AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Revelaciones | Priivado
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Revelaciones | Priivado
Para Athdar era una tortura trabajar para la mujer a la que ama y que ésta no sepa no sólo de su amor, si no tampoco de su existencia como lo conoció en Escocia. Sabía que Ruggero guardó el secreto pero no podía seguir confiando en que al pequeño no se le podría escapar mucho menos cuando Melanie llamaba plumitas a todo cuervo que pasaba por el condado Moncalieri. Todas los noches contemplaba desde su cabaña el ventanal de la alcoba de Chiara, ella paseándose hasta que las luces se apagaban, luego se sentaba en el porche y con una sonrisa miraba las estrellas.
Dos semenas siguió Athdar con esa vida, la noche se acercaba cuando finalmente tomó una decisión a las dos variantes que tenía planteadas. Irse, huir nuevamente de ella o enfrentarla y decirle la verdad. El cuervo optó por la primera, no huiría más de ella, ya no. Fue así que, después de desnudarse, echó sobre su camastro un abrigo ligero de cuerpo entero. Cerró sus ojos pensando en ella y se transformó en el búho blanco, el ave grande que podría cargar sin problemas el abrigo y tomando la prenda con sus garras se elevó y voló hasta la alcoba de Chiara, la ventana estaba aún abierta y el ave entró con el abrigo bien sujetado, dio una vuelta por la enorme alcoba de la condesa y dejó caer el abrigo en la silla que estaba frente al tocador de Chiara. Athdar no reparó en ningún momento en la reacción de la condesa por la intromisión de un búho, lo hizo hasta que dejó el abrigo y se paró en el ventanal.
«Por favor no te aterres» pensó Athdar y de búho se transformó en plumitas, el cuervo de Escocia que frecuentaba a Chiara en las noches, el ave que la acompañaba, la escuchaba y la amaba. Se postró en el ventanal moviendo la cabeza como si realmente se tratara de un ave común pero para Chiara ya no lo era, no después de ver la transformación. Athdar argüía que su esposo le debió hablar de ello. Anticipándose a toda reacción y acción de Chiara voló a la cama, cerca de ella y con su vista de animal la contempló, se quedó unos segundos allí y luego retrocedió a brincos para después volar al tocador aterrizando en la silla y se transformó en el hombre arropándose de inmediato con el abrigo, suspiró armándose de valor y después de levantarse se giró para verla con sus ojos de hombre.
—No se aterre por favor señora Moncalieri, discúlpeme por presentarme así pero no podia más. Tenía que saber la verdad, mi secreto que me ha torturado desde que llegó a este su condado y con el que viví cuando siendo un cuervo la conocí en Escocia.
Dos semenas siguió Athdar con esa vida, la noche se acercaba cuando finalmente tomó una decisión a las dos variantes que tenía planteadas. Irse, huir nuevamente de ella o enfrentarla y decirle la verdad. El cuervo optó por la primera, no huiría más de ella, ya no. Fue así que, después de desnudarse, echó sobre su camastro un abrigo ligero de cuerpo entero. Cerró sus ojos pensando en ella y se transformó en el búho blanco, el ave grande que podría cargar sin problemas el abrigo y tomando la prenda con sus garras se elevó y voló hasta la alcoba de Chiara, la ventana estaba aún abierta y el ave entró con el abrigo bien sujetado, dio una vuelta por la enorme alcoba de la condesa y dejó caer el abrigo en la silla que estaba frente al tocador de Chiara. Athdar no reparó en ningún momento en la reacción de la condesa por la intromisión de un búho, lo hizo hasta que dejó el abrigo y se paró en el ventanal.
«Por favor no te aterres» pensó Athdar y de búho se transformó en plumitas, el cuervo de Escocia que frecuentaba a Chiara en las noches, el ave que la acompañaba, la escuchaba y la amaba. Se postró en el ventanal moviendo la cabeza como si realmente se tratara de un ave común pero para Chiara ya no lo era, no después de ver la transformación. Athdar argüía que su esposo le debió hablar de ello. Anticipándose a toda reacción y acción de Chiara voló a la cama, cerca de ella y con su vista de animal la contempló, se quedó unos segundos allí y luego retrocedió a brincos para después volar al tocador aterrizando en la silla y se transformó en el hombre arropándose de inmediato con el abrigo, suspiró armándose de valor y después de levantarse se giró para verla con sus ojos de hombre.
—No se aterre por favor señora Moncalieri, discúlpeme por presentarme así pero no podia más. Tenía que saber la verdad, mi secreto que me ha torturado desde que llegó a este su condado y con el que viví cuando siendo un cuervo la conocí en Escocia.
Athdar Campbell- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 15/09/2014
Re: Revelaciones | Priivado
Aunque había recordado casi toda su vida anterior, seguían existiendo lagunas en su memoria. El médico que la había tratado, le explicó que existían dos posibilidades, una era que tarde o temprano podría llegar a recordar esos hechos que formaban parte de su antigua vida. Pero existía la posibilidad de no recordar jamás, - si llegara a ocurrir esto último, debe comprender que, a veces, es el mismo cuerpo quien borra esos momentos de nuestra vida, instantes que nos hicieron demasiado daño y que al eliminarlos, el espíritu, logra encontrar un poco de paz -. Mas esos fragmentos faltantes, provocaban en Chiara un desasosiego que no lograba calmar con ninguna compañía, ni siquiera la de sus propios hijos.
