AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una carta y una invitación {Libre}
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Una carta y una invitación {Libre}
Ada se encontraba, como era habitual, sumergida entre libros y montones de papeles garabateados por ella misma. Hacía pocos días que había recibido una carta de parte de su buen amigo Babbage referente al proyecto que llevaban juntos, y desde entonces buscaba algo de manera incesante entre aquellas montañas de papel. Su actitud enfermiza ya no preocupaba al servicio de la mansión donde vivía, estaban más que acostumbrados a sus cambios de humor cuando no conseguía lo que tenía pensado y habían aprendido a no molestarla cuando se encontraba en ese estado de absorción total. Aquella vez, sin embargo, la más joven de las sirvientas fue la elegida para interrumpir el trabajo de Ada.
La carta, procedente de su Londres natal, venía firmada por su señora madre. En ella le explicaba parte de su ajetreada vida como baronesa y le daba un sinfín de excusas que la matemática no quería escuchar, pero el objetivo de la misiva estaba claro: Ada debía acudir al baile de navidad en nombre de su madre. Junto con la carta perfectamente redactada venía una invitación para el evento. Dejó ambas cosas a un lado y se volvió a sumergir en sus libros.
Llegó en el carruaje tirado por dos bonitos caballos de pelo claro. El cochero le abrió la puerta y la ayudó a descender por la escalerilla. Anunció su nombre al portero y esperó a que le permitieran el paso. Con una inclinación de cabeza dio las gracias al hombre y entró en el salón. Miró a su alrededor y Ada no pudo evitar mostrar su asombro cuando vio la extravagante decoración que la rodeaba. Macetas de flores de todos los colores posibles, lámparas de cristales traídos de los más exquisitos lugares y toda una variedad de objetos que ella no había visto en su vida.
Caminó entre el gentío que ya comenzaba a charlar animadamente en pequeños grupos. Desde donde estaba no podía ver a la orquesta, pero el sonido era formidable. Miraba los rostros de los demás buscando alguno conocido y encontró algunos que frecuentaban los ambientes que ella. Los saludó amablemente e intercambió algunas palabras de cortesía para seguir con su búsqueda.
De pronto todo se quedó en silencio y por el pasillo que se creó en el centro de la sala caminaron los monarcas, embutidos en sendos trajes cada cual más llamativo que el otro. Ada observó a la pareja desde la lejanía, pasando desapercibida tras el tumulto de invitados. Cuando tomaron asiento, la fiesta quedó inaugurada al fin: la música comenzó a sonar de nuevo, las parejas comenzaron a bailar con movimientos gráciles e hipnóticos y Ada se quedó en una esquina, observando.
La carta, procedente de su Londres natal, venía firmada por su señora madre. En ella le explicaba parte de su ajetreada vida como baronesa y le daba un sinfín de excusas que la matemática no quería escuchar, pero el objetivo de la misiva estaba claro: Ada debía acudir al baile de navidad en nombre de su madre. Junto con la carta perfectamente redactada venía una invitación para el evento. Dejó ambas cosas a un lado y se volvió a sumergir en sus libros.
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Llegó en el carruaje tirado por dos bonitos caballos de pelo claro. El cochero le abrió la puerta y la ayudó a descender por la escalerilla. Anunció su nombre al portero y esperó a que le permitieran el paso. Con una inclinación de cabeza dio las gracias al hombre y entró en el salón. Miró a su alrededor y Ada no pudo evitar mostrar su asombro cuando vio la extravagante decoración que la rodeaba. Macetas de flores de todos los colores posibles, lámparas de cristales traídos de los más exquisitos lugares y toda una variedad de objetos que ella no había visto en su vida.
Caminó entre el gentío que ya comenzaba a charlar animadamente en pequeños grupos. Desde donde estaba no podía ver a la orquesta, pero el sonido era formidable. Miraba los rostros de los demás buscando alguno conocido y encontró algunos que frecuentaban los ambientes que ella. Los saludó amablemente e intercambió algunas palabras de cortesía para seguir con su búsqueda.
