AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Castillos de naipes || Libre
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Castillos de naipes || Libre
Las misiones más largas se veían en los estados papales, la verdad que más que cazar, me sentí como un bibliotecario, aquel que solo con la información sitiaba los lugares, hacía reconocimiento del terreno y luego la información la llevaba a los espías sobre las personas que se me asignaba seguir y hacer expediente, ¿Espía yo?, no, no lo era, solo hacia el trabajo de investigación, nada más, pero bueno de vez en cuando tocaba enfrentarse a uno de “aquellos” cuando se daban cuenta de mi trabajo de recabar información y ahí, bueno ahí la lucha era a muerte o nada.
Regresó a París con un solo objetivo, pasar más tiempo con su hermana; todo debido a su misión en los últimos meses que le habían alejado de su hogar. La noche anterior había luna llena y no se encontraba en casa sino lejos, su hermana no estaba así que por vez primera su transformación la paso en libertad corriendo y aullando por los bosques. Ahora no había luna llena, al contrario había llegado (hace dos noches con luna llena) a la ciudad y quería algo de relajación, algo que le ayudará a olvidar aquellas noches de trabajo arduo y pesado. Pensó en ir a correr a los bosques pero luego de haber perdido a aquella mujer que había amado desde niño en sus brazos en los bosques, no le parecía la mejor idea para olvidarse de todo.
–Maldición– murmura cuando su puño golpea la puerta de su habitación, estaba furioso por todo lo que pasaba en su vida, no se sentía con ánimos así que antes de comer alguna locura optó por descansar. A primera hora del día con los cantos de las aves salió a correr por los bosques, ahora si se internó en ellos sudando por toda la extensión de tierra. Necesitaba olvidarse de todo y comenzar de nuevo pero ahora sin mentiras, si ocultar su condición de maldito y de prócer de la iglesia. Su “caminata” lo llevo a perderse por los laberintos de su cabeza hasta llegar al lago, aquel lugar donde algunas parejas, verlas en paseos románticos, paseos en barcazas lo ponía aún más mal; ¿Por qué lastimarse? Porque así se calmaría un poco aunque sea, quizás lo que buscaba era olvidar todo y solo centrarse en su trabajo.
Se tumbó un rato sobre el césped admirando las pequeñas barcazas que estaban flotando por las mansas aguas, hasta que en una de ellas observaba algo inusual, algo que no estaba bien, una joven que buscaba huir de su acompañante ¿era normal?, se incorporó observando mejor aquella escena. La mujer al parecer estaba en problemas o quizás lo estaría más adelante; aunque en su mente también rezaba “no interfieras”. Ahora se debatía entre si ayudar o no, si meterse hasta golpear a aquel sujeto que estaba tomando a la joven del brazo. La barcaza se movía demasiado, quizás no aguante y todos terminen…
Muy tarde para hablar.
Regresó a París con un solo objetivo, pasar más tiempo con su hermana; todo debido a su misión en los últimos meses que le habían alejado de su hogar. La noche anterior había luna llena y no se encontraba en casa sino lejos, su hermana no estaba así que por vez primera su transformación la paso en libertad corriendo y aullando por los bosques. Ahora no había luna llena, al contrario había llegado (hace dos noches con luna llena) a la ciudad y quería algo de relajación, algo que le ayudará a olvidar aquellas noches de trabajo arduo y pesado. Pensó en ir a correr a los bosques pero luego de haber perdido a aquella mujer que había amado desde niño en sus brazos en los bosques, no le parecía la mejor idea para olvidarse de todo.
–Maldición– murmura cuando su puño golpea la puerta de su habitación, estaba furioso por todo lo que pasaba en su vida, no se sentía con ánimos así que antes de comer alguna locura optó por descansar. A primera hora del día con los cantos de las aves salió a correr por los bosques, ahora si se internó en ellos sudando por toda la extensión de tierra. Necesitaba olvidarse de todo y comenzar de nuevo pero ahora sin mentiras, si ocultar su condición de maldito y de prócer de la iglesia. Su “caminata” lo llevo a perderse por los laberintos de su cabeza hasta llegar al lago, aquel lugar donde algunas parejas, verlas en paseos románticos, paseos en barcazas lo ponía aún más mal; ¿Por qué lastimarse? Porque así se calmaría un poco aunque sea, quizás lo que buscaba era olvidar todo y solo centrarse en su trabajo.
Se tumbó un rato sobre el césped admirando las pequeñas barcazas que estaban flotando por las mansas aguas, hasta que en una de ellas observaba algo inusual, algo que no estaba bien, una joven que buscaba huir de su acompañante ¿era normal?, se incorporó observando mejor aquella escena. La mujer al parecer estaba en problemas o quizás lo estaría más adelante; aunque en su mente también rezaba “no interfieras”. Ahora se debatía entre si ayudar o no, si meterse hasta golpear a aquel sujeto que estaba tomando a la joven del brazo. La barcaza se movía demasiado, quizás no aguante y todos terminen…
Muy tarde para hablar.
Nyra/Nathaniel Slamdong- Condenado/Licántropo/Clase Media
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Re: Castillos de naipes || Libre
Después de varios meses alejada de la sociedad, con una muy buena excusa por ello ya que guardó el luto necesario por su tía, algunos aspectos de su regreso a la misma tenía cosas positivas. Ver de nuevo a sus amistades, desenvolviéndose entre ellos con la fortuna de saber que todo podía parecer normal a su alrededor. Nada de magia, licántropos o cambiaformas.
Su vida había sido una locura antes de la muerte de su tía y su posterior separación de la sociedad, ocultándose en su Mansión lejos de toda persona que pudiera ver las huellas de su corazón roto. había tenido que enfrentar el ataque de un licántropo, un hombre lobo al que amaba y que había perecido junto a los amigos que intentaron defenderla de su ataque. Había descubierto que tenía un hermano por parte de padre, aunque con una insólita cualidad de cambiar forma, para perderlo después en manos de algún inquisidor. Y su tía, la única familiar que conoció, murió envenenada con la avaricia y los celos. La muerte y la soledad la marcaban, eran compañeras ineludibles en su vida, pero eso era lo que la hacía una luchadora capaz de sobrevivir a cualquier eventualidad.
Pero regresar a la sociedad, teniendo en cuenta su posición social y su reciente adquisición de todo el patrimonio de la familia Del Mar, la hacían sufrir el lado más oscuro y negativo de la alta clase. Los hombres desesperados por un matrimonio que tape todos los huecos de sus despilfarros estaban al acecho, incluso se veía obligada a aceptar la compañía de alguno de ellos, ya que necesitaba mantener ciertas amistades o conexiones por sus negocios y el conservatorio de música que poseía.
Precisamente era eso último lo que la tenía allí, en medio de un lago, en el extremo opuesto de la barca en la que se encontraba el hombre más absurdo que jamás había conocido. A pesar de su apuesta apariencia, seguramente financiada con los últimos fondos de unos negocios muy lucrativos e ilegales, su lengua era torpe, así como sus palabras empalagosas. Tenía la cualidad de convertir cualquier cosa que dijese en un burdo intento de chiste picante, como si fuese realmente divertido escuchar cómo comparaba el color de sus ojos con las aguas de los charcos otoñales. Cosa que le parecía terriblemente humillante si se consideraba que los charcos en invierno no eran más que barro sucio, seguramente podrían haber miles de palabras para describir el maldito color marrón.
Sin embargo, dada su educación y carácter generalmente risueño y amable, había soportado aquella situación con verdadera solemnidad. Al menos hasta el momento en que aquel hombre había deseado acercarse a ella para tener algo más que palabras. Actuó con rapidez, levantándose en la barca para poderlo alejar, aunque la rudeza con la que persistía en el agarre al que la sometía, sólo la hacía enfurecer. Y todo ello no mejoró cuando la barca se giró, haciéndola caer junto al hombre, al agua.
Gritó al sentir el frío contacto del agua contra su cuerpo, no pudo evitar pensar en el bochornoso momento que estaba viviendo, sabiendo que cu vestido quedaría totalmente arruinado.
Pero cuando intentó subir a la superficie, la opresión de su férreo corsé, así como el peso de las numerosas y costosas capas de su vestido, sólo hacían que se acercase más al fondo del lago que a la superficie, haciéndole perder el poco aire que había estado conteniendo en sus pulmones. ¿ Iba a terminar así su vida?. ¿ Ahogándose en medio de un lago por huir de un pretendiente baboso?.
Su vida había sido una locura antes de la muerte de su tía y su posterior separación de la sociedad, ocultándose en su Mansión lejos de toda persona que pudiera ver las huellas de su corazón roto. había tenido que enfrentar el ataque de un licántropo, un hombre lobo al que amaba y que había perecido junto a los amigos que intentaron defenderla de su ataque. Había descubierto que tenía un hermano por parte de padre, aunque con una insólita cualidad de cambiar forma, para perderlo después en manos de algún inquisidor. Y su tía, la única familiar que conoció, murió envenenada con la avaricia y los celos. La muerte y la soledad la marcaban, eran compañeras ineludibles en su vida, pero eso era lo que la hacía una luchadora capaz de sobrevivir a cualquier eventualidad.
Pero regresar a la sociedad, teniendo en cuenta su posición social y su reciente adquisición de todo el patrimonio de la familia Del Mar, la hacían sufrir el lado más oscuro y negativo de la alta clase. Los hombres desesperados por un matrimonio que tape todos los huecos de sus despilfarros estaban al acecho, incluso se veía obligada a aceptar la compañía de alguno de ellos, ya que necesitaba mantener ciertas amistades o conexiones por sus negocios y el conservatorio de música que poseía.
Precisamente era eso último lo que la tenía allí, en medio de un lago, en el extremo opuesto de la barca en la que se encontraba el hombre más absurdo que jamás había conocido. A pesar de su apuesta apariencia, seguramente financiada con los últimos fondos de unos negocios muy lucrativos e ilegales, su lengua era torpe, así como sus palabras empalagosas. Tenía la cualidad de convertir cualquier cosa que dijese en un burdo intento de chiste picante, como si fuese realmente divertido escuchar cómo comparaba el color de sus ojos con las aguas de los charcos otoñales. Cosa que le parecía terriblemente humillante si se consideraba que los charcos en invierno no eran más que barro sucio, seguramente podrían haber miles de palabras para describir el maldito color marrón.
Sin embargo, dada su educación y carácter generalmente risueño y amable, había soportado aquella situación con verdadera solemnidad. Al menos hasta el momento en que aquel hombre había deseado acercarse a ella para tener algo más que palabras. Actuó con rapidez, levantándose en la barca para poderlo alejar, aunque la rudeza con la que persistía en el agarre al que la sometía, sólo la hacía enfurecer. Y todo ello no mejoró cuando la barca se giró, haciéndola caer junto al hombre, al agua.
Gritó al sentir el frío contacto del agua contra su cuerpo, no pudo evitar pensar en el bochornoso momento que estaba viviendo, sabiendo que cu vestido quedaría totalmente arruinado.
Pero cuando intentó subir a la superficie, la opresión de su férreo corsé, así como el peso de las numerosas y costosas capas de su vestido, sólo hacían que se acercase más al fondo del lago que a la superficie, haciéndole perder el poco aire que había estado conteniendo en sus pulmones. ¿ Iba a terminar así su vida?. ¿ Ahogándose en medio de un lago por huir de un pretendiente baboso?.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Castillos de naipes || Libre
Observaba el lago tratando de mantener su mirada fuera de aquel pequeño bote que se tambaleaba, por más que se regañaba no conseguía alejar sus ojos de aquel par; presenciar aquello provocó en aquel hombre una punzada de dolor en su corazón al recordar los momentos que había pasado con su amada de juventud que murió en sus brazos antes de llegar al altar jurando así no volver a amar a ninguna otra mujer, pero ver parejas tomando paseos en las barcazas, riendo y jugando le recordó lo que se perdió y se perderá siempre. Negó y volvió a sus cosas admirando el paisaje hasta que algo le atrajo de nuevo a aquel bote.
