AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Face of the Skies → Privado
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The Face of the Skies → Privado
“As a breath on glass, -
As witch-fires that burn,
The gods and monsters pass,
Are dust, and return.”
― George Sterling, The Face of the Skies
As witch-fires that burn,
The gods and monsters pass,
Are dust, and return.”
― George Sterling, The Face of the Skies
Bredoteau era el herrero que lo había tomado como aprendiz. Un hombre corpulento, de cuello ancho y bigote gris. Y aunque el joven apreciaba todo lo que hacía por él, no se había tomado la molestia de preguntarle nada relevante. Sólo sabía su apellido, mismo que usaba para referirse a él, y que tenía una esposa, y eso porque alguna vez la mujer había ido al taller a dejarle comida a su marido, misma de la que también se sirvió él, gracias a la amabilidad de ambos.
Sin embargo, el orfebre le había dado unos días libres. Sin duda algo que cualquier joven trabajador de una industria tan pesada como la herrería agradecería, pero no Caliban. Necesitaba tener la mente ocupada. Porque si no, entonces las sombras comenzaban a apoderarse de todo en su interior, como si bajara la guardia de una lucha constante. Como si le inyectaran tinta que pronto se esparcía por todas sus venas y arterias.
Tan pronto terminó la cena en la casa Pemberton, se disculpó y salió, antes de que Solange lo interceptara. El detonante fue ver la interacción de Ambrose con Gemma, ¿pero qué esperaba? Entonces se repetía como mantra que recordara su lugar ahí, era un invitado y con todo eso que sentía y pensaba estaba traicionando a sus anfitriones.
En un afán de tranquilizarse, se subió al tejado como era su costumbre. Le gustaba ver las estrellas, que no eran tan nítidas como en Gales, pero se alcanzaban a ver lo suficiente como para dibujar líneas imaginarias y unirlas en constelaciones. Se sentó largo rato ahí, contemplando el cielo nocturno con languidez. Sólo en momentos como aquel lograba serenarse. Cerró los ojos un instante, tan breve que dio exactamente igual. Un momento después los abrió de golpe, al sentir algo. Algo nuevo, algo diferente. Se puso de pie en su lugar, con riesgo a caerse y echó un vistazo. La calle estaba desierta, excepto por una figura. Frunció el entrecejo y se apresuró a bajar, ayudado por la forja de las ventanas, aunque los últimos metros hasta el suelo los saltó.
Corrió, sin saber muy bien el motivo. Hace tiempo, desde que Sycorax había muerto, que no se cuestionaba mucho nada, simplemente hacía las cosas, esperando lo mejor. Ya en la calle, dobló una esquina para, de ese modo, toparse de frente al desconocido. Joven, pudo notar, aunque no supo qué tanto.
Si hacía aquello y se apresuraba, si sus cálculos no fallaban, lo encontraría al doblar otra esquina. Provocaría ese choque por accidente que necesitaba. Tomó aire y disminuyó el ritmo de sus pasos hasta hacerlos despreocupados. Cuando sintió la presencia cerca, se distrajo adrede y…
No tenía contemplado que el impacto fuera tan fuerte. Cayó de nalgas al suelo. Se quejó sonoramente, eso sí que no se lo esperaba y alzó el rostro para ver al otro, que seguía de pie frente a él. Satisfecho de que, aunque fuera con aquel exabrupto, su plan diera resultado, sonrió.
—Hey, ¿te encuentras bien? —Preguntó aunque era él el que había caído. Se puso de pie, sacudiéndose la ropa que lo hacía lucir más afortunado de lo que era, no como el pobre huérfano acogido en una casa de ricos—. Lo siento… —dejó que la frase se desvaneciera en el aire, como si no terminara todavía, pero sin decir más.
Ahora que lo tenía de frente podía sentirlo con más fuerza. Un poder distinto al que había experimentado antes. No supo si atribuirle aquello a que se trataba de un hombre y él, Caliban estaba acostumbrado a lidiar con mujeres. Sin embargo, se dijo que no era eso. Este poseía un ímpetu diferente y se prometió en ese momento, descubrir el motivo.
Última edición por Caliban Ifans el Sáb Ene 23, 2016 10:48 pm, editado 1 vez
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/11/2015
Localización : París
Re: The Face of the Skies → Privado
El resto de la tarde la había pasado sumergido en la extensa galería que el museo parisino había presentado al público recientemente. Embelesado por la belleza genuina de rostros desconocidos caminaba sin prisa alguna por los pasillos del lugar, dejando que el eco de sus escarpines bien lustrados creara un vaivén apenas audible. Una mirada sobria que devoraba con ansias los colores de los recuadros, como si en el acto el londinense pudiera robar parte de esa magnificencia para pintar su propio interior, grisáceo y sin vida. Un par de comentarios con desconocidos y una sonrisa por demás falsa, a esa pantomima se redujo su vida después del incidente donde su memoria a corto plazo había sido alterada. Existía un espacio en blanco que aún no lograba descifrar del todo y eso sin lugar a dudas significaba lo más frustrante. Agradeció la invitación al final de la velada a los anfitriones de la exposición para después dejarse engullir por la oscuridad de las calles parisinas. Las luces mortuorias de las farolas derramaban un resplandor amarillento sobre sus hombros.
Estaba a un par de cuadras de la mansión, donde volvería a esa rutina que cada día pesaba un poco más. Llevó ambas manos al interior de sus bolsillos para refugiarse un poco del clima impávido. Eventualmente se adentró en un par de callejones donde la escasa luz le exigía agudizar sus sentidos para no ser víctima de un asalto por parte de algún alma en pena que buscara saciar sus instintos asesinos. ¿Planeaba que todo terminara de ese modo? Por supuesto que no. Jasmine esperaba mucho más de él, el único heredero de la fortuna Blackwood, pues a pesar de que sus habilidades sobre naturales se encontraban en estado letárgico, el pelinegro poseía una cualidad nata de liderazgo que no necesitaba ser impulsada por visiones o premoniciones como su abuela le explicó en su momento. Le pareció escuchar un par de pasos, aunque podía estar equivocado, muy pocas personas en su sano juicio usaban esos callejones para cruzar al otro lado de la ciudad. Apresuró el paso ligeramente para ser asaltado por un golpe contra otra persona. El percance le provocó caer de espaldas sin poder evitar un ligero golpe en la cabeza.
Trató de reincorporarse lentamente. A unos cuantos pasos el eco de un objeto estrellándose contra el pavimento le obligó a buscar rápidamente dentro del bolsillo de su abrigo escuchando apenas al otro joven.
–Sí, si estoy bien, descuida fue mi culpa yo estaba muy distraído y es solo que… – sus manos continuaban su búsqueda en los bolsillos.
Aunque pareciera una locura, hallar el camafeo resultaba más importante que su propio estado en ese instante.
–Eso es mío– susurró a su oyente quien casi pisaba el objeto.
Estaba a un par de cuadras de la mansión, donde volvería a esa rutina que cada día pesaba un poco más. Llevó ambas manos al interior de sus bolsillos para refugiarse un poco del clima impávido. Eventualmente se adentró en un par de callejones donde la escasa luz le exigía agudizar sus sentidos para no ser víctima de un asalto por parte de algún alma en pena que buscara saciar sus instintos asesinos. ¿Planeaba que todo terminara de ese modo? Por supuesto que no. Jasmine esperaba mucho más de él, el único heredero de la fortuna Blackwood, pues a pesar de que sus habilidades sobre naturales se encontraban en estado letárgico, el pelinegro poseía una cualidad nata de liderazgo que no necesitaba ser impulsada por visiones o premoniciones como su abuela le explicó en su momento. Le pareció escuchar un par de pasos, aunque podía estar equivocado, muy pocas personas en su sano juicio usaban esos callejones para cruzar al otro lado de la ciudad. Apresuró el paso ligeramente para ser asaltado por un golpe contra otra persona. El percance le provocó caer de espaldas sin poder evitar un ligero golpe en la cabeza.