Suspiró, dejando de leer la carta que terminaba de escribir, era una invitación para que su amiga Priscila viniera a pasar una temporada con ella. La cambiante había sido un gran sostén en todo el largo proceso de recuperación, junto con el señor Burger, a quien consideraba un gran amigo y el verdadero guía en su resurgimiento, -¿qué hubiera sido de mí si Ralston no hubiera atinado a pasar por el lago? Fue su decisión de llevarme con él, de acogerme en su casa, abrirme su corazón y permitirme ser su amiga, las que lograron arrancarme de las fauces de la locura, ayudándome a distinguir la realidad de la ilusión – caviló. Había pensado en mandar unas líneas a su amigo para invitarlo a la mansión Di Moncalieri, mas pensó que sería conveniente comenzar recibiendo a una sola persona y no a una familia, como en el caso de los Burger o los Van Wijs, - habrá nacido el pequeño hijo de Derek – sonrió pensando en como estaría de feliz aquel brujo, mas la tristeza se apoderó de su alma, al recordar a su querida Chrystal, pensó en cuanta ilusiones rotas habían quedado en el pasado. Cerró un instante sus ojos y los rostros de sus seres amados, aquellos que se habían ido, pasaron uno tras el otro. Recordó la sonrisa dulce de su madre, la mirada severa de su padre, la risa cristalina de sus dos pequeños hermanos. El corazón saltó en mitad de su pecho al recordar a su hermano Girolamo, aquel hombre la protegiera, cuando sus padres murieran a manos de unos vampiros. Ese valiente cazador que había amado a una sobrenatural y que por aquel imperdonable pecado la Iglesia los mató a los dos; mas el dolor se intensificó cuando una mirada azul y profunda como el océano llegó a ella, con la fuerza de un tifón, - Ruggero – gritó su alma, aunque en sus labios solo se oyó un susurro; la paz volvió con el rostro amado de Chrystal quien le sonreía, como si le dijera que todo estaba bien, que era tiempo de dejar a los muertos descansar en paz. Lagrimas corrieron por sus mejillas, mientras que el corazón se negaba a olvidad, a permitir que ellos la abandonaran, fue entonces que los ojos de un hombre que creyó no conocer, llegaron a ella, con la tranquilidad y la suavidad de una brisa de primavera, cálida y acogedora, sanadora de los helados parajes del invierno y el olvido. Quiso asir en su mente aquella imagen, más le fue imposible.
Sentada en su lecho, vestida con un sencillo vestido, - pues pronto apagaría las luces e intentaría dormir - el cabello suelto que caía en ondas suaves y espesas por su espalda y pecho, se dedicó a releer las esquelas que al día siguiente mandaría a despachar. Fue entonces que un ave, un búho enorme y de plumaje blanco, traspasó la puerta abierta del balcón. Llevaba entre sus patas un trozo de tela, que Chiara no supo distinguir que era, pero que el animal dejó en el respaldo de su silla de tocador. Instantes después, el ser se fue transformando en un cuervo, - no puede ser… - susurró, recordando al ave que solía hacerle compañía allí en Escocia, antes del incendio y de los meses en que estuvo internada en un psiquiátrico, mucho antes de volver a Paris y de reencontrar a sus hijos. Aquel ser había sido el amigo de juegos de sus hijos y el silencioso confidente de sus miedos y tristezas. Pero, ¿Qué hacía ahora aquí en Turín, y más aún, como era posible que “Plumitas”- como lo llamaran cariñosamente sus pequeños- fuera el mismo búho blanco que entrara, momentos antes, por el ventanal?
Si creyó, por un instante que las sorpresas habían terminado, se equivocaba, faltaba la definitiva, la que haría que temiera haberse vuelto total y perdidamente loca. El cuervo volvió a transformarse, esta vez en un hombre que le dio la espalda, mas era visible, para ella, desde el reflejo del espejo. Este cubrió pronto su desnudez con el trozo de tela que al final terminó siendo un abrigo largo. Los cabellos oscuros, largos hasta más allá de la nuca, la barba espesa, las cejas pobladas, no le llamaron la atención, tampoco tuvo miedo, pues en todo éste tiempo, si en algo había cambiado, era en no dejarse avasallar, sus dedos estaban a poca distancia de una daga que guardaba bajo sus almohadas y si el extraño intentaba hacer algo indebido, estaría decidida a enterrarla en mitad del pecho masculino. Pero fueron los ojos, aquellos que poseían la mirada serena, el color de la lluvia de verano, la olvidada paz de primavera, lo que hicieron que su mirada se enturbiara, cuando entre sollozos pronunció su nombre, el de aquel que tal vez habría llegado a ser un gran amigo, si la tragedia no hubiera arrasado su refugio en Escocia.
Suspiró, dejando de leer la carta que terminaba de escribir, era una invitación para que su amiga Priscila viniera a pasar una temporada con ella. La cambiante había sido un gran sostén en todo el largo proceso de recuperación, junto con el señor Burger, a quien consideraba un gran amigo y el verdadero guía en su resurgimiento, -¿qué hubiera sido de mí si Ralston no hubiera atinado a pasar por el lago? Fue su decisión de llevarme con él, de acogerme en su casa, abrirme su corazón y permitirme ser su amiga, las que lograron arrancarme de las fauces de la locura, ayudándome a distinguir la realidad de la ilusión – caviló. Había pensado en mandar unas líneas a su amigo para invitarlo a la mansión Di Moncalieri, mas pensó que sería conveniente comenzar recibiendo a una sola persona y no a una familia, como en el caso de los Burger o los Van Wijs, - habrá nacido el pequeño hijo de Derek – sonrió pensando en como estaría de feliz aquel brujo, mas la tristeza se apoderó de su alma, al recordar a su querida Chrystal, pensó en cuanta ilusiones rotas habían quedado en el pasado. Cerró un instante sus ojos y los rostros de sus seres amados, aquellos que se habían ido, pasaron uno tras el otro. Recordó la sonrisa dulce de su madre, la mirada severa de su padre, la risa cristalina de sus dos pequeños hermanos. El corazón saltó en mitad de su pecho al recordar a su hermano Girolamo, aquel hombre la protegiera, cuando sus padres murieran a manos de unos vampiros. Ese valiente cazador que había amado a una sobrenatural y que por aquel imperdonable pecado la Iglesia los mató a los dos; mas el dolor se intensificó cuando una mirada azul y profunda como el océano llegó a ella, con la fuerza de un tifón, - Ruggero – gritó su alma, aunque en sus labios solo se oyó un susurro; la paz volvió con el rostro amado de Chrystal quien le sonreía, como si le dijera que todo estaba bien, que era tiempo de dejar a los muertos descansar en paz. Lagrimas corrieron por sus mejillas, mientras que el corazón se negaba a olvidad, a permitir que ellos la abandonaran, fue entonces que los ojos de un hombre que creyó no conocer, llegaron a ella, con la tranquilidad y la suavidad de una brisa de primavera, cálida y acogedora, sanadora de los helados parajes del invierno y el olvido. Quiso asir en su mente aquella imagen, más le fue imposible.
