AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
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Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Los días había transcurrido verdaderamente pesados he impacientes. El mar había sido quien les había dado verdadera ventaja, pero en cuanto llegaron al puerto, las prisas quedaron atrás y más le valían armarse de paciencia, no debían de precipitarse en sus planes. No debía de fallar nada.
Los dos primeros días de estancia, a Emhyr le parecieron lo más extraños de su vida. Habían pasado tantos años desde su huida, que cuando caminaba entre las calles ruidosas de Constantinopla le parecía estar en un país completamente diferente al que había conocido antaño. Caras desconocidas, ropas que había evolucionado en cierto modo por las modas, un ambiente completamente diferente... Incluso su propia lengua le parecía sonar extraña en sus oídos.
La melancolía y confusión hondo muy dentro en el turco, el cual se sentía extranjero en su propia tierra, una tierra que no reconocía como suya... ¿Pero que lugar reconocía como suyo, o como verdadero hogar? Más bien ninguno. La verdad aquel pensamiento era triste, ya que antes aquel lugar lo identificaba como su hogar, lo recordaba con alegría, con esperanza, pero el volver allí había sido un total choque con una realidad bien distinta a la que su mente había creado. Desconocido entre aquellas calles que le habían visto crecer, el haber roto de un modo inconsciente los lazos creados... ¿Emhyr verdaderamente conseguiría de algún modo, conseguir el hogar pasado en otro tierra? Lo ponía muy en duda, ahora que había estado viviendo de un modo más fijo en la luminosa París, en los últimos meses ya había sentido aquella extraña llamada que en su interior surgía cada vez que estaba demasiado tiempo en un lugar. Algo estaba inquieto dentro de su alma, algo que creaba en su interior la necesidad de continuar dando pasos ciegos por otros países, en busca de una tierra que le reconociese y diese bienvenida, para iniciar la vida que tanto deseaba. Esta reflexión solamente le basto para darse cuenta, de que no era capaz, aun, de posar con fuerza sus pies, sobre una tierra a la que llamar hogar.
Emhyr no se lo había dicho a su compañera parisina, no quería preocuparla. Ya que sabía que en ella sembraría las primeras dudas y el miedo, a que él huyese de ella como hacía muy habitual con las mujeres. Pero todo era distinto, él era ahora distinto.
Venir como representantes de la monarquía rumana era el plan principal para poder entrar libremente en el palacio otomano. Después de aquellos dos días, ya estaba entre las ricas paredes del palacio, viviendo en el lujo que se le ofrecían a los emisarios más importantes de los países aliados. Vestido como uno de ellos, jugando al juego de la dramatización, hablando lo mínimo cuando se les llamaba y fingiendo un acento que no era suyo, fue suficiente para que todos se tragaran el cuento. Y ahora Emhyr esperaba en sus estancia, impaciente de nuevo, esperaba... A la noche, aquella noche iba a ser importante y peligrosa.
Nocturna, oscura y misteriosa, aquella que oculta los más oscuros secretos que entre aquella paredes quedaban bien escondidos, secretos que no deben ser revelados, mancillados por la mentira. Pero Emhyr que conocía bien la verdad, ya caminaba entre los pasillos conocidos, como una sombra invisible buscando a su objetivo. Sus ojos castaños se había vuelto del dorado cánido para poder apreciar la luz en la oscuridad, sus oídos afinados le ayudaban a detectar los movimientos de los guardián. Como un lobo acechador entraba en las estancias de las mujeres, sin apenas dejar tras de sí ninguna mota de sonido, es más tras sus pasos solamente silencio.
Con aquel gesto inhumano que a veces creaba en él la maldición de la luna llena, pudo hallar la habitación de la señora de su gran enemigo, su propia hermana. Suavizada la fiereza que en sus ojos se reflejaba, el dorado se apago dejando ver el castaño humano, un castaño humano que se vio sorprendido al ver el físico de ella, que yacía dormida sobre su lecho. Se parecía tan extraordinariamente a su madre, que él mismo ni se lo creía. Solamente una diferencia, rompía la ilusión que creaba el fantasma, la piel de aquella joven era mucho más pálida que la de su propia madre, que era demasiado morena, como él.
Atrevido se sentó junto al lecho, observando como calmada aquella joven que seguro que no le recordaba. Por un momento Emhyr pensó que él tampoco la recordaba mucho en su niñez, cuando Nithara había nacido él ya había sido mandado a la escuela de los jenízaros. Se había perdido prácticamente toda la vida de su hermana pequeña, que había sido para él y era una total desconocida.
Su mano suave acarició los cabellos de aquella chica, ciertamente aquello era un atrevimiento ya que en su cultura el cabello de la mujer permanecía oculto, siendo exclusivo objeto de fascinación para los esposos.
Los dos primeros días de estancia, a Emhyr le parecieron lo más extraños de su vida. Habían pasado tantos años desde su huida, que cuando caminaba entre las calles ruidosas de Constantinopla le parecía estar en un país completamente diferente al que había conocido antaño. Caras desconocidas, ropas que había evolucionado en cierto modo por las modas, un ambiente completamente diferente... Incluso su propia lengua le parecía sonar extraña en sus oídos.
La melancolía y confusión hondo muy dentro en el turco, el cual se sentía extranjero en su propia tierra, una tierra que no reconocía como suya... ¿Pero que lugar reconocía como suyo, o como verdadero hogar? Más bien ninguno. La verdad aquel pensamiento era triste, ya que antes aquel lugar lo identificaba como su hogar, lo recordaba con alegría, con esperanza, pero el volver allí había sido un total choque con una realidad bien distinta a la que su mente había creado. Desconocido entre aquellas calles que le habían visto crecer, el haber roto de un modo inconsciente los lazos creados... ¿Emhyr verdaderamente conseguiría de algún modo, conseguir el hogar pasado en otro tierra? Lo ponía muy en duda, ahora que había estado viviendo de un modo más fijo en la luminosa París, en los últimos meses ya había sentido aquella extraña llamada que en su interior surgía cada vez que estaba demasiado tiempo en un lugar. Algo estaba inquieto dentro de su alma, algo que creaba en su interior la necesidad de continuar dando pasos ciegos por otros países, en busca de una tierra que le reconociese y diese bienvenida, para iniciar la vida que tanto deseaba. Esta reflexión solamente le basto para darse cuenta, de que no era capaz, aun, de posar con fuerza sus pies, sobre una tierra a la que llamar hogar.
Emhyr no se lo había dicho a su compañera parisina, no quería preocuparla. Ya que sabía que en ella sembraría las primeras dudas y el miedo, a que él huyese de ella como hacía muy habitual con las mujeres. Pero todo era distinto, él era ahora distinto.
Venir como representantes de la monarquía rumana era el plan principal para poder entrar libremente en el palacio otomano. Después de aquellos dos días, ya estaba entre las ricas paredes del palacio, viviendo en el lujo que se le ofrecían a los emisarios más importantes de los países aliados. Vestido como uno de ellos, jugando al juego de la dramatización, hablando lo mínimo cuando se les llamaba y fingiendo un acento que no era suyo, fue suficiente para que todos se tragaran el cuento. Y ahora Emhyr esperaba en sus estancia, impaciente de nuevo, esperaba... A la noche, aquella noche iba a ser importante y peligrosa.
Nocturna, oscura y misteriosa, aquella que oculta los más oscuros secretos que entre aquella paredes quedaban bien escondidos, secretos que no deben ser revelados, mancillados por la mentira. Pero Emhyr que conocía bien la verdad, ya caminaba entre los pasillos conocidos, como una sombra invisible buscando a su objetivo. Sus ojos castaños se había vuelto del dorado cánido para poder apreciar la luz en la oscuridad, sus oídos afinados le ayudaban a detectar los movimientos de los guardián. Como un lobo acechador entraba en las estancias de las mujeres, sin apenas dejar tras de sí ninguna mota de sonido, es más tras sus pasos solamente silencio.
Con aquel gesto inhumano que a veces creaba en él la maldición de la luna llena, pudo hallar la habitación de la señora de su gran enemigo, su propia hermana. Suavizada la fiereza que en sus ojos se reflejaba, el dorado se apago dejando ver el castaño humano, un castaño humano que se vio sorprendido al ver el físico de ella, que yacía dormida sobre su lecho. Se parecía tan extraordinariamente a su madre, que él mismo ni se lo creía. Solamente una diferencia, rompía la ilusión que creaba el fantasma, la piel de aquella joven era mucho más pálida que la de su propia madre, que era demasiado morena, como él.
Atrevido se sentó junto al lecho, observando como calmada aquella joven que seguro que no le recordaba. Por un momento Emhyr pensó que él tampoco la recordaba mucho en su niñez, cuando Nithara había nacido él ya había sido mandado a la escuela de los jenízaros. Se había perdido prácticamente toda la vida de su hermana pequeña, que había sido para él y era una total desconocida.
Su mano suave acarició los cabellos de aquella chica, ciertamente aquello era un atrevimiento ya que en su cultura el cabello de la mujer permanecía oculto, siendo exclusivo objeto de fascinación para los esposos.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Los días siempre comenzaban igual, abrir los ojos cuando el extracto de mandrágora dejaba de hacer efecto, recibir un baño y vagar por el palacio. Atormentada por mis muertos, descalza para sentir la frescura del piso en las plantas de mis pies, con el cuerpo y el cabello cubierto por una burka de las tantas que tenía en mi armario hasta que mi marido tenía otros planes para mi y entonces el caos comenzaba. Yo entendía que él tuviera necesidades pero tenía otras mujeres que podían satisfacerlo y además después de cada encuentro violento, los espíritus que por lo general eran tranquilos y se dedicaban a vagar junto a mi y comentarme cosas, entonces se volvían locos, gritaban en mi oido, revoloteaban por todos lados y me hacían gritarles y manotear para que me dejaran en paz. Gritos sin sentido y manoteos violentos que me acarreaban a sentir la furia de mi marido una vez más, ser encerrada y sedada para que durmiera hasta que el otro día apareciera.
El paso del tiempo cambiaba muchas cosas. Al principio yo era la favorita. Una niñita de 10 años tan feliz como podía ser, las mejillas sonrosadas, el cabello largo y fuerte que a él le gustaba tocar y ser el único que veía, la sonrisa fácil, el cuerpo menudito y las curvas que ni siquiera se asomaban todavía. Al principio el hecho de que hablara sola no era un impedimento, era sólo imaginación de niña. Al principio yo tenía una sirvienta personal. Con el tiempo la niñita de 10 años pasó a ser una joven delgada de 15, 16, 17 años, que por lo tanto era un poco más fuerte y se resistía a los embates nocturnos de su marido, con la aparición de curvas, las mejillas dejaron de ser sonrosadas y la sonrisa dejó de aparecer por completo. El hablar sola comenzó a asustarlo y entonces me golpeaba para que dejara de hacerlo, la sirvienta personal pasó a ser mi cuidadora y la que también me administraba el sedante. El paso del tiempo no era precisamente esperanzador para mi.
Pero el paso del tiempo también me había enseñado cosas: A quedarme callada cuando mis muertos me hablaban y contestarles sólo cuando me dejaban sola, a ser complaciente con mi marido cuando viniera a buscarme al lecho para evitar golpes, a fingirme cansada para evadir la infusión sedante que me daban antes de dormir con tal de no quedarme casi en coma toda la noche y despertarme atontada por las mañanas.
Sin embargo, hoy había sido particularmente violento, había terminado con una muñeca rota que se apresuraron en emplastar con hierbas machacadas para evitar los morados y la hinchazón y a vendarla para que el hueso regresara a su lugar, morados en el cuerpo y un cansancio sublime que me hizo echarme a dormir incluso antes de que pudieran sedarme. Todo había sido culpa de Ahmet, un joven que se me aparecía siempre junto a la fuente del palacio, cuando yo estaba descansando después de comer y que me hacía salir de mi silencio sepulcral aún cuando sabía que mi cuidadora estaba cerca. -Princesa, hoy será el día en que salgas de aquí. Sabía que semejante belleza no podía ser captiva de un hombre violento para siempre- Al principio lo ignoré pero conforme sus premoniciones se hacían más y más esperanzadoras tuve una rabieta de las mías. ¿Quién se creía para ilusionarme de esa manera? ¡El! ¡El que estaba muerto!
Me habían tratado peor que nunca pero al menos pude quedarme dormida por mí misma. Los sueños se iban desdibujando en imágenes conforme la noche avanzaba y aunque me dolía mover la mano, me había acostumbrado a no dejar ver ningún tipo de señal del dolor que sentía. Me removí entre sueños sin saber que había un intruso en mi habitación, incluso puede que dijera algo en balbuceos sin sentido antes de sentir su mano en mi cabello. La primera reacción instintiva fue el miedo porque ya sabía yo qué significaban ese tipo de caricias pero no había sido una caricia fuerte, había sido dulce. Después vino la incertidumbre que se acompañó por el movimiento de mis párpados que se apretaron inconscientemente y la mano vendada que salió de entre las cobijas para tomar la muñeca del hombre en cuestión, cuando la voz de Ahmet me susurró en el oido que estaba bien decidí dejar todo lo demás fuera y abrí los ojos encontrándome de frente con alguien remotamente conocido. Muy remotamente. Me dediqué sólo a mirarlo sin apretar su mano y sin alejarla de mí. ¿Quién era?, ¿Qué estaba haciendo ahí?, ¿Y porqué Ahmet decía que con él estaría todo bien?
El paso del tiempo cambiaba muchas cosas. Al principio yo era la favorita. Una niñita de 10 años tan feliz como podía ser, las mejillas sonrosadas, el cabello largo y fuerte que a él le gustaba tocar y ser el único que veía, la sonrisa fácil, el cuerpo menudito y las curvas que ni siquiera se asomaban todavía. Al principio el hecho de que hablara sola no era un impedimento, era sólo imaginación de niña. Al principio yo tenía una sirvienta personal. Con el tiempo la niñita de 10 años pasó a ser una joven delgada de 15, 16, 17 años, que por lo tanto era un poco más fuerte y se resistía a los embates nocturnos de su marido, con la aparición de curvas, las mejillas dejaron de ser sonrosadas y la sonrisa dejó de aparecer por completo. El hablar sola comenzó a asustarlo y entonces me golpeaba para que dejara de hacerlo, la sirvienta personal pasó a ser mi cuidadora y la que también me administraba el sedante. El paso del tiempo no era precisamente esperanzador para mi.
Pero el paso del tiempo también me había enseñado cosas: A quedarme callada cuando mis muertos me hablaban y contestarles sólo cuando me dejaban sola, a ser complaciente con mi marido cuando viniera a buscarme al lecho para evitar golpes, a fingirme cansada para evadir la infusión sedante que me daban antes de dormir con tal de no quedarme casi en coma toda la noche y despertarme atontada por las mañanas.
Sin embargo, hoy había sido particularmente violento, había terminado con una muñeca rota que se apresuraron en emplastar con hierbas machacadas para evitar los morados y la hinchazón y a vendarla para que el hueso regresara a su lugar, morados en el cuerpo y un cansancio sublime que me hizo echarme a dormir incluso antes de que pudieran sedarme. Todo había sido culpa de Ahmet, un joven que se me aparecía siempre junto a la fuente del palacio, cuando yo estaba descansando después de comer y que me hacía salir de mi silencio sepulcral aún cuando sabía que mi cuidadora estaba cerca. -Princesa, hoy será el día en que salgas de aquí. Sabía que semejante belleza no podía ser captiva de un hombre violento para siempre- Al principio lo ignoré pero conforme sus premoniciones se hacían más y más esperanzadoras tuve una rabieta de las mías. ¿Quién se creía para ilusionarme de esa manera? ¡El! ¡El que estaba muerto!
Me habían tratado peor que nunca pero al menos pude quedarme dormida por mí misma. Los sueños se iban desdibujando en imágenes conforme la noche avanzaba y aunque me dolía mover la mano, me había acostumbrado a no dejar ver ningún tipo de señal del dolor que sentía. Me removí entre sueños sin saber que había un intruso en mi habitación, incluso puede que dijera algo en balbuceos sin sentido antes de sentir su mano en mi cabello. La primera reacción instintiva fue el miedo porque ya sabía yo qué significaban ese tipo de caricias pero no había sido una caricia fuerte, había sido dulce. Después vino la incertidumbre que se acompañó por el movimiento de mis párpados que se apretaron inconscientemente y la mano vendada que salió de entre las cobijas para tomar la muñeca del hombre en cuestión, cuando la voz de Ahmet me susurró en el oido que estaba bien decidí dejar todo lo demás fuera y abrí los ojos encontrándome de frente con alguien remotamente conocido. Muy remotamente. Me dediqué sólo a mirarlo sin apretar su mano y sin alejarla de mí. ¿Quién era?, ¿Qué estaba haciendo ahí?, ¿Y porqué Ahmet decía que con él estaría todo bien?
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Dedos atrevidos y cálidos que se enredaban en los oscuros cabellos de la joven, siguiendo su leve caricia que tras de sí dejaba aquel agradable cosquilleo.
Los ojos castaños de Emhyr recorrieron de arriba a abajo a Nithara, su mente poco a poco iba describiendo cada centímetro de aquello que observaba. No sabía porque, pero de algún modo buscaba las diferencias con su madre, ya que aun no se creía que el parecido fuese tan fiel.
Más pálida y delgada, ¡Ese lunar no lo tenía! Y... ¿Y eso? El ceño se frunció y sus labios se apretaron marcando aquella pequeña cicatriz marcada en ellos. Emhyr intento contener y ocultar tras la máscara sus emociones tras ver aquella muñeca vendada y las marcas de golpes en forma de moratones.
Emhyr se sintió de repente demasiado culpable por haberla dejado allí, por haberla abandonado pensando que su suerte iba a ser mejor que la suya, pero... ¿de verdad pensó aquello en su día? Sinceramente se consolaba repitiéndose esas palabras en su mente una y otra vez, para quitarle tierra al asunto pero la verdad, había sido su propia cobardía lo que había echo que ella quedará atrás, el miedo a perder la vida. ¿Qué iba a hacer? Tenía quince años solo, cuando se entero que sus padres había sido traicionados y obligados a acoger a la muerte en su hogar mediante el honorable suicidio. Las ejecuciones no estaba bien vistas entre los altos mando, si querían borrar del mapa a una familia noble era más fácil que ellos tomaran la iniciativa para acabar con su vida. Quince años desde que lo había perdido todo, no iba a poseer nada, ni riquezas ni títulos, ya no iba a ser jenízaro, ni se iba a casar con su prometida... Solo le había quedado vivir en la vergüenza, en los engaños, en la huida, sobrevivir de cualquier modo basándose en el egoísmo, porque si no era egoísta no tendría ninguna posibilidad de continuar su camino vagabundo. Ser ladrón, músico callejero, estafador, ilusionista y mago en espectáculos de mala muerte... Esas había sido las caras del desterrado durante aquellos años, donde sus pies se basaban en el simple azar, donde miles de caras de compañeros y conocidos de viajes quedaban borradas en el recuerdo.
De repente algo o más bien alguien había sacado de sus pensamiento a Emhyr, un suave agarron de su mano y sus ojos pardos se cruzaron con unos claros, el gesto contenido se suavizo. El turco continuaba mudo, por un instante sin saber que decirle.
-Eh... -Emhyr miró a su alrededor rápidamente, por un instante parecía como si aquellas hiedras que decoraban las doradas estancias se hubiesen colado en su garganta entorpeciéndole el habla. -... Preciosa, nos marchamos de este infierno...
“¿Preciosa? Oh vamos Emhyr que no es una de esas mujeres que te llevas cada dos por tres a tu lecho con halagos para abandonarla al otro día, ¿qué pretendes con llamarla preciosa? Inventate algo rápido”
-... No tengo tiempo de darte explicaciones, solo pido que confíes en mí, me envían unos amigos fieles de tus padres. Ellos saben la verdad de la traición.
¡Bravo por la iniciada actuación! Pensó pero por un instante, dudando si ella creería aquellas palabras improvisadas. Emhyr no iba a decirle quien era verdaderamente, pensaba que si le decía que era su hermano éste se impactaría de algún modo, que fuese un choque, ya que él se suponía que estaba muerto, y que tal vez incluso se lo tomase mal echándole de que donde había estado en aquellos años, y porqué no había ido antes a por ella. Emhyr temía enfrentarse ahora a aquello, más adelanta tendría tiempo para contarle toda la verdad y tomar las fuerzas necesarias para soportar su respuesta.
Las sabanas que la envolvía fueron destapadas por éste mismo, Emhyr se soltó de la atadura que ella había creado, y la tomo del brazo con suavidad, si ella se negaba ante sus palabras al turco solo le quedaba una opción para poder llevarla consigo, y era la fuerza, no deseaba usarla la verdad.
Los ojos castaños de Emhyr recorrieron de arriba a abajo a Nithara, su mente poco a poco iba describiendo cada centímetro de aquello que observaba. No sabía porque, pero de algún modo buscaba las diferencias con su madre, ya que aun no se creía que el parecido fuese tan fiel.
Más pálida y delgada, ¡Ese lunar no lo tenía! Y... ¿Y eso? El ceño se frunció y sus labios se apretaron marcando aquella pequeña cicatriz marcada en ellos. Emhyr intento contener y ocultar tras la máscara sus emociones tras ver aquella muñeca vendada y las marcas de golpes en forma de moratones.
