AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un encuentro algo tenso [Privado]
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Un encuentro algo tenso [Privado]
Daphne estaba nerviosa, aunque intentaba controlarse y que no se notara demasiado. Hoy le asignarían a un compañero y comenzaría la misión para la que se había entrenado durante los últimos años. Aunque, claro, nadie de la organización debía enterarse de ello. Le había costado entrar en la Inquisición, pero después de demostrar sus habilidades en combate, habían decidido que sería un miembro útil para ellos. No era el sueño de su vida, de hecho, no sabía muy bien cuál era, pero se repetía una y otra vez que, cuando todo acabara, tendría la eternidad de su parte para encontrar aquello que la llenara, aunque para ello primero tendría que conseguir lo que su maestro necesitaba. Para la muchacha no había nada más importante que eso, y no solo porque se había entrenado para ello, sino porque no quería defraudarlo. Era la única figura paterna que había tenido en su vida. O, al menos, la única de la que se acordaba.
Un encapuchado la guió por Notre Dame, descubriéndole pasadizos ocultos a simple vista, hasta llegar a una sala en penumbra, iluminada tan solo por la tenue luz de unas cuantas velas. Le dijeron que esperara allí y ella, sencillamente, asintió, mientras observaba a su alrededor. Varias espadas, y otro tipo de armas, descansaban colgadas de las paredes, por lo que la muchacha pensó que era allí donde los soldados entrenaban. Elevó la mano, hasta acariciar el frío metal de una de las espadas, cuando una discusión llamó su atención. Se percató de que nadie estaba allí para seguir el rastro de las voces. No tardó mucho en encontrar el origen y, aprovechando que los separaba una pared, escuchó lo que estaban diciendo, esperando escuchar algo que fuera de interés para su maestro, pero nada más lejos de la realidad.
En realidad se trataba de una discusión sobre ella, lo que hizo que, inmediatamente, se tensara. Reconoció la voz del hombre que la había acompañado por las entrañas de la catedral, pero la segunda no la conocía. Sin embargo, estaba más que claro que hablaban de ella. La voz desconocida repetía una y otra vez que no tenía tiempo de entrenar a nadie, que tener a uno de los nuevos miembros como compañera no sería más que una pérdida de tiempo, que sería un lastre más que otra cosa. Eso enfureció a la chica, pero en lugar de descubrirse, cosa que no podía hacer, volvió sobre sus pasos, hasta encontrarse de nuevo en la sala de armas. Respiró hondo e intentó serenarse. Tomó una de las espadas en su mano y la blandió en el aire, justo en el momento en el que otra persona más entraba en esa sala. La chica lo miró de arriba abajo, sin soltar la espalda en ningún momento.
-Tú eres una de las nuevas ¿verdad?-le preguntó, clavando su mirada en ella. Daphne asintió, con orgullo y el hombre se limitó a encogerse de hombros.-Pues vamos a probar tu valía-añadió, tomando él otra de las espadas que había en la pared. La muchacha esbozó una sonrisa y se puso en guardia, tal y como le habían enseñado. El sonido de los metales chocando llamaron la atención del encapuchado de antes y de la persona que había dicho que ella solo sería un estorbo, o eso pensaba la muchacha, pero no le prestó demasiada atención ya que estaba pendiente de los movimientos de su contrincante.
-Touché-sentenció Daphne tras desarmarlo. El hombre esbozó una sonrisa e hizo una reverencia antes de ir en busca del encapuchado, al que apenas había podido ver el rostro, y salir de allí dejando al que pensaba que era su nuevo compañero. Lo miró de arriba abajo, sintiéndose orgullosa porque había demostrado que no iba a ser una carga, o al menos eso pensaba.-No nos han presentado-comenzó a decir, mientras dejaba de nuevo la espada en el enganche de la pared.-Mi nombre es Daphne.
Un encapuchado la guió por Notre Dame, descubriéndole pasadizos ocultos a simple vista, hasta llegar a una sala en penumbra, iluminada tan solo por la tenue luz de unas cuantas velas. Le dijeron que esperara allí y ella, sencillamente, asintió, mientras observaba a su alrededor. Varias espadas, y otro tipo de armas, descansaban colgadas de las paredes, por lo que la muchacha pensó que era allí donde los soldados entrenaban. Elevó la mano, hasta acariciar el frío metal de una de las espadas, cuando una discusión llamó su atención. Se percató de que nadie estaba allí para seguir el rastro de las voces. No tardó mucho en encontrar el origen y, aprovechando que los separaba una pared, escuchó lo que estaban diciendo, esperando escuchar algo que fuera de interés para su maestro, pero nada más lejos de la realidad.
En realidad se trataba de una discusión sobre ella, lo que hizo que, inmediatamente, se tensara. Reconoció la voz del hombre que la había acompañado por las entrañas de la catedral, pero la segunda no la conocía. Sin embargo, estaba más que claro que hablaban de ella. La voz desconocida repetía una y otra vez que no tenía tiempo de entrenar a nadie, que tener a uno de los nuevos miembros como compañera no sería más que una pérdida de tiempo, que sería un lastre más que otra cosa. Eso enfureció a la chica, pero en lugar de descubrirse, cosa que no podía hacer, volvió sobre sus pasos, hasta encontrarse de nuevo en la sala de armas. Respiró hondo e intentó serenarse. Tomó una de las espadas en su mano y la blandió en el aire, justo en el momento en el que otra persona más entraba en esa sala. La chica lo miró de arriba abajo, sin soltar la espalda en ningún momento.
-Tú eres una de las nuevas ¿verdad?-le preguntó, clavando su mirada en ella. Daphne asintió, con orgullo y el hombre se limitó a encogerse de hombros.-Pues vamos a probar tu valía-añadió, tomando él otra de las espadas que había en la pared. La muchacha esbozó una sonrisa y se puso en guardia, tal y como le habían enseñado. El sonido de los metales chocando llamaron la atención del encapuchado de antes y de la persona que había dicho que ella solo sería un estorbo, o eso pensaba la muchacha, pero no le prestó demasiada atención ya que estaba pendiente de los movimientos de su contrincante.
-Touché-sentenció Daphne tras desarmarlo. El hombre esbozó una sonrisa e hizo una reverencia antes de ir en busca del encapuchado, al que apenas había podido ver el rostro, y salir de allí dejando al que pensaba que era su nuevo compañero. Lo miró de arriba abajo, sintiéndose orgullosa porque había demostrado que no iba a ser una carga, o al menos eso pensaba.-No nos han presentado-comenzó a decir, mientras dejaba de nuevo la espada en el enganche de la pared.-Mi nombre es Daphne.
