás conocido, por su escultura enriqueció, y ahora es famoso. Entonces, para mí, es primero el motivo, y después, quién. —Había interferido, antes de que continuara con una especie de confesión.

Nunca antes en las épocas en las que había leído, se había encontrado con alguien que le dificultara hablar de la existencia, el compartir remembranzas de los sucesos conmemorativos de cada uno. Más que ofensa, el arrebatarle la vida, porque eso eran los recuerdos. Ahora comprendía todo. Y lo supo, cuando de esas irises azuladas capturó con la umbra del infierno que representaban las propias.

— Así es que, en realidad obtuviste vida cuando te plasmaron en piedra. —
Exteriorizo un gesto, era una admiración para quien lo haya detallado. — Tu vida, es un secreto. Quizás por ello es que Cato decidió transmitirte su protección. ¿Y cómo? Reflejando lo que han vivido para que no se te olvide, para que no te arrebaten tus memorias de esos tiempos. Te estaba protegiendo, ¿De qué? Eso es algo que te corresponderá resolver. Quizás él encontró las respuestas a tu pérdida de memoria, y por ello. Te dejo este recuerdo.

Y por primera vez, le interesó interpretar el proceso que ejecuta el escultor en él. — Por lo que he llegado a comprender, has vivido más de lo que hubiese sido en mortal, sucesos impresionantes que han surgidos en tu extensa existencia, que ahora, ¿Lo consideras condena, aquello que no sabes?

Medito, con la sensación de un animal que se aferraba a su deparó. — A veces es mejor no saber lo que se oculta, pero si eso te hace ser desdichado. Hay una manera precisa de devolverte tus remembranzas. Si es que estas dispuesto a pagar por ello. Y no malinterpretes, no soy yo quien pide algo a cambio, sino, a ti mismo. Y por mi 100 años en la inmortalidad, el pasado atrae muchas desgracias. Y dímelo a mí, que ahora, solo vivo de venganza

Jugar con la memoria era un arma de cuidar, nunca se sabe las trampas que conlleva. Y por su sabiduría, él tenía la manera, a alguien que conoce, sabe cómo desnudar la mente.

Y antes de que finalizara, una hermosa mujer se acercó. Tiempo antes había escuchado sus pisadas, y pudo capturar su perfume, sin dejar a un lado a su sublime latir. Su linfa era muy dulce, le provocaba la sed, más, para el Conde, el alimentarse le era una intimidad prohibida para los demás. Por lo que solo se limitó a desviar el rostro, capturando las esencias que desprendía el aire en esa ocasión. En lo que cavilaba Vitus.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Mar Sep 06, 2016 9:17 pm


“When I say to the Moment flying;
'Linger a while -- thou art so fair!'
Then bind me in thy bonds undying,
And my final ruin I will bear!”
― Johann Wolfgang von Goethe, Faust


Las palabras que recibió lo atravesaron como espadas. ¿Acaso Rosenthal sabía algo más? No, concluyó que simplemente era observador y certero. Debía ser un enemigo temible, también pensó. Ni él, con sus años, había logrado ponerlo en palabras tan diáfanas. Su tragedia y su olvido, al fin bajados del Monte Olimpo al mundo terrenal por ese hombre que de mundano no tenía nada. Forjado por el fuego de Vulcano más bien le pareció. Lo miró estrechando los ojos, como si lo estudiara, como si tratara de descubrir algún truco secreto. Pero no había tal.

Tuvo que desviar la vista cuando su acompañante continuó hablando. Baldassare se jactaba de tener siempre las cosas bajo control, por eso, en parte, se había vuelto un ermitaño, era más sencillo de ese modo, sin embargo, esa noche, todo había escapado de sus manos como aves. Tuvo que admirarle esa capacidad al conde. No lo conocía, no lo suficiente, pero adivinó que sería un hombre así, para todo: siempre al mando. Más como rey.

La propuesta lo tomó con la guardia baja. Era tentador, toda su vida había querido descubrir quién había sido, pero ahora que tenía el contrato frente a él, sólo para firmarlo al pie, no supo qué hacer. Una mujer se acercó y eso sirvió de distracción. La observó por el rabillo del ojo, muy hermosa, pero lo que más captó su atención fue el rictus de Bertok. Eran ambos de la misma especie, entendió de dónde vino ese cambio de semblante, aunque mínimo, fue evidente para él.

Se giró por completo en dirección a la dama y le sonrió. Su rostro, de ángulos perfectos, era un arma, cuando quería. No en vano los escultores de la antigua Roma lo habían solicitado tanto para modelar. La mujer entonces vio a los caballeros y pareció indecisa.

Si quiere ir tras ella, no lo culparía conde —habló quedo, para no ser escuchado por la intrusa. No ahondo en bajo que circunstancias. Para seducirla o para alimentarse. No era de su incumbencia, en todo caso—. Me queda claro que es un imán para las personas —continuó, sin mirarlo y evadiendo a propósito el tema que habían estado discutiendo antes de la llegada de la fémina.