Sentada en su lecho, vestida con un sencillo vestido, - pues pronto apagaría las luces e intentaría dormir - el cabello suelto que caía en ondas suaves y espesas por su espalda y pecho, se dedicó a releer las esquelas que al día siguiente mandaría a despachar. Fue entonces que un ave, un búho enorme y de plumaje blanco, traspasó la puerta abierta del balcón. Llevaba entre sus patas un trozo de tela, que Chiara no supo distinguir que era, pero que el animal dejó en el respaldo de su silla de tocador. Instantes después, el ser se fue transformando en un cuervo, - no puede ser… - susurró, recordando al ave que solía hacerle compañía allí en Escocia, antes del incendio y de los meses en que estuvo internada en un psiquiátrico, mucho antes de volver a Paris y de reencontrar a sus hijos. Aquel ser había sido el amigo de juegos de sus hijos y el silencioso confidente de sus miedos y tristezas. Pero, ¿Qué hacía ahora aquí en Turín, y más aún, como era posible que “Plumitas”- como lo llamaran cariñosamente sus pequeños- fuera el mismo búho blanco que entrara, momentos antes, por el ventanal?
Si creyó, por un instante que las sorpresas habían terminado, se equivocaba, faltaba la definitiva, la que haría que temiera haberse vuelto total y perdidamente loca. El cuervo volvió a transformarse, esta vez en un hombre que le dio la espalda, mas era visible, para ella, desde el reflejo del espejo. Este cubrió pronto su desnudez con el trozo de tela que al final terminó siendo un abrigo largo. Los cabellos oscuros, largos hasta más allá de la nuca, la barba espesa, las cejas pobladas, no le llamaron la atención, tampoco tuvo miedo, pues en todo éste tiempo, si en algo había cambiado, era en no dejarse avasallar, sus dedos estaban a poca distancia de una daga que guardaba bajo sus almohadas y si el extraño intentaba hacer algo indebido, estaría decidida a enterrarla en mitad del pecho masculino. Pero fueron los ojos, aquellos que poseían la mirada serena, el color de la lluvia de verano, la olvidada paz de primavera, lo que hicieron que su mirada se enturbiara, cuando entre sollozos pronunció su nombre, el de aquel que tal vez habría llegado a ser un gran amigo, si la tragedia no hubiera arrasado su refugio en Escocia.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/08/2012
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Re: Revelaciones | Priivado
Athdar pensó en dar un paso pero su instinto le percatarse que algo no iba bien. Chiara se encontraba a la defensiva. Algo en ella seguía sin estar bien, en sus ojos podía verlo, su expresión, la lucha interior acerca de creer saber quién es pero a la vez querer convercerse de no ser así. El cambiante desvió la mirada totalmente dolido, algo en él se había roto, la imagen de ella cambió. Quizá la conoció triste, depresiva; sin embargo consiguió arrancarle sonrisas y en esta ocasión parecía que no lo iba a conseguir nunca más. Derrotado por esos ojos que no lo reconocían cerró os ojos sin importarla la amenaza de la posibilidad de que lo atacara.
El cambiante caminó hasta el ventana dispuesto a salir volando y hacer lo que hacía regularmente; viajar a otro lugar donde nadie lo conociera e iniciar una nueva vida. Pero entonces sucedió algo que por un instante no supo si se trataba de la mayor crueldad que escuchaba o una esperanza que lo sosegaba; aunque ambas tenían una cosa en común, le afectaban. Ella dijo su nombre, entre solloszos, pero lo hizo y entonces Athdar no supo que hacer, algo en él lo hizo estremecerse. Buscó sus ojos y aún veía desconciento en ella, pensó en que acercarse podía ayudarle; sin embargo, midió su deseo, aún no era tiempo de hacerlo, los ojos de Chiara le advertían. —Tal como lo ha dicho, mi nombre es Athdar. Aquel leñador que les ayudó a escoger un árbol de navidad, el hombre que encontró al pequeño Ruggero y lo entregó a los brazos de su madre; pero igualmente soy aquel cuervo que sus hijos llamaban plumitas y que noche trás noche visitaba su ventana para que me compartiera sus tristeza, llevarme un trozo de sus penas para que con el tiempo el sosiego formara parte de usted —suspiró y volvió al interior, a tomar asiento en el sillón más próximo al tocador.
—Cuando el castillo ardió en llamas he vivido laméntandome por lo poque que pude hacer, dolido viaje por el mundo alejándome de ustedes porque, ¿podrían perdonarme? —el sentimiento de sus palabras hizo que su mano derecha se posara en la desnudez de sus pectorales, justo donde debiera estar el corazón por dentro de esa cálida piel—. Le mentí, debió saber qué era... De hacerlo nada de esto hubiera pasado, no se hubiera separado de sus hijos nunca y... todo hubiera sido distinto. Mi pasado ha hecho que no confíe en las personas pero cuando le conocí supe que esa regla no aplicaba en usted. Le amo y con esto mi alma ha de descansar al fin. Le amo y ya no sabrá más de mi, no volverá a saber más de mi mas que el saber que Athdar Campbell, el cuervo llemado plumitas amo a Chiara y sus hijos con todo su ser, renunciando incluso a su deseo de no volver a ser humano —Athdar se levantó, le dio la espalda a Chiara y la piel cayó al suelo dejando ver al cuervo volando, éste dio una vuelta posándose en la cama, quería verla una última vez, verla como lo hizo la primera vez, con la vista del cuervo.
El cambiante caminó hasta el ventana dispuesto a salir volando y hacer lo que hacía regularmente; viajar a otro lugar donde nadie lo conociera e iniciar una nueva vida. Pero entonces sucedió algo que por un instante no supo si se trataba de la mayor crueldad que escuchaba o una esperanza que lo sosegaba; aunque ambas tenían una cosa en común, le afectaban. Ella dijo su nombre, entre solloszos, pero lo hizo y entonces Athdar no supo que hacer, algo en él lo hizo estremecerse. Buscó sus ojos y aún veía desconciento en ella, pensó en que acercarse podía ayudarle; sin embargo, midió su deseo, aún no era tiempo de hacerlo, los ojos de Chiara le advertían. —Tal como lo ha dicho, mi nombre es Athdar. Aquel leñador que les ayudó a escoger un árbol de navidad, el hombre que encontró al pequeño Ruggero y lo entregó a los brazos de su madre; pero igualmente soy aquel cuervo que sus hijos llamaban plumitas y que noche trás noche visitaba su ventana para que me compartiera sus tristeza, llevarme un trozo de sus penas para que con el tiempo el sosiego formara parte de usted —suspiró y volvió al interior, a tomar asiento en el sillón más próximo al tocador.