Observó con atención percatándose que aquello no era normal “Déjalo ser” se decía “no te incumbe” trataba de calmar a sus puños que se arrugaban al ver como aquel se acercaba demasiado a la joven dama “cálmate y déjalo ir” volvía a repetirse cual mantra hasta que pudo vislumbrar como el cuerpo delgado de la joven caía al agua, su vestido siendo tragado por las aguas lentamente hasta convertirse en un chapoteo grande. La vio intentar luchar por mantenerse a flote pero el peso de aquellos tela al parecer le hacían la tarea imposible, eso fue suficiente para él.
Abruptamente se puso de pie y sin importarle se acercó a la orilla pero antes de ingresar nuevamente observó al acompañante de la muchacha que se sostenía con fuerza y no movía ni un dedo para ayudarla “que poco caballero” murmura y se adentra con presteza a ayudar sin importarle si terminaría empapado. Se lanzó a las aguas nadando con agilidad hasta llegar donde la joven. Miró con una mirada fulminante al joven y con una mueca desaprobatoria, regresó la vista a la joven extendiendo su mano a ella –Déjeme ayudarla, apóyese en mi espalda la llevaré a la orilla y luego a su hogar señorita, descuide conmigo no le pasará nada malo, le juro en nombre de Dios y de todo lo bueno de este mundo– dejó una sonrisa de llena de confiabilidad, además de su tono amable y dulce.
Ofreció su espalda y pudo observar como el joven intentaba acercarse a la joven e impedirle irse con el desconocido, fue entonces que decidió adelantarse un poco a los acontecimientos –Me llamo Nathaniel Slamdong, si teme que algo le pueda hacer ya sabe ni nombre y apellido podrá mandarme a encerrar por haberle faltado el respeto, o haber dejado que se quede en el agua, a mí me enseñaron mis padres que un caballero no debe forzar a una dama a ningún acto indecoroso que dañe su reputación o buen nombre, a una dama no se la toca ni con los pétalos de una rosa, lo único que podemos como caballeros ofrecerles es nuestras manos, nuestras miradas y por supuesto los versos de amor profundo de nuestros corazones junto a flores que les recuerde lo mucho que las amamos, jamás podemos dejarlas, entre ellas y uno es mejor lanzarse uno a la desventura y lo males que dejar a una dama sufrir en ellos– miró a la mujer con una seriedad que antes no había tenido –Señorita, créame cuando le digo que no dejaré que nada malo le pase hasta llegar a su hogar, me aseguraré de ello con mi vida si es necesario. Es lo que todo buen caballero haría– nuevamente ofrece su espalda para llevar a la joven a la orilla.
Aunque al final de aquella travesía terminaría con el aroma a perro mojado, pero gracias a su habilidad su cuerpo podría levantar su temperatura y calentarse más rápido que un humano común, aunque si temía por la joven. ¿Qué pensaría ella si supiera que un lobo la estaba salvando de otro lobo con piel de oveja? Eso lo hacía dudar mucho y por eso su mirada un poco triste.
Observó con atención percatándose que aquello no era normal “Déjalo ser” se decía “no te incumbe” trataba de calmar a sus puños que se arrugaban al ver como aquel se acercaba demasiado a la joven dama “cálmate y déjalo ir” volvía a repetirse cual mantra hasta que pudo vislumbrar como el cuerpo delgado de la joven caía al agua, su vestido siendo tragado por las aguas lentamente hasta convertirse en un chapoteo grande. La vio intentar luchar por mantenerse a flote pero el peso de aquellos tela al parecer le hacían la tarea imposible, eso fue suficiente para él.
Abruptamente se puso de pie y sin importarle se acercó a la orilla pero antes de ingresar nuevamente observó al acompañante de la muchacha que se sostenía con fuerza y no movía ni un dedo para ayudarla “que poco caballero” murmura y se adentra con presteza a ayudar sin importarle si terminaría empapado. Se lanzó a las aguas nadando con agilidad hasta llegar donde la joven. Miró con una mirada fulminante al joven y con una mueca desaprobatoria, regresó la vista a la joven extendiendo su mano a ella –Déjeme ayudarla, apóyese en mi espalda la llevaré a la orilla y luego a su hogar señorita, descuide conmigo no le pasará nada malo, le juro en nombre de Dios y de todo lo bueno de este mundo– dejó una sonrisa de llena de confiabilidad, además de su tono amable y dulce.
Ofreció su espalda y pudo observar como el joven intentaba acercarse a la joven e impedirle irse con el desconocido, fue entonces que decidió adelantarse un poco a los acontecimientos –Me llamo Nathaniel Slamdong, si teme que algo le pueda hacer ya sabe ni nombre y apellido podrá mandarme a encerrar por haberle faltado el respeto, o haber dejado que se quede en el agua, a mí me enseñaron mis padres que un caballero no debe forzar a una dama a ningún acto indecoroso que dañe su reputación o buen nombre, a una dama no se la toca ni con los pétalos de una rosa, lo único que podemos como caballeros ofrecerles es nuestras manos, nuestras miradas y por supuesto los versos de amor profundo de nuestros corazones junto a flores que les recuerde lo mucho que las amamos, jamás podemos dejarlas, entre ellas y uno es mejor lanzarse uno a la desventura y lo males que dejar a una dama sufrir en ellos– miró a la mujer con una seriedad que antes no había tenido –Señorita, créame cuando le digo que no dejaré que nada malo le pase hasta llegar a su hogar, me aseguraré de ello con mi vida si es necesario. Es lo que todo buen caballero haría– nuevamente ofrece su espalda para llevar a la joven a la orilla.
Aunque al final de aquella travesía terminaría con el aroma a perro mojado, pero gracias a su habilidad su cuerpo podría levantar su temperatura y calentarse más rápido que un humano común, aunque si temía por la joven. ¿Qué pensaría ella si supiera que un lobo la estaba salvando de otro lobo con piel de oveja? Eso lo hacía dudar mucho y por eso su mirada un poco triste.
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Re: Castillos de naipes || Libre
Había leído algunas novelas o historias románticas a escondidas de su tía, pues una dama no debía deleitarse con las locuras que producía el amor. Al fin y al cabo, todas ellas se casaban en función de rango, dote y belleza. Si bien es cierto que no siempre se respetaba tal orden en la decisión que llevaba a dos jóvenes al profundo lazo del compromiso. En la clase alta, se las acostumbraba a obedecer; respeto a la familia, honor al apellido y prudencia ante las opiniones de tu prometido. Una mujer siempre estaba obligada a obedecer, ya fuese a Dios, al rey, a su padre o, finalmente, a su marido. Incluso en la viudez, muchas se veían reducidas a asentir a las estridentes opiniones de sus hijos varones. Era triste saber el destino de muchas féminas, más ella jamás había sido como todas las jóvenes.
Siempre creyó que la prudencia y su amabalidad, la librarían de los problemas, pero tal parecía que estos siempre encontraban el lugar idóneo para encontrarla. Jamás creyó verse reducida a un absurdo cliché de novela, una acción tan bochornosa en pleno día y a ojos de algunos de los miembros de la alta clase. Indudablemente sería la comidilla de todos los cotilleos al día siguiente, las jóvenes cuchichearían sobre cómo enseñó las enaguas al intentar salir del agua y las más ancianas aporrearían sus abanicos contra las manos en señal de desaprobación. Quería, literalmente, que aquella agua la rodease y hundiese, para dejarla de nuevo en la orilla de la playa que había a los pies de su Mansión.
- ¿ Mo-Monsieur ?- Tartamudeó mientras alzaba su mano para tomar la firme mano que le era tendida, sin mostrar el más mínimo atisbo de duda en sus ojos. Su desesperación y orgullo primaban más que el decoro, al fin y al cabo ya había perdido cualquier oportunidad de parecer una dama a aquellas alturas. Su dignidad había caído con la misma rapidez que la última carta mal colocada en la cima de una montaña de naipes, derrumbándose con la misma rapidez con la que su pequeño sombrero había perdido todas las pequeñas florecillas que lo convertían en un diseño caro y coqueto para alguien con un rostro como el de ella. Quería llorar, pero se limitó a apoyarse contra la espalda que le era ofrecida con amabilidad, haciendo notar el temblor que recorría su cuerpo por la frialdad del agua.
Sus mejillas se tornaron completamente rojas al escuchar la larga explicación de aquel hombre sobre cómo debían ser tratadas las mujeres, aquello sólo la hacía sentir peor, ya que había obligado a un buen hombre a lanzarse a aquella situación comprometida sólo para salvarla de su propia estupidez al querer huir de aquel patán. Fulminó con sus ojos oscuros al caballero que había permanecido impasible ante su " chapuzón " y apartó su rostro, alzando la barbilla con el poco orgullo que le quedaba para poder concentrarse en la tarea de salir de allí.
- Sáqueme de aquí Monsieur, le imploro que me permita abusar de su amabilidad en tal...- Suspiró sin poder evitar una mueca de disgusto, una expresión que rozaba la desesperación ya que no estaba acostumbrada a cometer errores o mostrarse débil ante nadie. - bochornosa. Le doy mi palabra de que no he contemplado el más mínimo pensamiento de descortesía ante su ofrecimiento de ayuda.
Siempre creyó que la prudencia y su amabalidad, la librarían de los problemas, pero tal parecía que estos siempre encontraban el lugar idóneo para encontrarla. Jamás creyó verse reducida a un absurdo cliché de novela, una acción tan bochornosa en pleno día y a ojos de algunos de los miembros de la alta clase. Indudablemente sería la comidilla de todos los cotilleos al día siguiente, las jóvenes cuchichearían sobre cómo enseñó las enaguas al intentar salir del agua y las más ancianas aporrearían sus abanicos contra las manos en señal de desaprobación. Quería, literalmente, que aquella agua la rodease y hundiese, para dejarla de nuevo en la orilla de la playa que había a los pies de su Mansión.
- ¿ Mo-Monsieur ?- Tartamudeó mientras alzaba su mano para tomar la firme mano que le era tendida, sin mostrar el más mínimo atisbo de duda en sus ojos. Su desesperación y orgullo primaban más que el decoro, al fin y al cabo ya había perdido cualquier oportunidad de parecer una dama a aquellas alturas. Su dignidad había caído con la misma rapidez que la última carta mal colocada en la cima de una montaña de naipes, derrumbándose con la misma rapidez con la que su pequeño sombrero había perdido todas las pequeñas florecillas que lo convertían en un diseño caro y coqueto para alguien con un rostro como el de ella. Quería llorar, pero se limitó a apoyarse contra la espalda que le era ofrecida con amabilidad, haciendo notar el temblor que recorría su cuerpo por la frialdad del agua.
Sus mejillas se tornaron completamente rojas al escuchar la larga explicación de aquel hombre sobre cómo debían ser tratadas las mujeres, aquello sólo la hacía sentir peor, ya que había obligado a un buen hombre a lanzarse a aquella situación comprometida sólo para salvarla de su propia estupidez al querer huir de aquel patán. Fulminó con sus ojos oscuros al caballero que había permanecido impasible ante su " chapuzón " y apartó su rostro, alzando la barbilla con el poco orgullo que le quedaba para poder concentrarse en la tarea de salir de allí.
- Sáqueme de aquí Monsieur, le imploro que me permita abusar de su amabilidad en tal...- Suspiró sin poder evitar una mueca de disgusto, una expresión que rozaba la desesperación ya que no estaba acostumbrada a cometer errores o mostrarse débil ante nadie. - bochornosa. Le doy mi palabra de que no he contemplado el más mínimo pensamiento de descortesía ante su ofrecimiento de ayuda.