Y lo dijo así. «Para las personas», pues había algo animal, salvaje, hipnótico en su acompañante que no pasaría desapercibido para nadie, sin importar su sexo. Era una belleza cruel, rotunda y a Baldassare le gustaba. No despegó los ojos de la chica, y ella tal vez comenzaría a creer que ambos hombres eran un par de dementes, pues no se acercaban, ni la ignoraban deliberadamente.

Ahora le hago yo a usted una pregunta. Está en todo su derecho de decir que no. ¿Me ayudaría algún día… mejor dicho, alguna noche, posando para mí? Últimamente he pintado más de lo que he esculpido, y creo que sería una gran forma de retomarlo —y por últimamente se refería a un par de siglos. Lanzó la invitación de manera casual, pero la verdad era más, grande: quería ese violento esplendor para él, para guardarlo, para inmortalizarlo más allá de la propia eternidad de su dueño. Al fin giró el rostro. Rosenthal era más alto, así que tuvo que levantarlo ligeramente. Le sonreía con misterio, como si todavía estuviera pensando en su propuesta.

Regresar a los sitios donde has sido feliz es un gran error.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Vie Sep 16, 2016 10:52 pm

Dos grandes bestias; tan hermosas y tan elegantes, una posada al averno y la otra hacia el cielo. Como en una mazmorra de bestias, donde comienzan a provocarlas entre estas con su hambre, con sus propios deseos, con el llamado de la sangre, de la vida, y de la belleza. Una mujer entre estas dos. Si, el Conde la deleita, le engalana su dulzura, la fragilidad que demuestra, una musa digna de ser del cáliz de su banquete, más se reserva. Deja que el perfume se propague en sus entrañas, por desgracia de Vitus, su memoria era perfecta por lo que si dejaba ciertos temas a tratar eran porque no eran respondidas sus inquietudes, y por ende eran motivo del silencio. En esta ocasión no iba a violar las mentes, ni descifrar más allá de lo que se ha dicho, poco a poco tenía la sensación que lo obtendría. Era atrayente el descifrar remembranzas, ya que las sensaciones que ocasiona esta, son una exquisitez que superan las armas que emplea para sacar provecho de ello. Así que con exactitud, ya veía a Vitus, palpando su escultura de piedra, para hacer el mito verdadero de darle vida, al apreciar como sus venas renacen y por ellas la sangre recorre, para probar de ellas. Eso era no más que su oportunidad de obtener una joya para su colección de arte.

— ¿Ha sido notorio? .—Con una flema reservada a la prerrogativa aclara, dirigiendo la mirada hacia la dama con respeto, y con una mesura, ejecutando una venia. — Si usted lo desea, puede ser suya. — Mientras la venia se realizaba sus labios murmuraron, siendo un secreto entre Vitus y el Conde. No iba a dejar que sus deseos dominaran, era para él muestra de debilidad si accedía, era primero su decisión y después el deseo. No sobrepasará sus propias reglas. Por lo que no sería una molestia si su acompañante la tomara. Venía siendo todo lo contrario, su morbosidad afloro, le interesaba cómo es que se alimentaba. Más solo una palabra le distrajo, lo que le hicieron volver la mirada hacia con quien conversaba. — Debe de haber perdido fuerza el imán, o sino, ya estarían muy cerca de lo que se encuentran. — No era befa, ni ironía, era un sobresaliente comentario, por él y después por la dama.

Pero, ¿Cuándo dejará de ser un enigma esa mente, ese templo, esa boca...? Lo estaba escuchando, y ante esas irises azuladas, él tomó como suyas en ese momento, sostuvo esa mirada, siguiendo las curvas de su sonrisa. —Y aún mi aclaración tiene que ver con inquietudes pasadas…Me gustaría saber, ¿con qué motivo me quiere plasmar en piedra? — Si la mujer no terminaba por acercarse, estaría perdiendo la inclinación del Conde, pues lo que reino fue esa propuesta, ya que sus razones quizás, solo quizás eran distintas a las de Vitus. Porque no es igual la manera en la que describe el motivo un escultor al que va a ser la escultura. —Me causa demasiadas intrigas, que por más que veo, no encuentro respuestas…— Era que resurge las cenizas de un mundo destrozado para dominarlo, sometiendo a la humanidad a un poder y  adueñarse de miles de personas, eso le expresa el solo mirar a Vitus, el encarcelar las vidas, arrebatarlas, el porqué, eso quería encontrar. Su pasado, el presente y el futuro ya lo veían en esas pupilas. ¡Malditas y benignas pupilas!

