Despertar del diabole || Libre

por **Børiska K. Hercžog** Sáb Ene 23, 2016 7:27 pm

El viento azotando con fuerza las costas de la ciudad que con un silencio sepulcral se reviste la oscura noche, el aullido de lobos que anhelan los rayos de su amada luna pero solo reciben el disparo de gracia de balas de plata en la cabeza, los riscos que son golpeados con las bravías olas que rugen como las almas de aquellas fieras que luchan a muerte en la parte más alta, espada y pólvora que roza contras las garras y mandíbulas fuertes de los oponentes. Allá a lo lejos se encontraba la mujer que sola se enfrentaba a un grupo de vampiros y lobos, un grupo que ya conocía con antelación. El numero era mayor, la ventaja la tenían y yo por ello antes que perder la vida optó por lanzarse desde la punta más alta de aquel risco de la muerte directo a donde las olas terminan como un grito.

De entre la calma fría de los brazos de aquel mar salía con heridas que eran cicatrizadas hasta volverse la nada en evidencia, las armas inservibles y la espada oculta, su ser pesa por el agua, su mirada muestra el cansancio de las noches consecutivas en las que ha tenido que enfrentarse a aquellos que antes consideraba como una familia pero que ahora son los que debe eliminar. Sacude sus ropas oscuras junto a aquel cabello, aún tienen los vestigios de la dura pelea, porque en ella se ha llevado varios golpes recibidos y propinados, las heridas se van cerrando lentamente.

Sus armas inservibles con todo ello, se deja caer al suelo arenoso en espera de un momento de estabilidad, sosiego, aunque no respira siente como si el aire le faltara, por ello sus manos tocan aquel pecho frío y sin vida sintiendo que no hay nada ni un ápice de existencia más que solo la arrebatada, aquella que ha robado miserablemente pero con deleite, sonríe por ello al recordar el sabor de su última víctima aquella calidez que iba calentando su boca, su garganta mientras su víctima yacía sobre aquel lecho verde de hierbas y flores pequeñas.

El manto negro de la noche que le cubría con aquella luna y estrellas, que eran las únicas que iluminaban el pétreo mar que se agitaba suavemente con las frías brizas, corrientes que no afectaban a aquel ser que estaba tirado observando el cielo con una sonrisa cínica en el rostro, una sonrisa de quien aún no está satisfecha y solo ha quedado extasiada por la batalla enfrentada, deseando aún más.

por **Aleister J. Ferdinand** Vie Feb 19, 2016 12:44 am

“Abandonarse al dolor sin resistir,
suicidarse para sustraerse de él,
es abandonar el campo de batalla sin haber luchado.”
—Napoleón.

La plutónica luz que la luna me proporcionaba era suficiente para caminar entre las peligrosas rocas de aquel lugar. El oscuro manto de la noche ya había cubierto a la ciudad y sus afueras por completo, y la mayoría de los ciudadanos ya estaban seguros dentro de sus hogares. A lo lejos, se podía distinguir el acogedor humo de las chimeneas, y uno que otro farol ocasional, titilando a la distancia.

Llevaba siguiendo la pista de aquel licántropo durante horas. Le había conseguido herir con una certera bala de plata, pero desafortunadamente, no fue suficiente para acabar con él. Seguía el rastro de sangre que fue dejando entre las rocas, rastros cada vez más grandes, más notorios. El líquido escarlata me decía que la bala, después de todo, sí había hecho su trabajo, y la vida de aquella bestia se desvanecía segundo a segundo.

Me había enterado de él gracias al constante murmureo de la ciudad, de sus rumores, historias mezcladas entre fantasía y realidad. Ya habían desaparecido dos obreros cerca de la playa, y aunque para la mayoría de los parisinos no fuera muy importante su desaparición, no dejaba de ser misterioso, y me había decidido por hacer un poco de reconocimiento en el lugar.

Me llevó dos días dar con pistas de licántropos moviéndose en la zona.

