Ahora mira este paisaje... no es que pretenda tocar ¿con las manos? El cielo... [Nimue Bellamy] ◊◊ ACTIVO

Recuerdo del primer mensaje :

Por una vez el día no es del todo gris, París Emhyr lo había definido como un lugar gris y frío. Un otoño diferente a otros lugares, a pesar de que había estado en lugares bien fríos, sus cielos solían están bien despejados, pero París carecía de una cierta luz que solo se encontraba en tierra del sur, incluso en su tierra.

Tumbado sobre la verde hierba que crecía en los alrededores de aquella laguna, Emhyr había perdido la noción del tiempo, no sabía si era por sus meditaciones, o los efectos del fumado opio que había ganado en un juego de cartas.

Sus extremidades extendidas se encontraban, relajado, de vez en cuando sus dedos se movían para notar el tacto de la húmeda, y sus labios exhalaba el humo que tomaba de aquella pipa, aunque ya hacía hora que la pipa había desaparecido en algún lugar que él no recordaba y que el humo dejaba de dibujar extrañas formas en él aire.

Sus pies estaban descalzos, y su abrigo bien extendido sobre el suelo a modo manta donde su cuerpo estaba soportado.

De vez en cuando sus pensamientos se detenían a tan solo describir las sensaciones que en el momento estaba viviendo, en el presente... El sonido de las aguas de la oscura laguna que se balancean en un calmado vaivén, en la leve y fría brisa que hacía que su piel se erizase por un instante, las nubes recorriendo un cielo que a veces se asomaba azulado en aquella mañana...

Todos aquellos pensamientos del ahora, se veía por un motivo, alejar aquellos que tanto le preocupaba.

Hacía una noche que no había vuelto al cementerio con su compañera, y que aquella noche misma noche la había pasado despierto deambulando de un lado a otro como una misera alma en pena, ¿motivo? Se había encontrado con la causante de alguna de sus mordeduras, de nuevo sus labios había saboreados los de ella, una sílfide mortífera y dolorosamente placentera en su tacto.

La odiaba, pero a la vez le obsesionaba, no la amaba, pero ella despertaba sus más oscuros deseos de lujuria basados en aquella mezcla del doloroso placer.

En aquel estado donde la lucidez era de menos, el opio seguía presente en su mente y calmándole, a Emhyr le había parecido oír unas cuantas aves en su revoloteo mañanero entre los cercanos árboles, pero aquello era de menos, el tiempo parecía más lento de lo habitual, incluso cuando alzo por un instante su mano como queriendo alcanzar el cielo, este efecto le pareció mas evidente.

Había que admitir, que Emhyr parecía que estaba huyendo de algo, desde la noche anterior, y así lo era. Necesitaba aclarar sus ideas respecto al mundo, y como consecuencia había terminado en aquel estado entre lo real e irreal, sin establecer algo claro.

De nuevo había vuelto a verla a ella, con aquel cabello rojo y en aquella sala dorada, de nuevo los aullidos y los susurros acusadores “Bruja, bruja”, el fuego acariciaba su cuerpo pálido como si de lengua rojizas se tratasen, no la dañaban sino se balanceaban rozando su piel delicadamente.

Ella alargaba con aquella sonrisa enigmática su mano para rozarle. “Emhyr” le llamaba una y otra vez. Cuando sus dedos rozaron su piel, sus cabellos rojos se volvieron oscuros y su tez morena, el rostro que tenía ante él era el de su propia madre, y sus lagrimas no eran cristalinas, el rojo escarlata invadió su rostro.

Sobresaltado y con la cabeza aletardada Emhyr, despertó del sueño con el corazón acelerado, inclinando su cuerpo, quedando sentado, comenzó a toser.

Cuando terminó de toser, su rostro quedo escondido entre sus manos, por un instante su cabeza aun seguido nublado por los efectos ya casi perdido de la droga.

Ella parecía haberlo asimilado, pero no del modo que él esperaba o sí, la verdad él no esperaba que lo asimilase, ni que llegase a enterarse de aquello, su maldita lengua le había delatado.