La mujer ya decidida avanzo hacia ellos, se percató que si no usaba su encanto, no serviría de nada su presencia, que caminando, freno al Conde de querer penetrar esos ojos,  este con subterfugio, tomo la copa de la damisela—que bien su pureza era su perfume— la deja posar sobre la base de piedra, no servían vacías, y paso por su mente el llenarlas de su sangre. Un acto pérfido para ya su auto control. —Atienda a la dama, que bien ha aguardado esta velada por solo verlo a usted, en cuanto a lo demás, lo estaré esperando, no crea que lo dejare tranquilo…— Eran claras las intenciones de la mujer, pero eran innecesarias para el Conde, por lo que fue más un obsequio. Que opto girarse, para ir por otra copa, en ese sentido los sirvientes no realizaban una buena asistencia. O quizás termine en otro balcón.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Mar Nov 22, 2016 9:43 pm


“Where got she her sullen mouth
And where her swaying form?
Would she live on eggs and apples
When the blood of men is warm?”
― George Sterling, The Young Witch


Eran dos criaturas de la misma clase, y aún así, era distintos. El Conde era imponente como un templo erigido a dioses paganos, olvidados y temibles, mientras que Baldassare era como un poema, sutil y engañoso, que enamora y mata. Como fuera, ambos resultaban demasiado letales para los mortales. Y ahí estaba una que no sabía que se estaba metiendo a la boca del lobo. Baldassare la miró, aunque le pareció que parecía más interesada en Sokolović, y no la culpaba, por algo le había propuesto reproducir su efigie en mármol o bronce.

Deberá aprender que conmigo no se obtienen muchas respuestas —respondió sin dejar de ver a la mujer—. No de manera fácil o rápida, al menos —se giró finalmente para ver a su acompañante y dio un nuevo sorbo a su bebida—. Quizá si acepta mi propuesta, pueda resolver algunas de sus dudas, y de ningún modo eso es un chantaje —Baldassare sonrió. Se conocía bien, demasiado bien, había tenido tiempo de sobra y sabía cómo funcionaba él mismo. Sólo le estaba dando la clave al otro, no sabía, eso sí, si lograría pillarla.

Oh —expresó casi con sorpresa cuando Rosenthal lo dejó con la dama, ni siquiera le dio tiempo a responder. Lo siguió con la mirada mientras desaparecía, adentrándose de nuevo en la fiesta y luego la miró a ella, que parecía conformarse con estar acompañada de él, y no del otro. Baldassare le sonrió encantador, tomó su mano, y la besó. Eso bastó para hacer que estuviera con él en cuerpo y alma, la necesitaba de ese modo, no podía tratar de seducir a alguien de mente ausente.

***

¿Cuánto tiempo había pasado? Minutos, ni siquiera una hora. Baldassare regresó a la fiesta también con un pañuelo azul, casi negro en la mano, limpiándose el rostro con compulsión. Echó un vistazo al lugar y vio más allá a su antiguo acompañante, que estaba por salir de nuevo a un balcón, al otro lado del salón.

Se abrió paso entre la concurrencia y lo alcanzó una vez fuera. Dobló con esmero el pañuelo y lo guardó en el bolso de su pantalón. Se aseguró que estuvieran solos antes de hablar.

No suelo alimentarme si no tengo hambre. Una fortuna para ella, sólo está desmayada, alguien la encontrará en la mañana y atribuirán su estado al alcohol —explicó—. No, no suelo alimentarme si no tengo hambre, pero tampoco me gusta despreciar los regalos que se me dan, ¿por qué lo hizo y qué esperaba que hiciera? —miró con intensidad el rostro barbado y perfecto de su acompañante. Preguntó con total curiosidad.

¿Ha pensado en mi propuesta? —Insistió. No iba a quitar el dedo del renglón. No era sólo la belleza física, brutal y salvaje, de Rosenthal, sino también lo que había detrás, un hombre tan peculiar y avasallador que comenzaba a obsesionarse con la idea. Después de todo, Baldassare era un artista y estaba en él obcecarse no sólo con las cosas o las personas, sino con las ideas más que cualquier cosa, y el Conde era una, brillante y macabra.


Última edición por Baldassare Donizetti el Miér Feb 08, 2017 11:06 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Mar Nov 29, 2016 8:50 pm

Habían masturbado su mente a una perfección descontrolada, porque después de tan ambiciosa propuesta, eso fue lo que perduró más adelante. Estaba cayendo a un abismo lleno de inquietudes, réplicas que carecían de claridad, y vaya que se mofó con una discrecionalidad, ya había encontrado un punto débil del Conde en el sentido de que, él no acepta un silencio, un no, un hueco en sus incertidumbres. Sumamente interesado, negó con la cabeza, sin abandonar el paso a pesar de que se detuvo en cuanto le escuchó. En ese instante, quería devorarlo mentalmente, estrujar esa cabeza con sus propias manos y descubrir más allá de lo charlado. Le atraía más de lo que se percataba en su necedad por escucharlo, el demostrarle que el aprendizaje lo obtiene cuando desconoce en realidad, y con él, no era ese caso. Más bien, eran trampas cuyas salidas eran inesperadas después de todo, lo demostró en su retiro, solo desvió la mirada y guiño el ojo a la damisela.