—Cuando el castillo ardió en llamas he vivido laméntandome por lo poque que pude hacer, dolido viaje por el mundo alejándome de ustedes porque, ¿podrían perdonarme? —el sentimiento de sus palabras hizo que su mano derecha se posara en la desnudez de sus pectorales, justo donde debiera estar el corazón por dentro de esa cálida piel—. Le mentí, debió saber qué era... De hacerlo nada de esto hubiera pasado, no se hubiera separado de sus hijos nunca y... todo hubiera sido distinto. Mi pasado ha hecho que no confíe en las personas pero cuando le conocí supe que esa regla no aplicaba en usted. Le amo y con esto mi alma ha de descansar al fin. Le amo y ya no sabrá más de mi, no volverá a saber más de mi mas que el saber que Athdar Campbell, el cuervo llemado plumitas amo a Chiara y sus hijos con todo su ser, renunciando incluso a su deseo de no volver a ser humano —Athdar se levantó, le dio la espalda a Chiara y la piel cayó al suelo dejando ver al cuervo volando, éste dio una vuelta posándose en la cama, quería verla una última vez, verla como lo hizo la primera vez, con la vista del cuervo.
Athdar Campbell- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/09/2014
Re: Revelaciones | Priivado
Dejó de llorar, las palabras de aquel hombre llegaban a su mente, como si fuera un zamarreo constante, intentando, despertarla de aquel letargo en el que había caído. Claro que sabía quien era, y lo mucho que la había ayudado en el pasado. Sus ojos se fijaron en el rostro de Atdhar, con el entrecejo surcado por pequeñas arrugas lo escuchó atenta, en especial cuando él le hablaba de aquella fatídica noche. Quiso interrumpirlo, pero él no le permitía, si parecía que ni respiraba por hablar, por desahogar todo el dolor y la pena que llevaba en su interior. Negó con un suave movimiento de cabeza y le contempló, con la mirada cargada de amor, - no, no te culpo, jamas lo haría - dijo, pero supo que él no la escuchaba.
Se fue moviendo en el lecho, acercándose, a los pies de la cama, mucho mas cerca de donde él se encontraba. Atrás había quedado la daga, el miedo a ser lastimada, deseaba consolarlo, con todo el corazón, pero él no escuchaba. Podía comprender, cuando el cuervo le explicaba que por lo vivido, desconfiaba de todos, porque en el momento en que se encontraron en Escocia, su alma estaba desgarrada de dolor, por un amor que la vida le arrancó, como si de una parte de su alma se hubiera tratado. Mas sabía muy bien, que habían sido las horas que pasaran juntos, las que le devolvieron, su sonrisa perdida. Le debía tanto, ¿como podía pensar que él tenia la culpa de todo el infierno vivido luego de aquel infierno? - escúchame, Atdhar, jamás podría culparte por lo vivido en Escocia, no fue una tragedia, fueron mis enemigos... y agradezco a cielo que a ti no te lastimaran - bajó la mirada un segundo, a las manos del hombre, que se notaba visiblemente afectado, pero continuaba sin escucharla.
Aquella palabra, tan solemne y potente como la vida o la muerte misma, fueron pronunciadas por ese precioso ser que le hablaba con el corazón en la mano. ese hombre que poseía un alma sin dobleces, pura y limpia, que había sufrido tanto, no solo por otros sino por ella, por Chiara. Ese hombre, le estaba diciendo que la amaba, a ella, que no se merecía nada, que todo lo había perdido, que lo único que poseía eran sus hijos y la tristeza que se apoderaba de su alma, cada vez que respiraba. Intentó levantarse del lecho, caminar mareada por la emoción, hasta donde él se encontraba, pero antes de poder hacer ni siquiera un movimiento, Athdar, se levantó de la silla donde se había sentado. Le contempló aterrada, caminar hacia el balcón, dándole la espalda, para transformarse en aquel cuervo que tantas noches la acompañara en la soledad de Escocia. Chiara intentaba reponerse del gran golpe emocional que había sido enterarse de el amor que él sentía, no solo a ella, sino por sus hijos.
Sentada muy cerca de lo pues de la cama, con sus piernas flexionadas, y con los brazos caídos a los lados, en una actitud abatida, mostrando el rostro cargado de dolor y tristeza, por no poder hacer algo para detenerle, le vio revolotear. Pensó que huiría por el balcón entre abierto, pero primero voló a su alrededor, posándose luego, en el borde del lecho, observándola directo a los ojos.
Fue esa mirada, tan conocida, tan intima, la que provocó en ella aquello que no se había animado hasta ese momento. Sin pensarlo y solo dejando que lo que sentía en su corazón lograra exteriorizarse, extendió sus manos y acarició al cuervo, - no te vayas, por favor, solo te puedo ofrecer mi alma que se encuentra en carne viva - sus labios besaron la pequeña cabeza del ave, - quisiera decirte que te amo como tú acabas de hacerlo, mas mi alma está moribunda, pero vibra al escucharte decir esas palabras - no dejaba de acariciar las plumas lustrosamente negras de aquel que en verdad era su amigo y su confidente, - ayúdame, a entregarte mi alma y a amarte con ella toda mi vida... no me abandones... te lo suplico - el llanto volvió a ella, mientras atraía a su pecho al ave, lo apretaba suavemente, como si fuera un niño al que temía hacerle daño, pero como si en retenerlo entre sus brazos, se le fuera la vida.
Se fue moviendo en el lecho, acercándose, a los pies de la cama, mucho mas cerca de donde él se encontraba. Atrás había quedado la daga, el miedo a ser lastimada, deseaba consolarlo, con todo el corazón, pero él no escuchaba. Podía comprender, cuando el cuervo le explicaba que por lo vivido, desconfiaba de todos, porque en el momento en que se encontraron en Escocia, su alma estaba desgarrada de dolor, por un amor que la vida le arrancó, como si de una parte de su alma se hubiera tratado. Mas sabía muy bien, que habían sido las horas que pasaran juntos, las que le devolvieron, su sonrisa perdida. Le debía tanto, ¿como podía pensar que él tenia la culpa de todo el infierno vivido luego de aquel infierno? - escúchame, Atdhar, jamás podría culparte por lo vivido en Escocia, no fue una tragedia, fueron mis enemigos... y agradezco a cielo que a ti no te lastimaran - bajó la mirada un segundo, a las manos del hombre, que se notaba visiblemente afectado, pero continuaba sin escucharla.