De pronto todo se quedó en silencio y por el pasillo que se creó en el centro de la sala caminaron los monarcas, embutidos en sendos trajes cada cual más llamativo que el otro. Ada observó a la pareja desde la lejanía, pasando desapercibida tras el tumulto de invitados. Cuando tomaron asiento, la fiesta quedó inaugurada al fin: la música comenzó a sonar de nuevo, las parejas comenzaron a bailar con movimientos gráciles e hipnóticos y Ada se quedó en una esquina, observando.
- vestido:
Ayashe- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 12/09/2015
Re: Una carta y una invitación {Libre}
No iba a perderse un evento como aquel, Alistair llevaba una temporada queriendo estar en todas partes y en todas partes incluía aquel baile tan pomposo, propio de la época. Sin duda irse de putas era mucho menos interesante y olía peor.
No entró por la puerta principal, porque estaba restringida a los invitados. Con ayuda de uno de los chefs, victima de sus artimañas mentales había accedido por las cocinas y allí estaba, con el traje de un pobre desgraciado que se había quedado sin ropa y confuso, en uno de los lavabos. Su vida era eso y le gustaba. Parecía como mínimo un marqués, el traje era oscuro a excepción del pañuelo gris perla que se enrollaba entorno a su cuello. Los zapatos les estaban algo grandes pero tenía intención de robar otros en cuanto encontrase alguien que tuviese un pie más similar al suyo.
Vio entrar a los monarcas y también vio a la joven humana de vestido amarillo que se quedaba atrás en aquel jolgorio. Divertido, discreto y escurridizo se abrió paso entre el gentío para acabar cerca de ella, lo bastante cerca para que al hablar supiera que era la destinataria de sus palabras.
-Siempre me he preguntado como caminan las mujeres con esos vestidos tan... gigantes.- No la miró a ella, su atención, al menos la perceptible, estaba puesta en los propios monarcas.- Disculpe, no me he presentado - dijo volviéndose - Mi nombre es Rupert James Bennet - mintió con un fuerte acento inglés.
No entró por la puerta principal, porque estaba restringida a los invitados. Con ayuda de uno de los chefs, victima de sus artimañas mentales había accedido por las cocinas y allí estaba, con el traje de un pobre desgraciado que se había quedado sin ropa y confuso, en uno de los lavabos. Su vida era eso y le gustaba. Parecía como mínimo un marqués, el traje era oscuro a excepción del pañuelo gris perla que se enrollaba entorno a su cuello. Los zapatos les estaban algo grandes pero tenía intención de robar otros en cuanto encontrase alguien que tuviese un pie más similar al suyo.
Vio entrar a los monarcas y también vio a la joven humana de vestido amarillo que se quedaba atrás en aquel jolgorio. Divertido, discreto y escurridizo se abrió paso entre el gentío para acabar cerca de ella, lo bastante cerca para que al hablar supiera que era la destinataria de sus palabras.
-Siempre me he preguntado como caminan las mujeres con esos vestidos tan... gigantes.- No la miró a ella, su atención, al menos la perceptible, estaba puesta en los propios monarcas.- Disculpe, no me he presentado - dijo volviéndose - Mi nombre es Rupert James Bennet - mintió con un fuerte acento inglés.
Alistair Eriksson- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 02/12/2015
Re: Una carta y una invitación {Libre}
La voz que de pronto sonó a su lado la sobresaltó de manera notable: su cuerpo tembló como si hubiera visto un fantasma. Con una mano en el pecho que trataba de calmar el pulso acelerado, se giró hacia el lado desde donde procedía aquella voz. Un hombre bien vestido observaba a los monarcas caminar por el pasillo. Aunque no la observaba a ella, Ada sabía que las palabras estaban destinadas a su persona.
—Caminar es lo más sencillo. Lo complicado es sentarse.
Volvió a mirarle una vez recuperadas las formas. El traje oscuro y el pañuelo del cuello hacían un conjunto sencillo pero bonito y perfecto para la ocasión. Parecía alguien importante, pero la joven inglesa no tenía la capacidad suficiente para recordar cada rostro que le era presentado, que en eventos como aquel podían llegar a rondar las varias decenas. Si estaba allí era porque su madre se lo había pedido, nada más y nada menos, y nunca había sido buena siendo eso que llamaban “representante familiar”.