Trató de reincorporarse lentamente. A unos cuantos pasos el eco de un objeto estrellándose contra el pavimento le obligó a buscar rápidamente dentro del bolsillo de su abrigo escuchando apenas al otro joven.
–Sí, si estoy bien, descuida fue mi culpa yo estaba muy distraído y es solo que… – sus manos continuaban su búsqueda en los bolsillos.
Aunque pareciera una locura, hallar el camafeo resultaba más importante que su propio estado en ese instante.
–Eso es mío– susurró a su oyente quien casi pisaba el objeto.
Nnamdi- Esclavo
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Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: The Face of the Skies → Privado
“Coincidences mean you're on the right path.”
― Simon Van Booy, Love Begins in Winter: Five Stories
― Simon Van Booy, Love Begins in Winter: Five Stories
Ahora que había logrado su cometido, el galés no tenía idea de cómo proceder. Ese era el problema con él, actuaba al momento y los resultados, aunque fueran inmediatos, no estaban contemplados. Sin embargo, al sentirlo tan cerca —y después del contacto— pudo notar más lo que había llamado tanto su atención. Demasiado intrigado con ello, avanzó sin fijarse, absorto en el nuevo acertijo y se dijo que debía estar verdaderamente aburrido como para ponerse a perseguir quimeras de esa índole.
Un pinchazo de culpa lo invadió cuando el otro se disculpó. Caliban bien sabía que aquello había sido su culpa, él había provocado el encuentro, demasiado ansioso por saber qué misterio envolvía al joven de cabello negro. Lo notó ansioso, buscando algo con vehemencia, y por el modo, debía ser algo muy importante. No obstante, todo fue pasajero, amainado por su creciente intriga. Dio un paso más y se detuvo, ante la advertencia ajena y agachó el rostro. A sus pies vio el pequeño objeto, que brilló a la luz de las mustias farolas. Se apresuró a agacharse y a tomarlo, para regresarlo a su dueño. En cuanto lo tuvo en la mano de largos y pálidos dedos, heridos por el calor y el hierro con el que trabajaba, se detuvo a observarlo con detenimiento. Después estiró la mano, para entregárselo.
—Interesante objeto —señaló—. Y no te preocupes, he sido yo, últimamente he estado muy distraído —no era mentira. En realidad, él mismo buscaba estarlo, para no darle vueltas a la muerte de su madre, a su relación con Solange o a sus sentimientos por Gemma; lo mejor era tener la mente ocupada y este nuevo enigma se levantaba ante él demasiado tentador. Lo que llamaba más la atención es que se decidiera a hablar tan casualmente con un desconocido. Supuso que sólo estaba prolongando el momento inevitable en el que su interlocutor se fuera. Entre más tiempo estuviera con él, más podía tratar de averiguar qué era lo que tanto llamaba su atención.
Se preguntó entonces, en ese mismo instante, si ese motor invisible que lo había movido a él, también movía al otro chico. ¿Sabría del secreto que Caliban quería desentrañar? ¿O era ajeno a su propio poder?
—Caliban —le sonrió y estiró la mano, presentándose con cierta desfachatez. Usualmente sería más reservado, pero creyó que en esta ocasión, lo mejor era ser directo—. Vivo muy cerca de aquí, ¿y tú? Perdón si parezco imprudente, es sólo que me parece raro que deambularas por las calles a esta hora —continuó y su voz se hizo más lívida. De ese modo, era más parecido al joven hechicero que usualmente era, ausente, algo quijote. Si bien él había sido criado en una sociedad apartada de los modos occidentales, era observador y aprendía rápido, su tiempo con los Pemberton le había enseñado que gente como su acompañante, no solía andar sola.
—¿Sabes? No creo en las coincidencias —soltó de manera vaga e inesperada, ¿a qué venía eso? Por supuesto que no creía en coincidencias, ¿cómo iba a creer él en tales cosas cuando su propio nacimiento fue predicho por la misma mujer que ahora lo acogía en su casa? ¿Cómo cuando toda su vida le había dicho que su destino estaba marcado? Era imposible que si quiera lo considerara. La vida entera de Caliban, aunque poco explicada para él mismo por aquellos que poseía el conocimiento sobre su destino, era una certeza. Todos a su alrededor parecían saberlo, menos él.
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 24/11/2015
Localización : París
Re: The Face of the Skies → Privado
No resultaba extraño que el pelinegro se arrojará a los brazos de la muerte cuando se sentía desolado, angustiado, caminando en la cuerda floja por aquel lugar a altas horas siendo intransigente con su vida. Extrañamente esos accionares contradecían su fobia recurrente donde se veía sepultado vivo dentro de algún sarcófago, pero es que todo en el londinense representaba una dualidad, sus estados de ánimo después de su caída y las palabras que empleaba al entablar conversación, a veces amable o demasiado hiriente. ¿Podría ser posible que aquel viejo espíritu cobrara fuerza una vez más? La muerte de su abuela y quedar en el olvido en un instante aun mermaban su consciencia apenas vívida. Se sintió inexplicablemente estremecido con la presencia ajena, algo en el otro significaban pinceladas de un pasado turbio ¿Sería su fachada? ¿La modulación cuando terminaba de ejecutar una oración? O solo le hecho de saberse acompañado en dicho lugar que representaba una especie de exilio del ajetreo parisino. Miró con detenimiento a su ahora oyente y dedujo que al igual que él, sólo había tenido la mala suerte de cruzarse en su camino.
Así mismo reparó en la forma en la cual el otro admiraba cada detalle en el camafeo, rozando con sutileza los bordes dorados del mismo. Estiró la mano para recibirlo.
–En realidad lo es, muchas gracias. Pudiera parecer una simple figurilla pero es algo especial para mí–
Dijo nostálgico mientras lo acomodaba nuevamente entre sus ropas.
–Quinn Blackwood– respondió a la presentación ajena con un dejo de respeto estrechándole.
En ese instante su cuerpo fue víctima de un ligero escalofrió, como si el roce de la mano de Caliban despertara de su largo sopor esa naturaleza sobrenatural en él. No había reparado que si el otro fuese un ladronzuelo o una persona con malicia ya le hubiese arrebatado algo más que el objeto. No obstante algo en el londinense le dictaminaba confiar aunque apenas habían cruzado palabras.
–También, es decir, la mansión no queda a muchas cuadras de aquí, verás asistí a un evento en el museo y bueno, creo a que a mi chofer se le olvidó regresar– sonrió mientras hacia un ligero ademan restándole importancia a dicha eventualidad.
–No importa, son solo unas calles–
Avanzó con él hacia la salida de los callejones donde la escasa iluminación les mostraba un poco de cobijo. Tomó asiento en una de las bancas invitando a su acompañante a hacer lo mismo por unos minutos.
–¿De verdad? Bueno creo que hay algo de cierto en sus palabras, encuentros de este tipo muchas veces resultan fructíferos y espero que este no sea la excepción. Si gustas cuando mi chofer arribe puedo llevarte–
Miró nuevamente hacia la nada, como si se aferrara a permanecer en la penumbra.
Así mismo reparó en la forma en la cual el otro admiraba cada detalle en el camafeo, rozando con sutileza los bordes dorados del mismo. Estiró la mano para recibirlo.
–En realidad lo es, muchas gracias. Pudiera parecer una simple figurilla pero es algo especial para mí–
Dijo nostálgico mientras lo acomodaba nuevamente entre sus ropas.
–Quinn Blackwood– respondió a la presentación ajena con un dejo de respeto estrechándole.