Dirigiéndose a un lugar más lejano, aislado de coronas incesantes, atuendos más arduos y de bufones que no tiene gracia. Al otro lado, a un balcón tan semejante al anterior, ahí se detuvo, fluyendo una visión hacia lo que fue, es y quiere seguir siendo. Rosenthal, una historia que ha estado defendiendo, que así como su permanencia desea, que hasta los mismos reyes sepa de su importancia en la real Alemania, cruzó en su mente la idea de que fuese recordado por los humanos, por aquellos seres que pisan la tierra misma, y por ende a los que descienden de lo sobrenatural. Que admiraran el valor que representa ese linaje, no un rostro, o un templo a quien glorifiquen, sino, a la importancia de la memoria de sus batallas. Como la dureza de la barra, no por el material, sino por lo que se percibe al presionar con ambas manos.

Pero fue pronta la interrupción de su escultura, no esperaba a su viejo acompañante, por lo que se recargo aún más en la piedra, ladeando el rostro. — Y un infortunio quizás para mí. — Descendió la mirada, recorriendo su pecho hasta el suelo en el que pisa. — Si le contara lo que trataba de hacer, se daría cuenta que no fue un presente. Pero dado que he fallado, por favor, no lo tome a consideración. Más, ¿qué ha hecho con ella? —. Ascendió el rostro a sus manos, aceptando que ese perfume yace en él.

Y era como si fuese invitado a participar en un juego de ganar cada quien un propósito, no podía negarse a tan atrayente idea, pero hay algo que quiere, por lo que fue hacia él, poniéndose a su espalda, acercando la boca su oreja. — Demasiado diría yo, pero quiero algo a cambio. Y no sabrá ahorita que es, ni mañana, cuando lo vea conveniente lo pediré y antes de que lo diga, ¿está dispuesto a unir las evocaciones? Bien entiende a lo que me refiero. Si ese es el caso, aceptaré —. Siempre viendo el interés propio, hace un momento quería alimentarse de él. Ahora, el confesarle el sumo impacto que ha producido en él, y siendo un riesgo total que conozca lo que en su piel corre, en lo que el semblante oculta con tanta finura y grotesca imagen. Es mucho peor, un terror en el que se inmiscuye y no podrá salir. Porque no es temer a un salvajismo, sino a lo que engendra con el poder.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Miér Feb 08, 2017 11:41 pm


“It is sometimes a mistake to climb; it is always a mistake never even to make the attempt. If you do not climb, you will not fall. This is true. But is it that bad to fail, that hard to fall?”
― Neil Gaiman, The Sandman, Vol. 6: Fables and Reflections


Conforme pasaban los minutos, a cada instante junto al Conde, Baldassare se sentía más y más fascinado. Y confundido también, esto era lo realmente relevante, porque para un ser con sus siglos a cuestas, no cualquier interrogante le representaba un reto. Aunque como había aprendido a las malas, siempre había una excepción a la regla, y aquí estaba, frente a sus ojos, hecho hombre, rey sin corona y emperador de sombras.

¿Ah no? Ahora me da más curiosidad el motivo real. Y si se refiere a si la he tomado. La respuesta a eso es no —respondió y aunque no denotó nada más, regresó a la encrucijada eterna. ¿Por qué debía definirse? No podía, jamás lo había hecho. Él sólo había amado una vez en todos sus años, que no eran pocos, y sus apetitos sexuales eran muy raros, escasos y complacidos con prontitud para no volver a hablar del tema en varios lustros más. Entonces llegaban momentos como este, en los que no podía definir a la perfección eso que le sucedía. La mayor parte del tiempo no importaba. Aunque luego sí, como ahora. Se rascó la nariz.

A mí no me van las chicas —comenzó y miró a su interlocutor—, ni los chicos —sonrió. La forma en cómo había declarado aquello fue tramposa, y así había querido que fuera.

Si quiso agregar algo más, no pudo. Cuando se dio cuenta, tenía a Rosenthal a sus espaldas, hablándole al oído como Mefistófeles a Fausto. Se quedó muy quieto, escuchando con atención. Sintiendo un escalofrío recorrerle la columna vertebral. Una vez más, el Conde demostraba salirse de lo ordinario. ¿Qué podía dejar así de turbado a un vampiro con más de dos milenios a cuestas? Nada, o casi nada.

Umh —gruñó y soslayó para poder ver a su interlocutor—, no estoy seguro de si un trato así me conviene. ¿Cómo voy a negociar sin saber la divisa? Pero vamos, no soy un comerciante, soy un artista, y pienso con las entrañas, no con la cabeza —se burló de sí mismo—. Con o sin entender la propuestas, no tengo muchas opciones, Conde Rosenthal. No me las está dando —y diciendo eso, se giró sólo para quedar a un palmo de distancia del otro. Pudo ver de cerca sus rasgos feroces—. Supongo que eso lo convierte en un gran líder. Y mi necedad me va a costar caro, lo presiento. No me estoy tirando de cabeza y a ciegas a la arena de los gladiadores, sé que voy a morir en ella. Una vez más, no soy guerrero, soy artista —no se movió un ápice. Ni siquiera parpadeó.