La tristeza, si, ese era el sentimiento, ella languideció repentinamente mientras se marchaba de su lado recorriendo aquellas agua con aquella piel nívea de ninfa, y aquellos cabellos tan rojos como el fuego, un gran contraste.

Emhyr permanción un rato en el agua, cuando ella ya estaba vistiendose. Pudo notar el leve oleaje del lago, mecer su cuerpo, la frialdad del aire chocar con la piel humeda y fuera de su superficie. El reflejo azulado de aquel día despejado, de tan soleado tiempo, por un instante cerro los ojos dejandose llevar por las sensaciones y los pensamientos, intentando memorizar aquel día.

Solo fueron unos segundos, donde noto como las gotas de agua, recorrian acariciantes cada fracción de su rostro, dehaciendose de nuevo en aquel mar de calma, como los rayos solares tostaban su piel morena.

Un suspiro, un simple suspiro, buscando aliviar sus pulmones cargados del miedo, pero no fue suficiente.

Sus ojos castaños volvieron a desvelarse bajo sus negras pestañas, y su rostro se volvió hacia donde estaba ella, recorriendo los caminos de agua. A su lado comenzo a vestirse, humedeciendo sin querer sus ropas que quedaban pegadas con el contacto de su cuerpo mojado. No le importo.

Ella le hablaba, él callaba distraído aparentemente en vestirse, con un gesto suave pero neutro. Él asimilaba sus deseos, sino la volvía a ver iba a ser doloroso, bastante. No sabía si iba a poder soportarlo esta vez, pero él en el fondo continuaba siendo esa persona egoísa, solitaria, con unos objetivos por cumplir, ya no podía echarse atrás o era ahora o nunca.

Su pesado abrigo, cayó sobre Nimue que estaba distraída con la hierba como él pudo observar. El abrigo había ocultado su rostro, Emhyr se sento a su lado, y tirando del abrigo se lo situo en los hombros, desde su espalda y escucho sus palabras de deseo de marcharse.

De nuevo huída, pensó él, y lo comprendía realmente.

Empunadola por los hombros, desde su espalda, la obligo a echar su cuerpo sobre él, y él poso su barbilla en el hombro de ella.

Él tenía la esperanza de que todo saldría bien, tenía que salir bien, la vida le debía una, maktub, estaba escrito.

Un beso en su hombro, en su cuello y su mejilla suaves, besos tiernos cálidos, mezclados con susurros calmantes a su oido en otro idioma, hermosas palabras que surgían como una melodía ronroneante que se balanceaba en el aire, ella podría entender lo que queria transmitirle con aquellos gestos y palabras desconocidas.

-Seni seviyorum...

Sus brazos la envolvieron, su mejilla rozo la de ella. Quería sentir aquel tacto, si era la última vez, iba disfrutarlo como pudiese, a pesar de que tal vez fuese unos minutos, ya que ella parecía querer escapar.

-Vuela pajarillo...Anda...

Pasaron unos minutos que me parecieron eternos. Minutos en los que sentí de nuevo aquella soledad invadiendo mi corazón. El miedo aplastando mis pensamientos y mi voluntad de hacer aquello que deseaba. Levanté la vista a tiempo de ver como Emhyr cubría su cuerpo con aquellas ropas que en contacto con él se mojaban y se pegaban a su cuerpo. sonreí mezclando la tristeza y la felicidad en mi rostro.

Me había comportado de una forma verdaderamente egoísta. Solo había pensado en que yo no iba a poder vivir si le perdía. ¿Pero y él? ¿Podría vivir atado a una persona que no tenía ni la más mínima consideración? No, él no iba a renunciar a sus sueños por nadie. Yo lo sabía y por ese mismo motivo le admiraba tanto. Nadie ni nada le hacían cambiar de opinión. Su fuerza de voluntad era el mejor arma que poseía. Ni si quiera la brujería se podía comparar con aquel poder que poseía. Tenía suerte de tener las cosas claras.

