AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
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Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
Recuerdo del primer mensaje :
Los días había transcurrido verdaderamente pesados he impacientes. El mar había sido quien les había dado verdadera ventaja, pero en cuanto llegaron al puerto, las prisas quedaron atrás y más le valían armarse de paciencia, no debían de precipitarse en sus planes. No debía de fallar nada.
Los dos primeros días de estancia, a Emhyr le parecieron lo más extraños de su vida. Habían pasado tantos años desde su huida, que cuando caminaba entre las calles ruidosas de Constantinopla le parecía estar en un país completamente diferente al que había conocido antaño. Caras desconocidas, ropas que había evolucionado en cierto modo por las modas, un ambiente completamente diferente... Incluso su propia lengua le parecía sonar extraña en sus oídos.
La melancolía y confusión hondo muy dentro en el turco, el cual se sentía extranjero en su propia tierra, una tierra que no reconocía como suya... ¿Pero que lugar reconocía como suyo, o como verdadero hogar? Más bien ninguno. La verdad aquel pensamiento era triste, ya que antes aquel lugar lo identificaba como su hogar, lo recordaba con alegría, con esperanza, pero el volver allí había sido un total choque con una realidad bien distinta a la que su mente había creado. Desconocido entre aquellas calles que le habían visto crecer, el haber roto de un modo inconsciente los lazos creados... ¿Emhyr verdaderamente conseguiría de algún modo, conseguir el hogar pasado en otro tierra? Lo ponía muy en duda, ahora que había estado viviendo de un modo más fijo en la luminosa París, en los últimos meses ya había sentido aquella extraña llamada que en su interior surgía cada vez que estaba demasiado tiempo en un lugar. Algo estaba inquieto dentro de su alma, algo que creaba en su interior la necesidad de continuar dando pasos ciegos por otros países, en busca de una tierra que le reconociese y diese bienvenida, para iniciar la vida que tanto deseaba. Esta reflexión solamente le basto para darse cuenta, de que no era capaz, aun, de posar con fuerza sus pies, sobre una tierra a la que llamar hogar.
Emhyr no se lo había dicho a su compañera parisina, no quería preocuparla. Ya que sabía que en ella sembraría las primeras dudas y el miedo, a que él huyese de ella como hacía muy habitual con las mujeres. Pero todo era distinto, él era ahora distinto.
Venir como representantes de la monarquía rumana era el plan principal para poder entrar libremente en el palacio otomano. Después de aquellos dos días, ya estaba entre las ricas paredes del palacio, viviendo en el lujo que se le ofrecían a los emisarios más importantes de los países aliados. Vestido como uno de ellos, jugando al juego de la dramatización, hablando lo mínimo cuando se les llamaba y fingiendo un acento que no era suyo, fue suficiente para que todos se tragaran el cuento. Y ahora Emhyr esperaba en sus estancia, impaciente de nuevo, esperaba... A la noche, aquella noche iba a ser importante y peligrosa.
Nocturna, oscura y misteriosa, aquella que oculta los más oscuros secretos que entre aquella paredes quedaban bien escondidos, secretos que no deben ser revelados, mancillados por la mentira. Pero Emhyr que conocía bien la verdad, ya caminaba entre los pasillos conocidos, como una sombra invisible buscando a su objetivo. Sus ojos castaños se había vuelto del dorado cánido para poder apreciar la luz en la oscuridad, sus oídos afinados le ayudaban a detectar los movimientos de los guardián. Como un lobo acechador entraba en las estancias de las mujeres, sin apenas dejar tras de sí ninguna mota de sonido, es más tras sus pasos solamente silencio.
Con aquel gesto inhumano que a veces creaba en él la maldición de la luna llena, pudo hallar la habitación de la señora de su gran enemigo, su propia hermana. Suavizada la fiereza que en sus ojos se reflejaba, el dorado se apago dejando ver el castaño humano, un castaño humano que se vio sorprendido al ver el físico de ella, que yacía dormida sobre su lecho. Se parecía tan extraordinariamente a su madre, que él mismo ni se lo creía. Solamente una diferencia, rompía la ilusión que creaba el fantasma, la piel de aquella joven era mucho más pálida que la de su propia madre, que era demasiado morena, como él.