Y hoy, bueno, hoy al fin le he conocido en carne y hueso. Se ha intentado defender, pero por lo visto, aún está aprendiendo a controlarse a sí mismo, haciéndome el trabajo un poco más fácil.

Continuaba siguiendo su sangre, hasta que finalmente di con su cuerpo: inerte, cálido aún. Terminaba mi trabajo, decapitándolo para dejar al descubierto su apariencia humana, cuando vi lo que creí era una mujer saltando desde un peligroso risco. ¿Me habían engañado mis ojos, quizá, después de todo, algo agotados por la longeva caza que llevaba a cabo?

No. Sabía lo que había visto.

Pensé en acercarme a ver si podía recuperar el cuerpo cuando ésta volviera a flote, pero mis intenciones cambiaron drásticamente al ver que salía del mar para recostarse sobre la arena, sin mayores heridas aparentes.

Mi semblante fue rígido.

Desenfundé la pistola con que antaño había disparado al licántropo y mantuve una mano cerca de una de mis dagas. Me acerqué cautelosamente hacia la extraña mujer.

—¿Has disfrutado del baño? —pregunté mientras le apuntaba.

Pensaba que la noche había terminado, pero, al parecer, no hacía más que comenzar.

por **Børiska K. Hercžog** Mar Feb 23, 2016 11:45 pm

El frío que azotaba con la braveza del mar que rugía cual fulgores de batallas andantes, así se sentía la noche parisina, la calma se perdía entre las innumerables olas que venían con impropia fuerza a golpear la costa. A lo lejos, muy a lo lejos el ruido de la ciudad cuya vida es el epicentro de las aburridas y monótonas vidas de seres que transitan con seguridad o ingenuidad de lo que ocurre entre la sombras; risa, risa que se rompe ante la mirada azulada que se clava al oscuro cielo iluminado por la luna, unos segundos de paz y tranquilidad que se ve interrumpido por un aullido a lo lejos.

Cual silencio sepulcral que se había instalado en aquel momento sobre el lugar, se había sumido toda la playa en una calma que no era normal; el rayo que se parte entre los cielos tan denso y grave se transforma en una voz la cual es seguida el sonido cónico de un gatillo metálico que ya conoce, la sonrisa que se dibuja por la pregunta lanzada y aquella arma que la apuntaba, la necesidad imperiosa de ver al atacante no le hacía falta, al contrario podía olerlo, sentirlo y oír el latido de su corazón, aquel retumbar que lo único que hacía era llamar su sed, una que estaba controlando en aquellos momentos.

—No puedo responder, porque si lo hago podría usted señor volarme la cabeza o el corazón, si tuviera uno, pero eso no impediría que me dejará muy mal herida—

Levantarse de la arena con aun el cuerpo mojado no era lo mejor, su cuerpo quedó impregnado de aquel material, tomó sus armas agitando su revolver para que el agua terminara de vaciarse, su espada la ajusta a su cintura, en ningún momento enfrenta al hombre tras de ella.

—No creo que sea propio de un cazador atacar por la espalda a alguien, o ¿quizás si lo es? Bueno eso sería si el cazador en cuestión no tiene honor ni sabe lo que es eso en una pelea o batalla real, pero ¿Qué se puede esperar de un humano?—

Las heridas siguen cicatrizando pero de manera lenta, al menos hasta que consuma algo del valioso vitae. Y por aquel momento de la noche gira contemplando al intruso en su cacería.

—El baño fue entretenido y divertido pero no fue lo que esperaba, pronto estarán aquí—

Murmura con un suspiro lento y prologando.

—Es mejor que los humanos estén en casa esta noche antes de que algo malo les pueda ocurrir, y eso va para usted, o ¿se medirá en esta pelea?—

La ceja fina y enarcada con la que plantea aquello mientras va cortando la distancia entre ambos; ambas manos están alzadas sin dejar que por ello acorte más la distancia, al punto de sentir el arma casi rozar su cuerpo, al menos a una corta distancia, un movimiento peligroso y audaz por parte de alguien que también se considera una cazadora, pero con convicciones muy distintas a las de aquel y cualquier mortal.

por **Aleister J. Ferdinand** Dom Mar 06, 2016 3:05 pm

—No, no es honorable atacar por la espalda, y es por eso que no te he matado apenas saliste del agua, bestia inhumana —exclamé.