Daphne A. Edgeworth- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 03/12/2015
Re: Un encuentro algo tenso [Privado]
Contrario a lo que sus compañeros dentro de la Inquisición pensaran, los hermanos Räsänen, no la tenían fácil. Si bien su padre había muerto en batalla, sirviendo a su organización con honor; la traición de Raffaella – a quién hacía mucho tiempo había dejado de considerar su madre – logró restarle méritos. Al igual que Lastor, su mentor, Jarko odiaba que se la mencionaran. No era idiota, por supuesto. Sabía lo que los demás hablaban a sus espaldas, pero poco le importaba. Ellos, al igual que él, arrastraban sus propios demonios. Algunos eran de mayor jerarquía que otros y el suyo, no tenía nada que envidiar a los demás. En conclusión, no estaba orgulloso de su procedencia. Por sus venas, corría sangre de una mujer que no sólo le había temido al tiempo, sino que había manchado el árbol genealógico de su familia. Por generaciones, los Räsänen habían servido a la Iglesia y ella, ¡maldita sea!, había destruido en un santiamén el buen prestigio del que siempre habían gozado entre las familias tradicionalistas. El finlandés, había tenido que esforzarse más que cualquiera. Lejos de querer silenciar cualquier rumor sobre si sería leal a los principios que defendían, demostrar con hechos lo cruel y despiadado que podía ser, era su principal aliciente. El odio y la aberración que sentía hacia los vampiros, fuesen o no miembros de la facción cinco, también conocida como los condenados; le inspiraba atrozmente a entrenar día y noche, sin descanso. Jarko, no tenía tiempo para frivolidades, ni para cualquier otro tipo de entretenimiento cuando no se le requería en el campo de batalla. No existían horas libres para él. Sus enemigos, eran criaturas que ganaban en fuerza y habilidades a cualquier simple humano. De modo que la simplicidad, no podía ser un adjetivo que se usase para describirlo. Vivía por y para la causa. Estaba aprendiendo del mejor maestro. Tener cualidades de una sola facción, no entraba en sus planes. Lastor quería divergentes y él, no podía estar más de acuerdo. ¿Por qué limitarse a ser bueno en una sola cosa, cuando podía ser el mejor en todas? Así que no era extraño que lo enviaran con los nuevos reclutas, especialmente, cuando se trataba de valorarlos en sus primeras misiones.
Sin embargo, aquello no tenía por qué gustarle. Era joven, sí, pero desde niño había empezado su entrenamiento. La mayoría de las veces, sus compañeros resultaban ser más una carga que ventaja. Tampoco es que les diera la oportunidad de demostrar su valía. Desde el principio, marcaba los límites, dejando en claro que trabajaba solo. No esperaba que cuidaran de sus espaldas, así como él, no se molestaba en salvar el pellejo de otros. Ser un inquisidor, era un oficio en la que debían estar preparados para lo peor. Jarko era de la escuela antigua, compartía el pensamiento de que cualquiera, aprendía mejor cuando estaba en medio del campo, cara a cara con la muerte y su adversario. Por eso, se había quejado de que volvieran a asignarle un compañero. No tenía nada que ver con que se tratase de alguien del sexo opuesto. Raffaella había sido un importante activo antes de transformarse en vampiro y su hermana, miembro de los espías, era aclamada por causar bajas con éxito. Para él, la joven era la culpable de que se encontrase en esa situación. No sólo sería una misión en la que trabajasen codo con codo, lo sería hasta que los altos mandos, indicasen que era suficiente. Según ellos, Daphne, porque ahora conocía su nombre; aún debía familiarizarse con su entorno. ¡Era de lo más estúpido! Lo que había visto, indicaba que la joven era apta para salir a las calles parisinas y limpiarlas de alimañas. Nada en su rostro indicaba reconocimiento o cortesía, sólo dureza y molestia, destilaban sus rasgos y sus palabras. – Jarko. – Pronunció llanamente, cruzando los brazos sobre el pecho. – Mentiría si no dijera que tuviste un golpe de suerte. Zane, tiene debilidad por las pelirrojas. – Era una falacia, por supuesto. Su compañero, la tenía por cualquier joven hermosa, pero eso no se lo diría. Sería reconocer que la consideraba atractiva y no estaba allí para hacer migas. Cuanto más rápido la fémina se diese cuenta de lo desagradable que sería estar a su lado, mejor harían su trabajo. – ¿Cuál es tu historia? – Preguntó con frialdad, porque todos tenían una que contar. – ¿Qué te trajo a unirte a nosotros? – De esa forma, conocería sus oscuras motivaciones.
Sin embargo, aquello no tenía por qué gustarle. Era joven, sí, pero desde niño había empezado su entrenamiento. La mayoría de las veces, sus compañeros resultaban ser más una carga que ventaja. Tampoco es que les diera la oportunidad de demostrar su valía. Desde el principio, marcaba los límites, dejando en claro que trabajaba solo. No esperaba que cuidaran de sus espaldas, así como él, no se molestaba en salvar el pellejo de otros. Ser un inquisidor, era un oficio en la que debían estar preparados para lo peor. Jarko era de la escuela antigua, compartía el pensamiento de que cualquiera, aprendía mejor cuando estaba en medio del campo, cara a cara con la muerte y su adversario. Por eso, se había quejado de que volvieran a asignarle un compañero. No tenía nada que ver con que se tratase de alguien del sexo opuesto. Raffaella había sido un importante activo antes de transformarse en vampiro y su hermana, miembro de los espías, era aclamada por causar bajas con éxito. Para él, la joven era la culpable de que se encontrase en esa situación. No sólo sería una misión en la que trabajasen codo con codo, lo sería hasta que los altos mandos, indicasen que era suficiente. Según ellos, Daphne, porque ahora conocía su nombre; aún debía familiarizarse con su entorno. ¡Era de lo más estúpido! Lo que había visto, indicaba que la joven era apta para salir a las calles parisinas y limpiarlas de alimañas. Nada en su rostro indicaba reconocimiento o cortesía, sólo dureza y molestia, destilaban sus rasgos y sus palabras. – Jarko. – Pronunció llanamente, cruzando los brazos sobre el pecho. – Mentiría si no dijera que tuviste un golpe de suerte. Zane, tiene debilidad por las pelirrojas. – Era una falacia, por supuesto. Su compañero, la tenía por cualquier joven hermosa, pero eso no se lo diría. Sería reconocer que la consideraba atractiva y no estaba allí para hacer migas. Cuanto más rápido la fémina se diese cuenta de lo desagradable que sería estar a su lado, mejor harían su trabajo. – ¿Cuál es tu historia? – Preguntó con frialdad, porque todos tenían una que contar. – ¿Qué te trajo a unirte a nosotros? – De esa forma, conocería sus oscuras motivaciones.