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Re: Castillos de naipes || Libre
La fría corriente de agua le afectaba al cuerpo pero no demasiado como lo haría con los humanos normales a los que dejaría cual tempano de hielo andantes, lastimosamente para él eso era imposible, tras la tela de sus ropas podía sentir la temperatura del agua y por ello mismo por dentro su cuerpo trabajaba aun el doble, y no era el hecho de la fuerza que usaba para llevar a la dama a la orilla, sino porque su cuerpo comenzaba a subir la temperatura gracias a la presencia del frío.
Tosí dejando que la dama se acomodara sobre su espalda, dejando que nadase de forma lenta de regreso a la orilla, aun con el frío que se podía sentir no dejaba de estar preocupado por que aquella mujer supiera de su condición, era por ello que evitaba la mirada de la mujer y cada vez que aquellos brazos se apoyaban en él lo hacían paralizarse y temblar por el simple hecho de que descubra su verdad oculta. Trató por todo medio calmarse y no delatarse ante la mujer o al menos no parecer un psicópata desquiciado, ello le hizo gracia dejando escapar una risa, aunque en el fondo no era del todo la razón.
–No creo que sea más bochornoso mi acto de ayuda que el que ahora usted esté siendo devorada por los lobos asesinos de aquellas personas, eso me hace pensar ¿a que le tenía más miedo señorita? ¿A lo que pueda hacerle o a lo que ellos puedan hacerle con aquellas bocas largas y viperinas? – una risa se escapa con la mirada de las otras parejas que se encontraban en sus paseos en aquel lago de muerte, las otras que estaban en las orillas caminando o teniendo un camping, incluso familias que buscaban tener un momento agradable y de paz ahora se encontraban admirando el cuadro que los tres implicados presentaban, damas, mujeres, jovencitas, doncellas, todas ellas murmuraban sin dejar de ver a la pareja, el hombre rio por ello negando con la cabeza ante la ilustración que su mente le proponía
Tosió pidiendo disculpas –Discúlpeme madame, me excedí no era mi intención decir todo aquello– tragó en seco mientras se acercaba más a la orilla –Pero debo acotar que incluso yo tendría miedo al saber lo destrozadores y maliciosos que pueden ser esa clase de personas, pero, no se preocupe, de mi parte no habrá comentario alguno al respecto es más, una vez que usted llegue a su casa olvidaré el incidente como si no hubiera pasado nada y si escuchó algún comentario lo sabré callar, así que honra y buen nombre quedará salvado en lo que a mí respecta señorita– llegó a la orilla con la mujer y sabía que el momento de la verdad llegaría ¿cómo haría pasar el frío de la estación en su cuerpo?.
Apretó los dientes pensando en una rápida solución mientras ayuda a la mujer a salir del agua con aquel peso extra del vestido –Si quiere puede usar mi chaqueta, para que el frío no la enferme señorita, no me perdonaría si le ocurriese algo a usted– ayuda a la mujer a sentarse unos momentos bajo el sol de la mañana para buscar la chaqueta. Sabía que olería a perro mojado y no solo eso, si no que poco a poco mostraría que el agua no le afectaba tanto como a la humana.
Aunque ella no se veía como los demás humanos ahí reunidos, tenía algo extraño, algo no estaba del todo bien, o eso pensaba él.
Tosí dejando que la dama se acomodara sobre su espalda, dejando que nadase de forma lenta de regreso a la orilla, aun con el frío que se podía sentir no dejaba de estar preocupado por que aquella mujer supiera de su condición, era por ello que evitaba la mirada de la mujer y cada vez que aquellos brazos se apoyaban en él lo hacían paralizarse y temblar por el simple hecho de que descubra su verdad oculta. Trató por todo medio calmarse y no delatarse ante la mujer o al menos no parecer un psicópata desquiciado, ello le hizo gracia dejando escapar una risa, aunque en el fondo no era del todo la razón.
–No creo que sea más bochornoso mi acto de ayuda que el que ahora usted esté siendo devorada por los lobos asesinos de aquellas personas, eso me hace pensar ¿a que le tenía más miedo señorita? ¿A lo que pueda hacerle o a lo que ellos puedan hacerle con aquellas bocas largas y viperinas? – una risa se escapa con la mirada de las otras parejas que se encontraban en sus paseos en aquel lago de muerte, las otras que estaban en las orillas caminando o teniendo un camping, incluso familias que buscaban tener un momento agradable y de paz ahora se encontraban admirando el cuadro que los tres implicados presentaban, damas, mujeres, jovencitas, doncellas, todas ellas murmuraban sin dejar de ver a la pareja, el hombre rio por ello negando con la cabeza ante la ilustración que su mente le proponía
Tosió pidiendo disculpas –Discúlpeme madame, me excedí no era mi intención decir todo aquello– tragó en seco mientras se acercaba más a la orilla –Pero debo acotar que incluso yo tendría miedo al saber lo destrozadores y maliciosos que pueden ser esa clase de personas, pero, no se preocupe, de mi parte no habrá comentario alguno al respecto es más, una vez que usted llegue a su casa olvidaré el incidente como si no hubiera pasado nada y si escuchó algún comentario lo sabré callar, así que honra y buen nombre quedará salvado en lo que a mí respecta señorita– llegó a la orilla con la mujer y sabía que el momento de la verdad llegaría ¿cómo haría pasar el frío de la estación en su cuerpo?.
Apretó los dientes pensando en una rápida solución mientras ayuda a la mujer a salir del agua con aquel peso extra del vestido –Si quiere puede usar mi chaqueta, para que el frío no la enferme señorita, no me perdonaría si le ocurriese algo a usted– ayuda a la mujer a sentarse unos momentos bajo el sol de la mañana para buscar la chaqueta. Sabía que olería a perro mojado y no solo eso, si no que poco a poco mostraría que el agua no le afectaba tanto como a la humana.
Aunque ella no se veía como los demás humanos ahí reunidos, tenía algo extraño, algo no estaba del todo bien, o eso pensaba él.
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Re: Castillos de naipes || Libre
Movió sus pies de manera acompasada a las brazadas que realizaba, demostrando que tenía un gran conocimiento en lo que al agua o mar se refiriese. Es más, si no tuviera aquel pesado vestido y el corsé aferrándose constantemente a sus costillas, podría seguir avanzando a la orilla sin necesitar la ayuda de su joven rescatador. Incluso si cerraba sus ojos podía recordar la maravillosa sensación que era el nadar, hundiéndose en las profundas aguas azules para bucear, recorriendo distancia en el interior del mar hasta que el dolor en su pecho y su pulso acelerado la llevasen a buscar una bocanada de agua de nuevo en la superficie.
Pero la realidad sucedía con personas a su alrededor, en medio de un lago, sin más ayuda que la de un desconocido. Y sin saber cómo, comenzó a reír al escuchar que su acompañante también hacía lo mismo. La calidez que manaba de su cuerpo la hacía sentir mejor, como si estuviera protegida parcialmente con una manta, ayudando a que no le diera pulmonía más tarde. Quizás aquella pequeña cualidad de su acompañante, una temperatura corporal realmente elevada, le había devuelto la inocencia con la que respondían los niños ante cualquier eventualidad contraria a la deseada, con un torrente de carcajadas que se convertían en burbujeos cuando sus labios tocaban la superficie del agua.
- Ah, Monsieur Slamdong, ¿ no lo sabe ?. Estamos hablando de unas bocas realmente grandes. - Continuó riéndose acompañada de aquel hombre, hasta que sus pies rozaron la superficie terrosa del lago, así que se ayudó de los poderosos tirones que daba aquel hombre para auxiliarla de aquellas aguas que podrían haberla tragado con verdadera fuerza.
Tragó saliva, sin poder mirar atrás, hacia la barca que yacía más allá de la mitad del lago. Si no hubiera sido por Monsieur Slamdong, probablemente no podría haber llegado a la orilla, su corsé le impedía respirar bien incluso cuando estaba fuera del agua. Debía decirle a su criada que prefería verse más " gruesa ". Meneó su cabeza y levantó la mirada hacia su salvador, mostrando durante unos segundos lo débil que se sentía ante la idea de que realmente podría haber muerto con tal facilidad.
- Gracias - Murmuró mientras dejaba que la ayudase a sentarse sobre el césped. Aquellas palabras que le había brindado la hacían sentir realmente segura. Tenía suerte de que aún quedasen caballeros en aquel lugar, y sobretodo, que hubiera conseguido cruzarse con uno cuando poco quedaba para hundirse.
Se abrazó, temblando por el frío, frotando sus brazos en un burdo intento de entrar en calor mientras aquel amable caballero iba a buscar algo de abrigo. Ignoró la mirada de todos los demás y decidió comportarse como si nada hubiera ocurrido, colocando sus faldas de manera correcta a pesar de estar empapadas. Incluso se quitó el alfiler que unía su arruinado sombrero a su cabello, dejando que su enorme y castaño cabello cayese en ondas sobre sus hombros. Necesitaba secarlo para poder volver a peinarse, así que lo sacudió con sus dedos, peinándolo al meter sus blanquecinos extremos entre las hebras del cabello.
- Deje de llamarme señorita o madame, Monsieur Slamdong. Llámeme Madame Del Mar, o si así lo desea mi salvador, Ruslana. - Le ofreció una amplia sonrisa antes de tomar su chaqueta para abrigarse con ella. - Ése es mi nombre. -
Le señaló el césped a su lado con una de sus manos, indicándole que podía tomar asiento a su lado si así lo quería.
- Le debo algo más que mi honor Monsieur Slamdong, en mi familia siempre devolvemos cualquier tipo de deuda, más cuando esta alude a la vida de un Del Mar.- Volvió a mirarlo, dejando que el peso de sus ojos marrones cayese sobre el rostro de Nathaniel. - Créame, le ayudaré en aquello que más necesite cuando llegue el momento.
Pero la realidad sucedía con personas a su alrededor, en medio de un lago, sin más ayuda que la de un desconocido. Y sin saber cómo, comenzó a reír al escuchar que su acompañante también hacía lo mismo. La calidez que manaba de su cuerpo la hacía sentir mejor, como si estuviera protegida parcialmente con una manta, ayudando a que no le diera pulmonía más tarde. Quizás aquella pequeña cualidad de su acompañante, una temperatura corporal realmente elevada, le había devuelto la inocencia con la que respondían los niños ante cualquier eventualidad contraria a la deseada, con un torrente de carcajadas que se convertían en burbujeos cuando sus labios tocaban la superficie del agua.
- Ah, Monsieur Slamdong, ¿ no lo sabe ?. Estamos hablando de unas bocas realmente grandes. - Continuó riéndose acompañada de aquel hombre, hasta que sus pies rozaron la superficie terrosa del lago, así que se ayudó de los poderosos tirones que daba aquel hombre para auxiliarla de aquellas aguas que podrían haberla tragado con verdadera fuerza.
Tragó saliva, sin poder mirar atrás, hacia la barca que yacía más allá de la mitad del lago. Si no hubiera sido por Monsieur Slamdong, probablemente no podría haber llegado a la orilla, su corsé le impedía respirar bien incluso cuando estaba fuera del agua. Debía decirle a su criada que prefería verse más " gruesa ". Meneó su cabeza y levantó la mirada hacia su salvador, mostrando durante unos segundos lo débil que se sentía ante la idea de que realmente podría haber muerto con tal facilidad.
- Gracias - Murmuró mientras dejaba que la ayudase a sentarse sobre el césped. Aquellas palabras que le había brindado la hacían sentir realmente segura. Tenía suerte de que aún quedasen caballeros en aquel lugar, y sobretodo, que hubiera conseguido cruzarse con uno cuando poco quedaba para hundirse.
Se abrazó, temblando por el frío, frotando sus brazos en un burdo intento de entrar en calor mientras aquel amable caballero iba a buscar algo de abrigo. Ignoró la mirada de todos los demás y decidió comportarse como si nada hubiera ocurrido, colocando sus faldas de manera correcta a pesar de estar empapadas. Incluso se quitó el alfiler que unía su arruinado sombrero a su cabello, dejando que su enorme y castaño cabello cayese en ondas sobre sus hombros. Necesitaba secarlo para poder volver a peinarse, así que lo sacudió con sus dedos, peinándolo al meter sus blanquecinos extremos entre las hebras del cabello.