Acepto. Porque tanta es mi necesidad. No sé si usted lo entienda, aunque algo me dice que sí; pero así somos aquellos que nos dedicamos al arte. Vivimos para nuestra disciplina, aunque eso signifique nuestro fin —declaró con una gravedad que no era usual verle. Baldassare era un cínico, y en ese afán, parecía incapaz de conseguir la circunspección con la que habló en ese momento.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Vie Feb 24, 2017 8:52 pm

— ¿Y piensa quedarse con la curiosidad? Digo, quizás si intentase descubrirlo lo hallaría antes de tiempo. Oh, espero no ser intrépido, más, ¿por qué razón no lo hizo?.

Gesto; cuán relevante lo es todo si se llega a interpretar con la exacta adecuación y entendimiento. El arte; tan magnífico, ambicioso y grotesco en las ideas, y en las expresiones, galanteando, eso es seguro, le complace entretenerse en las cualidades, apoderarse poco a poco de lo que representa y es aquel escultor. No se imagina cuán atrayente resulta ser, ser el portador de los años que le han sido elegantes al Conde, es una manera de mantenerlo cautivo, más no se percata de ello, y así está bien por el momento. Anhela poseer su belleza abstracta, poco a poco consumirlo. Si supiera que el arte es él, que no debe buscarlo, ya lo tiene, se tiene así mismo. Se debe más el valor del creador a la obra, porque pueden existir muchas obras, más el autor de estas; solo hay uno. Admirado por sus objeciones, ¿cómo era posible que un amador de arte, sea tan frívolo en las evocaciones? ¿Que no posee tendencia alguna? Eso no era posible, no lo aceptaba, no de él, por lo que aumentó las directas, ascendiendo la falange a detener su accionar en su nariz, de manera que la cercanía era como si compartiera un secreto más, percibiendo la esencia de sus cabellos, deleitado por su sonrisa. — Entonces, ¿cuál es su preferencia? Es la primera vez que me encuentro en esta situación, y por favor no me diga que solo con el arte le basta para satisfacer esos sentires, porque no lo acepto. Ah, no. —No permitió que se girara, no en ese instante, le tomó de los brazos, manteniéndose cercano a su rostro (a un lado de su mejilla).

— Está en la posición de negarse, esos son mis términos, no negocio, ni llegó a un acuerdo, así están las cosas, me temo aclararle. Serán las circunstancias precisas que darán forma al trato, y por ello, por ser un artista, las llevo de perder y al menos quiero garantizar algún beneficio por mi parte. ¿No lo cree justo? Estamos en la misma posición, no hay opciones. No me convierte en nada, y no use aquel término, que me siento un poco ofendido por ello. Pero, no tema, no pienso matarlo, si mi afán era eso, ya lo habría hecho, y justo en este preciso momento, así como está, observándome, tan cerca, ya estaría devorándolo en tal caso. Más inofensivo me muestro a pesar de haber sido un soldado.

Recorría las facciones de ese rostro, desde la base de su nariz al contorno de sus carnosos labios al hablar. Aún más cuando logró girarse, o quizás se lo permitió. Manteniendo fija la mirada en él; pesada y un poco morbosa (riguroso en términos sanos, o eso al menos se cree). Enarcando sus gruesas cejas, negando. Sin embargo, sonrió a secas, siendo imposible entonarse con su porcelana, dando un paso hacia él, estrechándolo entre sus brazos, murmurando a su oído, y dando un trago por su afán de probar de su linfa, (¡tan descarado, y provechoso!) Acercando los propios labios a su piel, púes recorrer su cuello esperaba.

— Por necedad no importa, ya es un hecho en tal caso, podre comprenderlo pero a mi manera, así como mi objetivo te resultaría interpretativo a sus conclusiones. Pero, ¿por qué tanta insistencia en perecer por mis propias manos? Si lo desea, y con tanta insistencia, podré cumplirlo si así lo requiere, más créame que no he considerado por un solo momento, en hacerlo. Aunque le confieso que mi apetito es agresivo y quiere que ingiera de usted. ¿Debería descartar este acto?


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Mensaje por Baldassare Donizetti Miér Abr 19, 2017 10:03 pm


“There is peace even in the storm”
― Vincent Van Gogh


Para tener más de dos mil años, en ese momento Baldassare había pecado de ingenuo. Y hasta ese momento lo pudo ver. Quizá era que el conde le imponía demasiado, o que sus habilidades se había oxidado por esa reclusión voluntaria e inútil a la que se sometía. Quiso responder, sin embargo, sus labios se separaron y no dejaron escapar ningún sonido. Si acaso, un suspiro contenido y nada más. Se quedó muy quieto, algo temeroso (todo lo que su inteligencia le decía que debía ser), pero inmerso también, como si Rosenthal, de a poco, los hubiera envuelto en sombras y redes a los dos, sin que él se diera cuenta.