Jarko Räsänen- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/08/2015
Re: Un encuentro algo tenso [Privado]
Daphne miró al chico que acababa de entrar en esa sala mientras se aseguraba de que la espada que había estado utilizando estuviera bien sujeta a la pared y hacía una especie de reverencia hacia su oponente, como si con ese gesto le estuviera diciendo que había sido un buen duelo. Podría decirse que, incluso, se había divertido, pero las palabras del que iba a ser su compañero hizo que alzara una ceja y que el escaso buen humor que le había aportado esa victoria se evaporara casi por completo. Cruzó los brazos a la altura de su pecho y ladeó la cabeza, analizando cada gesto del muchacho. Se aproximó, cortando toda distancia con unos cuantos pasos, para dedicarse a observarlo, dando vueltas a su alrededor. Tenía que controlarse, por mucho que quisiera comentarle un par de cosas al respecto no lo hizo hasta que se serenó. Debía ser cauta y lo sabía muy bien. Llevaba años preparándose para adentrarse entre las filas de los inquisidores y no iba a permitir que nada le impidiera conseguirlo ahora que estaba ya tan cerca, que la habían aceptado. Había mucho en juego. Esbozó una ligera sonrisa y volvió a colocarse enfrente suya.-No deberías subestimar a alguien-dijo, sin desviar su mirada en ningún momento.-Y mucho menos si tiene un arma al alcance de la mano-añadió, haciendo referencia a la espada que había dejado hacía poco o a cualquiera de las otras que decoraban las paredes de esa sala.-Si dices que he tenido suerte y que ¿Zane?-desvió la mirada hasta el hombre con el que se había batido en duelo y este asintió levemente. Ella sonrió y volvió a mirar a su compañero-Que él siente debilidad por las pelirrojas y por eso he ganado, podemos batirnos tú y yo cuando quieras-añadió-Aunque creo que nada de lo que haga te convencerá de que estoy más que preparada para enfrentarme a cualquier monstruo que se nos presente-se encogió de hombros y se dedicó a inspeccionar el lugar, dándole la espalda durante unos segundos, aunque sin dejar de mirarlo de soslayo, por el rabillo del ojo.-Te entiendo, no es fácil tener que trabajar codo con codo con alguien. Si te soy sincera, a mí tampoco me hace demasiada gracia, sobre todo porque no podía estar segura de las competencias de mi compañero. A decir verdad, sigo sin poder hacerlo, pero las órdenes son órdenes y hay que acatarlas.
Las preguntas de Jarko no la sorprendieron. De hecho, se esperaba algo así desde hacía mucho. Parte de su entrenamiento no solo había consistido en aprender a defenderse, a manejarse con las armas y a ser útil en una batalla, sino que se había creado una vida que no era la suya para utilizarla como coartada para entrar a formar parte de los inquisidores. Respiró hondo y esperó unos segundos antes de comenzar a hablar. Estaban ya a solas, pero quería asegurarse, como si lo que iba a contar fuera una confidencia entre ellos dos, algo de lo que no quería que nadie se enterara. Y en parte era cierto, no le gustaba mentir, apropiarse de una vida que no era suya, una que ni siquiera existía realmente, pero todo era por un bien mayor. No quería volver a sentirse sola y desamparada, volver a pasar hambre y frío mezclado con la soledad. Su maestro era su única compañía, el único que había creído en ella y que se había encargado de cuidarla y de darle una buena educación y un plato caliente en la mesa cada día. Se lo debía todo, y todavía más si considerábamos que cuando todo eso acabara, cuando ella recopilara la información que necesitaba, la convertiría en uno de los suyos, la haría inmortal y no permitiría que nunca más estuviera sola. Era por esa razón por la que la chica haría lo que él le pidiera.
-No tengo apenas recuerdos de mis padres-comenzó a decir, en un susurro. Esa parte era verdad, pero es que toda mentira tiene una parte de cierto. Y hablar de sus padres siempre hacía que un halo de tristeza se instalara en su rostro y eso le daba algo de ventaja y mucha credibilidad, su maestro le había dicho que lo aprovechara para que no la descubrieran.-Pasé muchos años en un orfanato, demasiados. El frío, el desprecio, la violencia...formaban parte de mi día a día. No fue hasta hace unos años, cuando ya tenía demasiada edad como para que alguien me adoptaran y me echaron volví a mis orígenes, a mi hogar, esperando encontrar algo que me permitiera recordar algo más de ellos. No lo hice, pero descubrí una verdad que hizo que mi existencia fuera todavía más amarga. Alguien me los arrebató-tragó saliva y respiró hondo.-Los mató un vampiro, a sangre fría. Solo buscaba alimentarse y los utilizó sin miramientos, descontrolado. No sé quién fue, pero me prometí que no dejaría que ninguno más dejara solos a niños pequeños, tal y como me pasó a mí.-terminó de relatar y apartó la mirada.-Supongo que esperabas oírme decir que solo quería seguir una tradición familiar, que ha sido algo que ha estado presente en mi familia desde siempre, pero no ha sido así. Tan solo tuve suerte de poder contar con un vecino que había sido militar, pero que no podía moverse ya con la rapidez necesaria y que se apiadó de mí y me enseñó todo lo que sé. O a lo mejor se aprovechó y solo vio en mí a una persona que podría vengar la muerte de su mujer a manos de otro vampiro, no lo sé. Esa es mi historia.
Las preguntas de Jarko no la sorprendieron. De hecho, se esperaba algo así desde hacía mucho. Parte de su entrenamiento no solo había consistido en aprender a defenderse, a manejarse con las armas y a ser útil en una batalla, sino que se había creado una vida que no era la suya para utilizarla como coartada para entrar a formar parte de los inquisidores. Respiró hondo y esperó unos segundos antes de comenzar a hablar. Estaban ya a solas, pero quería asegurarse, como si lo que iba a contar fuera una confidencia entre ellos dos, algo de lo que no quería que nadie se enterara. Y en parte era cierto, no le gustaba mentir, apropiarse de una vida que no era suya, una que ni siquiera existía realmente, pero todo era por un bien mayor. No quería volver a sentirse sola y desamparada, volver a pasar hambre y frío mezclado con la soledad. Su maestro era su única compañía, el único que había creído en ella y que se había encargado de cuidarla y de darle una buena educación y un plato caliente en la mesa cada día. Se lo debía todo, y todavía más si considerábamos que cuando todo eso acabara, cuando ella recopilara la información que necesitaba, la convertiría en uno de los suyos, la haría inmortal y no permitiría que nunca más estuviera sola. Era por esa razón por la que la chica haría lo que él le pidiera.
-No tengo apenas recuerdos de mis padres-comenzó a decir, en un susurro. Esa parte era verdad, pero es que toda mentira tiene una parte de cierto. Y hablar de sus padres siempre hacía que un halo de tristeza se instalara en su rostro y eso le daba algo de ventaja y mucha credibilidad, su maestro le había dicho que lo aprovechara para que no la descubrieran.-Pasé muchos años en un orfanato, demasiados. El frío, el desprecio, la violencia...formaban parte de mi día a día. No fue hasta hace unos años, cuando ya tenía demasiada edad como para que alguien me adoptaran y me echaron volví a mis orígenes, a mi hogar, esperando encontrar algo que me permitiera recordar algo más de ellos. No lo hice, pero descubrí una verdad que hizo que mi existencia fuera todavía más amarga. Alguien me los arrebató-tragó saliva y respiró hondo.-Los mató un vampiro, a sangre fría. Solo buscaba alimentarse y los utilizó sin miramientos, descontrolado. No sé quién fue, pero me prometí que no dejaría que ninguno más dejara solos a niños pequeños, tal y como me pasó a mí.-terminó de relatar y apartó la mirada.-Supongo que esperabas oírme decir que solo quería seguir una tradición familiar, que ha sido algo que ha estado presente en mi familia desde siempre, pero no ha sido así. Tan solo tuve suerte de poder contar con un vecino que había sido militar, pero que no podía moverse ya con la rapidez necesaria y que se apiadó de mí y me enseñó todo lo que sé. O a lo mejor se aprovechó y solo vio en mí a una persona que podría vengar la muerte de su mujer a manos de otro vampiro, no lo sé. Esa es mi historia.