Atrevido se sentó junto al lecho, observando como calmada aquella joven que seguro que no le recordaba. Por un momento Emhyr pensó que él tampoco la recordaba mucho en su niñez, cuando Nithara había nacido él ya había sido mandado a la escuela de los jenízaros. Se había perdido prácticamente toda la vida de su hermana pequeña, que había sido para él y era una total desconocida.
Su mano suave acarició los cabellos de aquella chica, ciertamente aquello era un atrevimiento ya que en su cultura el cabello de la mujer permanecía oculto, siendo exclusivo objeto de fascinación para los esposos.
Los días había transcurrido verdaderamente pesados he impacientes. El mar había sido quien les había dado verdadera ventaja, pero en cuanto llegaron al puerto, las prisas quedaron atrás y más le valían armarse de paciencia, no debían de precipitarse en sus planes. No debía de fallar nada.
Los dos primeros días de estancia, a Emhyr le parecieron lo más extraños de su vida. Habían pasado tantos años desde su huida, que cuando caminaba entre las calles ruidosas de Constantinopla le parecía estar en un país completamente diferente al que había conocido antaño. Caras desconocidas, ropas que había evolucionado en cierto modo por las modas, un ambiente completamente diferente... Incluso su propia lengua le parecía sonar extraña en sus oídos.
La melancolía y confusión hondo muy dentro en el turco, el cual se sentía extranjero en su propia tierra, una tierra que no reconocía como suya... ¿Pero que lugar reconocía como suyo, o como verdadero hogar? Más bien ninguno. La verdad aquel pensamiento era triste, ya que antes aquel lugar lo identificaba como su hogar, lo recordaba con alegría, con esperanza, pero el volver allí había sido un total choque con una realidad bien distinta a la que su mente había creado. Desconocido entre aquellas calles que le habían visto crecer, el haber roto de un modo inconsciente los lazos creados... ¿Emhyr verdaderamente conseguiría de algún modo, conseguir el hogar pasado en otro tierra? Lo ponía muy en duda, ahora que había estado viviendo de un modo más fijo en la luminosa París, en los últimos meses ya había sentido aquella extraña llamada que en su interior surgía cada vez que estaba demasiado tiempo en un lugar. Algo estaba inquieto dentro de su alma, algo que creaba en su interior la necesidad de continuar dando pasos ciegos por otros países, en busca de una tierra que le reconociese y diese bienvenida, para iniciar la vida que tanto deseaba. Esta reflexión solamente le basto para darse cuenta, de que no era capaz, aun, de posar con fuerza sus pies, sobre una tierra a la que llamar hogar.
Emhyr no se lo había dicho a su compañera parisina, no quería preocuparla. Ya que sabía que en ella sembraría las primeras dudas y el miedo, a que él huyese de ella como hacía muy habitual con las mujeres. Pero todo era distinto, él era ahora distinto.
Venir como representantes de la monarquía rumana era el plan principal para poder entrar libremente en el palacio otomano. Después de aquellos dos días, ya estaba entre las ricas paredes del palacio, viviendo en el lujo que se le ofrecían a los emisarios más importantes de los países aliados. Vestido como uno de ellos, jugando al juego de la dramatización, hablando lo mínimo cuando se les llamaba y fingiendo un acento que no era suyo, fue suficiente para que todos se tragaran el cuento. Y ahora Emhyr esperaba en sus estancia, impaciente de nuevo, esperaba... A la noche, aquella noche iba a ser importante y peligrosa.
Nocturna, oscura y misteriosa, aquella que oculta los más oscuros secretos que entre aquella paredes quedaban bien escondidos, secretos que no deben ser revelados, mancillados por la mentira. Pero Emhyr que conocía bien la verdad, ya caminaba entre los pasillos conocidos, como una sombra invisible buscando a su objetivo. Sus ojos castaños se había vuelto del dorado cánido para poder apreciar la luz en la oscuridad, sus oídos afinados le ayudaban a detectar los movimientos de los guardián. Como un lobo acechador entraba en las estancias de las mujeres, sin apenas dejar tras de sí ninguna mota de sonido, es más tras sus pasos solamente silencio.