En ese instante su cuerpo fue víctima de un ligero escalofrió, como si el roce de la mano de Caliban despertara de su largo sopor esa naturaleza sobrenatural en él. No había reparado que si el otro fuese un ladronzuelo o una persona con malicia ya le hubiese arrebatado algo más que el objeto. No obstante algo en el londinense le dictaminaba confiar aunque apenas habían cruzado palabras.
–También, es decir, la mansión no queda a muchas cuadras de aquí, verás asistí a un evento en el museo y bueno, creo a que a mi chofer se le olvidó regresar– sonrió mientras hacia un ligero ademan restándole importancia a dicha eventualidad.
–No importa, son solo unas calles–
Avanzó con él hacia la salida de los callejones donde la escasa iluminación les mostraba un poco de cobijo. Tomó asiento en una de las bancas invitando a su acompañante a hacer lo mismo por unos minutos.
–¿De verdad? Bueno creo que hay algo de cierto en sus palabras, encuentros de este tipo muchas veces resultan fructíferos y espero que este no sea la excepción. Si gustas cuando mi chofer arribe puedo llevarte–
Miró nuevamente hacia la nada, como si se aferrara a permanecer en la penumbra.
Nnamdi- Esclavo
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: The Face of the Skies → Privado
“There's something tragic about you,
something so magic about you.”
— Hozier, From Eden
something so magic about you.”
— Hozier, From Eden
Comprendió a la perfección las palabras del joven. Un objeto sencillo que simbolizaba algo más grande. El concepto no le era ajeno. Lo observó nada más, sin agregar algo pero bastante más intrigado que al principio. Y cuando sus manos se estrecharon y entre ellos se formó un puente de energía, Caliban estuvo seguro en ese instante que no iba a desperdiciar la oportunidad que él mismo se había fabricado. Identificó el nombre ajeno como británico, aunque no pudo saberlo con certeza. Era de aquel lugar que la aldea donde había crecido recibía más visitas, por la cercanía, y por ello lograba entender un poco mejor de esa cultura, aunque no dejaba de serle extraña.
Fue a decirle que lo acompañaba a casa si confiaba en él, pero la idea de Quinn resultó mucho mejor para lo que el joven platinado planeaba. Asintió y lo siguió al punto donde la luz era menos tímida, tomó lugar a su lado en la banca con las manos en las rodillas y la espalda muy recta. Usualmente prefería la soledad, pero no era un completo negado para la interacción. Podía ser bastante locuaz a veces, si se tocaban los temas indicados, y se evitaban los delicados.
—No te preocupes —negó con la cabeza—, donde me estoy quedando queda muy cerca, pero podemos esperar a que vengar por ti aquí —no dijo tácitamente «el lugar donde vivo» o algo por el estilo porque aún le costaba trabajo hacerse a la idea de que no era un inquilino temporal con los Pemberton.
Soltó el aire contenido en sus pulmones y se relajó. Observó el cielo nocturno que hace tan solo unos minutos era el único motivo de que se mantuviera a la intemperie. Soslayó a su acompañante. No sabía cómo abordarlo respecto a sus motivaciones para encontrarlo esa velada. El otro actuaba como si no se enterara de nada, se preguntó si sus instintos estaban fallando. Si después de pasar tanto tiempo acompañado de tres hechiceros, ya no lograba identificarlos. No, no podía ser eso, allá en Gales eran mucho más de tres con los que a diario convivía, todo mujeres. ¿Quizá era que Quinn era hombre? Descartó la idea, recordando cómo identificaba la energía de Ambrose con facilidad (álgida cuando estaba en la alcoba con Gemma y la idea lo irritó un poco).
—Verás… —se rascó la larga nariz, pensando en cómo comenzar—, no sé cómo decirlo, ¿no sientes nada en mi compañía? —Rio nervioso dándose cuenta de lo mal que eso había sonado—, no me malinterpretes, sólo… ah, olvídalo —decidió que hasta que no estuviera seguro de nada, prefería no meter la pata. No quería decirlo con todas sus letras porque aún desconocía el verdadero origen de Quinn o si existía alguien escuchando en las sombras. ¿No habían arrasado su hogar en nombre de Dios? Prefería no correr riesgos, tenía suficiente por ese lado.
—Sé que en ese momento debo parecerte un lunático, tal vez lo soy. Como sea, creo que en el fondo sabes qué es lo que he tratado de decirte —entornó los ojos, de por sí pequeños, y le sonrió amistoso, aunque algo contrariado por su mismo comportamiento errático.
¡Por una vez había decidido ser él, el iniciador de una conversación y le resultaba tan complicado! Algo poseía Quinn que Caliban deseaba. No supo el qué, no era algo tangible, de eso sí estuvo seguro y ahora quería averiguarlo.
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 24/11/2015
Localización : París
Re: The Face of the Skies → Privado
Cuando el otro volvió a hacer uso de la palabra, la atención del pelinegro se posó completamente en él. La mirada lánguida del londinense reparó en la anatomía de su igual haciendo una ligera pausa en el singular tono de su cabellera. Seguramente resultaba ser una dadiva de su genealogía, entonces bajó apenas unos centímetros a los labios del joven, donde nacían aquellas aseveraciones pausadas, ornamentadas con un acento que no era del todo francés.
–Te lo agradezco, espero que no demore tanto–
Respondió en un tono poco menos formal que su presentación previa y fue invadido por una extraña paz. Desde pequeño se mostraba un tanto huraño con los extraños, solo cruzaba palabras con su madre o Jasmine, fuera de ellas era un chico raro, aislado como lo describía la servidumbre. Para cuando el espectro empezaba a hacer uso de sus habilidades para materializarse más seguido, Quinn prohibía estrictamente que alguien le interrumpiera en sus sesiones de charla con su acompañante. Fue así como su nana y demás personal empezó a retirarse de la mansión al notar tan extraños cambios en él. Se aisló por completo después de la muerte de Jasmine y poco quedaba ya de un apenas sonriente Quinn.
Cambió la dirección de sus orbes hacia la nocturna sigilosa que se cernía sobre ellos. Suspiró y cerró los ojos para hallar un poco de paz en ese lapso. Resultaba extenuante tratar de hallar respuestas en su rutina, pues había perdido información valiosa mientras estuvo en coma. Sus orbes volvieron a devorar la luz amarillenta de las farolas. Sonrió con cierta picardía cuando escuchó aquella oración. Si bien desde su llegada a la capital había tenido un par de encuentros con hombres que en ocasiones le duplicaban la edad, no había pensado en Caliban como lo hubiera hecho con algún otro, además que su bisexualidad era uno de tantos temas que mantenía apartado de sus charlas habituales.
–No pensé que fueras a tomar la iniciativa de esa forma– respondió mientras guiñaba el ojo para complementar ese coqueteo que de vez en cuando se permitía.
Después río ligeramente moviendo la cabeza.
–Descuida, solo bromeaba, espero no haberte incomodado con mi reacción–
Esa forma poco usual en Quinn tomaba desprevenido a más de uno, pero agradecía de sobremanera que su semejante no reaccionara de forma explosiva, un poco de humor quizás sería la apertura para relajar el silencio tenso que se formaba cuando se conoce a alguien nuevo.
–Por supuesto que sé a lo que te refieres– su semblante se tornó serio –Creí que era algo producido por mi imaginación o mi locura como bien lo describiste anteriormente, pero en el momento de estrechar tu mano me hiciste recordar algunas cosas de mi pasado, cuando mi madre y abuela aún estaban con vida, me atrevería a decir que tu posees esa aura multicolor, propia de un sobrenatural–
Había develado mucho de su pasado en un par de frases, pero confiaba que en Caliban podría hallar revelaciones a su misterio gris.