Emhyr se sintió de repente demasiado culpable por haberla dejado allí, por haberla abandonado pensando que su suerte iba a ser mejor que la suya, pero... ¿de verdad pensó aquello en su día? Sinceramente se consolaba repitiéndose esas palabras en su mente una y otra vez, para quitarle tierra al asunto pero la verdad, había sido su propia cobardía lo que había echo que ella quedará atrás, el miedo a perder la vida. ¿Qué iba a hacer? Tenía quince años solo, cuando se entero que sus padres había sido traicionados y obligados a acoger a la muerte en su hogar mediante el honorable suicidio. Las ejecuciones no estaba bien vistas entre los altos mando, si querían borrar del mapa a una familia noble era más fácil que ellos tomaran la iniciativa para acabar con su vida. Quince años desde que lo había perdido todo, no iba a poseer nada, ni riquezas ni títulos, ya no iba a ser jenízaro, ni se iba a casar con su prometida... Solo le había quedado vivir en la vergüenza, en los engaños, en la huida, sobrevivir de cualquier modo basándose en el egoísmo, porque si no era egoísta no tendría ninguna posibilidad de continuar su camino vagabundo. Ser ladrón, músico callejero, estafador, ilusionista y mago en espectáculos de mala muerte... Esas había sido las caras del desterrado durante aquellos años, donde sus pies se basaban en el simple azar, donde miles de caras de compañeros y conocidos de viajes quedaban borradas en el recuerdo.
De repente algo o más bien alguien había sacado de sus pensamiento a Emhyr, un suave agarron de su mano y sus ojos pardos se cruzaron con unos claros, el gesto contenido se suavizo. El turco continuaba mudo, por un instante sin saber que decirle.
-Eh... -Emhyr miró a su alrededor rápidamente, por un instante parecía como si aquellas hiedras que decoraban las doradas estancias se hubiesen colado en su garganta entorpeciéndole el habla. -... Preciosa, nos marchamos de este infierno...
“¿Preciosa? Oh vamos Emhyr que no es una de esas mujeres que te llevas cada dos por tres a tu lecho con halagos para abandonarla al otro día, ¿qué pretendes con llamarla preciosa? Inventate algo rápido”
-... No tengo tiempo de darte explicaciones, solo pido que confíes en mí, me envían unos amigos fieles de tus padres. Ellos saben la verdad de la traición.
¡Bravo por la iniciada actuación! Pensó pero por un instante, dudando si ella creería aquellas palabras improvisadas. Emhyr no iba a decirle quien era verdaderamente, pensaba que si le decía que era su hermano éste se impactaría de algún modo, que fuese un choque, ya que él se suponía que estaba muerto, y que tal vez incluso se lo tomase mal echándole de que donde había estado en aquellos años, y porqué no había ido antes a por ella. Emhyr temía enfrentarse ahora a aquello, más adelanta tendría tiempo para contarle toda la verdad y tomar las fuerzas necesarias para soportar su respuesta.
Las sabanas que la envolvía fueron destapadas por éste mismo, Emhyr se soltó de la atadura que ella había creado, y la tomo del brazo con suavidad, si ella se negaba ante sus palabras al turco solo le quedaba una opción para poder llevarla consigo, y era la fuerza, no deseaba usarla la verdad.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Falta de reacción podría describir lo que yo estaba pasando en ese momento. Si. Había un hombre en mi habitación. Si. Me estaba tocando. Si. Quería que me apresurara. Cualquier mujer normal bajo estas circunstancias habría gritado y corrido por el pasillo para escapar de él pero para su buena suerte yo no era cualquier mujer normal, por eso me quedé mirándolo solamente intentando entender qué tenía que hacer ahí dentro y porqué Ahmet no estaba intentando ahuyentarlo de ahí. Siempre podía contar con mi príncipe azul del más allá para protegerme, al menos haciendo que las cortinas volaran sin percibir corrientes de aire, tirando cosas o haciéndome ver cosas con mis propios ojos que me ponían de mal humor y yo misma comenzaba a gritar que todo el mundo se fuera y me dejara en paz.
Pero ahí estaban. El príncipe y el desconocido, ojos claros contra ojos oscuros, cabello oscuro contra cabello oscuro, piel morena contra piel más blanca, sonrisa contra expresión preocupada. Como si ambos se estuvieran midiendo sin saber que tenían competencia. Miraba alternadamente a uno y a otro sin emitir sonido y con el cuerpo clavado en la cama. Los dos hablaron al mismo tiempo. -Nit, tienes que salir de aquí... levántate Miré a Ahmet, justo a un lado de Emhyr con una expresión vacía como si estuviera ausente. ¿Cómo esperaba que le hiciera caso si no me explicaba nada más? ¿Tendría que volver a confiar ciegamente? Confiar era algo que ya me había traído infelicidad. Me había llamado preciosa y había mencionado el infierno, eso quería decir que sabía a lo que me estaba enfrentando pero... ¿Y si confiaba en él para terminar peor?
Cuando volvió a hablar dejé de mirar a Ahmet y le puse atención. Sus palabras fueron un golpe en el estómago que me sacó el aire de los pulmones. ¿Mis padres? Mis padres habían muerto hacía ocho años. Fruncí el ceño y miré a mi príncipe haciéndole un gesto que él entendería como la petición de que averiguara qué sucedía, al fin y al cabo su intangibilidad le daba poderes más allá de la comprensión y yo no pretendía moverme de ahí hasta saber si era seguro irme con él. Por la expresión que había visto en el desconocido una parte de mi sabía que no estaba mintiendo, sabía que no quería hacerme daño o ya lo hubiera hecho. Una mano en mi boca y la otra para hacer lo que había venido a hacer, de todas maneras yo no representaba una gran fortaleza de mujer y aplicando la suficiente fuerza podía dejarme inhabilitada.
-Está diciendo la verdad, tienes que apresurarte antes de que vengan a aplicarte el sedante- No necesité más, aun cuando mi mente se rebeló ante su poca sutilidad al quitarme las sábanas, no tenía tiempo qué perder, si en verdad me iba a sacar de aquí no podía retrasarlo, todavía no sabía qué tipo de truco usaría para sacarme pero eso era lo de menos. Vi su mano en mi brazo y me solté para correr hacia un rincón de la habitación, me tiré de rodillas y rebusqué las tablas sueltas en donde escondía mis cosas, no era nada de valor, ni siquiera tenía dinero o joyas pero eran mis cosas de valor. Una vez tomando mi caja de madera me levanté nuevamente y haciendo uso de mi nulo apego a las cosas materiales me paré frente a él esperando indicaciones. Seguramente no ofrecía una estampa de la mujer impactante que se esperaba de la esposa de mi marido, tenía el cabello alborotado alrededor de mi cara, mi piel estaba moteada por morados de las múltiples palizas que había aguantado en los últimos días, mi vestimenta era una tela blanca que me cubría completamente y que me dejaba sin ningún tipo de forma para cualquiera que me viera y estaba descalza pero no tenía intenciones de tomar nada más para cubrirme.
Además de todo eso, fue un instante en el que me preocupé. Aquí había conocido a Ahmet y aunque a veces me sacaba de quicio, lo echaría muchísimo de menos. "¿Vas a irte conmigo, cierto?" Mi mirada fija en un punto de la habitación y mi expresión de tristeza momentánea por perder al único que me había tratado bien en estos años. De pronto me acordé de todos los demás y cerré los ojos en una plegaria por que me acompañaran a donde sea que fuera mi próximo destino. -¿Crees que me privaría de tu exquisita compañía? Recuerda que soy un egoísta, cariño- Su voz era como bálsamo en mi alma y una mueca se me escapó de los labios, lo más parecido a una sonrisa que le iba a proporcionar a cualquiera que se atreviera a acercarse lo suficiente. Tomé en mis manos la manga de la camisa del desconocido volviendo mi atención a él. Era momento de irnos de ahí.
Pero ahí estaban. El príncipe y el desconocido, ojos claros contra ojos oscuros, cabello oscuro contra cabello oscuro, piel morena contra piel más blanca, sonrisa contra expresión preocupada. Como si ambos se estuvieran midiendo sin saber que tenían competencia. Miraba alternadamente a uno y a otro sin emitir sonido y con el cuerpo clavado en la cama. Los dos hablaron al mismo tiempo. -Nit, tienes que salir de aquí... levántate Miré a Ahmet, justo a un lado de Emhyr con una expresión vacía como si estuviera ausente. ¿Cómo esperaba que le hiciera caso si no me explicaba nada más? ¿Tendría que volver a confiar ciegamente? Confiar era algo que ya me había traído infelicidad. Me había llamado preciosa y había mencionado el infierno, eso quería decir que sabía a lo que me estaba enfrentando pero... ¿Y si confiaba en él para terminar peor?
Cuando volvió a hablar dejé de mirar a Ahmet y le puse atención. Sus palabras fueron un golpe en el estómago que me sacó el aire de los pulmones. ¿Mis padres? Mis padres habían muerto hacía ocho años. Fruncí el ceño y miré a mi príncipe haciéndole un gesto que él entendería como la petición de que averiguara qué sucedía, al fin y al cabo su intangibilidad le daba poderes más allá de la comprensión y yo no pretendía moverme de ahí hasta saber si era seguro irme con él. Por la expresión que había visto en el desconocido una parte de mi sabía que no estaba mintiendo, sabía que no quería hacerme daño o ya lo hubiera hecho. Una mano en mi boca y la otra para hacer lo que había venido a hacer, de todas maneras yo no representaba una gran fortaleza de mujer y aplicando la suficiente fuerza podía dejarme inhabilitada.
-Está diciendo la verdad, tienes que apresurarte antes de que vengan a aplicarte el sedante- No necesité más, aun cuando mi mente se rebeló ante su poca sutilidad al quitarme las sábanas, no tenía tiempo qué perder, si en verdad me iba a sacar de aquí no podía retrasarlo, todavía no sabía qué tipo de truco usaría para sacarme pero eso era lo de menos. Vi su mano en mi brazo y me solté para correr hacia un rincón de la habitación, me tiré de rodillas y rebusqué las tablas sueltas en donde escondía mis cosas, no era nada de valor, ni siquiera tenía dinero o joyas pero eran mis cosas de valor. Una vez tomando mi caja de madera me levanté nuevamente y haciendo uso de mi nulo apego a las cosas materiales me paré frente a él esperando indicaciones. Seguramente no ofrecía una estampa de la mujer impactante que se esperaba de la esposa de mi marido, tenía el cabello alborotado alrededor de mi cara, mi piel estaba moteada por morados de las múltiples palizas que había aguantado en los últimos días, mi vestimenta era una tela blanca que me cubría completamente y que me dejaba sin ningún tipo de forma para cualquiera que me viera y estaba descalza pero no tenía intenciones de tomar nada más para cubrirme.
Además de todo eso, fue un instante en el que me preocupé. Aquí había conocido a Ahmet y aunque a veces me sacaba de quicio, lo echaría muchísimo de menos. "¿Vas a irte conmigo, cierto?" Mi mirada fija en un punto de la habitación y mi expresión de tristeza momentánea por perder al único que me había tratado bien en estos años. De pronto me acordé de todos los demás y cerré los ojos en una plegaria por que me acompañaran a donde sea que fuera mi próximo destino. -¿Crees que me privaría de tu exquisita compañía? Recuerda que soy un egoísta, cariño- Su voz era como bálsamo en mi alma y una mueca se me escapó de los labios, lo más parecido a una sonrisa que le iba a proporcionar a cualquiera que se atreviera a acercarse lo suficiente. Tomé en mis manos la manga de la camisa del desconocido volviendo mi atención a él. Era momento de irnos de ahí.
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Emhyr era consciente de que había captado su atención y sin ocultar su impaciencia con pasos silenciosos se acerco a la puerta intentando captar algún que otro sonido fuera con aquel sobrenatural oído. Parecía que ya había pasado de largo aquellos guardias que había olido antes, la oportunidad de huida se la estaban brindando casi en bandeja, era ahora o nunca.
Por un momento y aun clavado en aquella puerta Emhyr temió tener que llevar acabo su segundo plan de llevársela por la fuerza, no deseaba tener que llegar a ello pero si no le dejaba más alternativa debía de acudir a aquella opción.
Para su sorpresa y cuando volvió su rostro a la joven ella ya parecía haber tomado la desición, en aquel rincón estaba rebuscando algo lo tomó y luego se planto frente a él, se la veía preparada para marcharse de allí.
Emhyr le miró por un instante sorprendido e incrédulo. “¿Tal es mi poder de convicción con las mujeres?”. Suspiró aliviado.
Antes de decir cualquier cosas Emhyr de nuevo volvió a echarle una mirada de arriba abajo, sin tener reparos, con todo el descaro evidente.
A simple viste se parecía a su madre bastante, pero cuanto más le miraba encontraba más y más rasgos que la hacía diferente. Emhyr su gesto se endureció y una mirada de disculpa le lanzó, cuando vio que los moratones que antes había observado todavía no terminaba. Blasfemó en voz alta apretando sus puños, por un instante algo en su interior se removió y no solamente la frustración de no haber podido hacer nada ni la furia contenida, aquella bestia le gustaba aprovechar aquel tipo de sentimientos para jugar a asomarse por la ventana que eran sus ojos, unos ojos que pasaron del castaño al dorado fiero y de nuevo volvió a regresar a la normalidad.
Tomar el aire como si este le faltase, exhalarlo con tranquilidad, una y otra vez. Cerrar los ojos, buscar la calma en su interior. Más le valía tener la cabeza fría y no desatar sus emociones que ahora eran más intensas, Adrianne su Hacedora se lo había advertido, “un licántropo joven es inestable y sus emociones son más intensas... La primera lección es intentar no dejar que se te vaya de las manos...”
-Bue... Bueno. Nos vamos. En silencio y deprisa. -Su voz poco a poco se fue modulando hasta convertirse en un susurro. -Tenemos que llegar a las habitaciones de los invitados.
Emhyr tomó la mano de la joven y de un tirón la saco de aquella habitación con pasos ligeros y silenciosos, debían de aprovechar aquel momento, no había nadie que pudiese detectares y su habitación estaba cerca, en cuanto entraran en ella estarían seguros. En su caminar Emhyr parecía silencioso atento a sus sentidos, al olfato al oído, todo para asegurar el camino, y en el camino se le veía bien conocedor de aquel lugar, era como si lo conociese tan bien como la palma de su mano, y era así, se había criado allí prácticamente, no solo conocía los recovecos de aquel edificio sino también sus lugares secretos.
Un pequeño empujón y ya estaban dentro de la habitación de invitados para los embajadores de “Rumania”. La puerta fue cerrada.
-Lo siento. -Le dijo al darse cuenta que había sido un poco bruto con aquel gesto, ella parecía tan delicada, tanto, que parecía que fuese a romperse. -Lo siento... Lo siento... -Repitió, una y otra vez, pero aquella disculpa ya no se refería a su gesto era a algo muy diferente. -Lo lamento tanto... -De rodillas cayó frente a ella, mientras abrazaba las piernas de la joven. La máscara de seriedad y dureza se destruyó. Su voz sonó arrepentida, Emhyr ya no podía aguantar aquel sentimiento culpable, no podía más creía que podía aguantar hasta salir de allí, pero al parecer no. -Tenía que haber venido antes...
Por un momento y aun clavado en aquella puerta Emhyr temió tener que llevar acabo su segundo plan de llevársela por la fuerza, no deseaba tener que llegar a ello pero si no le dejaba más alternativa debía de acudir a aquella opción.
Para su sorpresa y cuando volvió su rostro a la joven ella ya parecía haber tomado la desición, en aquel rincón estaba rebuscando algo lo tomó y luego se planto frente a él, se la veía preparada para marcharse de allí.
Emhyr le miró por un instante sorprendido e incrédulo. “¿Tal es mi poder de convicción con las mujeres?”. Suspiró aliviado.
Antes de decir cualquier cosas Emhyr de nuevo volvió a echarle una mirada de arriba abajo, sin tener reparos, con todo el descaro evidente.
A simple viste se parecía a su madre bastante, pero cuanto más le miraba encontraba más y más rasgos que la hacía diferente. Emhyr su gesto se endureció y una mirada de disculpa le lanzó, cuando vio que los moratones que antes había observado todavía no terminaba. Blasfemó en voz alta apretando sus puños, por un instante algo en su interior se removió y no solamente la frustración de no haber podido hacer nada ni la furia contenida, aquella bestia le gustaba aprovechar aquel tipo de sentimientos para jugar a asomarse por la ventana que eran sus ojos, unos ojos que pasaron del castaño al dorado fiero y de nuevo volvió a regresar a la normalidad.
Tomar el aire como si este le faltase, exhalarlo con tranquilidad, una y otra vez. Cerrar los ojos, buscar la calma en su interior. Más le valía tener la cabeza fría y no desatar sus emociones que ahora eran más intensas, Adrianne su Hacedora se lo había advertido, “un licántropo joven es inestable y sus emociones son más intensas... La primera lección es intentar no dejar que se te vaya de las manos...”
-Bue... Bueno. Nos vamos. En silencio y deprisa. -Su voz poco a poco se fue modulando hasta convertirse en un susurro. -Tenemos que llegar a las habitaciones de los invitados.
Emhyr tomó la mano de la joven y de un tirón la saco de aquella habitación con pasos ligeros y silenciosos, debían de aprovechar aquel momento, no había nadie que pudiese detectares y su habitación estaba cerca, en cuanto entraran en ella estarían seguros. En su caminar Emhyr parecía silencioso atento a sus sentidos, al olfato al oído, todo para asegurar el camino, y en el camino se le veía bien conocedor de aquel lugar, era como si lo conociese tan bien como la palma de su mano, y era así, se había criado allí prácticamente, no solo conocía los recovecos de aquel edificio sino también sus lugares secretos.
Un pequeño empujón y ya estaban dentro de la habitación de invitados para los embajadores de “Rumania”. La puerta fue cerrada.
-Lo siento. -Le dijo al darse cuenta que había sido un poco bruto con aquel gesto, ella parecía tan delicada, tanto, que parecía que fuese a romperse. -Lo siento... Lo siento... -Repitió, una y otra vez, pero aquella disculpa ya no se refería a su gesto era a algo muy diferente. -Lo lamento tanto... -De rodillas cayó frente a ella, mientras abrazaba las piernas de la joven. La máscara de seriedad y dureza se destruyó. Su voz sonó arrepentida, Emhyr ya no podía aguantar aquel sentimiento culpable, no podía más creía que podía aguantar hasta salir de allí, pero al parecer no. -Tenía que haber venido antes...
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
En ese momento no sabía quién era ni porqué había venido aquí a salvarme, en el supuesto caso de que en serio viniera a salvarme y no se estuviera burlando de mi para llevarme a otro infierno igual o peor del que estaba saliendo el día de hoy. Podría decirse que no me preocupaba demasiado, si ya había sobrevivido hasta hoy, probablemente sobreviviría y en caso de morir, sería una bendición para mi. Había mencionado a mis padres, aquellos seres que me habían hecho creer que eran traidores y quienes habían muerto dejándome sola, ni siquiera habían venido a mi en su muerte para cuidarme, aconsejarme, salvarme. ¿Porqué habría de tenerles alguna consideración? Me perdí mayormente la parte en que me miraba con descaro, estaba acostumbrada a ese tipo de cosas y cuando ellos querían algo de mi había poco que yo podría hacer para negárselo. ¿Qué caso tenía?
Me miré a mi misma cuando él soltó semejante blasfemia y no encontré nada que pudiera darle paso a hablarme así, de inmediato mi cerebro siguió la pauta marcada por mi marido, tan pronto se había terminado la ilusión de salir de ahí. Mis ojos pasearon de sus ojos a sus puños y esperé el golpe, incluso me encogí sobre mi misma para hacer menor el dolor que estaba seguro sentiría en cuanto uno de esos puños se estrellara contra mi cuerpo, la poca carne que cubría mis huesos se amorataría de inmediato. Cerré los ojos esperando el golpe y me cubrí la cara con las manos, había aprendido a no tener marcas en el rostro porque ese era el tipo de cosas que provocaban preguntas incómodas que yo no sabía responder y que a mi marido le provocaban ataques de ira. ¿Cómo es que yo era tan tonta como para dejar que me golpeara en la cara? -No te va a hacer nada, princesa... ya te he dicho que es bueno- Parpadeé un par de veces mirando a Ahmet que me miraba desde el otro lado de la habitación y escuché a lo lejos cómo el hombre desconocido intentaba tranquilizarse con respiraciones para después indicarme a dónde íbamos a ir. Asentí a Ahmet y me dejé guiar por Emhyr manteniendo a mi príncipe del más allá junto a mi en todo momento, no tenía miedo, sólo no quería que me lastimaran otra vez el día de hoy, sólo eso pedía: Tiempo para curarme.
Solté un quejido cuando me tomó de la mano lastimada pero lo dejé pasar siguiéndolo y escuchando el sonido que mis pies descalzos hacían contra el suelo frío, mis pies y sus zapatos al compás del silencio que nos rodeaba. Iba como ausente mirando la mano de Emhyr cerrada en la mía tan absorta que cuando me empujó estuve a punto de caer de rodillas y soltar mi caja, pero me aferré a mis pertenencias y trastabillé haciendo uso de mis reflejos para mantenerme de pie escuchando la puerta cerrarse. Las habitaciones de invitados. Miré alrededor ubicando a Ahmet y a los demás espíritus que lo acompañaban y que hablaban todos en voz alta esperando que yo les ayudara. Apenas escuché sus disculpas pero sus brazos alrededor de mis piernas me hicieron bajar la mirada para darme cuenta de que estaba pidiéndome perdón. Si no me había hecho nada.