De nuevo el contacto con el cuerpo de Emhyr hizo que en mi interior aquella sensación de bienestar volviera a apoderarse de mi. Suspiré, presa de aquella sensación de falsa felicidad que me embriagaba. Quería que no se separase nunca de mi, no podía pensar en otra cosa que en la soledad que reinaría en mi vida. Ya me había acostumbrado a su presencia, Emhyr había borrado todo rastro del pasado. Eso me hacía feliz, pero al mismo tiempo temía que el pasado roraba su presencia. Me hundía en la más profunda oscuridad sin saberlo.

-Si no puedo estar presente. Si cuando la luna llena reine en el cielo y me atormente esa noche, no puedo estar a tu lado. Deja que aproveche hasta que los rayos del sol se agoten y la luna esté completa. Por favor. -mis ojos dejaron por fin salir aquella lágrimas que había intentado contener desde que la noticia había salido de sus labios.
Le abracé con fuerza, sintiendo su cuerpo cercano al mio. Escuchando los latidos de su corazón.Su respiración acariciaba mi rostro. Quise convencerme a mi misma de que todo saldría bien, pero no sabía porque no podía. En vez de convencerme de lo mejor, me convencí de que podía confiar en él plenamente ergo si él decía que volvería tras la luna llena lo haría.

Emhyr que rodeaba con sus brazos el cuerpo de ella, busco sus manos, así enlazando sus dedos de un modo acariciante.

La lagrimas recorriendo las mejillas de ellas, él beso estas de un modo suave al principio, para luego hacerlo de un modo repetitivo como si no se cansara de aquello, como si saboreara con todo el gusto una parte de ella, dulce, y así él deseando transmitirle aquel cariño que procesaba por ella, con todo su alma.

Algo en su interior le punzaba, era tristeza, por verla a ella derrumbarse de aquel modo, le pareció verla menguar entre sus brazos, aquel sentimiento que ella transmitía parecía estar contagiandole, porque él comenzo a compartir aquella sensación.

Escuchos sus palabras, Emhyr pensó que se fiaría de ella, esperando aque ella fuese sensata y no le siguiera.

-Bien, solo hasta que la oscuridad comience a hacerse, pero prometeme que no me seguirás a ningún lugar, no solo te pondrías en peligro, sino me pondrías en peligro a mí.

Era cierto aquello, Emhyr ya había visitado ellugar donde iba a suceder, lo había estudiado, ya había marcado algunos con su hechicería y trazado un plan de escape tras la mordida de Adrianne. No podía arriesgarse ni él ni menos a ella.

-Me prometerás que cuando la noche caíga, volverás al mausoleo y allí me esperaras al amanecer, que es cuando volveré... Porque sé volveré... No lo dudes.

Emhyr llegaba a veces a ser tan inconciente y tan confiado de sí mismo, que no ponía en duda sus capacidades, ni se daba cuenta al peligro al q se exponía. Él iba a regresar lo sabía con certeza, la muerte era una idea inconcedible.

-Te aviso, cuando regrese, me advirtió Adrianne que estaré extraño, mi humor estará cambiante... Te lo digo, para que no sientas temor y seas comprensiva.

Sentí sus besos aliviar aquel dolor que las lágrimas me producían. Quería abrazarle siempre, estar unida a él de aquel modo, sabiendo que el peligro quedaba todavía lejos de nosotros. Pero una cosa era la realidad y optar cosa muy diferente la realidad.

Escuché sus palabras rezando para que él sol no se escondiese nunca. Rezando para que viviéramos un día eterno, de ese modo la luna llena nunca llegaría y me arrebataría el motivo de mi felicidad. Pero aquello era imposible, noche oscura siempre venía a atormentar a los seres humanos que vivíamos entre las sombras y en la más perpetua soledad.La luna mientras que con su corte de estrellas a muchos les parecía romántico a mi se me antojaba que en aquel redondo astro se dibujaba la cara de un verdugo.