–Te lo agradezco, espero que no demore tanto–
Respondió en un tono poco menos formal que su presentación previa y fue invadido por una extraña paz. Desde pequeño se mostraba un tanto huraño con los extraños, solo cruzaba palabras con su madre o Jasmine, fuera de ellas era un chico raro, aislado como lo describía la servidumbre. Para cuando el espectro empezaba a hacer uso de sus habilidades para materializarse más seguido, Quinn prohibía estrictamente que alguien le interrumpiera en sus sesiones de charla con su acompañante. Fue así como su nana y demás personal empezó a retirarse de la mansión al notar tan extraños cambios en él. Se aisló por completo después de la muerte de Jasmine y poco quedaba ya de un apenas sonriente Quinn.
Cambió la dirección de sus orbes hacia la nocturna sigilosa que se cernía sobre ellos. Suspiró y cerró los ojos para hallar un poco de paz en ese lapso. Resultaba extenuante tratar de hallar respuestas en su rutina, pues había perdido información valiosa mientras estuvo en coma. Sus orbes volvieron a devorar la luz amarillenta de las farolas. Sonrió con cierta picardía cuando escuchó aquella oración. Si bien desde su llegada a la capital había tenido un par de encuentros con hombres que en ocasiones le duplicaban la edad, no había pensado en Caliban como lo hubiera hecho con algún otro, además que su bisexualidad era uno de tantos temas que mantenía apartado de sus charlas habituales.
–No pensé que fueras a tomar la iniciativa de esa forma– respondió mientras guiñaba el ojo para complementar ese coqueteo que de vez en cuando se permitía.
Después río ligeramente moviendo la cabeza.
–Descuida, solo bromeaba, espero no haberte incomodado con mi reacción–
Esa forma poco usual en Quinn tomaba desprevenido a más de uno, pero agradecía de sobremanera que su semejante no reaccionara de forma explosiva, un poco de humor quizás sería la apertura para relajar el silencio tenso que se formaba cuando se conoce a alguien nuevo.
–Por supuesto que sé a lo que te refieres– su semblante se tornó serio –Creí que era algo producido por mi imaginación o mi locura como bien lo describiste anteriormente, pero en el momento de estrechar tu mano me hiciste recordar algunas cosas de mi pasado, cuando mi madre y abuela aún estaban con vida, me atrevería a decir que tu posees esa aura multicolor, propia de un sobrenatural–
Había develado mucho de su pasado en un par de frases, pero confiaba que en Caliban podría hallar revelaciones a su misterio gris.
Nnamdi- Esclavo
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: The Face of the Skies → Privado
“We were half magic,
half mystery.
What remains of us now–
are just the ghost memories.”
half mystery.
What remains of us now–
are just the ghost memories.”
Aunque el silencio propio del encuentro entre dos desconocidos los envolvió, lejos de separarlos, repelerlos, los hizo juntarse más. Caliban pudo sentirlo de ese modo y no supo explicar a ciencia cierta qué sucedía, pero no le incomodaba. Era un silencio palpable, pero no pesado, ni fastidioso. Más como si las cosas se estuvieran acomodando en su lugar apenas. Rio por lo bajo ante la respuesta de Quinn, si bien él trató de enmendar su pobre elección de palabras, el otro consiguió aligerar el ambiente continuando con la broma. No se molestó, no era un sujeto propenso a la hipermasculinidad, en donde en cada mínimo detalle encontrara amenazas a su sexualidad. Había crecido rodeado de mujeres y ese tipo de conceptos para él eran bastante diferentes a lo que ahí, en el occidente “civilizado” se tenía por norma.
—Nada de eso… —hizo un ademán con la mano para restarle importancia. Cerró los ojos un momento y dibujó una sonrisa amable en su rostro. Sin embargo, si fue a agregar algo, ya no pudo hacerlo. Abrió los ojos de golpe y cambió el talante en cuando Quinn siguió hablando. Se quedó muy atento, e intrigado.
Así que no había errado del todo. Al menos su acompañante sabía sobre lo sobrenatural. Caliban, desde pequeño, había sido educado en las artes que se supondría dominaría como pocos a futuro; teniendo sobre él el peso de una profecía, no se escatimó en sus enseñanzas. Gemma fue una gran maestra, y su madre cuando la primera los dejó. De ese modo, se le explicó desde un principio que existían otros moradores de ese mundo velado para los humanos comunes y corrientes. El joven Ifans habló con fantasmas e hizo preguntas a vampiros dispuestos a charlar un poco. Sabía que los que eran como él, capaces de obrar milagros más allá de la imaginación mortal, no eran los únicos. Se preguntó si su interlocutor conocería los pormenores o tan sólo la generalidad. Porque aunque la energía que emanaba cada vez le parecía más evidente, no daba signos de querer ponerle nombre a las cosas.
—He perdido algo de ese colorido desde que llegué a París —se decidió por aquel conjunto de palabras, casual, como si de lo que estaban hablando de pronto, no se tratara de algo tan fuera de lo común. No mentía; desde luego ser arrancado de Gales, haber perdido a su madre y estar enamorado de una mujer que simplemente jamás iba a ser suya (además, con la constante advertencia de que tal vez, la hija de dicha mujer podría convertirse en su esposa), había desvaído lo que alguna vez fue—. Pero gracias. Me da gusto saber que tampoco estoy loco y estoy perdiendo mis facultades —le sonrió—. Dime, entonces, ¿cómo es que sabes de… bueno, de eso? —Creyó que haber estado caminado alrededor del otro de puntitas por tanto rato había sido una pérdida de tiempo considerando que su contraparte fue un poco más directo y lo mejor ahora era hacer lo mismo, seguir el ejemplo del pelinegro.
—Es decir… —se rascó la sien, pensativo—, conoces de lo sobrenatural, me queda claro, pero, bueno, perdón si me paso de franqueza, ¿acaso eres como yo? Es que me confundes mucho. Hay momentos en los que estoy seguro que posees un gran poder y otros en los que sólo eres un humano. Sin que eso signifique algo malo, claro —se apresuró a aclarar.
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 24/11/2015
Localización : París
Re: The Face of the Skies → Privado
La brisa suave que soplaba a su alrededor acarreaba consigo hojarasca que había muerto bajo los pies de aquellos árboles crecidos a lo largo de ambas aceras. Y por un par de segundos el mundo de Quinn parecía detenerse frente a la mirada idílica del platinado. Sus temores y demonios encallaron en las aseveraciones ajenas, encontrando de este modo un poco de sosiego. Incluso en sus días atormentados tratando de hallar respuestas cedía a ese baile perverso con los retazos de memorias dolientes y se había rendido a la simple idea de vivir así por el resto de sus días. Que se trataba de una especie de imprecación derramada sobre los de su estirpe. Quizás, lo más fácil hubiese sido colocar una balar sobre su cabeza, pero, las efigies de una tarde de lluvia, a solas aferrado al ataúd de su abuela Sabine representaba un obstáculo ante tal opción. No le temía a la soledad, no obstante la muerte y lo que el concepto mismo representaba laceraba su alma. Una y otra vez negándose a reducirse a cenizas sin antes convencerse de lo contrario.
Negó con la cabeza.
–No, no lo creo Caliban, si te soy sincero, eres la primer persona con la que podría llegar a hablar sobre esto–
Necesitaba saber que las voces en los laberintos empolvados de su mente no eran una quimera. Escuchó con atención a lo que su acompañante decía, los volvía cómplices de cierto modo al adentrarse en temáticas tabúes para la sociedad. La oración subsiguiente significó el parte aguas para el desarrollo de su charla. La persecución de su familia no era para menos, de haber podido seguramente les habrían asesinado sin pensarlo dos veces y no era para menos. Su reputación como hechiceros les precedía desde tiempos ancestros. Si Quinn quería romper ese círculo debía confiar en el joven que se presentaba ante él de manera fortuita.
–Mi abuela fue hechicera, mi madre lo fue también. Sin embargo ella murió un año después. La servidumbre no se tentaba el corazón para decir que seguramente había sido un castigo por la práctica pagana de conjuros y hechicería, eso, es solo uno de muchos rumores que tildaban el apellido Blackwood–
Suspiró antes de continuar su relato. Permitiendo que el joven interlocutor intercediera nuevamente.