Miré a Ahmet sin entender nada y luego la cabeza del que era mi hermano y a quien yo no reconocía luchando por transmitirle el pensamiento sin que él entendiera nada, seguía pidiéndome perdón y hablando de cosas que no podían ser, tendría que desenterrar mi voz desde lo más profundo para decirle lo que necesitaba saber. -¿Porqué me pides perdón por cosas que no son tu culpa? Puse una mano en su cabeza volviendo al silencio total pero sin moverme para rechazar su tacto ni pidiéndole que dejara de hacerlo, de alguna o de otra manera se sentía bien, me hacía sentir segura y todos los presentes lo sabían. No iba a sonreírle para darle ánimos, yo no sabía sonreir ya pero en mi caricia intenté plasmar todo lo que estaba pensando, no sabía quién era pero empezaba a pensar que no iba a mandarme a otro infierno peor.
Me miré a mi misma cuando él soltó semejante blasfemia y no encontré nada que pudiera darle paso a hablarme así, de inmediato mi cerebro siguió la pauta marcada por mi marido, tan pronto se había terminado la ilusión de salir de ahí. Mis ojos pasearon de sus ojos a sus puños y esperé el golpe, incluso me encogí sobre mi misma para hacer menor el dolor que estaba seguro sentiría en cuanto uno de esos puños se estrellara contra mi cuerpo, la poca carne que cubría mis huesos se amorataría de inmediato. Cerré los ojos esperando el golpe y me cubrí la cara con las manos, había aprendido a no tener marcas en el rostro porque ese era el tipo de cosas que provocaban preguntas incómodas que yo no sabía responder y que a mi marido le provocaban ataques de ira. ¿Cómo es que yo era tan tonta como para dejar que me golpeara en la cara? -No te va a hacer nada, princesa... ya te he dicho que es bueno- Parpadeé un par de veces mirando a Ahmet que me miraba desde el otro lado de la habitación y escuché a lo lejos cómo el hombre desconocido intentaba tranquilizarse con respiraciones para después indicarme a dónde íbamos a ir. Asentí a Ahmet y me dejé guiar por Emhyr manteniendo a mi príncipe del más allá junto a mi en todo momento, no tenía miedo, sólo no quería que me lastimaran otra vez el día de hoy, sólo eso pedía: Tiempo para curarme.
Solté un quejido cuando me tomó de la mano lastimada pero lo dejé pasar siguiéndolo y escuchando el sonido que mis pies descalzos hacían contra el suelo frío, mis pies y sus zapatos al compás del silencio que nos rodeaba. Iba como ausente mirando la mano de Emhyr cerrada en la mía tan absorta que cuando me empujó estuve a punto de caer de rodillas y soltar mi caja, pero me aferré a mis pertenencias y trastabillé haciendo uso de mis reflejos para mantenerme de pie escuchando la puerta cerrarse. Las habitaciones de invitados. Miré alrededor ubicando a Ahmet y a los demás espíritus que lo acompañaban y que hablaban todos en voz alta esperando que yo les ayudara. Apenas escuché sus disculpas pero sus brazos alrededor de mis piernas me hicieron bajar la mirada para darme cuenta de que estaba pidiéndome perdón. Si no me había hecho nada.
Miré a Ahmet sin entender nada y luego la cabeza del que era mi hermano y a quien yo no reconocía luchando por transmitirle el pensamiento sin que él entendiera nada, seguía pidiéndome perdón y hablando de cosas que no podían ser, tendría que desenterrar mi voz desde lo más profundo para decirle lo que necesitaba saber. -¿Porqué me pides perdón por cosas que no son tu culpa? Puse una mano en su cabeza volviendo al silencio total pero sin moverme para rechazar su tacto ni pidiéndole que dejara de hacerlo, de alguna o de otra manera se sentía bien, me hacía sentir segura y todos los presentes lo sabían. No iba a sonreírle para darle ánimos, yo no sabía sonreir ya pero en mi caricia intenté plasmar todo lo que estaba pensando, no sabía quién era pero empezaba a pensar que no iba a mandarme a otro infierno peor.
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
[Perdón por la tardanza pero a veces no doy a basto xd]
Sus manos continuaron aferradas a sus piernas tras su silencio, Emhyr había vuelto a una tierra que no era ya la suya, había tomado el valor de no se sabía donde. ¿Tantos años le había costado el poder ser capaz de devolver del destierro aquellos recuerdos de su identidad pasada? Él había figido a lo largo de su vida no ser quien había sido, se había formado en su mente un pasado muy diferente, más humilde con el que engañar a aquellos que le habían acompañado en el camino. La mentira se la había creído casi él, a veces destacaba que había sido una clase de soldado pero no nombraba nada más, y en cierto modo lo había sido, pero la parte a la que se referia a su linaje noble, su verdadera familia... Aquella parte era un tabú que su mente encerraba en una fría cárcel olvidada, era una parte de su vida que había que olvidar para poder continuar hacia delante, a pesar de que su huida le recordaba una y otra vez aquellos que ya yacían en la tumba.
En el tercer año de su huida fue consciente de que su hermana pequeña estaba viva que había posibilidades de arrancarla de aquel destino que se había iniciado para ella, sus compañeros más fieles a su familia se lo había nombrado más de una vez, insistido, pero él siempre había evitado aquel tema diciéndo "que para él ya estaba muerta". Aquel pensamiento era cruel y egoísta, pero realmente tras aquello solo se escondía el miedo, la cobardía. Y rota la última oportunidad para evitar aquel sufrimiento que ella ya había vivido en aquellos últimos años, Emhyr se había marchado rompiendo sus lazos con su país con aquellos fieles que morían por defender a una antigua familia que había "traicionado" a los más altos mandos.
Su pequeña mano sobre su cabeza, un pequeño gesto de calidez, un gesto que le pareció de piedad, y la voz que parecía muda, hizó que Emhyr alzase su rostro para mirarla sorprendido de ella rompiese el silencio. Éste se levanto a duras penas, ya que al posar sus rodillas sobre el suelo, le pareció que el peso de la culpa había quedado cargado en su espalda reteniendole en aquella postura.
-Porque todo lo que has pasado en éstos últimos años podía habértelo ahorrado, si no te hubiese desterrado al olvido. -Su ojos le miraron brillantes, contenían un llanto que nunca se derramaría, a pesar de que más de una vez lo había hecho. -Te negué como mi hermana. Para mi estuviste muerta...
Emhyr evitaba sus ojos, ya que éstos le parecieron quemarle. Un mechón de su mejilla fue apartado por él mismo, produciendo a la joven el leve cosquilleo en su piel al sentir el cotacto de las yemas de sus dedos sobre esta.
-Fui egoísta y cobarde, no tenía excusa... Ni la tengo. -Pausa. -Y ciertamente no merezco tu perdón, ni lo espero a pesar de que te lo pueda pedir miles de veces. Solo he venido a decirte la verdad, a liberarte si es tu deseo, a darte la vida que te ha sido robada... A darte la capacidad de que tu seas dueña de sus propios pasos y elecciones. Tú tienes la última palabra, Nitarah.
Su voz era suave, cálida, pero suave, tanto que parecía con ella el mismo aire que transportaba aquellos sonidos que de sus labios brotaban.
Sus manos continuaron aferradas a sus piernas tras su silencio, Emhyr había vuelto a una tierra que no era ya la suya, había tomado el valor de no se sabía donde. ¿Tantos años le había costado el poder ser capaz de devolver del destierro aquellos recuerdos de su identidad pasada? Él había figido a lo largo de su vida no ser quien había sido, se había formado en su mente un pasado muy diferente, más humilde con el que engañar a aquellos que le habían acompañado en el camino. La mentira se la había creído casi él, a veces destacaba que había sido una clase de soldado pero no nombraba nada más, y en cierto modo lo había sido, pero la parte a la que se referia a su linaje noble, su verdadera familia... Aquella parte era un tabú que su mente encerraba en una fría cárcel olvidada, era una parte de su vida que había que olvidar para poder continuar hacia delante, a pesar de que su huida le recordaba una y otra vez aquellos que ya yacían en la tumba.
En el tercer año de su huida fue consciente de que su hermana pequeña estaba viva que había posibilidades de arrancarla de aquel destino que se había iniciado para ella, sus compañeros más fieles a su familia se lo había nombrado más de una vez, insistido, pero él siempre había evitado aquel tema diciéndo "que para él ya estaba muerta". Aquel pensamiento era cruel y egoísta, pero realmente tras aquello solo se escondía el miedo, la cobardía. Y rota la última oportunidad para evitar aquel sufrimiento que ella ya había vivido en aquellos últimos años, Emhyr se había marchado rompiendo sus lazos con su país con aquellos fieles que morían por defender a una antigua familia que había "traicionado" a los más altos mandos.
Su pequeña mano sobre su cabeza, un pequeño gesto de calidez, un gesto que le pareció de piedad, y la voz que parecía muda, hizó que Emhyr alzase su rostro para mirarla sorprendido de ella rompiese el silencio. Éste se levanto a duras penas, ya que al posar sus rodillas sobre el suelo, le pareció que el peso de la culpa había quedado cargado en su espalda reteniendole en aquella postura.
-Porque todo lo que has pasado en éstos últimos años podía habértelo ahorrado, si no te hubiese desterrado al olvido. -Su ojos le miraron brillantes, contenían un llanto que nunca se derramaría, a pesar de que más de una vez lo había hecho. -Te negué como mi hermana. Para mi estuviste muerta...
Emhyr evitaba sus ojos, ya que éstos le parecieron quemarle. Un mechón de su mejilla fue apartado por él mismo, produciendo a la joven el leve cosquilleo en su piel al sentir el cotacto de las yemas de sus dedos sobre esta.
-Fui egoísta y cobarde, no tenía excusa... Ni la tengo. -Pausa. -Y ciertamente no merezco tu perdón, ni lo espero a pesar de que te lo pueda pedir miles de veces. Solo he venido a decirte la verdad, a liberarte si es tu deseo, a darte la vida que te ha sido robada... A darte la capacidad de que tu seas dueña de sus propios pasos y elecciones. Tú tienes la última palabra, Nitarah.
Su voz era suave, cálida, pero suave, tanto que parecía con ella el mismo aire que transportaba aquellos sonidos que de sus labios brotaban.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Mi voz había salido de entre telarañas en mis cuerdas vocales, guardada, mohosa, llena de polvo y soledad, una voz que había permanecido guardada desde hacía tantos años, que ya sólo se utilizaba para fingir demencia cuando no quería hacer una cosa u otra, para demostrar dolor en quejidos diminutos cuando me golpeaban, que tan sólo pasaba por mi mente como un recuerdo cada vez que hablaba con Ahmet. Una voz que me habían robado hacía mucho tiempo, que ya no era mía, que no iba a volver a ser mía jamás, sólo un instrumento lejano que usaría una que otra vez sin que significara nada para mi.
A mi también me habían venido con el cuento de que mi familia había traicionado a los altos mandos, que era hija de traidores y que por eso, sólo por eso debía de sentirme halagada de que alguien todavía quisiera estar conmigo, que quisiera que fuera su esposa y que no me mandara matar por el simple hecho de ser traidora por simple asociación. Tenía que negarlos, odiarlos y escupir en sus recuerdos si quería seguir viva y por un tiempo siempre dije en voz alta que no me importaba nada pero los golpes fueron cada vez más fuertes, incluso hasta dejarme inconsciente así que llegó un momento en que decidí dejar mis recuerdos para mi solita, porque aunque quisiera morirme, los golpes me dolían mucho. Podrían decirme cobarde, egoísta, débil, lo que ustedes quieran pero ya hace mucho tiempo que me han dejado de importar las opiniones de la gente.
Lo miré de regreso sintiendo frío donde había puesto sus manos cuando éstas dejaron su posición y él se levantó siguiéndolo con la mirada. Me lo habría ahorrado, me hubiera salvado antes de que los golpes dejaran de ser dolorosos solamente a nivel físico sino que calaran hasta el espíritu, antes de que tuviera el alma magullada, tan magullada como para no importarme cuánto tiempo pudo haberme ahorrado de este infierno. Desterrada al olvido, pero eso era lo que yo era ahora, ¿no? sólo un personaje que había existido antes y que ahora se desdibujaba en un rincón de la memoria de la gente. Eso tampoco me importaba, tal vez si me quedaba lo suficientemente quieta, me desdibujaría tanto que me desvanecería en el aire y dejaría de existir para siempre, eso era lo que yo quería.
Apenas tuve una reacción cuando me llamó 'hermana', tal vez abrí un milímetro más los ojos, quizás mi corazón latió mas fuerte o las heridas dolieron más. Por un breve instante mi mente se regresó a aquellos momentos en que yo era todavía feliz y un anhelo que duró una fracción de segundo me hizo querer desgarrarme la piel si con eso pudiera regresar a todo eso. Pero todo eso duró un segundo, después volví a ser la misma Nitarah de siempre, la Nitarah de los últimos ocho años que no iba a abrir la boca una vez más. Di un bote por inercia cuando su dedo tocó mi mejilla, ésta vez sintiendo mi corazón acelerarse de nuevo pero no de felicidad sino de miedo, miedo irracional que solamente se debía a que tenía todo por dentro muy revuelto y estaba confundida. -No tengas miedo de él... Miré a Ahmet que me instaba a irme de una vez por todas, escuchando a medias a mi muerto preferido y a medias a mi hermano perdido, al que yo había creído muerto también.
La verdad. Libertad. Vida. Elección. Muchas palabras que antes significaban tanto pero que ahora quedaban tan vacías como fuera que las pusieran, yo ya había perdido la esperanza de salir de aquí o de tener una vida y ahora venían a darme las opciones como si pudiera tomarlas con mi mano y todo fuera a cambiar de pronto. Sonaba a una promesa tan brillante y tan emocionante que me costaba trabajo creerla y tomarla entre mis dedos. Dediqué una mirada a Ahmet y le di la instrucción de que contestara por mi. Las cortinas que colgaban se elevaron como si una ráfaga de aire inexistente hubiera entrado de pronto y se escucharon unos chirridos agudos provenientes de la pared a mi espalda en donde rasguños como de uñas empezaban a dejarse ver formando palabras en turco que él debía entender. Un mensaje corto y tétrico de parte mía con un mediador del más allá hablando por mi. No me moví y dejé que él mismo se diera cuenta de todo aunque probablemente el sonido lo había alertado.
Un mensaje corto, un mensaje que sólo estuvo hasta que Emhyr se dio cuenta de él, un instante fugaz antes de desaparecer como si nunca hubiera estado ahí, una forma de decirle que confiaba en él, que iría con él y que recordaba su nombre. Mi expresión no cambió y no iba a explicarle nada de nada al respecto, en mi mente sólo quedaban dudas. Duda de cómo íbamos a salir de ahí y de qué me esperaba cuando llegáramos a donde fuéramos a llegar pero suponía que ya me enteraría en el momento adecuado.
A mi también me habían venido con el cuento de que mi familia había traicionado a los altos mandos, que era hija de traidores y que por eso, sólo por eso debía de sentirme halagada de que alguien todavía quisiera estar conmigo, que quisiera que fuera su esposa y que no me mandara matar por el simple hecho de ser traidora por simple asociación. Tenía que negarlos, odiarlos y escupir en sus recuerdos si quería seguir viva y por un tiempo siempre dije en voz alta que no me importaba nada pero los golpes fueron cada vez más fuertes, incluso hasta dejarme inconsciente así que llegó un momento en que decidí dejar mis recuerdos para mi solita, porque aunque quisiera morirme, los golpes me dolían mucho. Podrían decirme cobarde, egoísta, débil, lo que ustedes quieran pero ya hace mucho tiempo que me han dejado de importar las opiniones de la gente.
Lo miré de regreso sintiendo frío donde había puesto sus manos cuando éstas dejaron su posición y él se levantó siguiéndolo con la mirada. Me lo habría ahorrado, me hubiera salvado antes de que los golpes dejaran de ser dolorosos solamente a nivel físico sino que calaran hasta el espíritu, antes de que tuviera el alma magullada, tan magullada como para no importarme cuánto tiempo pudo haberme ahorrado de este infierno. Desterrada al olvido, pero eso era lo que yo era ahora, ¿no? sólo un personaje que había existido antes y que ahora se desdibujaba en un rincón de la memoria de la gente. Eso tampoco me importaba, tal vez si me quedaba lo suficientemente quieta, me desdibujaría tanto que me desvanecería en el aire y dejaría de existir para siempre, eso era lo que yo quería.
Apenas tuve una reacción cuando me llamó 'hermana', tal vez abrí un milímetro más los ojos, quizás mi corazón latió mas fuerte o las heridas dolieron más. Por un breve instante mi mente se regresó a aquellos momentos en que yo era todavía feliz y un anhelo que duró una fracción de segundo me hizo querer desgarrarme la piel si con eso pudiera regresar a todo eso. Pero todo eso duró un segundo, después volví a ser la misma Nitarah de siempre, la Nitarah de los últimos ocho años que no iba a abrir la boca una vez más. Di un bote por inercia cuando su dedo tocó mi mejilla, ésta vez sintiendo mi corazón acelerarse de nuevo pero no de felicidad sino de miedo, miedo irracional que solamente se debía a que tenía todo por dentro muy revuelto y estaba confundida. -No tengas miedo de él... Miré a Ahmet que me instaba a irme de una vez por todas, escuchando a medias a mi muerto preferido y a medias a mi hermano perdido, al que yo había creído muerto también.
La verdad. Libertad. Vida. Elección. Muchas palabras que antes significaban tanto pero que ahora quedaban tan vacías como fuera que las pusieran, yo ya había perdido la esperanza de salir de aquí o de tener una vida y ahora venían a darme las opciones como si pudiera tomarlas con mi mano y todo fuera a cambiar de pronto. Sonaba a una promesa tan brillante y tan emocionante que me costaba trabajo creerla y tomarla entre mis dedos. Dediqué una mirada a Ahmet y le di la instrucción de que contestara por mi. Las cortinas que colgaban se elevaron como si una ráfaga de aire inexistente hubiera entrado de pronto y se escucharon unos chirridos agudos provenientes de la pared a mi espalda en donde rasguños como de uñas empezaban a dejarse ver formando palabras en turco que él debía entender. Un mensaje corto y tétrico de parte mía con un mediador del más allá hablando por mi. No me moví y dejé que él mismo se diera cuenta de todo aunque probablemente el sonido lo había alertado.
"No me dejes aquí de nuevo, Emhyr"
Un mensaje corto, un mensaje que sólo estuvo hasta que Emhyr se dio cuenta de él, un instante fugaz antes de desaparecer como si nunca hubiera estado ahí, una forma de decirle que confiaba en él, que iría con él y que recordaba su nombre. Mi expresión no cambió y no iba a explicarle nada de nada al respecto, en mi mente sólo quedaban dudas. Duda de cómo íbamos a salir de ahí y de qué me esperaba cuando llegáramos a donde fuéramos a llegar pero suponía que ya me enteraría en el momento adecuado.
Off: No problema, yo también me he tardado un montón con la respuesta xD Lo siento
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Esperar algún tipo de respuesta cuanto ella era ahora mismo una hierática estatua, ensimismada en sus propios pensamientos ¿Qué estaría ocurriendo dentro de aquella cabecita?
Muda, y no solo ahora, seguro que lo había sido durante años y años, las palabras no le habrían servido de mucho para adoptar aquella posición; era certero el pensar alguien le habría robado el aliento de las palabras, y él sabía perfectamente quienes habían sido los responsables.
Emhyr continuaba con su rostro dirigido a la nada, pero sus ojos castaños serenos y llenos de aquel exotismo claro que ambos poseían, miraban de reojo a su hermana, esperando algún tipo de respuesta, algún gesto de ira o rencor, esperaba ver su piel arañada o dolorosamente rojiza por los golpes, sino... Palabras de rabia que pudiesen remover la espinas rasgantes que en su interior se encontraban torturando cada centímetro de su conciencia.
Aquellos labios marcados por una línea que hacía de cicatriz se movieron vacilantes, dispuestos a pronunciar pero... Tomaron el mismo camino del silencio que ella parecía estar tomando, un silencio destructor, más dolorosos y tortuosos que aquellos golpes que esperaba, más que las palabras afiladas del rencor y rabia.
Y pensar que toda aquella campaña había comenzado por un simple sueño. ¿Sueño? Más bien una pesadilla incesante que continuamente se había repetido en aquellos meses. En cuanto Morfeo cubría con su manto de calma su conciencia, en el momento menos esperado volvía una y otra vez aquella revelación que bajo el sueño quedaba representada como señal de que algo no iba bien en algún lado, y que él debía de cambiar aquellos.
La voz del hombre que le había ocultado en los primeros años de esperanza alteraba la oscuridad en la se hallaba la inconsciencia del onírico mundo.
“Tuvieron una muerte digna” -Aquella voz sonaba resignada, como un suspiro, donde un sentimiento de que la dignidad no era del todo cierta, de que algo más cruento había ocurrido.