- Deje de llamarme señorita o madame, Monsieur Slamdong. Llámeme Madame Del Mar, o si así lo desea mi salvador, Ruslana. - Le ofreció una amplia sonrisa antes de tomar su chaqueta para abrigarse con ella. - Ése es mi nombre. -
Le señaló el césped a su lado con una de sus manos, indicándole que podía tomar asiento a su lado si así lo quería.
- Le debo algo más que mi honor Monsieur Slamdong, en mi familia siempre devolvemos cualquier tipo de deuda, más cuando esta alude a la vida de un Del Mar.- Volvió a mirarlo, dejando que el peso de sus ojos marrones cayese sobre el rostro de Nathaniel. - Créame, le ayudaré en aquello que más necesite cuando llegue el momento.
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Re: Castillos de naipes || Libre
Los chismes corren más rápido que la verdad, aunque esta puede ser mal interpretada por el contenido y la forma siendo de la manera más subjetiva obviando lo objetivo de la verdad de la realidad. Así iban volando las habladurías de lo que había acontecido machando con mala intención a la joven a la que tachaban de tener la culpa de ello, mientras que otros tildaban de cruel al acompañante; pero, también hubieron rumores de falacias sobre aquel que le había ayudado. Todo se había creado de manera cual triangulo, que al ser oído por el hombre en cuestión este solo hecho a reír bajo las miradas de las mujeres de edad que se abanicaba de vergüenza, por lo que optó en regresar donde la joven olvidando todo eso.
Sentado junto a la joven dama, aquel hombre mantenía su mirada sobre las verdes hojas otorgándole a la joven la mayor libertad de moverse o mirar sin sentirse intimidada por la cercanía de un hombre, es lo que siempre le habían enseñado desde pequeño. Su sonrisa no se pudo evitar cuando la dama optaba por ser llamaba directamente por el nombre y aquel se debatía internamente si hacerlo o no, consideraba una falta de respeto a una mujer, por lo que se limitó solo a asentir optando por tomar el honorífico de “Madame del Mar”, un apellido bastante peculiar y que le arranco una pequeña risilla.
–Madame del Mar, un bello apellido que emula la calma y braveza de los mares, es decir que el agua es su elemento, aunque creo que hoy no ha sido buen amigo con usted y sus prendas. Espero de corazón que no se le dañen – mantiene sus ojos cerrados con el rostro igual alzado, la temperatura de su cuerpo comenzaba a subir algo que le asustaba que se diera cuenta la mujer y por ello no dejaba de tragar, su manzana se movía constantemente a causa de los nervios de su condición y como era más que obvia. Quiso alejar esos pensares, pero las palabras de la mujer lo volvieron a ello con gran asombro
Sus ojos se abrieron mirando a la mujer directamente a los ojos –¿Cuándo llegue el momento?– preguntó viendo como el viento hacía sus estragos, pero el miedo y el respeto le obligó a mantenerse a raya, aunque le parecía injusto que por su condición el no sintiera frío y otras personas sí; una batalla dual –Créame señorita, en lo que qusiera que me ayuden nadie a podido hacerlo, años han pasado y sigo tras las sombras y los recuerdos de quien no volverá, aferrando a los sueños y la culpa de la maldición. En sí, nadie puede ayudar con algo que quiera, ni con uno ni con otro, mis deseos se han vuelto en desesperanza– en su mirada hay un poco de tristeza que se oculta tras una sonrisa afable.
Sentado junto a ella, se acerca más, dándole la espalda completamente mirando a todos lados –Si siente frío, colóquese lo más cerca de mi espalda, entrará en calor rápido y podrá evitar enfermarse, no se preocupe no soy un pervertido ni nada de eso, solo me preocupa que agarre alguna enfermedad mortal y por las bocas enormes no se preocupes, hablan tanto que no saben que es verdad o no, se haga lo que se haga siempre hablaran para bien o para mal– ríe mirando a unos niños correr frente a él con la mayor naturalidad y gracia, como sí no hubiera nada de malo en que dos pequeños jugaran de aquella forma.
Sentado junto a la joven dama, aquel hombre mantenía su mirada sobre las verdes hojas otorgándole a la joven la mayor libertad de moverse o mirar sin sentirse intimidada por la cercanía de un hombre, es lo que siempre le habían enseñado desde pequeño. Su sonrisa no se pudo evitar cuando la dama optaba por ser llamaba directamente por el nombre y aquel se debatía internamente si hacerlo o no, consideraba una falta de respeto a una mujer, por lo que se limitó solo a asentir optando por tomar el honorífico de “Madame del Mar”, un apellido bastante peculiar y que le arranco una pequeña risilla.
–Madame del Mar, un bello apellido que emula la calma y braveza de los mares, es decir que el agua es su elemento, aunque creo que hoy no ha sido buen amigo con usted y sus prendas. Espero de corazón que no se le dañen – mantiene sus ojos cerrados con el rostro igual alzado, la temperatura de su cuerpo comenzaba a subir algo que le asustaba que se diera cuenta la mujer y por ello no dejaba de tragar, su manzana se movía constantemente a causa de los nervios de su condición y como era más que obvia. Quiso alejar esos pensares, pero las palabras de la mujer lo volvieron a ello con gran asombro
Sus ojos se abrieron mirando a la mujer directamente a los ojos –¿Cuándo llegue el momento?– preguntó viendo como el viento hacía sus estragos, pero el miedo y el respeto le obligó a mantenerse a raya, aunque le parecía injusto que por su condición el no sintiera frío y otras personas sí; una batalla dual –Créame señorita, en lo que qusiera que me ayuden nadie a podido hacerlo, años han pasado y sigo tras las sombras y los recuerdos de quien no volverá, aferrando a los sueños y la culpa de la maldición. En sí, nadie puede ayudar con algo que quiera, ni con uno ni con otro, mis deseos se han vuelto en desesperanza– en su mirada hay un poco de tristeza que se oculta tras una sonrisa afable.
Sentado junto a ella, se acerca más, dándole la espalda completamente mirando a todos lados –Si siente frío, colóquese lo más cerca de mi espalda, entrará en calor rápido y podrá evitar enfermarse, no se preocupe no soy un pervertido ni nada de eso, solo me preocupa que agarre alguna enfermedad mortal y por las bocas enormes no se preocupes, hablan tanto que no saben que es verdad o no, se haga lo que se haga siempre hablaran para bien o para mal– ríe mirando a unos niños correr frente a él con la mayor naturalidad y gracia, como sí no hubiera nada de malo en que dos pequeños jugaran de aquella forma.
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Re: Castillos de naipes || Libre
No le pasó desapercibida aquella ligera risa, lo cual llenó sus ojos de completa curiosidad ante aquel hombre, pues no entendía qué habría poder dicho como para que provocara tal reacción en él. Normalmente era capaz de comprender a las personas más de lo que quería saber, sus poderes eran realmente invasivos en lo que respectaba a la intimidad de las personas. Los controlaba tanto como podía, pero a diferencia de lo que ocurría con su clarividencia que era callada a través de sus largos guantes, el don de saber qué sentían todos a su alrededor, así como la manipulación de sus sentimientos, le era algo incapaz de ser frenado.
- No puedo evitar la vergüenza de la verdad que reflejan sus palabras, Monsier. Más debo recordarle que no fui voluntariamente al agua, más bien, la situación me era y es totalmente inadmisible. - Negó con consternación, volviendo a sonrojarse con facilidad al recordar cómo había terminado haciendo el ridículo con toda aquella situación. Ni siquiera quería levantar sus ojos del sombrero arruinado que estrujaba entre sus dedos con cierto nerviosismo.
- No se preocupe por mis prendas, prefiero que estas jamás vuelvan a mi armario si a cambio conservo mi vida.- Disminuyó el tono de su voz, haciendo que su siguiente comentario fuera sólo un mero susurro mecido por el viento.- Realmente creí morir.
Se estremeció más por sus palabras que por el frío, aunque no podía evitar sentir que su cuerpo se helaba de nuevo, como si todos sus recuerdos sobre su rescate le resultasen realmente algo traumático. Pero estaba acostumbrada a las escenas dramáticas en su vida, así que cuando Nathaniel habló de nuevo, refiriéndose a una pérdida de algún ser querido, así como de su maldición, sólo pudo elevar su mirada de nuevo hacia él con comprensión.
A pesar de que Nathaniel no la miraba, ella sí que mantuvo sus ojos oscuros sobre su espalda, comprendiendo perfectamente el sentimiento que había tras sus palabras, aunque no el significado de ellas, pues aún no entendía a qué se debía los colores del aura que rodeaban a las personas. Era bruja, pero nadie le había enseñado jamás nada sobre sus dones, tuvo que averiguarlo por sí misma.
- Lamento su pérdida Monsieur Slamdong, conozco el dolor de la partida a otro mundo y sé cuán profunda puede ser la huella de tal hecho.- Suspiró con ligereza antes de volver a sonreírle.
- No era mi intención traerle un recuerdo no grato, créame. Sólo espero que considere mi oferta de devolverle el favor que me ha hecho, es lo menos que puedo hacer.- Se calló durante unos minutos, sabiendo que era tan orgullosa que no podría irse de aquel lugar sin asegurarse de que aquel hombre aceptase su oferta. Así que volvió a repetírselo, aunque esta vez añadiendo algo nuevo.
- Espero que me deje agradecerle sus actos, Slamdong, me ofendería de caso contrario.- Añadió aquello sabiendo que si pinchaba sobre aquella caballerosidad de la que parecía estar tan apegado, podría conseguir que cediera y le dejara ser de ayuda. No se debía a ninguna otra intención, más que la de ofrecer algo a cambio, como una recompensa a lo que era realmente importante para ella; su vida.
Se apoyó ligeramente sobre su espalda, teniendo cuidado de apartarse el pelo y dejarlo sobre uno de sus hombros para no tener que empaparlo más de lo necesario. De inmediato, su calidez la hizo sentir mejor, como si su temperatura corporal le resultase igual que el extender sus dedos sobre las llamas de alguna chimenea. Rió ante tal pensamiento y miró al cielo, pensando que era un día realmente agradable para pasear.
- No puedo evitar la vergüenza de la verdad que reflejan sus palabras, Monsier. Más debo recordarle que no fui voluntariamente al agua, más bien, la situación me era y es totalmente inadmisible. - Negó con consternación, volviendo a sonrojarse con facilidad al recordar cómo había terminado haciendo el ridículo con toda aquella situación. Ni siquiera quería levantar sus ojos del sombrero arruinado que estrujaba entre sus dedos con cierto nerviosismo.
- No se preocupe por mis prendas, prefiero que estas jamás vuelvan a mi armario si a cambio conservo mi vida.- Disminuyó el tono de su voz, haciendo que su siguiente comentario fuera sólo un mero susurro mecido por el viento.- Realmente creí morir.
Se estremeció más por sus palabras que por el frío, aunque no podía evitar sentir que su cuerpo se helaba de nuevo, como si todos sus recuerdos sobre su rescate le resultasen realmente algo traumático. Pero estaba acostumbrada a las escenas dramáticas en su vida, así que cuando Nathaniel habló de nuevo, refiriéndose a una pérdida de algún ser querido, así como de su maldición, sólo pudo elevar su mirada de nuevo hacia él con comprensión.
A pesar de que Nathaniel no la miraba, ella sí que mantuvo sus ojos oscuros sobre su espalda, comprendiendo perfectamente el sentimiento que había tras sus palabras, aunque no el significado de ellas, pues aún no entendía a qué se debía los colores del aura que rodeaban a las personas. Era bruja, pero nadie le había enseñado jamás nada sobre sus dones, tuvo que averiguarlo por sí misma.