–De pequeño recuerdo haber visto a muchas otras presencias en la mansión, que no pertenecían a este plano o al menos eso me explicó mi abuela…entonces comprendí que había algo diferente en mí, algo que me alejaba del resto de los chicos de mi edad–
Quinn desgranaba cada palabra con un ligero dejo de molestia, de resentimiento, de dolencia en su mirada. Pues el simple hecho de narrar su pasado punzaba en sus heridas aún abiertas.
Chasqueó la lengua.
–Adelante, ya puedes reírte–
Agregó esperando no algo menos que la reacción descrita previamente.
Negó con la cabeza.
–No, no lo creo Caliban, si te soy sincero, eres la primer persona con la que podría llegar a hablar sobre esto–
Necesitaba saber que las voces en los laberintos empolvados de su mente no eran una quimera. Escuchó con atención a lo que su acompañante decía, los volvía cómplices de cierto modo al adentrarse en temáticas tabúes para la sociedad. La oración subsiguiente significó el parte aguas para el desarrollo de su charla. La persecución de su familia no era para menos, de haber podido seguramente les habrían asesinado sin pensarlo dos veces y no era para menos. Su reputación como hechiceros les precedía desde tiempos ancestros. Si Quinn quería romper ese círculo debía confiar en el joven que se presentaba ante él de manera fortuita.
–Mi abuela fue hechicera, mi madre lo fue también. Sin embargo ella murió un año después. La servidumbre no se tentaba el corazón para decir que seguramente había sido un castigo por la práctica pagana de conjuros y hechicería, eso, es solo uno de muchos rumores que tildaban el apellido Blackwood–
Suspiró antes de continuar su relato. Permitiendo que el joven interlocutor intercediera nuevamente.
–De pequeño recuerdo haber visto a muchas otras presencias en la mansión, que no pertenecían a este plano o al menos eso me explicó mi abuela…entonces comprendí que había algo diferente en mí, algo que me alejaba del resto de los chicos de mi edad–
Quinn desgranaba cada palabra con un ligero dejo de molestia, de resentimiento, de dolencia en su mirada. Pues el simple hecho de narrar su pasado punzaba en sus heridas aún abiertas.
Chasqueó la lengua.
–Adelante, ya puedes reírte–
Agregó esperando no algo menos que la reacción descrita previamente.
Nnamdi- Esclavo
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Re: The Face of the Skies → Privado
“Scars. A sign that you had been hurt. A sign that you had healed.”
― Benjamin Alire Sáenz, Aristotle and Dante Discover the Secrets of the Universe
― Benjamin Alire Sáenz, Aristotle and Dante Discover the Secrets of the Universe
Se sintió extraño ante la aseveración de Quinn. Aunque en esa extrañeza encontró algo conocido, algo que no experimentaba hace tiempo, desde que la aldea del clan fue reducida a cenizas. Sintió que pertenecía a un lugar. Qué venturosa había resultado aquella noche en apariencia igual a todas las demás noches. No sería la primera vez que estaba colocando demasiado valor en meras ilusiones intangibles, no obstante, quiso creer que su instinto no se equivocaba. Se regañó internamente, eso sí, por pensar de aquel modo; creyó que al sentirse cómodo con el desconocido —porque Quinn no dejaba de ser uno— era como si menospreciara los esfuerzos de los Pemberton. Caliban, tan joven y tan impulsivo, no veía que cada una de las circunstancias tenía sus propias implicaciones y que los contextos hacían la diferencia.
Se quedó muy atento al relato. Aquello le sonó familiar, desde luego. Reverberó en su propio pretérito de magia y tragedia. E incluso las duras palabras de las que Quinn fue víctima, hicieron eco en la desgracia que lo condujo hasta Francia. En las antorchas encendidas por los inquisidores, en los gritos desesperados de las mujeres que lo criaron. Cerró los ojos unos momentos, no queriendo verse tan patético frente al otro.
—Creo que eso es universal —al fin habló con cierta vaguedad, como si reflexionara nada más—. El miedo a lo que es diferente. Qué tontería, ¿no? Alguna vez me contaron la leyenda de un hechicero ruso, él ayudaba a su pueblo, pero cuando, en horda, lo descubrieron haciendo magia, lo quemaron… cuánta hipocresía —escupió con rencor. La saliva le supo amarga y sintió deseos de vengar lo que le había sucedido a las hijas de Brenwen en ese instante. Al clavar sus ojos en su acompañante, en cambio, se sintió más sosegado.
—No voy a reírme —aunque en su gesto se dibujó una sonrisa—. Entiendo de lo que hablas. Yo también hablé, y todavía puedo hacerlo, con seres que ya no pertenecen a este plano existencial. Aunque… a diferencia tuya, yo era el único chico en el sitio donde me crie, jamás me sentí diferente. Todas las mujeres a mi alrededor, como tu abuela y como tu madre, eran hechiceras —confesó y rememoró sus años más felices en norte de Gales, en un bosque plagado de espíritus más antiguos que el tiempo mismo.
—Yo… —se miró las manos, mismas que estaban posadas con ansiedad sobre sus rodillas—, fue el fuego el que acabó con mi familia —porque todas las miembros del clan lo eran—, fue la inquisición quien se hizo cargo. Ellos desean nuestros exterminio. A veces es mejor fingir que no hay nada diferente, aunque eso nos convierta en seres aburridos —concluyó. Pocas veces, desde lo sucedido, había hablado de eso. Con Gemma no hubo necesidad porque ella supo los detalles antes de que él arribara y seguramente se encargó de enterar a su esposo. Solange sabría sólo las generalidades y Caliban no era alguien que fuera por la vida describiendo los pormenores, así que la chica no estaba del todo enterada.
Y ahora Quinn se convertía en su cómplice. Porque ambos, de cierto modo, temían a lo mismo. Y ostentabas las mismas cicatrices. Tal vez por motivos distintos, hechas con diferentes armas, pero ahí estaban, marcándolos. Hermanándolos.
Última edición por Caliban Ifans el Dom Jul 10, 2016 9:44 pm, editado 1 vez
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
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Re: The Face of the Skies → Privado
Extrañamente halló en Caliban algo que no podía cuando se perdía en el alcohol, o en los brazos de sus amantes en turno. Esa comprensión que en ocasiones resultaba un tema incómodo, pues la mayor parte de las personas se reía o prestaban poco interés viniendo de un niño mimado y de alta cuna como lo era el pelinegro. Conforme los minutos avanzaban, permitiendo la danza del tiempo en aquel crepúsculo el encuentro aparentemente imprevisto, cobraba forma y traía consigo sus confesiones guardadas por mucho tiempo. El semblante sereno de Quinn se tornó en expectativa de una respuesta por parte de su oyente. Acalló ese rencor e incomprensión para mostrarse recíproco con el otro joven, quien lejos de mofarse, parecía comprender con exactitud lo ocurrido en su vida.
Y entonces, pudo comprender que fuera del jardín lúgubre de la mansión Blackwood, fuera de ese nido de magia que había sido señalado en más de una ocasión, existían más historias que resultaban desgarradoras, como extraídas de un perverso cuento de terror. Los orbes oscuros se abrieron ligeramente mientras de los labios del hechicero un relato cobraba vida, los dones naturales de Quinn, se mantuvieron apaciguados desde su caída no obstante sus raíces sobrenaturales le permitían tener una vaga idea de lo que Caliban vivió tiempo atrás. Llegaban al londinense como fragmentos en blanco y negro que poco a poco formaban un gigantesco rompecabezas complejo. Por primera vez, el único sobreviviente de los Blackwood sintió el dolor ajeno y se compadeció un par de segundos.
