{Noche de excesos} - {Privado}

—¡Veeeeeenga! ¡Que mee esssstooy mojandoo TÍOOO.— Agarré a Sean por la manga de su abrigo y nos empujé a ambos fuera de la taberna mugrienta. ¿Habíamos pagado? Ni siquiera recordaba haber pagado la botella de whisky... Quizás había pagado Sean el cual al parecer, le gustaba malgastarlo con desconocidos, era mi noche de suerte. Me coloqué con dificultad la capucha de mi abrigo sin soltar ni un segundo a Sean, si lo soltaba lo más probable sería que ambos nos cayésemos al suelo mojado y acabásemos como si hubiesemos salido de la ducha. —A ver. Concentreeeeenomos. Imaginemossss una liiiiiiiiiiiinea recta en el suueeeeeelo y sigamosla.— Me paré en medio del camino, solté a Sean y extendí los brazos mientras intentaba caminar recto, lo que quedó en completo fracaso. El suelo se movía bajo mis pies como si de arenas movedizas se tratasen.

Desistí en mi intento por caminar decentemente y volví a agarrar a Sean. La lluvia cada vez era más intensa y teníamos un poco de camino más por recorrer. —Ueno. Es iwuaal... Vamosss aunque sea por el camino larrrrgo.— Caminé entre tumbos bajo la lluvia, agarrado a mi nuevo mejor amigo, hasta que vislumbré entre mi visión etílica la puerta del burdel. —Mira! Ahí están losss chochetessss que quierooo comerrr, bueno, mejorrrr el chocheteee... jejejeje— Empecé a reírme con mi típica risa de borracho, más parecida a la risa de un dibujo animado. —Hay que actuarr cooon normalidaaaad... Ponte serio...— Le hice el gesto de que se mantuviese callado y llegamos a la puerta.

Cuadré mis hombros, intenté entornar los ojos para parecer que no había ni una gota de alcohol en mi cuerpo, si nos pillaban... No nos dejaría entrar. Miré a Sean y le hice un gesto con la cabeza antes de entrar. La entrada estaba tal y como la recordaba, solo que ahora, lo veía todo doble. Vi a la Madam, en su lugar de siempre. Me acerqué a ella y carraspeé. —¡Hoooooola! Venimosss a ver si está la señorita paraí... digo... Zahir. Y alguuuna amiwita suya, para mi amiwo.— Me tapé la boca con la mano, esperando a que no oliese mi aliento a chupitos de colores. Nos inspeccionó con la mirada a ambos y por un momento pensé que nos iba a denegar la entrada, pero se percató de las ropas que llevaba Sean, a lo que asintió con un gesto de la cabeza y me dijo la habitación en la que estaba mi paraíso particular. Asentí y me giré hacía Sean. —Venga... Vamossssss.—

Me perdía entre tanta habitación, había muchas y todas eran parecidas. ¿Qué puta habitación me había dicho? Ya no me acordaba. Miraba a todas y cada una de ellas en las que la puerta estaba abierta, pero en ninguna estaba ella. Bufé en voz baja, frustrado por no recordar... Hasta que miré en una y la vi. Estaba con una compañera, así que perfecto, Sean ya tenía chocho que comer, además rubio. ¿Era rubia de mentira? Entré sin llamar a la puerta, me daba igual de que estuviesen hablando, me daba igual que fuera su noche libre y me daba igual la amiga de Nai, a la cual ni saludé. —¡Ya ha llegadooo por quieeeeeeeeeen lloraaabassssssss.— Cogí a la morena por la cintura, levántandola de donde estaba sentada. ¿Porque se cepillaba el pelo ahora? No era momento para eso. ¡Joder, que guapa estaba hoy! Besé sus labios con ganas, e incluso, llegué a morderle la lengua. Tenía tantas ganas... Me separé y miré a su compañera la rubia. —¡Ah! ¡Hooooooooooola. ÉL es Seeeeeeean. Es majo.— Ala, ya había hecho las presentaciones oportunas. ¿Podían irse ya? Me acerqué de nuevo a Naitiri y le susurré al oído, para que solo ella me pudiera escuchar. —¿Buusssscas el tocadooorrrr? Pueeeees ese soy yooooo.— Me reí y le mordí el lóbulo de la oreja.