Con aquel gesto inhumano que a veces creaba en él la maldición de la luna llena, pudo hallar la habitación de la señora de su gran enemigo, su propia hermana. Suavizada la fiereza que en sus ojos se reflejaba, el dorado se apago dejando ver el castaño humano, un castaño humano que se vio sorprendido al ver el físico de ella, que yacía dormida sobre su lecho. Se parecía tan extraordinariamente a su madre, que él mismo ni se lo creía. Solamente una diferencia, rompía la ilusión que creaba el fantasma, la piel de aquella joven era mucho más pálida que la de su propia madre, que era demasiado morena, como él.
Atrevido se sentó junto al lecho, observando como calmada aquella joven que seguro que no le recordaba. Por un momento Emhyr pensó que él tampoco la recordaba mucho en su niñez, cuando Nithara había nacido él ya había sido mandado a la escuela de los jenízaros. Se había perdido prácticamente toda la vida de su hermana pequeña, que había sido para él y era una total desconocida.
Su mano suave acarició los cabellos de aquella chica, ciertamente aquello era un atrevimiento ya que en su cultura el cabello de la mujer permanecía oculto, siendo exclusivo objeto de fascinación para los esposos.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 678
Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: Revelaciones en Constantinopla [Nithara Van Emreys]
En aquel rincón de vagón del tren, su cuerpo encogido y abrazado por sus propios brazos descansaba en un sueño tan profundo que seguro que ninguna presencia ni sonido podría sacarlo del mundo onírico que su mente había creado a causa del profundo cansancio de la noche anterior. Los musculos tensos como si su cuerpo estableciera algun tipo de mecanismo de defensa, esperando a enfrentarse a aquello que perturbarse aquella profunda paz en la que se había sumado. Su rostro daba señales de alguna que otra magulladura y su pelo desordenado daba señal de que a pesar de que se había aseado, no se había molestado en nada en peinarse lo mínimo, como si le hubiese llevado mucha prisa el poder llegar antes que ella al tren, y de algun modo así era.
No se sabía como ni porque, pero de repente sus gestos se suavizaron, el gesto de tensión se relajo. Tan solo había sido el sentir su presencia a pesar de que no era consciente realmente de ello ni había despertado, pero en cuanto el cuerpo de su hermana tomó contacto con el de él al refugiarse y acurrucarse él había tomado esa postura, como si su mera presencia llenará de calma y paz al desterrado.
Ambos eran, a pesar de poseer la misma sangre, completos desconocidos no sabía nada él uno del otro, ni sus gustos, ni como funcionaba su mente, ni sus historias y experiencias que la vida les había ofrecido... Nada. Solo sabía el uno del otro lo poco que había aprendido en aquellos días, pero a pesar de ello para Emhyr, Nithara emanaba un extraño aura que hacía como si una pequeña parte de su alma siempre hubiese estado con ella y al contrario, y que con su nueva presencia llena de calor hubiese conseguido llenar un vació, un extraño puzzle que a Emhyr le faltaba por terminar remediando aquella voz de la conciencia que a gritos le perseguía culpandole por haber sido el único superviviente de la tragedia que había perseguido a su familia, ¿El único? No, él sabía perfectamente que su hermana no había muerto a pesar de que al principio lo había creído, pero decidir olvidarlo todo, ignorarlo para continuar hacía delante, había sido... Un cobarde.
Pero ahora estaba allí, junto a ella dándole una nueva vida llena de oportunidades, compensandola en todo lo que debía haberle ofrecido en un pasado.
Las calderas estaba siendo atendidas, y los mecanismos del tren sonaban ruidosos anunciando el comienzo de la marcha en aquellos chirriantes raíles.
Emhyr soñana con la ciudad de noches tan iluminadas que parecían días soleadas; soñaba con el circo gitano y sus antiguos compañeros de viajes; soñaba con los trucos de magias basados en juegos de cartas, monedas que desaparecían y juegos con fuego; la música de su guitarra, el piano abandonado en aquella casita donde una de sus amantes le había proporcionado una llave le esperaba para darle más lecciónes que en sus sueños rememoraba; seguro que ahora su Hacedora en el mundo de la licantropía atendía a las clientas en su perfumería que casi podía oler desde aquel tren en su estado; y sobre todo soñaba con aquella que había roto su esquema de mujeriego, aquella ladrona pelirroja que le había costado más de una cicatriz y casi la vida entre sus pequeñas aventuras, aquella chica algo más joven que su hermana: apasionada, impulsiva, picona, cabezona, soñadora, de piel suave al igual que sus labios, cariñosa, dulce... Aquella joven que seguro que le esperaba... Aunque Emhyr no sabía que tal vez descubriese que ella, ya no estaría allí impaciente por su llegada. Su "Nimue" se habría esfumado como el humo sin dejar rastro tras de sí, ni explicaciones para él. Ahora solo le esperaría un época de extraños descubrimientos, preocupaciones, y oscuridad.