—Un placer, señor Bennet. —Una nueva inclinación de cabeza. «Acabaré con el cuello dislocado». —Mi nombre es Augusta Ada Byron —se presentó con su nombre completo, tal y como ameritaba la situación. —Pero, si debe elegir uno de los dos nombres para referirse a mí, preferiría el segundo.
No había pasado por alto el acento inglés del joven a su lado, como tampoco la extrema palidez. A lo segundo no le dio demasiada importancia, pero lo primero le llamó la atención. Aunque hacía tiempo que no pisaba Londres, parecía que al fin había encontrado a alguien que parecía de su tierra.
—He notado que su acento no es francés. ¿De dónde es, si me permite la intromisión? —preguntó sin tapujos. Su madre no aprobaría tal osadía, pero ella no estaba allí para llamarle la atención.
—Caminar es lo más sencillo. Lo complicado es sentarse.
Volvió a mirarle una vez recuperadas las formas. El traje oscuro y el pañuelo del cuello hacían un conjunto sencillo pero bonito y perfecto para la ocasión. Parecía alguien importante, pero la joven inglesa no tenía la capacidad suficiente para recordar cada rostro que le era presentado, que en eventos como aquel podían llegar a rondar las varias decenas. Si estaba allí era porque su madre se lo había pedido, nada más y nada menos, y nunca había sido buena siendo eso que llamaban “representante familiar”.
—Un placer, señor Bennet. —Una nueva inclinación de cabeza. «Acabaré con el cuello dislocado». —Mi nombre es Augusta Ada Byron —se presentó con su nombre completo, tal y como ameritaba la situación. —Pero, si debe elegir uno de los dos nombres para referirse a mí, preferiría el segundo.
No había pasado por alto el acento inglés del joven a su lado, como tampoco la extrema palidez. A lo segundo no le dio demasiada importancia, pero lo primero le llamó la atención. Aunque hacía tiempo que no pisaba Londres, parecía que al fin había encontrado a alguien que parecía de su tierra.
—He notado que su acento no es francés. ¿De dónde es, si me permite la intromisión? —preguntó sin tapujos. Su madre no aprobaría tal osadía, pero ella no estaba allí para llamarle la atención.
Ayashe- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 12/09/2015
Re: Una carta y una invitación {Libre}
Al revelarle su nombre Alistair alargó su mano para atrapar la de ella y llevársela a los labios. No la besó, apenas la rozó, pero aquello no le restó caballerosidad al gesto.
-A su servicio, Ada - Fue como si degustara el nombre de pila de la joven, disfrutando de no tener que referirse a ella por el apellido.- ¿No estará usted emparentada con el poeta Lord Byron? - Preguntó realmente con curiosidad, puede que aquel bocado albergase muchos más elementos de interés de los que Alistair había apreciado a primera vista.
Manteniendo su fingido acento, práctica de años continuó hablando.
-Provengo de Bristol, señorita, llevo aquí alrededor de un año, pero no hay forma de que me desprenda de mis orígenes- Se encogió de hombros y sonrió con simpatía.- ¿Pero quién desearía ocultar su procedencia? Sobre todo si es buena, me alegro de tener compañía inglesa.
En ese momento uno de los camareros pasó con una bandeja con bebidas y Alistair se tomó la libertad de coger una para ella y otra para si mismo.
-Beba, le ayudará a sobrellevar la noche.
-A su servicio, Ada - Fue como si degustara el nombre de pila de la joven, disfrutando de no tener que referirse a ella por el apellido.- ¿No estará usted emparentada con el poeta Lord Byron? - Preguntó realmente con curiosidad, puede que aquel bocado albergase muchos más elementos de interés de los que Alistair había apreciado a primera vista.
Manteniendo su fingido acento, práctica de años continuó hablando.
-Provengo de Bristol, señorita, llevo aquí alrededor de un año, pero no hay forma de que me desprenda de mis orígenes- Se encogió de hombros y sonrió con simpatía.- ¿Pero quién desearía ocultar su procedencia? Sobre todo si es buena, me alegro de tener compañía inglesa.