Daphne A. Edgeworth- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 03/12/2015
Re: Un encuentro algo tenso [Privado]
Odiaba las sonrisas. De cualquier tipo. Especialmente, si éstas se presentaban mientras le estaban dirigiendo la palabra. Jarko no sonreía. Ese tipo de gestos se habían ido de su vida hacía mucho tiempo. Además, tenía que reconocer que disfrutaba con la frialdad. Mantenía a raya, a personas indeseadas. Desde que esa lista sólo excluía a su hermana, sus compañeros habían aprendido a no hablarle, al menos hasta que fuese absolutamente necesario. Ellos creían que se sentía superior y, aunque nunca lo negaba, puesto que había algo de verdad en esa acusación; ocurría que el inquisidor, detestaba crear lazos. Sería hipócrita fingir que le importaba lo que le pasase a otro, en el campo de batalla o fuera de éste, cuando lo único que le interesaba saber era si las misiones habían resultado exitosas. El finlandés era altamente competitivo. Conocía los nombres y los rostros de los que servían a la causa, sus fuertes y debilidades, así como un estimado de sus eliminados. Al principio, había empezado como un juego. Katriina y él, coleccionaban perfiles. Nombres, apodos, armas favoritas e información relevante que más tarde, habían aprendido, se podía utilizar como moneda de cambio. Si necesitaban algo, sabían a quién recurrir y cómo poder convencerlo de que les prestaran sus servicios. Cualquiera podía llamarlo chantaje, pero Jarko prefería llamarlo colaboración a regañadientes. De esa manera, los secretos seguían siendo eso, sólo secretos. Era una jodida buena cosa, que todo mundo tuviese algo que ocultar. La pelirroja, no sería la excepción a la regla. Si iban a ser compañeros por tiempo indefinido, mejor si conseguía algo con que pudiese mantenerla alejada de sus negocios. Lo último que necesitaba, era que la Iglesia se enterase de sus alianzas con los cazadores. Ellos le ayudarían a exterminar a los condenados, sin tener que ensuciarse las manos. Lamentaba tener que ser sólo un espectador, pero muerto el perro, muerta la rabia; y eso era lo que importaba. No iba a arrastrar más su apellido por el fango. Ignoró, deliberadamente, el desafío de la joven. Realmente, ¿esperaba que aceptara? Sería darle mucho crédito a un nuevo recluta. Uno que se había ganado su desdén, por verse obligado a estar a su lado. Escuchó con atención su historia, aunque no hubo muestra de empatía en sus facciones conforme avanzaba. Al parecer, estaba incapacitado para sentir. – No supongas nada de mí, Daphne. No creas entender cómo trabaja mi mente. Si hago una pregunta, es porque quiero saber la respuesta. No necesito perder el tiempo inventándome historias sobre el pasado de mis compañeros. – Estaba siendo desagradable, pero poco le importaba.
– Y esa, es una promesa difícil de mantener. Está hablando de una maldita utopía. – Sentenció, con amargura en su voz. Jarko no hacía promesas a la ligera. Si no se podía cumplir, las palabras carecían de valor alguno. ¿Cuál era el punto de dejarse llevar por la ira o el deseo de venganza, si se mentían a sí mismos en el proceso? Los vampiros se multiplicaban, eran más fuertes y hábiles que ellos. Eliminarlos a todos, era una tarea imposible. Eran como una maldita plaga, que sólo se propagaba; mientras que sus números, se reducían. No es que él no quisiera erradicar a dicha especie en particular, pero no era ingenuo. – No veo el punto en amargarse la existencia, más, puntualizó con cinismo, obviamente señalando que había escuchado cada una de sus palabras, por personas que ni siquiera conoció. No te arrebataron nada, porque no tenías nada. Estuviste en un orfanato por años. Estoy seguro que, de haber querido, ellos te habrían buscado. O en primera instancia, no te habrían abandonado. – Había algo en su historia, que le hacía desconfiar con más severidad. Jarko sabía que le estaba ocultando algo. ¿Qué? No podía esperar por averiguarlo. – Olvídate de esa estúpida promesa y lucha por lo que verdaderamente importa. Ningún vampiro merece existir, no sólo aquéllos que dejan a niños huérfanos. – Sus músculos se tensaron. – ¿Acaso has encontrado alguno que rompa ese esquema? Si es así, nómbralo, me gustaría conocerlo. – Y ponerle una estaca en el pecho, pensó con maldad. Descruzó los brazos y le instó a que le siguiera. Necesitaban prepararse para salir de cacería. No iba a quedarse allí toda la noche, para ponerse al corriente con ella. La llevó a su habitación preferida, la que estaba llena de juguetes de todo tipo, cortesía de los tecnólogos. Esa era otra de las razones por las que seguía en la Inquisición, pese a que odiaba su sistema. – ¿Cuál es tu arma favorita? – Preguntó, sin mirarla a ella. Sus ojos, estaban puestos en la nueva colección de dagas. Él ya tenía un par, que habían pertenecido a su padre biológico, pero prefería utilizarlas cuando estaba seguro que volvería a recuperarlas. Tal vez, sí que tenía un corazón en su pecho, ironizó. – ¿Las pistolas? Es lo que las mujeres normalmente prefieren. De esa forma, la sangre no te salpicará. – Estaba siendo machista, lo sabía y, aunque Katriina podría mirarlo de esa forma tan ella de oírlo; no estaba preocupado por las represalias de una extraña. De hecho, fue tan lejos como para coger una pistola y ofrecérsela. – Tómala. Me sentiré más seguro si la llevas contigo. Es mi espalda la que busco mantener intacta. – Y allí estaba, esa ceja enarcada, cargada de arrogancia.
– Y esa, es una promesa difícil de mantener. Está hablando de una maldita utopía. – Sentenció, con amargura en su voz. Jarko no hacía promesas a la ligera. Si no se podía cumplir, las palabras carecían de valor alguno. ¿Cuál era el punto de dejarse llevar por la ira o el deseo de venganza, si se mentían a sí mismos en el proceso? Los vampiros se multiplicaban, eran más fuertes y hábiles que ellos. Eliminarlos a todos, era una tarea imposible. Eran como una maldita plaga, que sólo se propagaba; mientras que sus números, se reducían. No es que él no quisiera erradicar a dicha especie en particular, pero no era ingenuo. – No veo el punto en amargarse la existencia, más, puntualizó con cinismo, obviamente señalando que había escuchado cada una de sus palabras, por personas que ni siquiera conoció. No te arrebataron nada, porque no tenías nada. Estuviste en un orfanato por años. Estoy seguro que, de haber querido, ellos te habrían buscado. O en primera instancia, no te habrían abandonado. – Había algo en su historia, que le hacía desconfiar con más severidad. Jarko sabía que le estaba ocultando algo. ¿Qué? No podía esperar por averiguarlo. – Olvídate de esa estúpida promesa y lucha por lo que verdaderamente importa. Ningún vampiro merece existir, no sólo aquéllos que dejan a niños huérfanos. – Sus músculos se tensaron. – ¿Acaso has encontrado alguno que rompa ese esquema? Si es así, nómbralo, me gustaría conocerlo. – Y ponerle una estaca en el pecho, pensó con maldad. Descruzó los brazos y le instó a que le siguiera. Necesitaban prepararse para salir de cacería. No iba a quedarse allí toda la noche, para ponerse al corriente con ella. La llevó a su habitación preferida, la que estaba llena de juguetes de todo tipo, cortesía de los tecnólogos. Esa era otra de las razones por las que seguía en la Inquisición, pese a que odiaba su sistema. – ¿Cuál es tu arma favorita? – Preguntó, sin mirarla a ella. Sus ojos, estaban puestos en la nueva colección de dagas. Él ya tenía un par, que habían pertenecido a su padre biológico, pero prefería utilizarlas cuando estaba seguro que volvería a recuperarlas. Tal vez, sí que tenía un corazón en su pecho, ironizó. – ¿Las pistolas? Es lo que las mujeres normalmente prefieren. De esa forma, la sangre no te salpicará. – Estaba siendo machista, lo sabía y, aunque Katriina podría mirarlo de esa forma tan ella de oírlo; no estaba preocupado por las represalias de una extraña. De hecho, fue tan lejos como para coger una pistola y ofrecérsela. – Tómala. Me sentiré más seguro si la llevas contigo. Es mi espalda la que busco mantener intacta. – Y allí estaba, esa ceja enarcada, cargada de arrogancia.
