Bon appétit | Libre

por **Seráphine Fayt** Mar Feb 09, 2016 1:37 pm

El recuerdo es el perfume del alma
– George Sand

«¡Pronto vamos a ser la nueva generación de damas de la sociedad Seráphine! ¿Te lo puedes imaginar? Que excitación. Todos los mozos más adinerados buscando nuestra presencia y apuntándose en nuestra libreta de bailes. Con nuestra suerte seguro que pescamos a alguno enseguida y si es un noble mejor que mejor. Según tengo entendido hay bastantes nobles que van a estar en Reims para los bailes de sociedad y no en la capital. Según parece París no es tan bonita en primavera como lo es Reims»
***

Sonreí ante el recuerdo de aquellas palabras. La fachada de la catedral de Notre Dame me había recordado aquel momento. Mi mejor amiga por aquel entonces, Cosette, se había visto muy excitada al hablar aquella mañana de lo que nos esperaba durante nuestro paseo matutino. Solo la Catedral de Reims había sido testigo de aquella excitación y la de Notre Dame era solo un recordatorio de lo pasado hace más de un siglo. Por más que intentaba olvidar aquella vida humana, algunos flashes volvían a mí y me hacían sonreír. Me hacían desear volver a aquellos momentos donde yo era la mimada y no otra persona en mi lugar. La actualidad era mucho más cruel de lo que yo quería reconocer. La actualidad me tenía encadenada a un hombre y pocas veces podía escaparme para tener un momento para mi sola.

Aquella noche había logrado evadir sus órdenes. Había cogido mi capa para ocultar debajo un vestido rojo sangre y había salido corriendo solo seguida por su cuervo. Me había acostumbrado a estar vigilada tanto por sus sentidos, como por su fiel compañero; aquel despreciable animal que me robaba a mi amo. Lo odiaba, pero a la vez le estaba agradecida de que me librara de su presencia en ocasiones. La verdad era que ni yo misma sabía lo que sentía por mi conversor. Le quería, pero a la vez no le aguantaba. Me invadía con su mente, pero a la vez adoraba ser invadida. Aquella locura de sentimientos hacía que no estuviese en todos mis cabales. La locura me amenazaba constantemente a su lado y aun así yo no le abandonaba. No tenía las fuerzas necesarias para dejarle y él sabía eso. Se aprovechaba de mi debilidad y de nuestro pasado en conjunto para retenerme. Era su juguete favorito pero no una más en su colección, de eso me aseguraba yo.

–La locura atrae a la locura– murmuré bajito rompiendo el silencio solemne de la catedral, pero sin despertar las pobres almas vagabundas. El pasado era el pasado y yo había aceptado estar al lado de aquel vampiro demente sin importar las consecuencias. Yo le había pedido ser convertida y simplemente lo hizo ligándome a él por la eternidad. Habían pasado más de cien años y estaba segura que una eternidad no debía durar mucho más, al menos no mucho más conmigo cuerda –Hora de comer. Bon appétit ma petite Seráphine– me murmuré a mí misma con una sonrisa un poco diabólica en el fino rostro. Tras eso, me acerque sin ningún remordimiento a uno de los vagabundos que dormía en las escaleras de la catedral y tras levantarle en volandas, clavé mis colmillos en su cuello sin darle tiempo siquiera a protestar. Bebí de su sangre saciando así mi hambre y disfruté aún más ya que intuía que el cuervo de Thibault estaría mirando. Quería que lo viese y luego quería que se lo contara. Quería que supiese que aun teniéndome, no era suya por completo.

por **Santhiago Morel** Miér Feb 10, 2016 9:46 pm

La noche comienza con su entrada de la oscuridad, una noche de tantas en donde las sombras aprovechan el espectro para salir, rondando entre las almas de buen corazón para devorarlas hasta romperlos completamente enviando solo el polvo de lo que un día fueron a los infiernos; así mismo las hermosas fiestas donde el derroche de poder y glamour es el invitado de honor, fiestas donde la comida se sirve con quien se esté danzando, hombres, mujeres, niños y niñas de todas las edades y gustos listos para saciar el apetito voraz de un puñado de elitistas y pecaminosos que han buscado en las tinieblas aquella luz. Seres que pertenecen al grupo de los demonios que obedecen al mismo rey de los demonios.

En la parte de afuera un bastón refulge ante el destello de la luna creciente, luna bañada en la sonrisa carmesí cuando el cuerpo sin vida golpea el frío césped. Se aleja de su propia mansión en un paseo nocturno por las calles parisinas en donde contempla la miseria y avaricia humana tanto que negó de esa vida, ver cómo la gente se pudría en pocas cosas y se revolcaban en su inmundicia, algo que le produjo una ira total, una mujer se le acercó, una cortesana pero él la rechazó de inmediato, la mujer insistía en querer estar con él aunque sea gratis pues le había cautivado esa mirada seria e imponente parte de ser vampiro lo era, pero ya estaba acostumbrado así que en vez de saciar los impulsos del cuerpo de la joven el sacio sus deseos de sangre cuando acabo con ella la dejó tirada y continuó con su camino como si no hubiera ocurrido nada, como si no hubiera habido un asesinato.

El aire golpeaba la calzada mientras el reloj de su bolsillo le anunciaba las 10pm una hora perfecta después de haber saciado su apetito feroz de vidas, por caminos empedrados hombres y mujeres le saludaban con reverencia o con alguna que otra palabra galante, algunos conocían a su familia, habían acudido a los banquetes que habían dado y pocos pertenecían a las filas de su propio clan, así que no era de extrañarse que muchos tuvieran negocios con la familia.

Entre sus pasos divagatorios se encontró frente a la catedral, una obra inmensa que solo provocaba la risa de quien estaba en pie observando. Su mirada se oscurece por completo ante la maldad del brillo oscuro que aguarda sus ojos, mira a todos lados esperando encontrar aquello que ha despertado su interés, el aroma metálico se funde más en el ambiente con otro más fino; sonríe dando los pasos a donde nace aquel comienzo de una muerte, unos pasos más y la escalinata de la vieja catedral se hace presente y junto a ella la figura más deprimente de una vampira y su cena, eleva las manos aplaudiendo aquel acto.

–Bella muestra de poder, aunque hubiera sido mejor con alguien digno de uno de nosotros ¿no cree madame?– sonríe acercándose a la mujer, –Esto no es lo que yo diría un verdadero banquete o cena, solo sería el agarrar un desperdicio de vida– se acerca con el eco del peso del bastón que crea el eco de la muerte acechando.

Bon appétit | Libre

Bon appétit | Libre

Re: Bon appétit | Libre