Intenté sonreír incluso cuando sabía que la sonrisa se dibujaría a medias, haciendo que mi rostro se torciera en una mueca entre la tristeza y la felicidad. Sus palabras me aliviaron bastante pero no me devolvieron aquella paz de hacía unos minutos. Besé sus labios intentando alejarme de la realidad y envolviéndome de nuevo en el calor de su cuerpo. Derroché pasión y rabia en aquel beso amargo cargado de amor y pena.

-No te seguiré, lo prometo. Lo juro por lo que más quiero ahora mismo que no lo haré. Pero tienes que regresar Emhyr, tienes que hacerlo.Tal vez dramaticemos demasiado, pero después de lo que vi la primera noche en el mausoleo no me pidas que no tema por tu vida.-Dije con mis labios aun muy cerca de los suyos.-Yo te esperaré, no me importa que vuelvas extraño, mientras que vuelvas.

Le abracé con fuerza, intentando dar todo el ánimo que necesitaba para hacer una cosa de semejante calibre. Tenía todo mi apoyo para lo que él quisiera. Sabía que después de algo tan duro yo iba a estar allí, esperándole, como siempre. Para cuidarlo, protegerle y darle todo mi calor.

-Además, cuando nos conocimos hicimos una promesa. Ser compañeros hasta que las circunstancias nos lo permitan. Para mi esto solo va a reforzar todo lo que siento por ti. No seas un hombre de poca palabra y cumple con lo que dices. Más vale que regreses, si no allá donde quiera que estés te buscaré y te lo haré pagar.-le dije con un tono de voz más animado, pero sin romper aquel contacto con su cuerpo que me animaba a intentar bromear incluso en lo peores momentos.

Las cristalinas lagrimas continuaban invadiendo como ríos sus pálidas mejillas, y Emhyr seguía bebiendo de ellas, calmandolas con cada cálido beso. Ella intento sonreís, él le sonrió para aliviarla.

Su cuerpo continuaba aferrado al de ella, sintiendolo tan cálido, que incluso olvido el frío que le había producido el ponerse aquellas ropas cuando aun su cuerpo estaba humedo por aquel chapuzon improvisado en aquel lago, que ahora se le antojaba oscuro. Un oscuro espejo, que presagiaba temores, y obstaculos en el futuro. No sabía porque pero su intuición le decía aquello, que su vida era un círculo que giraba en un mismo sentido, un orden que hacía que todo se repitiese.

Sentir la felicidad tan cercana entre sus dedos, extender su mano para con tan solo cerrar su puño poseerla, y que fuese suya al alcanzarla para siempre, pero aquel círculo siempre dictaba del mismo modo, cuando sus dedos rozaba aquella chispa de la felicidad algo entorpecía el recorrido de su mano, y otras fuerzas contraria le arrebataban aquello que deseaba alcanzar. Emhyr no perdía la esperanza, esta vez si alzanzaría aquello, sabía que iba a tener problemas respecto a ello... Por un instante recordo aquel sueño que no paraba de repetirse.

Los lobos aullando, las estancia derruidas y de paredes de oro auténtico de aquel palacio bizantino, y el fuego que ardía... Y ella con sus cabellos rojos se fundía en el de un modo doloroso, haciendola inalcanzable... Y luego sus ojos escarlatas...

Repentino Emhyr, sintió recorrer por su espalda un escalofrío que termino en su nuca, incluso su corazón se sobresalto. Sus ojos castaños se fijaron en ella, que le abrazaba con fuerza, y espero que no hubiese notado aquello.

Su cabeza beso con ternura, y sus dedos volvieron a enredarse entre sus cabellos, le había encantado aquel gesto que le distraía, al principio era buscando el agrado, pero finalmente le encontro gusto y encontro el agrado propio en aquel simple gesto.