Jarko Räsänen- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 11/08/2015
Re: Un encuentro algo tenso [Privado]
Daphne observó con curiosidad al muchacho que tenía delante, tal y como le habían enseñado. Durante los años en los que había estado entrenando, su maestro le había demostrado la importancia de no subestimar a tu adversario y, aunque él iba a ser su compañero, eso solo era en la teoría. La práctica era bastante distinta. Nunca había que menospreciar a la persona que tuvieras delante, la joven sabía muy bien eso ya que solía utilizar su frágil aspecto para que el oponente se confiara. Una, aparentemente, dulce jovencita puede despertar las carcajadas del guerrero más feroz en el calor de la batalla. Y ese descuido podía ser mortal, ya que le brindaba a ella la oportunidad de acercarse lo suficiente como para herirlo de muerte, antes, incluso, de que el caballero, pudiera parpadear. La pelirroja tomó una primera imagen del muchacho, apuntando mentalmente detalles que le llamaron la atención de buenas a primeras. Era una buena estratega, y ese era uno de sus rituales, una de las manías que la acompañaban día tras día. Se dio cuenta de que no sonreía y se preguntó si era así de serio e intimidante siempre o solo lo era con ella, puesto que le habían impuesto su compañía.
Era normal que su comportamiento se debiera a que no le gustaba tener a nadie cerca, tener que encargarse de otra persona. La chica pensó que con su demostración de su valía en combate, en la pequeña batalla con ese otro hombre, le habría demostrado que no era una damisela en apuros, una que era incapaz de defenderse o de atacar. Pero no, ahora veía con claridad que no iba a conseguir nada con eso. Quizás se trataba de un chico solitario, acostumbrado a hacer todo por sí mismo, sin depender de nadie y recibir la orden de tener una compañera que, para más inri, desconocía, no debía de haberle gustado demasiado. Por no decir que nada en absoluto. Sin embargo, eso no era más que otro obstáculo que iba a tener que superar de alguna forma, aunque todavía no tenía un plan al respecto. Lo encontraría, por supuesto, sobre todo si de eso dependía su particular misión. Y lo haría sin levantar sospechas, como si, sencillamente, buscara caerle bien al chico. Puede que, si se hubieran conocido en otras circunstancias, así fuera, pero hacía demasiado tiempo que Daphne no sabía lo que era tener un amigo, puede que nunca lo hubiera sabido realmente. O por lo menos no recordaba lo que era. No pasaba nada, estaba bien. Durante años sintió la necesidad de importarle a alguien, pero ahora todo eso había cambiado. Le bastaba con hacerle sentir orgulloso a su maestro. Y esa era la razón por la que se encontraba en ese lugar en ese preciso momento. Se estremeció al escuchar su nombre pronunciado por los labios del muchacho y alzó una ceja mientras lo miraba. –Está bien, no intentaré saber el funcionamiento de tu mente, algo me dice que sería una pérdida de tiempo –contestó–Pero nos guste o no, vamos a tener que trabajar juntos. Órdenes de arriba.
Se quedó unos segundos callada, conteniendo el aliento. Su historia no era del todo cierta, pero como toda mentira que se precie, esta se basaba en una verdad. Le había contado cosas que seguían perturbándola, que seguían haciéndola sentir sola a pesar de todo. No recordaba a sus padres, no sabía si tenía algún recuerdo o las imágenes de su mente no era más que fruto de una imaginación infantil.─Puede que sea una utopía, que no conseguiré cumplirlo nunca, pero eso no me impide intentarlo. No te importa mi historia, a mí no me importa la tuya, pero no te voy a permitir que eches por tierra lo único que me mantuvo con fuerzas una vez. Seguramente no has pasado por algo así, es más que posible que hayas vivido en el núcleo de una familia ejemplar. Un padre que infundía respeto y admiración, una madre cariñosa…¿hermanos, quizás? No me importa─musitó y caminó por la sala, con las manos a su espalda. ─No estamos aquí para hacer amigos, puedo entender esa postura y la comparto, pero deberías respetar a tus camaradas. Puede que por eso me hayan obligado a ser tu compañera, puede que nadie más hubiera querido. No me sorprendía nada. Pero eso tampoco me importa─lo miró unos segundos, antes de hablar de nuevo. ─No me interesa entablar amistad con algún vampiro, pero tienes, razón. Dudo que alguno merezca existir, como tú has dicho─añadió, y no dijo nada más al respecto.
Jarko la arrastró hasta otra sala y Daphne quiso protestar, pero cuando vio los juguetes que allí se almacenaban no pudo hacerlo ya que se quedó maravillada. Se acercó hasta uno de los estantes y acarició con cuidado algunas de las armas que se encontraban allí. Justo entonces, Jarko se aproximó a ella y le tendió una pistola, diciéndole que esa arma solía ser la favorita de las mujeres y que se sentiría más seguro si se la llevaba. La pelirroja puso los ojos en blanco, irritada. ─Vuelves a subestimarme, pero si te quedas más tranquilo, me la llevaré─le susurró, guardando la psitola en la cinturilla de su vestido, oculta por la tela de su propio corsé, mientras su mirada se deslizaba por el resto de armas, aquellas que se encontraban algo más alejadas de donde Daphne estaba posicionada en ese momento.─Prefiero las espadas, finas, delicadas y letales─sonrió levemente y se acercó hasta un estante donde se encontraban una serie de puñales.─Aunque reconozco que uno de estos es más práctico. Fácil de esconder de la vista del oponente, mortal…─ladeó la cabeza y alzó la vista.─¿Puedo saber cuál es tu arma favorita?