Aquella palabra, tan solemne y potente como la vida o la muerte misma, fueron pronunciadas por ese precioso ser que le hablaba con el corazón en la mano. ese hombre que poseía un alma sin dobleces, pura y limpia, que había sufrido tanto, no solo por otros sino por ella, por Chiara. Ese hombre, le estaba diciendo que la amaba, a ella, que no se merecía nada, que todo lo había perdido, que lo único que poseía eran sus hijos y la tristeza que se apoderaba de su alma, cada vez que respiraba. Intentó levantarse del lecho, caminar mareada por la emoción, hasta donde él se encontraba, pero antes de poder hacer ni siquiera un movimiento, Athdar, se levantó de la silla donde se había sentado. Le contempló aterrada, caminar hacia el balcón, dándole la espalda, para transformarse en aquel cuervo que tantas noches la acompañara en la soledad de Escocia. Chiara intentaba reponerse del gran golpe emocional que había sido enterarse de el amor que él sentía, no solo a ella, sino por sus hijos.
Sentada muy cerca de lo pues de la cama, con sus piernas flexionadas, y con los brazos caídos a los lados, en una actitud abatida, mostrando el rostro cargado de dolor y tristeza, por no poder hacer algo para detenerle, le vio revolotear. Pensó que huiría por el balcón entre abierto, pero primero voló a su alrededor, posándose luego, en el borde del lecho, observándola directo a los ojos.
Fue esa mirada, tan conocida, tan intima, la que provocó en ella aquello que no se había animado hasta ese momento. Sin pensarlo y solo dejando que lo que sentía en su corazón lograra exteriorizarse, extendió sus manos y acarició al cuervo, - no te vayas, por favor, solo te puedo ofrecer mi alma que se encuentra en carne viva - sus labios besaron la pequeña cabeza del ave, - quisiera decirte que te amo como tú acabas de hacerlo, mas mi alma está moribunda, pero vibra al escucharte decir esas palabras - no dejaba de acariciar las plumas lustrosamente negras de aquel que en verdad era su amigo y su confidente, - ayúdame, a entregarte mi alma y a amarte con ella toda mi vida... no me abandones... te lo suplico - el llanto volvió a ella, mientras atraía a su pecho al ave, lo apretaba suavemente, como si fuera un niño al que temía hacerle daño, pero como si en retenerlo entre sus brazos, se le fuera la vida.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Revelaciones | Priivado
Las caricias de Chiara no provocaban una aceleración como lo hacía cuando era humano. Athdar no se cuestionaba el porqué, quizá se trataba de la naturaleza cambiante. Fuera como fuera, el cuervo movía el cuerpo debido a las abundantes caricias. El cambiante suspiró en su interior, no sabía que era más doloroso. Que alguien te dijera que no te amaba como en su tiempo lo hizo Hilary White o que te dijeran que quisiera compartir ese amor. Las lágrimas del ave se perdieron en sus plumas, eso si compartía su naturaleza de ave con la humano, ambas lloraban si el dolor así lo exigía. El cuervo graznó para desestabilizar el estado emocional de Chiara y se libró de sus manos. Sin embargo, no voló a la ventana se dirigió a la silla donde descansaba su abrigo y se transformó a media distancia. Su cuerpo desnudo terminó el camino que el cuervo ya no hizo, dándole totalmente la espalda a Chiara tomó el abrigo y se cubrió lo más rápido que pudo. Luego, y sin evitar mostrar pesar en su rostro volteó a mirar a su amada.
—Yo siempre volaré a ti, Chiara. No pido que me ames, no pretendía que consideraras mi confesión como un ruego, una súplica para hacer que usted tenga que corresponder este amor cortés que le dedico. Por muchos años permanecí como un ave y sé que no es la mujer que me lastimó. Es una belleza sentir amor pero tengo miedo de que usted me lastime —Athdar desvió la mirada, caminó hasta la ventana con la mirada perdida en el anochecer, como si anunciara que pretendía convertirse en ave y marcharse; sin embargo, se quedó, aguardó y se atrevió a mirar a Chiara una vez más—. Me dolerá saber si el comentario le ha ofendido pero qué pasará si no consigue amarme. Yo le prometo que estaré aquí para usted; mas no le aseguro si lo haré como hombre como el cuervo, sólo usted sabrá cual compañía es la que más le complace. No quiero forzar a un corazón afligido a revivir el latido del romanticismo, no lo haré, así que no la puedo ayudar en eso.
Athdar cerró sus ojos y puso su cabeza con dirección al techo, respiró profundamente, el abrigo se fue abriendo pero no se mostró su desnudez, el cambiante se estaba transformando en el búho blanco, aquel ave que ingresó como un agente invasor al cuarto de Chiara y que amenazaba con irse afianzando con sus garras el abrigo que usara para estar en presencia de Chiara.
—Yo siempre volaré a ti, Chiara. No pido que me ames, no pretendía que consideraras mi confesión como un ruego, una súplica para hacer que usted tenga que corresponder este amor cortés que le dedico. Por muchos años permanecí como un ave y sé que no es la mujer que me lastimó. Es una belleza sentir amor pero tengo miedo de que usted me lastime —Athdar desvió la mirada, caminó hasta la ventana con la mirada perdida en el anochecer, como si anunciara que pretendía convertirse en ave y marcharse; sin embargo, se quedó, aguardó y se atrevió a mirar a Chiara una vez más—. Me dolerá saber si el comentario le ha ofendido pero qué pasará si no consigue amarme. Yo le prometo que estaré aquí para usted; mas no le aseguro si lo haré como hombre como el cuervo, sólo usted sabrá cual compañía es la que más le complace. No quiero forzar a un corazón afligido a revivir el latido del romanticismo, no lo haré, así que no la puedo ayudar en eso.
Athdar cerró sus ojos y puso su cabeza con dirección al techo, respiró profundamente, el abrigo se fue abriendo pero no se mostró su desnudez, el cambiante se estaba transformando en el búho blanco, aquel ave que ingresó como un agente invasor al cuarto de Chiara y que amenazaba con irse afianzando con sus garras el abrigo que usara para estar en presencia de Chiara.