Los pasillos de aquellas ruinas que en su día habían estado cubiertas por las piezas doradas de los mosaicos bizantinos, eran el recorrido veloz que sus pies con energía iban dejando atrás hasta que estos se detenía en seco.
La mujer joven que no se resignaba ante su destino, una mujer que identificaba perfectamente de su infancia.
-¿Amabas al diablo? -Era la voz de aquel hombre moreno, su padre, que inclinaba la cabeza de la más joven.
-El diablo llora... -Contestaba esta misma, mientras con aquellos ojos huidizos obedecía ante los movimientos del hombre, y miraban a Emhyr. -El diablo llora...
Sobre su nunca la punta afilada que de un movimiento hace que esta caiga ya sin vida mientras los ríos de rubíes se abren paso entre su cabello enredados y tan oscuro como el de él.
Emhyr podía oler aquella sangre tan singular, su propia sangre, la sangre de su hermana... Una sangre demasiado especial para los inmortales... Dimitri se lo había dicho en la lejana París.
El hombre moreno le señalaba con el puñal con gesto acusador y a continuación con un gesto que no podía apreciarse, caía derrumbado sobre la joven mezclando su sangre tibia con la de ella.
“Tuvieron una muerte digna” Para Emhyr una muerte digna dentro de la nobleza era el suicidio antes que ser muerto por algún tipo de verdugo indigno. La religión de su madre no habría permitido el suicidio, así que se había podido imaginar una y otra vez como había ocurrido. Ciertamente hubiese sido más fácil mentir a sus pensamientos que intentar evocar la realidad una y otra vez en su mente. Él sabía la verdad... La cruda verdad...
El zumbido en sus oídos, la voz del viento que ondeaba aquellas cortinas pausaron sus pensamientos ensimismados. Una palabras que aparecieron de la nada, a Emhyr no le asustaron aquellos adormecimientos no era de extrañar que siendo ella hija de su misma madre, no poseyerá algun extraordinario don.
Emhyr sonrió cálido.
-Al parecer lo tienes también, yo deje de verlos hace mucho... -Emhyr camino hacia un baúl y comenzó a sacar ropas, alhajas de todo tipo que tintineantes indicaban el poseer cascabeles y diferentes tipos de ungüentos. -Por alguien estoy aquí, no te dejaré atrás. Tengo un plan por ahora necesito que te pongas estas ropas, ella pronto llegará como esta planeado...
Emhyr le entro aquellas ropas poco usuales para mujeres de aquel palacio, más atrevidas de la cuenta, que dejaban ver demasiadas zonas de la piel, colores llamativos... Típica ropa de una cortesana de la calle.
OFF: Tiempo al tiempo...
Muda, y no solo ahora, seguro que lo había sido durante años y años, las palabras no le habrían servido de mucho para adoptar aquella posición; era certero el pensar alguien le habría robado el aliento de las palabras, y él sabía perfectamente quienes habían sido los responsables.
Emhyr continuaba con su rostro dirigido a la nada, pero sus ojos castaños serenos y llenos de aquel exotismo claro que ambos poseían, miraban de reojo a su hermana, esperando algún tipo de respuesta, algún gesto de ira o rencor, esperaba ver su piel arañada o dolorosamente rojiza por los golpes, sino... Palabras de rabia que pudiesen remover la espinas rasgantes que en su interior se encontraban torturando cada centímetro de su conciencia.
Aquellos labios marcados por una línea que hacía de cicatriz se movieron vacilantes, dispuestos a pronunciar pero... Tomaron el mismo camino del silencio que ella parecía estar tomando, un silencio destructor, más dolorosos y tortuosos que aquellos golpes que esperaba, más que las palabras afiladas del rencor y rabia.
Y pensar que toda aquella campaña había comenzado por un simple sueño. ¿Sueño? Más bien una pesadilla incesante que continuamente se había repetido en aquellos meses. En cuanto Morfeo cubría con su manto de calma su conciencia, en el momento menos esperado volvía una y otra vez aquella revelación que bajo el sueño quedaba representada como señal de que algo no iba bien en algún lado, y que él debía de cambiar aquellos.
La voz del hombre que le había ocultado en los primeros años de esperanza alteraba la oscuridad en la se hallaba la inconsciencia del onírico mundo.
“Tuvieron una muerte digna” -Aquella voz sonaba resignada, como un suspiro, donde un sentimiento de que la dignidad no era del todo cierta, de que algo más cruento había ocurrido.
Los pasillos de aquellas ruinas que en su día habían estado cubiertas por las piezas doradas de los mosaicos bizantinos, eran el recorrido veloz que sus pies con energía iban dejando atrás hasta que estos se detenía en seco.
La mujer joven que no se resignaba ante su destino, una mujer que identificaba perfectamente de su infancia.
-¿Amabas al diablo? -Era la voz de aquel hombre moreno, su padre, que inclinaba la cabeza de la más joven.
-El diablo llora... -Contestaba esta misma, mientras con aquellos ojos huidizos obedecía ante los movimientos del hombre, y miraban a Emhyr. -El diablo llora...
Sobre su nunca la punta afilada que de un movimiento hace que esta caiga ya sin vida mientras los ríos de rubíes se abren paso entre su cabello enredados y tan oscuro como el de él.
Emhyr podía oler aquella sangre tan singular, su propia sangre, la sangre de su hermana... Una sangre demasiado especial para los inmortales... Dimitri se lo había dicho en la lejana París.
El hombre moreno le señalaba con el puñal con gesto acusador y a continuación con un gesto que no podía apreciarse, caía derrumbado sobre la joven mezclando su sangre tibia con la de ella.
“Tuvieron una muerte digna” Para Emhyr una muerte digna dentro de la nobleza era el suicidio antes que ser muerto por algún tipo de verdugo indigno. La religión de su madre no habría permitido el suicidio, así que se había podido imaginar una y otra vez como había ocurrido. Ciertamente hubiese sido más fácil mentir a sus pensamientos que intentar evocar la realidad una y otra vez en su mente. Él sabía la verdad... La cruda verdad...
El zumbido en sus oídos, la voz del viento que ondeaba aquellas cortinas pausaron sus pensamientos ensimismados. Una palabras que aparecieron de la nada, a Emhyr no le asustaron aquellos adormecimientos no era de extrañar que siendo ella hija de su misma madre, no poseyerá algun extraordinario don.
Emhyr sonrió cálido.
-Al parecer lo tienes también, yo deje de verlos hace mucho... -Emhyr camino hacia un baúl y comenzó a sacar ropas, alhajas de todo tipo que tintineantes indicaban el poseer cascabeles y diferentes tipos de ungüentos. -Por alguien estoy aquí, no te dejaré atrás. Tengo un plan por ahora necesito que te pongas estas ropas, ella pronto llegará como esta planeado...
Emhyr le entro aquellas ropas poco usuales para mujeres de aquel palacio, más atrevidas de la cuenta, que dejaban ver demasiadas zonas de la piel, colores llamativos... Típica ropa de una cortesana de la calle.
OFF: Tiempo al tiempo...
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Le había dado una prueba de lo que era mi voz, la voz que en los últimos años sólo había servido para suplicar con negativas o pedir auxilio a gritos, la voz que yo había logrado enterrar para siempre porque de todas maneras no me servía para nada. Tampoco sentía rencor. ¿Porqué sentirlo? Había pasado las de Caín en ese lugar, siempre siendo la que menos importaba, a la que menos le hacían caso, la que maltrataban, la que herían no sólo con golpes sino también con palabras. Pero había sobrevivido, y sin ayuda de nadie más que de Ahmet y los tónicos que bebía para dormir. Los tónicos para dormir me hacían internarme en un mundo que me pertenecía sólo a mi, un mundo donde si quería podía volar tan alto y lejos de esas paredes que me encerraban, podía matar a mi marido con mis propias manos y escaparme como si hubiera matado un pollo para comer, soñando era libre y podía ser cualquier cosa. Por otro lado, Ahmet me consolaba con palabras de aliento en el oído, me hacía sentir mejor con movimientos de cortinas y telas donde no había corrientes de viento, jugarretas inocentes de palabras desgarradas o escritas con sangre en las paredes para espantarlos a todos y que la dejaran en paz. A todos menos a mi marido que sabía a lo que se enfrentaba y tanto así que la única amenaza que me lograba dejar quieta era solamente la promesa de morir en la pira incendiaria. ¿Qué podía decirle a él? A un hermano perdido que había creído muerto pero que al fin había venido a salvarme. Por fin.
No era una chica que llamara mucho la atención, en mis condiciones lo mejor era precisamente mantener un bajo perfil por si a alguien se le ocurría que era mejor venir a ver qué estaba haciendo, así al menos mi marido no me molestaba tanto, por eso no me movía demasiado, por eso intentaba siempre pasar desapercibida y ahora que estaba por salir de mi encierro, no podía dejr de serlo. Era demasiado tiempo viviendo con la costumbre de ir callada y sin hacer aspavientos como para que de repente todo cambiara solamente porque si. Yo había sido marcada a fuego. Y así me quedaría hasta que alguien me demostrara que podía dejar de ser precavida, hasta que alguien me mostrara que podía dejar de tener miedo y que iba a estar a salvo a costa de cualquiera, que no tendría que dormir hecha un ovillo, abrazándome a mi misma porque creía que no era lo suficientemente digna de que alguien más me quisiera, que no tendría que sufrir más castigos y golpes simplemente por negarme a hacer algo que a la larga me iba a calar más dentro que nada en este mundo. No. ¿Quería que dijera algo?, ¿Que hiciera algo?, ¿Que sonriera? Primero necesitaba saber que yo iba a salir de ahí.
Que lejos quedaban ahora los tiempos en que mis padres vivían y velaban por nosotros, parecían haber transcurrido vidas enteras desde eso y aun así el recuerdo de nuestros padres se mantenía intacto en mi memoria, guardado en un recoveco de mi cerebro para que yo pudiera ahondar en los cajones y mirarlos cuando necesitaba fuerzas para no dejarme morir. Por ellos siempre luchaba, por la oportunidad de vida que a ellos les había sido negada, por eso me debatía con manos y piernas ante mi marido y por eso ahora esperaba con ansias lo que planeábamos hacer para salir de ese lugar. Dicen por ahí que el descenso al infierno es muy fácil pero tal vez el ascenso al cielo no lo era tanto, probablemente necesitábamos alas que a mi me habían cortado hacía mucho.
Me pareció raro que no se asustara, sólo mi marido parecía saber con qué clase de mal bicho se había casado pero si me asombró o no, nunca dejé que Emhyr lo notara, nadie debía saberlo, eso decía aquel hombre que había minado no sólo mi autoestima sino también mi fragil cuerpo. ¿Pero cómo podía saber que yo lo había provocado? -Es más valiente de lo que yo pensaba, princesa. Tal vez sea digno de ser tu salvador- Vi a Ahmet sonreír cuando se dio cuenta de que él podía ver muertos también, tal vez con la esperanza de que alguien más que la loca del camisón pudiera verlo pero mi hermano lo había dejado claro. "Hacía mucho que había dejado de verlos". Estiré una de mis manos hacia donde estaba Ahmet. Un gesto que quería decir que no podía dejarme sola, que me lo iba a llevar conmigo así tuviera que romper cualquier tipo de regla sobrenatural pero Ahmet ensanchó más su sonrisa. -No desconfíes, linda. Yo voy a donde quiera que tu vayas-
Tomé las ropas que me daba curiosa por el tipo de prendas que representaban, las inspeccioné por encima hasta que la palabra clave salió de boca de mi hermano. "Ella" ¿Quién era ella? Fruncí el ceño mirando a Ahmet sin entender nada de lo que estaba pasando. ¿Quién más iba a venir? ¿Podríamos confiar en ella? ¿No querría solamente aprovecharse? Dejé de pensar en ello porque no tenía caso, yo quería salir de ahí y de ahí iba a salir así fuera agarrándome con uñas y dientes a los brazos de mi hermano. El lo había prometido. Hice una seña para que mi fantasma personal metiera un solo pensamiento en la cabeza de mi hermano, uno que iba de mi parte mientras yo tiraba las ropas al suelo y averiguaba cómo vestirlas. Un pensamiento que seguramente rebotó en las paredes de su subconsciente aun cuando no pudiera ver a mi amigo.
Mentiría si dijera que tenía pudor alguno, en este lugar medio mundo te miraba vestirte así que me deshice del camisón sin esperar a que se volteara, dejando que viera las marcas, cicatrices, morados y quemaduras que tenía por el cuerpo. No, no era un cuerpo bonito, mi marido se había empeñado en que sólo él disfrutara de mi y con todo lo que me hacía probablemente me había hecho repugnante para otros hombres. Desdoblé la ropa y me peleé con ella poniéndola sobre mi cabeza, atorándome con ella, forcejeando con la forma correcta en la que debería llevarla. Yo nunca me vestía sola. Necesitaba ayuda.
No era una chica que llamara mucho la atención, en mis condiciones lo mejor era precisamente mantener un bajo perfil por si a alguien se le ocurría que era mejor venir a ver qué estaba haciendo, así al menos mi marido no me molestaba tanto, por eso no me movía demasiado, por eso intentaba siempre pasar desapercibida y ahora que estaba por salir de mi encierro, no podía dejr de serlo. Era demasiado tiempo viviendo con la costumbre de ir callada y sin hacer aspavientos como para que de repente todo cambiara solamente porque si. Yo había sido marcada a fuego. Y así me quedaría hasta que alguien me demostrara que podía dejar de ser precavida, hasta que alguien me mostrara que podía dejar de tener miedo y que iba a estar a salvo a costa de cualquiera, que no tendría que dormir hecha un ovillo, abrazándome a mi misma porque creía que no era lo suficientemente digna de que alguien más me quisiera, que no tendría que sufrir más castigos y golpes simplemente por negarme a hacer algo que a la larga me iba a calar más dentro que nada en este mundo. No. ¿Quería que dijera algo?, ¿Que hiciera algo?, ¿Que sonriera? Primero necesitaba saber que yo iba a salir de ahí.
Que lejos quedaban ahora los tiempos en que mis padres vivían y velaban por nosotros, parecían haber transcurrido vidas enteras desde eso y aun así el recuerdo de nuestros padres se mantenía intacto en mi memoria, guardado en un recoveco de mi cerebro para que yo pudiera ahondar en los cajones y mirarlos cuando necesitaba fuerzas para no dejarme morir. Por ellos siempre luchaba, por la oportunidad de vida que a ellos les había sido negada, por eso me debatía con manos y piernas ante mi marido y por eso ahora esperaba con ansias lo que planeábamos hacer para salir de ese lugar. Dicen por ahí que el descenso al infierno es muy fácil pero tal vez el ascenso al cielo no lo era tanto, probablemente necesitábamos alas que a mi me habían cortado hacía mucho.
Me pareció raro que no se asustara, sólo mi marido parecía saber con qué clase de mal bicho se había casado pero si me asombró o no, nunca dejé que Emhyr lo notara, nadie debía saberlo, eso decía aquel hombre que había minado no sólo mi autoestima sino también mi fragil cuerpo. ¿Pero cómo podía saber que yo lo había provocado? -Es más valiente de lo que yo pensaba, princesa. Tal vez sea digno de ser tu salvador- Vi a Ahmet sonreír cuando se dio cuenta de que él podía ver muertos también, tal vez con la esperanza de que alguien más que la loca del camisón pudiera verlo pero mi hermano lo había dejado claro. "Hacía mucho que había dejado de verlos". Estiré una de mis manos hacia donde estaba Ahmet. Un gesto que quería decir que no podía dejarme sola, que me lo iba a llevar conmigo así tuviera que romper cualquier tipo de regla sobrenatural pero Ahmet ensanchó más su sonrisa. -No desconfíes, linda. Yo voy a donde quiera que tu vayas-
Tomé las ropas que me daba curiosa por el tipo de prendas que representaban, las inspeccioné por encima hasta que la palabra clave salió de boca de mi hermano. "Ella" ¿Quién era ella? Fruncí el ceño mirando a Ahmet sin entender nada de lo que estaba pasando. ¿Quién más iba a venir? ¿Podríamos confiar en ella? ¿No querría solamente aprovecharse? Dejé de pensar en ello porque no tenía caso, yo quería salir de ahí y de ahí iba a salir así fuera agarrándome con uñas y dientes a los brazos de mi hermano. El lo había prometido. Hice una seña para que mi fantasma personal metiera un solo pensamiento en la cabeza de mi hermano, uno que iba de mi parte mientras yo tiraba las ropas al suelo y averiguaba cómo vestirlas. Un pensamiento que seguramente rebotó en las paredes de su subconsciente aun cuando no pudiera ver a mi amigo.
"La princesa quiere saber quién es 'ella'"
Mentiría si dijera que tenía pudor alguno, en este lugar medio mundo te miraba vestirte así que me deshice del camisón sin esperar a que se volteara, dejando que viera las marcas, cicatrices, morados y quemaduras que tenía por el cuerpo. No, no era un cuerpo bonito, mi marido se había empeñado en que sólo él disfrutara de mi y con todo lo que me hacía probablemente me había hecho repugnante para otros hombres. Desdoblé la ropa y me peleé con ella poniéndola sobre mi cabeza, atorándome con ella, forcejeando con la forma correcta en la que debería llevarla. Yo nunca me vestía sola. Necesitaba ayuda.
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Emhyr dejo sobre una mesa unos cuantos objetos típicos, para dar arreglo a cualquier mujer coqueta. Peine, cepillo, ungüentos, alhajas no muy baratas...
El turco como si nada se volvió hacia donde estaba ella con los brazos cruzados, observando como se vestía. Estaba tan acostumbrado a la despreocupación de ver como una mujer se desnudaba que no cayó en la cuenta que aquella mujer no era cualquier amante con la que haría pasado una fugaz noche, sino su propia hermana.
Carraspeó y camino hacia la puerta entre abriéndola, asomándose de un modo disimilado, dispuesto a darle a un poco de privacidad, ya que no quería causarle incomodidad al estar observándola.
Mientras esperaba, una imagen se marco en la mente de Emhyr, había sido efímera la vista del cuerpo semidesnudo de su hermana, pero esa vista había sido suficiente para poder darse cuenta de todas las vejaciones a las que había estado expuesta en aquellos últimos años. ¿Qué esperaba? Que la tratasen como una reina por estar en una clase social más alta, por tener más rango que el resto del pueblo... La verdad, por una parte si, Emhyr pensaba que ella olvidaría el pasado ya que cuando todo ocurrió era demasiado joven, tal vez la vida en aquel nuevo lugar le diese nuevas oportunidad un estatus digno de ella, pero al parecer había sido todo lo contrarió. Que se podía esperar de su marido, su familia ya tenía cierta fama, porque no haberla creído y haber montado aquella fantasía. Si, él sabía la realidad. Era un consuelo de necio que había dibujado la conciencia del turco para poder aplicar el egoísmo en su vida, para dejarla en el olvido , en el pasado, para no recordar una hermana perdida que estaba esperándole en algún lugar como prisionera.
En el pasillo escuchó una voz, ¡a no! La voz no provenía del pasillo sino era un reflejo en su propia mente. Emhyr se volvió a su hermana al escuchar el mensaje, comprendiendo que de algún modo ella enmudecía por un motivo, el cual sería importante para ella o por algo que le había marcado, no le preocupó tanto como el pensar de que era muda o le había hecho algún tipo de daño que le impidiese hablar, pero si el que usase aquel tipo de “defensa” con respecto a él y ahora el mundo. Aquella debía de cambiar, solo necesitaría tiempo.
La puerta quedo cerrada tras su espalda, una sonrisa divertida se dibujo efímera en sus labios, al descubrir aquella pelea iniciada entre Nitarah y las prendas que debía de vestir. Emhyr decidió ayudarla de algún modo, no sería la primera vez que hubiese vestido a una mujer.
Tirando de la tela con delicadeza, así sacando su cabeza atascada, Emhyr comenzó a hablar.
-Esta pieza de aquí es para la cintura. -Un pequeño botón desato de aquella falda con dos rajas que dejaban ver sus muslos al caminar, ese tipo de ropa a pesar de su apariencia oriental, no estaba hecha ni era de aquel país, parecía salir de algún tipo de espectáculo exótico o algo similar, y ciertamente no quedaba muy lejos de ello. -Y esta de aquí va en tus... -Emhyr calló e hizo un gesto refiriéndose a sus pechos. -El vientre queda al desnudo, al igual que otras partes del cuerpo, pero esta tela de aquí. -Señalo a la mesita. -Envuelve el cuerpo dejando al descubierto solamente lo que tu desees que se vea.
La verdad aquella era la intención de aquellas ropas, insinuar lo que había debajo de entre esas telas que dejaba mucho por ver, y el poder deshacerse de aquella tela para enseñar lo que se vendía. Trucos de cortesanas.
De nuevo Emhyr se dio la vuelta para que ella se pudiera poner con tranquilidad aquel tipo de sostén.
-Ella, la verdad, va ser como tu sustituta. La he traído desde donde vengo. París, para que me ayude a llevarte contigo. El plan es hacer una clase de intercambio, tu saldrás de aquí conmigo fingiendo que eres ella y ella saldrá de aquí fingiendo que eres tú -Pauso. -Es chica con un trabajo en París muy particular, algo parecido a las... -No iba a decir “prostituta”, aunque la verdad así lo era. -... A las cortesanas que aquí tenemos y...
La puerta le interrumpió alguien había pegado.