Era normal que su comportamiento se debiera a que no le gustaba tener a nadie cerca, tener que encargarse de otra persona. La chica pensó que con su demostración de su valía en combate, en la pequeña batalla con ese otro hombre, le habría demostrado que no era una damisela en apuros, una que era incapaz de defenderse o de atacar. Pero no, ahora veía con claridad que no iba a conseguir nada con eso. Quizás se trataba de un chico solitario, acostumbrado a hacer todo por sí mismo, sin depender de nadie y recibir la orden de tener una compañera que, para más inri, desconocía, no debía de haberle gustado demasiado. Por no decir que nada en absoluto. Sin embargo, eso no era más que otro obstáculo que iba a tener que superar de alguna forma, aunque todavía no tenía un plan al respecto. Lo encontraría, por supuesto, sobre todo si de eso dependía su particular misión. Y lo haría sin levantar sospechas, como si, sencillamente, buscara caerle bien al chico. Puede que, si se hubieran conocido en otras circunstancias, así fuera, pero hacía demasiado tiempo que Daphne no sabía lo que era tener un amigo, puede que nunca lo hubiera sabido realmente. O por lo menos no recordaba lo que era. No pasaba nada, estaba bien. Durante años sintió la necesidad de importarle a alguien, pero ahora todo eso había cambiado. Le bastaba con hacerle sentir orgulloso a su maestro. Y esa era la razón por la que se encontraba en ese lugar en ese preciso momento. Se estremeció al escuchar su nombre pronunciado por los labios del muchacho y alzó una ceja mientras lo miraba. –Está bien, no intentaré saber el funcionamiento de tu mente, algo me dice que sería una pérdida de tiempo –contestó–Pero nos guste o no, vamos a tener que trabajar juntos. Órdenes de arriba.
Se quedó unos segundos callada, conteniendo el aliento. Su historia no era del todo cierta, pero como toda mentira que se precie, esta se basaba en una verdad. Le había contado cosas que seguían perturbándola, que seguían haciéndola sentir sola a pesar de todo. No recordaba a sus padres, no sabía si tenía algún recuerdo o las imágenes de su mente no era más que fruto de una imaginación infantil.─Puede que sea una utopía, que no conseguiré cumplirlo nunca, pero eso no me impide intentarlo. No te importa mi historia, a mí no me importa la tuya, pero no te voy a permitir que eches por tierra lo único que me mantuvo con fuerzas una vez. Seguramente no has pasado por algo así, es más que posible que hayas vivido en el núcleo de una familia ejemplar. Un padre que infundía respeto y admiración, una madre cariñosa…¿hermanos, quizás? No me importa─musitó y caminó por la sala, con las manos a su espalda. ─No estamos aquí para hacer amigos, puedo entender esa postura y la comparto, pero deberías respetar a tus camaradas. Puede que por eso me hayan obligado a ser tu compañera, puede que nadie más hubiera querido. No me sorprendía nada. Pero eso tampoco me importa─lo miró unos segundos, antes de hablar de nuevo. ─No me interesa entablar amistad con algún vampiro, pero tienes, razón. Dudo que alguno merezca existir, como tú has dicho─añadió, y no dijo nada más al respecto.
Jarko la arrastró hasta otra sala y Daphne quiso protestar, pero cuando vio los juguetes que allí se almacenaban no pudo hacerlo ya que se quedó maravillada. Se acercó hasta uno de los estantes y acarició con cuidado algunas de las armas que se encontraban allí. Justo entonces, Jarko se aproximó a ella y le tendió una pistola, diciéndole que esa arma solía ser la favorita de las mujeres y que se sentiría más seguro si se la llevaba. La pelirroja puso los ojos en blanco, irritada. ─Vuelves a subestimarme, pero si te quedas más tranquilo, me la llevaré─le susurró, guardando la psitola en la cinturilla de su vestido, oculta por la tela de su propio corsé, mientras su mirada se deslizaba por el resto de armas, aquellas que se encontraban algo más alejadas de donde Daphne estaba posicionada en ese momento.─Prefiero las espadas, finas, delicadas y letales─sonrió levemente y se acercó hasta un estante donde se encontraban una serie de puñales.─Aunque reconozco que uno de estos es más práctico. Fácil de esconder de la vista del oponente, mortal…─ladeó la cabeza y alzó la vista.─¿Puedo saber cuál es tu arma favorita?
Daphne A. Edgeworth- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/12/2015
Re: Un encuentro algo tenso [Privado]
¡Joder! ¡¿Se estaba riendo a sus espaldas?! Jarko, había esperado que la pelirroja se quejara de sus malos tratos y en cambio, hacía todo lo contrario. No sólo le seguía el juego, dándole la razón sobre la pistola, sino que se atrevía a hablarle tan pacíficamente; cuando él estaba utilizando su exquisita lengua, para insultarla educadamente. O al menos, lo que él creía que estaba dentro de los límites razonables. Cierto es que no había forma de medir si estaba o no siendo altamente grosero, debido a su falta de experiencia entablando conversaciones con nuevos reclutas, especialmente si éstos, eran del sexo opuesto. El inquisidor, solía frecuentar los salones en contadas ocasiones. Prefería la acción al espionaje, de allí que la facción en la que prefería centrarse, era la que forjaba a los soldados. Durante la mayor parte del día, se encontraba entrenando, para estar preparado para las batallas. Sus noches, las dedicaba a rastrear e ir de caza. Si a ello le sumaba el tiempo que invertía revisando las cuentas, y visitando los locales de la cadena de pastelerías que su padre le había heredado, y que ahora se extendía en París; era un hombre extremadamente ocupado. Las mujeres, eran un lujo, que no podía darse con frecuencia; aunque siempre se las arreglaba para llevar a una a la cama y liberar todo el estrés que acumulaba, por el ritmo de vida que llevaba. La última vez que había conseguido darse ese placer, sin embargo, había sido un mes atrás. Tiempo que le había tomado, seguirle la pista a un chupasangre. Y fue a eso, a lo que culpó, por su repentino interés en Daphne. La cercanía de la fémina, sólo le hacía consciente de las semanas que llevaba sin un cuerpo caliente bajo el suyo, de la tensión que arrastraba desde que concluyera, exitosamente, su misión. Maldijo internamente, mientras que apretaba la mandíbula con fuerza, para no continuar con su agresión verbal. Necesitaba un descanso con urgencia, unas malditas horas bastarían para que recurriera a la hija del ama de llaves. Océanne, era una preciosa joven que se había metido con él en varias ocasiones. Lo que había empezado como un trato cordial, pues le había ayudado a recuperarse de las graves heridas que le hiciera su tutor durante uno de los entrenamientos, había tenido un final inevitable: ellos, revolcándose en su cama. Aunque la chica no le había advertido que era virgen, Jarko lo supo demasiado tarde.
