AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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-- Amén -- libre
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-- Amén -- libre
En los últimos meses había perdido varios amigos, Giacomo que se había marchado con lo que se terminó su relación, Daniel que partió a Inglaterra y Romeo que entraba y salía de manera inconstante en su vida. Pero eso no lo deprimía, estaba acostumbrado a que la gente paseara por su existencia, se iban pero siempre regresaban, y los que no lo hacían, no quedaba más que dar la vuelta a la página. La idea que germinó en su cabeza y por la cual finalmente seguía en Paris, era recuperar su memoria y con ella que se hiciera neutral. Neutral era una palabra que sonaba bien pero que no indicaba que significara que se llevaba bien con todas las especies ni que tuviera tratos con ellas, sólo significaba que no iba a defender a los demás vampiros y que ni siquiera movería un dedo por otros. Significaba que no iba a asesinar sin provocación.
¿A qué estaba jugando? Si, eso se lo preguntaban seguido y si era un juego; él no era altruista pero era verdad que era una emoción diferente. ¿Por qué emprender una guerra o una cacería? Ya lo había hecho durante decenas años. ¡Qué aburrido cometer las mismas acciones una y otra vez! ¿De qué servía la inmortalidad si uno hacía lo mismo una y otra vez?
Detuvo al cochero bruscamente frente. Miró su reloj de bolsillo. Iba tarde al teatro. No había quedado con nadie, pero era fin de semana en la noche, era depresivo quedarse en casa a solas. Salir un poco de la monotonía, no le venía nada mal a nadie.
Se acomodó el botón del saco y caminó lo poco que quedaba de camino, la entrada estaba aglomerada. Al girarse chocó de frente con otro hombre o con un adolescente porque parecía bastante joven que se quedó observándome con la boca abierta, fruncí el ceño. ¿Por qué siempre eran los "choques" circunstanciales, los que me hacían observar a alguien? ¿Por qué nunca se fijaban por donde iban caminando? Ya estaba pensando en que lo hacían a propósito. Comenzaba a hartarse de que todos le observaran como una alimaña. Pero claro, el cabello largo, la barba y el bigote, a veces llamaban demasiado la atención. Incluso alguna vez, un par de viejecitas, se habían santiguado al verle. ¡Cuánta exageración! El no era Dios.
Disimuladamente se dirigió a la taquilla para comprar su boleto, esperando no hacer demasiado tiempo en la fila. Ya la función empezaría.
¿A qué estaba jugando? Si, eso se lo preguntaban seguido y si era un juego; él no era altruista pero era verdad que era una emoción diferente. ¿Por qué emprender una guerra o una cacería? Ya lo había hecho durante decenas años. ¡Qué aburrido cometer las mismas acciones una y otra vez! ¿De qué servía la inmortalidad si uno hacía lo mismo una y otra vez?
Detuvo al cochero bruscamente frente. Miró su reloj de bolsillo. Iba tarde al teatro. No había quedado con nadie, pero era fin de semana en la noche, era depresivo quedarse en casa a solas. Salir un poco de la monotonía, no le venía nada mal a nadie.
Se acomodó el botón del saco y caminó lo poco que quedaba de camino, la entrada estaba aglomerada. Al girarse chocó de frente con otro hombre o con un adolescente porque parecía bastante joven que se quedó observándome con la boca abierta, fruncí el ceño. ¿Por qué siempre eran los "choques" circunstanciales, los que me hacían observar a alguien? ¿Por qué nunca se fijaban por donde iban caminando? Ya estaba pensando en que lo hacían a propósito. Comenzaba a hartarse de que todos le observaran como una alimaña. Pero claro, el cabello largo, la barba y el bigote, a veces llamaban demasiado la atención. Incluso alguna vez, un par de viejecitas, se habían santiguado al verle. ¡Cuánta exageración! El no era Dios.
Disimuladamente se dirigió a la taquilla para comprar su boleto, esperando no hacer demasiado tiempo en la fila. Ya la función empezaría.
Richard Collier- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 13/01/2015
Re: -- Amén -- libre
En muchas ocasiones la inmortalidad se tornaba algo triste, quizás repetitivo, quizás monótono. A veces las noches eran muy largas, deprimentes y aburridas comparadas con otras tantas de las que disfruté de una forma tan intensa. Desde siempre busqué y solicité diversiones varias, al principio sencillas porque eran las primeras, pero a lo largo de los siglos se fueron convirtiendo en algo más complejo y más difíciles de saitisfacer. Quizás las palabras que aquella gitana, sabedora de la naturaleza, y puede que de mi longevidad, me dijo, aquella vez que la expulsé de mi camino al interferir en el transcurso hacia aquella fiesta, tuvieran razon. ¿La inmortalidad era una verdadera maldición? ¿De verdad aquella gitana se apiadó de mi? De alguien superior no sólo en habilidades, sino también en posición social? No iba a permitirlo y jamás iba a soportar que alguien inferior tuviera razón -¿ya ha decidido qué hacer, señora? -preguntó William, uno de mis sirvientes, más por compromiso, porque sabía que debía hacerlo, que por preocupación. yo me dediqué a mirarle detrás de la mesa, con una copa de sangre en la mano. Desvié la mirada hacia el fino cristal de la copa y la moví ligeramente como si se tratara de una cata de vino. No dije nada, sino que permanecí en silencio, en uno sepulcral hasta que, de nuevo, fue interrumpido por William -lamento mis palabras, señora, pero, si me permite la sugerencia, hoy hay una función. Si se apresura, llegará a tiempo -la mirada desinteresada de antes se torno algo más viva, si es que se podría considerar como tal. Mi rostro esbozó una amable sonrisa hacia el sirviente, al cual pude comprobar que le gustó...eso, o que se puso demasiado nervioso.