- Lamento su pérdida Monsieur Slamdong, conozco el dolor de la partida a otro mundo y sé cuán profunda puede ser la huella de tal hecho.- Suspiró con ligereza antes de volver a sonreírle.
- No era mi intención traerle un recuerdo no grato, créame. Sólo espero que considere mi oferta de devolverle el favor que me ha hecho, es lo menos que puedo hacer.- Se calló durante unos minutos, sabiendo que era tan orgullosa que no podría irse de aquel lugar sin asegurarse de que aquel hombre aceptase su oferta. Así que volvió a repetírselo, aunque esta vez añadiendo algo nuevo.
- Espero que me deje agradecerle sus actos, Slamdong, me ofendería de caso contrario.- Añadió aquello sabiendo que si pinchaba sobre aquella caballerosidad de la que parecía estar tan apegado, podría conseguir que cediera y le dejara ser de ayuda. No se debía a ninguna otra intención, más que la de ofrecer algo a cambio, como una recompensa a lo que era realmente importante para ella; su vida.
Se apoyó ligeramente sobre su espalda, teniendo cuidado de apartarse el pelo y dejarlo sobre uno de sus hombros para no tener que empaparlo más de lo necesario. De inmediato, su calidez la hizo sentir mejor, como si su temperatura corporal le resultase igual que el extender sus dedos sobre las llamas de alguna chimenea. Rió ante tal pensamiento y miró al cielo, pensando que era un día realmente agradable para pasear.
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Re: Castillos de naipes || Libre
La calidez en el tono de la joven señorita que hablaba con dulzura y simpatía, de aquella manera que solo hacía recuerdos en la memoria de aquel hombre que veía en la dama a su pequeña hermana en los matices olvidados del pasado de los infantes; protección, juego y risas era lo que siempre acompañaba en cada mañana, tarde o noche, pero ahora, todo es diferente. Su mirada evita cruzarse con la dama embebiéndose en lo sueños y el anhelo de poder volver a ellos nuevamente para hacer las cosas diferentes, pero no se puede, la realidad es otra
Y es esa misma realidad que le trae de nuevo, la cercanía de la joven, ser útil con una maldición que no fue pedida, todo era distinto y ajeno. Respiro hondamente buscando la respuesta más idónea a la petición de la bella dama, pero él sabía muy bien que podría pedir de pago para aliviar el corazón y mente de una pequeña señorita. Sonrió, pero esta vez la muestra de su sonrisa era cálida llena de una nostalgia y satisfacción; lo cierto era que estaba feliz por vez primera, al usar su maldición o condición para ayudar a alguien, era algo que le ponía de buen humor, y por ello soltó una pequeña risilla y una ligera negación con la cabeza
–Pero no murió al contrario vivió, y seguirá viva por más tiempo– el aroma que desprendía la joven le recordaba a aquella mujer de edad que cuidó de lo más preciado para aquel hombre hasta el último suspiro; era una esencia tan familiar que no dudo en lo más mínimo en saber qué tipo de persona era la mujer junto a él; su sonrisa desapareció al imaginar tener que por su profesión oculta llevarla como prisionera o estar en el grupo que la ajusticie; lamentable, se sentía muy lamentable y se aborrecía por ellos. Los dientes sonaban con fuerza al igual que los huesos de las manos que no dejaban de tronarse con la furia y odio que se llenaba, pero debía dejarla de lado o mostraría aquello que lleva en silencio
Giró su cabeza hacia la joven viéndola recargada sobre su espalda, nuevamente observando a su hermana cuando hacía eso –Entre quemarlos o tirarlo podría darle en regalo a otra doncella o a alguien más, quizás puedan hacer un nuevo modelo, algo nuevo de una desgracia siempre es buena razón– su mirada regresa al césped observando siendo agitado a penas por el frio viento que deja como consecuencia que su temperatura suba constantemente para evitar sentir aquel frio –Con que sonríe estaré más que servido, el ver sonreír a una dama y no dejar que los comentarios mal intencionados la entristezcan me da por bien servido, si me promete sonreír de corazón y llorar cuando se sienta mal sin reprimir nada ni guardar silencio estaré más que pagado con eso, así mi perdida no será tan dolorosa, al menos sabré que no fui culpable de hacer que una dama pierda su realidad– un pago por algo que ni él puede hacer.
Mirada perdida entre los árboles, viendo aquello que perdió por su culpa y secretos, por aquello que le acompaña y atormenta en las noches de luna llena; viendo como todo solo era el matiz de una vida melancólica y solitaria que raya en una historia dramática para reír.
Y es esa misma realidad que le trae de nuevo, la cercanía de la joven, ser útil con una maldición que no fue pedida, todo era distinto y ajeno. Respiro hondamente buscando la respuesta más idónea a la petición de la bella dama, pero él sabía muy bien que podría pedir de pago para aliviar el corazón y mente de una pequeña señorita. Sonrió, pero esta vez la muestra de su sonrisa era cálida llena de una nostalgia y satisfacción; lo cierto era que estaba feliz por vez primera, al usar su maldición o condición para ayudar a alguien, era algo que le ponía de buen humor, y por ello soltó una pequeña risilla y una ligera negación con la cabeza
–Pero no murió al contrario vivió, y seguirá viva por más tiempo– el aroma que desprendía la joven le recordaba a aquella mujer de edad que cuidó de lo más preciado para aquel hombre hasta el último suspiro; era una esencia tan familiar que no dudo en lo más mínimo en saber qué tipo de persona era la mujer junto a él; su sonrisa desapareció al imaginar tener que por su profesión oculta llevarla como prisionera o estar en el grupo que la ajusticie; lamentable, se sentía muy lamentable y se aborrecía por ellos. Los dientes sonaban con fuerza al igual que los huesos de las manos que no dejaban de tronarse con la furia y odio que se llenaba, pero debía dejarla de lado o mostraría aquello que lleva en silencio
Giró su cabeza hacia la joven viéndola recargada sobre su espalda, nuevamente observando a su hermana cuando hacía eso –Entre quemarlos o tirarlo podría darle en regalo a otra doncella o a alguien más, quizás puedan hacer un nuevo modelo, algo nuevo de una desgracia siempre es buena razón– su mirada regresa al césped observando siendo agitado a penas por el frio viento que deja como consecuencia que su temperatura suba constantemente para evitar sentir aquel frio –Con que sonríe estaré más que servido, el ver sonreír a una dama y no dejar que los comentarios mal intencionados la entristezcan me da por bien servido, si me promete sonreír de corazón y llorar cuando se sienta mal sin reprimir nada ni guardar silencio estaré más que pagado con eso, así mi perdida no será tan dolorosa, al menos sabré que no fui culpable de hacer que una dama pierda su realidad– un pago por algo que ni él puede hacer.
Mirada perdida entre los árboles, viendo aquello que perdió por su culpa y secretos, por aquello que le acompaña y atormenta en las noches de luna llena; viendo como todo solo era el matiz de una vida melancólica y solitaria que raya en una historia dramática para reír.
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Re: Castillos de naipes || Libre
Suspiró al escuchar su comentario, sabía que de manera común todos solían decir que las personas vivirían mucho tiempo, pero eso no era cierto. Las personas morían, era algo innegable que nadie podía prometer no hacerlo. Y el que ella viviera mucho tiempo, teniendo en cuenta su habilidad para meterse en problemas, cada vez parecía menos probable.
Encogió más sus pies, sin darse cuenta de que con ello presionaba más su espalda contra la cálida fuente de calor que era el señor Slamdong. Era casi imposible, pero podría jurar que aquel hombre podría irradiar el calor suficiente como para calentar a alguien incluso en medio del Himalaya. No sabía que hubieran hombres con una temperatura corporal tan elevada. Esperaba que no fuera que se había enfermado por culpa del chapuzón. No podría perdonarse el haberlo llevado a una pulmonía.
- Palabras sabias monsieur, pero es evidente que no sabe mucho sobre temas femeninos. Por mucho que seque la tela, no volverá a su forma original. Es importante saber cuando algo llega a su final.- Le devolvió la sonrisa, aunque su voz no tembló con dolor al saber que todo en aquella vida tenía un final, sino que mantuvo su burla hacia aquel hombre por no conocer nada sobre mujeres. Lo cual era sumamente normal, ya que incluso a ella, algunos temas sobre lo mismo le eran aburridos
- Monsieur, ¿ Nunca le han dicho que es muy poco avaricioso en sus solicitudes ?.- Estaba claro que se había ofendido al ver que sólo le pedía una sonrisa por su vida. Había esperado cualquier cosa menos eso. Y aunque seguía sonriendo aún por su broma, no consideraba que fuera bueno dejar que pensase que había aceptado su propuesta.
- Piense en algo más. - Casi gruñó por imaginarse su sonrisa, pensando que le había dado la razón y que se iba a librar con algo tan simple.
Encogió más sus pies, sin darse cuenta de que con ello presionaba más su espalda contra la cálida fuente de calor que era el señor Slamdong. Era casi imposible, pero podría jurar que aquel hombre podría irradiar el calor suficiente como para calentar a alguien incluso en medio del Himalaya. No sabía que hubieran hombres con una temperatura corporal tan elevada. Esperaba que no fuera que se había enfermado por culpa del chapuzón. No podría perdonarse el haberlo llevado a una pulmonía.
- Palabras sabias monsieur, pero es evidente que no sabe mucho sobre temas femeninos. Por mucho que seque la tela, no volverá a su forma original. Es importante saber cuando algo llega a su final.- Le devolvió la sonrisa, aunque su voz no tembló con dolor al saber que todo en aquella vida tenía un final, sino que mantuvo su burla hacia aquel hombre por no conocer nada sobre mujeres. Lo cual era sumamente normal, ya que incluso a ella, algunos temas sobre lo mismo le eran aburridos
- Monsieur, ¿ Nunca le han dicho que es muy poco avaricioso en sus solicitudes ?.- Estaba claro que se había ofendido al ver que sólo le pedía una sonrisa por su vida. Había esperado cualquier cosa menos eso. Y aunque seguía sonriendo aún por su broma, no consideraba que fuera bueno dejar que pensase que había aceptado su propuesta.
- Piense en algo más. - Casi gruñó por imaginarse su sonrisa, pensando que le había dado la razón y que se iba a librar con algo tan simple.
Última edición por Ruslana Del Mar el Jue Ago 04, 2016 4:03 pm, editado 1 vez
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Castillos de naipes || Libre
El tintineo de la pequeña dama le hacía volver más al mundo onírico al que viajaba cada vez que deseaba escapar de su cruel y triste realidad. Un suspiro fuerte y austero dejó escapar el hombre que disimuló con una pequeña sonrisa, la voz de la joven se le acercaba más a las pequeñas hadas que no dejan pasar cosa alguna a menos que se acepte sus tratos y cuidados; si aquella dama se parecía mucho a las hadas y por eso la enorme risa que soltó ante la recriminatoria por su falta de ambición.
¿Cuántas veces había oído eso? Tantas, tantas que ha perdido la cuenta, la mayoría de esas ocasiones se habían suscitado dentro de su grupo de trabajo, aquello le resultaba muy gracioso que alguien fuera de ese círculo le dijera las mismas palabras. Agitó sus cabellos lentamente pensando en que podría pedirle a la dama que la pudiera hacer feliz; pero en sus gustos no encontraba nada, aunque luego pensó en algo pero tendría que meditarlo un poco y soltarlo lentamente o terminaría asustando a la pobre hada.
Carraspea sonriendo acomodándose entre espalda y un poco de lado para dar mayor comodidad a la joven y así mismo poder estirar un poco sus músculos –Siempre he pensado que las cosas que se arruinan y se buscan arreglo terminan más bellas que antes, algunas cosas que se dañan no vuelven a ser lo mismo, es verdad pero de ellas pueden salir algo mejor, o peor dependiendo de lo que queramos realmente que salga– el canto de las pequeñas aves cerró aquel momento con un silencio del que se podía disfrutar de lo bello de la naturaleza, un momento que te invitaba a perderte completamente, y quizás por esa razón fue la que dejó escapar su solicitud.