Tras haberle dejado en claro que su relación no iba a ir a ningún lado y, aunque ella estaba empeñada en creer que un día podría corresponder a su afecto, habían continuado con sus encuentros. No eran frecuentes, pues el inquisidor prefería que su hermana ni cualquier otro criado, se enterara. Pero allí estaba, con una mujer atractiva que sabía desenvolverse con una espada y que, encima, no caía en su juego de provocaciones; preguntándose cuánta resistencia pondría en la cama. Si era tan buena en eso, como con la espada, maldita sea sino quería estar en el lugar de Zane. Por suerte para él, nunca iría tan lejos como para comprobarlo. Así que mejor si se apegaba a la línea de la hostilidad y arrogancia. ¿De qué otra forma podría ahuyentarla para que pidiese cambio de facción? Estaba seguro que podría encontrar algo, que la hiciese salir corriendo. Él no estaría rompiendo ninguna regla si su compañera de cacería, decidía abandonarlo. Quizás incluso podría pedirle un consejo a su hermana. Katriina, sabría cómo se sentía al respecto haciendo de niñero y seguro que sabría qué hacer. – No creas que no he notado, que has pasado una de mis preguntas por alto. – Profirió en cambio. Cuando él había preguntado si conocía a un vampiro que rompiera con el esquema, la pelirroja había dudado. Eso, o no se fiaba de sus palabras. Su madre, le había jodido para todas las mujeres, pues no confiaba en lo que éstas dijeran. Ni siquiera su hermana estaba exenta. Temía que siguiera los mismos pasos que Raffaella. Daphne había estado en lo correcto respecto a su familia. Había tenido un padre respetado, honorable miembro de la Santa Inquisición. Llevaba su apellido con orgullo y aquello que hacía, era para devolverle la gloria que su madre le había robado al traicionarlos. Además, también deseaba agradar a Lastor. – Pronto sabrás todo de mí, lo quieras o no. Mis compañeros no tardarán en ponerte al día, esperando ganarse tus favores. Eres una más en nuestras filas, pero eso no cambia el hecho de que eres una mujer. Ellos intentarán abrirse paso entre tus piernas. – No se excluyó, no hacía falta. Si quisiera, la habría tratado de diferente forma, ¿cierto? Hasta el momento, la sola idea de estar junta a ella era repulsiva. ¿Por qué no sonaba tan convincente como cuando la había visto por primera vez? Molesto, cogió una de las dagas de la colección. – Cualquier arma que pueda destrozar el corazón muerto de un vampiro, es mi arma favorita. – Mintió. Porque las que su padre le había dejado, pertenecientes a su linaje, lo eran.
Tras haberle dejado en claro que su relación no iba a ir a ningún lado y, aunque ella estaba empeñada en creer que un día podría corresponder a su afecto, habían continuado con sus encuentros. No eran frecuentes, pues el inquisidor prefería que su hermana ni cualquier otro criado, se enterara. Pero allí estaba, con una mujer atractiva que sabía desenvolverse con una espada y que, encima, no caía en su juego de provocaciones; preguntándose cuánta resistencia pondría en la cama. Si era tan buena en eso, como con la espada, maldita sea sino quería estar en el lugar de Zane. Por suerte para él, nunca iría tan lejos como para comprobarlo. Así que mejor si se apegaba a la línea de la hostilidad y arrogancia. ¿De qué otra forma podría ahuyentarla para que pidiese cambio de facción? Estaba seguro que podría encontrar algo, que la hiciese salir corriendo. Él no estaría rompiendo ninguna regla si su compañera de cacería, decidía abandonarlo. Quizás incluso podría pedirle un consejo a su hermana. Katriina, sabría cómo se sentía al respecto haciendo de niñero y seguro que sabría qué hacer. – No creas que no he notado, que has pasado una de mis preguntas por alto. – Profirió en cambio. Cuando él había preguntado si conocía a un vampiro que rompiera con el esquema, la pelirroja había dudado. Eso, o no se fiaba de sus palabras. Su madre, le había jodido para todas las mujeres, pues no confiaba en lo que éstas dijeran. Ni siquiera su hermana estaba exenta. Temía que siguiera los mismos pasos que Raffaella. Daphne había estado en lo correcto respecto a su familia. Había tenido un padre respetado, honorable miembro de la Santa Inquisición. Llevaba su apellido con orgullo y aquello que hacía, era para devolverle la gloria que su madre le había robado al traicionarlos. Además, también deseaba agradar a Lastor. – Pronto sabrás todo de mí, lo quieras o no. Mis compañeros no tardarán en ponerte al día, esperando ganarse tus favores. Eres una más en nuestras filas, pero eso no cambia el hecho de que eres una mujer. Ellos intentarán abrirse paso entre tus piernas. – No se excluyó, no hacía falta. Si quisiera, la habría tratado de diferente forma, ¿cierto? Hasta el momento, la sola idea de estar junta a ella era repulsiva. ¿Por qué no sonaba tan convincente como cuando la había visto por primera vez? Molesto, cogió una de las dagas de la colección. – Cualquier arma que pueda destrozar el corazón muerto de un vampiro, es mi arma favorita. – Mintió. Porque las que su padre le había dejado, pertenecientes a su linaje, lo eran.
Jarko Räsänen- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 11/08/2015
Re: Un encuentro algo tenso [Privado]
Daphne sabía que hacerse un hueco dentro de La Inquisición no iba a ser fácil, aunque hubiera pasado todos sus filtros y se hubiera convertido en una de sus reclutas. Que lo hubiera logrado no significaba que sus compañeros fueran a confiar en una perfecta desconocida, por lo que tendría que encontrar la manera de que lo hicieran. Era por eso que aguantaba con toda la entereza que era capaz de reunir los golpes que Jarko iba dedicándole. En otras circunstancias le hubiera contestado, ganas no le faltaba, pero sabía que tenía que morderse la lengua, aunque no iba a permitir que la pisotearan. Si eso llegaba a ocurrir, mostraría de lo que era capaz, como había hecho minutos antes, en ese combate improvisado. Quizás la confianza viniera de la mano del respeto de los demás, todavía no lo sabía. Quizás solo tuviera que dejar que las cosas siguieran su curso, aunque dudaba de que alguien de la organización entregara su confianza ciega en otra persona, mucho menos en ella, una recién llegada. Ella misma no había confiado en nadie hasta que su maestro la encontró y cuidó de ella. Y seguramente habría seguido sola en el mundo de no ser por él. O peor, habría desaparecido, el mundo habría acabado pudiendo con ella y nadie se habría dado cuenta de ello.
Observó a Jarko apoyada en una de las paredes. Su mirada se detuvo durante más segundos de los necesarios en la silueta que se dibujaba ante ella. Ladeó ligeramente la cabeza, dejando que varios mechones de su rojizo cabello cayeran por su rostro. Se preguntó cómo se movería en el campo de batalla, porque eso era en lo que las calles de París se habían convertido, aunque muchos de sus habitantes no lo supieran. Tenía seguridad en sí mismo y la joven se preguntó si también la tendría mientras luchaba. Por su mente pasó la imagen del chico con los músculos tensos, combatiendo, mientras el sonido del metal de dos espadas inundaba el ambiente. Sacudió la cabeza, no podía perder el tiempo imaginando cómo sería. Puede que, tratándose de otro, Daphne hubiera tenido que estar pendiente de no acabar muerta por tener un inepto como compañero, pero a pesar de lo poco que llevaba entre las filas de La Inquisición, la fama de Jarko era tan notoria que ya había llegado a sus oídos un par de comentarios. No le interesaba saber nada de su compañero, pero lo cierto era que tenerlo al lado la hacía sentirse segura, a pesar de estar caminando sobre la cuerda floja. No sabría si habría sido capaz de tener que cuidarse las espaldas y tener que cuidar también las de un novato que apenas supiera mantener en alto un arma y seguir con el personaje que tenía que interpretar.