–Caliban, cuanto lo siento. Pareciera que la tragedia siempre estará presente en personas como nosotros–
Sonrió con pesar. La muerte significaba su mayor temor desde que vio como el ataúd de Sabine descendía hacia el seno de la tierra. La vida de Caliban debió ser un tormento y aunque los matices resultaban quemar aún, se sorprendía de la entereza ajena al revelar aquel dolor.
Asintió.
–La verdad yo tampoco había tenido la oportunidad de desahogar mis pérdidas, te lo agradezco mucho Caliban y creo que nos resulta más fácil como bien lo mencionaste, fingir que somos personas comunes y corrientes–
No lo expresó de manera explícita, pero el simple hecho de poseer cosas en común, bastaba para Quinn en querer conocerle un poco mejor y claro, mantener ese contacto y apoyo si fuese necesario. Apartó su vista del platinado para dirigirla hacía la bóveda ennegrecida, tachonada apenas por diminutos astros que parpadeaban continuamente.
Por parte de Quinn, existía un detalle más que no había sido revelado de forma tácita.
Aunque probablemente las habilidades del otro ya quizás le ayudaron a percatarse de esa sombra que en apariencia se había marchado de la vida del pelinegro, quien hoy en día apenas recordaba la compañía del espectro. Las vibraciones del otro joven sobrenatural fueron un detonante para que después de mucho tiempo tratara de regresar a este plano. Repentinamente Quinn soltó una carcajada que derrumbó el silencio entre ambos ¿Acaso era este un nuevo intento de aquella presencia por volver a tomar control sobre él? De manera mecánica su cuerpo se irguió y aplaudió de forma socarrona.
–Que conmovedora historia, parece ser que existen más bastardos como Quinn en esta ciudad–
Abrió los brazos hacia los costados.
–No confíes en todo lo que este malandrín acaba de relatar, pues todas las historias poseen un lado oscuro ¿Te gustaría conocerlo?–
Clavó sus ojos sobre Caliban. No era Quinn quien hablaba de ese modo, aunque tampoco poseía la fuerza para expulsarlo.
Y entonces, pudo comprender que fuera del jardín lúgubre de la mansión Blackwood, fuera de ese nido de magia que había sido señalado en más de una ocasión, existían más historias que resultaban desgarradoras, como extraídas de un perverso cuento de terror. Los orbes oscuros se abrieron ligeramente mientras de los labios del hechicero un relato cobraba vida, los dones naturales de Quinn, se mantuvieron apaciguados desde su caída no obstante sus raíces sobrenaturales le permitían tener una vaga idea de lo que Caliban vivió tiempo atrás. Llegaban al londinense como fragmentos en blanco y negro que poco a poco formaban un gigantesco rompecabezas complejo. Por primera vez, el único sobreviviente de los Blackwood sintió el dolor ajeno y se compadeció un par de segundos.
–Caliban, cuanto lo siento. Pareciera que la tragedia siempre estará presente en personas como nosotros–
Sonrió con pesar. La muerte significaba su mayor temor desde que vio como el ataúd de Sabine descendía hacia el seno de la tierra. La vida de Caliban debió ser un tormento y aunque los matices resultaban quemar aún, se sorprendía de la entereza ajena al revelar aquel dolor.
Asintió.
–La verdad yo tampoco había tenido la oportunidad de desahogar mis pérdidas, te lo agradezco mucho Caliban y creo que nos resulta más fácil como bien lo mencionaste, fingir que somos personas comunes y corrientes–
No lo expresó de manera explícita, pero el simple hecho de poseer cosas en común, bastaba para Quinn en querer conocerle un poco mejor y claro, mantener ese contacto y apoyo si fuese necesario. Apartó su vista del platinado para dirigirla hacía la bóveda ennegrecida, tachonada apenas por diminutos astros que parpadeaban continuamente.
Por parte de Quinn, existía un detalle más que no había sido revelado de forma tácita.
Aunque probablemente las habilidades del otro ya quizás le ayudaron a percatarse de esa sombra que en apariencia se había marchado de la vida del pelinegro, quien hoy en día apenas recordaba la compañía del espectro. Las vibraciones del otro joven sobrenatural fueron un detonante para que después de mucho tiempo tratara de regresar a este plano. Repentinamente Quinn soltó una carcajada que derrumbó el silencio entre ambos ¿Acaso era este un nuevo intento de aquella presencia por volver a tomar control sobre él? De manera mecánica su cuerpo se irguió y aplaudió de forma socarrona.
–Que conmovedora historia, parece ser que existen más bastardos como Quinn en esta ciudad–
Abrió los brazos hacia los costados.
–No confíes en todo lo que este malandrín acaba de relatar, pues todas las historias poseen un lado oscuro ¿Te gustaría conocerlo?–
Clavó sus ojos sobre Caliban. No era Quinn quien hablaba de ese modo, aunque tampoco poseía la fuerza para expulsarlo.
Última edición por Quinn Blackwood el Lun Jul 18, 2016 6:24 pm, editado 1 vez
Nnamdi- Esclavo
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Re: The Face of the Skies → Privado
“When you're scared but you still do it anyway, that's brave.”
— Neil Gaiman, Coraline
— Neil Gaiman, Coraline
Giró levemente el rostro y en Quinn encontró un aliciente. Sonrió. Caliban no era un chico al que se le facilitara hacer amigos. Allá en Gales vivió apartado, era el único joven varón, ¿qué posibilidades había de que en verdad forjara una relación amistosa con alguien? Quería a todas las hijas del cuervo, pero no podían ser sus amigas como dos jóvenes hombres logran serlo. Y aquí, en Francia, estaba tan consumido por su pérdida y tan trastornado por sus sentimientos por Gemma que ni siquiera tenía cabeza para algo más. Solange le bastaba como compañía, sin embargo, se daba cuenta ahora, que necesitaba más y con suerte, volvería a ver a Quinn.
Estuvo a punto de decirle que no era nada. Que ahí estaba, cuando quisiera. Que todas las noches estaba en los tejados de la ciudad, como un gato albino, mirando a las estrellas, que le hablaban, que le contaban historias milenarias y futuros aciagos o más gratos. Que cuando quisiera, iba a encontrarlo ahí, sin embargo, antes de poder decir algo, el semblante del chico de cabello negro cambió. Y pudo sentirlo.
Lo sintió en el ambiente, lo sintió en el aire. Lo sintió en el aura de Quinn. Caliban tensó la espalda y dio un respingo ante el repentino aplauso. Se hizo ligeramente hacia atrás, mirando al joven, en apariencia el mismo, pero él, que podía hablar con seres que se han ido o con las constelaciones, captó rápido de qué podía tratarse. Se puso de pie de un solo movimiento veloz. Por un momento observó con detenimiento al otro, trasmutado en ese ser oscuro. Lo estudió y luego sonrió.
—Así que eres tú quien lo atormenta —anunció y miró a su alrededor, sólo para asegurarse que la escena no era vista por nadie—. ¿Qué quieres de él? Y de mí —preguntó y se mantuvo alerta, con la guardia arriba, preparado para cualquier eventualidad. Era joven y ese tipo de prácticas mágicas siempre las había ejecutado en compañía de un adulto, Gemma usualmente. Sin embargo, estaba solo en ese instante, y solo debía apañárselas, por el bien de la víctima en turno. Tragó saliva.
—Quizá deseo conocerlo, quizá no. Cualquier que sea la respuesta, preferiría que fuera Quinn quien me lo dijera —estaba intrigado, no iba a mentir. Conocía a esas energías, lo embusteras que podían ser, pero que también solían hablar con verdad, a su conveniencia. Torcían la realidad, no podía caer en su juego. Sentía una genuina curiosidad, pero creyó que era más honesto preguntarle a Quinn una vez que esto hubiera terminado.