De todos los seres con los que estábamos obligados a compartir este mundo, los vampiros eran los que más odiaba. Fue un vampiro el que me arrebató a mi amada, y no he sentido nada más que rabia para con ellos desde aquel día.

—No tengo oídos para lo que dices, vampiro —dije retrocediendo un poco, hasta enfundar nuevamente el arma y sacar bajo el resplandeciente brillo de la luna, mis dos dagas favoritas—. Ahora, haz un esfuerzo por no morir esta noche —espeté preparándome para la pelea, con un dejo de sonrisa en mi rostro.

Estaba listo para lo que sea que esa vampiro tenía preparado. Uno de los dos pasaría de ser cazador a presa esta noche, y no iba a ser yo.

Mi mente era un relámpago en aquel momento. Me concentraba en mi contrincante, pero no podía dejar de pensar en ella. En ella.

Mi Anastassia.

Ella era la razón por la que me había convertido en esto, un cazador, una luz entre la muchedumbre rodeada de penumbras. De sombras. De bestias.

De vampiros.

Vampiros como el que tenía en frente; tan seguros de sí mismos, tan letales.
Pero después de todo, morían, podían morir, como cualquier otro ser humano.

¿Sería ésta la última noche de la criatura que tenía en frente?
¿Sería ésta la noche donde finalmente volvería a ser humana?

por **Børiska K. Hercžog** Miér Mar 23, 2016 10:48 pm

El silbido de la noche cuya tribulación iba agitándose lentamente junto al sonido ensordecedor de las olas que morían en la cosa que termina por hundir en una mortal afonía que crea un ambiente tenso y molesto cual velo delicado se va desquebrajando a medida que los latidos del corazón de uno de los participantes crea el eco de la vida en contraste con el inexistente que solo es borrado con un fuerte suspiro. La espada se desenfunda con el sonido de aquel materia resonando ante la cercanía de aquellos a los que iba a enfrentarse con fiereza.

La sonrisa que emula suave y con un ligero tinte de sarcasmo, aun con su condición no dejaría que el intruso se llevara la pelea por si solo. El cuerpo mojado se torna más y más pesado, siente la corriente en su cuerpo y el dolor que emite la cicatrización lenta y tardía, pero lo soporta en silencio.

—Debo agradecerte acaso el que no me ataques por la espalda. Claro que no, porque ustedes son traicioneros, en cualquier momento me atacarás así que mejor lárgate que esta pelea no es para alguien como tú esto es solo para alguien tan inhumano como yo, una bestia sangrienta con sed insaciable, o no es así como todos ustedes nos ven. Los traidores aquí sobran basta con uno—

El filo del arma traza en la arena una línea en el momento preciso en que en la cúspide de aquel risco de donde había sido lanzado el cuerpo, un aullido feroz rompe entre la oscura noche, el reflejo de aquel alfa que llama a sus soldados a aparecer y que van mostrando sus voraces fauces hambrientas, salivando de deseo ante el galope frente a la batalla

—Gracias por tus buenos deseos, en cambio yo si deseo que te mueras rápido así tendré que preocuparme de uno menos de ustedes en este mundo —

La pequeña risa que muestra con el sonido raudo de un cañón que ruge golpeando al enemigo que cae y el arma se enfunda para dar paso al filo que silba a medida que la velocidad del ser del inframundo corre contra ellos. Solo el sonido del metal chocar contra las fauces y garras de aquellos, los huesos que se crujen con las golpes en defensa que daño que provoca la vampira. Se mueve grácilmente cortando y golpeando; más uno de ellos logra darle un golpe en el estómago rasgando con sus garras el cuerpo.

La falta de aquel líquido vital para ellos le hace complicado las cosas, pero no se aferra a esa idea, aun así vuelve a ponerse de pie mirando al hombre.

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