Piel contra piel. Frío contra frío. Mejilla contra mejilla (y la barba ajena cosquilleando). Baldassare sólo lo miró por el rabillo del ojo primero sin saber qué hacer, qué decir o cómo reaccionar y luego, esbozando una sonrisa de medio lado. El control, en ese momento, estaba del lado de Sokolović y no tenía caso pretender lo contrario. Escuchó, sin dejar de verlo de aquel modo sesgado por la cercanía.

¿Quiere saber la verdad? Pues esa es que no lo sé con certeza. Estuve casado una vez, con una mujer, y la amé. Pero no logré amarla hasta mucho tiempo después de que hubiéramos unido nuestras vidas. Creo que caigo a los pies sólo de aquello que me arrebata la monotonía. Que lee entre mis líneas y descifra mis enigmas. Necesito… —hizo una pausa y suavizó el rostro—, necesito ser comprendido a profundidad, para poder amar con la misma intensidad —jamás había conseguido poner en palabras lo que sucedía con él, hasta ese momento. Y aunque no describían en su totalidad su complejo sistema romántico, se acercaban bastante.

No me he negado. Al contrario, gustoso acepto… ya dirá el tiempo si se tratará de la más grande sociedad que haga, o de una condena imperdonable. Porque dudo que sea un asunto sin importancia para ninguno de los dos —continuó en aquella posición, cerca del Conde, más de lo que era bien visto que dos hombres lo hicieran. Pero Baldassare estaba más allá de esas convenciones sociales, y Rosenthal, al parecer, también. La duda se clavó en su pecho, pero se negó a formular la pregunta.

Entonces finalmente movió la cabeza como para darle paso de camino hacia su cuello. La ladeó, para dejar descubierta la yugular, al alcance del otro. Se estaba vulnerando adrede.

Sé, o me imagino, al menos, que no me hará daño —aseguró, aunque dentro la certeza era sólo una mentira—, sin embargo, no me negará que en su presencia hay peligro. Usted mismo lo ha dicho, fue un soldado. ¿Qué historias cuentan las cicatrices de batalla? Las quiero conocer. Las quiero plasmar —quizá, de algún modo, Baldassare hacía el amor con toda aquella persona que alguna vez se había detenido a modelarle. Entonces, con ese precepto, en ese instante, el vampiro más viejo le estaba pidiendo una noche al más joven, y éste había aceptado con sus caprichosas condiciones.

Pudo continuar hablando a pesar de la forma en cómo Rosenthal lo estaba tocando. Cerró los ojos y llevó una mano a la nuca ajena, para acercarlo más.

Lo que aquí suceda, será la firma al pie del contrato —aseguró—, no descarte su deseo, sucumba a él —invitó. Jamás había sido mordido ya convertido, y no recordaba cómo había sido su transformación. La curiosidad y el magnetismo se unieron para generar la tormenta perfecta, ahí, entre ellos dos.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Vie Mayo 12, 2017 9:57 pm

Todos saben de la existencia de esas bestias cuya maldición está en beber y beber sangre de su misma especie; animales, mordiéndoles frenéticamente con sus afilados colmillos, apoderándose por completo de sus víctimas, incrédulos creen que es algo bestial, pero tiene su propia legión, cazando solitarios, nunca se es suficiente, regocijándose de festín de sangre de víctimas, procreando hasta no poder más, y es como el Conde hallo aquello que es de su verdadero goce, el devorar de un arte, de una perpetuidad de belleza sublime que para sus manos era la perfección a estas, una sensación que no recae al querer agredir, no miente en cuanto sus bajas pasiones son una barbarie, grotescos placeres para quien no ha conocido que la excitación depende de la imposición dada. Siendo su naturaleza el salvajismo acorde a sus objetivos. Más, ahí se muestra de dos maneras, no dócil, ni calmo, pero no lo suficientemente animal, fluían la evocaciones aterradoras para quien es su víctima. Tanto, que con exactitud su habilidad es que sucumban para complacerlo, quizás su aura, el vigor que marmita en su inmortalidad los doblegue, porque con su cercanía, con su aliento, y el tacto acompañado de su voz, bastaba para tomar su premio. Queriendo capturar esas irises que se niegan a mirarle, el contacto visual era el enigma de toda petición, pues resulta que el Conde a base de estos se plasma lo que le hace ir ante este. Y lo observó anteriormente, porque ya se veía capturado entre sus brazos, de la manera en la que le sostiene, en la que le susurra, le provoca, incrustando los colmillos en su yugular, siendo erótica la imagen que pronto quiso ejercerlo. Y ahí, cuando es invitado, cuando se desnuda su cuello, y accede a su demanda, al pacto. Se saboreaba su perfume, la sed que causaban eso labios cuando se mueven, siendo su distracción cuando habla, no se percata que eleva de esa manera el tenerlo, no engatusar pero si, querer conocer su interior, porque la pasión siempre debe estar presente, y aunque no sea el amor que obtenga de aquel, si, una experiencia exquisita, porque estaba ahí para devorar sus emociones.