En ese momento uno de los camareros pasó con una bandeja con bebidas y Alistair se tomó la libertad de coger una para ella y otra para si mismo.
-Beba, le ayudará a sobrellevar la noche.
Alistair Eriksson- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 02/12/2015
Re: Una carta y una invitación {Libre}
Dejó que le tomara la mano y se la acercara a los labios. Pudo apreciar el frío y la suavidad de su piel, pero a pesar de la palidez de la misma, la sentía tersa y dura. Fue una sensación extraña, como si aquel hombre no fuera de este mundo. «¡Qué absurdez!» pensó. Su mente no concebía nada que fuera capaz de explicar, y aquel simple pensamiento no tenía ni pies ni cabeza.
Cuando se presentó, su acompañante no pasó por alto la naturaleza de su apellido. No sería la primera vez que le hacían esa pregunta, ni la primera que se pensaba muy bien qué contestar. Sonrió de manera educada y miró al resto de invitados.
—En efecto, somos parientes —dijo sin mirarle aún. —Lamentablemente, no tengo el placer de conocer al señor Byron, aunque no niego que me gustaría. Estoy segura de que sería un hombre muy interesante con el que charlar.
No le gustaba dar más explicaciones al respecto. Podría jactarse de que el famoso poeta era, de hecho, su padre. Que por sus venas corría la sangre de un gran artista, pero no lo hacía. Sabía que había gente que se interesaría en ella por ese simple hecho y lo cierto era que prefería que eso no ocurriera.
—¿De Bristol? —comentó aceptando la copa que le tendía. —Gracias. Me temo que no tengo el gusto de conocer esa ciudad. Nací y me crie en Londres. Lo más lejos que llegué a viajar fue aquí, a París. —Dio un sorbo de la copa. El vino era exquisito. —Admito que me gusta esta ciudad, pero tengo que darle la razón: es imposible desprenderse de los orígenes.
Había cambiado el idioma de francés a inglés. ¡Qué gusto poder hablar su lengua natal!
—Espero que no le importe el cambio de idioma, señor Bennet. Me resulta difícil encontrar gente con la que conversar en nuestra lengua. Y bien sabrá cómo se echa de menos, ¿cierto? —Le sonrió con complicidad. —Ha dicho que lleva un año en París. ¿Encuentra entretenida la ciudad?
Cuando se presentó, su acompañante no pasó por alto la naturaleza de su apellido. No sería la primera vez que le hacían esa pregunta, ni la primera que se pensaba muy bien qué contestar. Sonrió de manera educada y miró al resto de invitados.
—En efecto, somos parientes —dijo sin mirarle aún. —Lamentablemente, no tengo el placer de conocer al señor Byron, aunque no niego que me gustaría. Estoy segura de que sería un hombre muy interesante con el que charlar.
No le gustaba dar más explicaciones al respecto. Podría jactarse de que el famoso poeta era, de hecho, su padre. Que por sus venas corría la sangre de un gran artista, pero no lo hacía. Sabía que había gente que se interesaría en ella por ese simple hecho y lo cierto era que prefería que eso no ocurriera.
—¿De Bristol? —comentó aceptando la copa que le tendía. —Gracias. Me temo que no tengo el gusto de conocer esa ciudad. Nací y me crie en Londres. Lo más lejos que llegué a viajar fue aquí, a París. —Dio un sorbo de la copa. El vino era exquisito. —Admito que me gusta esta ciudad, pero tengo que darle la razón: es imposible desprenderse de los orígenes.
Había cambiado el idioma de francés a inglés. ¡Qué gusto poder hablar su lengua natal!
—Espero que no le importe el cambio de idioma, señor Bennet. Me resulta difícil encontrar gente con la que conversar en nuestra lengua. Y bien sabrá cómo se echa de menos, ¿cierto? —Le sonrió con complicidad. —Ha dicho que lleva un año en París. ¿Encuentra entretenida la ciudad?
Ayashe- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 12/09/2015
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