Athdar Campbell- Cambiante Clase Media
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Re: Revelaciones | Priivado
Deseaba tanto mantenerlo entre sus brazos, él no la pudo ver, pero mientras le abrazaba sonreía por primera vez desde la trágica noche en Escocia. Mas el ave se volvió inquieta y ella tuvo que ceder para liberarlo. Su rostro denotaba sorpresa, ¿que estaba pasando? ¿acaso lo ofendía al abrazarlo? ¿o habían sido sus palabras? el peso que se esfumara unos segundos atrás, volvió con mayor fuerza, al verle alejarse de ella, - pero... ¿que pasa? - le dijo casi en un susurro. Su rostro se sonrojó al verlo desnudo, el pudor, los años en que no veía a un hombre así, le hicieron enmudecer y mantenerse en su lugar, no se animó a cruzar el espacio que los separaba, prefirió esperar a que terminara de cubrirse. Fue allí que descendió lentamente, deslizándose por el cobertor, hasta estar a corta distancia de él. Mas volvió a quedarse helada mientras le escuchaba, aquella voz que no hacía mucho, le había hablado de amor, entregándole un sentimiento que deseaba aceptar con su corazón. ¿acaso estaba escuchando correctamente? intentó hacer que dejara de hablar, mas no le miró, o si lo hacía, simplemente la ignoraba. - si, claro que deseo que os quedéis... aquí, conmigo y mis niños - dijo con la voz algo aflautada por la angustia, pero aquel hombre seguía sin prestarle atención.
Al ver que se transformaba, nuevamente en ese enorme búho blanco, que estaba listo para salir de su habitación y de su vida, algo en ella se volvió volátil, haciendo que su humor variara, como el día a la noche, tal ves era el hartazgo de sentir que toda la vida, cada de los hombres que le juraron amarla y protegerla al fin huyeron, la dejaron sola. Athdar acababa de confesarle que la amaba, pero se disponía a abandonarla, o por lo menos así lo creyó en su desesperación. - ¡Noooo!- gritó presa de angustia, - Athdar, no te vayas - bajó la cabeza mientras el llanto pugnaba por ahogarla.
De pronto, un calor enorme la recorrió, quemando su cuerpo, como si algo en ella cambiara. Sus manos se cerraron en puños, su respiración se agitó, su pecho se elevaba y contraía con fuerza, - Cobarde - le gritó, - eres un cobarde, mentiroso - levantó su mirada las lagrimas aun brotaban de sus orbes, pero éstos fulguraban un color extraño. Negó con su cabeza - mentira, dices amarme, que no deseas que sufra, que estarías conmigo siempre... pero solo temes sufrir... ¿que clase de hombre eres? ¿crees que eres el único que teme entregarse y sufrir? - le dijo acercándose varios pasos al búho que aún no se decidía a partir, - mírame, mírame... ¿crees que no he sufrido lo suficiente? - se golpeaba el pecho mientras temblaba de rabia, tristeza e impotencia - estoy harta de que me amen y no sean capaces de permanecer a mi lado... ¿o es caso que no merezco ser amada? ¿ser protegida... acaso soy una parca? - dijo sin fuerzas, dejándose caer al suelo, cubriendo su rostro con sus manos, sollozando desesperada, - todo el que me ha amado, ha muerto, me ha abandonado - susurró, inclinada hacia delante. - vete, tal vez es mas seguro para ti... todo el que me amó ha perecido - Intentó levantarse, pero las fuerzas le fallaron, cayendo pesadamente, desvanecida, sin conciencia alguna.
Al ver que se transformaba, nuevamente en ese enorme búho blanco, que estaba listo para salir de su habitación y de su vida, algo en ella se volvió volátil, haciendo que su humor variara, como el día a la noche, tal ves era el hartazgo de sentir que toda la vida, cada de los hombres que le juraron amarla y protegerla al fin huyeron, la dejaron sola. Athdar acababa de confesarle que la amaba, pero se disponía a abandonarla, o por lo menos así lo creyó en su desesperación. - ¡Noooo!- gritó presa de angustia, - Athdar, no te vayas - bajó la cabeza mientras el llanto pugnaba por ahogarla.
De pronto, un calor enorme la recorrió, quemando su cuerpo, como si algo en ella cambiara. Sus manos se cerraron en puños, su respiración se agitó, su pecho se elevaba y contraía con fuerza, - Cobarde - le gritó, - eres un cobarde, mentiroso - levantó su mirada las lagrimas aun brotaban de sus orbes, pero éstos fulguraban un color extraño. Negó con su cabeza - mentira, dices amarme, que no deseas que sufra, que estarías conmigo siempre... pero solo temes sufrir... ¿que clase de hombre eres? ¿crees que eres el único que teme entregarse y sufrir? - le dijo acercándose varios pasos al búho que aún no se decidía a partir, - mírame, mírame... ¿crees que no he sufrido lo suficiente? - se golpeaba el pecho mientras temblaba de rabia, tristeza e impotencia - estoy harta de que me amen y no sean capaces de permanecer a mi lado... ¿o es caso que no merezco ser amada? ¿ser protegida... acaso soy una parca? - dijo sin fuerzas, dejándose caer al suelo, cubriendo su rostro con sus manos, sollozando desesperada, - todo el que me ha amado, ha muerto, me ha abandonado - susurró, inclinada hacia delante. - vete, tal vez es mas seguro para ti... todo el que me amó ha perecido - Intentó levantarse, pero las fuerzas le fallaron, cayendo pesadamente, desvanecida, sin conciencia alguna.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Revelaciones | Priivado
El desesperado «¡Nooo!» de su amada hizo que girara sobre su propio eje dándose la vuelta mientras aleteaba con sus enormes alas blancas. Escuchó cada palabra y no supo con certeza si transformarse y refutar todo lo que ella con coraje le reclamaba. Quizá tenía razón, sus palabras lo llevaron a pensar en Hilary White, aquel amor que le hizo no confiar en la gente y recluirse como ave. De pronto, Chiara se desvaneció frente a él, las garras del búho soltaron el abrigo y Athdar recuperó su forma humana. Terminó de acortar su distancia con Chiara y la cargó. —En mucho tienes razón, pero te equivocas en algo... yo nunca te abandonaré —la depositó en su lecho y la arropó como si se tratara de una niña, luego, se sentó a un costado de ella y acarició sus cabellos rubios.