— Debería de ser lo contrario, que estén bajo sus pies, más ese amor que menciona, fue apagado, no fue lo suficiente, pues este llega en el momento inesperado, sin coaccionar a la monotonía, nunca se llega a conocer a alguien, solo es descubrir sus secretos, interpretar sus gestos, para así, darse una idea de la manera en la que se piensa. Es un amor inusitado el que menciona, inexistente para mi mundo…Y ya que somos cómplices de este tratado, le confieso que es la mayor importancia hasta ahorita que me han generado. No siempre se dan estas ofertas de ser piedra recordada. No podría ni tan siquiera dañarlo en el sentido de destrucción, debe de saber que tan valioso resulta para mí, más veo que no está cegado, conoce de soldados, y espero que arriesgue las circunstancias en las que nos veremos envueltos, púes será una guerra, una conquista, y un reinado al que proteger, porque arduamente no dejo ir lo que me genera pasión.

Las palabras otorgadas eran desprendidas hacia la piel de su cuello, tan cerca, insinuando caricias con sus carnosos labios, recorriendo este pergamino, describiendo lo que causan las cicatrices de las batallas, porque nunca se deja de estar en combate, y lo demostraría a la brevedad, interesado en la manera en la que piensa, y en sus reacciones, que sin más, ejecuto el acto íntimo, abrió la boca, desnudando sus colmillos, rozando estos en plenas caricias al punto fijo que enmarco en una lamida, incrustando los colmillos con lentitud pero con fuerza, bañándose estos blanquillos de la linfa, que le envolvió entre sus brazos, cual amante lo haría, aunque la diferencia es que existía tal devoción y tal salvajismo. Contorneando su silueta, disfrutando del paladar que se descaro ante un quejido, liberando y volviendo a dar la mordida, pero esta vez con más brutalidad, succionando y lamiendo, entornándose sus irises en un carmín, explorando su templo que en un momento abandono su cuello, guardando un poco de su esencia en la boca y busco la ajena, removiendo el rostro hasta hallarla y al ascender la falange para tomar su mentón e invitarle a que la abriera, le beso, cediendo la sangre, convirtiendo ese beso en un prolongamiento de labiales meneos, alzando el ímpetu al buscar la manera de rasgar la propia lengua en los colmillos ajenos, que probara de él, fundiéndose en un abrasador beso.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Lun Jul 31, 2017 8:45 pm


Como Apolo que le lloró a Jacinto y de esa terrible tristeza nació la flor nombrada en honor al joven, Baldassare poseía en sus rasgos la historia de in imperio que cayó. Y sus enseñanzas, también. No sintió vergüenza o remordimiento al estar así de cerca del Conde, al contrario, el peligro era excitante, una emoción que hace muchos siglos no sentía. Sin embargo, aún no estaba tan embelesado como para no pensar con claridad del todo, sabía que debía andarse con caución. Aún así, sus instintos, esos de los que se jactaba tener bajo control, lo obligaron a dejarse.

Escuchó y sintió los labios y la barba ajena acariciar el cuello que parecía especialmente sensible. Debía mantenerse en esta realidad y no dejarse llevar por las bajas pasiones que evidentemente Rosenthal manejaba tan bien, no sólo en él, sino en otros. Como si fuera un encantador de serpientes bengalí. Soltó el aire que tenía contenido, y fue tomado por sorpresa cuando sintió los colmillos clavarse en la carne. ¿Así se sentía? ¿Era así la mordida de un inmortal? Dudaba que aquel o aquella que lo había creado hubiera poseído ese poder de seducción, pero no lo sabía con certeza. Sólo lo podía imagina. Tragó grueso justo a tiempo para la segunda mordida. Cerró los ojos muy fuerte y fueron segundos o mil años, perdió la noción del tiempo.

«No podría ni tan siquiera dañarlo en el sentido de destrucción», había dicho el Conde, y ahora lo entendía. Pues podía destruirlo desde dentro. Y lo peor, era que Baldassare se ofrecería potestativo. Lo supo en ese instante. Abrió los ojos cuando sintió la mano ajena, mucho más ruda que la suya, marcada por historias que él, ni con todos sus años, podía imaginar, y no supo por qué, pero ya se esperaba lo que vino después, y no tardó en corresponder.

Cuando fue un ciudadano romano, ¿había tenido amantes varones? ¿Alguno con los rasgos y porte teutón de Sokolović? Lo dudaba, porque la sensación fue totalmente nueva, no le trajo recuerdos de un pretérito borrado a la fuerza. Tomó al otro hombre por los antebrazos y apretó, como para no dejarlo ir, pero tampoco acercarse más, y dejó que la furia que el otro estaba imprimiendo a su boca, con el regusto a hierro de su propia sangre, fuera el timón de aquel barco demencial. Parecieron entenderse en un segundo y ambos danzar al mismo ritmo. Baldassare sólo se detuvo cuando sintió los colmillos ajenos rasgar su lengua.