Me levanté del asiento, aún sin decir nada, y tras una última mirada a la copa de vino, di un último trago antes de darme la vuelta -que preparen el carro. Estaré preparada en menos de quince minutos -dije con una voz autoritaria, pero con ligeros toques maternales. El sirviente asentaría con la cabeza y marchó con paso ligero de la habitación. Con gran rapidez salí del cuarto hacia mis aposentos. Rápidamente me puse uno de mis vestidos más lujosos, junto con las joyas que adornaban mi cuello y mis orejas. Mientras me vestía, pequeños toquecitos en la puerta me alarmaron. Una voz femenina, tímida habló preguntando si necesitaba ayuda. La reconocía, ya que era una de mis últimas adquisiciones. Puede que fuera por ello el principal motivo por el que no sabía que no debía interrumpirme nunca cuando estaba enccerrada en mis aposentos. Con semblante tranquilo y algo frío avancé hasta llegar a la puerta, la cual abrí lentamente -eres joven...eres bella...eres nueva...quiero que sepas que la única razón por la que no te castigo es por la última razón, la cual es más efímera que las dos primeras. Espero que lo tengas en cuenta la próxima vez que hagas insensateces como la que acabas de hacer... -la muchacha, sin decir nada completamente nerviosa, asintió, pasaría saliva y se marchó del lugar con la misma rapidez que William.
Después de aquel pequeño infortunio, avancé hasta salir a la puerta de mi mansión en la que me esperaba el carro con los caballos. Me subí al mismo y marchamos hacia el teatro. Tardamos en llegar aproximadamente en veinte minutos, justo a escasos minutos del inicio de la obra. La entrada estaba llena de gente tanto de clase alta, la cual estaba entrando en el teatro, como de clase baja, la cual se arremolinaba con caras de pena, buscando algún tipo de limosna. Afortunadamente mis sirvientes se encargaron de acompañarme hasta la misma taquilla del teatro y me salvaron de pequeños robos o tirones...que si bien podria evitar usando mis habilidades, estaba en un espacio público, y en absoluto era recomendado -os podéis ir... -dije con voz amable a los dos sirvientes que me acompañaban, los cuales marcharon hacia el carro. Allí, en la taquilla pude ver a un hombre que al parecer llamaba la atención de los otros, sobre todo, de varios niños que no cesaban de mirarlo. Observé aquella escena con una sonrisa curiosa a la par de graciosa -algunas personas son demasiado descaradas. Se quedan mirando tan directamente que a veces puede llegar a incomodar, ¿verdad? -dije mientras me daban las entradas de la taquilla -con un mínimo de buena suerte, lograremos perdernos el principio. Siempre es aburrido...
Me levanté del asiento, aún sin decir nada, y tras una última mirada a la copa de vino, di un último trago antes de darme la vuelta -que preparen el carro. Estaré preparada en menos de quince minutos -dije con una voz autoritaria, pero con ligeros toques maternales. El sirviente asentaría con la cabeza y marchó con paso ligero de la habitación. Con gran rapidez salí del cuarto hacia mis aposentos. Rápidamente me puse uno de mis vestidos más lujosos, junto con las joyas que adornaban mi cuello y mis orejas. Mientras me vestía, pequeños toquecitos en la puerta me alarmaron. Una voz femenina, tímida habló preguntando si necesitaba ayuda. La reconocía, ya que era una de mis últimas adquisiciones. Puede que fuera por ello el principal motivo por el que no sabía que no debía interrumpirme nunca cuando estaba enccerrada en mis aposentos. Con semblante tranquilo y algo frío avancé hasta llegar a la puerta, la cual abrí lentamente -eres joven...eres bella...eres nueva...quiero que sepas que la única razón por la que no te castigo es por la última razón, la cual es más efímera que las dos primeras. Espero que lo tengas en cuenta la próxima vez que hagas insensateces como la que acabas de hacer... -la muchacha, sin decir nada completamente nerviosa, asintió, pasaría saliva y se marchó del lugar con la misma rapidez que William.
Después de aquel pequeño infortunio, avancé hasta salir a la puerta de mi mansión en la que me esperaba el carro con los caballos. Me subí al mismo y marchamos hacia el teatro. Tardamos en llegar aproximadamente en veinte minutos, justo a escasos minutos del inicio de la obra. La entrada estaba llena de gente tanto de clase alta, la cual estaba entrando en el teatro, como de clase baja, la cual se arremolinaba con caras de pena, buscando algún tipo de limosna. Afortunadamente mis sirvientes se encargaron de acompañarme hasta la misma taquilla del teatro y me salvaron de pequeños robos o tirones...que si bien podria evitar usando mis habilidades, estaba en un espacio público, y en absoluto era recomendado -os podéis ir... -dije con voz amable a los dos sirvientes que me acompañaban, los cuales marcharon hacia el carro. Allí, en la taquilla pude ver a un hombre que al parecer llamaba la atención de los otros, sobre todo, de varios niños que no cesaban de mirarlo. Observé aquella escena con una sonrisa curiosa a la par de graciosa -algunas personas son demasiado descaradas. Se quedan mirando tan directamente que a veces puede llegar a incomodar, ¿verdad? -dije mientras me daban las entradas de la taquilla -con un mínimo de buena suerte, lograremos perdernos el principio. Siempre es aburrido...
Chrysanthe de Haimar- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 28/08/2015
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