Seguida por el sonido de los cascabeles y vestida de un modo similar a la ropa que Nitarah se estaba poniendo, una joven morena con el rostro oculto tras una tela entró como si nada, lanzándose a los brazos de Emhyr dándole un intenso beso.
La sorpresa invadió al turco que no se esperaba aquello y sin dudarlo rompió el vinculo creado entre labios, un rastro de carmín rojizo quedo manchado en ello tras de sí.
La chica morena comenzó a hablar en un francés ligero, parecía ofendida por su gesto.
-No querías que pareciese real pues lo he hecho, deberías revolver un poco esa camisa, para que alguien crea que has pasado la noche con ella. -La “cortesana” señalaba a Nitarah.
Ambos continuaban hablando en aquel francés que tal vez no entendiese Nitarah, la verdad Emhyr no sabía si ella hablaba otro idioma que no fuese el de ambos, a pesar de que sabía que sus padres le había ofrecido una educación donde saber diferentes idiomas era fundamental.
Emhyr le pidió calma y mientras hablaba en francés, intentaba traducir por su acaso.
-Le he preguntado si la han visto, más nos vale que la hayan visto entrar. -Todo aquello se lo iba diciendo a Nitarah, luego le dio una orden a la cortesana de rasgos demasiados hermosos, y ésta se acerco a Nitarah para arreglar sus ropas y maquillarla, si ella le dejaba. -Nuestro plan es el siguiente... Tú llevará las ropas de Adele y saldrás de aquí conmigo fingiendo ser ella por la mañana, es decir, como la cortesana que me ha acompañado en todo el viaje, mi "amante", y que esta pasando la noche conmigo. Adele vestirá tus ropas y al amanecer fingirá que eres tú, Nitarah. Fingirá que estas escapando por medios propios y fingirá algo más, lo cual lo voy a dejar a tu elección... -El tono de Emhyr se había vuelto más serio, su plan iba encaminado con aquello que ahora mismo le estaba dejando a elegir, al verdad, si ella aceptaba muchos problemas se ahorraría: el comprometer a la corona Rumana, las sospechas y el que ella también se convirtiese en una fugitiva perseguida como él. -... y es si decides que ella finja tu muerte. Eso rompería todos los lazos que te unen a este lugar, a este país. Serías libre como yo, pero sin convertirte en una exiliada o fugitiva, como lo soy yo desde hace años. Es tuya la decisión ¿qué me dices?
Adele se quedo parada con los enseres para el maquillaje, no entendía lo que ambos hablaban pero por la cara de Emhyr supo que debía esperar ordenes antes de continuar con su labor.
El turco como si nada se volvió hacia donde estaba ella con los brazos cruzados, observando como se vestía. Estaba tan acostumbrado a la despreocupación de ver como una mujer se desnudaba que no cayó en la cuenta que aquella mujer no era cualquier amante con la que haría pasado una fugaz noche, sino su propia hermana.
Carraspeó y camino hacia la puerta entre abriéndola, asomándose de un modo disimilado, dispuesto a darle a un poco de privacidad, ya que no quería causarle incomodidad al estar observándola.
Mientras esperaba, una imagen se marco en la mente de Emhyr, había sido efímera la vista del cuerpo semidesnudo de su hermana, pero esa vista había sido suficiente para poder darse cuenta de todas las vejaciones a las que había estado expuesta en aquellos últimos años. ¿Qué esperaba? Que la tratasen como una reina por estar en una clase social más alta, por tener más rango que el resto del pueblo... La verdad, por una parte si, Emhyr pensaba que ella olvidaría el pasado ya que cuando todo ocurrió era demasiado joven, tal vez la vida en aquel nuevo lugar le diese nuevas oportunidad un estatus digno de ella, pero al parecer había sido todo lo contrarió. Que se podía esperar de su marido, su familia ya tenía cierta fama, porque no haberla creído y haber montado aquella fantasía. Si, él sabía la realidad. Era un consuelo de necio que había dibujado la conciencia del turco para poder aplicar el egoísmo en su vida, para dejarla en el olvido , en el pasado, para no recordar una hermana perdida que estaba esperándole en algún lugar como prisionera.
En el pasillo escuchó una voz, ¡a no! La voz no provenía del pasillo sino era un reflejo en su propia mente. Emhyr se volvió a su hermana al escuchar el mensaje, comprendiendo que de algún modo ella enmudecía por un motivo, el cual sería importante para ella o por algo que le había marcado, no le preocupó tanto como el pensar de que era muda o le había hecho algún tipo de daño que le impidiese hablar, pero si el que usase aquel tipo de “defensa” con respecto a él y ahora el mundo. Aquella debía de cambiar, solo necesitaría tiempo.
La puerta quedo cerrada tras su espalda, una sonrisa divertida se dibujo efímera en sus labios, al descubrir aquella pelea iniciada entre Nitarah y las prendas que debía de vestir. Emhyr decidió ayudarla de algún modo, no sería la primera vez que hubiese vestido a una mujer.
Tirando de la tela con delicadeza, así sacando su cabeza atascada, Emhyr comenzó a hablar.
-Esta pieza de aquí es para la cintura. -Un pequeño botón desato de aquella falda con dos rajas que dejaban ver sus muslos al caminar, ese tipo de ropa a pesar de su apariencia oriental, no estaba hecha ni era de aquel país, parecía salir de algún tipo de espectáculo exótico o algo similar, y ciertamente no quedaba muy lejos de ello. -Y esta de aquí va en tus... -Emhyr calló e hizo un gesto refiriéndose a sus pechos. -El vientre queda al desnudo, al igual que otras partes del cuerpo, pero esta tela de aquí. -Señalo a la mesita. -Envuelve el cuerpo dejando al descubierto solamente lo que tu desees que se vea.
La verdad aquella era la intención de aquellas ropas, insinuar lo que había debajo de entre esas telas que dejaba mucho por ver, y el poder deshacerse de aquella tela para enseñar lo que se vendía. Trucos de cortesanas.
De nuevo Emhyr se dio la vuelta para que ella se pudiera poner con tranquilidad aquel tipo de sostén.
-Ella, la verdad, va ser como tu sustituta. La he traído desde donde vengo. París, para que me ayude a llevarte contigo. El plan es hacer una clase de intercambio, tu saldrás de aquí conmigo fingiendo que eres ella y ella saldrá de aquí fingiendo que eres tú -Pauso. -Es chica con un trabajo en París muy particular, algo parecido a las... -No iba a decir “prostituta”, aunque la verdad así lo era. -... A las cortesanas que aquí tenemos y...
La puerta le interrumpió alguien había pegado.
Seguida por el sonido de los cascabeles y vestida de un modo similar a la ropa que Nitarah se estaba poniendo, una joven morena con el rostro oculto tras una tela entró como si nada, lanzándose a los brazos de Emhyr dándole un intenso beso.
La sorpresa invadió al turco que no se esperaba aquello y sin dudarlo rompió el vinculo creado entre labios, un rastro de carmín rojizo quedo manchado en ello tras de sí.
La chica morena comenzó a hablar en un francés ligero, parecía ofendida por su gesto.
-No querías que pareciese real pues lo he hecho, deberías revolver un poco esa camisa, para que alguien crea que has pasado la noche con ella. -La “cortesana” señalaba a Nitarah.
Ambos continuaban hablando en aquel francés que tal vez no entendiese Nitarah, la verdad Emhyr no sabía si ella hablaba otro idioma que no fuese el de ambos, a pesar de que sabía que sus padres le había ofrecido una educación donde saber diferentes idiomas era fundamental.
Emhyr le pidió calma y mientras hablaba en francés, intentaba traducir por su acaso.
-Le he preguntado si la han visto, más nos vale que la hayan visto entrar. -Todo aquello se lo iba diciendo a Nitarah, luego le dio una orden a la cortesana de rasgos demasiados hermosos, y ésta se acerco a Nitarah para arreglar sus ropas y maquillarla, si ella le dejaba. -Nuestro plan es el siguiente... Tú llevará las ropas de Adele y saldrás de aquí conmigo fingiendo ser ella por la mañana, es decir, como la cortesana que me ha acompañado en todo el viaje, mi "amante", y que esta pasando la noche conmigo. Adele vestirá tus ropas y al amanecer fingirá que eres tú, Nitarah. Fingirá que estas escapando por medios propios y fingirá algo más, lo cual lo voy a dejar a tu elección... -El tono de Emhyr se había vuelto más serio, su plan iba encaminado con aquello que ahora mismo le estaba dejando a elegir, al verdad, si ella aceptaba muchos problemas se ahorraría: el comprometer a la corona Rumana, las sospechas y el que ella también se convirtiese en una fugitiva perseguida como él. -... y es si decides que ella finja tu muerte. Eso rompería todos los lazos que te unen a este lugar, a este país. Serías libre como yo, pero sin convertirte en una exiliada o fugitiva, como lo soy yo desde hace años. Es tuya la decisión ¿qué me dices?
Adele se quedo parada con los enseres para el maquillaje, no entendía lo que ambos hablaban pero por la cara de Emhyr supo que debía esperar ordenes antes de continuar con su labor.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Lo miré atorada con una parte de la prenda de vestir cuando se giró para mirarme de nuevo sin mostrar ningún tipo de vergüenza sabiendo que había escuchado a Ahmet, sabiendo que mi mensaje había alcanzado a quien debía escucharlo. Los brazos pegados a mi cabeza en una posición bastante rara sin atinar a saber que estaba riéndose de eso. A veces las sonrisas que me otorgaba la gente no eran precisamente de empatía, a veces eran burlas, y otras tantas lástima pero todas eran iguales, a veces incluso eran el preludio de algo que no me iba a salir muy bien a mi, y sólo un ensanchamiento de la boca y mostrar algunos dientes. Nada más. Dejé que me quitara la prenda de vestir mirando lo que hacía con ella cuando la tuvo en las manos y yo estuve libre anotando mentalmente lo que debía de hacer.
Era muda por elección y un poco abstraída en mis propios pensamientos pero definitivamente no era tonta, ni un pelo por lo que cuando terminó de hablarme, tomé la falda primero y la acomodé alrededor de mi cintura al revés, con las aberturas detrás para poder alcanzar el botón y peleando un poco con él intentando meterlo dentro del ojal sin mucho éxito y comenzando a desesperarme a punto de una de mis crisis. -Si gritas no podrá sacarte de aquí, linda- Sentí sus manos fantasmales en mis hombros mientras mi cuerpo temblaba intentando calmarse, siguiendo instrucciones susurradas en mi oído por una voz que nadie más en la habitación escuchaba, introduciendo el botón en el ojal que para cualquier otra gente hubiera parecido la cosa más normal del mundo, lo que hacían todos los días, y que a mi me parecía más difícil que sobrevivir en este lugar. Abroché el botón por fin dando un saltito de alegría y mirándolo como si fuera mi propia obra de arte, sacando un poco la barriga para observarlo mejor y luego mirando a mi hermano para recibir aprobación. Lo mismo pasó con la otra prenda, una vez que hube girado la falda quedando bastante mal arreglada pero al menos cubriendo mi cuerpo. Cubrí mis pechos con la prenda correspondiente y me miré en el espejo. Muchas marcas en el abdomen pero a mi no podía importarme menos. Di una vuelta y dos más viendo cómo la falda se elevaba y disfrutando de la sensación. Después de tanto tiempo usando un camisón blanco, esto era como el paraiso, no importaba que fueran ropas no adecuadas para mi posición social, que fueran ropas de cortesana, eran ropas coloridas, ropas diferentes, ropas que habían traído para mi. Solamente para mi.
Dejé de admirarme por cosas banales cuando habló de nuevo hablando de 'ella'. La repuesta a mi pregunta que había tardado en llegar mientras yo me vestía como si fuera una infante que se ponía el pantalón en la cabeza. ¿Mi sustituta? Me quedé mirándolo sin expresión, como ya era mi costumbre entendiendo que era un intercambio pero sin entender cómo íbamos a hacerle para que la gente se creyera que yo era ella cuando llevaba las marcas de mi emrpisionamiento en el cuerpo. Una especie de miedo me embargó cuando dijo que ella saldría de aquí fingiendo que era yo. ¿Cómo pretendía burlar a los guardias?, no lo habían pensado bien. Miré a Ahmet justo cuando entró ella distrayéndme con el beso que le plantó en los labios a mi hermano. ¿Ella era una cortesana? No iba a juzgarla, lo que ella hacía con muchos hombres, yo lo hacía con mi marido así que éramos iguales, ella lo hacía por dinero, yo lo hacía por que no me golpearan demasiado. Era un intercambio al fin y al cabo.
La miré de arriba abajo sin que eso fuera una especie de juicio ante lo que ella hacía, sólo quería mirarla un rato, saber cómo era una mujer de verdad, cómo actuaba, cómo se movía, lo que hacía y dejaba de hacer, cómo hablaba. Alcé las cejas al escucharlos hablar en francés y señalándome pero aunque yo sabía francés, mi cerebro no estaba acostumbrado así que Ahmet hacía todas las traducciones directamente a mi cerebro. ¿Que se había acostado conmigo? No me iba a hacer daño, ¿O si? -Es todo un juego, princesa. Nadie te va a hacer daño de nuevo- Imité una sonrisa de ella, sonrisa que me pareció falsa en mi reflejo del espejo, imité algún movimiento escuchando a medias lo que me iba diciendo Emhyr y sin quitar los ojos del espejo dando un bote violento cuando alguien me tocó sin mi permiso, alejándome de su tacto. Era 'ella'. No gritar, no gritar, no gritar. Apenas entendía lo que pasaba pero me había tomado totalmente por sorpresa y por poco y había soltado un grito que alertaría a la mujer que me sedaba. Las palabras me llegaban formando un plan en mi cabeza, el plan que Emhyr había organizado para salvarme a mi y yo tan sólo asentía mientras miraba de soslayo a Adele y me acercaba despacito tratando de borrar el bote que había dado hacía unos momentos. No podía evitarlo, tocarme era lo que pasaba antes de los golpes.
Era muy peligroso para ella, fingir que estaba huyendo como yo podría causarle problemas, sedantes inyectados o bebidos a la fuerza, que la mantuvieran aquí para siempre y era ahí donde entraba el egoísmo con el que no podía. Si. Ella podría ser atrapada. Si. Podrían decubrir todo el plan e ir tras Emhyr que me llevaba a mi fugitiva mientras aprisionaban a Adelle. Si. Podrían incluso matarla. Pero al final del día, ella no era yo. Yo no moriría físicamente. Negué con la cabeza justo cuando decían que era mi decisión, pero yo no me refería a mi muerte, me refería a otra cosa. Miré a Ahmet que de inmediato se puso a la tarea de mandarles otro mensajito, a ambos.
Para cuando recordé lo de la muerte, una especie de cosquilleo salió desde mis entrañas subiendo poco a poco por mi estómago, mi tráquea, llegando a mi garganta saliendo en forma de una risa fracturada, un sonido que no había escuchado hacía mucho y que probablemente había sonado siniestro. Me encogí de hombros mirando hacia la pared junto a ellos, señalando con la mano incluso, viendo cómo manchas de algo oscuro que parecía como sangre empezaban a formar letras chorreantes que les daba a entender que fingir mi muerte sería lo mejor que podrían hacer por mi.
Era muda por elección y un poco abstraída en mis propios pensamientos pero definitivamente no era tonta, ni un pelo por lo que cuando terminó de hablarme, tomé la falda primero y la acomodé alrededor de mi cintura al revés, con las aberturas detrás para poder alcanzar el botón y peleando un poco con él intentando meterlo dentro del ojal sin mucho éxito y comenzando a desesperarme a punto de una de mis crisis. -Si gritas no podrá sacarte de aquí, linda- Sentí sus manos fantasmales en mis hombros mientras mi cuerpo temblaba intentando calmarse, siguiendo instrucciones susurradas en mi oído por una voz que nadie más en la habitación escuchaba, introduciendo el botón en el ojal que para cualquier otra gente hubiera parecido la cosa más normal del mundo, lo que hacían todos los días, y que a mi me parecía más difícil que sobrevivir en este lugar. Abroché el botón por fin dando un saltito de alegría y mirándolo como si fuera mi propia obra de arte, sacando un poco la barriga para observarlo mejor y luego mirando a mi hermano para recibir aprobación. Lo mismo pasó con la otra prenda, una vez que hube girado la falda quedando bastante mal arreglada pero al menos cubriendo mi cuerpo. Cubrí mis pechos con la prenda correspondiente y me miré en el espejo. Muchas marcas en el abdomen pero a mi no podía importarme menos. Di una vuelta y dos más viendo cómo la falda se elevaba y disfrutando de la sensación. Después de tanto tiempo usando un camisón blanco, esto era como el paraiso, no importaba que fueran ropas no adecuadas para mi posición social, que fueran ropas de cortesana, eran ropas coloridas, ropas diferentes, ropas que habían traído para mi. Solamente para mi.
Dejé de admirarme por cosas banales cuando habló de nuevo hablando de 'ella'. La repuesta a mi pregunta que había tardado en llegar mientras yo me vestía como si fuera una infante que se ponía el pantalón en la cabeza. ¿Mi sustituta? Me quedé mirándolo sin expresión, como ya era mi costumbre entendiendo que era un intercambio pero sin entender cómo íbamos a hacerle para que la gente se creyera que yo era ella cuando llevaba las marcas de mi emrpisionamiento en el cuerpo. Una especie de miedo me embargó cuando dijo que ella saldría de aquí fingiendo que era yo. ¿Cómo pretendía burlar a los guardias?, no lo habían pensado bien. Miré a Ahmet justo cuando entró ella distrayéndme con el beso que le plantó en los labios a mi hermano. ¿Ella era una cortesana? No iba a juzgarla, lo que ella hacía con muchos hombres, yo lo hacía con mi marido así que éramos iguales, ella lo hacía por dinero, yo lo hacía por que no me golpearan demasiado. Era un intercambio al fin y al cabo.
La miré de arriba abajo sin que eso fuera una especie de juicio ante lo que ella hacía, sólo quería mirarla un rato, saber cómo era una mujer de verdad, cómo actuaba, cómo se movía, lo que hacía y dejaba de hacer, cómo hablaba. Alcé las cejas al escucharlos hablar en francés y señalándome pero aunque yo sabía francés, mi cerebro no estaba acostumbrado así que Ahmet hacía todas las traducciones directamente a mi cerebro. ¿Que se había acostado conmigo? No me iba a hacer daño, ¿O si? -Es todo un juego, princesa. Nadie te va a hacer daño de nuevo- Imité una sonrisa de ella, sonrisa que me pareció falsa en mi reflejo del espejo, imité algún movimiento escuchando a medias lo que me iba diciendo Emhyr y sin quitar los ojos del espejo dando un bote violento cuando alguien me tocó sin mi permiso, alejándome de su tacto. Era 'ella'. No gritar, no gritar, no gritar. Apenas entendía lo que pasaba pero me había tomado totalmente por sorpresa y por poco y había soltado un grito que alertaría a la mujer que me sedaba. Las palabras me llegaban formando un plan en mi cabeza, el plan que Emhyr había organizado para salvarme a mi y yo tan sólo asentía mientras miraba de soslayo a Adele y me acercaba despacito tratando de borrar el bote que había dado hacía unos momentos. No podía evitarlo, tocarme era lo que pasaba antes de los golpes.
Era muy peligroso para ella, fingir que estaba huyendo como yo podría causarle problemas, sedantes inyectados o bebidos a la fuerza, que la mantuvieran aquí para siempre y era ahí donde entraba el egoísmo con el que no podía. Si. Ella podría ser atrapada. Si. Podrían decubrir todo el plan e ir tras Emhyr que me llevaba a mi fugitiva mientras aprisionaban a Adelle. Si. Podrían incluso matarla. Pero al final del día, ella no era yo. Yo no moriría físicamente. Negué con la cabeza justo cuando decían que era mi decisión, pero yo no me refería a mi muerte, me refería a otra cosa. Miré a Ahmet que de inmediato se puso a la tarea de mandarles otro mensajito, a ambos.
"¿Y si la descubren?"
Para cuando recordé lo de la muerte, una especie de cosquilleo salió desde mis entrañas subiendo poco a poco por mi estómago, mi tráquea, llegando a mi garganta saliendo en forma de una risa fracturada, un sonido que no había escuchado hacía mucho y que probablemente había sonado siniestro. Me encogí de hombros mirando hacia la pared junto a ellos, señalando con la mano incluso, viendo cómo manchas de algo oscuro que parecía como sangre empezaban a formar letras chorreantes que les daba a entender que fingir mi muerte sería lo mejor que podrían hacer por mi.
"Yo ya estoy muerta, ¿Qué no me ves?"
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
La afirmación de aquellos labios mudos, hecha en su mente. Adele miraba a todos los lados buscando la voz que había penetrado en su mente, y al ver esto Emhyr por un instante se hizo bien el ignorante.
Con seriedad dirigió aquellos ojos castaños y pacientes.
-No lo harán, a no ser que pasen demasiado tiempo junto a ella. Solo descubrirán a una persona que tiene el rostro exactamente como tú... -Emhyr camino hacia Adele que parecía no comprender lo que ambos estaban hablando, y de algún modo así lo era porque ella solo hablaba su lengua natal y no la que ambos hermanos estaban usando. Los dedos de Emhyr pasaron por las mejillas de Adele que por un instante muy efímero se torno igual que el rostro de Nitarah. Adele tuvo un escalofrío pero no fue consciente de lo que había sucedido. -... No soy bueno en crear ilusiones duraderas, pero creo que nos dará el tiempo suficiente. -Pauso. -Adele es consciente del peligro al que se somete... Ella accedió a lo que le he ofrecido, y solo me vale eso para ponerla en la posición que sea necesaria para que puedas salir de aquí.