Se aclaró la voz, buscando el poder evitar sonar como los demás hombres, su mirada se clavó completamente en los cielos dando respectiva intimidad a la dama –Quizás si me permite pintarla– tose un poco para evitar mostrar su timidez –Con el debido respeto, usted se me hace como las hadas y me gustaría poder pintarla, de manera en la que sea usted misma, no soy un gran pintor como otros que andan por ahí, pero con eso me daría por servido– giró la cabeza para verle junto a una sonrisa –Soy alguien poco ambicioso porque creo que con poco puedo ser yo y de manera feliz, menos es más– sonríe ampliamente volviendo a su postura sintiendo como el agua fría se ha ido de su cuerpo completamente, algo que deja el aroma de “perro mojado” que su hermana siempre le reclama.
Es algo para poner tenso a cualquiera, como lo estaba poniendo a él.
¿Cuántas veces había oído eso? Tantas, tantas que ha perdido la cuenta, la mayoría de esas ocasiones se habían suscitado dentro de su grupo de trabajo, aquello le resultaba muy gracioso que alguien fuera de ese círculo le dijera las mismas palabras. Agitó sus cabellos lentamente pensando en que podría pedirle a la dama que la pudiera hacer feliz; pero en sus gustos no encontraba nada, aunque luego pensó en algo pero tendría que meditarlo un poco y soltarlo lentamente o terminaría asustando a la pobre hada.
Carraspea sonriendo acomodándose entre espalda y un poco de lado para dar mayor comodidad a la joven y así mismo poder estirar un poco sus músculos –Siempre he pensado que las cosas que se arruinan y se buscan arreglo terminan más bellas que antes, algunas cosas que se dañan no vuelven a ser lo mismo, es verdad pero de ellas pueden salir algo mejor, o peor dependiendo de lo que queramos realmente que salga– el canto de las pequeñas aves cerró aquel momento con un silencio del que se podía disfrutar de lo bello de la naturaleza, un momento que te invitaba a perderte completamente, y quizás por esa razón fue la que dejó escapar su solicitud.
Se aclaró la voz, buscando el poder evitar sonar como los demás hombres, su mirada se clavó completamente en los cielos dando respectiva intimidad a la dama –Quizás si me permite pintarla– tose un poco para evitar mostrar su timidez –Con el debido respeto, usted se me hace como las hadas y me gustaría poder pintarla, de manera en la que sea usted misma, no soy un gran pintor como otros que andan por ahí, pero con eso me daría por servido– giró la cabeza para verle junto a una sonrisa –Soy alguien poco ambicioso porque creo que con poco puedo ser yo y de manera feliz, menos es más– sonríe ampliamente volviendo a su postura sintiendo como el agua fría se ha ido de su cuerpo completamente, algo que deja el aroma de “perro mojado” que su hermana siempre le reclama.
Es algo para poner tenso a cualquiera, como lo estaba poniendo a él.
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Re: Castillos de naipes || Libre
¿Conseguir algo más hermoso de algo que se arregla? Realmente aquel hombre era un joven con un pensamiento positivo, podría llegar a considerarlo un poco iluso ante algunos aspectos de la vida, pero era reconfortable el ver que no todos los caballeros tendían a ver las cosas que le sucedían como una serie de catastróficas desdichas. Se rió al pensar que alguien tan grande como aquel que la había salvado, tenía una mente similar a la de un niño.
- Es un ser excepcional, Monsieur Slamdong. – Reconoció con admiración. Le gustaba ver la inocencia en los demás, sobretodo porque habían muchas situaciones que hacía a las personas elegir entre madurar y perder esa parte que los niños siempre mantenían consigo; una forma de ver el mundo y de sentir la vida, a la que ningún adulto podía acceder. El mundo jamás era igual para todos, ya que dependía de los ojos de quién lo viera.
Se quitó los zapatos de tacón que llevaba, sacudiéndolos al ver que tenían agua dentro. Gimió completamente abochornada, pensando que al menos no tenía un pez dentro de ellos. Era un desperdicio de seda y perlas, pero intentaría que pudieran secarse y ver si podría volverlos a usar. Quizás el Monsieur Slamdong tenía razón y podría hacer feliz a alguien dándole el vestido. Aunque no sería de buena cristiana el donar algo que ni ella se pondría de nuevo. Dejó sus medias en su lugar, no podía llegar a ser tan descarada para dejarlos al aire libre. Mucho menos cuando había un hombre a su espalda, ayudándola a entrar en calor.
- ¿Pintarme? – Eso sí que era algo divertido, no sólo era un hombre con una visión alegre de la vida, sino que además carecía de gusto en modelos de pintura. Ella no tenía nada interesante, ni siquiera podía calificarse de hada, a pesar de la insistencia de aquel desconocido.
- Con el debido respeto, Monsieur Slamdong – Repitió sus palabras con un tono un tanto petulante, sabiendo que él no lo tomaría como una forma de mofa hacia su persona, sino más bien una forma de intentar tomarse todo aquello con la ligereza suficiente como para no hacer que el sonrojo que había accedido a sus mejillas al escuchar la comparación de su persona con un hada, siguiera ampliándose hasta un punto de total consternación.
- ¿Realmente cree que puedo ser considerada un hada?- Se rió con suavidad y dejó que sus tobillos se expusieran un poco para poder ayudar a sus medias a secarse lo suficiente para poder colocarse los zapatos después. – Quizás una pequeña sirena, un tanto escuálida, como una sardinilla. Pero si desea pintarme, es libre de hacerlo, yo siempre cumplo mis promesas.
- Es un ser excepcional, Monsieur Slamdong. – Reconoció con admiración. Le gustaba ver la inocencia en los demás, sobretodo porque habían muchas situaciones que hacía a las personas elegir entre madurar y perder esa parte que los niños siempre mantenían consigo; una forma de ver el mundo y de sentir la vida, a la que ningún adulto podía acceder. El mundo jamás era igual para todos, ya que dependía de los ojos de quién lo viera.
Se quitó los zapatos de tacón que llevaba, sacudiéndolos al ver que tenían agua dentro. Gimió completamente abochornada, pensando que al menos no tenía un pez dentro de ellos. Era un desperdicio de seda y perlas, pero intentaría que pudieran secarse y ver si podría volverlos a usar. Quizás el Monsieur Slamdong tenía razón y podría hacer feliz a alguien dándole el vestido. Aunque no sería de buena cristiana el donar algo que ni ella se pondría de nuevo. Dejó sus medias en su lugar, no podía llegar a ser tan descarada para dejarlos al aire libre. Mucho menos cuando había un hombre a su espalda, ayudándola a entrar en calor.
- ¿Pintarme? – Eso sí que era algo divertido, no sólo era un hombre con una visión alegre de la vida, sino que además carecía de gusto en modelos de pintura. Ella no tenía nada interesante, ni siquiera podía calificarse de hada, a pesar de la insistencia de aquel desconocido.
- Con el debido respeto, Monsieur Slamdong – Repitió sus palabras con un tono un tanto petulante, sabiendo que él no lo tomaría como una forma de mofa hacia su persona, sino más bien una forma de intentar tomarse todo aquello con la ligereza suficiente como para no hacer que el sonrojo que había accedido a sus mejillas al escuchar la comparación de su persona con un hada, siguiera ampliándose hasta un punto de total consternación.
- ¿Realmente cree que puedo ser considerada un hada?- Se rió con suavidad y dejó que sus tobillos se expusieran un poco para poder ayudar a sus medias a secarse lo suficiente para poder colocarse los zapatos después. – Quizás una pequeña sirena, un tanto escuálida, como una sardinilla. Pero si desea pintarme, es libre de hacerlo, yo siempre cumplo mis promesas.
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Re: Castillos de naipes || Libre
Gorjeo de aves que pasan por aquel lugar y cuyos nidos representan aquellos árboles que los albergan y protegen del peligro, suave silencio que se interrumpe con el sonido acogedor de las hojas al mecerse, mostrando sensaciones de agrado y calma llevando a los pocos visitantes a sentirse más que cómodos y olvidar así todo aquello que los llegue a quejar. Lástima que no todo dure para siempre y tenga que llegar a un final.
Su sonrisa se había ensanchado en aquel rostro por el comentario de la dama a causa de la percepción que tenía aquel hombre sobre ella; aquella sonrisa se convirtió en una tenue risa por un recuerdo revivido con aquellas palabras, uno que siempre eran llevado al presente cuando hablaba con su hermana menor, quizás por esa razón su mirada mostró la misma calidez como cuando está frente a su pariente –Si dijera que es una sirena estaría diciendo que no solo es bella, si no que su belleza es tan letal como para matar a simple vista, que su corazón es tan despiadado que no sentiría remordimiento de asesinar a algún marinero, aun siendo como una sardina– al ponerse de pie su cuerpo estaba seco, no había rastro alguno de haberse mojado en ningún momento, solo había unos que otros vestigios en sus ropajes.
Con una reverencia a la dama extiende la mano a ella para ayudarle a ponerse de pie, un acto caballeroso que tiene un poco de un tinte gracioso y divertido, así como la sonrisa que puebla en su rostro –Ante mis ojos es una hada, quizás no de las flores, sino de un espíritu de agua, calmada y bella pero que como tal puede ser letal y peligrosa, aunque luego eso mismo le lastime y por ello prefiere no enojarse mucho la pequeña hada, tal cual las aguas del mar– observa a la mujer a los ojos –Será todo un placer pintarla, cuando tenga la obra se la enviaré, porque pienso hacer una pintura de usted tal como está en este momento, solo hay que buscar un ambiente más propicio para poder dibujarlo mejor, quizás en un jardín y con una fuente por detrás y pequeñas gotas cayendo sobre usted, su cabello siendo rociado por esas gotas siendo entre lacio y algunos bucles, y en sus manos algo de agua con una flor en medio ¿Hermoso, cierto? Aunque sea de una catástrofe– queda arrodillado frente a la dama con una gran sonrisa, así como una mirada de tristeza en sus ojos.
Ese pasado le atormenta, y lo seguirá haciendo.
Su sonrisa se había ensanchado en aquel rostro por el comentario de la dama a causa de la percepción que tenía aquel hombre sobre ella; aquella sonrisa se convirtió en una tenue risa por un recuerdo revivido con aquellas palabras, uno que siempre eran llevado al presente cuando hablaba con su hermana menor, quizás por esa razón su mirada mostró la misma calidez como cuando está frente a su pariente –Si dijera que es una sirena estaría diciendo que no solo es bella, si no que su belleza es tan letal como para matar a simple vista, que su corazón es tan despiadado que no sentiría remordimiento de asesinar a algún marinero, aun siendo como una sardina– al ponerse de pie su cuerpo estaba seco, no había rastro alguno de haberse mojado en ningún momento, solo había unos que otros vestigios en sus ropajes.
Con una reverencia a la dama extiende la mano a ella para ayudarle a ponerse de pie, un acto caballeroso que tiene un poco de un tinte gracioso y divertido, así como la sonrisa que puebla en su rostro –Ante mis ojos es una hada, quizás no de las flores, sino de un espíritu de agua, calmada y bella pero que como tal puede ser letal y peligrosa, aunque luego eso mismo le lastime y por ello prefiere no enojarse mucho la pequeña hada, tal cual las aguas del mar– observa a la mujer a los ojos –Será todo un placer pintarla, cuando tenga la obra se la enviaré, porque pienso hacer una pintura de usted tal como está en este momento, solo hay que buscar un ambiente más propicio para poder dibujarlo mejor, quizás en un jardín y con una fuente por detrás y pequeñas gotas cayendo sobre usted, su cabello siendo rociado por esas gotas siendo entre lacio y algunos bucles, y en sus manos algo de agua con una flor en medio ¿Hermoso, cierto? Aunque sea de una catástrofe– queda arrodillado frente a la dama con una gran sonrisa, así como una mirada de tristeza en sus ojos.