-No te preocupes, no será lo mismo que en el mausoleo, allí nos pillo de sorpresa. Para la Luna llena lo tengo todo pensado, tendre lugares de protección, yo mismo los preparare, todo estará previsto y bien calculado para que nada falle. -Él hablaba con confianza estaba seguro de sus propias palabras y acciones no dudaba de sí mismo, y eso hacía que perdiese el temor. -Así que me darás un castigo, ¿qué tipo de castigo?

Él le sonrio esta vez con picaresca, sus palabras buscando subir el animo a la situación tenían un doble sentido.

Sus dedos se enredaron en mi cabello, su cuerpo hacía que me reconfortara con rapidez. Creía en sus palabras, sabía -o al menos deseaba- que después de la luna llena él volviera a aquel mausoleo, donde yo sin ninguna duda estaría allí esperándole. Pero aun que confiara en él no confiaba en la persona que le iba a hacer aquello y mucho menos en la suerte o la fortuna que pudiera tener al escapar. Pero no tenía más remedio que esperar impaciente y llena de preocupación a que los hechos pasaran.

Al fin y al cabo yo no era quien para cuestionar los deseos de Emhyr ni de como quería vivir su vida. Eso era algo que tenía grabado con fuego en mi cabeza. Y quizás por eso me había resignado a dejarle marchar esa noche. Yo solo era otra pieza más del rompecabezas de su vida. Pero no una estrictamente esencial para solucionarlo.

Sus palabras me hicieron reír. Era una persona que incluso en los momentos más complicados me había hecho sonreír de forma natural. Era lo eso una de las cualidades que me hacían apartar mi egoísmo y esperar a que el tiempo decidiera. Emhyr había me arrancado más sonrisas en tan poco tiempo que otros en toda su vida. Tal vez era humor lo que nos faltaba para sobrellevar las cosas de la mejor forma posible.

-Bueno, si te digo el castigo creo que no vendrás...-dije con un tono de voz misterioso, intentando olvidar las lágrimas de hacía unos segundos.Sequé con una manga del vestido mi rostro y sonreí para después besarle mientras elaboraba en mi mente una respuesta que podía ser divertida.- Aun que creo que primero te torturaré a base de preguntas. Tipo...¿Y que te hizo? ¿Te desnudo? ¡Si! ¿Que clase de hombre eres? ¡Pervertido!.- puse cara pensativa.- Luego creo que inspeccionaría tu cuerpo en busca de heridas físicas. Y soltaría improperios al ver lo que te ha hecho. Después te curaría.- le miré fijamente a los ojos, en los de él podía ver mi reflejo, pero me perdí en su mirada. Me perdí en él.- Y luego te haría mio aun que intentaras huir.

Eso era lo que realmente haría si volvía. Poseerle hasta que mi cuerpo y el suyo no aguantaran más. Sentir aquella felicidad que con su calor me brindaba. Eliminar mis miedos con la fuerza de sus besos y olvidarme de todo lo pasado con sus caricias. Demostrarme a mi misma que él estaba allí, que seguía siendo el mismo hombre que había sido cuando se marchó. Y no dejarle escapar, no dejarle escapar nunca. Si regresaba, cosa que deseaba más que cualquier otra cosa en el mundo, no dejaría que se alejara de mi nuevamente.

Sentir su peso contra su cuerpo, su cabello húmedo entre sus dedos acariciantes, el suave calor del sol de aquel esplendido día que no sabía si volvería a repetirse en aquella ciudad que era gris, pero llena demasiado luz a pesar de todo, una luz que no emitía el cielo, sino los miles faroles nocturno, los hermosos edificios, las personas que habitaban en ella o mas bien aquella persona que él recogía entre sus brazos porque ella era su luz, una luz que abría un nuevo camino para él dentro de la penumbra en la que se había hallado siempre.

La brisa se movía levemente entre ellos, Emhyr sintió que su alma se elevaba en aquella sensaciones que ella creaba en su interior, no había duda ya de que sentimiento era, del motivo de aquel cosquilleo que ella producía dentro de él, que su corazón se acelerara de aquel modo cada vez que ella se aproximara un poco.