Aquel gesto fue extraño, era como si, no solo la voz del turco se hubiese ensombrecido sino también su rostro. Para Emhyr los sacrificios eran necesarios, y eran más fáciles llevarlos a cabo si la persona estaba dispuesta a ofrecerse como tal. Si el plan salía bien, ninguna muerte iba a ser necesaria, y todos esperaban que fuese así.
La sonrisa suave y tranquilizadora iluminó de nuevo el rostro de Emhyr, el cual, en su ligero francés tranquilizo a la cortesana, tras darle un pequeño beso en la mejilla y palmadita en la espalda. La cortesana le sonrió con gesto lascivo y respondió a aquel gesto con palabras no muy puritanas.
La habitación estaba tranquila y Adele se acerco a la joven con aquellos enseres dispuesta a ponerse en marcha con su trabajo de maquillaje y perfumería, pero algo hizo que esta se alterara y sus manos temblaran haciendo caer ruidosamente todos aquellos objetos. El ver unas letras aparecer de la nada hizo que esta gritase y en un cerrar y abrir de ojos cayese de un modo pesado al suelo. Emhyr se llevó la mano a la frente como si no se pudiese creer que aquellos estaba sucediendo.
-Creo que no esta preparada para saber más del otro mundo que de éste. -Este se agacho para recogerla y llevarla a la cama. -Ella no sabe el don que poseemos, no sabe de lo que hay ahí fuera, te sugiero que no “los” uses cuando salgamos de aquí, al menos sin discreción.
La joven que aun llevaba idénticas ropas que Nitarah quedo tumbada en el lecho, Emhyr le dio unas palmaditas en el rostro, pero no despertó....
-Bueno dejemosla “dormir”, aunque queda mucho para el amanecer... No perdamos tiempo...
Dicho esto comenzó a recoger los afeites que había caído en el suelo, y con un solo ademan la llamo a aproximarse a donde estaba el escritorio. El asiento estaba libre para ella.
-No es que entienda mucho, pero sé como van maquilladas las cortesanas y que tipo de joyas llevan... Ven...
En la memoría se cruzaría el recuerdo de alguna que otra noche en la cual, desde el lecho le había gustado ver como "ellas" se acicalaban frente al espejo.
Unos pasos en el pasillo exterior se aproximarían.
Con seriedad dirigió aquellos ojos castaños y pacientes.
-No lo harán, a no ser que pasen demasiado tiempo junto a ella. Solo descubrirán a una persona que tiene el rostro exactamente como tú... -Emhyr camino hacia Adele que parecía no comprender lo que ambos estaban hablando, y de algún modo así lo era porque ella solo hablaba su lengua natal y no la que ambos hermanos estaban usando. Los dedos de Emhyr pasaron por las mejillas de Adele que por un instante muy efímero se torno igual que el rostro de Nitarah. Adele tuvo un escalofrío pero no fue consciente de lo que había sucedido. -... No soy bueno en crear ilusiones duraderas, pero creo que nos dará el tiempo suficiente. -Pauso. -Adele es consciente del peligro al que se somete... Ella accedió a lo que le he ofrecido, y solo me vale eso para ponerla en la posición que sea necesaria para que puedas salir de aquí.
Aquel gesto fue extraño, era como si, no solo la voz del turco se hubiese ensombrecido sino también su rostro. Para Emhyr los sacrificios eran necesarios, y eran más fáciles llevarlos a cabo si la persona estaba dispuesta a ofrecerse como tal. Si el plan salía bien, ninguna muerte iba a ser necesaria, y todos esperaban que fuese así.
La sonrisa suave y tranquilizadora iluminó de nuevo el rostro de Emhyr, el cual, en su ligero francés tranquilizo a la cortesana, tras darle un pequeño beso en la mejilla y palmadita en la espalda. La cortesana le sonrió con gesto lascivo y respondió a aquel gesto con palabras no muy puritanas.
La habitación estaba tranquila y Adele se acerco a la joven con aquellos enseres dispuesta a ponerse en marcha con su trabajo de maquillaje y perfumería, pero algo hizo que esta se alterara y sus manos temblaran haciendo caer ruidosamente todos aquellos objetos. El ver unas letras aparecer de la nada hizo que esta gritase y en un cerrar y abrir de ojos cayese de un modo pesado al suelo. Emhyr se llevó la mano a la frente como si no se pudiese creer que aquellos estaba sucediendo.
-Creo que no esta preparada para saber más del otro mundo que de éste. -Este se agacho para recogerla y llevarla a la cama. -Ella no sabe el don que poseemos, no sabe de lo que hay ahí fuera, te sugiero que no “los” uses cuando salgamos de aquí, al menos sin discreción.
La joven que aun llevaba idénticas ropas que Nitarah quedo tumbada en el lecho, Emhyr le dio unas palmaditas en el rostro, pero no despertó....
-Bueno dejemosla “dormir”, aunque queda mucho para el amanecer... No perdamos tiempo...
Dicho esto comenzó a recoger los afeites que había caído en el suelo, y con un solo ademan la llamo a aproximarse a donde estaba el escritorio. El asiento estaba libre para ella.
-No es que entienda mucho, pero sé como van maquilladas las cortesanas y que tipo de joyas llevan... Ven...
En la memoría se cruzaría el recuerdo de alguna que otra noche en la cual, desde el lecho le había gustado ver como "ellas" se acicalaban frente al espejo.
Unos pasos en el pasillo exterior se aproximarían.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Me divertía viendo cómo "ella" no entendía nada de mi poder, cómo miraba hacia todos lados buscando la fuente de la voz de Ahmet. Escuché la respuesta atenta, sin demasiados aspavientos, como yo estaba acotumbrada, como si todo aquel incentivo externo fuera cualquier cosa, tan sólo el murmullo del viento que me golpeaba la piel, algo con lo que yo contaba, voces que me acariciaban sin que yo tuviera una respuesta o una reacción. No entendía a la perfección qué quería decir con que se encontrarían con alguien que se vería como yo hasta que hizo que su cara se transformara en la mía. Me levanté para mirarla de cerca, como en un espejo, mismo color de ojos, mismo tono de piel, los mismos labios rosados.
Sabía que era peligroso, y sabía que podrían atacarla, matarla o sedarla lo suficiente como para que durmiera un día entero, hasta que descubrieran que no era precisamente yo la que estaba en mis propias ropas, que me habían suplantado. Y entonces todo era cuestión de suerte, tal vez la matarían y nosotros estaríamos tan lejos que nunca nos encontrarían. Dejé de mirar a Adele, de violar su espacio vital y miré a Emhyr dando absolutamente cualquier cosa para sacarme de ahí, incluso la vida de esa mujer. ¿Acaso yo era tan importante? Había pasado tanto tiempo sintiéndome una basura que no podía creer que existiera alguien en el mundo que diera algo tan importante por mi, algo tan grande como su propia vida, por alguien que ya había decidido deshacerse de la suya propia, por alguien que ya ni siquiera vivía. No me pasó desapercibido el cambio en el rostro de mi hermano pero lo dejé pasar porque así era yo, no me amedrentaba por las emociones ajenas, ni siquiera me amedrentaba por mis propias emociones, yo era sólo un cascarón de lo que había sido antes.
Ignoré el gesto de mi hermano hacia la mujer, no era de mi incumbencia y yo no tenía nueve años, si bien yo era ingenua y pensaba que ese tipo de actos no existían más que para dar pie a otro acto mucho más salvaje y violento, no pretendía ponerme pesada cuando no tenía porqué hacerlo. Yo ya había decidido no oponer resistencia y lo que los demás hacían con su intimidad era problema suyo, no mío. Me quedé detenida en una especie de pausa cuando Adele se acercó a mi y justo estaba a punto de saltar hacia atrás de nuevo cuando ella cayó desmayada al suelo. Bajé la mirada moviendo los dedos de mis pies pareciéndome muy gracioso que se hubiera asustado. Y aun cuando quería reírme, vi la cara de Emhyr y eso me hizo detenerme. ¿Se había enojado conmigo?, ¿Había pensado que lo había hecho a propósito?, ¿Ahora pretendía dejarme ahí por haberle hecho a su amiga? El corazón me empezó a latir rápidamente, un momento antes casi había abrazado la posibilidad de salir corriendo de ahí, de nunca regresar y largarme a otra ciudad donde yo pudiera ser libre, donde pudiera caminar por las calles sin ser azotada, violada, o sedada a la menor provocación y ahora se me escapaba de las manos. Miré a Ahmet sin expresión alguna, dejando que me leyera la mente de inmediato mientras yo seguía sin decir o hacer nada mientras Emhyr llevaba a la mujer a la cama.
Escuché por encima lo que me decía. ¿No usarlos?, ¿Qué se suponía que iba a hacer para comunicarme cuando saliera? Eran demasiados cambios para una sola noche. Ahora estaba bailando en la línea de querer irme y querer quedarme, era como si se me partiera la mente en dos partes completamente opuestas que jalaban para su propio lado queriendo quebrarme por la mitad. Levanté la mirada cuando me dijo que me acercara intentando adentrar en mi cabeza que no pretendía dejarme ahí aun cuando hubiera hecho lo que había hecho. Di un par de pasos hacia él estirando una mano hacia mi amigo Ahmet que me habló de nuevo para tranquilizarme. -Tranquila, no piensa dejarte aquí... yo estoy contigo.- Bajé la mano que se mantenía suspendida en el aire y luego hice un gesto señalando a mi hermano para que pidiera perdón por mi. Directo a la mente de mi hermano.
Me senté en el escritorio sin mirarlo y tamborileando los dedos sobre la superficie del mismo esperando a que hiciera lo que tenía que hacer y desviando la mirada hacia la puerta cuando escuché los pasos afuera. ¿Se habrían dado cuenta de mi ausencia?, ¿Venían a buscarme?, ¿Sabían lo que estábamos tramando?. Despacito alcé la mano para tocar un par de veces en el hombro de mi hermano como si él no se hubiera percatado de nada, como si no hubiera escuchado. ¿Teníamos que escondernos? Ahora que iba a salir, no quería que me golpearan. No de nuevo. ¿Amigo o enemigo?, ¿Iban a arrancarme de la libertad otra vez? No iba a perder demasiado, yo no había sido libre desde hacía muchos años y lo único que pretendían arrancarme era una simple ilusión, un pedacito de luz que se había asomado por entre las rejas que me encerraban. Pero era una luz que era mía, de la que me había adueñado. -No quiero que me atrapen- Fue apenas un susurro, un soplido en forma de palabras que dejé salir para que Emhyr se diera cuenta de que no quería quedarme ahí, de que quería irme con él y de que alguien venía para impedirlo.
Sabía que era peligroso, y sabía que podrían atacarla, matarla o sedarla lo suficiente como para que durmiera un día entero, hasta que descubrieran que no era precisamente yo la que estaba en mis propias ropas, que me habían suplantado. Y entonces todo era cuestión de suerte, tal vez la matarían y nosotros estaríamos tan lejos que nunca nos encontrarían. Dejé de mirar a Adele, de violar su espacio vital y miré a Emhyr dando absolutamente cualquier cosa para sacarme de ahí, incluso la vida de esa mujer. ¿Acaso yo era tan importante? Había pasado tanto tiempo sintiéndome una basura que no podía creer que existiera alguien en el mundo que diera algo tan importante por mi, algo tan grande como su propia vida, por alguien que ya había decidido deshacerse de la suya propia, por alguien que ya ni siquiera vivía. No me pasó desapercibido el cambio en el rostro de mi hermano pero lo dejé pasar porque así era yo, no me amedrentaba por las emociones ajenas, ni siquiera me amedrentaba por mis propias emociones, yo era sólo un cascarón de lo que había sido antes.
Ignoré el gesto de mi hermano hacia la mujer, no era de mi incumbencia y yo no tenía nueve años, si bien yo era ingenua y pensaba que ese tipo de actos no existían más que para dar pie a otro acto mucho más salvaje y violento, no pretendía ponerme pesada cuando no tenía porqué hacerlo. Yo ya había decidido no oponer resistencia y lo que los demás hacían con su intimidad era problema suyo, no mío. Me quedé detenida en una especie de pausa cuando Adele se acercó a mi y justo estaba a punto de saltar hacia atrás de nuevo cuando ella cayó desmayada al suelo. Bajé la mirada moviendo los dedos de mis pies pareciéndome muy gracioso que se hubiera asustado. Y aun cuando quería reírme, vi la cara de Emhyr y eso me hizo detenerme. ¿Se había enojado conmigo?, ¿Había pensado que lo había hecho a propósito?, ¿Ahora pretendía dejarme ahí por haberle hecho a su amiga? El corazón me empezó a latir rápidamente, un momento antes casi había abrazado la posibilidad de salir corriendo de ahí, de nunca regresar y largarme a otra ciudad donde yo pudiera ser libre, donde pudiera caminar por las calles sin ser azotada, violada, o sedada a la menor provocación y ahora se me escapaba de las manos. Miré a Ahmet sin expresión alguna, dejando que me leyera la mente de inmediato mientras yo seguía sin decir o hacer nada mientras Emhyr llevaba a la mujer a la cama.
Escuché por encima lo que me decía. ¿No usarlos?, ¿Qué se suponía que iba a hacer para comunicarme cuando saliera? Eran demasiados cambios para una sola noche. Ahora estaba bailando en la línea de querer irme y querer quedarme, era como si se me partiera la mente en dos partes completamente opuestas que jalaban para su propio lado queriendo quebrarme por la mitad. Levanté la mirada cuando me dijo que me acercara intentando adentrar en mi cabeza que no pretendía dejarme ahí aun cuando hubiera hecho lo que había hecho. Di un par de pasos hacia él estirando una mano hacia mi amigo Ahmet que me habló de nuevo para tranquilizarme. -Tranquila, no piensa dejarte aquí... yo estoy contigo.- Bajé la mano que se mantenía suspendida en el aire y luego hice un gesto señalando a mi hermano para que pidiera perdón por mi. Directo a la mente de mi hermano.
"Nitarah siente mucho haber asustado a su amiga"
Me senté en el escritorio sin mirarlo y tamborileando los dedos sobre la superficie del mismo esperando a que hiciera lo que tenía que hacer y desviando la mirada hacia la puerta cuando escuché los pasos afuera. ¿Se habrían dado cuenta de mi ausencia?, ¿Venían a buscarme?, ¿Sabían lo que estábamos tramando?. Despacito alcé la mano para tocar un par de veces en el hombro de mi hermano como si él no se hubiera percatado de nada, como si no hubiera escuchado. ¿Teníamos que escondernos? Ahora que iba a salir, no quería que me golpearan. No de nuevo. ¿Amigo o enemigo?, ¿Iban a arrancarme de la libertad otra vez? No iba a perder demasiado, yo no había sido libre desde hacía muchos años y lo único que pretendían arrancarme era una simple ilusión, un pedacito de luz que se había asomado por entre las rejas que me encerraban. Pero era una luz que era mía, de la que me había adueñado. -No quiero que me atrapen- Fue apenas un susurro, un soplido en forma de palabras que dejé salir para que Emhyr se diera cuenta de que no quería quedarme ahí, de que quería irme con él y de que alguien venía para impedirlo.
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Emhyr no respondió a las disculpas que en su mente se habían reflejado en una voz lejana, pero de la cual ya se había acostumbrado; estaba más distraído en disponer del modo más ordenado que a él le pareció, los diferentes elementos para la coquetería de la mujer quedaron sobre el escritorio, que a responder a aquello.
En un abrir y cerrar de ojos se podía ver a Emhyr abriendo los diferentes botes de cristal hermosamente decorados, escogiendo el adecuado para luego agacharse junto Nithara que estaba sentada junto al escritorio esperándole con gesto inquieto.
Un tímido golpecito en su hombro como llamada de atención y Emhyr se agacho frente a ella, con los dedos manchados de carmín esperando algún tipo de señal muda que le comunicase lo que ella deseaba, pero para su sorpresa la cual fue mostrada enseguida por sus ojos, fue la voz su propia hermana la que le deleito los oídos con unas bajitas palabras.
Si, ella también lo había notado, había escuchado la llamada de la puerta, a Emhyr no le preocupaba bastante quien esperaba tras esta, ya que había ordenado que como invitado en aquel palacio no deseaba ningún molestia en su habitación, es decir, que se podía traducir en: “No atenderé a nadie. La puerta no será abierta”. Hacía unos minutos que había percibido el sonido de los pasos lejanos en los pasillos acercase, sus oídos eran demasiado finos y le advertía de todo aquello.
-No te preocupes. Eso no ocurrirá. -Su voz era calmante. Emhyr con un leve gesto con sus labios, que quedo un poco cómico le pidió que ella con sus labios imitará este para que él comenzará a pintar sus labios. -No mientras yo este aquí... Dejame ver.. -Sus dedos manchados del carmín comenzaron a teñir los labios de Nithara de aquel hermosos color.
De nuevo la puerta fue golpeada con suavidad con insistencia, eso hizo que Emhyr suspirara fuerte y con gesto de fastidió.
-Continúa tú tranquilamente.... Aquí tienes todo lo disponible. -Le dijo señalando le los afeites y perfumes mientras caminaba hacia la cama y movía un poco a Adele que ya despertaba con gesto despistado, ambos intercambiaron unas cuantas palabras en francés.
La puerta volvió a ser golpeada.
Dejando a la cortesana recuperándose sobre la cama, Emhyr lanzo una mirada seria a su hermana y luego pego su cuerpo a la puerta aspirando el aire que le rodeaba, usando aquel olfato sobrenatural de lobo.
-Nithara, escóndete bajo la cama. ¡Rápido! -Un suave susurro, muy bajito pero en el tono adecuado, no para ser entendido como una afirmación cualquiera, sino como una orden.
Tras esperar a que ella le obedeciese, Emhyr abrió la puerta. Un hombre algo mayor que Emhyr con buenas ropas y un notable acento le saludo con una reverencia.
-¿Ocurre algo?
-Le pido disculpas, pero el Embajador Rumano me envía para avisarle de nuestra marcha como habían acordado. -Un mero sirviente, pero con una alta posición entre los suyos. -El amanecer se aproxima y mi señor, dice que deseabais partir cuanto antes. Los carros están dispuesto y el equipaje le seguirá un poco más tardío.
-Perfecto. -El tono de voz de Emhyr no sonaba con aquella calidez y suavidad propia de él, sino seria, altiva y llena de formalismo. -Comuníquele a su señor que estaré dispuesto junto a mi compañera, en aproximadamente una media hora. Muchas gracias.
Una leve reverencia por parte de aquel sirviente y la puerta quedo cerrada tras él.
El suspiró largo y aliviado por haberse librado de aquella situación y porque las horas nocturnas hubiesen pasado más veloces de lo que creía le tranquilizo. Unos pocos pasos faltaban para volver a lograr la libertad y que en ella estuviese incluida Nithara. Una vida nueva podría ofrecerle, una vida que él ya tenía bien comenzada pero que ella saborearía seguro, mejor que él lo había hecho en su principio.
-Adele, comienza el plan ¡Ya sabes que hacer! -Dijo enseguida, parecía que ahora el tiempo corría en su contra. Era cuestión de darse prisa. -Nithara ya es hora de marcharnos, toma la capa que hay sobre el baúl. El olor de la libertad esta más cerca de lo que crees...
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Sus pies descalzos habían dejado un rastro de pasos ensombrecidos y silenciosos en el mármol del palacio, la huida se hacía veloz seguida por el estruendo del metal al chocar dando a notar la presencia de los guardias perseguidores.
Sus gestos eran idénticos, su físico un réplica bastante acertada gracias al encantamiento lanzado en anterioridad.
La rojez del cielo como la sangre en la aurora teñía el río que le daría la paz en aquella vida horrible y de esclavitud.
Los suelos lustrosos bajo sus pies se había transformado en hierba y tierra húmeda por el vació, el palacio quedaba atrás las aguas deseaban recibirla en su manto fresco en la mañana.
Nithara podía sentir como sus pulmones se llenaban velozmente en su carrera, ahogados y exhaustos pero perder la voluntad de rozar con sus dedos la libertad.
Los gritos de sus captores quedaban sordos repentinamente, ya que... Sus pasos se detuvieron y en un gesto vacilante las aguas la recibieron, haciéndola desaparecer en el río en un torrente veloz y profundos de cristales húmedos que con sus brazos acogieron para siempre.
Para Adele ya había terminado todo...
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La horas había pasado y el hechizo que creaba una máscara ilusoria en su hermana se había quedado deshecho.
Estaban lejos, la libertad podía ser saboreada de algún modo.
Adormecido por el leve traqueteo de la carroza, Emhyr había terminado sucumbiendo a la voz de Morfeo. Y tras horas de viaje el desterrado había despertado algo exaltado. Mirando a su alrededor Emhyr comprobó que junto a él estaba Nithara, todo había salido mejor de lo que esperaba pero no para todo... Por un instante recordó un sueño que acaba de tener, si éste era una revelación la suerte de Adele no había sido tan buena como la de ambos hermanos.