¿Usted cree que pueda ser lo contrario? —Fue lo primero que dijo al separarse y llevarse una mano a la boca, para luego ver las yemas manchadas de sangre—. Yo no. No creo caer rendido ante los pies de cualquiera, sólo de aquellos que sean capaces de romper la rutina con la facilidad de quien rompe una hoja de papel —lo miró significativamente. Él lo había hecho, y se lo decía con los ojos como corindones.

Hemos sellado un trato, Conde. Y quizá podamos continuar lo que aquí inicio, una vez que ambos estemos en mi taller —hubo nerviosismo casi imperceptible en Baldassare, pero en términos generales, se plató bastante circunspecto.

Volvió a llevarse la mano a la boca, se delineó los labios. Aún sentía los ajenos sobre los suyos. Baldassare tenía la política interna de no convertir en amantes a sus modelos, ni en víctimas. Los tres grupos en excluyentes en sí mismos. ¿Con Rosenthal traicionaría esa ley? Le quedó claro, que no estaba en sus manos ya.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Mar Ago 15, 2017 2:04 am

La representación del fruto prohibido acaba de ejecutar la escena, así como Eva da a Adán la manzana para que pruebe, introduciéndolo al pecado y una vez adentro ya no pudieron salir. Esto es lo mismo que Vitus hizo con Sokolović, le ofreció el pecado más ansiado por cometer, porque es la misma gloria para el Conde, por lo que es imposible rechazarlo, y dejarlo ir. Teniéndolo ya entre sus manos, sintiéndolo, apoderándose de sensaciones y de la maldad que profesa un inmortal como él, porque claramente siempre se sale con la suya, no hay manera de que nadie se rehúse a sus demandas, es extremadamente ingenioso para que caigan con facilidad. Si no, ¿cómo se explicaría el fanático beso expuesto? porque jamás en sus manías, había empleado una posesión como esa. Su sangre, su talento, su tersura detonaron el punto de atracción, y no se diga de su mirada, él hizo que el Conde no lo apartara de su vista, de su tacto, y de sus deseos. Por lo que disfruto, el sabor era sorprendente, más que una victoria obtenida, una derrota o una causa distinta. ¡Extremadamente exquisito!, que se palmeo por dentro, regocijándose en un ardor exasperante, recorriendo un veneno que claramente se hacía adicto. Por su quemazón, la altivez de lo muerto que pudiese estar. Pero no todo resultaba cautivador, quiso devorar aquella lengua, más no le fue permitido, se la arrebataron y río cortamente, en grueso y se acomodó la barba, tras pasar la mano descendentemente.

Por un instante se pareció estar con un experto en la seducción. Y que no solo Rosenthal lo era, ya que Vitus ingenuo, avergonzado quizás en tal acto, actuó. Le pareció encantador, y le avivo su bestialidad, demostrando cuán enfermo podría estar por el arte, por la fama y la victoria. Y lo gozó aún después de no poseer esos carnosos labios, aún la sensación, y su sabor permanecían, asintiendo a su petición, y dando a entender que no sería la última vez en besarlo. Aquello le agrado porque jamás se negaba al entretenimiento. Que tomó su mano, el gesto de acariciarse los labios, le incitó acercar la boca y lamer esas yemas manchadas de sangre. Con las ganas de ver más ese nerviosismo, siendo interesante que un inmortal caiga a ese hecho, y tan cruel, tan despiadado responde; acaricia esos labios una vez más, y trato de no sucumbir a la tentación, avanzando hacia su lado, observando a sus alrededores, aún celebraban, y aún la noche era extensa, pero debía aceptar que si permanecía con él, lo iba a devorar de manera en la que lo hace con sus presas, y eso no quería, era especial, el trato se ganó y merecía algo más que un pedestal de un lecho.

— Todo puede ser, mi querido Vitus, y no puedes caer ante cualquiera, no tú. Pero dado que respetare tu voluntad, aquí te dejare ir por solo está ocasión. El trato ya es un hecho, solo es darle efecto, y créeme que esperare con ansia verte prontamente. Que solo decirme a donde ir y ahí estaré. Más no permitas que nadie se interponga en nuestro encuentro, porque de ser así, esta vez mi paciencia será  menor, temo advertir.

Sonrió en cuanto le tomo del mentón por su espalda y se pego a él, su rostro se hallaba a punto de besarlo, más no fue así, le soltó y le ejecutó una inclinación, ya tenían visitas, y dejo que el artista disfrutara de su velada, púes era su momento y se lo arrebató, al querer tenerlo para él, que solo guiño el ojo, dejándolo en compañía de los aristócratas, ya su intervención en ese espectáculo había llegado a su fin, y solo quedaba esperar a que se consumiera lo restante, y el siguiente para hacer de las suyas.  

FINALIZADO


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