Ella rió ante su comentario, y aquello le animo bastante, ya que ella le siguió la broma. Un beso efímero, y la continuación de sus palabras, Emhyr ensancho mas su sonrisa, que se dulcifico, al igual que si mirada.

-Oye, y si te respondiese que ella me desnudo y lo que me hizo me gusto... ¿Seguirías queriendo curarme y demás?

Emhyr quiso hacerle de rabiar continuando con la broma, mientras se encontraba con sus ojos, quedando eclipsado sin darse cuenta. Por un instante se había quedado en blanco, aquella mirada le había pillado con la defensa baja, y sin darse cuenta, algo impropio de él, se sonrojo un poco cuando cayo en la cuenta de aquello de hacerle suyo, y el modo que le miro. Él rió.

-¿Cómo que me vas hacer tuyo? ¡Anda ya!

La verdad aquello no le importaba para nada, si fuera por él, dejaría que ella hiciese lo que quisiera en aquel momento, con tal de volver a sentir su cálida piel deslizarse contra la suya, sus labios besándole de aquel modo desenfrenado y ardiente.

Las horas seguían continuas en aquel día, y a pesar de que el drama era posible en el futuro, una repentina lucha si se miraba bien podía apreciarse, el optimismo por ahora parecía ganar la batalla en el interior del turco. Quedarían días, pocos, para que el Plenilunio quisiese, ante la llegada de la noche, tragarse al día. Nadie le iba a quitar el disfrutar de ella, y del tiempo que les quedaba, al menos como mortal, nadie... Y menos aquellos fantasmas pasados que parecían resurgir de la nada abismal.

Medité su pregunta, realmente si eso sucedía yo no era quién para cuestionarlo y mucho menos menos para enfadarme. Sabía que un hombre, por muy bueno que éste fuera tenía una necesidades que quizás una sola mujer no podía cubrir. Sonreí ante aquel pensamiento, pero en realidad si eso sucedía me hubiera muerto, puesto que no solo podría haberle desnudado, también podría acabar con su vida y su último aliento no hubiese sido mio. Y si siguiese con vida ...¿Quién era yo para prohibir que hiciera lo que le viniese en gana con su cuerpo? Yo, que había dejado a un lado el egoísmo y el orgullo no era nadie para reprocharle nada. Al fin y al cabo él en realidad no era algo que se pudiera poseer como un objeto. Era una persona, una persona libre de pensamientos y de poder actuar como el creyera conveniente. Si le prohibiera algo, si le reprochara que aquello que le gusta me hacía infeliz, realmente mis sentimientos no tendrían ningún sentido ni valor.

-Bien, supongo que te mataría. Pero no te preocupes lo haría de la forma menos dolorosa y rápida posible.- comenté con una sonrisa y un tono lleno de ironía.-¿Qué quieres haga Emhyr? ¿Prefieres que vaya a matarla? y le diga: ¡Te has atrevido a tocar a mi hombre!.Piénsalo, no tiene sentido, las personas no se pueden poseer, no son de nadie. Si hace algo de eso, te guste o no, pesará en tu conciencia no en la mía. Y si eso es lo que has querido hacer...¿Quién soy yo para prohibírtelo?

Estudié la respuesta de la segunda pregunta, queriendo ser filosófica y al mismo tiempo realista. Pero no encontraba nada que pudiera tener sentido a lo que había dicho. Además de que yo sola me había contradicho: Si las personas no se pueden poseer ¿Como iba a hacerle mio? Acaricié su rostro de una forma cariñosa, perdiéndome bao sus negras pestañas y su mirada profunda. Sonreía de pura felicidad y mi corazón pensé que podría escucharse desde kilómetros de distancia. Julieta me hubiera envidiado en ese momento. Y Romeo solo sería la sombra de la persona que tenía frente a mi.