—¿Fuiste tú quién manchó su nombre o viniste con la mácula? —Preguntó y dio medio paso hacia atrás, tratando de recordar todo lo que Sycorax y Gemma le habían enseñado—. Dime tu nombre —exigió, aunque su voz sonó dubitativa. Cerró los puños con fuerza, sabía que no era momento para dudar, la vida de Quinn podía estar en juego. Era una carga demasiado pesada, pero no iba a permitir que otra persona más de su historia fuera arrancada antes de tiempo.
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
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Re: The Face of the Skies → Privado
Un par de segundos atrás lo que parecía ser el inicio de una amistad o hermandad dada la tragedia que compartían aunque descrita de forma distinta, estaba siendo trastornado por la presencia tóxica de ese ser lúgubre, molesto y blasfemo. Había pasado demasiado tiempo encerrado en la prisión de la mente destrozada de Quinn que esta oportunidad no la dejaría escapar de las manos tan fácilmente, quizás desde que Caliban se aproximó a ellos había estado planeando ya, hallar su salida. Y ahí, en medio de la nocturna grisácea se encontraba una vez más de pie tomando poco a poco el control del cuerpo del otrora hechicero. Sonreía y movió ligeramente el cuello hacia un lado para destensar un poco esa parte, estiró los brazos al frente y entrelazó los nudillos haciendo crujir con destreza los mismos. Cuando Quinn solamente era un niño tenía más difícil la tarea y el hecho de tener a Sabine cerca le provocaba nauseas. Pero ahora, el joven inglés estaba expuesto ante un intento más, un intento que poco a poco parecía resultar exitoso.
Reverenció de forma teatral ante el joven albino y volvió a sonreír.
–Así es pequeño hechicero, el placer es todo mío, ¿Sabes? hacía mucho tiempo que no me topaba con una energía tan singular como la tuya, no ocurría desde la ocasión en que la estúpida abuela de este bastardo erró al conjurar al espectro equivocado–
Avanzó un par de pasos hacia él.
–Vamos, vamos no empezarás a arruinar este encuentro con algo tan trillado, Quinn es un medio únicamente para regresar a este plano y usted mi querido anfitrión, usted y yo podemos hacer cosas increíbles si acepta–
Llevó la diestra al bolsillo del traje, buscando un cigarro y cerillas.
–¡Ahhh! Hacía tiempo que no me permitía un lujo como este, si he de admirar algo en el apellido Blackwood es el buen gusto por cosas tan banales como la calidad de un buen puro–
Aspiró del objeto y sostuvo el humo mientras respondía a los cuestionamientos ajenos.
–Pero ¿Adivina que? Quinn por ahora no está aquí, es más no deberías acostumbrarte tan fácilmente a él, no es seguro que se le vea nuevamente por aquí–
Soltó la bocanada en dirección a Caliban.
–Permíteme contarte una pequeña historia. El apellido Blackwood ha sido objeto de maldiciones y ha causado temor entre aquellos menos afortunados desde hace mucho tiempo, desde antes que la perra de su madre fuera concebida. Quinn es el último eslabón de una cadena de poderosos hechiceros, el treceavo si no me equivoco y es por eso que resulta ser alguien importante en mi plan maestro–
Volvió a aspirar del cigarro.
–Mis otros intentos simplemente resultaron ser un error. Las castas eran menos vigorosas así que aguardé un par de años más y que mejor que regresar a este plano en el cuerpo de un joven apuesto y fuerte como lo es Quinn, debo confesar incluso que haber sido posible le hubiera poseído cuando era más pequeño, no obstante debí aguardar a que la abuela terminara su instrucción como matriarca del imperio–
Volvió a negar con el índice.
–No tan rápido, nada de nombres muchacho, sé que dentro de esa mente maquinas la forma de exorcizarme y sabes bien que eres sólo un aprendiz de magia negra, no querrás arrojar a este joven a una muerte segura, como todos aquellos que…han sido convertidos en polvo frente a tus ojos ¿Me equivoco?–
Reverenció de forma teatral ante el joven albino y volvió a sonreír.
–Así es pequeño hechicero, el placer es todo mío, ¿Sabes? hacía mucho tiempo que no me topaba con una energía tan singular como la tuya, no ocurría desde la ocasión en que la estúpida abuela de este bastardo erró al conjurar al espectro equivocado–
Avanzó un par de pasos hacia él.
–Vamos, vamos no empezarás a arruinar este encuentro con algo tan trillado, Quinn es un medio únicamente para regresar a este plano y usted mi querido anfitrión, usted y yo podemos hacer cosas increíbles si acepta–
Llevó la diestra al bolsillo del traje, buscando un cigarro y cerillas.
–¡Ahhh! Hacía tiempo que no me permitía un lujo como este, si he de admirar algo en el apellido Blackwood es el buen gusto por cosas tan banales como la calidad de un buen puro–
Aspiró del objeto y sostuvo el humo mientras respondía a los cuestionamientos ajenos.
–Pero ¿Adivina que? Quinn por ahora no está aquí, es más no deberías acostumbrarte tan fácilmente a él, no es seguro que se le vea nuevamente por aquí–
Soltó la bocanada en dirección a Caliban.
–Permíteme contarte una pequeña historia. El apellido Blackwood ha sido objeto de maldiciones y ha causado temor entre aquellos menos afortunados desde hace mucho tiempo, desde antes que la perra de su madre fuera concebida. Quinn es el último eslabón de una cadena de poderosos hechiceros, el treceavo si no me equivoco y es por eso que resulta ser alguien importante en mi plan maestro–
Volvió a aspirar del cigarro.
–Mis otros intentos simplemente resultaron ser un error. Las castas eran menos vigorosas así que aguardé un par de años más y que mejor que regresar a este plano en el cuerpo de un joven apuesto y fuerte como lo es Quinn, debo confesar incluso que haber sido posible le hubiera poseído cuando era más pequeño, no obstante debí aguardar a que la abuela terminara su instrucción como matriarca del imperio–
Volvió a negar con el índice.
–No tan rápido, nada de nombres muchacho, sé que dentro de esa mente maquinas la forma de exorcizarme y sabes bien que eres sólo un aprendiz de magia negra, no querrás arrojar a este joven a una muerte segura, como todos aquellos que…han sido convertidos en polvo frente a tus ojos ¿Me equivoco?–
Nnamdi- Esclavo
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Re: The Face of the Skies → Privado
“It is very hard for evil to take hold of the unconsenting soul.”
― Ursula K. Le Guin, A Wizard of Earthsea
― Ursula K. Le Guin, A Wizard of Earthsea
Se obligó a no retroceder. Por Quinn, pero por él también. La fuerza era poderosa, y oscura; él conocía bien de antiguos demonios, después de todo, rondaban como bestias libres allá en Gales. Y había presenciado más de una vez su expulsión, la cuestión era que él nunca había ejecutado un ritual de esa índole. Siempre había sido observador, y nada más. Un ávido estudiante al que la tragedia le arrancó la oportunidad de seguir aprendiendo. Aquí en París, era verdad, tenía el apoyo de los Pemberton, pero el chico sentía que simplemente no era lo mismo.
No contestó nada. Eran provocaciones y lo sabía. Se mantuvo atento, tratando de pensar qué hacer para lograr salvar a Quinn y encerrar a este espíritu en algún sitio seguro. Chasqueó, amenazó con abrir la boca, pero no lo hizo. Que esa presencia se pusiera a hablar de Blackwood le molestó de sobremanera. Sonaba a una de esas personas que creen conocer a alguien, pero no tienen idea, sin embargo, Caliban supo que el errado era él, pues ese demonio conocía bien las debilidades de quien le estaba sirviendo como receptáculo. Entornó los ojos azules y rasgados y fue a insistir en saber su nombre, cuando la presencia, traicionera cómo iba a ser si no, continuó hablando. Cerró los puños muy fuerte, hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Cualquiera que fuera su nombre, era un diablo que conocía bien su oficio, pues era certero en sus golpes.