París era un redil de oportunidades para ambos huerfanos del mundo, aunque las cosas fuesen para mal al menos ahora... Se tenía el uno al otro.
No se sabía como ni porque, pero de repente sus gestos se suavizaron, el gesto de tensión se relajo. Tan solo había sido el sentir su presencia a pesar de que no era consciente realmente de ello ni había despertado, pero en cuanto el cuerpo de su hermana tomó contacto con el de él al refugiarse y acurrucarse él había tomado esa postura, como si su mera presencia llenará de calma y paz al desterrado.
Ambos eran, a pesar de poseer la misma sangre, completos desconocidos no sabía nada él uno del otro, ni sus gustos, ni como funcionaba su mente, ni sus historias y experiencias que la vida les había ofrecido... Nada. Solo sabía el uno del otro lo poco que había aprendido en aquellos días, pero a pesar de ello para Emhyr, Nithara emanaba un extraño aura que hacía como si una pequeña parte de su alma siempre hubiese estado con ella y al contrario, y que con su nueva presencia llena de calor hubiese conseguido llenar un vació, un extraño puzzle que a Emhyr le faltaba por terminar remediando aquella voz de la conciencia que a gritos le perseguía culpandole por haber sido el único superviviente de la tragedia que había perseguido a su familia, ¿El único? No, él sabía perfectamente que su hermana no había muerto a pesar de que al principio lo había creído, pero decidir olvidarlo todo, ignorarlo para continuar hacía delante, había sido... Un cobarde.
Pero ahora estaba allí, junto a ella dándole una nueva vida llena de oportunidades, compensandola en todo lo que debía haberle ofrecido en un pasado.
Las calderas estaba siendo atendidas, y los mecanismos del tren sonaban ruidosos anunciando el comienzo de la marcha en aquellos chirriantes raíles.
Emhyr soñana con la ciudad de noches tan iluminadas que parecían días soleadas; soñaba con el circo gitano y sus antiguos compañeros de viajes; soñaba con los trucos de magias basados en juegos de cartas, monedas que desaparecían y juegos con fuego; la música de su guitarra, el piano abandonado en aquella casita donde una de sus amantes le había proporcionado una llave le esperaba para darle más lecciónes que en sus sueños rememoraba; seguro que ahora su Hacedora en el mundo de la licantropía atendía a las clientas en su perfumería que casi podía oler desde aquel tren en su estado; y sobre todo soñaba con aquella que había roto su esquema de mujeriego, aquella ladrona pelirroja que le había costado más de una cicatriz y casi la vida entre sus pequeñas aventuras, aquella chica algo más joven que su hermana: apasionada, impulsiva, picona, cabezona, soñadora, de piel suave al igual que sus labios, cariñosa, dulce... Aquella joven que seguro que le esperaba... Aunque Emhyr no sabía que tal vez descubriese que ella, ya no estaría allí impaciente por su llegada. Su "Nimue" se habría esfumado como el humo sin dejar rastro tras de sí, ni explicaciones para él. Ahora solo le esperaría un época de extraños descubrimientos, preocupaciones, y oscuridad.
París era un redil de oportunidades para ambos huerfanos del mundo, aunque las cosas fuesen para mal al menos ahora... Se tenía el uno al otro.
- Spoiler:
- OFF: Te iba a decir de cerrar el tema ya con lo que habías escrito, ya que te quedo muy bordado el modo en el que cerraste el post tuyo. Tu modo de escribir es increíble
No pasa nada con al tardanza, yo tuve también problemas para contestar por la culpa de internet -.- y demás problemas.
Bueno solo decir que ya cerramos tema y cuando quieras, hacemos otro tema por París tú y yo solos o podemos invitar a gente si deseas, ¡Tú mandas!
¡Muchas gracias por haberte ofrecido para que tu pj sea la hermana de Emhyr, con éste tema veo que eres perfecta para ello! Repito ¡Me encanta tu forma de escribir! ¡Inspiras!
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
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