Sabía que no había respondido a todas las preguntas de Jarko, había obviado la más importante porque no tenía una respuesta a eso, no al menos una que pudiera convencer al muchacho. Sin embargo, no podía eludirla siempre, por lo que se armó de valor y se dispuso a contestar. No le gustaba mentir, aunque pudiera sonar paradójico viniendo de alguien que estaba viviendo en primera persona una mentira, que estaba inventándose una vida para llevar a cabo una misión. Había sido entrenada para ello, podría salir airosa de cualquier situación, o al menos eso era lo que había pensado hasta que se cruzó con su compañero.─No he conocido a ningún vampiro. Lo que me mueve es el rencor y el deseo de evitarle a alguien que experimente lo mismo que yo. Ya, ya sé lo que vas a decir. Una utopía, algo imposible─comentó, encogiéndose de hombros. Eso no era del todo mentira y poder contarle un poco de verdad la hizo sentirse bien. Era cierto que no deseaba que nadie sintiera lo que era estar sola, que te arrebataran a tu familia y una parte de ella le gustaría poder evitarlo, aunque eso era algo que nunca le había confesado a nadie y de lo que se sentía incapaz. Tal vez por eso sentía la necesidad de no defraudar a su maestro, porque no quería volver a sentirse completamente sola.
Sonrió de medio lado al escucharle y lo cierto es que no pudo evitar que una carcajada se escapara de sus labios. ─Tienes razón─comenzó a decir─Llevo poco aquí y ya me han comentado un par de cosas sobre ti, aunque lo cierto es que no suelo dejarme llevar por los comentarios que puedan llegar a mis oídos. Prefiero comprobar las cosas por mí misma─lo miró de arriba abajo mientras volvía a caminar por la habitación. Tenerlo tan cerca estaba comenzando a ponerla nerviosa, aunque se dijo a sí misma que eso era porque iba a tener que cuidar sus palabras y puede que incluso sus gestos. Alzó una ceja cuando comentó que sus compañeros intentarían encontrar la forma de abrirse camino entre sus piernas. Contuvo el aliento un instante y lo soltó levemente. No había concebido esa posibilidad, pero…Quizás podría venirle bien.─Lo cierto es que he visto a alguno que otro al que no me importaría hacerle uno de esos favores de los que hablas─le dijo, aunque lo cierto era que nunca se le había dado bien nada que tuviera que tener que ver con el cortejo. Desvió la mirada, apartándola de él y le dio la espalda para contemplar otras de las armas que había en la sala, aunque tan solo era una excusa para no mirarlo a él. ─Así que cualquiera que pueda matar te gusta…─susurró─Una lástima, te habría pedido que me enseñaras a manejar tu arma favorita, aquella en la que confías para que te guarde las espaldas. Me conformaré con seguir entrenando con las mías─volvió a mirarle─Tú ya me has visto combatiendo y yo te he comentado que no me fío de las habladurías. ¿Vas a enseñarme de lo que eres capaz?
Observó a Jarko apoyada en una de las paredes. Su mirada se detuvo durante más segundos de los necesarios en la silueta que se dibujaba ante ella. Ladeó ligeramente la cabeza, dejando que varios mechones de su rojizo cabello cayeran por su rostro. Se preguntó cómo se movería en el campo de batalla, porque eso era en lo que las calles de París se habían convertido, aunque muchos de sus habitantes no lo supieran. Tenía seguridad en sí mismo y la joven se preguntó si también la tendría mientras luchaba. Por su mente pasó la imagen del chico con los músculos tensos, combatiendo, mientras el sonido del metal de dos espadas inundaba el ambiente. Sacudió la cabeza, no podía perder el tiempo imaginando cómo sería. Puede que, tratándose de otro, Daphne hubiera tenido que estar pendiente de no acabar muerta por tener un inepto como compañero, pero a pesar de lo poco que llevaba entre las filas de La Inquisición, la fama de Jarko era tan notoria que ya había llegado a sus oídos un par de comentarios. No le interesaba saber nada de su compañero, pero lo cierto era que tenerlo al lado la hacía sentirse segura, a pesar de estar caminando sobre la cuerda floja. No sabría si habría sido capaz de tener que cuidarse las espaldas y tener que cuidar también las de un novato que apenas supiera mantener en alto un arma y seguir con el personaje que tenía que interpretar.
Sabía que no había respondido a todas las preguntas de Jarko, había obviado la más importante porque no tenía una respuesta a eso, no al menos una que pudiera convencer al muchacho. Sin embargo, no podía eludirla siempre, por lo que se armó de valor y se dispuso a contestar. No le gustaba mentir, aunque pudiera sonar paradójico viniendo de alguien que estaba viviendo en primera persona una mentira, que estaba inventándose una vida para llevar a cabo una misión. Había sido entrenada para ello, podría salir airosa de cualquier situación, o al menos eso era lo que había pensado hasta que se cruzó con su compañero.─No he conocido a ningún vampiro. Lo que me mueve es el rencor y el deseo de evitarle a alguien que experimente lo mismo que yo. Ya, ya sé lo que vas a decir. Una utopía, algo imposible─comentó, encogiéndose de hombros. Eso no era del todo mentira y poder contarle un poco de verdad la hizo sentirse bien. Era cierto que no deseaba que nadie sintiera lo que era estar sola, que te arrebataran a tu familia y una parte de ella le gustaría poder evitarlo, aunque eso era algo que nunca le había confesado a nadie y de lo que se sentía incapaz. Tal vez por eso sentía la necesidad de no defraudar a su maestro, porque no quería volver a sentirse completamente sola.
Sonrió de medio lado al escucharle y lo cierto es que no pudo evitar que una carcajada se escapara de sus labios. ─Tienes razón─comenzó a decir─Llevo poco aquí y ya me han comentado un par de cosas sobre ti, aunque lo cierto es que no suelo dejarme llevar por los comentarios que puedan llegar a mis oídos. Prefiero comprobar las cosas por mí misma─lo miró de arriba abajo mientras volvía a caminar por la habitación. Tenerlo tan cerca estaba comenzando a ponerla nerviosa, aunque se dijo a sí misma que eso era porque iba a tener que cuidar sus palabras y puede que incluso sus gestos. Alzó una ceja cuando comentó que sus compañeros intentarían encontrar la forma de abrirse camino entre sus piernas. Contuvo el aliento un instante y lo soltó levemente. No había concebido esa posibilidad, pero…Quizás podría venirle bien.─Lo cierto es que he visto a alguno que otro al que no me importaría hacerle uno de esos favores de los que hablas─le dijo, aunque lo cierto era que nunca se le había dado bien nada que tuviera que tener que ver con el cortejo. Desvió la mirada, apartándola de él y le dio la espalda para contemplar otras de las armas que había en la sala, aunque tan solo era una excusa para no mirarlo a él. ─Así que cualquiera que pueda matar te gusta…─susurró─Una lástima, te habría pedido que me enseñaras a manejar tu arma favorita, aquella en la que confías para que te guarde las espaldas. Me conformaré con seguir entrenando con las mías─volvió a mirarle─Tú ya me has visto combatiendo y yo te he comentado que no me fío de las habladurías. ¿Vas a enseñarme de lo que eres capaz?
Daphne A. Edgeworth- Inquisidor Clase Media
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