En un abrir y cerrar de ojos se podía ver a Emhyr abriendo los diferentes botes de cristal hermosamente decorados, escogiendo el adecuado para luego agacharse junto Nithara que estaba sentada junto al escritorio esperándole con gesto inquieto.
Un tímido golpecito en su hombro como llamada de atención y Emhyr se agacho frente a ella, con los dedos manchados de carmín esperando algún tipo de señal muda que le comunicase lo que ella deseaba, pero para su sorpresa la cual fue mostrada enseguida por sus ojos, fue la voz su propia hermana la que le deleito los oídos con unas bajitas palabras.
Si, ella también lo había notado, había escuchado la llamada de la puerta, a Emhyr no le preocupaba bastante quien esperaba tras esta, ya que había ordenado que como invitado en aquel palacio no deseaba ningún molestia en su habitación, es decir, que se podía traducir en: “No atenderé a nadie. La puerta no será abierta”. Hacía unos minutos que había percibido el sonido de los pasos lejanos en los pasillos acercase, sus oídos eran demasiado finos y le advertía de todo aquello.
-No te preocupes. Eso no ocurrirá. -Su voz era calmante. Emhyr con un leve gesto con sus labios, que quedo un poco cómico le pidió que ella con sus labios imitará este para que él comenzará a pintar sus labios. -No mientras yo este aquí... Dejame ver.. -Sus dedos manchados del carmín comenzaron a teñir los labios de Nithara de aquel hermosos color.
De nuevo la puerta fue golpeada con suavidad con insistencia, eso hizo que Emhyr suspirara fuerte y con gesto de fastidió.
-Continúa tú tranquilamente.... Aquí tienes todo lo disponible. -Le dijo señalando le los afeites y perfumes mientras caminaba hacia la cama y movía un poco a Adele que ya despertaba con gesto despistado, ambos intercambiaron unas cuantas palabras en francés.
La puerta volvió a ser golpeada.
Dejando a la cortesana recuperándose sobre la cama, Emhyr lanzo una mirada seria a su hermana y luego pego su cuerpo a la puerta aspirando el aire que le rodeaba, usando aquel olfato sobrenatural de lobo.
-Nithara, escóndete bajo la cama. ¡Rápido! -Un suave susurro, muy bajito pero en el tono adecuado, no para ser entendido como una afirmación cualquiera, sino como una orden.
Tras esperar a que ella le obedeciese, Emhyr abrió la puerta. Un hombre algo mayor que Emhyr con buenas ropas y un notable acento le saludo con una reverencia.
-¿Ocurre algo?
-Le pido disculpas, pero el Embajador Rumano me envía para avisarle de nuestra marcha como habían acordado. -Un mero sirviente, pero con una alta posición entre los suyos. -El amanecer se aproxima y mi señor, dice que deseabais partir cuanto antes. Los carros están dispuesto y el equipaje le seguirá un poco más tardío.
-Perfecto. -El tono de voz de Emhyr no sonaba con aquella calidez y suavidad propia de él, sino seria, altiva y llena de formalismo. -Comuníquele a su señor que estaré dispuesto junto a mi compañera, en aproximadamente una media hora. Muchas gracias.
Una leve reverencia por parte de aquel sirviente y la puerta quedo cerrada tras él.
El suspiró largo y aliviado por haberse librado de aquella situación y porque las horas nocturnas hubiesen pasado más veloces de lo que creía le tranquilizo. Unos pocos pasos faltaban para volver a lograr la libertad y que en ella estuviese incluida Nithara. Una vida nueva podría ofrecerle, una vida que él ya tenía bien comenzada pero que ella saborearía seguro, mejor que él lo había hecho en su principio.
-Adele, comienza el plan ¡Ya sabes que hacer! -Dijo enseguida, parecía que ahora el tiempo corría en su contra. Era cuestión de darse prisa. -Nithara ya es hora de marcharnos, toma la capa que hay sobre el baúl. El olor de la libertad esta más cerca de lo que crees...
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Sus pies descalzos habían dejado un rastro de pasos ensombrecidos y silenciosos en el mármol del palacio, la huida se hacía veloz seguida por el estruendo del metal al chocar dando a notar la presencia de los guardias perseguidores.
Sus gestos eran idénticos, su físico un réplica bastante acertada gracias al encantamiento lanzado en anterioridad.
La rojez del cielo como la sangre en la aurora teñía el río que le daría la paz en aquella vida horrible y de esclavitud.
Los suelos lustrosos bajo sus pies se había transformado en hierba y tierra húmeda por el vació, el palacio quedaba atrás las aguas deseaban recibirla en su manto fresco en la mañana.
Nithara podía sentir como sus pulmones se llenaban velozmente en su carrera, ahogados y exhaustos pero perder la voluntad de rozar con sus dedos la libertad.
Los gritos de sus captores quedaban sordos repentinamente, ya que... Sus pasos se detuvieron y en un gesto vacilante las aguas la recibieron, haciéndola desaparecer en el río en un torrente veloz y profundos de cristales húmedos que con sus brazos acogieron para siempre.
Para Adele ya había terminado todo...
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
La horas había pasado y el hechizo que creaba una máscara ilusoria en su hermana se había quedado deshecho.
Estaban lejos, la libertad podía ser saboreada de algún modo.
Adormecido por el leve traqueteo de la carroza, Emhyr había terminado sucumbiendo a la voz de Morfeo. Y tras horas de viaje el desterrado había despertado algo exaltado. Mirando a su alrededor Emhyr comprobó que junto a él estaba Nithara, todo había salido mejor de lo que esperaba pero no para todo... Por un instante recordó un sueño que acaba de tener, si éste era una revelación la suerte de Adele no había sido tan buena como la de ambos hermanos.
- Spoiler:
- He adelantado un poquito la cosa si no te importa, si quieres seguimos roleando con alguna escena del viaje y luego la llegada a París. Lo que tu desees.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Los últimos instantes en aquel palacio me habían pasado como una bruma nebulosa frente a los ojos, ni en mis más locos sueños mientras me encontraba acostada en la cama, demasiado sedada como para siquiera poder abrir mis párpados me habría imaginado que algún día aquella pesadilla iba a terminarse, que iba a poder dormitar en un carruaje sin el miedo que todos los días me paralizaba, me enojaba y me hacía desatar ataques en los que gritaba, pataleaba y lloraba todo al mismo tiempo. Emhyr había prometido que no iban a atraparme y que me sacaría de ahí y lo había cumplido. Mil puntos para mi hermano y con ellos, tal vez la posibilidad de que algún día pudiera hablarle sin morderme la lengua y sin tenerle miedo a nada que pudiera pasarme estando junto a él. Ya hacía un buen rato que el carmín de mis labios había terminado en mi traje de prostituta con el que me había disfrazado, que había dejado un trazo insistente y difuminado sobre la piel alrededor de mi boca. Había dejado el palacio donde había sido una princesa, como una mujer que cobraba por abrir las piernas pero eso era lo de menos, había salido de ahí, no más morados que los que me hiciera yo misma por mi propia torpeza, no más golpes que los de la vida que me esperaba fuera, no más quemaduras que las del sol, no más sedantes que la tranquilidad del ambiente de la ciudad donde me tocara vivir ahora. Libre por fin.
Justo al sentarme en el carruaje sentí una punzada en el corazón, una de esas corazonadas que te da la vida y que te hace detenerte un instante para saber qué te has perdido, miré alrededor localizando a Ahmet que estaba sentado frente a mi y al mover la cabeza hacia la izquierda pude ver a la chica que se había asustado por mi. Sentada, difuminada como si la viera desde detrás de un velo transparente, sonriendo y saludando y supe que la suerte había determinado que ella muriera, que ya no nos acompañara y que ahora todo el mundo pensara que la muerta era yo. ¿Qué otro tipo de libertad podría yo esperar? Sin ser perseguida, sin ser buscada, solamente siendo yo. Nitarah Van Emreys había muerto para siempre, y en el proceso había muerto Adele la prostituta. Gracias a ella podía decir que no iba a volver a ser obligada a hacer nada de lo que yo no quisiera. Levanté la mano para saludarla y entonces desapareció. Para siempre.
El camino había sido largo pero de alguna o de otra manera tenía en el pecho tanto que quería salir que no podía pegar el ojo por más que estuviera muriéndome de sueño. ¡Pero no! Ya había pasado mucho tiempo dormida a la fuerza como para ahora dormirme yo por mi propio pie. No miraba por la ventana, no miraba a mi hermano que estaba dormitando junto a mi, no miraba nada. Tal sólo mantenía fija la mirada en un punto frente a mi intentando entender lo que se me venía encima. Paris. Emhyr. Nitarah. Yo podía parecer tonta pero no lo era, podía parecer inocente pero era capaz de arrancarte los ojos con las uñas si te encontrabas conmigo en uno de mis ataques, podía parecer autista pero me daba cuenta de absolutamente todo lo que pasaba a mi alrededor, tal vez gracias a que mi mutismo me hacía observar de más, tal vez porque Ahmet me contaba un montón de cosas que pasaban desapercibidas para mi. Sabía que tendría que enfrentar mis temores, de volver a hablar, de mantenerme lo más cuerda que podía y de dejar de mandar a mis muertos a que hablaran por mi, implicaba perder a mi Ahmet como traductor, como mi intérprete para siempre. Y tal vez eventualmente perderlo como mi amigo. "No me dejes nunca, ¿eh?" Pensé para él solamente recibiendo la contestación de inmediato. -Primero muerto- Noté la sonrisa en los labios de mi amigo por su mal chiste y luego me acurruqué junto a Emhyr a quien ya me había acotumbrado. Cabeza en su hombro, esperando solamente a que la nueva vida llegara a nosotros como el día que toma su lugar empujando a la noche hasta quitarle el protagonismo.
Justo al sentarme en el carruaje sentí una punzada en el corazón, una de esas corazonadas que te da la vida y que te hace detenerte un instante para saber qué te has perdido, miré alrededor localizando a Ahmet que estaba sentado frente a mi y al mover la cabeza hacia la izquierda pude ver a la chica que se había asustado por mi. Sentada, difuminada como si la viera desde detrás de un velo transparente, sonriendo y saludando y supe que la suerte había determinado que ella muriera, que ya no nos acompañara y que ahora todo el mundo pensara que la muerta era yo. ¿Qué otro tipo de libertad podría yo esperar? Sin ser perseguida, sin ser buscada, solamente siendo yo. Nitarah Van Emreys había muerto para siempre, y en el proceso había muerto Adele la prostituta. Gracias a ella podía decir que no iba a volver a ser obligada a hacer nada de lo que yo no quisiera. Levanté la mano para saludarla y entonces desapareció. Para siempre.
El camino había sido largo pero de alguna o de otra manera tenía en el pecho tanto que quería salir que no podía pegar el ojo por más que estuviera muriéndome de sueño. ¡Pero no! Ya había pasado mucho tiempo dormida a la fuerza como para ahora dormirme yo por mi propio pie. No miraba por la ventana, no miraba a mi hermano que estaba dormitando junto a mi, no miraba nada. Tal sólo mantenía fija la mirada en un punto frente a mi intentando entender lo que se me venía encima. Paris. Emhyr. Nitarah. Yo podía parecer tonta pero no lo era, podía parecer inocente pero era capaz de arrancarte los ojos con las uñas si te encontrabas conmigo en uno de mis ataques, podía parecer autista pero me daba cuenta de absolutamente todo lo que pasaba a mi alrededor, tal vez gracias a que mi mutismo me hacía observar de más, tal vez porque Ahmet me contaba un montón de cosas que pasaban desapercibidas para mi. Sabía que tendría que enfrentar mis temores, de volver a hablar, de mantenerme lo más cuerda que podía y de dejar de mandar a mis muertos a que hablaran por mi, implicaba perder a mi Ahmet como traductor, como mi intérprete para siempre. Y tal vez eventualmente perderlo como mi amigo. "No me dejes nunca, ¿eh?" Pensé para él solamente recibiendo la contestación de inmediato. -Primero muerto- Noté la sonrisa en los labios de mi amigo por su mal chiste y luego me acurruqué junto a Emhyr a quien ya me había acotumbrado. Cabeza en su hombro, esperando solamente a que la nueva vida llegara a nosotros como el día que toma su lugar empujando a la noche hasta quitarle el protagonismo.
- Spoiler:
- off: No te preocues ^^ mejor que lo aceleremos un poco... aunque creo que me ha quedado un poco corto -.- Disculpa la tardanza
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Atrás quedaba una tierra que en su pasado había sido su hogar, pero que ahora no reconocía como suya, no se identificaba en ella, era extranjero en su mismo lugar de origen.
Las horas había pasado, los paisajes cambiaban dando paso a los bosques y al frío, dando paso a tierras tal vez desconocida para su hermana, pero que dentro del recuerdo de Emhyr había que rememorar. Rumanía había sido un lugar al que Emhyr en una etapa de su vida podía haber llamado hogar, ya que aquella troupe de gitanos con las que viajo y convivió hizo que esas tierras tuviesen ese nombre para él, y de ellos aprendió bastante sobre todo en el tema de supervivencia en las calles de grandes ciudades.
De nuevo el traqueteo suave, como un balancín que le sumía en el sueño más profundo y lo volvía ajeno a todo lo que el rodeaba. Estaba demasiado cansado y en casi dos días que llevaban casi sin parar en su viaje, no había dormido apenas sintiendo las consecuencias que el cercano plenilunio hacía en él. Fatiga, cambios bruscos de humor, más pesadillas... Si Nithara parecía muda, él había estado algo más mudo y esquivo en aquel último día, evitando no decir algo o que su humor hiciese mella en su hermana. Se valía más de los gestos suaves que de las palabras casi para dirigirse a ella, quería tomárselo con tranquilidad el acercamiento a su hermana, darle tiempo para que esta asimilara su nueva situación, ahora ella era como un pequeño pájaro el cual había pasado años encerrada en una especie de jaula dorada con las alas cortadas, y nuevas plumas le había surgido de estas dándole la posibilidad de volar, ¿pero ella sabría como volar? Debía de ser paciente, ya que él había observado como había afectado su estado de vida en modo de comportarse, era comprensible.
Emhyr dormía y en su sueño volvía los recuerdos mezclados con las visiones...
Los pasillos dorados de su infancia... Los pasillos de las ruinas del antiguo palacio bizantino, a los cuales su madre llevaba junto con su hermana mayor... Nithara no había nacido aun cuando ellos paseaban por este lugar y ella les hablaba del don...
Aquel sueño le sonaba bastante, no era la primera vez que corría por aquellos angostos pasillos entre sueños, seguido por los aullidos de los lobos... A pesar de ser todo igual, y él de nuevo esperaba ver a la pelirroja arder entre las llamas había algo diferente... Las paredes doradas no relucía por la luz solar, sino la noche era las que le daban un brillo sobrenatural y la luna llena estaba bien alta, esperándole como nuevo hijo de aquel tipo de noches... Era extraño, ¿no se convertía? Era humano.
Al final del pasillo de nuevo la volvió a ver de espaldas, la descripción del vampiro había sido muy acertada, él la recordaba tal y como el mismo Emhyr lo hacía, Nithara era ella... Era tan similar, pero a diferencia de su hermana ella tenía aquel tipo de poder que al parecer los años comenzaron a menguar en cuantos las cartas dejaron de ser contestadas... Su madre de espaldas se volvió hacia él con una vela entre sus manos...
-Él diablo sigue llorando por mí... -Emhyr retrocedió un paso hacía atrás al ver como la luz de la nocturna revelaba sus facciones, ella avanzaba tras él dejando atrás ríos de rubíes que de su nuca brotaba mojando sus hombros. -Esta noche damos la bienvenida a uno entre nosotros...
Sus labios mortecinos se movieron y la vela quedo apagada...
No llego a sobresaltarse como había otras veces ocurrido, había sido un plácido y confuso despertar, Emhyr no sabía donde estaba. Pudo reconocer por la pequeña ventana de la carroza donde estaban, por un instante pensó en “Reinos”, el gitano español que le había acogido dentro de la troupe gitana en esas tierras. Sabía que ahora estaba en París, había coincidido con él, ¿todo estaría en orden? Esperaba que sí. Una de las primeras cosas que haría Emhyr en cuanto llegase a París sería ir a visitarle en los campamentos gitanos.
De repente algo se movió a su lado, Nithara estaba profundamente dormida, acurrucada contra él. ¿Cómo no se había dado cuenta de que estaba apoyada sobre él? Sería por lo ligero que le parecía su peso sobre él.
Emhyr sonrió para sí, al verla tan calmada. Sus dedos por un instante se pasearon por su cabello apartadnoselos de su rostro con sumo cuidado, no quería despertala.
Las horas transcurrían y el día se iba a apagando, la oscuridad iba acreciendo al igual que la preocupación porque no le dieran tiempo a llegar a alguna posada antes de que la noche se hiciera. Temía a la luna.
Pero para su alivio la carroza se había detenido anunciando que había llegado a la posada, sería una noche de nuevo tormentosa para él, pero al día siguiente ya estarían en un tren de regreso a París y todo sería mucho mejor.
-Nithara... Oye... -Le dijo con aquella voz suave y cálida para despertarla. -Hemos llegado, despierta, quiero hablar contigo seriamente cuando entremos.
Las horas había pasado, los paisajes cambiaban dando paso a los bosques y al frío, dando paso a tierras tal vez desconocida para su hermana, pero que dentro del recuerdo de Emhyr había que rememorar. Rumanía había sido un lugar al que Emhyr en una etapa de su vida podía haber llamado hogar, ya que aquella troupe de gitanos con las que viajo y convivió hizo que esas tierras tuviesen ese nombre para él, y de ellos aprendió bastante sobre todo en el tema de supervivencia en las calles de grandes ciudades.
De nuevo el traqueteo suave, como un balancín que le sumía en el sueño más profundo y lo volvía ajeno a todo lo que el rodeaba. Estaba demasiado cansado y en casi dos días que llevaban casi sin parar en su viaje, no había dormido apenas sintiendo las consecuencias que el cercano plenilunio hacía en él. Fatiga, cambios bruscos de humor, más pesadillas... Si Nithara parecía muda, él había estado algo más mudo y esquivo en aquel último día, evitando no decir algo o que su humor hiciese mella en su hermana. Se valía más de los gestos suaves que de las palabras casi para dirigirse a ella, quería tomárselo con tranquilidad el acercamiento a su hermana, darle tiempo para que esta asimilara su nueva situación, ahora ella era como un pequeño pájaro el cual había pasado años encerrada en una especie de jaula dorada con las alas cortadas, y nuevas plumas le había surgido de estas dándole la posibilidad de volar, ¿pero ella sabría como volar? Debía de ser paciente, ya que él había observado como había afectado su estado de vida en modo de comportarse, era comprensible.
Emhyr dormía y en su sueño volvía los recuerdos mezclados con las visiones...
Los pasillos dorados de su infancia... Los pasillos de las ruinas del antiguo palacio bizantino, a los cuales su madre llevaba junto con su hermana mayor... Nithara no había nacido aun cuando ellos paseaban por este lugar y ella les hablaba del don...
Aquel sueño le sonaba bastante, no era la primera vez que corría por aquellos angostos pasillos entre sueños, seguido por los aullidos de los lobos... A pesar de ser todo igual, y él de nuevo esperaba ver a la pelirroja arder entre las llamas había algo diferente... Las paredes doradas no relucía por la luz solar, sino la noche era las que le daban un brillo sobrenatural y la luna llena estaba bien alta, esperándole como nuevo hijo de aquel tipo de noches... Era extraño, ¿no se convertía? Era humano.
Al final del pasillo de nuevo la volvió a ver de espaldas, la descripción del vampiro había sido muy acertada, él la recordaba tal y como el mismo Emhyr lo hacía, Nithara era ella... Era tan similar, pero a diferencia de su hermana ella tenía aquel tipo de poder que al parecer los años comenzaron a menguar en cuantos las cartas dejaron de ser contestadas... Su madre de espaldas se volvió hacia él con una vela entre sus manos...
-Él diablo sigue llorando por mí... -Emhyr retrocedió un paso hacía atrás al ver como la luz de la nocturna revelaba sus facciones, ella avanzaba tras él dejando atrás ríos de rubíes que de su nuca brotaba mojando sus hombros. -Esta noche damos la bienvenida a uno entre nosotros...
Sus labios mortecinos se movieron y la vela quedo apagada...
No llego a sobresaltarse como había otras veces ocurrido, había sido un plácido y confuso despertar, Emhyr no sabía donde estaba. Pudo reconocer por la pequeña ventana de la carroza donde estaban, por un instante pensó en “Reinos”, el gitano español que le había acogido dentro de la troupe gitana en esas tierras. Sabía que ahora estaba en París, había coincidido con él, ¿todo estaría en orden? Esperaba que sí. Una de las primeras cosas que haría Emhyr en cuanto llegase a París sería ir a visitarle en los campamentos gitanos.
De repente algo se movió a su lado, Nithara estaba profundamente dormida, acurrucada contra él. ¿Cómo no se había dado cuenta de que estaba apoyada sobre él? Sería por lo ligero que le parecía su peso sobre él.
Emhyr sonrió para sí, al verla tan calmada. Sus dedos por un instante se pasearon por su cabello apartadnoselos de su rostro con sumo cuidado, no quería despertala.