—No pelearé por un amor que puede no existir, eso quise decir —suspiró y mientras cerraba sus ojos se concentró para escuchar sus latidos, estaba en un desvanecido apacible y eso le tranquilizó. Athdar la miró con ternura y luego la besó tiernamente—, ojala este beso hubiera sido correspondido, así se sentiría real, tan real como el amor que arde en mi interior por ti mi bella Chiara, no he amado a nadie de esta forma, mi corazón arde en viva pasión de amor —sus manos descendieron por sus brazos hasta tomar las manos que besó una por una—. Me quedaré contigo hasta que despiertes, el cuervo se quedará —dijo con una mirada ausente y se convirtió en el cuervo, con sus patas brincó al otro lado de la cama y como un guardián se quedó observando a Chiara, esperando a que despertase y lo descubriera ahí, junto a ella como lo estaría por el resto de su vida. Esperando por supuesto, morir antes que ella porque su corazón le decía que si Chiara moría antes que él, que por su condición cambiante era más lógico que él viviera más, no podría soportar la soledad, la ausencia de su gran amor.
—No pelearé por un amor que puede no existir, eso quise decir —suspiró y mientras cerraba sus ojos se concentró para escuchar sus latidos, estaba en un desvanecido apacible y eso le tranquilizó. Athdar la miró con ternura y luego la besó tiernamente—, ojala este beso hubiera sido correspondido, así se sentiría real, tan real como el amor que arde en mi interior por ti mi bella Chiara, no he amado a nadie de esta forma, mi corazón arde en viva pasión de amor —sus manos descendieron por sus brazos hasta tomar las manos que besó una por una—. Me quedaré contigo hasta que despiertes, el cuervo se quedará —dijo con una mirada ausente y se convirtió en el cuervo, con sus patas brincó al otro lado de la cama y como un guardián se quedó observando a Chiara, esperando a que despertase y lo descubriera ahí, junto a ella como lo estaría por el resto de su vida. Esperando por supuesto, morir antes que ella porque su corazón le decía que si Chiara moría antes que él, que por su condición cambiante era más lógico que él viviera más, no podría soportar la soledad, la ausencia de su gran amor.
Athdar Campbell- Cambiante Clase Media
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Re: Revelaciones | Priivado
¿Que era lo que estaba viviendo? se preguntó cuando, experimentó algo muy parecido como ir despertando de un sueño, o al ir entrando en él. Como si su cuerpo no le perteneciera, como si nada fuera real. Se contempló siendo cargada en brazos por Athdar, su mirada se fijo en su propio cuerpo. Sin duda era ella, ¿pero si así era... ¿como podía estar siendo cargada por aquel hombre y a la vez, contemplarse, como si fuera una persona más en la habitación? como si de una escena de teatro se tratase, o cual espectro, que observa a humanos llevar una vida tan ajena a la propia. - Un fantasma - caviló, - ¿un espectro? - se asustó, - pero entonces... ¿estoy muerta?-, no, eso no podía ser verdad, de serlo, el destino era muy cruel con ella, con Athdar y con sus hijos.
Pero entonces, su atención fue atraída por las palabras que él le dijera. - pelea pues por un amor que existe, pero que teme ser herido de muerte... ¿acaso no vale la pena luchar por la felicidad? - quiso decirle, mas no podía, no tenia voz, pues su cuerpo, seguía inconsciente en el lecho, - si tan solo pudiera decirte que mi alma suplica que permanezcas a mi lado, lo que me reste de vida - la tristeza se apoderó de ella, haciendo que una fuerza, una energía, lograra que su alma regresara a su cuerpo. Escuchar su voz, era como un bálsamo, como el arrullo de de una dulce fuente, que reconfortó su alma y calmó su corazón. Sentir las caricias que le prodigaban las manos de Athdar, hizo que su piel se erizara, pudo percibir el beso casto que le diera, al igual que la dulce presión de las manos masculinas en las suyas, seguidas de sus tiernos besos.
No pudo abrir aún sus ojos, cuando sintió que el lecho se elevaba cuando el peso del cuerpo masculino desaparecía, al convertirse en cuervo, pero podía escuchar y sentir todo lo que pasara a su alrededor. Lagrimas, de angustia y tristeza, descendieron de su orbes, mojando sus cabellos, ella también deseaba crear un nuevo futuro, dejar atrás tanto dolor, tanta ausencia. Olvidar que la vida le había hecho pagar sus pecados, su cobardía, su amor por un hombre que tal vez jamás debería haber amado, no por ser malo, o indigno, sino porque el amor que se habían profesado, no había agradado al Altísimo. Bien habían pagado su atrevimiento, él con su vida, y ella con la soledad, la tristeza, la locura y el abandono. Ya era tiempo de dejar todo aquello atrás y darse una oportunidad de ser feliz. Si lo experimentado apenas momentos atrás, aquel contemplarse y contemplarlo, como si fuera un fantasma, era el instante de elegir, entre volar el espíritu, a los brazos de su pasado amor, o quedarse en su cuerpo y darse la oportunidad de ser feliz junto a Athdar, estar de nuevo consciente, significaba que la decisión había sido tomada. Permanecería en el mundo, para ser feliz, con sus hijos y con aquel hombre que le daba a manos llenas, un amor puro, limpio, sin temores.
Oyó el aleteo del ave, abrió su ojos, su mirada buscó el cuerpecillo emplumado, sonrió con sincera alegría. Su voz sonó extraña, intentó moverse, pero sus movimientos fueron lentos y un poco torpes, así que se dejó caer nuevamente en los almohadones. Le contempló, y tras inspirar profundamente intentó hablar, - Athdar, no te vayas, permanece aquí... conmigo, pero como hombre, como mi compañero, como quien jamás se irá de mi lado mientras viva... - levantó su brazo, extendió su mano, - pero deja de convertirte en ave, no huyas mas, quédate aquí, abrasarme, que a tu lado siento que la vida tiene nuevamente sentido-.
Pero entonces, su atención fue atraída por las palabras que él le dijera. - pelea pues por un amor que existe, pero que teme ser herido de muerte... ¿acaso no vale la pena luchar por la felicidad? - quiso decirle, mas no podía, no tenia voz, pues su cuerpo, seguía inconsciente en el lecho, - si tan solo pudiera decirte que mi alma suplica que permanezcas a mi lado, lo que me reste de vida - la tristeza se apoderó de ella, haciendo que una fuerza, una energía, lograra que su alma regresara a su cuerpo. Escuchar su voz, era como un bálsamo, como el arrullo de de una dulce fuente, que reconfortó su alma y calmó su corazón. Sentir las caricias que le prodigaban las manos de Athdar, hizo que su piel se erizara, pudo percibir el beso casto que le diera, al igual que la dulce presión de las manos masculinas en las suyas, seguidas de sus tiernos besos.