Rocé mis labios con los suyos, mi corazón no cabía en el pecho de tan grande que se había vuelto al lado de Emhyr. La felicidad me embriagaba y no me dejaba pensar con claridad. Quise expresar con palabras todo aquello que me hacía sentir.Pero por mucho que lo intentaba las palabras no me parecían suficientes para describirlo, eran planas, carecían de total sentido e importancia. Sin embargo aquello que no podía expresar con palabras lo expresaba con cada beso, con cada caricia, con cada mirada.

-¿Y que pasaría si yo te dijera que he estado con otros hombres en tu ausencia? ¿Qué pasa si llegas al mausoleo y no me ves y al día siguiente me encuentras con Calé?

Emhyr observaba su actitud meditativa, esperando una respuesta con una sonrisa divertida. Si al parecer aquella respuesta, le había hecho pensarse primero sus palabras, algo le rondaba la cabeza y él intento imaginarse el que. Pensó en primero lugar en como se sentiría ella si ella supiera que él había estado, después de todo aquello había vivido y de todo lo revelado en el sentir entre ambos, con otra mujer. Tal vez sintiese celos, o un malestar, pensó, traicionada; aunque ambos a pesar de haber revelado el amor que se sentían entre ellos, no con palabras exactas, pero estas habían sobrado para poderse entenderse, no había pactado ningún compromiso que les llevará a la fidelidad, aquello era cosa de cada uno de sus conciencias, porque al menos Emhyr, actuaría de un modo que esperara que ella actuará respecto a él.

Ella de repente parecía haber llegado a la misma conclusión que él, sus palabras se lo revelaron. Ahora su sonrisa se había ido, no parecía estar allí por unos segundos, a pesar de que notaba y agradecía aquellas caricias y ósculos que ella le dedicaba con ternura y calidez.

Su mente se había marchado a apenas unas horas anteriores, a la noche previa a aquel día, al momento en el que no había vuelto al mausoleo huyendo del mundo. Aquella noche, se había encontrado a su torturadora, un vampiro que había bebido de él dejándole noche tras noche al borde de la muerte, que le había llenado de obsesión por la inmortalidad. Había intentado odiar a Annette, ella a pesar de ser aquel frío ser con ansias de sangre, parecía sentir algo mas profundo, que una mera obsesión por su adictiva sangre, ella hubiese deseado ser humana para poder intentar encontrar la correspondencia del amor que procesaba respecto a él.
Había sido una extraña noche, Emhyr no podía corresponderla, su corazón ya era de aquella que entre sus brazos ahora yacía, y que le hacía sentir aquella sensación de elevarse del suelo. Ojala pudiese odiar a aquella vampira, pensaba, pero solo sentía lástima, una confusa atracción sexual hacia su cuerpo y aquel hechizo de dolor que creaba en él, y unas ansias de vengarse por lo que le había hecho. Aquella noche no sabía cómo pero había terminado acostándose con ella desprendiendo aquella furia y rabia, descargando todas frustraciones sintiendo ganas de desgarrar su piel de mármol.

De repente se planteó la pregunta, ¿y si Nimue se enteraba de aquello, cómo se lo tomaría?

Un cierto temor recorrió en su mente, de que ella había visto a aquellos “monstruos” y no era que tuviese mucha simpatía respecto a ellos, aunque ese no era el problema, era que había estado con otra mujer, y a pesar de no tenían un compromiso, tal vez pensase que él estaba hecho todo un mujeriego, aunque no se equivocaría en pensar aquello.

Ella le planteó aquella pregunta, y él se puso en situación, en la situación de que se enterase lo ocurrido hacia apenas unas horas.

Un silencio se hizo.

-No tenemos ningún compromiso de tipo fidelidad, o al menos no lo hemos acordado. Sé que me sentiría herido, traicionado en el caso de la segunda situación que me planteas. Pero, ¿qué tendría que hacer? No soy tu dueño, no puedo obligarte que estés conmigo, y si eso te hace feliz, ¿piensas que debería intervenir en tu felicidad? ¿Romperla? ¿Para obligarte a hacer algo que no deseas? No podría, tal vez me alejaría o intentaría pedirte explicaciones, para saber si tengo motivo para luchar por ti o no.