Las horas transcurrían y el día se iba a apagando, la oscuridad iba acreciendo al igual que la preocupación porque no le dieran tiempo a llegar a alguna posada antes de que la noche se hiciera. Temía a la luna.
Pero para su alivio la carroza se había detenido anunciando que había llegado a la posada, sería una noche de nuevo tormentosa para él, pero al día siguiente ya estarían en un tren de regreso a París y todo sería mucho mejor.
-Nithara... Oye... -Le dijo con aquella voz suave y cálida para despertarla. -Hemos llegado, despierta, quiero hablar contigo seriamente cuando entremos.
- Spoiler:
- De nuevo te pido disculpas, he tenido problemillas personales que creo haber resuelto ya, por poco no puedo ni contestarte menos mal... Lo siento mucho procurare contestar tenerte con tanto tiempo de espera... Creo que con un par de post o así ya podras tener tus pies en París
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Era raro no sentirse como en casa, porque si bien era una frase hecha para rememorar la calidez de un hogar, yo no conocía ese tipo de sentimiento, o al menos no recordaba que lo hubiera sentido. Estaba acostumbrada a sentir miedo, impotencia, dolor, angustia y un montón de cosas malas que se me acumulaban en el pecho y que ya casi no podía distinguir. La felicidad, la libertad y el amor fraternal habían quedado en aquella niñez que me había sido robada a los diez años y ahora de pronto me regresaban todo de golpe. Lo agradecía, no me malinterpreten, el hecho de que hubiera salido de esa jaula de oro en la que me tenía sometida, había sido la mejor sorpresa de mi vida, pero teniendo tantas cosas buenas en las manos, no sabía muy bien por dónde comenzar a disfrutar.
Luchaba contra el sueño que quería apabullarme, miraba por la ventana negándome terminantemente cerrar los ojos, siquiera parpadear porque cada vez que mis párpados se tocaban entre si, se sentía como una eternidad el tiempo que tardaba en volver a separarlos. Cada parpadeo era quedarme dormida un par de segundos, la cabeza pesándome, la fuerza del cuerpo abandonándome por momentos cada vez más largos. El paisaje de afuera me cantaba canciones de cuna al oído, el vaivén del camino me arrullaba, me apretujaba las manos una contra otra en una pelea perdida contra Morfeo que se empeñaba en llamarme a sus brazos.
No supe cuándo me quedé dormida, ni tampoco cuándo terminé acurrucada contra mi hermano, y decididamente no recuerdo nada de lo que había soñado, una mezcla entre mi marido persiguiéndome, mi hermano salvándome, una cortesana muerta y yo parada a la mitad de un campo de flores sin sabr qué hacía ahí ni hacia dónde debía ir. ¿Un sueño de verdad? ¿O todo eso había sucedido? El cansancio me había vencido tanto que cuando sentí que el carruaje se detenía, no desperté de inmediato, me resistí a dejar la comodidad que me había rodeado desde que habíamos salido del palacio, me negaba a abrir los ojos y darme cuenta de que tal vez todo este tiempo había estado soñando, gracias al brebaje de mandrágora que usaban para dormirme, que me había estado imaginando una libertad que probablemente nunca iba a tener.
Me tensé completa y de un salto abrí los ojos para mirar hacia fuera aferrándome al brazo de mi hermano. Lo miré como si acabara de caerme de otra dimensión intentando ubicarme en el tiempo y el espacio actuales sin soltarme de su brazo ni siquiera cuando bajamos y entramos a la posada. ¿Hablar seriamente conmigo?, No iba a reñirme, ¿O si? No me gustaba que me riñeran, ese tipo de cosas siempre iban de la mano con golpes y abusos. Y yo ya era libre. ¿No es cierto?
Luchaba contra el sueño que quería apabullarme, miraba por la ventana negándome terminantemente cerrar los ojos, siquiera parpadear porque cada vez que mis párpados se tocaban entre si, se sentía como una eternidad el tiempo que tardaba en volver a separarlos. Cada parpadeo era quedarme dormida un par de segundos, la cabeza pesándome, la fuerza del cuerpo abandonándome por momentos cada vez más largos. El paisaje de afuera me cantaba canciones de cuna al oído, el vaivén del camino me arrullaba, me apretujaba las manos una contra otra en una pelea perdida contra Morfeo que se empeñaba en llamarme a sus brazos.
No supe cuándo me quedé dormida, ni tampoco cuándo terminé acurrucada contra mi hermano, y decididamente no recuerdo nada de lo que había soñado, una mezcla entre mi marido persiguiéndome, mi hermano salvándome, una cortesana muerta y yo parada a la mitad de un campo de flores sin sabr qué hacía ahí ni hacia dónde debía ir. ¿Un sueño de verdad? ¿O todo eso había sucedido? El cansancio me había vencido tanto que cuando sentí que el carruaje se detenía, no desperté de inmediato, me resistí a dejar la comodidad que me había rodeado desde que habíamos salido del palacio, me negaba a abrir los ojos y darme cuenta de que tal vez todo este tiempo había estado soñando, gracias al brebaje de mandrágora que usaban para dormirme, que me había estado imaginando una libertad que probablemente nunca iba a tener.
Me tensé completa y de un salto abrí los ojos para mirar hacia fuera aferrándome al brazo de mi hermano. Lo miré como si acabara de caerme de otra dimensión intentando ubicarme en el tiempo y el espacio actuales sin soltarme de su brazo ni siquiera cuando bajamos y entramos a la posada. ¿Hablar seriamente conmigo?, No iba a reñirme, ¿O si? No me gustaba que me riñeran, ese tipo de cosas siempre iban de la mano con golpes y abusos. Y yo ya era libre. ¿No es cierto?
off: Siento muchísimo la mega tardanza... esto de la vida laboral y me parece bien, en uno o dos posts llegar por fin a Paris ^^
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Detenida ya la carroza Emhyr hizo unos indicaciones a aquellos servidores que ek monarca rumano le había proporcionado, para que descargaran algunas cosas y preparan las habitaciones para la noche. Con una ademán indico a Nithara que esperara un poco en la carroza, ya que lo quería decirle debía de quedarse en la privacidad.
-Creo que no puedo esperar a entrar para decirtelo. -La luz se apagaba en el cielo, Emhyr miró atravez de la ventana y luego miró a su hermana, la cual, había tensado su cuerpo y se había aferrado con un poco más de fuerza de lo habitual a su brazo ante sus palabras. -Oye... -Rió con esa cálidez que caracteriba en él ante ella, no quería asustarla ni nada parecido, tampoco contarle la verdad ya que ¿cómo asimilaría el que él hubiese aceptado voluntariamente una maldición? -Que no es algo "grave" lo que quería comentarte. -La seriedad quedo rota en su rostro, ahora parecía "aparentemente" relajado, aunque era un teatro su actitud ya que en su interior algo se enervaba profundamente a causa de aquella bestia que reclamaba aullar a su amada de plata. -Solo quiero decirte que esta noche estarás completamente sola, los hombres que nos han traído te cuidaran. Debo ausentarme ya que tengo algo importante que resolver y prefiero no ponerte en peligro si lo hay, ya que vine aquí con un proposito y es el de darte esa libertad ansiada. -Trago saliva un momento, en el exterior podía escucharse a los hombres hablar en aquel rumano bien marcado mientras descargaban cosas del carro. -No debes preocuparte, no te ocurrirá nada y al amanecer regresaré... Tomaremos el tren y en tal vez un día, estemos ya en París, allí podras hacer con tu vida lo que desees, es tu elección y eres dueña de ella, nada te ata a lo que no quiera. -Emhyr apartó unos cabellos de su pelo y acaricio su rostro de una manera fraternal. -Recuérdalo, ahora tu trazas tu propio camino. Y prometeme una cosa. -Ahora si hablaba demasiado en serio. -No salgas de la posada para nada, esta noche es más peligrosa que ninguna, y en el futuro lo comprenderás. Lo sé.
Un beso en la frente y sin más palabras, abrió la puerta de la carroza saliendo de ella. Desde fuera le ofreció la mano para que saliera. Unas pocas indiciones en aquella lengua extranjera, y un chico que vigilaría a Nithara. Emhyr casi ni se despidió la noche le esperaba con ansias desgarrando su alma con tanta violencia que se vió obligado a correr entre los árboles de aquel bosque rodeaba.
La noche sin memoria se había visto iluminada por la plenitud de la luna, tanta luz emanaba esta que los rincones más oscuros de aquel vasto bosque no dejaban escondite alguno.
De nuevo llegaría lo que Emhyr bien conocía, ese proceso que en apenas unos meses había aprendido a llevar a cabo, como si de un protocolo éstandar se tratase: buscar un lugar para guardar sus ropas, ya que, a pesar de que aparentemente ahora poseía unos servidores proporcionados por el monarca rumano, no tenía en sus bolsillo apenas unas monedas que le permitían vivir unos cuantos días, es decir, su economía era demasiado escasa para estar rompiendo ropas todas las lunas llenas y comprando otras; en la desnudez y sin sentir vergüenza de ella, alejarse al lugar menos poblado del mundo; luego vendría los minutos agónicos de dolor en la que la piel blanda se marcharía dejando surgir la nueva piel peluda, los huesos se desencajaría con su crujir para recomponer un nuevo puzzle con su cuerpo humano y tranformarlo en el de un enorme lobo salvaje.
La memoria humana volvería a distorsionarse, sus emociones quedaban desatadas y a mercer del instinto de canido, a lo mejor aquella noche encontrase algun que otro animal desválido y lo destrozase por gusto o tal vez, algun humano se cruzase en su camino marcando un negro destino en su vida quien sabía, él solo recordaría menos de la mitad de lo que ocurría en aquella noche.
Al menos tenía un consuelo y era, que a medida que su edad lupina aumentase su control acrecentaría y tal vez pudiese transformarse a voluntad, el dolor se mitigaría ya que su cuerpo admitiría el cambio con más fácilidad volviendose flexible para éste.
El amanecer le esperaría en confusión y con un humor de perro, Emhyr solo pudo hacer una cosa, volver a la posada, asearse...
Nithara cuando despertase no lo encontraría allí, ya que al entrar al vagon correspondiente para ambos Emhyr ya estaría esperandola completamente dormido, demasiado demasiado cansado, pálido y con ojeras bien marcadas. Su aspecto era de no haber pasado una noche muy agradable y de haber dormido poco. Ella pensaría lo que quisiera, le daba igual, ya que aun no se veía con fuerzas para contarle la verdad, y prefería cualquier otra fantasía que la propia verdad.
OFF: Un post más y ya lo tenemos ^^
-Creo que no puedo esperar a entrar para decirtelo. -La luz se apagaba en el cielo, Emhyr miró atravez de la ventana y luego miró a su hermana, la cual, había tensado su cuerpo y se había aferrado con un poco más de fuerza de lo habitual a su brazo ante sus palabras. -Oye... -Rió con esa cálidez que caracteriba en él ante ella, no quería asustarla ni nada parecido, tampoco contarle la verdad ya que ¿cómo asimilaría el que él hubiese aceptado voluntariamente una maldición? -Que no es algo "grave" lo que quería comentarte. -La seriedad quedo rota en su rostro, ahora parecía "aparentemente" relajado, aunque era un teatro su actitud ya que en su interior algo se enervaba profundamente a causa de aquella bestia que reclamaba aullar a su amada de plata. -Solo quiero decirte que esta noche estarás completamente sola, los hombres que nos han traído te cuidaran. Debo ausentarme ya que tengo algo importante que resolver y prefiero no ponerte en peligro si lo hay, ya que vine aquí con un proposito y es el de darte esa libertad ansiada. -Trago saliva un momento, en el exterior podía escucharse a los hombres hablar en aquel rumano bien marcado mientras descargaban cosas del carro. -No debes preocuparte, no te ocurrirá nada y al amanecer regresaré... Tomaremos el tren y en tal vez un día, estemos ya en París, allí podras hacer con tu vida lo que desees, es tu elección y eres dueña de ella, nada te ata a lo que no quiera. -Emhyr apartó unos cabellos de su pelo y acaricio su rostro de una manera fraternal. -Recuérdalo, ahora tu trazas tu propio camino. Y prometeme una cosa. -Ahora si hablaba demasiado en serio. -No salgas de la posada para nada, esta noche es más peligrosa que ninguna, y en el futuro lo comprenderás. Lo sé.
Un beso en la frente y sin más palabras, abrió la puerta de la carroza saliendo de ella. Desde fuera le ofreció la mano para que saliera. Unas pocas indiciones en aquella lengua extranjera, y un chico que vigilaría a Nithara. Emhyr casi ni se despidió la noche le esperaba con ansias desgarrando su alma con tanta violencia que se vió obligado a correr entre los árboles de aquel bosque rodeaba.
La noche sin memoria se había visto iluminada por la plenitud de la luna, tanta luz emanaba esta que los rincones más oscuros de aquel vasto bosque no dejaban escondite alguno.
De nuevo llegaría lo que Emhyr bien conocía, ese proceso que en apenas unos meses había aprendido a llevar a cabo, como si de un protocolo éstandar se tratase: buscar un lugar para guardar sus ropas, ya que, a pesar de que aparentemente ahora poseía unos servidores proporcionados por el monarca rumano, no tenía en sus bolsillo apenas unas monedas que le permitían vivir unos cuantos días, es decir, su economía era demasiado escasa para estar rompiendo ropas todas las lunas llenas y comprando otras; en la desnudez y sin sentir vergüenza de ella, alejarse al lugar menos poblado del mundo; luego vendría los minutos agónicos de dolor en la que la piel blanda se marcharía dejando surgir la nueva piel peluda, los huesos se desencajaría con su crujir para recomponer un nuevo puzzle con su cuerpo humano y tranformarlo en el de un enorme lobo salvaje.
La memoria humana volvería a distorsionarse, sus emociones quedaban desatadas y a mercer del instinto de canido, a lo mejor aquella noche encontrase algun que otro animal desválido y lo destrozase por gusto o tal vez, algun humano se cruzase en su camino marcando un negro destino en su vida quien sabía, él solo recordaría menos de la mitad de lo que ocurría en aquella noche.
Al menos tenía un consuelo y era, que a medida que su edad lupina aumentase su control acrecentaría y tal vez pudiese transformarse a voluntad, el dolor se mitigaría ya que su cuerpo admitiría el cambio con más fácilidad volviendose flexible para éste.
El amanecer le esperaría en confusión y con un humor de perro, Emhyr solo pudo hacer una cosa, volver a la posada, asearse...
Nithara cuando despertase no lo encontraría allí, ya que al entrar al vagon correspondiente para ambos Emhyr ya estaría esperandola completamente dormido, demasiado demasiado cansado, pálido y con ojeras bien marcadas. Su aspecto era de no haber pasado una noche muy agradable y de haber dormido poco. Ella pensaría lo que quisiera, le daba igual, ya que aun no se veía con fuerzas para contarle la verdad, y prefería cualquier otra fantasía que la propia verdad.
OFF: Un post más y ya lo tenemos ^^
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 678
Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
No me gustó lo que tenía que decirme, aun cuando había dicho que no era nada grave, no quería estar sola con quién sabe quién que se supone me cuidaría en la posada. El miedo que había estado escondido debajo de capas y capas de ingenuidad y de indiferencia comenzaba a asomarse entre los pliegues de mi ropa nueva y las cuarteaduras que el viaje me había provocado. No quería soltarme de su brazo, pero debía hacerlo. No entendía demasiado bien lo que tenía que hacer lejos de la posada ni tampoco porqué tenía que ser justo esta noche que tuviera que ir a hacer lo que sea que fuera importante. Una parte de la conversación, sin embargo, me llamó la atención. La parte en la que decía que una vez llegada a Paris podría hacer con mi vida lo que fuera, podría tirarme a nadar en un lago, caminar por las calles, jugar con los gatos que paseaban por el mercado, podría subirme a los tejados a ver la luna si quería. Asentí con la cabeza un poco más animada y aflojé un poco el agarre de mis manos en su brazo, no valía la pena retenerlo, sobretodo cuando no tenía ningún poder sobre él. ¿Qué podía decirle?, ¿"No te vayas"?
Abrí un poco más los ojos cuando me hizo prometerle que no saldría de la posada para nada. No era muy necesario, porque estaba tan cansada que probablemente caería rendida en cuanto mi cabeza tocara la almohada y asentí nuevamente. Un poco más de amor fraternal antes de que se fuera bajo mi mirada atenta. Un parpadeo hacia Ahmet para mandarle un mensaje de ultratumba a aquel hermano que me había salvado de un infierno.
No estaba muy segura de porqué tenía que decírselo pero parecía prudente. Si la noche era peligrosa, no sería peligrosa sólo para mi sino también para él. Me había quedado sola de nuevo. Miré al chico que cuidaría de mi y me prometí que si me tocaba, le lanzaría una maldición a él y a toda su familia, pediría que un montón de espíritus lo persiguieran hasta volverlo loco, le desgarraría el cerebro con gritos subliminales hasta que pidiera piedad. Pero todo lo que estaba pensando se vio interrumpido con una sonrisa del chico. Un parpadeo de mi parte. No parecía malo así que dejé que tomara mi mano y me guiara dentro de la posada en donde yo no tuve que dirigirle la palabra a nadie y en menos de lo que pude parpadear de nuevo, ya estaba recostada en una cama con las mantas hasta el cuello dospuesta a dormir hasta el siguiente día.
Una noche sin sueños, uno que otro aullido a la luna que se perdió en la bruma de mi cansancio guardándose en mi subconsciente y arrullándome inconscientemente. Una noche que duró lo que debe de durar y aún así cuando llegó la mañana, me despertaron haciéndome pensar que se había adelantado el tiempo. Un sobresalto que me llevó casi al otro lado del cuarto pensándome lo peor antes de ubicarme en lugar, tiempo y espacio y dejar que me señalaran el lugar para asearme donde me tomó más tiempo del necesario porque yo esas cosas nunca las hacía. El chico mandó llamar a una chica para que me ayudara con la ropa y el cabello antes de poder salir de la posada hacia el carruaje.
Miraba a un lado y al otro para buscar a Emhyr, ya nos íbamos y él no estaba. No íbamos a dejarlo, ¿Verdad? El corazón que mi pecho guardaba comenzó a acelerarse de poco en poco al no ver a mi hermano durante las preparaciones. A punto estuve de romper mi silencio para preguntar pero cuando entré al carruaje lo vi dormido. Muy cansado. Corrí a acurrucarme contra él de puro gusto y emoción, tomé una de las mantas y me cubrí hasta el cuello compartiéndola con mi salvador y hermano. Al fin íbamos hacia nuestra libertad. Hacia ese Paris que tantas promesas escondía entre sus calles.
Abrí un poco más los ojos cuando me hizo prometerle que no saldría de la posada para nada. No era muy necesario, porque estaba tan cansada que probablemente caería rendida en cuanto mi cabeza tocara la almohada y asentí nuevamente. Un poco más de amor fraternal antes de que se fuera bajo mi mirada atenta. Un parpadeo hacia Ahmet para mandarle un mensaje de ultratumba a aquel hermano que me había salvado de un infierno.
"Cuídate"
No estaba muy segura de porqué tenía que decírselo pero parecía prudente. Si la noche era peligrosa, no sería peligrosa sólo para mi sino también para él. Me había quedado sola de nuevo. Miré al chico que cuidaría de mi y me prometí que si me tocaba, le lanzaría una maldición a él y a toda su familia, pediría que un montón de espíritus lo persiguieran hasta volverlo loco, le desgarraría el cerebro con gritos subliminales hasta que pidiera piedad. Pero todo lo que estaba pensando se vio interrumpido con una sonrisa del chico. Un parpadeo de mi parte. No parecía malo así que dejé que tomara mi mano y me guiara dentro de la posada en donde yo no tuve que dirigirle la palabra a nadie y en menos de lo que pude parpadear de nuevo, ya estaba recostada en una cama con las mantas hasta el cuello dospuesta a dormir hasta el siguiente día.
Una noche sin sueños, uno que otro aullido a la luna que se perdió en la bruma de mi cansancio guardándose en mi subconsciente y arrullándome inconscientemente. Una noche que duró lo que debe de durar y aún así cuando llegó la mañana, me despertaron haciéndome pensar que se había adelantado el tiempo. Un sobresalto que me llevó casi al otro lado del cuarto pensándome lo peor antes de ubicarme en lugar, tiempo y espacio y dejar que me señalaran el lugar para asearme donde me tomó más tiempo del necesario porque yo esas cosas nunca las hacía. El chico mandó llamar a una chica para que me ayudara con la ropa y el cabello antes de poder salir de la posada hacia el carruaje.
Miraba a un lado y al otro para buscar a Emhyr, ya nos íbamos y él no estaba. No íbamos a dejarlo, ¿Verdad? El corazón que mi pecho guardaba comenzó a acelerarse de poco en poco al no ver a mi hermano durante las preparaciones. A punto estuve de romper mi silencio para preguntar pero cuando entré al carruaje lo vi dormido. Muy cansado. Corrí a acurrucarme contra él de puro gusto y emoción, tomé una de las mantas y me cubrí hasta el cuello compartiéndola con mi salvador y hermano. Al fin íbamos hacia nuestra libertad. Hacia ese Paris que tantas promesas escondía entre sus calles.
- Spoiler:
- off: Disculpa la tardanza... ya está aquí el post...
Nitarah Van Emreys- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 10/04/2011
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