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Re: Castillos de naipes || Libre
El sonido de su risa era profundo, casi como un gruñido bajo y tamborileante. Se asemejaba a algo que había escuchado en otra ocasión, aunque no podía identificar qué era. Frunció el ceño, mientras movía distraídamente sus pies, jugando con el borde de su vestido como si fuera una niña.
Su respuesta sobre su comparación con una sirena, hizo que detuviera el juego que tenía con la pobre tela de su falda. Dejó de estrujar la para elevar sus ojos hacia aquel hombre y pensar si realmente debía contestar a aquel comentario. En el fondo no dejaba de ser un tema nada apropiado para una joven, pero ya que había sido ella quien sacó el tema, emitió un suspiro y le volvió a responder.
- Monsieur Slamdong, su apreciación no es amable, pues me obliga a tener que advertirle que yo soy muy consciente de los adjetivos que utilizo para acompañar a mi persona. - Elevó la comisura de sus labios con ligereza, cediendo a aquel hombre que parecía haber encontrado en ella a alguien que le insuflara la suficiente confianza como para hablar sin que su lengua fuera detenida por cortesía. - Pero debería aconsejarle que en el futuro, niegue con vehemencia, cualquier posibilidad de que una mujer pueda ser calificada de sardinilla. Recuerde que algún día deseará casarse y no podrá ofender a su consorte.
Rió y tomó su mano, cerrando sus dedos sobre aquella cálida extensión del cuerpo masculino. No pudo evitar el gemir, cuando su cuerpo fue alzado con rapidez y eficacia, el señor Slamdong estaba siendo un claro ejemplo de joven fornido y con una estupenda salud. A su lado, ella parecía realmente una sardinilla con las ropas empapadas, pero él, misteriosamente, parecía haberse secado. Como si jamás hubiera ido a socorrerla.
-Quizás deba también recordarle que no se exceda en la adulación, o terminará siendo considerado como un hombre frívolo.- Mantuvo su sonrisa, aunque lo regañaba como si ella fuese la adulta de los dos. Extrañamente, parecía tratarlo como si fuera su primo, o un hermano al que solía recurrir cuando se metía en apuros. Si era exacta, cuando la metían en lagos a plena luz del día.
- Haga cuanto desee Monsieur Slamdong, aunque si me lo permite, prefiero que se quede la obra. Úsela para recordarse a sí mismo que lo imposible también tiene cavidad en este mundo, no todos los días se conoce a un hada sardinilla. - Rió de su propio chiste y lo ayudó a levantarse, pues no deseaba ver de rodillas a nadie. Le recordaba que el mundo era demasiado segmentado, que personas como ella no tenían derecho a andar con libertad en el campo, y que siempre, para su clase, seguiría siendo un objeto más. Uno rebelde que no encajaba entre los demás.
El destino guardaba instantes de felicidad entre toda aquella maraña de infelicidades. Que Dios los acogiera a todos en su seno y no les dejase experimentar jamás la experiencia de estar confinada entre huesos y piel.
Su respuesta sobre su comparación con una sirena, hizo que detuviera el juego que tenía con la pobre tela de su falda. Dejó de estrujar la para elevar sus ojos hacia aquel hombre y pensar si realmente debía contestar a aquel comentario. En el fondo no dejaba de ser un tema nada apropiado para una joven, pero ya que había sido ella quien sacó el tema, emitió un suspiro y le volvió a responder.
- Monsieur Slamdong, su apreciación no es amable, pues me obliga a tener que advertirle que yo soy muy consciente de los adjetivos que utilizo para acompañar a mi persona. - Elevó la comisura de sus labios con ligereza, cediendo a aquel hombre que parecía haber encontrado en ella a alguien que le insuflara la suficiente confianza como para hablar sin que su lengua fuera detenida por cortesía. - Pero debería aconsejarle que en el futuro, niegue con vehemencia, cualquier posibilidad de que una mujer pueda ser calificada de sardinilla. Recuerde que algún día deseará casarse y no podrá ofender a su consorte.
Rió y tomó su mano, cerrando sus dedos sobre aquella cálida extensión del cuerpo masculino. No pudo evitar el gemir, cuando su cuerpo fue alzado con rapidez y eficacia, el señor Slamdong estaba siendo un claro ejemplo de joven fornido y con una estupenda salud. A su lado, ella parecía realmente una sardinilla con las ropas empapadas, pero él, misteriosamente, parecía haberse secado. Como si jamás hubiera ido a socorrerla.
-Quizás deba también recordarle que no se exceda en la adulación, o terminará siendo considerado como un hombre frívolo.- Mantuvo su sonrisa, aunque lo regañaba como si ella fuese la adulta de los dos. Extrañamente, parecía tratarlo como si fuera su primo, o un hermano al que solía recurrir cuando se metía en apuros. Si era exacta, cuando la metían en lagos a plena luz del día.
- Haga cuanto desee Monsieur Slamdong, aunque si me lo permite, prefiero que se quede la obra. Úsela para recordarse a sí mismo que lo imposible también tiene cavidad en este mundo, no todos los días se conoce a un hada sardinilla. - Rió de su propio chiste y lo ayudó a levantarse, pues no deseaba ver de rodillas a nadie. Le recordaba que el mundo era demasiado segmentado, que personas como ella no tenían derecho a andar con libertad en el campo, y que siempre, para su clase, seguiría siendo un objeto más. Uno rebelde que no encajaba entre los demás.
El destino guardaba instantes de felicidad entre toda aquella maraña de infelicidades. Que Dios los acogiera a todos en su seno y no les dejase experimentar jamás la experiencia de estar confinada entre huesos y piel.
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Re: Castillos de naipes || Libre
Aquellas palabras en regaño hicieron que el hombre medite un poco sobre lo expuesto, lo analizo correctamente pensando en cada una de las indicaciones que le había marcada la dama frente a él. En una parte de él cuando la observó con aquellos gesto de reproche y su postura tan elegante le trajo a su memoria a su joven hermana la misma que solía regañarle por su sinceridad, aquella dama parecía realmente como su hermana por esa razón la mirada se enterneció al verla y ofrecerle la ayuda.
Aquella sonrisa se tornaba más cálida y fue su manao la que dio una palmadita en la cabeza de la joven, era algo que solía hacer a su hermana cuando ella le llamaba la atención; tomó la mano de la joven acompañándola –Me disculpo si mis palabras le causaron algún mal, pero, soy una persona que cree que es mejor ser sincera aunque me gane unos buenos golpes por ello, pero– suelta una pequeña risa –Creo que la persona que llegue a estar conmigo apreciará más que le diga la verdad, como cuando se ponga un vestido que yo considere que no resalte realmente su belleza se lo diría ¿para qué adornar con bellas palabras algo que podría luego ofenderla? Si le digo con palabras escondidas luego se enterará o alguien le dirás cosas peores y se sentirá más devastada, prefiero ser yo quien le diga eso y la ayude a verse mucho más hermosa que venga algún patán o envidiosa y le diga algo que pueda humillarla en público. Además creo que un hombre sincero vale más que un mentiroso adulador–
Su última palabra toma en contexto que recibió de la propia dama –Aunque a decir verdad, eso de ser adulador no es mi estilo, soy sincero y siempre diré lo que pienso y puedo apreciar de las personas, si usted me ve como un adulador frívolo es porque quizás muchos la atendieron de esa forma, pero no con sinceridad y me disculpo por haber sonado como esos tipos, pero como un apasionado del arte sobre todo de la pintura mis apreciaciones no son más que mera interpretaciones de arte– sonríe señalando a una pareja que al parecer discutía y donde el chico trata de abrazarla pero ella se negaba –ve a esa pareja, yo los veo con un par de avecillas que están discutieron sobre las flores porque el joven ha probado de otro néctar, ella se va transformando de ave a mariposa y él en un cuervo, uno que desea a la mariposa pero esta no se dejará atrapar tan rápido y terminará por ser una cazadora y matará al cuervo, cuando lo lleve al altar– suelta una risa justo cuando la pareja que discutía se reconcilia con un beso.
Mira a la joven directo a los ojos –Cada uno cambia según él momento y no muestran realmente quienes son si no vale pena hacerlo, quizás por eso es que yo si me muestro desde el inicio como soy aunque termine regañado y castigado por mi hermana y por usted ahora, y por ello es que quiera que tenga la pintura para que cuando usted la vea se acuerde que también puede ser usted no importa lo que lleve o con quien esté–
Sonríe, una sonrisa tán cálida que no parecía al de la bestia que oculta y que en lunas llenas aparece sedienta de sangre y carne.
Aquella sonrisa se tornaba más cálida y fue su manao la que dio una palmadita en la cabeza de la joven, era algo que solía hacer a su hermana cuando ella le llamaba la atención; tomó la mano de la joven acompañándola –Me disculpo si mis palabras le causaron algún mal, pero, soy una persona que cree que es mejor ser sincera aunque me gane unos buenos golpes por ello, pero– suelta una pequeña risa –Creo que la persona que llegue a estar conmigo apreciará más que le diga la verdad, como cuando se ponga un vestido que yo considere que no resalte realmente su belleza se lo diría ¿para qué adornar con bellas palabras algo que podría luego ofenderla? Si le digo con palabras escondidas luego se enterará o alguien le dirás cosas peores y se sentirá más devastada, prefiero ser yo quien le diga eso y la ayude a verse mucho más hermosa que venga algún patán o envidiosa y le diga algo que pueda humillarla en público. Además creo que un hombre sincero vale más que un mentiroso adulador–
Su última palabra toma en contexto que recibió de la propia dama –Aunque a decir verdad, eso de ser adulador no es mi estilo, soy sincero y siempre diré lo que pienso y puedo apreciar de las personas, si usted me ve como un adulador frívolo es porque quizás muchos la atendieron de esa forma, pero no con sinceridad y me disculpo por haber sonado como esos tipos, pero como un apasionado del arte sobre todo de la pintura mis apreciaciones no son más que mera interpretaciones de arte– sonríe señalando a una pareja que al parecer discutía y donde el chico trata de abrazarla pero ella se negaba –ve a esa pareja, yo los veo con un par de avecillas que están discutieron sobre las flores porque el joven ha probado de otro néctar, ella se va transformando de ave a mariposa y él en un cuervo, uno que desea a la mariposa pero esta no se dejará atrapar tan rápido y terminará por ser una cazadora y matará al cuervo, cuando lo lleve al altar– suelta una risa justo cuando la pareja que discutía se reconcilia con un beso.
Mira a la joven directo a los ojos –Cada uno cambia según él momento y no muestran realmente quienes son si no vale pena hacerlo, quizás por eso es que yo si me muestro desde el inicio como soy aunque termine regañado y castigado por mi hermana y por usted ahora, y por ello es que quiera que tenga la pintura para que cuando usted la vea se acuerde que también puede ser usted no importa lo que lleve o con quien esté–
Sonríe, una sonrisa tán cálida que no parecía al de la bestia que oculta y que en lunas llenas aparece sedienta de sangre y carne.
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Re: Castillos de naipes || Libre
Sus palabras la enmudecieron ya que no había nada incierto en ellas, más bien le dieron mucho en qué pensar. Estaba segura de que más tarde, cuando estuviera en su hermosa y lejana mansión, seguiría rememorando aquellas frases. ¿ No era la sinceridad, lo que toda dama deseaba de su marido?. Pero, ¿Cuándo había dejado de ver la sinceridad como algo positivo, para mezclarlo como una forma barata de descalificación y humillación de otros?.