—¿Y qué clase de trato pretendes que hagamos? Cuéntame, y te diré si estoy interesado —trató de sonar casual, incluso relajó la posición—. Sé que aún me falta mucho por aprender, y quizá tú abras la puerta a un mundo de conocimiento. Eso hizo el doctor Fausto en la obra de Marlowe, ¿no? —Continuó. Hasta no hace mucho, Caliban no sabía leer, ni escribir, pero aprendió rápido y ahora devoraba libros con pasión. La lectura le gustaba, de algún modo la ficción le recordaba su lugar de origen, que por sí solo parecía sacado de la fantasía.
—¿Sabes? Apenas si conozco a Quinn, si tu propuesta de grandeza me conviene más, no tendría problema en… —dejó la frase inconclusa y se encogió de un hombro. La realidad fue que no se sintió capaz de terminar lo que estaba diciendo, era demasiado horrible. De todos modos, sus intensiones no eran esa. Era cierto que a Quinn apenas si lo conocía, esa noche misma habían cruzado caminos por vez primera, pero sentía que el otro joven era lo que buscaba; otro chico con quien socializar. Y no iba a abandonarlo.
Tampoco mintió cuando dijo que le faltaba mucho por aprender. No conocía las potestades del ser contra el que se enfrentaba, y no podría saberlas hasta que develara su nombre —deseó que Quinn, en el fondo, viera su desesperación y le diera una pista—, pero no podía ser descuidado. Nunca consiguió cerrar su cabeza a invasores, pero lograba alejar sus pensamientos tanto, que resultaba muy complicado acceder a la información que se requería. Y en ese instante eso hizo al tiempo que sonreía como si en verdad esperara que un contrato con el diablo resolviera todos sus problemas.
Con ironía pensó que hacía falta mucho más que eso para enmendar su vida y sus faltas.
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
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Re: The Face of the Skies → Privado
El humo del cigarrillo inundaba el rostro por completo del otrora hechicero. Y detrás de esa cortina espesa la mirada punzante del emisario del infierno que no dejaba de articular oraciones sucias y certeras al joven albino. Su propósito había sido claro desde un inicio, tener el control completo del cuerpo de Quinn, no había sido hasta ese entonces que gracias a aura ajena pudo hallar una grieta para colarse hasta el plano terrenal. Mantuvo una distancia prudente y desde su sitio verberó.
–Veamos, un joven como tú en búsqueda de una instrucción en las artes paganas, frente a ti tienes no solo la posibilidad de perfeccionar aquello que por herencia natural posees, sino a un excelente aliado del cual podrías disponer cuando lo desees–
Se permitió jugar el papel de abogado del diablo. Si el otro lo quería, el espectro no dudaría en concederle el poder y la gloria. Nunca mencionó riesgo alguno, porque su naturaleza traicionera y arrogante jugaba un papel importante ahora que supuestamente brindaba todos los beneficios en bandeja de plata, caminó un poco más para mirar con detenimiento los detalles en el rostro del joven hechicero. Al igual que Quinn, era bien parecido y serviría como recipiente en adelante si logra ganarse su confianza. Conforme los minutos avanzaban, el espectro parecía acoplarse con facilidad a su nuevo cuerpo.
–Adelante dilo, no tendrías problema alguno en deshacerte de Blackwood ¿Cierto? Muy en el fondo, todos tenemos un precio, todos buscamos algo por lo que estaríamos dispuestos a matar–
Rompió por completo la distancia que aún existía entre ellos y tomó con su mano izquierda el rostro de Caliban soplando en este la última bocanada de humo del cigarrillo que ahora caía al suelo.
–¿Cierto? Dime muchacho ¿Qué viste en Quinn? ¿Qué es eso que ha despertado tu curiosidad para intentar salvarle? Lo que sea que pienses hacer es un mero intento por librarte de las llamas del infierno y lo sabes. Las personas como tú no tienen un destino menos afortunado que aquellos que roban o matan a plena luz el día. Toda su estirpe está condenada a caer–
Resultaría una labor titánica el saber el nombre verdadero de aquel demonio. Quinn yacía sumergido quizás en un plano adyacente al terrenal, era bien sabido que solo él en esta situación podía brindar las armas al hechicero. Fue en ese lapso de segundos que a través de sus ojos, el pelinegro trató de transmitir un mensaje, un grito de ayuda desde donde fuera que él estuviese.
–Y bien muchacho ¿Qué estás dispuesto a hacer para que yo te brinde ese poder que estás buscando?–
Se vio ligeramente afectado por lo que en apariencia pareciera ser un intento de Quinn por aproximarse a su nuevo amigo.
El ente se vio apenas aturdido –¡Bastardo!– escupió con saña y coraje. Trastabillo ligeramente, fueron escasos segundos donde la única arma en su contra era la inscripción grabada al reverso del camafeo, por alguna razón el artilugio había caído en manos de Caliban minutos atrás. Quinn esperaba que el hechicero recordara eso y de este modo hubiera un último intento por expulsarle, la perspicacia y dones natos del galés serían piezas claves para que no se quedara en solo eso, un simple intento.
–Veamos, un joven como tú en búsqueda de una instrucción en las artes paganas, frente a ti tienes no solo la posibilidad de perfeccionar aquello que por herencia natural posees, sino a un excelente aliado del cual podrías disponer cuando lo desees–
Se permitió jugar el papel de abogado del diablo. Si el otro lo quería, el espectro no dudaría en concederle el poder y la gloria. Nunca mencionó riesgo alguno, porque su naturaleza traicionera y arrogante jugaba un papel importante ahora que supuestamente brindaba todos los beneficios en bandeja de plata, caminó un poco más para mirar con detenimiento los detalles en el rostro del joven hechicero. Al igual que Quinn, era bien parecido y serviría como recipiente en adelante si logra ganarse su confianza. Conforme los minutos avanzaban, el espectro parecía acoplarse con facilidad a su nuevo cuerpo.
–Adelante dilo, no tendrías problema alguno en deshacerte de Blackwood ¿Cierto? Muy en el fondo, todos tenemos un precio, todos buscamos algo por lo que estaríamos dispuestos a matar–
Rompió por completo la distancia que aún existía entre ellos y tomó con su mano izquierda el rostro de Caliban soplando en este la última bocanada de humo del cigarrillo que ahora caía al suelo.
–¿Cierto? Dime muchacho ¿Qué viste en Quinn? ¿Qué es eso que ha despertado tu curiosidad para intentar salvarle? Lo que sea que pienses hacer es un mero intento por librarte de las llamas del infierno y lo sabes. Las personas como tú no tienen un destino menos afortunado que aquellos que roban o matan a plena luz el día. Toda su estirpe está condenada a caer–
Resultaría una labor titánica el saber el nombre verdadero de aquel demonio. Quinn yacía sumergido quizás en un plano adyacente al terrenal, era bien sabido que solo él en esta situación podía brindar las armas al hechicero. Fue en ese lapso de segundos que a través de sus ojos, el pelinegro trató de transmitir un mensaje, un grito de ayuda desde donde fuera que él estuviese.
–Y bien muchacho ¿Qué estás dispuesto a hacer para que yo te brinde ese poder que estás buscando?–
Se vio ligeramente afectado por lo que en apariencia pareciera ser un intento de Quinn por aproximarse a su nuevo amigo.
El ente se vio apenas aturdido –¡Bastardo!– escupió con saña y coraje. Trastabillo ligeramente, fueron escasos segundos donde la única arma en su contra era la inscripción grabada al reverso del camafeo, por alguna razón el artilugio había caído en manos de Caliban minutos atrás. Quinn esperaba que el hechicero recordara eso y de este modo hubiera un último intento por expulsarle, la perspicacia y dones natos del galés serían piezas claves para que no se quedara en solo eso, un simple intento.
Nnamdi- Esclavo
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