Realidad mágica {Pilar Trastamara}

por **Cosette Legard** Sáb Feb 20, 2016 9:58 am

La planta mustia reposaba sobre la mesa de la trastienda esperando que algo ocurriera. Cosette se había empeñado en devolverle la vida a base de hechizos recopilados en los libros de su familia durante años, pero lo máximo que había logrado había sido hacer que un par de hojas cambiaran su color del marrón oscuro a otro más claro. Hacía días que la había visto obrar el milagro: devolverle la vida a un ser vivo. Aquella mujer había hecho lo imposible, lo que la rubia hechicera de ojos azules había querido hacer desde el trágico final de su pequeño.

Pasó las páginas del libro buscando más palabras mágicas, pensando combinaciones entre ellas para hacerlas más poderosas, pero la planta seguía en el mismo estado. Se dejó caer rendida apoyando la espalda en el respaldo y miró el tiesto con rabia. Ladeó la cabeza sin dejar de mirarla, intentando entender el funcionamiento de aquellos tallos, como se alimentaba, cómo usaba las raíces… todo. Si conocía como crecían las plantas podría enfocar sus hechizos en la forma correcta. Eso si es que aquellos hechizos servían para revivir plantas. Se pasó las manos por el cabello y finalmente cerró los libros que tenía abiertos sobre la mesa. Los apiló con cuidado y los guardó fuera de la vista, como siempre hacía. La planta, al contrario, la dejó sobre una estantería, esperando que al día siguiente la bruja volviera a intentarlo.

Cerró la tienda antes que otros días, todavía había luz suficiente en la calle. El Sol no había salido en todo el día, las nubes lo habían cubierto, pero no hacía tanto frío como los días pasados. Se abrochó el abrigo y comenzó a caminar en dirección a su casa, pasando inconscientemente por la misma calle donde había visto a aquella hechicera haciendo magia. Inútilmente esperaba volvérsela a encontrar para poder preguntarle todo lo que quería saber. Era un sueño iluso, y ella lo sabía.

Dobló la esquina y, sin esperarlo, la vio caminar delante de ella. Se paró unos segundos armándose de valor para acercarse a ella y después aceleró el paso para ponerse a su altura.

—¡Madame, espere! —la llamó levantando la mano en señal de alto. —Espere, por favor. Quiero preguntarle algo.