No pudo abrir aún sus ojos, cuando sintió que el lecho se elevaba cuando el peso del cuerpo masculino desaparecía, al convertirse en cuervo, pero podía escuchar y sentir todo lo que pasara a su alrededor. Lagrimas, de angustia y tristeza, descendieron de su orbes, mojando sus cabellos, ella también deseaba crear un nuevo futuro, dejar atrás tanto dolor, tanta ausencia. Olvidar que la vida le había hecho pagar sus pecados, su cobardía, su amor por un hombre que tal vez jamás debería haber amado, no por ser malo, o indigno, sino porque el amor que se habían profesado, no había agradado al Altísimo. Bien habían pagado su atrevimiento, él con su vida, y ella con la soledad, la tristeza, la locura y el abandono. Ya era tiempo de dejar todo aquello atrás y darse una oportunidad de ser feliz. Si lo experimentado apenas momentos atrás, aquel contemplarse y contemplarlo, como si fuera un fantasma, era el instante de elegir, entre volar el espíritu, a los brazos de su pasado amor, o quedarse en su cuerpo y darse la oportunidad de ser feliz junto a Athdar, estar de nuevo consciente, significaba que la decisión había sido tomada. Permanecería en el mundo, para ser feliz, con sus hijos y con aquel hombre que le daba a manos llenas, un amor puro, limpio, sin temores.
Oyó el aleteo del ave, abrió su ojos, su mirada buscó el cuerpecillo emplumado, sonrió con sincera alegría. Su voz sonó extraña, intentó moverse, pero sus movimientos fueron lentos y un poco torpes, así que se dejó caer nuevamente en los almohadones. Le contempló, y tras inspirar profundamente intentó hablar, - Athdar, no te vayas, permanece aquí... conmigo, pero como hombre, como mi compañero, como quien jamás se irá de mi lado mientras viva... - levantó su brazo, extendió su mano, - pero deja de convertirte en ave, no huyas mas, quédate aquí, abrasarme, que a tu lado siento que la vida tiene nuevamente sentido-.
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Re: Revelaciones | Priivado
En el borde de la cama el cuervo vigilaba como un guardián a su princesa. Eso era ella, su Chiara, su amor. Entonces despertó muy pronto, o quizá el tiempo había sido muy corto para él. Como fuere, el color le regresaba a sus mejillas, se movió pero vencida por un cansancio se dejó caer en las almohadas mientras observaba fijamente al cuervo. «Pero estoy aquí» pensó Athdar sin esperar escuchar las palabras que le precedieron. «¿Cómo hombre?, ¿qué la abrace?» El cuerpo retrocedió de un salto, estaba confundido, no esperaba para nada esa respuesta. ¿Acaso lo natural no era verlo como un monstruo?, cuando Athdar voló estaba seguro que ella lo vería así, pero se equivocó, la reacción de Chiara fue totalmente distinta a la que se imagino o si quiera llegó a soñar.
Primero dio un salto hacía adelante, luego, extendido sus alas y aleteó un par de veces mientras graznaba, posteriormente caminó a ella mientras se transformaba en hombre, llegando hasta ella totalmente desnudo, su abrigo estaba lejos y en ese momento no pensó más que en tocarle la mejilla y eso hizo. —Eso es lo que pide tu corazón —su mano de desplazó hacía la nuca por debajo de los rubios cabellos, la observó a sus ojos hipnotizándose así mismo por la belleza de los orbes claros que pertenecían a su amada y bajo un impulso de su corazón acercó sus labios a los de ella depositando un tierno beso—, seré lo que tu quieras que sea —un sirviente, siempre había sido uno, lo fue para su primer amor, Athdar no se caracterizaba por ser quien usara el poder, seguía órdenes, quizá dirigía pero siempre bajo órdenes de un superior y ahora, Chiara era su superior, no solamente porque trabajaba para ella, sino porque si él lo entendía le había abierto su corazón convirtiéndose en su amante. ¿Pero qué seguía?
Chiara era una mujer que había sufrido mucho, prometerle que se quedaría con ella hasta la muerte, o que no habría fuerza en el mundo que los separase o que no es sencillo matarlo; eran palabras que simplemente podían ser vacías para ella; pues la vida le había enseñado que esas palabras sólo se cumplen en las novelas y cuentos de hadas. La realidad era fría y despiadada; pero lo que si podía hacer es hacerla feliz todo el tiempo del que disponga, y no sólo a ella, también a sus hijos a los que quería. Pensando que lo mejor era el silencio abrazó a Chiara sintiendo su cabeza entre sus pectorales, Athdar besó la coronilla de la cabeza y le transmitió todo su calor, un calor sobrenatural pero radiando el sentimiento del amor.
Primero dio un salto hacía adelante, luego, extendido sus alas y aleteó un par de veces mientras graznaba, posteriormente caminó a ella mientras se transformaba en hombre, llegando hasta ella totalmente desnudo, su abrigo estaba lejos y en ese momento no pensó más que en tocarle la mejilla y eso hizo. —Eso es lo que pide tu corazón —su mano de desplazó hacía la nuca por debajo de los rubios cabellos, la observó a sus ojos hipnotizándose así mismo por la belleza de los orbes claros que pertenecían a su amada y bajo un impulso de su corazón acercó sus labios a los de ella depositando un tierno beso—, seré lo que tu quieras que sea —un sirviente, siempre había sido uno, lo fue para su primer amor, Athdar no se caracterizaba por ser quien usara el poder, seguía órdenes, quizá dirigía pero siempre bajo órdenes de un superior y ahora, Chiara era su superior, no solamente porque trabajaba para ella, sino porque si él lo entendía le había abierto su corazón convirtiéndose en su amante. ¿Pero qué seguía?
Chiara era una mujer que había sufrido mucho, prometerle que se quedaría con ella hasta la muerte, o que no habría fuerza en el mundo que los separase o que no es sencillo matarlo; eran palabras que simplemente podían ser vacías para ella; pues la vida le había enseñado que esas palabras sólo se cumplen en las novelas y cuentos de hadas. La realidad era fría y despiadada; pero lo que si podía hacer es hacerla feliz todo el tiempo del que disponga, y no sólo a ella, también a sus hijos a los que quería. Pensando que lo mejor era el silencio abrazó a Chiara sintiendo su cabeza entre sus pectorales, Athdar besó la coronilla de la cabeza y le transmitió todo su calor, un calor sobrenatural pero radiando el sentimiento del amor.
Athdar Campbell- Cambiante Clase Media
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