Quizás Monsieur Slamdong tuviera razón y ella sólo consideraba que las apreciaciones, un tanto alocadas y extravagantes para los piropos a los que estaba acostumbrada, eran sólo fruto de la más baja de las adulaciones. Pero eso era lo normal en su clase, la sinceridad yacía muerta entre la pestilencia de las normas sociales. Nadie quería aceptar la verdad, sencillamente, porque ésta dolía. Herirse entre los suyos, era algo tan sencillo como para aquel hombre hacer comparaciones artísticas de lo que parecía una rencilla amorosa.
Emitió una pequeña sonrisa triste al ver a la pareja, ya que, durante unos meses ella también saboreó ese estado de volatilidad llamado amor. Afortunadamente, su corazón había sanado con lentitud en sus años de soledad. Pasar su juventud encerrada en su Mansión fue una magnífica forma de evitarse el volver a soportar de nuevo la posibilidad de volver a ser herida. No deseaba enamorarse de nuevo, algo moría en el alma cuando tenías que enterrar sentimientos y a la persona que se ama.
- Tiene razón de nuevo, Monsieur Slamdong. Estoy totalmente infectada de algo llamado cinismo.. - Desvió la mirada de los jóvenes para volver a mirar aquella brillante y cálida sonrisa que le ofrecía aquel hombre. Parecía que todo en aquel hombre era cálido, desde su temperatura corporal, a sus palabras y, más aún, en su sonrisa.
- Perdóneme, quizás sí que necesite el cuadro al final.- Se encogió de hombros y le respondió con sinceridad.- Creo que todos precisamos un poco de fe al final de la jornada.
Quizás Monsieur Slamdong tuviera razón y ella sólo consideraba que las apreciaciones, un tanto alocadas y extravagantes para los piropos a los que estaba acostumbrada, eran sólo fruto de la más baja de las adulaciones. Pero eso era lo normal en su clase, la sinceridad yacía muerta entre la pestilencia de las normas sociales. Nadie quería aceptar la verdad, sencillamente, porque ésta dolía. Herirse entre los suyos, era algo tan sencillo como para aquel hombre hacer comparaciones artísticas de lo que parecía una rencilla amorosa.
Emitió una pequeña sonrisa triste al ver a la pareja, ya que, durante unos meses ella también saboreó ese estado de volatilidad llamado amor. Afortunadamente, su corazón había sanado con lentitud en sus años de soledad. Pasar su juventud encerrada en su Mansión fue una magnífica forma de evitarse el volver a soportar de nuevo la posibilidad de volver a ser herida. No deseaba enamorarse de nuevo, algo moría en el alma cuando tenías que enterrar sentimientos y a la persona que se ama.
- Tiene razón de nuevo, Monsieur Slamdong. Estoy totalmente infectada de algo llamado cinismo.. - Desvió la mirada de los jóvenes para volver a mirar aquella brillante y cálida sonrisa que le ofrecía aquel hombre. Parecía que todo en aquel hombre era cálido, desde su temperatura corporal, a sus palabras y, más aún, en su sonrisa.
- Perdóneme, quizás sí que necesite el cuadro al final.- Se encogió de hombros y le respondió con sinceridad.- Creo que todos precisamos un poco de fe al final de la jornada.
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Re: Castillos de naipes || Libre
La pareja que observaban terminó su reconciliación con un beso y un abrazo tomándose de la mano para caminar juntos acaramelados por aquella sendero rodeando la laguna, la mirada del hombre se perdió en los recuerdos de su propio pasado en aquel que tanto se había obligado a olvidar y a enterrar por su propio bien, sabía que ver ese tipo de romances no le traía nada bueno pero aun así disfrutaba apreciar como aquello que se le es negado por su maldición, hace felices a personas que podrían considerarse dentro del rango de la “normalidad”. Con un fuerte suspiro alejó aquellos pensamientos que le traía de nuevo el dolor y la amargura observando a la joven.
El oír aquellas palabras de la joven dama crean en él una mueca de tristeza que se refleja en sus ojos porque fueron las mismas palabras que alguien más le había dicho tiempo atrás y que ahora no estaba junto a él, trató de ocultar ese sentimiento de angustia y dolor, aquella tristeza tras su sonrisa dejando que su mano se posara sobre el hombro de la joven –No creo que esté infectada, si no, que no está acostumbrada. Al parecer su vida a girado en torno a ese estilo, pero eso no hace que esté infectada porque entonces podría decir que no tiene cura, y se equivoca en ello. Dicen que para todo en esta vida hay solución– el tono de su voz se apaga en aquel momento –menos para la muerte– susurra muy lejos aquello último caminando delante de la dama, dando el espacio correspondiente que merecía.
Se aclaró la garganta un poco mirando sobre su hombro –Entonces, digame Madame del Mar ¿Qué día es propicio para usted para que pueda dibujarla?, estaré encantando de robar un poco de su tiempo ya que ha despertado mi espíritu de arte nuevamente– sonríe encantado de que la dama accediera a quedarse con la pintura –La fe es todo lo que nos queda al final del camino y si la perdemos, perdemos el andar, perdemos la vida y la esperanza de continuar un camino nuevo o continuar en el mismo, es esta la que nos ayuda a soportar los dolores más grandes y es mejor aferrarse a ello que no hacerlo a nada– alza la mirada a las hojas que se balancean con el fresco viento recordando lo que perdió y que ahora se afianza a dejarlo.
Los pájaros trinan en algunos momentos y revolotean por el lugar, así como pocas almas que rondan por ahí en una lenta caminata donde conversaciones triviales y banas son el plato principal, y alejados de todo ello estaban ellos dos, en silencio.
El oír aquellas palabras de la joven dama crean en él una mueca de tristeza que se refleja en sus ojos porque fueron las mismas palabras que alguien más le había dicho tiempo atrás y que ahora no estaba junto a él, trató de ocultar ese sentimiento de angustia y dolor, aquella tristeza tras su sonrisa dejando que su mano se posara sobre el hombro de la joven –No creo que esté infectada, si no, que no está acostumbrada. Al parecer su vida a girado en torno a ese estilo, pero eso no hace que esté infectada porque entonces podría decir que no tiene cura, y se equivoca en ello. Dicen que para todo en esta vida hay solución– el tono de su voz se apaga en aquel momento –menos para la muerte– susurra muy lejos aquello último caminando delante de la dama, dando el espacio correspondiente que merecía.
Se aclaró la garganta un poco mirando sobre su hombro –Entonces, digame Madame del Mar ¿Qué día es propicio para usted para que pueda dibujarla?, estaré encantando de robar un poco de su tiempo ya que ha despertado mi espíritu de arte nuevamente– sonríe encantado de que la dama accediera a quedarse con la pintura –La fe es todo lo que nos queda al final del camino y si la perdemos, perdemos el andar, perdemos la vida y la esperanza de continuar un camino nuevo o continuar en el mismo, es esta la que nos ayuda a soportar los dolores más grandes y es mejor aferrarse a ello que no hacerlo a nada– alza la mirada a las hojas que se balancean con el fresco viento recordando lo que perdió y que ahora se afianza a dejarlo.
Los pájaros trinan en algunos momentos y revolotean por el lugar, así como pocas almas que rondan por ahí en una lenta caminata donde conversaciones triviales y banas son el plato principal, y alejados de todo ello estaban ellos dos, en silencio.
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Re: Castillos de naipes || Libre
La calidez de su mano sobre el hombro, parecía brindarle un poco de consuelo a su, ya alterado, fuero interno. Era curioso ver a una bruja capaz de modificar las emociones humanas, siendo invadida por aquel revoltijo sin sentido que anidaba en su estómago y se extendía por su garganta, sacudiendo algunos momentos de sus memorias que no quería volver a ver. Al menos no en un lugar tan público, con personas capaces de reconocer lo que había tras sus gestos o expresiones.
Quizás por ello agradeció la distancia que tomó el Señor Slamdong, no quería sentirse cerca de otra persona, ni siquiera cuando ello era para compartir una mala experiencia pasada. La cercanía indicaba confianza. Y no estaba segura de poder volver a confiar de nuevo en algún ser. Prefería simplemente ser una hoja mecida por el viento, con encuentros fugaces con personas elocuentes y sinceras como aquel hombre que caminaba delante suya, a verse envuelta de nuevo en algo como la amistad y los romances. Amar era doloroso, incluso cuando el afecto se proporcionaba a alguien al que no se veía como un compañero romántico.
- Cierto, la muerte no posee solución. Pero a veces, nosotros mismos nos vemos obligados a asesinar una parte de nuestra alma para poder sobrevivir. - Separó con sus pies algunas hojas que seguían abrazadas sobre el césped del jardín, enredándose en su vestido para crear una capa casi otoñal a sus pies. Si hubiera sido más joven, habría sonreído pisándolas, torturando aquellas hojas secas sólo para oír su crujido.
- Pero como vos y yo hemos acordado, debemos tener fe. Quizás alguien descubra la forma de revivir aquellas partes que insistimos en ahogar.- Sonrió con cierta tristeza y pisó una de las hojas, para escuchar un leve crujido que parecía más un suspiro. Quizás aún no había madurado del todo y por eso aún aquellas cosas seguían proporcionándole cierto placer culpable. Porque lo hacía sólo para recrear una época más feliz. Donde todo era posible.
- Quizás pueda acudir a mi mansión en uno de sus días de descanso, aunque para ello tendría que solicitar una audiencia.- Su sonrisa se volvió más feliz, como si su tono un tanto remilgado le hubiera hecho gracia a pesar de ser su propio chiste. Su tía hubiera hecho que descansase sus rodillas sobre semillas de trigo si la descubría rompiendo el protocolo de las visitas. - Me gustaría que tuviera el té preparado antes de que llegase, cosa que no sería posible, si meramente irrumpe allí. Aunque todo depende de su capacidad creativa, sé que algunos artistas sólo crean sus obras en un entorno adecuado, y eso siempre quiere decir su estudio o vivienda
Quizás por ello agradeció la distancia que tomó el Señor Slamdong, no quería sentirse cerca de otra persona, ni siquiera cuando ello era para compartir una mala experiencia pasada. La cercanía indicaba confianza. Y no estaba segura de poder volver a confiar de nuevo en algún ser. Prefería simplemente ser una hoja mecida por el viento, con encuentros fugaces con personas elocuentes y sinceras como aquel hombre que caminaba delante suya, a verse envuelta de nuevo en algo como la amistad y los romances. Amar era doloroso, incluso cuando el afecto se proporcionaba a alguien al que no se veía como un compañero romántico.
- Cierto, la muerte no posee solución. Pero a veces, nosotros mismos nos vemos obligados a asesinar una parte de nuestra alma para poder sobrevivir. - Separó con sus pies algunas hojas que seguían abrazadas sobre el césped del jardín, enredándose en su vestido para crear una capa casi otoñal a sus pies. Si hubiera sido más joven, habría sonreído pisándolas, torturando aquellas hojas secas sólo para oír su crujido.
- Pero como vos y yo hemos acordado, debemos tener fe. Quizás alguien descubra la forma de revivir aquellas partes que insistimos en ahogar.- Sonrió con cierta tristeza y pisó una de las hojas, para escuchar un leve crujido que parecía más un suspiro. Quizás aún no había madurado del todo y por eso aún aquellas cosas seguían proporcionándole cierto placer culpable. Porque lo hacía sólo para recrear una época más feliz. Donde todo era posible.
- Quizás pueda acudir a mi mansión en uno de sus días de descanso, aunque para ello tendría que solicitar una audiencia.- Su sonrisa se volvió más feliz, como si su tono un tanto remilgado le hubiera hecho gracia a pesar de ser su propio chiste. Su tía hubiera hecho que descansase sus rodillas sobre semillas de trigo si la descubría rompiendo el protocolo de las visitas. - Me gustaría que tuviera el té preparado antes de que llegase, cosa que no sería posible, si meramente irrumpe allí. Aunque todo depende de su capacidad creativa, sé que algunos artistas sólo crean sus obras en un entorno adecuado, y eso siempre quiere decir su estudio o vivienda
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